domingo, noviembre 24, 2024

Los días de Garrincha en Chile

Por Juan Estévez

“Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al fútbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegaría a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado”, Eduardo Galeano.

El Mundial Chile ‘62 no fue uno más. Los estilos de juego comenzaban a cambiar en algunos equipos, lo primordial ya no era convertir un gol, sino evitarlos. Ahí mismo es donde la figura de Manuel Dos Santos se agigantó, sin Pelé (lesionado en la primera fase) y con la responsabilidad de respaldar el título Mundial obtenido en Suecia ‘58, guió al equipo al Bicampeonato.

Su injerencia durante los seis partidos fue inconmensurable, pero sin lugar a dudas una vez finalizada la zona de grupos fue cuando más brillo. En los cuartos de final frente a Inglaterra convirtió dos goles y brindó una asistencia para que el resultado final tuviera su impronta. “¿De qué planeta viene Garrincha?”, fue el titular de los medios locales para rendirse ante semejante superioridad. En la semifinal frente a Chile volvió a cumplir por duplicado, ni bien pasada la media hora de partido su equipo ya se imponía por dos a cero gracias a él, pero sobre el final, y harto de las patadas que sufrió durante todo el encuentro, sacó a relucir otro aspecto del potrero y se fue expulsado al vestuario.

“El balón vino por la izquierda, y yo no remato bien con esa pierna, pero no tenía cómo cambiar de pie. Entonces chuté con la izquierda imaginando que era la derecha”, dijo al explicar uno de sus dos goles a Chile en las semifinales.

El gobierno brasileño se pronunció a su favor, apeló para convencer a la FIFA y así poder contar con su Ángel de las piernas torcidas en la final. Se movilizaron vertientes políticas y diplomáticas “en nombre del pueblo brasileño”. El buen historial de conducta del jugador le valió a su defensa para que la FIFA lo absuelva por 5 votos contra 2.

Garrincha se repuso de la situación y quiso saber cuál era el próximo objetivo: le informaron que la final seria frente a Checoslovaquia, equipo al que no recordaba, pese haberlos enfrentado al comienzo del torneo. Le recordaron que habían empatado y que lesionaron a Pelé, “Ahh, aquellos que son grandes y fuertes pero no juegan nada”, respondió quien había nacido con las piernas torcidas.

Esa conversación con un compañero de equipo lo define: era un jugador excepcional que solo quería divertirse con la pelota en los pies sin preocuparse de conocer a sus rivales ni mucho menos saber en que día se jugaría determinado partido. Ese rasgo propio de su personalidad se vio reflejado a falta de pocos minutos de entrar a la cancha para disputar la final del Mundo. Le preguntó al seleccionador, Aymoré Moreira: “Maestro, ¿hoy es la final?” . Y al enterarse que efectivamente lo era con una sonrisa inocente concluyó: “Ah, con razón hay tanta gente”.

Con Garrincha en la cancha, Brasil fue campeón y su figura no solo levantó la Copa del Mundo, sino que también tomó prestada la corona del Rey Pelé, fue el mejor jugador del Mundial.

Quizás nunca supo lo afortunado que fue de haber siquiera pateado una pelota. La enfermedad que padeció, la polio, ataca al sistema nervioso, puede causar la muerte, parálisis o dejar otro tipo de secuelas motrices. Aun así alcanzó la gloria jugando con sus pies.

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