viernes, noviembre 22, 2024

Del auge a la crisis, de la abundancia a la pobreza

Por: Nehuén Azar 

Nueva York, 8 de septiembre de 1990. Gabriela Sabatini se consagra campeona del US Open venciendo a la alemana Steffi Graf por 6-2 y 7-6 en la final, dos años después de haber conseguido la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl. De esta manera, la bonaerense alcanzaba el tercer puesto del ranking WTA, un logro sin precedentes hasta ese momento para el tenis femenino argentino, y que hasta hoy, casi 30 años después, no ha sido igualado.

No solo no ha vuelto a repetirse dicho logro, sino que actualmente el tenis argentino está muy lejos de alcanzarlo o superarlo, o por lo menos eso es lo que reflejan los números. La mejor representante argentina, Paula Ormaechea, que recientemente volvió a la actividad luego de una serie de lesiones y operaciones, ocupa el puesto nº 208 del ranking WTA, y su mejor ubicación fue el puesto nº 59, en 2013. Hay que retroceder 15 años para encontrar una argentina dentro del top 10: Paola Suárez, con aquel 9° lugar alcanzado en 2004 luego de jugar la semifinal de Roland Garros.

Quizá sea exagerado hablar de crisis, pero es evidente que existe una larga sequía en calidad de títulos y de rendimiento. “La primera certeza que se puede obtener es que Sabatini dejó la vara muy alta, y eso generó que se les exija de más a las chicas que vinieron después”, expresó al respecto Marco Caporaletti, que cuenta con 42 años de experiencia internacional en la formación de tenistas profesionales ATP y WTA, y actualmente es director de la Escuela Argentina de Profesores de Tenis.

“Lo de Sabatini es un caso aislado. Tenía un talento sobresaliente, y a pesar de haber sido muy bien formada por Daniel Fidalgo en River, yo creo que hubiera llegado a ser Sabatini con cualquier entrenador”, aclaró.

Más allá de Sabatini, y teniendo en cuenta la actual falta de referentes, se puede obtener una segunda certeza: si no hay referentes o líderes claras, las niñas pierden motivación por jugar al tenis y empiezan a elegir otros deportes. “Si hubiese una argentina n°1, 2 ó 3 del mundo, más nenas jugarían al tenis y menos al hockey, por ejemplo, que hace varios años tiene a Las Leonas en un primer plano a nivel mundial”, continuó Caporaletti, que además de ejercer su profesión en Argentina, se desempeñó en Francia, México y Perú.

Detenerse en este punto puede aclarar un poco el panorama. La falta de referentes generó un declive en cuanto a la popularidad del tenis, y para que se hable de “crisis” debe existir un concepto opuesto, al que en el deporte se lo puede denominar “auge”: el momento de mayor esplendor y popularidad de una disciplina. Sucedió con el básquet durante la época de la Generación Dorada, sucede actualmente con el hockey de Las Leonas o el rugby de Los Pumas y Los Jaguares, con el judo gracias a Paula Pareto, con el fútbol femenino y sus recientes partidos históricos en el mundial de Francia, o incluso con el tenis masculino, gracias a las hazañas de Juan Martín Del Potro. Estas etapas de auge generan motivación en las niñas y niños para comenzar a practicar determinado deporte.

Lo que generalmente sucede es que luego de unos años de auge en una disciplina se hable de crisis. Tanto la prensa como los espectadores se acostumbran a cierto nivel, que cuando deja de existir, parece que todo estuviera haciéndose mal. Pero no es el caso, ya que la Asociación Argtentina de Tenis (AAT) está al tanto del problema y se encuentra trabajando al respecto.

En ese sentido, Caporaletti resaltó: “La AAT nombró a Florencia Labat a cargo del tenis de mujeres, y ella me pidió a mí que hiciera un análisis técnico y biomecánico de las chicas a través de videos”.

“La asociación también creó recientemente el circuito Gen10s, un programa de desarrollo para chicas y chicos de 8 y 9 años que se juega en una cancha especial, con una pelota especialmente adaptada para niños y niñas, y de esta manera se las hace competir desde más pequeñas”, subrayó y agregó: “Otro problema determinante es justamente la falta de competencia”.

Melany Krywoj, tenista argentina de 21 años que actualmente se encuentra entrenando y estudiando en la Universidad de Baylor, en Texas, Estados Unidos, coincide en este punto: “Estamos en mayo y todavía no hubo ningún torneo en Argentina. Hay muy poca competencia en el país y en Sudamérica, y es por eso que todas las que soñamos con llegar a esa cima nos terminamos yendo del país, donde además, la situación económica no ayuda”.

En este aspecto, las diferencias con otros países parecen abismales, así como también respecto a los terrenos de juego. “En Europa, Estados Unidos y otras partes del mundo se juega el 80% de los torneos en cancha rápida, lo cual en Sudamérica no es costumbre, y eso marca una diferencia y una desventaja para nosotras”, distinguió Krywoj, en referencia a las superficies de cemento y su diferencia con las de polvo de ladrillo, más comunes en Sudamérica.

La superficie rápida propia de las canchas de cemento es el enemigo n°1 de las tenistas sudamericanas a la hora de competir en el exterior. En Argentina, los clubes mantienen las canchas de polvo de ladrillo hace décadas, generalmente por decisión de los socios, que en su mayoría son personas de más de 40 años que utilizan las canchas de forma recreativa o como hobby, y que no practican el tenis de forma profesional. Pero son quienes toman las decisiones por el hecho de pagar una cuota y prefieren canchas de polvo de ladrillo porque generan menor daño a las articulaciones, especialmente las rodillas.

Tercera certeza: La falta de competencia y los terrenos de juego son también responsables del bajo nivel del tenis, tanto femenino como masculino, en toda Sudamérica.

Otro análisis posible involucra a las diferencias de género. La mayoría de las disciplinas son más populares en su versión masculina, lo que trae por decantación a la cuarta certeza: La sequía del tenis femenino también se debe al hecho de que a las mujeres deportistas se les hace más difícil alcanzar la popularidad, debido a la menor difusión, promoción y sponsoreo que reciben.

Esto llama la atención en un deporte como el tenis, que aparenta ser uno de los más avanzados en este aspecto, ya que desde 2013 no distingue los premios por sexo en la mayoría de los torneos, aunque no en todos.

Hace días se generó un cruce mediático en las redes sociales entre la argentina Paula Ormaechea y Rafael Nadal, que en una conferencia de prensa había declarado: “Estoy un poco cansado de que siempre se piense que estamos en contra de las mujeres. Esto no es sobre hombres o mujeres. Todos somos personas pero algunos merecemos más y otros menos, porque algunos vendemos más y otros menos”.

Tras las declaraciones del español, cuestionando la lucha femenina por igualar definitivamente los premios en el tenis, Ormaechea lo cruzó en Twitter: “A veces estaría bueno que no opinara del tema. Imagen mundial dando este tipo de mensaje. Así no avanzamos más, querido Rafael”.

Son tanto las dudas como las certezas las que indican que hay cosas por mejorar a nivel tenis, a nivel deporte en general y a nivel social. “Se está trabajando seriamente en el tema con Florencia Labat y Mercedes Paz, capitana del equipo argentino de Fed Cup, con la idea de incrementar el número de chicas y mejorar las condiciones de competencia, y así poder aspirar a lograr mejores resultados en el futuro”, aclaró Érica Ledesma, integrante del equipo de coordinación de profesionales de la AAT.

En definitiva, más allá de hablar de crisis, de sequía o de mal momento, de falta de referentes o presupuesto, de machismo o de conservadurismo, el tenis femenino argentino dejó de ser potencia a nivel mundial, y dependerá de los clubes y de la AAT intentar recuperar ese lugar que hace casi tres décadas tuvo gracias a Gabriela Sabatini.

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