martes, diciembre 2, 2025
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Divididas por el muro: el único partido en el que se enfrentaron las dos Alemanias

Por Franco Volpe

La caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, marcó el fin de una época. Aquella pared de hormigón, alambre y torres de vigilancia que durante 28 años partió en dos a Berlín, también dividió a Alemania en todos los aspectos, incluso en el fútbol. Tras la Segunda Guerra Mundial surgieron dos países y, con ellos, dos maneras de entender el deporte: la República Federal Alemana (RFA), en el oeste, y la República Democrática Alemana (RDA), en el este. Cada una formó su propia liga, su federación y su selección nacional.

En medio de esa disputa llegó la Copa del Mundo de 1974, jugada, precisamente, en Alemania. El destino, o tal vez un sorteo con tintes políticos, quiso que ambos equipos quedaran en el mismo grupo. En la última fecha del Grupo A, el 22 de junio, Alemania Federal, anfitriona del torneo, debía enfrentarse con Alemania Democrática. Era un partido irrepetible y cargado de tensión.

El cielo de Hamburgo acompañaba el clima político, una llovizna constante caía sobre el Volksparkstadion, casa del Hamburgo SV, con capacidad para 60.000 espectadores. Los hinchas debieron pasar hasta siete controles de seguridad antes de llegar a sus asientos. El Estado temía que aquel encuentro encendiera el conflicto político. Helicópteros sobrevolaban el estadio, perros rastreadores revisaban los alrededores y francotiradores vigilaban desde los edificios cercanos.

En lo futbolístico, Alemania Federal era claramente la favorita. Contaba con una base casi completa del Bayern Múnich tricampeón de Europa y estaba comandada por Franz Beckenbauer, uno de los mejores jugadores del planeta. Venía de ganar sin complicaciones sus dos primeros partidos, 1-0 a Chile y 3-0 a Australia, resultados que ya le aseguraban el pase a la siguiente ronda.

Del otro lado, Alemania Democrática, sin figuras de renombre, pero que también llegaba clasificada, luego de vencer 2-0 a Australia y empatar 1-1 con Chile. Lo que se jugaba aquella tarde en Hamburgo iba mucho más allá de los puntos, era una cuestión de ideología política y orgullo.

Desde que el árbitro uruguayo Ramón Barreto dio el pitazo inicial, el anfitrión dominó el juego y tuvo varias situaciones claras, como un disparo de Wolfgang Overath al palo a los 39 minutos. En la segunda mitad, Alemania Democrática apostó al contraataque, con un fútbol más físico que vistoso.

El cansancio y la frustración empezaron a apoderarse del equipo federal. Las imprecisiones en los pases, los tiros fallidos al arco se multiplicaban, y los hinchas comenzaron a impacientarse, pues no podían entender cómo su poderoso equipo no lograba doblegar a un rival considerado inferior.

A once minutos del final, cuando el empate sin goles parecía sellado, llegó el golpe. Alemania Democrática lanzó un contragolpe letal. Erich Hamann envió un pase largo al borde del área, donde esperaba Jürgen Sparwasser. El delantero controló, eludió a dos defensores y definió con un disparo a media altura que venció a Sepp Maier.

La República Democrática Alemana se quedó con el duelo ideológico en el primer y único enfrentamiento oficial entre ambas Alemanias. La derrota, sin embargo, no impidió que la República Federal Alemana se consagrara campeona del mundo unas semanas después, al vencer por 2 a 1 a Países Bajos.

En una época en la que el mundo estaba dividido, el fútbol demostró que existía otra forma de enfrentarse: sin armas ni violencia, con una pelota en el medio. Incluso con dos sistemas de gobierno opuestos, el deporte fue capaz de unir, por un instante, lo que la política había separado.

Leo Rodríguez: “Soy un afortunado por haber jugado con Diego, es inolvidable”

Por Lautaro Gourovich

Leo Rodríguez fue un enganche talentoso campeón con la selección argentina de la Copa América 1991 y 1993, la Copa Confederaciones y la Artemio Franchi, es ídolo en la U de Chile, club donde ganó tres ligas y una Copa, y fue parte del plantel ganador de la Copa Mercosur con San Lorenzo en 2001, pero, pese a todos estos títulos, un hecho fue el que marcó su carrera: fue el encargado de reemplazar a Diego Maradona post dopaje en el Mundial de Estados Unidos 1994.

“Estar en la historia como el que reemplazó a Diego es algo que voy a llevar siempre conmigo. A mí nunca me pesó la camiseta de la selección, pero cuando el Coco Basile me avisó 24 horas antes que tenía que jugar contra Bulgaria fue duro, no me lo esperaba. Pensábamos que le iban a levantar la sanción”, recuerda Rodríguez, quien también adjudica la derrota al calor infernal que hacía en Dallas y la mala suerte por el desgarro de Claudio Caniggia, a los pocos minutos del primer tiempo. 

Leo, que no conoció a Diego hasta después de la derrota escandalosa 5 a 0 contra Colombia en las eliminatorias para el Mundial 1994, compartió la habitación cuando Basile convocó al Diez para los partidos de repechaje contra Australia, algo que para él “fue una locura difícil de contar”. Desde ahí, generaron una relación cercana y fue invitado a la gran despedida en La Bombonera.

Ese fin de semana, San Lorenzo, club en el que jugaba, enfrentaba a Lanús. Ante la invitación de Guillermo Coppola, Leo le pidió permiso a Manuel Pellegrini, el DT, para poder estar. Para él significó una “alegría inmensa estar presente en uno de los momentos más memorables de la carrera de Diego”.

“A partir de su muerte, los momentos vividos con él se potencian un montón. Fue el futbolista más grande de la historia argentina. Soy un afortunado por haber jugado con él, por haber compartido habitación y haber ganado cosas juntos, Diego es inolvidable”.   

Fútbol femenino: avances y retrocesos

Por Florencia Tártara

Este año nuestro país fue sede de dos grandes eventos deportivos para el fútbol femenino, por un lado la decimoséptima edición de la Copa Conmebol Libertadores Femenina que se disputó del 2 al 18 de octubre, y contó con la participación de los equipos argentinos Boca y San Lorenzo, en la que Corinthians fue el campeón por tercera vez consecutiva tras ganar la final por penales, frente a Deportivo Cali. Por otra parte, la Liga de Naciones, torneo clasificatorio al Mundial de Brasil 2027, disputó su primera fecha en Buenos Aires, donde el seleccionado nacional venció a Paraguay por 3 a 1 en el en la cancha de Argentinos Juniors, y el 2 de diciembre por la fecha 4 jugará frente a Bolivia en el Estadio Florencio Solá. Buenas noticias para una disciplina que crece con fuerza en nuestra región y que en Argentina ha mejorado desde su semi profesionalización en 2019.

Festejo del seleccionado nacional en la victoria ante Paraguay.

Los avances no fueron de un día para otro. El puntapié inicial para terminar con el amateurismo lo dio la lucha de Macarena Sánchez, ex jugadora de la UAI Urquiza, que luego de intimar al club por incumplimiento de sus derechos laborales, tras haber sido desvinculada, se convirtió en la primera jugadora en firmar un contrato en el país, al hacerlo junto con 15 compañeras para San Lorenzo el 12 de abril, luego de que la Asociación del Fútbol Argentino anunciara el acuerdo de profesionalismo el 16 de marzo. Ese primer paso fue clave para que comiencen a darse cambios que eran necesarios desde hacía tiempo: la firma de contratos obligatorios por parte de los clubes con un mínimo requerido (que comenzó siendo ocho y se amplió a quince), mejoras de las condiciones médicas y salariales, ser tratadas como trabajadoras. Si bien sirvió para que se comience a reivindicar la rama femenina, no fue el inicio.

El primer partido de fútbol registrado entre mujeres fue el 13 de octubre de 1923 en La Bombonera, entre Argentinas y Cosmopolitas. Otro hito lo lograron “Las Pioneras” que viajaron al Mundial de México en 1971 (*) y lograron vencer a Inglaterra por 4 a 1 en el Estadio Azteca con goles de Elba Selva, el 21 de agosto. En homenaje a ellas, por medio de la Ley 27.596, se celebra el Día de la Futbolista Argentina en esa fecha. El camino no fue lineal, y junto a las mejoras también hubo retrocesos, donde nuevamente fueron las protagonistas las que debieron alzar la voz: el Topo Gigio de la Copa América Femenina en Chile en 2018 para ser escuchadas regresó a través de los descargos de Belén Potassa, Estefanía Banini, Ruth Bravo y Florencia Bonsegundo al cuerpo técnico del seleccionado, y las renuncias de Lorena Benítez, Julieta Cruz, Laurina Oliveros y Eliana Stábile en 2024.

Hay muchos aspectos para mejorar, y uno de ellos es la televisación. Los últimos partidos de la selección sólo fueron transmitidos por YouTube donde más de 40.000 personas acompañaron la cobertura. El fútbol femenino importa, convoca y atrae, pero debe ser acompañado de una mayor visibilización. Lo mismo sucede en el torneo local donde tanto en Apertura como Clausura sólo se transmiten dos partidos por fecha en canales de aire. Tener localía en partidos de relevancia internacional es de suma importancia, pero no logra la masificación de la disciplina, si los días y horarios elegidos para los encuentros son poco convenientes, por la tarde en días laborales.

El pasado 2 de agosto, luego de ser campeona con su país de la Copa América Femenina, la brasileña Marta Vieira da Silva, con lágrimas en los ojos, reconoció lo difícil que fue y los obstáculos que debieron enfrentar las jugadoras para lograr el reconocimiento de hoy en día, remarcó que las mujeres durante muchos años crecieron sin tener referentes a quienes seguir y admirar, y que si bien falta mucho y la lucha continúa, las puertas que abrieron marcaron un camino para las próximas generaciones. No se refirió sólo a las que están dentro de la cancha, sino a todas las mujeres que integran el ámbito del fútbol, y que son cada vez más. Ya sea detrás de un micrófono o una cámara de fotos, impartiendo indicaciones desde el banco de suplentes, alentando desde la tribuna o detrás de una pantalla de televisión. El deporte que les dio la espalda durante mucho tiempo hoy comienza a reconocerlas. La búsqueda por la igualdad continúa, pero hay que celebrar y cuidar cada avance.

(*) La foto “oficial” del seleccionado argentino que jugó el Mundial 1971.

Las joyas del Mundial Sub-17: los jóvenes más valiosos del torneo en Qatar 

Por Lautaro Rivas

El Mundial Sub-17 que se disputa en Qatar reúne a las principales promesas del fútbol internacional, con planteles formados por jugadores nacidos desde el 1 de enero de 2008. Hasta el momento, se llevan jugadas dos fechas de la fase de grupos. Argentina ganó ambos encuentros, frente a Bélgica y Túnez, y ya se perfila como uno de los equipos destacados del certamen. 

Entre los futbolistas que más atención generan aparecen los diez jugadores con mayor valor de mercado según datos de Transfermarkt. El brasileño Zé Lucas, mediocampista defensivo, encabeza la lista con una cotización de cinco millones de euros. El jugador del Sport Recife se consolidó en el centro del campo y es una de las figuras de la selección brasileña, que busca repetir el título obtenido en el año 2019. 

En el segundo lugar figura el alemán Wisdom Mike, extremo izquierdo valorado en tres millones de euros. Es una de las piezas más desequilibrantes del equipo europeo, con paso por las divisiones juveniles del Bayern Múnich. Con el mismo valor aparece Justin Lerma, mediocampista ecuatoriano que milita en Independiente del Valle y que fue comprado por el Borussia Dortmund. Además, representa a una generación que continúa el proceso de proyección internacional del fútbol de su país.

Entre los defensores mejor valuados está Moncef Zekri, lateral izquierdo marroquí tasado en 2,5 millones de euros, seguido por Ruan Pablo, también brasileño, quien se desempeña como extremo izquierdo y alcanza los dos millones. En la misma cifra aparece el inglés Bradley Burrowes, extremo derecho y representante de la cantera del Aston Villa, quien combina velocidad y presencia ofensiva.

El delantero centro estadounidense Julian Hall, está cotizado en un millón de euros y forma parte del New York Red Bulls. Entre los mediocampistas defensivos sobresalen Abdoulaye Camara, de Francia, con un valor de 800 mil euros, y Eba Bekir Is, de Alemania, con 500 mil. En la misma línea de valoración se encuentra Abdellah Ouazane, mediocampista ofensivo de Marruecos, también con 800 mil euros, quien aporta creatividad en la mitad de la cancha del conjunto africano.

Dentro de las figuras argentinas, Jerónimo Gómez Mattar se destaca por su proyección y por el contexto en el que llega al Mundial. A los 17 años, el mediocampista ofensivo de Newell ‘s Old Boys tiene un valor de 300 mil euros y fue titular en el segundo encuentro del torneo. En el partido ante Túnez, el futbolista rosarino ocupó una posición más retrasada, desempeñándose como mediocampista defensivo. Gómez Mattar se convirtió en el capitán más joven en la historia de Newell ‘s y, a los 16 años, firmó su primer contrato profesional con el club. Su presencia en la Selección Argentina Sub-17 confirma el seguimiento que el cuerpo técnico realiza sobre los jugadores surgidos de las inferiores del fútbol local.

El torneo en Qatar no solo funciona como una competencia internacional, sino también como una vidriera global para los principales talentos juveniles. En esta edición, la representación de distintas ligas y continentes refleja el nivel de desarrollo de los proyectos formativos, con Brasil, Alemania y Marruecos entre los países con mayor cantidad de futbolistas de alto valor de mercado.

Valentín Perrone: el argentino que acelera hacia el futuro del motociclismo mundial

Por Francisco Frutos

Valentín Perrone tiene apenas diecisiete años, pero cuando baja la visera del casco y acelera su KTM naranja con el número 77, parece llevar toda una vida corriendo. Nació en Barcelona el 28 de diciembre de 2007, pero en su corazón flamea la bandera celeste y blanca. No es un detalle menor que haya elegido representar a Argentina por su padre, Marcelo, nacido en Buenos Aires, el hombre que lo acompañó desde que tenía tres años y se subía, tambaleante y feliz, a una mini moto en algún circuito catalán. 

En los paddocks europeos lo llaman “el argentino de Barcelona”. Es un chico tímido fuera de la pista, pero cuando se pone el casco, todo se transforma. De pronto, la serenidad se vuelve hambre; la sonrisa discreta se convierte en una mirada feroz que busca huecos imposibles entre rivales. “Quiero llegar a MotoGP, pero sé que hay que ir paso a paso”, repite como un mantra aprendido en casa, donde el sacrificio fue siempre el combustible principal. “Mi familia nunca tuvo vacaciones para que yo pudiera correr”, confesó alguna vez, con una madurez que impresiona ver en alguien de su edad.

Antes de llegar al Mundial, Valentín se entrenó en los circuitos más exigentes del Viejo Continente. Pasó por la European Talent Cup y la Red Bull Rookies Cup, donde comenzó a hacerse un nombre con victorias en pistas legendarias como Mugello y Misano. En ese ambiente competitivo, donde los apellidos suelen pesar más que los cascos, Perrone se fue abriendo camino a base de resultados, constancia y una serenidad inusual para un adolescente. 

Idolatra a Marc Márquez, pero su estilo tiene algo propio, una mezcla de agresividad controlada y lectura inteligente de carrera, como si hubiera nacido con el instinto de anticipar lo que va a pasar unos metros más adelante.

El 2025 marcó su ingreso al Mundial de Moto3 con el equipo Red Bull KTM Tech 3. Tenía diecisiete años recién cumplidos y la presión de ser el único argentino en el campeonato. La sombra de Gabriel Rodrigo, su antecesor, todavía flotaba en el ambiente, y muchos lo miraban con una mezcla de curiosidad e incertidumbre. Sin embargo, Perrone no tardó en demostrar que no estaba allí para figurar. Su debut fue áspero, con caídas, golpes y aprendizajes. En Austin sufrió una dura caída cuando peleaba por los puntos, y durante semanas sintió el dolor en los huesos y en el orgullo. Pero esa misma caída se convirtió en el punto de inflexión que necesitaba. “Aprendí más de esa carrera que de todas las anteriores”, comentó después.

El premio llegó en Assen, el templo holandés del motociclismo, donde logró su primer podio mundialista finalizando en tercer lugar, detrás de dos pilotos con más experiencia, pero con la serenidad de quien sabía que ese resultado no era casualidad. En Austria, semanas después, se adueñó de su primera pole position en Moto3, un hecho histórico para Argentina. Los medios europeos comenzaron a mencionarlo como “la nueva joya sudamericana”. En nuestro país, de repente, su nombre empezó a resonar por fuera del círculo del motociclismo.

Pero lo que realmente sorprende en Perrone no es solo su velocidad, sino su mentalidad. Habla poco, pero cuando lo hace, transmite una claridad inusual. No se desvive por la fama, no busca titulares ni polémicas; su mundo gira en torno al trabajo, la disciplina y el deseo de mejorar. En el box, los ingenieros destacan su capacidad para explicar sensaciones técnicas con precisión. Y sus rivales, aun los que lo superan en edad y experiencia, lo miran con respeto, sabiendo que tiene algo distinto, una calma que suele ser el preludio del talento verdadero.

Valentín todavía tiene mucho por aprender. El salto a Moto2 y luego a MotoGP es largo y lleno de trampas. Pero si algo ha demostrado este chico argentino nacido en Barcelona es que su historia no se escribe con suerte, sino con determinación. Mientras otros sueñan con llegar, él ya está allí, aprendiendo, cayendo, levantándose y volviendo a acelerar. En un mundo donde la velocidad lo es todo, Perrone avanza sin prisa, pero sin pausa, con la mirada fija en el futuro. Y en cada curva, en cada bandera a cuadros, lleva consigo una promesa silenciosa: “Devolver a Argentina a lo más alto del motociclismo mundial”.

Canapino y una racha histórica: cuatro triunfos que lo ponen a la altura de los grandes

Por Francisco Domínguez

Agustín Canapino volvió a escribir su nombre en la historia del automovilismo argentino. El piloto arrecifeño alcanzó una marca que parecía reservada para los mitos del Turismo Carretera: ganó cuatro carreras consecutivas, algo que no ocurría desde hace más de tres décadas. Su racha, lograda con una contundencia pocas veces vista, lo coloca en una línea que sólo compartieron nombres como Emilio Satriano, Juan María Traverso y Roberto Mouras.

El dominio del piloto se extendió a lo largo de las últimas fechas del campeonato, donde demostró que su combinación de talento, experiencia y trabajo en equipo sigue siendo un diferencial. Su Chevrolet mostró consistencia, velocidad y una gestión impecable en cada carrera, tanto en la clasificación como al ritmo de competencia.

Para dimensionar lo conseguido, hay que remontarse al año 1990, cuando Emilio Satriano encadenó cuatro triunfos consecutivos. Desde entonces, ningún piloto había logrado mantener un dominio tan prolongado. El Titan de Arrecifes no solo igualó esa marca, sino que además lo hizo en una era de reglamentos más estrictos, paridad técnica y un calendario más extenso.

El logro también tiene un fuerte valor simbólico. Canapino volvió al TC después tras su incursión internacional en la IndyCar, y lo hizo reafirmando su jerarquía. A los 35 años, ya suma más de 20 victorias en la categoría y cuatro campeonatos, pero este registro de cuatro victorias consecutivas se siente especial. No solo por la estadística, sino porque lo ubica en una dimensión histórica.

En un TC que siempre busca nuevas leyendas, Agustín Canapino acaba de recordarle al público por qué su nombre ya está grabado entre los más grandes. Y, quizás, por qué todavía tiene mucho más para escribir.

¿Qué fue de la vida de Pedro Iarley?

Por Julián Pires

Llegó a Boca en 2003, proveniente de un equipo chico de Brasil, después de hacerle un gol en La Bombonera. Ganó dos títulos con el Xeneize y anotó en un Superclásico para ganar en el Monumental.

Solo 20 jugadores brasileños jugaron en Boca en 120 años de existencia. En el siglo XX los más destacados fueron Paulo Valentim y Orlando Pecanha de Carvalho. En el nuevo siglo, de los cuatro que vistieron la azul y oro, el único que se destacó fue un volante oriundo de Quixeramobim, una pequeña ciudad del nordeste brasileño a 212 kilómetros de Fortaleza, capital del Estado de Ceará: Pedro Iarley Lima Dantas.

Iarley había debutado en 1994 en Ferroviario de Fortaleza Brasil, y tras una breve experiencia en España, donde jugó en el Real Madrid B en 1996 y varios equipos del ascenso español, pegó la vuelta a su país. En 2003 tuvo su primera gran aparición internacional. Fue nada menos que frente al Boca de Carlos Bianchi por los Octavos de Final de la Copa Libertadores de aquel año.

En el partido de ida, jugado el 24 de abril en La Bombonera, anotó el único gol a los 67´ para darle una histórica victoria al modesto Paysandú, equipo del norte de Brasil. Una semana después se jugó la vuelta en el Estadio Mangueirao de Belem ante 55.000 espectadores. Con una victoria por 4 a 2, Boca selló la clasificación a la siguiente fase y se encaminó para ganar su quinta Libertadores. Esa histórica serie, de la que fueron protagonistas Paysandú y Iarley, marcó un hito en la historia del club brasileño. En 2020 sacaron un documental sobre ese duelo y en 2023 lanzaron una equipación de camisetas con los colores de Boca, en conmemoración de los veinte años de la victoria en La Bombonera.

Después de romperla ante el equipo de la ribera un empresario argentino que tenía jugadores en Brasil lo acercó a Boca. También había hecho el intento para que jugara en River. “Después del partido que le ganamos, mi nombre empezó a sonar por los medios para muchos equipos. Fue una gran vitrina. Estaba la chance de negociar con Boca y River Plate. Cuando jugué aquel partido con Paysandú, me había sorprendido la gente, la presión que había, me encantó el ambiente, quería jugar ahí en la Bombonera”, le reveló Iarley a TyC Sports en 2020. 

Cuando llegó al club de Brandsen 805, Carlos Bianchi le dió la 10. Utilizó el mismo número que Diego Maradona y Juan Román Riquelme. Pedrito Iarley totalizó 36 partidos, 6 goles y 2 títulos en el Club Atlético Boca Juniors: el Apertura 2003 y la Copa Intercontinental 2003.

Precisamente, en esa Intercontinental Iarley fue partícipe clave para una nueva conquista de Boca en tierras niponas, esta vez frente al Milan en la final. El conjunto rossonero se había puesto adelante en el marcador a los 23 minutos del primer tiempo, pero el equipo de Bianchi empató rápidamente. En el gol participó el volante brasileño con un toque suave de pelota que fue manoteado por el arquero del Milán y que le permitió a Matías Donnet, beneficiado por el rebote, empatar el encuentro. Finalmente el marcador no se modificó y el campeón se definió por penales. 

Del puñado de goles con la azul y oro hubo uno que lo inmortalizó en la historia del Superclásico y le permitió ganarse un lugar en los corazones de los bosteros. El 9 de noviembre de 2003 se jugaba en el Monumental una nueva edición del River-Boca por la fecha 14 del Apertura. El brasileño fue una de las figuras de aquella tarde. El superclásico se abrió con un gol, de cabeza, de Sebastián Battaglia. Los dirigidos por El Virrey se fueron al descanso 1 a 0. En la segunda etapa, a los 7’ del segundo tiempo, tras robarle una pelota a Ricardo Rojas, central de River, Iarley encaró hacia el área, dejó desairados a los defensores millonarios con una bicicleta y una gambeta, y liquidó el partido con un zurdazo al primer palo de Franco Costanzo. “Venía buscando hace varios partidos el gol”, dijo después del encuentro. El resultado final fue 2 a 0 y la hinchada de Boca coreó en las tribunas: “Y ya lo vé, y ya lo vé, es el hermano de Pelé”. Olé tituló en su tapa al día siguiente “Lo desplumó”, con una foto del brasileño festejando. Boca se perfilaba para ganar el torneo y Iarley se consagraba.

Para el 2004, el ex Paysandú perdió protagonismo en el equipo y se despidió con la camiseta de Boca con un doblete en Bahía Blanca en una victoria ante Olimpo por el Clausura. Se marchó a Dorados de Sinaloa y regresó a Brasil un año después para jugar en Inter de Porto Alegre. En el equipo gaúcho tuvo una exitosa etapa y se convirtió en ídolo. Allí ganó, en 2006, la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes y en 2007 la Recopa Sudamericana. En la final del Mundial de Clubes frente al Barcelona de Frank Rijkaard, Pedro Iarley vistió la 10 y portó la cinta de capitán. El conjunto culé tenía a Ronaldinho, Puyol e Iniesta, entre otros, en el equipo. Sobre el final del partido, el oriundo de la pequeña ciudad de Quixeramobim le dio una asistencia de gol a su compañero Adriano Gabirú para obtener el título. Pedro Iarley volvía a dar la vuelta en Japón. Por su destacada actuación, la FIFA le otorgó el Balón de Plata. A la hora de la celebración, Pedrito recordó sus orígenes y llevó puesta una bandera de su ciudad natal para la foto con el trofeo de campeón y el de segundo mejor jugador de la final.

Luego de su estadía por el Colorado pasó por varios equipos de la Primera División de Brasil. Retornó en 2013 a Paysandú y al año siguiente colgó los botines en Ferroviario, club donde comenzó su carrera.

A los 43 años jugó en Alvorada, un equipo de futsal de su país. Durante muchos años fue coordinador de las inferiores del Inter de Porto Alegre y también tuvo experiencias como entrenador de equipos del ascenso brasileño: Moto Club, Santa Cruz y Sao Luiz. En la actualidad, a los 51 años, además de integrar una agencia de marketing deportivo, se dedica a analizar partidos para Canal 24 de Porto Alegre. En últimas apariciones mediáticas comentó que sigue las campañas de Boca y lamentó mucho la derrota contra River en la Final de La Copa Libertadores 2018 en Madrid.

Liverpool-Manchester City: el duelo que volvió a dividir a Inglaterra 

Por Merlina Lichtenstein 

Desde su primer enfrentamiento en 1893, Liverpool y Manchester City construyeron una rivalidad que fue creciendo hasta transformarse en el clásico moderno del fútbol inglés. Con ventaja histórica para los Reds, el City acortó distancias desde la llegada de Pep Guardiola, dando inicio a una era donde cada temporada parece girar alrededor de ellos. 

Entre 2018 y 2023, todos los títulos de la Premier se definieron entre ambos, con finales de temporada resueltas por un solo punto. Y en esa secuencia, tres momentos quedaron marcados como los hitos que moldearon la rivalidad. 

En 2018, el Liverpool de Jürgen Klopp dio el primer gran golpe europeo. En los cuartos de final de la Champions League, Anfield fue un hervidero. Los Reds firmaron un 3-0 impecable con goles de Salah, Oxlade-Chamberlain y Mané, en una noche que desbordó intensidad. La presión alta, el ritmo vertiginoso y la energía de su público neutralizaron al City, que por entonces era el equipo más dominante de Inglaterra. Esa victoria no solo selló el pase a semifinales: marcó un cambio de poder simbólico, una declaración de que Liverpool había vuelto para pelearle todo a Guardiola. 

La respuesta llegó un año después. En la Premier League 2018-19, ambos equipos ofrecieron una de las peleas más feroces de la historia del torneo. El City ganó 2-1 en el Etihad con goles de Agüero y Sané en un partido inolvidable: John Stones salvó una pelota sobre la línea con apenas 11 milímetros de margen, una jugada que terminó siendo tan decisiva como los goles. Aquella victoria terminó pesando tanto como el campeonato: los de Guardiola se consagraron con 98 puntos, apenas uno más que Liverpool, que firmó una temporada casi perfecta con 97. Nunca una liga se había decidido con tanta excelencia y tan poco margen. 

En 2020 llegó la revancha de Klopp. Tras tres décadas de espera, el Liverpool volvió a ganar la Premier League y lo hizo con autoridad, a siete fechas del final. Esa consagración fue la culminación de un proceso sostenido, con jugadores como Henderson, Salah y Van Dijk como emblemas de una identidad que combinó presión, potencia y talento. El City, que había dominado los dos años anteriores, quedó en segundo plano y entendió que el reinado ya no sería un monopolio. 

Desde entonces, cada cruce entre ambos tiene sabor a final anticipada. Ningún otro duelo resume mejor la era moderna del fútbol inglés. En el historial global, Liverpool mantiene la ventaja con 95 victorias frente a 50 del City, aunque el margen se redujo drásticamente en la última década. La rivalidad ya no es solo histórica, es una competencia constante por la supremacía. 

El nuevo capítulo se jugará este domingo en el Etihad Stadium desde las 13:30 (hora argentina). El City llega segundo en la tabla con 19 puntos y una racha sólida en casa, mientras que el Liverpool, apenas un punto por debajo (18), viaja a Manchester decidido a recuperar el liderazgo. “Es un partido muy interesante que espero con ansias”, declaró el técnico neerlandés Arne Slot en la previa del encuentro. 

A pesar de la ventaja histórica de los Reds, los últimos enfrentamientos muestran una paridad total: de los 24 más recientes, el City ganó 7 y perdió 10. Pep Guardiola, que este domingo alcanzará los 1000 partidos como entrenador, definió al Liverpool como “el mayor rival de este país” y añadió: “No podría ser mejor. El destino y el universo han querido que sea así”. 

El duelo de este domingo no solo pondrá frente a frente a dos candidatos al título, sino a los equipos que marcaron una era. La precisión del City frente a la intensidad del Liverpool volverán a medirse en un clásico que, más de un siglo después de su primer cruce, sigue representando la máxima expresión del fútbol inglés.

Treinta segundos de gloria: la carrera que marcó a Felipe Massa 

Por Merlina Lichtenstein 

Llueve en Interlagos. Son las 14.00 del 2 de noviembre de 2008 y el cielo paulista duda  entre la tormenta y el sol: caen gotas finas, se asoman relámpagos a lo lejos. En el box de  Ferrari, Felipe Massa ajusta el casco y respira hondo. Afuera, más de 100 mil personas  corean su nombre, soñando con ver a un brasileño volver a lo más alto del mundo. 

La lluvia obliga a retrasar la largada, y recién a las 15:10 el semáforo verde da inicio a la  carrera. En ese instante, un país entero contiene la respiración: comienza la historia que  quedará marcada entre la gloria y la desilusión. 

Desde la pole position, Massa parte con decisión y no mira atrás. Cada vuelta es una  declaración de control. Precisión en las curvas, ritmo sostenido, estrategia limpia en los  boxes. En la radio, su ingeniero Rob Smedley lo guía con voz serena: “You’re doing perfect,  Felipe, perfect”.  

Massa lidera sin errores. En las tribunas, la multitud ondea banderas verdes y amarillas.  Falta poco más de una hora para que la Fórmula 1 vuelva a tener un campeón brasileño. 

El piloto paulista mantiene el control mientras detrás, Lewis Hamilton intenta sobrevivir. El  joven británico de McLaren solo necesita ser quinto para quedarse con el campeonato del  mundo. Durante casi toda la carrera corre sexto, atrapado entre la presión, la lluvia y la  historia. 

Cuando Massa cruza la meta, lo hace con más de diez segundos de ventaja. Llora. Grita.  Levanta los brazos. Interlagos estalla. En la cabina de Ferrari, los ingenieros se abrazan. En  el podio, la bandera de Brasil flamea y suena el himno. Es la gloria. Por unos segundos, el  país vuelve a tener un campeón. 

Pero en la última vuelta, la lluvia vuelve a intensificarse. En la curva 12, Juncão, Timo Glock  —que había apostado por seguir con neumáticos lisos— pierde adherencia. Hamilton, con  intermedios, aprovecha la mínima tracción que queda y lo supera justo antes de encarar la  subida hacia la recta principal. Diez segundos después, cruza la meta: quinto, campeón del  mundo por un punto, 98 a 97. 

La cámara vuelve al podio. Massa sonríe, pero ya sabe la verdad. Su padre llora en los  boxes. El festejo se transforma en silencio. “Hoy hice todo lo que podía hacer. Gané mi  carrera. Pero el título… no era para mí”, dirá minutos después. 

Fue la victoria perfecta, y al mismo tiempo, la derrota más cruel.Desde ese día, ningún  piloto sudamericano volvió a ganar el Gran Premio de Brasil. Massa se convirtió en símbolo  de una generación. Ganó en casa, perdió el título, y dejó una de las escenas más  recordadas de la historia moderna de la Fórmula 1. Su desempeño impecable en Interlagos  no alcanzó para vencer a la matemática, pero sí para quedarse con algo más profundo: el respeto de todos. En un deporte de egos y fortuna, Massa mostró dignidad y serenidad. Fue  un campeón sin trofeo, pero con la ovación intacta. 

Diecisiete años después, volvió a pelear por ese título. No en la pista, sino en los tribunales.  El brasileño demandó a la FIA, a la Fórmula 1 y a Bernie Ecclestone por el escándalo del  “Crashgate” en Singapur 2008, una carrera manipulada que (según sus abogados) alteró el  resultado final del campeonato. 

El caso sigue abierto en Londres. Massa asegura que su reclamo “no es por dinero, sino por  justicia”. Quizás lo logre, quizás no. Pero en Interlagos, cada vez que suena un motor,  todavía resuena aquel grito que el viento se llevó: Felipe campeão!” 

Gomito Gómez, el emblema de Mataderos

Por Lautaro Gourovich

Christian “Gomito” Gómez es el ídolo máximo de Nueva Chicago. Enganche talentoso, con una pegada exquisita y una visión impresionante, representa un tipo de futbolista que ya no abunda. Además del Torito, tuvo pasos por Independiente (campeón apertura 2002) y Arsenal. También se aventuró en Estados Unidos: DC United (fue MVP de la liga en 2006 y campeón de la Supporters’ Shield en 2007), Colorado Rapids y Miami FC. Volvió a Chicago en 2011, a sus 36 años, logró 3 ascensos y se retiró a los 44. Se dio el gusto de jugar junto a su hijo Gabriel en el club que lo vio nacer, fue declarado personalidad destacada del deporte en la Ciudad de Buenos Aires en 2014 y, desde 2019, tiene una estatua en el polideportivo del club, ubicado en Lisandro de la Torre y Tandil. Este 7 de noviembre cumplió 51 años y se celebró la navidad en Mataderos.

-Christian, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando escuchas Nueva Chicago?

-Chicago siempre va a estar en mis mejores recuerdos, imagínate que desde mi infancia estoy ligado al club. Arranque a los cinco años, debuté a los 17 y me retiré a los 44. Toda una vida, es mi segunda casa. Pasé momentos muy lindos, felices, otros no tanto, pero el fútbol tiene ese ida y vuelta. Los momentos lindos los tenes que disfrutar mucho, porque son más los malos. Para mí Chicago es todo.

-En tantos años, ¿cuál fue el momento más especial?

-Tengo dos. Cuando nacieron mis mellizos, al día siguiente jugábamos contra Almirante Brown, tuve la suerte de poder hacerles un gol y la verdad fue hermoso (victoria 4-2 en la primera B 1997). También en el 2014 cuando ascendimos con Chicago a primera, le ganamos 1-0 a Gimnasia de Jujuy con gol mío en cancha de Instituto. Volvimos a primera después de tantos años de jugar en Primera B y en la B, volví de Estados Unidos para aportar mi granito de arena y por suerte se me dio todo. 

-Tuviste muchos compañeros y recuerdo varias duplas con las que se entendían a la perfección, ¿quién fue el jugador con el que sentiste más conexión?

-Tengo varios, es difícil dejar a uno afuera, ja. En Chicago, Ariel “el mingo” Jesús y Martín Mandra. Yo los miraba y ellos sabían que tenían que picar e ir a buscar al espacio. Me marcaban el pase y se hacía muy fácil. En DC United con Jaime Moreno, boliviano. 

-¿Qué estás haciendo ahora? ¿Te interesa ser DT o manager?

-No me gusta la dirección técnica, tengo el curso hecho pero no me llama la atención. De manager si, me veo como el nexo entre plantel, cuerpo técnico y dirigentes. En ese lugar creo que me sentiría más cómodo.

-Habiendo sido enganche clásico tengo que preguntarte, ¿cómo ves la posición hoy en día en un fútbol que es cada vez más táctico y físico?

-El enganche fue desapareciendo. En una época jugaban de doble cinco, al lado de un tapón y el otro se soltaba. Hoy en día el enganche está más de extremo por izquierda, en mi caso yo lo hacía. Jugaba ahí en un 433 pero yo no iba por la raya, me tiraba para la espalda del 5, entonces entre el central y el lateral dudaban, y en esa duda yo sacaba provecho. 

-¿Qué jugador sentís que puede tener cosas de tu estilo?

-A mí me gusta Luciano Cabral, de Independiente. Es uno de los últimos enganches, intenta jugar, poner pases de gol, en los mano a mano trata de colocar la pelota y no pegarle fuerte. Tiene buena visión, me gusta mucho. 

-Saliendo de Chicago, entre 2004 y 2010 estuviste en la MLS, fuiste campeón y MVP. ¿Cómo viviste esa etapa y cómo ves la liga ahora con la llegada de Messi?

-La etapa que viví en el DC United fue hermosa, me trataron espectacular, fue una linda experiencia, por suerte me tocó andar bien, ja. En mi época ya se veía que iba a ser una liga muy fuerte, porque llegaban jugadores importantes como David Beckham, Guillermo Barros Schelotto, Cuauhtémoc Blanco, Marcelo Gallardo, Piojo López. Hoy en día, más allá de que el periodismo de acá no le da tanta importancia, es una liga fuerte. Antes los equipos mexicanos le ganaban siempre a los de la MLS y ahora ya no es así. La llegada de Leo también impulsa a que se le dé más bola y lleguen muchos jugadores buenos que además son jóvenes, como Federico Redondo. 

-Volviendo a Chicago, ¿cómo ves el presente y qué crees que le falta para volver a primera?

-Este año no pudo entrar en el reducido, hay que barajar y dar de vuelta. El año pasado estuvo muy cerca, llegó a las semis y por muy poco no se dio. Hay que darle más bola a las inferiores, Chicago tiene que sacar ventaja ahí. Es difícil comprar jugadores y se tiene que hacer fuerte con lo que tiene, de esa forma el club va a crecer y va a mejorar en lo social además de lo deportivo. 

-Para cerrar, sos leyenda en Mataderos, ¿qué significa para vos?

-Para mí es un orgullo inmenso que los hinchas de Chicago me hayan hecho una estatua. Con mi familia y mis amigos disfrutamos mucho cuando la presentaron, que fue el día de mi cumpleaños en 2019. Quiere decir que hice las cosas bien no solo en lo deportivo, que capaz es lo más difícil. Es mi segunda casa. Es un halago el reconocimiento que me tiene la gente, cada vez que me cruzo hinchas me saludan y me agradecen. Recuerdan mucho mi vuelta en 2011, cuando Chicago estaba en la tercera categoría y yo me vine de Estados Unidos. Quería darle una mano al club y viendo cómo salió todo más que feliz, fueron momentos inolvidables y logramos todos los objetivos.