sábado, noviembre 23, 2024

La primera final: una guerra que ganó Uruguay

Por Tomás Lucero y Tomás Tesoriere

Hubo un día en que la pelota fue una bomba, en el que dos países no se enfrentaban solo dentro de la cancha, sino que la auténtica pelea estaba afuera, y fue nada más y nada menos que en una final del mundo. En 1930 se disputó en Uruguay el primer mundial de fútbol en el que el local fue campeón tras vencer a Argentina en el último encuentro por 4 a 2. Pero la rivalidad dentro del campo pasó desapercibida, debido a que surgió otra, una que venía creciendo de a poco hasta que explotó.

No eraa la primera vez que se jugaba “El clásico del Río de La Plata”, ni tampoco la primera final entre ambos países, ya que contaban con un historial previo en Copa América y Juegos Olímpicos, que tenían como mayor ganador a Uruguay, el último caso en Ámsterdam 1928.

En 1924, luego de que los orientales consiguieran el oro en los Juegos de Paris, Argentina lo desafió a un partido ida y vuelta para ver quien era el “mejor”. Dicho enfrentamiento, como se esperaba, no terminó debido a una batalla campal dentro y fuera de la cancha, con el delantero charrúa Hector Scarone golpeando a un oficial y tirándole piedras a los hinchas, quienes devolvian el gesto. Un mes después de ese incidente vino un hecho que marcaría el futuro del fútbol sudamericano, la primera muerte en el marco de un partido. Se disputaba el Sudamericano en Montevideo, en el cual el local salió campeón. A la salida de un estadio, un grupo de uruguayos y de argentinos se enfrentaron en las inmediaciones. La pelea dejó un muerto, Pedro Demby, tras un tiro de un “barra” argentino.

Ya en Mundial del ’30, la tensión fuera del campo era inmensa, tanto entre hinchas como jugadores, y en cada partido de Argentina, la gente charrúa estaba presente para arrojar proyectiles o insultar los 90 minutos y una vez finalizado el encuentro, invadir el campo. Dichos actos sumados a romper el micro de los futbolistas y ataques a los simpatizantes, dejaron a los jugadores argentinos en una posición en la que querían abandonar el torneo, pero el presidente uruguayo, Juan Campisteguy, intervino para brindar seguridad.

Pero el día clave fue el 30 de julio, la final. Ambas selecciones estaban presentes en el Estadio Centenario de Montevideo para disputar el trofeo. Con el grito de “Victoria o muerte”, casi 30.000 argentinos intentaron entrar al país, pero menos de la mitad solo lo consiguió. El estadio estaba repleto, más de 90.000 almas dijeron presente, los cuales tuvieron que pasar por severos controles policiales para prevenir el ingreso de armas.

El partido no había comenzado que ya había discusiones por la pelota con la que se jugaría, por lo que el árbitro belga John Langenus hizo dos sorteos, uno para elegir el campo y el otro la bola con la que se arrancaría. El primer tiempo se jugo con la pelota de Argentina mientras que en el segundo lo fue con la uruguaya.

El encuentro comenzó a favor de los albicelestes, quienes lograron adelantarse en el marcador en dos oportunidades y encajaron tan solo uno. Se iban al entretiempo con el resultado a favor. Pero en esos 15 minutos hubo amenazas de muerte a varios jugadores argentinos sumado a 300 militares que se posicionaron al costado del campo de juego; era un clima de guerra.

Con ese marco, la Selección Argentina salió al complemento asustada,. Uruguay aprovechó esto y dio vuelta el partido por 4 a 2. Una vez más los charrúas vencían a sus vecinos. Pero no quedo todo ahí, una vez finalizado el encuentro, barras bravas del local esperaron al plantel contrario y a sus hinchas para darles una “despedida” en el puerto. Tanto jugadores como fanáticos de nuestro país, tuvieron que subirse a algunas lanchas por detrás de los barcos para no ser golpeados por los uruguayos.

Esto puso fin a las relaciones entre estos dos países tras confirmarlo en un comunicado la Asociación Amateur Argentina de Football. La otra consecuencia, fue la aparición de los barras bravas y su violencia en el fútbol. Una problemática que a día de hoy por cuestiones políticas o económicas de los clubes, aún no se pudo resolver.

 

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