sábado, mayo 24, 2025

Trabajadores y fútbol: fabricantes de una pasión

Por Conrado Maguna Martorell 

1 de mayo se conmemora el Día del Trabajador en homenaje a obreros asesinados durante las huelgas en Chicago, Estados Unidos en 1886, en las cuales se exigían jornadas laborales ocho horas.

“Donando sangre al antojo de un patrón por un mísero sueldo, con el cual no logro esquivar el trago amargo de este mal momento, mientras el mundo policía y ladrón me bautizan sonriendo gil trabajador”. Así, como esas dos últimas palabras, se llama la canción de Hermética, banda propietaria del fragmento citado. Si bien podría ser, la temática de esta nota no es la relación del fútbol con la música, sino con lo que en la jerga se conoce como “laburo”.

Este rol, el de empleado, laburante, perteneciente a la clase baja, y más tarde media, fue el que condujo a la popularización y democratización del fútbol en la Argentina. Desde esos sectores, en los barrios que aún se estaban formando, en épocas de modelo agroexportador y a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la pelota comenzó a rodar con mayor fluidez en el entramado social criollo. De ahora en más, bajo el ala de un nombre, escudo, y colores: de una pasión. Los equipos, posteriormente clubes, empezaron a surgir mayoritariamente desde las antípodas del ejercicio del poder. 

Uno de los casos más conocidos para explicar esta relación es el de Argentinos Juniors. El Bicho nació de la fusión entre los conjuntos Sol de la Victoria y Mártires de Chicago, quienes enfrentaron en un amistoso a Catedral Porteño en las cercanías de Av. San Martín, Luis Viale y Añasco mientras corría el 1904. El resultado no fue solo un 3 a 1 a favor del combinado, sino la creación de un club que hasta el día de hoy tiene 120 años de historia.

Al respecto, Javier Roimiser, historiador de la institución, afirmó: “Se dice que Mártires de Chicago es en honor a la revuelta social donde hubo varios fallecidos en la fábrica, y Sol de la Victoria es por un himno libertario”. Cabe resaltar que esto último no tiene relación ni identificación al concepto del liberalismo económico presente en la actualidad. Según Roimiser, los fundadores del cuadro de La Paternal (que en realidad dio sus primeros pasos en Villa Crespo, Coghlan, Caballito y San Martín) tenían ideas socialistas, algunos anarcos socialistas, y veían con buenos ojos el seguimiento a Alfredo Palacios, diputado de dicha corriente, y por eso la camiseta roja. Inclusive, al ingresar a lo que hoy es la AFA, lo hizo con un rojo garibaldino, en homenaje al militar italiano.

El experimentado en el recorrido histórico del club fue claro al remarcar que ante una manifestación política en la tribuna, y con ella discrepancias en dicho lugar, mucha gente insiste en acordarse del surgimiento del amor que comparten: “El origen de Argentinos no es de una ideología ni de otra, es defendiendo al trabajador. Siempre”. Una pasión impulsada y acompañada por laburantes y trabajadores relacionados con el obrero de la zona, el de la manufactura metalúrgica o textil. Bien de barrio. De pueblo.

Además, donde el Semillero del Mundo está asentado desde 1925 en su momento fue sitio de fábricas de producto como café, vinos y llegada de productos desde el mercado del Abasto gracias a los ferrocarriles aledaños. Detrás de las tribunas el sudor y taylorismo eran moneda corriente. Eso si, del alambrado para adentro, el reloj marcaba 90 minutos.

Otra historia que tiene como eje central los derechos laborales es el de un club que vio la luz como Libertarios Unidos y de casaca rojinegra allá por 1908, en honor a los principios de sus fundadores anarcosindicalistas, socialistas y comunistas. La persecución hacia estos ideales dio motivo a la excusa de que el nombre provino de la calle Libertad, sitio de nacimiento de la institución. Sportivo Norte la nueva identificación. Colegiales la definitiva. Estadio Libertarios Unidos su casa.

Y si alguien se fija en el fixture de la próxima o anterior fecha de casi cualquier división del fútbol argentino, se encontrará con nombres como Rosario Central, Central Ballester, Central Norte, Central Córdoba (de la provincia homónima, Rosario, Santiago del Estero) y Barracas Central. Un deporte que llegó desde Inglaterra, isla de revoluciones industriales, se expandió aprovechando las vías (rozando lo literal) que utilizó este país imperialista en busca de hacer llegar sus productos y abrir nuevos mercados para comercializar, como pueden ser los trenes. Así, los cuadros mencionados deben su denominación a las ciudades donde llegaba este medio de transporte, y la fundación a quienes trabajaban en las locomotoras. No olvidar el Ferrocarril Oeste, o el de Midland. Pero estas novedosas máquinas no se mantenían o arreglaban solas, sino que debían ser atendidas en los Talleres como los de Córdoba o Remedios de Escalada. 

Con los años, los muchachos que eran futbolistas en un principio por recreación, comenzaron a luchar por dignidad laboral pero en su rol dentro del campo de juego. Libertad de acción para negociar sus pases y firmas. Contrato y pago. En 1931 los protagonistas dijeron basta, querían vivir de la pelota. El amateurismo marrón, el pago “en negro”, llegó a su fin. Nació el profesionalismo en el fútbol argentino.

Dicha salida no fue un problema solucionado. En 1948, se produjo el mayor reclamo en tierras de quienes habían obtenido, 18 años atrás, un subcampeonato del mundo: durante 6 meses, la pelota fue pateada por jugadores amateur y de inferiores; contratos rescindidos; los estadios semivacíos; los profesionales en sus casas. La AFA no reconocía a Futbolistas Argentinos Agremiados, y por ello tampoco los pedidos de sueldos mínimos en el ascenso, suprimir el tope remunerativo en Primera, libertad de negociación y trabajo; aguinaldo, vacaciones, indemnización, seguro médico y aportes jubilatorios. Desde el 8 de noviembre de 1948 hasta el 7 de mayo de 1949 se vivieron momentos de tire y afloje en las páginas del fútbol argentino. Con ello, un gran exilio de futbolistas a Colombia, pues el torneo cafetero no contaba con afiliación a la FIFA, lo que hacía todo menos burocrático.

Algo parecido ocurrió en Europa. En pleno Mayo Francés, semanas de revuelo estudiantil y obrero en dicho país, los futbolistas que disputaban aquel torneo nacional tomaron la Federación Francesa de Fútbol. Se terminaba la época de la firma vigente hasta los 35 años con una institución deportiva a cambio de sueldos bajos y sin condiciones mínimas de trabajo. Durante cuatro días las instalaciones estuvieron tomadas y se creó la Comisión de Acción de los Futbolistas. Cabe destacar la impronta de los periodistas deportivos de la revista Miroir du Football, quienes con pasado en las canchas y presente en el Partido Comunista, alentaron la protesta y encabezaron la junta mencionada. Específicamente se pidió la temporada a ocho meses, estadios en condiciones, la denuncia al entrenador del combinado galo Louis Dugauquez (quien insultaba las condiciones físicas, técnicas e intelectuales de sus dirigidos) y desestimar el decreto que prohibía a todo aquel protagonista que abandonase un club volver a jugar antes de cumplir los 35 años. Se obtuvieron conquistas como el fin del contrato a perpetuidad, que en 1972 los dirigentes, vencedores, quisieron retomar pero no lo lograron. De todas maneras, el precedente quedó marcado.

El fútbol tiene sus raíces populares en los trabajadores y en la política. Quienes hoy corren por el césped e intentan llegar al arco rival, son los bisnietos de aquellos pibes de barrio que veían en un cuero un momento de ocio, diversión y disfrute luego de la fábrica; luego vieron allí su oficina, su modo de vida. Del otro lado, quienes mientras forman parte del circuito productivo durante la semana esperan ver en su reloj el momento para ir a la cancha y sentir la pasión como una caricia al alma, y dejar de sentirse, aunque sea por un ratito, un gil trabajador.

 

Más notas