En 2019 llegó desde Mar del Plata a un encuentro de menores en el Club Ciudad de Buenos Aires, un niño de 12 años, delgado, con el pelo ondulado y un tono de piel muy claro. Su nombre: Segundo Portabales. Su primer partido fue contra un muchacho cuatro años mayor a él. “Jugale tranquilo”, le dijo el entrenador de su rival. Lo destruyó. A pesar de la diferencia de edad, Portabales era un erudito del squash, el chico de 16 años le pegaba fuerte y Portabales le daba con el doble de fuerza y la mitad de su musculatura. Su rival era bueno técnicamente pero lo de Segundo ya era de otro planeta: fluía con la raqueta, no era una extensión de su cuerpo sino parte del mismo.
A los 12 años comenzó a llamar la atención la superioridad con el resto. En 2019 venció en la final por el Campeonato Sudamericano Juvenil de Squash a su rival 11-2/11-3/11-2. Su nivel era extraordinario. El chico de Mar del Plata sigue sobrepasando su nivel día tras día, hoy, con 18 años, se encuentra entre los mejores diez del mundo a nivel junior tras quedar en el décimo lugar en el US Open Junior 2023.
El squash es un deporte de raqueta que se puede jugar en la modalidad de uno contra uno o dos contra dos. Estará presente en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, donde será el debut olímpico del deporte. “Creo que él tiene muy buenas cualidades; es chico pero tiene una muy buena lección de juego, juega un muy buen squash y puede aspirar a ser muy bueno si quiere”, opina Jeremías Azaña, número 79 del mundo y una pieza clave de la selección nacional. En cuanto a Portabales, él es el único que puede ponerle un límite a su potencial, Segundo deja su huella en cada torneo al que va. Recientemente el chico de Mar del Plata salió subcampeón panamericano de squash Sub 23. El único detalle es que compitió una categoría por encima, ya que es Sub 19 y aún así su resultado fue casi perfecto.
En su espalda, Portabales carga títulos internacionales de mucho renombre, como la medalla de oro en dobles mixto en los Juegos Panamericanos Junior 2024, en Quito. También obtuvo medalla de oro por equipos y de bronce en dobles mixto en el Sudamericano de mayores 2023, en Río de Janeiro. Una vez más, su corta edad no es un factor de desventaja a la hora de plantarle cara a los mayores. Juanma Martiarena, su entrenador durante el US Open Junior 2023, analiza las debilidades del chico de Mar del Plata: “Aún debe mejorar la toma de decisiones en momentos claves del partido, lo que se lo va a dar la experiencia y el acompañamiento necesario”.
El futuro es una incógnita pero hay un objetivo lejano y claro: Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.“Es muy buen jugador, lo vemos muy profesional en su vida privada, muy serio, y a partir de él hay un grupo de chicos jóvenes que tienen muchísimas condiciones y con muchas ganas de seguir compitiendo en el alto rendimiento”, afirma Andrés Nieto, entrenador de la selección nacional, acerca de las chances para que Portabales llegue a esos Juegos con la Argentina.
Los focos están puestos sobre este chico de 18 años que pisa fuerte en la escena del squash argentino. Si bien intentan llevarlo con calma, ya forjó su nombre siendo reconocido por grandes jugadores, como Azaña y Nieto. El próximo intento por parte de Martiarena es llevar a Portabales a Estados Unidos, donde él vive, y hacerlo competir en una buena categoría para una de las mejores universidades del mundo, y también afianzarlo en el equipo de mayores argentino y que comience a competir la Asociación Profesional de Squash (PSA) en torneos con mayor calibre.
“Cuando sentís que querés ser algo, te ponés a trabajar para lograrlo y yo veo que este chico, Segundo, está determinado. No lo dice porque vio un video y cree que le gustaría ser como tal: él siente de corazón que quiere ser uno de los mejores jugadores del mundo y lo va a ir a buscar en serio; lo puede lograr o no, pero tiene esa determinación y, si a eso le agregamos que es un chico muy serio, que escucha, presta atención y es responsable con su plan de trabajo, eso te hace pensar que puede llegar”, justifica Nieto acerca de la diferencia entre Portabales y el resto, y además confiesa: “Nosotros tenemos muchos chicos buenos y con muchas condiciones, pero no sentís eso que te digo, esas ganas de querer ser bueno”.
Sonríe el squash argentino con la cantidad de miradas y elogios que abrazan a Segundo Portabales, el chico que tiene la determinación para ser el mejor si así lo desea.
Pleno junio de 2024. Es una tarde helada de sábado en el pequeño pueblo de Rufino, en Santa Fe. Las noticias climáticas informan que la Argentina es el país más frío del mundo. Marianela Segretin, madre de Ezequiel, golpea la puerta de la habitación de su hijo preguntando si le apetece un café expreso, mientras Ezequiel, sentado en su escritorio y frente a su computadora, hace su práctica rutinaria de cara a los torneos de Counter-Strike 2 que tendrá que disputar con su equipo Hawks, en las próximas semanas, los cuales, en su mayoría, demandarán horas de viaje a otras ciudades y países.
Ezequiel, o mejor conocido en el ámbito gaming como Kunzera, aprovecha el descanso y acepta el café ofrecido por su madre, sin antes preguntarle por la reserva del remis que lo llevará la semana que viene a la terminal de Rufino. “Vieja, ¿reservaste el auto para el próximo martes?”, pregunta Kunzera. Después de unos segundos de silencio, su madre Marianela, responde: “No, pero pará, ¿cómo que la semana que viene ya te vas otra vez? Llegaste hace 15 días”. Ezequiel Palmero, de 27 años de edad, compite profesionalmente hace más de media década, supo jugar en equipos de renombre como 9z Team, Boca Juniors Gaming o River Plate E-Sports y, gracias al Counter, pudo conocer países como Brasil o México. Pero su madre, que lo apoyó desde el primer momento, todavía extraña a su hijo en cada ocasión que tiene que viajar lejos de casa. Aún le cuesta adaptarse a la carrera profesional de quien, para ella, siempre será su niño.
El crecimiento de los deportes electrónicos se podría describir como un ascenso meteórico en lo que a competiciones atléticas respecta. ¿Por qué decimos competiciones atléticas? Más allá de que en 2023 el Comité Olímpico Internacional (COI) haya reconocido a los E-Sports como un deporte, vamos a adentrarnos en el porqué. Quizá confunde a muchos la falta de fuerza, potencia corporal o simple habilidad atlética que estamos acostumbrados a ver, y es por eso que para varios, los E-Sports no pueden ser considerados como un deporte. Sin embargo, el tiempo de reacción, la comprensión estratégica y la adaptación táctica, sumadas a las largas horas de competencia y de entrenamiento, dicen lo contrario: son moneda corriente en esta disciplina conocida como E-Sports, la cual cada vez se hace más presente alrededor del mundo.
Kunzera, comenta que para rendir al 100% se tiene que estar bien mentalmente y, por ende, trabajar el factor mental: “Practico yoga y mindfulness; además, me gusta mucho leer. Considero que todo eso es importante para manejar las emociones dentro del juego”, por eso, sentarse en una computadora o consola durante horas ya no es única y exclusivamente una manera de perder el tiempo para miles de niños y jóvenes: es una forma de competir al máximo nivel, como un deportista más.
En 2021, el campeonato más importante de Dota 2, The International, pagó 40 millones de dólares entre los 16 mejores equipos de la competencia, una premiación que se acerca a la de Wimbledon, el torneo más prestigioso del tenis, que otorga un total de 50 millones de euros a lo largo del Grand Slam. Si económicamente entramos en comparación con el fútbol, la revista Forbes, en 2022, hizo un informe con las diez organizaciones de E-Sports más valiosas del mundo, donde Team SoloMid (TSM) ocupa el primer puesto con un valor que ronda los 541 millones de dólares. Ahora, si pasamos al fútbol, según Sportico, diario dedicado a los negocios del deporte que en 2024 realizó un ranking con los 100 equipos de fútbol más valiosos del mundo, TSM ocuparía un lugar entre los 60 primeros, codeándose a la par de clubes como Houston Dynamo FC de Estados Unidos, Aston Villa de Inglaterra, Flamengo de Brasil y Roma de Italia, y superando a gigantes como Boca o River.
A Ignacio Grosso, o mejor conocido en redes sociales como GordoReally, los “jueguitos” le cambiaron la vida: “Había terminado la secundaria y no sabía qué hacer de mi vida, no pretendía estudiar ni nada por el estilo; solo venía jugando a juegos de First-person shooter (FPS) durante un tiempo, pero no era nada serio; hasta que empecé a mejorar mi nivel, a competir en torneos, y de un día para el otro estaba cobrando un sueldo por jugar. Gracias a todo ese camino y el renombre que obtuve con los años al ser jugador profesional, hoy puedo vivir de lo que me gusta, que es el streaming”.
El GordoReally (foto) es oriundo de San Francisco, provincia de Córdoba. Actualmente vive en el barrio porteño de Núñez y se dedica al streaming, teniendo más de 50.000 seguidores en Twitch, pero antes, se desempeñó como jugador profesional de Overwatch y Counter-Strike. Como él, hay varios jóvenes que empezaron de forma similar, en sus casas, con sus computadoras, jugando o “stremeando” por diversión, y de un día para el otro se empezaron a dar cuenta de que esos hobbies se podían convertir en sus trabajos y en la fuente principal para cumplir las metas de su vida.
No sorprende que, de manera gradual, los estadios se llenen cada vez más, al punto de agotar entradas en cada evento de juegos electrónicos de gran magnitud. El Lanxess Arena de Colonia, en Alemania, con capacidad para 20.000 personas, fue sede del torneo IEM Cologne 2024 de Counter-Strike y estuvo lleno desde los pies hasta la cabeza. En relación al Dota 2, nos encontramos con el Estadio Mundialista de Daejeon, en Corea del Sur, donde se disputaron tres partidos de la Copa Mundial de la FIFA 2002, pero que esta vez, en 2016, sirvió de sede para el campeonato The International, donde se agotaron las 40.000 localidades del recinto.
Alejándonos un poco de los factores externos de los E-Sports y su entorno, vamos a meternos nuevamente de lleno en su organismo, charlando con otro de sus protagonistas, Lucas “Big” Mariotta:“Al igual que yo, muchos en la escena tenemos que escalar desde muy abajo, y nunca tendremos certezas de si realmente podremos conseguir sacarle provecho al tiempo dedicado a nuestra carrera en los E-Sports; siento que el mensaje es no colocar todos los huevos en la misma canasta dedicando toda nuestra energía y atención solo a esto”. Mariotta es un ex jugador profesional de Counter-Strike nacido en Santa Fe, que supo desempeñarse como coach en organizaciones del calibre de Betis E-Sports o Astral Aces. En la actualidad, ya más arraigado al rol de manager, “Big” es palabra autorizada si de E-Sports y Counter- Strike se trata, ya que estuvo en la escena argentina de Counter-Strike desde sus cimientos, pasando por casi todas las versiones del videojuego.
Big (foto) opina que la escena argentina está pasando por un contexto difícil como en todo el mundo, pero que en nuestra región sudamericana se intensifica aún más, ya que, según su experiencia, para que uno pueda dedicarse de lleno al gaming en nuestro país, se necesitan personas interesadas en invertir y formar estructuras que estén presentes en todo momento para apoyar a los deportistas de juegos electrónicos, y eso, al día de la fecha, no está sucediendo de la forma en la que se esperaba.
Estas situaciones precarias de la escena gaming en Argentina, son causantes de ciertas complicaciones mentales a la hora de competir, ya que son muchos los jugadores que juegan con la presión de saber que, si no ganan, van a estar cada vez más lejos del sueño, de aquel deseo (a veces convertido en obsesión) de vencer para poder vivir al 100% de lo que anhelan. Sin embargo, en muchos casos, independientemente del resultado, se termina provocando un “burnout” en los jugadores, algo conocido como un estrés emocional y físico generado por factores como el trabajo o la competencia profesional.
Y es que, debido al padecimiento del burnout en varios deportistas de juegos electronicos, Big, explica: “Yo, desde mis pies, puedo decir que sobreviví a un burnout completo, algo que es muy jodido y que tiene diferentes grados, en donde algunos de los más severos hablan de suicidio. Vendí la computadora y desaparecí de la escena por más de un año, situación a la que llegué por hacer las cosas de maneras irresponsables, como pensar que por estar tres días completos sin dormir iba a llegar más rápido a conseguir mis objetivos competitivos”.
Como si no fuera poco, se le suma una moneda corriente: los jugadores abandonan sus estudios o trabajos con el objetivo de poder dedicarse de lleno al “game”. Además, a menudo, invierten miles de dólares (algunos hasta gastando más de lo que pueden) en computadoras con los procesadores, placas de videos o monitores más veloces, que les permiten poder competir al máximo rendimiento. Y, como si fuera poco, apartan el aspecto social en sus vidas, alejándose de forma directa de sus amigos e, incluso, de la propia familia. Todas estas facetas se terminan uniendo, transformándose así en una bomba con reloj, que tarde o temprano termina por explotar.
No es ni siquiera atrevido decir que los juegos electrónicos son cada vez más deporte, tanto en lo bueno y en lo malo. Su senda de crecimiento es evidente, y hay más de un hecho concreto que lo justifica: uno de ellos, la confirmación del COI respecto a los primeros Juegos Olímpicos de E-Sports, que se disputarán en Arabia Saudita en 2025, un evento que se demoró en suceder si se tiene en cuenta otro factor importante, el dinero, protagonista principal en los E-Sports con una cifra de 187,7 mil millones de dólares en ingresos anuales, según la consultora holandesa Newzoo. Es de esta manera que el ascenso gradual en la cantidad de espectadores, la creciente de jugadores, sumado a todo el capital que se invierte, señalan un solo y único camino: el de que llegaron para quedarse.
“Siempre dicen una banda de giladas, las peores cosas de nosotros, y no ven lo bueno. Lo más importante que hacemos es defender a la gente cuando salimos de Casanova”, expresa Juan Núñez, barrabrava de Almirante Brown que lidera la facción de Villa Unión, a las afueras del estadio Fragata Presidente Sarmiento en un clima de fiesta, tambores y pirotecnia antes del clásico con Nueva Chicago.
Un club puede tener una hinchada enorme, pero lo que determina y da una identidad es la de los barrabravas, hinchas organizados que tienen fama por ser violentos y por intimidar a los rivales y que jugaron roles que en muchas ocasiones fueron negativos para el club.
Desde su aparición en las décadas de 1950 y 1960, hay casos en los que las barras bravas controlan sectores de las canchas, imponen sus propias reglas y pueden tener vínculos con figuras políticas y locales. Por eso hay casos en los que se los considera una mafia, ya que la violencia puede ser un camino para cambiar resultados y, normalmente, la ejercen contra los jugadores que a menudo sufren amenazas del grupo que maneja la hinchada, pero no las expresan debido al miedo de declarar algo que enfurezca o moleste a los miembros.
Norberto Palmieri, mediocampista ofensivo de Talleres de Remedios de Escalada que también pasó por Nueva Chicago, Deportivo Morón y Oriente Petrolero de Bolivia, cuenta sobre las acciones que toman los barras para con los jugadores, y si bien asegura que no tuvo ningún encuentro mano a mano que haya sido dirigido de mala manera, en todos los clubes por los que pasó ocurría lo mismo. Además, agrega que cuando los resultados no acompañan, los barras bravas se hacen presentes en los entrenamientos. “Al principio se juntan los cabezas de grupo de los barras y del plantel para hablar sobre lo que está pasando en cuanto al rendimiento del equipo. Si la cosa no mejora, empiezan a venir más miembros de esta y también tenemos que estar todos los jugadores, el cuerpo técnico y hasta el área médica. Ya en estos casos las conversaciones se tornan más agresivas y aparecen las amenazas”, explica Palmieri.
Luego ejemplifica con su experiencia en Chicago, en la que según afirma, en la temporada 2017/18 que se estaban por ir al descenso, la barra se presentaba en casi todos los entrenamientos y les colgaban banderas que decían: “pongan huevos hijos de puta”, “ganen o se vuelven todos caminando”, para después darles una charla amedrentadora. Al final el Torito se salvó en la última fecha y quedó a un punto de los dos descendidos. “Cada partido que perdíamos nos hundía cada vez más y la presión aumentaba muchísimo. Por suerte pudimos ganar y mantener la categoría, por lo que se volvieron a presentar a la práctica pero esta vez en forma de agradecimiento”, recuerda Palmieri pero con un tono comprensivo, ya que piensa que también es un laburo para ellos.
Los barras bravas influyeron en resultados de partidos debido a sus hostigamientos a los jugadores, presionándolos a tal punto de que si no ganaban les proporcionaban golpizas, robaban sus pertenencias y hasta pinchaban las ruedas de sus autos. El partido de Chicago frente a Ferro en el que se salvó del descenso ganando 1-0, a los jugadores los habían presionado muchísimo y sabían lo que podía pasar si perdían ya que hubo antecedentes. Aunque en esta ocasión era de visitante, en 2007 el equipo de Mataderos perdió la categoría como local frente a Tigre y, aparte de matar un hincha del equipo de Victoria, los hinchas les robaron botines, pantaloncitos y camisetas a sus propios jugadores. Los protagonistas terminaban rindiendo mejor por miedo a lo que les pudiese pasar.
Pero en otros casos afectaron al equipo de manera negativa. En junio de 2007, en el marco de una de las finales por el ascenso a la B Nacional desde el certamen de la B Metropolitana, se enfrentaban Almirante Brown y Estudiantes de Buenos Aires. Minuto 13 del partido, el árbitro Diego Abal sancionó un penal a favor del equipo de Isidro Casanova que ni siquiera se pudo ejecutar debido a una agresión de un sector de la barra de Almirante al arquero de Estudiantes, Walter “Cubito” Cáceres. El partido se suspendió y se jugó recién en julio de aquel año, en la cancha de Sarmiento de Junín. Si bien Almirante se llevó la victoria por 1-0 y ascendió, pagó un precio muy caro la próxima temporada en la máxima categoría del ascenso, ya que antes de que comience la competencia, el Comité Ejecutivo de la AFA lo sancionó con la quita de 18 puntos. A pesar de haber hecho una buena campaña, descendió a la B Metropolitana, demostrando que los barras pueden ser negativos para el club.
Lo mismo ocurrió en el partido de Nueva Chicago, cuyos hinchas ingresaron al campo del verdinegro y luego a la tribuna visitante para tirarles piedras y golpearlos, debido a la derrota de la Promoción del 2007 frente a un Tigre que no jugaba en Primera hacía 27 años. Terminó con la muerte de Marcelo Cejas, hincha de Tigre, 14 heridos, 78 detenidos, el descenso de Chicago y la sanción de 18 puntos en la próxima temporada, ya en la B Nacional. El Torito no pudo mantener la categoría y descendió a la B Metropolitana.
En el fútbol argentino, las barras bravas a menudo interrumpen los partidos con cánticos racistas, xenófobos y misóginos, además del lanzamiento de objetos como botellas, comida y hasta proyectiles. Incluso invaden las canchas, creando un ambiente intimidante para jugadores y espectadores. No solo afectan la seguridad en Establecer imagen destacadalos estadios, sino que también dañan la imagen internacional del fútbol argentino y en algunos casos, relegan los méritos deportivos a un segundo plano.
Las medidas de seguridad implementadas por los altos mandos para controlar a los barrabravas son insuficientes y a menudo encuentran resistencia política y social, ya que afectan a gente que no tiene que ver con el problema. Aunque se hicieron leyes para disuadir su actividad, como la prohibición de la venta de entradas fuera de los estadios y el derecho de admisión, la falta de aplicación efectiva y la complicidad de algunas autoridades locales perjudicaron el intento por frenar los incidentes.
Si bien los barras pueden ser muy contraproducentes para el club, no todas sus acciones generan consecuencias negativas. Los barras son los representantes de la hinchada, y son los primeros en defender a cualquier hincha de su club, a excepción de las barras divididas, de la represión policial o de un hostigamiento de la parcialidad visitante en las calles de las afueras de los estadios.
Jesús Núñez, segundo al mando de la facción de Villa Unión de Almirante Brown, comenta que la barra es la que le da color a la hinchada y hace hincapié en la seguridad que le brinda a la gente. El pensamiento popular indica que los barras manejan una serie de negocios, algunos ilegales, como el tráfico de drogas, la venta de entradas y el cobro por estacionar en lugares donde no se debería pagar. Si bien es muy cierto, no significa que el barra viva de las acciones ilegales ni mucho menos, ya que por lo general es un laburo más que mantienen, pero cada miembro tiene su respectivo trabajo fuera del ámbito del futbol.
“Ser barra no me deja plata; todos los días me levanto a las seis de la mañana a laburar como mecánico de autos para que después digan que vivimos de los negocios ilegales, todas ‘boludeces’”, manifiesta Ariel Leguizamón, también barra de Almirante Brown, quien además agregó que todos los barras que él conoce tienen su propio empleo fuera del club, como carniceros, barrenderos y playeros.
Un punto a favor de los barras bravas es lo que generan en los rivales, ya que jugar de visitante es pesado en canchas como la de Chicago, más aún desde que prohibieron a los visitantes el 11 de junio de 2013, por el crimen de Javier Gerez. Palmieri cuenta que jugar contra el Torito en Mataderos es complicadísimo, ya que sentía los gritos de los hinchas como si los tuviera pegados en su espalda. Muchos problemas que sí complican y ensucian a la barra ocurren cuando están divididas, es decir, cuando tienen sus diferencias. “Esto pasa porque en todas las barras hay facciones según el barrio en donde se encuentren, y muchas veces se pelean con tan solo cruzarse por temas económicos, por respeto y por un lugar para guardar armas. Por suerte el año pasado pudimos unir todas las facciones del club con el fin de llegar con Almirante a Primera”, explicó Nuñez, el líder de la facción de Villa Unión.
Juan Nuñez además agrega una explicación que tal vez podría cambiar un poco el pensamiento sobre los barrabravas: “Hemos tenido miles de cruces con la policía, y no es por hacerme el inocente, pero muchas veces pareciera que ellos nos buscan a nosotros para que reaccionemos, con el objetivo de sancionar al club. Es penoso, fíjate lo que pasó antes de llegar a Mendoza para el partido contra Boca. Nos tuvieron parados por horas y no nos querían dejar llegar. Muchas veces nosotros no haríamos ningún quilombo si no fuera porque nos buscan ellos”. No es raro pensar que la policía cumple un rol negativo para el fútbol argentino, y que los barras son culpados para cubrir sus errores. Todos los 31 de diciembre, en Villa Palito, partido de La Matanza, se juega un partido entre Almirante Brown y Nueva Chicago, en el que los jugadores son gente del barrio. Llevan hinchada y una gran parte de la barra de ambos, además de instrumentos, banderas y todo lo que se lleva a la cancha en un partido profesional.
Las reglas (códigos) son simples: se pueden cantar canciones en contra del rival y gritar los goles, pero está prohibido que hayan golpes o cualquier tipo de ataques al contrario. No hay policías y no suele ocurrir ningún caso de violencia, por lo tanto, si dos de las hinchadas más “picantes” de la Argentina pueden jugar un partido sin que ocurra un desastre, ¿son siempre culpables los barras o la policía podría tener algún rol contraproducente para el fútbol argentino?
Son las 6 de la tarde en “La Quemita”, el Polideportivo del Club Atlético Huracán, en Bajo Flores. El sol cae por el oeste, y se alargan las sombras de los chicos que corren de un lado a otro con una pelota entre los pies. El complejo es amplio, y al fondo en la cancha de césped sintético entrena el primer equipo de fútbol femenino. Tres chicos de inferiores se apoyan contra las rejas desde afuera y charlan entre ellos.
“¿Estas son las de la Reserva o la Primera?”, se preguntaban, y hacían una visera con sus manos para cubrir los ojos y ver bien. Las chicas recién terminan de entrenar y se van a un costado a hacer sus estiramientos, mientras liberan el campo por el cambio de turno. Pero una se queda en el centro, haciendo juegos y peloteando. Karol Contreras, mexicana de 21 años, es la arquera titular en la Primera Femenina de Huracán. Luego de haber estado a préstamo en Santos Laguna, fue fichada por el DT Gastón Camargo para salir de Chivas y emprender unnuevo reto en el club de Parque Patricios.
Su llegada a la Argentina fue fácil, dado que el Asesor Deportivo del Quemero, Antonio “Tano” Spinelli, fue entrenador en la institución de Guadalajara. Al haber compartido dupla con Camargo, fue rápida la transferencia de la jugadora para dar un salto internacional. “Salir del país es un crecimiento personal y futbolístico. Es algo diferente, más aguerrido y técnico” aseguró Karol. Además, mencionó la presión como una característica distintiva del fútbol argentino: “Es algo diferente, y poco a poco me voy adaptando. En México es más de ‘tener el balón’, pero aquí la intensidad y la presión se notan mucho”. Salió junto a otras tres chicas del vestuario. Llevaba una vincha negra y el
pelo recogido bien peinado. Sus ojos marrón oscuros tenían un destello que
reflejaba ante la luz del atardecer. Entre las razones que la llevaron a interesarse en
venir enfatizó el carácter futbolero del país: “Por algo son campeones del mundo. Además, me gustó mucho el crecimiento que está teniendo el fútbol femenino”.
Contreras alegó sentirse muy cómoda con el trato que recibe de parte del club y de sus
compañeras: “Todos son muy atentos, me dan comida, hospedaje, y las chicas se han comportado muy bien”. De la misma manera, el técnico del plantel femenino de
San Lorenzo, Franco Bertera, opinó sobre la “conveniencia” de traer jugadoras
extranjeras: “Suelen arreglar por un departamento y comida. Quizás la argentina pide cobrar mucho más”.
La llave que destrabó el candado para la llegada de promesas foráneas fue la profesionalización del fútbol femenino. Comenzó el 16 de marzo de 2019, y abrió las
puertas a que los clubes opten por fichar jugadoras y negociar contratos
convenientes para ambas partes, si así lo desean.
Detrás de Karol salió Ashley Dozier (foto), de 28 años, junto al entrenador. Su pelo
rubio y ojos celestes delataban sus rasgos americanos. Ashley nació en Texas,
Estados Unidos, pero desde que llegó a Huracán tomó aspectos argentinizados.
Tenía una vincha rosa, sus piernas estaban llenas de caucho tras correr dos horas
sobre el césped, y llevaba las medias bajas, una marca registrada de René
Houseman, que hizo historia con sus gambetas en la Selección Argentina y dejó su
huella en la historia del Globo. Al igual que él, Ashley es extremo en el equipo que
dirige Camargo. El DT la acompañaba, haciendo el trabajo de traductor para que ella pudiese entender lo que le decían. A veces, incluso, giraba la cabeza hacia él para que
formulara preguntas con un vocabulario de “nivel más básico”. Eso sí, los conceptos
“gambetear”, “dribbling”, “conducir”, “centrar” tuvo que aprenderlos en seguida para
interpretar el juego.
Llegó al país en agosto, proveniente de Caribbean Stars, un reconocido club
puertorriqueño. Desde ese momento, reconoció lo difícil que fue adaptarse al
idioma: “No entendía nada la primera vez. Ahora, más o menos me sale, mucha práctica todos los días con el profe y mis compañeras”. Gastón acotó, entre risas: “Ella entiende cuando le hablamos despacito. En Puerto Rico era una mezcla de español e inglés, así que más o menos está familiarizada”.
Al día de hoy, unas 45 futbolistas fueron inscritas para el torneo argentino, procedentes de Japón, Francia, Estados Unidos, México y Colombia, entre otros países. Los 18 equipos participantes pueden incorporar hasta 6 jugadoras con
diferente nacionalidad. San Luis Futbol Club, una institución que debutó este año en Primera División A, es uno de los equipos con más extranjeras: la venezolana Kimberly Campos, la arquera Ivette Alvarado de México, Crisely Pavón de Estados
Unidos, y Nikol Laurnaga de Uruguay.
Presionar, presionar, presionar. Así definió Ashley al choque cultural cuando
llegó desde Centroamérica a mediados de este año: “El juego es como en Praga, es mucho fuerte”. Camargo coincidió, y agregó que las diferencias en el fútbol y en la
forma de ser son determinantes: “La jugadora de Estados Unidos es más estructurada, acá es más flexible. Hablamos con ella, que al principio iba a costar, que iba a tener minutos de a poco. En los entrenamientos empezó a chocar, a entender que el juego va por otro lado, que a veces tiene que gambetear y jugar a un toque, dos toques, todo se fue haciendo más fácil”. Su adaptación al juego fue
basándose en sus características para aplicarlas al estilo quemero: “Tratamos meter al juego sus características, el buen golpe, el entender cuándo debe jugar a uno o dos toques, el buen pase. No sacárselo, porque está bueno lo que tiene”.
“Las extranjeras dan vida al grupo. Se integra muy bien con los argentinos, se juntan a cocinar. Es muy nutritivo porque conocen una cultura nueva”, aseguró el DT
Bertera. También, Dozier enumeró distintos lugares que pudo conocer junto a sus
compañeras: “Visité el Barrio de China (refiriéndose al Barrio Chino), comí asado, conocí Puerto Madero. Mucho divertido”.
Gastón Camargo no se sorprende por la migración de extranjeras al país.
Junto a “Tano” Spinelli, su dupla técnica en Chivas de México, contó emocionado
sobre la curiosidad de sus jugadoras con el deporte argentino: “Me preguntaban de todo, la locura que se vive en los estadios, los nenes que juegan a la pelota desde chiquito. Es eso lo que atrae a muchas a jugar. La cultura futbolística, Messi, Maradona, ser campeones del Mundo. Quieren vivir la experiencia”.
Ichika Egashira(foto) jugadora en River Plate con paso en Excursionistas, destacó
que la diferencia que vió entre el fútbol de Japón y el argentino fue la comunicación
entre jugadoras: “En mi país las más chicas no están a la misma altura que las mayores, existe un estilo de ‘derecho de antiguedad’. En cambio, acá pueden hablar con la misma importancia tanto las de menos edad como las más grandes”.
Además, la volante de 21 años habló de por qué decidió quedarse más tiempo
jugando en Argentina: “Es divertido jugar al fútbol acá, sinceramente amo a este país. Me divierto mucho jugando al fútbol acá, y fue muy lindo compartir el deporte con las jugadoras de Excursionistas”.
Sin embargo, no todo es tan lindo como lo pintan. La realidad es que el fútbol femenino aún está muy lejos de parecerse a los estándares que los planteles masculinos manejan. Hay clubes que les deben sus sueldos desde hace meses y no
solo a ellas, sino también a los cuerpos técnicos. Incluso, las instituciones ya ni
siquiera informan qué jugadoras tienen contratos o no, por lo que es imposible saber
si verdaderamente cumplen con el mínimo establecido por reglamento. “Me dijeron que no me pagarían”, escribió Eponine Howarth, la primera jugadora francesa en el
fútbol argentino, del club Ferro Carril Oeste. Ella había llegado a principios de 2024,
y sólo siete meses después publicó en sus redes de Instagram sobre su finalización
de contrato en la institución de Caballito. “Cuando el club anunció el 8 de enero que ya había firmado un contrato con ellos todo parecía prometedor. Sin embargo, más tarde me dijeron que no firmaría ningún contrato, y unos días antes del cierre de las transferencias, me cambiaron las condiciones laborales dejándome sin salario pero exigiéndome como jugadora profesional”, aseguró. Al concluir el Torneo Apertura a
mediados de año, la futbolista tomó acciones legales contra Ferro.
Según indica el reglamento 2024 “es condición obligatoria que los clubes participantes cuenten con al menos quince jugadoras profesionales con contrato registrado”. En la actualidad, el sueldo neto de una jugadora en la Primera División de Argentina es de $165.800, un monto que está muy por debajo de una canasta básica, que a noviembre de 2024 es de $386.978. En el caso de las pocas
instituciones que “más invierten” en el Femenino, una futbolista alcanzaría un sueldo
básico de $203.500. También, pueden recibir premios por objetivos, goles, partidos
ganados o posición en la tabla, que rondan entre los 6 mil y 10 mil pesos. Siempre y
cuando tengan contrato. Es decir, quienes no estén registradas ganan mucho
menos. “Una jugadora sin contrato debe estar ganando, entre sueldo y premio, 130 o 140 mil pesos con toda la furia”, aseguró Eponine.
Esta problemática también se extiende a las jugadoras de gran trayectoria
que eligen emigrar para potenciarse en otros países, ante la imposibilidad de
visualizar un futuro en Argentina. La marplatense Milagros Menéndez, actualmente
en el Santos de Brasil y exjugadora de Racing, comentó que se iba del club de
Avellaneda ya que tenía que vivir en un mismo departamento con otras chicas para compartir los gastos, además de la necesidad de buscar otro trabajo porque ni
siquiera le alcanzaba: “A veces tenía que faltar por los partidos, me era imposible mantener esa rutina si no cobraba lo suficiente por el fútbol”. Que una jugadora que
tuvo participación de Selección haya optado por irse del país es una clara muestra
de lo poco redituable económicamente que es el deporte para muchas.
Evidentemente, los manejos irresponsables de muchos dirigentes con sus
planteles exceden la nacionalidad de una u otra jugadora. Por fuera del agrado que
implica que muchas profesionales migren a nuestro país para desarrollarse, no hay
que minimizar que aún no tienen acceso a las mismas instalaciones que el plantel masculino, no poseen los mismos horarios de entrenamiento, cuidados y tratamientos, ni hay una exigencia similar acorde al monto y pago de salarios. Ojo, no sólo se vive en Argentina. “Me he enfrentado a retos similares en Europa”, detalló
Eponine. Es una lucha constante en el mundo, que la globalización y la inclusión de
negocios en el fútbol profesional aún no pueden solucionar.
Tiene 21 años y es el medio scrum titular del San Isidro Club, semifinalista del URBA Top 12. A principio de año disputó el Súper Rugby Américas, torneo profesional, con la franquicia argentina Pampas. Hace algunos años fue capitán de Los Pumitas y es hijo de Diego Albanese, ex jugador de Los Pumas.
-¿Cómo fue tu proceso de adaptación al incorporarte al SIC a mitad de temporada después de tu experiencia en Pampas?
-En mi caso fue difícil porque estuve con varias lesiones. Cuando quise volver a Pampas después de la primera lesión me volví a romper, así que cuando volví al SIC tenía cero ritmo. En cuanto a la adaptación, el grupo humano en el club es muy lindo y nos sentimos parte sin estar, porque no te terminás de alejar por completo del club. Desde el juego capaz tardás un poco más en acostumbrarte, pero pasan una o dos semanas y ya te adaptas.
-¿Cómo afrontaste desde lo mental el hecho de sufrir dos lesiones seguidas?
-Antes de este año no me había lesionado nunca. Fue de golpe y no me había dado cuenta lo difícil que era hasta que me pasó. La primera fue un bajón pero la segunda fue más fuerte mentalmente porque ya había hecho un esfuerzo bastante grande, y tenía que volver a arrancar de cero. Es un proceso de altibajos y tenés momentos que estás bien y otros que estás a las puteadas. La compañía del grupo te hace pasar las cosas mejor, pero es un ida y vuelta emocional complicado.
-¿Sentís que esta experiencia te hizo crecer como jugador?
-Sí, crecí como jugador desde el aspecto mental, pero es difícil crecer desde el juego porque al estar parado tanto tiempo no tenés ritmo, no jugás. Por ahí podés aprender si vas por un lado más de análisis de juego. Yo trataba todo el tiempo que podía de hacer pases, ya sea sentado, arrodillado, parado o con una bota. Traté de sacarle el jugo lo máximo que pude a la lesión. Ahora, lo que te da la cancha de estar ahí adentro y poder jugar, tomar decisiones y todo el ritmo que un jugador necesita, lo perdés. De alguna forma le pude encontrar la vuelta y traté de mejorar otros aspectos, y ese proceso me hizo ser mejor jugador.
-¿Qué diferencias encontrás entre el rugby profesional y el rugby amateur?
-La diferencia más grande hoy en día que me toca vivir entre el Súper Rugby Américas (SRA, profesional) y URBA (amateur) está en la preparación. Cuando estás en Pampas te dedicás cien por cien al rugby y hay un nivel de detalle que por ahí dentro de lo que es URBA no se le da tanta importancia. Creo que igualmente la URBA está cada vez más profesionalizada y se ve en el nivel del juego, cada vez más competitivo, aunque físicamente la SRA esté un escalón por arriba.
-¿Crees que el rugby de Buenos Aires puede llegar a ser profesional en algún futuro?
-Yo creo que es muy difícil por su estructura. Es muy difícil cambiar ese amateurismo que hay en los clubes. A nivel Sudamérica y también Argentina, de a poquito se va armando un sistema más profesional, pero lo que es el torneo del interior o la URBA no se va a profesionalizar. Cada vez más provincias se suman al SRA y es a lo que se está apuntando, cada vez hay más provincias profesionales, pero lo veo más por ese lado y no tanto por lo que es los clubes. Creo que los clubes van a ser siempre los clubes.
-¿Cómo es la dinámica familiar con tu papá desde el rugby?
-El trato con mi viejo está buenísimo. Se mete si yo le pido, no es que está encima mío molestándome. Termina un partido y si yo no le pregunto por ahí no me dice nada. Muchas veces me da consejos que me hacen mejorar. Otras veces por ahí estamos en casa y de lo último que queremos hablar es de eso. Por ahí él vuelve de laburar y yo estuve toda la semana pensando en rugby y le digo: “Viejo, no quiero hablar más de rugby, estoy cansado”, y creo que nos pasa un poco a los dos.
-¿Qué tan cerca ves una posible convocatoria a Los Pumas?
-Sería un sueño, pero no lo pienso mucho. Trato de enfocarme en el día a día y en mejorar como jugador. Si hago eso, sé que voy a crecer muchísimo y que ese sueño va a estar más cerca, pero trato de no pensarlo mucho y enfocarme más en el ahora.
San Lorenzo perdió su glorioso estadio en manos de dictaduras y dirigentes que hicieron de ese espacio un negocio inmobiliario: usina de lo social, el “Wembley porteño” funcionaba para muchas más cosas que sólo 90 minutos de fútbol y, gracias a la lucha de sus hinchas, el Ciclón recuperó las tierras para soñar una vez más. Como reza la canción, “hicimos dos canchas, vamos a hacer tres”.
– La utopía está en el horizonte. Y si está en el horizonte nunca la voy a alcanzar, porque si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos; y si camino veinte pasos, ella se va a colocar veinte pasos más allá. Yo sé que nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve? Para eso, para caminar.
El concepto es del director de cine argentino Fernando Birri, pero lo popularizó Eduardo Galeano, el escritor uruguayo. Desde fines de los 90, a Adolfo Resnik y a Diego, su hermano, una utopía se les posó en la conciencia. Volver a Boedo. El horizonte hablaba en francés, era un hipermercado, y cuando estos cuervos comenzaron a caminar, vieron que la utopía no se alejaba la misma cantidad de pasos que ellos se acercaban. Algo estaba pasando. De hecho, la capturaron en un departamento en pleno centro porteño al que llamaron “El rincón de las utopías”. La puerta está abierta. Desde adentro se oyen voces que invitan. Hay olor a historia. Y la historia tiene color azul y rojo. Allí conviven una maqueta del Viejo Gasómetro, recortes de diarios, pósters, camisetas enmarcadas, banderines, banderas y un sinfín de objetos relacionados a San Lorenzo que materializan la utopía y, claro, la descalifican en su condición de inalcanzable. “Adolfo y yo nunca sentimos que era una utopía; siempre creímos que se podía volver con el poder del pueblo azulgrana”, aclara Diego Resnik. Él y su hermano encabezaron la vuelta a Boedo, una lucha social de un club que, muy arraigado a su barrio, sintió como un tiro en el pecho la “larga noche de la última dictadura”, como define Diego en el libro Avenida La Plata nos espera: el sanlorencismo empuja, publicado por Adolfo Resnik.
El relato tomó más fuerza y se despojó de la utopía cuando, en noviembre del año 2010, gracias a la gestión de la legisladora Laura García Tuñón, el proyecto de Ley de Restitución Histórica de aquellos hermanos hinchas de San Lorenzo ingresó a la Legislatura Porteña y “se dejaba de discutir en los bares, oficinas y sitios de Internet”, como expresa, con orgullo, el libro que cuenta los cimientos de esta lucha social.
Diego Resnik (izquierda) y su hermano Adolfo (derecha). La idea de la vuelta comenzó en sus cabezas a fines de los 90 y desde el año 2003 tienen un programa de radio al que titularon “San Lorenzo ayer, hoy y siempre”.
***
Ni un código encriptado, ni la contraseña de un candado de alta seguridad, ni la respuesta para abrir una caja fuerte. Siete números.
– ¿Hola…?
El tono, del otro lado del teléfono, parece eterno. Insistir es inútil (¿es inútil?). Los tablones ya no hablan. Y eso no significa que no tengan mucho para decir. 921-2139, el teléfono del Viejo Gasómetro, que hasta figuraba en un álbum de figuritas de 1975, no tiene a nadie que responda del otro lado.
Son las seis y media de la tarde de un jueves de invierno. Como si fuera su oficina, Javier Miguel Eugui espera en el Bar San Lorenzo, un signo de resistencia ante el desarraigo. Él es un hincha que ve a San Lorenzo en todos lados, y que vió el Gasómetro en sus épocas más gloriosas. Y el café, esa esquina tan porteña de Avelino Díaz y Avenida La Plata, es un espejo que no refleja lo que tiene enfrente: un predio arrumbado sin un estadio montado en él. El mozo atiende con una camiseta retro que bien puede representar a los campeones invictos de 1968, a los bicampeones de 1972 o a los campeones del Nacional 1974.
Un cortado. Un café solo. Gracias.
Javier Miguel Eugui se hizo socio del club en 1981, después del descenso de San Lorenzo. “¿Estás seguro?”, le preguntaron en la sede. Su corazón se apoderó de él. La hondonada que cubrió de oscuridad al Ciclón no pudo con la resistencia de Javier. Iba a la tribuna que estaba detrás de uno de los arcos con su viejo, y cuando Héctor Scotta le pegaba a la pelota se agachaban porque el bombazo podía romper la red. En el Bar San Lorenzo hay banderines con caricaturas de distintos campeones, fotos del básquet que reinó el plano nacional durante las décadas del 40 y del 50 y, por sobre todos los objetos que decoran el café, imágenes del Viejo Gasómetro: diferentes perspectivas, en blanco y negro, a color, lleno, vacío; siempre con un aura especial. “Tenía una cámara Kodak Fiesta, de plástico, y tuve la particularidad de sacar fotos de la cancha que quedaron en la historia de mi vida y en la de San Lorenzo”, cuenta Javier. Le pone un sobre de azúcar a su café. “Esa la saqué cuando tenía 20 años”, dice y señala una foto que está detrás de él, del Gasómetro visto desde Avenida La Plata. Y de repente, parece tomar posesión del bar. Al menos de su decoración. “Ahí pusieron el cuadro de mi viejo -señala el rincón de una pared que está a centímetros de la mesa que sostiene sus recuerdos-. Estaba muy enfermo; ese es el último partido que vimos juntos. Es en la cancha de Vélez, cuando (Rubén Darío) Insúa metió el gol con el que volvimos a Primera”. En la foto, Javier tiene un piluso azulgrana y un pelo largo que destila juventud; su papá viste un traje parecido al de aquellos señores que se deleitaron con los goles de José Sanfilippo en el Campeonato 1959.
– Me emociono porque lo tengo presente. Sus últimas palabras fueron ‘¿cuándo juega San Lorenzo?’. Él estaba muy mal durante la semana y los días sábados iba con un fitito verde musgo a buscarlo: ahí estaba perfecto.
A Javier se le entrecortan las palabras y los ojos se le llenan de lágrimas cuando habla de su viejo. Lucha todos los días por el regreso definitivo a Boedo. “La vuelta es con estadio”, repite en sus redes sociales a diario. Le da tiempo a su café mientras habla; lo toma de a poco, y la lucha tiene en él una razón de ser: “Yo vengo con la esperanza de que se va a hacer el estadio. Sé que mi viejo estaba triste porque lo cerraron; quiero que él, donde esté, se ponga contento de que se abrió la cancha nueva”.
Javier Miguel Eugui en el Bar San Lorenzo, de Avelino Díaz y Avenida La Plata. Detrás suyo, la foto del Viejo Gasómetro, tomada desde la calle, que él capturó con su Kodak Fiesta.
En los títulos de 1968, 1972 y 1974 estuvo Sergio Villar, que viste un pantalón largo de San Lorenzo, remera de manga larga y gorra, y se ríe y levanta la mirada cada vez que recuerda algo relacionado a sus épocas como wing o marcador de punta. Cuando aparece por primera vez la palabra “Matadores” en ese sábado soleado de primavera, Villar se deleita. “Uf”, suelta. Invita al recuerdo. Claro, el Sapo -apodo que se trajo de su Montevideo natal- es el jugador con más partidos en la historia de San Lorenzo. La estadística oficial habla de 447 presencias. Villar corrige: “Yo tengo 601 porque la camiseta la vestí yo 601 veces, ¿tá?”. Empapado ya de nostalgia, descubre un banco de madera para cuatro personas. Lo había tapado para que no se mojara con la lluvia. Se sienta y apoya sus brazos sobre el respaldo de una especie de color verde que todavía oculta a la madera de su desnudez. Son asientos del Viejo Gasómetro de San Lorenzo. “Así como vinieron, no los toqué para nada”, aclara el Sapo. Y quizá sea un ejemplo gráfico del desarraigo. ¿Quién diría que el patio de una casa del barrio de Saavedra atesora un pedacito de aquella mole de hierro y madera que fue, por muchos años, la casa del fútbol argentino?. “Me siento todos los días”, revela Villar. Quizá aún oye las ovaciones, el “uruguayo, uruguayo” incesante. Quizá todavía adelanta su pie derecho cuando se levanta de esos asientos, como hacía cuando entraba al campo de juego desde el túnel del Gasómetro.
***
San Lorenzo tuvo un latifundio en Boedo. No muy lejos del Cid Campeador, el centro geográfico de la Ciudad de Buenos Aires. Pero esa finca azulgrana no tenía plantaciones agrarias perfectamente ubicadas, sino que gozaba de un campo de juego de “tierra con algunas matitas de pasto”, como recuerda Villar mientras señala el verde césped de un parque del barrio de Saavedra, que encuentra la paz a metros de la General Paz. La selección argentina jugó en el Gasómetro su primera final contra Brasil, en 1937, y obtuvo su quinto Campeonato Sudamericano. Y si se tenían que disputar finales como la de 1951 entre Racing y Banfield o desempates por la permanencia como el que protagonizaron Lanús y Platense en 1977, el Gasómetro, con su sonrisa simpática, era una fija. Un estadio estructurado por toneladas de hierro y lapacho del norte argentino, con las raíces que allí plantó la mismísima gloria desde 1916, parecía inamovible. No existía una foto de Avenida La Plata al 1702 sin una tribuna que pareciera sobresalir hacia el empedrado para cubrirlo de la lluvia, del frío, del calor. La ordenanza municipal 27.770 encarnada en 1971, bajo la quinta y penúltima dictadura militar de Argentina y el mando de Alejandro Agustín Lanusse, disponía la construcción de una autopista que cortaría al Gasómetro por la mitad. Según el libro Memorias del Viejo Gasómetro, de Enrique Escande, la medida fue derogada en agosto de 1972 luego de “numerosas manifestaciones” de hinchas y dirigentes.
El fantasma seguía en el aire.
La dictadura que comenzó en 1976 -la más sangrienta de la historia argentina- y que dejó a la Ciudad de Buenos Aires bajo las ideas de Osvaldo Cacciatore -fue intendente entre 1976 y 1982- le dio el toque final al Gasómetro: la comisura de sus labios ya no buscaba simpatía; vivía una incesante caída. “Las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de amnesia obligatoria”, dijo Eduardo Galeano cuando ensayó un derecho al delirio. El 20 de junio de 1977, en una de sus tantas negaciones al olvido, las Madres se congregaron en el Viejo Gasómetro en reclamo del paradero de sus hijos con vida: fue una de sus primeras apariciones públicas. San Lorenzo, usina de lo social, quedó marcado.
El Brigadier Cacciatore quería unir el norte y el sur de la ciudad con una autopista y su proyecto era abrir las calles Muñiz y Salcedo (son perpendiculares y, de juntarse, hubieran cortado al Gasómetro en cuatro manzanas) para construir viviendas y una escuela. La derogación de las ordenanzas 36.019 y 38.696, que establecían que los terrenos donde San Lorenzo tenía su estadio eran de zona habitacional, abrió todo tipo de posibilidades. En 1985, después de la demolición del Gasómetro, se publicó la ordenanza 40.674 que aprobaba el funcionamiento de un supermercado donde Héctor Scotta superó el récord de Arsenio Erico con los 60 goles que hizo entre el Metropolitano y el Nacional de 1975; donde el Terceto de Oro de Armando Farro, René Pontoni y Rinaldo Martino ganó el Campeonato de 1946 con un fútbol exquisito; donde Sergio Villar se aferraba a la línea de cal ante la mirada atenta y seguramente iluminada de la platea de niños.
Sergio “Sapo” Villar en los asientos del Viejo Gasómetro que guarda en el patio de su casa. “Así como vinieron, no los toqué para nada”, aclara. Originales, si uno se acerca a ellos todavía escucha los goles del Nene Sanfilippo, el Lobo Fischer o el Gringo Scotta.
“Es feo que te baile un wing, yo me cuidaba mucho en eso”, abre el juego el Sapo Villar. Aquellos que lo vieron jugar hablan de un marcador de punta que no pegaba. Y aquellos que no lo vieron jugar escuchan los fantásticos relatos de los que sí. También lo pintan. “El Sapo es lo más grande del fútbol nacional”, reza el mural número 19 del Grupo Artístico de Boedo, hecho en 2013 (ubicado en Rondeau 4059), que emplaza a Villar con una camiseta azulgrana de manga larga y un pantalón largo negro mientras trota con el Gasómetro de fondo.
– ¿Qué significa empezar con murales en la calle y llegar a pintar en la casa de Scotta?
– Es una locura porque ninguno de nosotros lo vio jugar -dice entre risas Julián Lema, uno de los integrantes del Grupo Artístico de Boedo.
– No lo vimos jugar y no hay muchas filmaciones, sin embargo eso nos genera un montón de recuerdos, cosas que me contaba mi abuelo. Mi viejo le dijo a todos los amigos que yo iba a ir a lo de Scotta: ahí empezás a dimensionar que pintamos cosas que nunca vivimos -expande Matías Colombo, otro de los representantes de este conjunto de cuervos artistas.
Julián Lema (izquierda) y Matías Colombo (derecha) en uno de los rincones que decoran la sede del Grupo Artístico de Boedo en Las Casas al 4047. “Cursamos la universidad de la calle”, se definen.
La identidad del Grupo Artístico de Boedo se plasmó sola. Julián Lema adjudica el estilo que tienen a que sus obras “están hechas por muchos artistas a la vez”. Con más de 150 murales numerados, el Grupo le puso azul y rojo al barrio de Boedo. Y contribuyó a la vuelta desde ese lado. En su sede en Las Casas, entre Muñiz y José Marmol, Lema dice que “es muy fácil recaer en el pensamiento mágico de ‘si yo hago murales, el club vuelve a Boedo’. Hay algo que beneficia a la vuelta, en la propaganda cultural del barrio, porque cuando empezamos a pintar la discusión estaba a pleno”. Claro, el arte inició en 2012, cuando el corazón acelerado por la pasión movía los pinceles como una máquina de coser que borda escudos. “Hacíamos casi tres murales por mes, porque los pintábamos en una noche: nos juntábamos a las seis de la tarde y a las seis, siete de la mañana los estábamos terminando”, cuenta Matías Colombo. El grupo nació gracias a una convocatoria de la Subcomisión del Hincha para que se pintara una de las esquinas de Mármol y Salcedo, pasadizo de entrada a los polideportivos Roberto Pando y Lorena Alloni. “Sumaron desde ese lugar para el sanlorencismo”, aporta Diego Resnik. Colombo despoja al grupo la posesión de los murales: “El hecho de pintar en la calle hace que las obras no sean nuestras. Pasan a ser de la gente que vive ahí. Siempre nos gustó absorber lo que pasa alrededor y tratar de plasmarlo”. Entonces, las cientos de postales del Viejo Gasómetro que inmortalizó el Grupo Artístico de Boedo pertenecen al barrio, que adoptó un sello identitario desde la llegada del arte.
Mural número 131 del Grupo Artístico de Boedo, que representa al Viejo Gasómetro visto desde las torres de la calle Inclán.
Cuando Javier Miguel Eugui es interpelado por sobre qué le generaba pasar por el Viejo Gasómetro cuando aún estaba en pie, hace un silencio antes de responder. “Te cuento y por dentro estoy llorando -dice y suelta una risa nerviosa-. Vivíamos en Liniers y nos tomábamos el 4 que nos dejaba en Asamblea y Avenida La Plata. Ahí se daban las mejores charlas que tenía con mi papá: era el momento que veníamos felices, pero felices de verdad, por ver a San Lorenzo”. La nostalgia terminó con su café. Lo pidió solo, en jarrito, pues la lágrima sería redundante. No necesita nada más: ese es todo el combustible que utiliza para recordar. Entonces, Javier saca su carnet de socio refundador. Muestra el dorso del plástico que el club le dio a todos aquellos que compraron metros cuadrados para que la vuelta a Boedo se hiciera realidad. “Esta foto la saqué yo”, revela. El Gasómetro visto desde Avenida La Plata, con la entrada principal al club que se asoma, una fila de autos estacionados y otros en doble fila. Un templo que luego fue el vórtice de un desguace.
El Sapo Villar, activo en las manifestaciones que pidieron por la vuelta de San Lorenzo al barrio que lo vio nacer, parece negarse al desarraigo: “Por más que el Gasómetro no esté, en mi mente yo lo estoy viendo, veo a la gente, veo a los jugadores moverse”. Porque el jugador con más partidos en la historia del club aporta desde ese lado, de mantener su condición de leyenda. Julián Lema, que aporta desde el arte, también piensa en tablones: “Como objetivo culposo, detrás de todo lo que hago, está eso en realidad; es una cosa que no me puedo sacar de la cabeza. A la hora de pintar, lo que me gustaría que pase es la vuelta a Boedo definitiva”. Y Matías Colombo aparece con un llamado a la acción: “Tenemos que hacer. Quizá no sabemos cuándo pueda estar la cancha, pero si seguimos este camino va a ser realidad”.
– ¿Qué es el mural en relación al concepto de utopía?
– Es un movimiento de satisfacción personal, grupal y social que nos permite llegar a que esté el horizonte pero que en cada paso que vayamos dando estemos un poco más cerca de esa utopía, de eso que soñamos -define Matías Colombo. Al ángulo.
El periodista Pablo Calvo definió al viejo estadio de San Lorenzo como “una pequeña Atenas”, en su libro Los tesoros del Gasómetro, cuando retrató al campeón olímpico Delfo Cabrera trotar por la carbonilla de la cancha, en la que “había hasta lanzadores de jabalina”. Diego Resnik dice que, junto a su hermano Adolfo, lo definen como “una universidad popular con más de 30 manifestaciones culturales y deportivas debajo de los míticos tablones y el fervor del pueblo azulgrana arriba de los mismos”. Sergio Villar define al Gasómetro como “algo extraordinario, una gloria, una cosa irrepetible”. Y sonríe cuando su compatriota Galeano y el concepto de utopía son mencionados. “Yo me acuerdo que la gente iba caminando -dice el Sapo mientras hace gestos de esparcimiento con sus manos-, venían de Rivadavia, por Avenida La Plata, y se iban para San Juan”. Caminos más que recorridos por los hinchas de San Lorenzo.
Los hinchas en búsqueda de sus entradas para lo que sería el último partido en Avenida La Plata: un 0 a 0 contra Boca el 2 de diciembre de 1979. De fondo, el Gasómetro lleno.
***
Hay un postigo en cada hogar cuervo que lleva al campo de juego del Viejo Gasómetro. En las casas de quienes vivieron el estadio y su gloria, pero también en las de aquellos que nacieron de los 80 en adelante y escucharon y escuchan a todas esas señoras y señores que, de forma anodina, contaron y cuentan en qué sector de la tribuna se sentaban, a qué jugador seguían, qué actividad deportiva hacían debajo de los tablones de madera. El mural número 131 del Grupo Artístico de Boedo, sobre la calle Inclán al 4300, en frente de la Casa Social y del Vitalicio, representa al Viejo Gasómetro, regio, visto desde la perspectiva de las torres que yacen al lado del mural, con un pino alto que lo acompaña a un costado. Ese árbol, todavía frondoso, fue traído desde Santa Fe y plantado en 1950. Claro, vio a cinco campeones: las décadas más gloriosas del viejo estadio. A su lado, permanece la mitad de lo que era la entrada al club sobre la calle Inclán. Es la única estructura que quedó de las viejas instalaciones de San Lorenzo en Boedo: algunos ladrillos están rotos y, en la punta superior derecha, el muro tiene golpes que le dio la propia historia. Si el Gasómetro fue un “coliseo de madera”, como lo retrató Pablo Calvo, este templo guarda, como el romano, los vestigios de una infamia voraz.
Un baldazo de agua fría. Eso fue lo que sufrió la delantera de UAI Urquiza, Macarena Sánchez cuando en enero de 2019 Germán Portanova, su entrenador, le comunicó que no iba a seguir en el equipo por motivos futbolísticos. Y no fue lo único, porque tampoco iba a poder firmar con ningún otro club hasta el final del torneo de ese año. Maca, entonces, intimó al club para que reconocieran el vínculo laboral que mantenían con ella. “Esto no es un hobbie, no queremos ser amateurs”, expresó. El haberse plantado ante los dirigentes puede considerarse como lo que derivó en la semi-profesionalización del fútbol femenino en Argentina en 2019.
El verdadero impulso para el fútbol femenino argentino se empezó a gestar a fines de la década de 2010, con la semi-profesionalización de la liga en 2019. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), mediante el presidente Claudio Tapia, anunció el 16 de marzo la creación de una liga profesional, en la que se aseguraban contratos para al menos ocho jugadoras por equipo. Esta medida no solo mejoró las condiciones laborales de las jugadoras, sino que también elevó el nivel de competitividad y profesionalismo en el deporte, ya que se le otorgaron más recursos económicos a los clubes y jugadoras.
Si se hace la comparación, en el fútbol masculino de primera la mayoría de los jugadores de los planteles poseen un contrato, a diferencia del femenino, que no se los asegura a todas. Esto supone una gran diferencia económica que hace que varias jugadoras no estén en las condiciones necesarias para subsistir solo jugando al fútbol. Son pocos los clubes que dominan en la liga local (Boca, River y UAI Urquiza) pero muchos los que arrancaron de abajo y se mantuvieron constantes.
Boca es el más laureado de la Primera División. Las Gladiadorastuvieron un éxito notable desde la fundación de la liga en 1991, ya que ganaron un total de 28 campeonatos. Boca invirtió en su infraestructura y brindó a sus jugadoras acceso a nuevas instalaciones y recursos, ya que se mejoró el predio de entrenamiento y el gimnasio. La visibilidad del equipo Xeneize ayudó a aumentar el interés y el apoyo al fútbol femenino en general. Si bien Boca sacó una gran diferencia desde su inicio, las dirigencias comandadas por Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme pusieron como foco darle más importancia a otros deportes y al sector femenino. Como resultado, Boca logró sacar una diferencia notable con respecto a los demás clubes.
Las otras dos instituciones que más cerca están del Xeneize son River y UAI Urquiza. La UAI ingresó al fútbol femenino en 2004 y, de inmediato, se estableció como un equipo competitivo. A diferencia de los clubes tradicionales de fútbol masculino que añadieron equipos femeninos, UAI Urquiza se centró desde el principio en el desarrollo del fútbol para mujeres, lo que hizo que la mirada estuviera puesta en ellas desde un comienzo. Lograron un total de cinco títulos y se posicionan como la segunda fuerza junto a River.
A partir de la semi-profesionalización, una gran mayoría de clubes logró mejorar y volverse relevante en la primera categoría. Uno de ellos es Ferro, que milita en la primera división nacional desde 2022 . El club comenzó a competir en fútbol en 2017. Antes, la institución se desempeñaba solo en futsal a nivel femenino. Un año después, el equipo debutó en los torneos de la AFA. En el campeonato de segunda división de 2021, lograron ascender. Belén Pokoracky, defensora verdolaga desde enero de 2023, habla sobre los cambios que nota desde su llegada al club: “Hay una mayor organización desde los directivos para abajo. Se puede ver también algo de inversión económica con respecto al año pasado, tampoco la gran cosa, pero hay un poco más de inversión”. Pokoracky, de 25 años, compara las desigualdades que encuentra entre el fútbol femenino y masculino de Ferro: “Hay mucha diferencia en cuanto a lo económico y también la cantidad de jugadores que tienen contrato. Además, las formaciones juveniles de las chicas no son las mismas que las de los chicos de Reserva del masculino”.
Gimnasia y Esgrima La Plata comenzó a competir en la AFA en 2002 y cinco años después debió retirarse de la liga. El principal motivo se debe a losproblemas económicos. En 2007, el club acarreaba deudas que afectaron a varias de sus actividades deportivas y que hicieron muy difícil mantener al equipo. A su vez, el fútbol femenino no contaba con el mismo nivel de apoyo y prioridad dentro del club en comparación con el fútbol masculino. Fue así como durante casi diez años, el club no contó con equipo femenino. Hasta que en 2018 tomó la decisión de regresar a la actividad para la siguiente temporada. En tan sólo un año ascendieron a la primera división como campeonas de la B.
Marianela González Sanz, mediocampista de 18 años de Gimnasia, expresa: “La verdad es que Gimnasia es un club que le da muchísima importancia al fútbol femenino; es más, diría de los que más le da. A la hora de compararlos con el masculino, los recursos que tenemos a disposición en el día a día son cada vez más”. El club brinda su estadio, el Juan Carmelo Zerillo, para que el equipo haga de local de vez en cuando, algo que no se ve en todos los clubes. Con respecto a esto, González Sanz comenta: “Marca la diferencia porque hay muy pocos equipos que lo hacen”.
A nivel femenino, Platense empezó a disputar torneos oficiales de la AFA en 1997. Al final del campeonato, las calamares terminaron últimas en la zona con sólo 10 puntos en 24 partidos. En este certamen, Platense sufriría muchas goleadas, incluida una caída por 0-30 ante River. A pesar de quedar en la última posición, no descendieron a la segunda categoría ya que el fútbol femenino no contó con un sistema de descensos hasta 2016 (algo que también habla sobre lo mal organizado que estaba). El club disputó 27 temporadas desde su llegada al fútbol femenino en 1997. También el Calamar es el noveno equipo con más puntos en la era profesional desde 2019, ya que solo lo superan los cinco grandes, Gimnasia La Plata, Rosario Central y UAI Urquiza.
A más de 25 años de su incursión en el fútbol femenino, Platense sigue en Primera División y obtuvo buenos resultados en 2010 y 2018. Incluso en 2021 se coronó campeón del torneo de Reserva. Matías Raia es el director técnico del primer equipo desde mayo de 2022 y es uno de los grandes responsables de que las calamares hayan progresado. En años anteriores, el técnico de Platense trabajó en las inferiores femeninas del club, donde fue campeón de la Liga de Desarrollo Sub 14 2022 y dirigió en las categorías Sub 10, Sub 16 y Reserva.
Raia declara que para Platense es fundamental la formación de las jugadoras, y que si viene con títulos mejor, porque demuestra que se están haciendo las cosas bien. Además, expresa que nota un enorme cambio desde que llegó al club hace más de 10 años. Desde que los equipos concentren hasta la ropa que les dan. También considera muy importante la televisación de los partidos, ya que ayuda a difundir el deporte. A fines de 2024, dos partidos por fecha son transmitidos por TNT Sports, mientras que los demás van mediante streaming. “El cambio ha sido muy grande, cuando arranqué en el club se trataba de ver qué espacio estaba libre para que pudiera entrenar el femenino. Hoy es: femenino entrena a tal hora tal día”. Raia piensa que aún falta mucho para lo que es la verdadera profesionalización, pero que van por buen camino.
Platense se entrena en el predio Alejandro Mariani Dolan, en Saavedra, ciudad de Buenos Aires. En este complejo, se realizan las prácticas de las divisiones inferiores masculinas y femeninas, además de la Primera División femenina. El mantenimiento de las canchas ayuda a mejorar las condiciones en las que el equipo entrena, lo que lo vuelve mucho más competitivo. Es muy difícil que el fútbol femenino logre igualar en popularidad al masculino. En cuanto a infraestructura y contratos, el femenino avanzó más que el masculino, lo que demuestra que el camino hacia una verdadera profesionalización aún sigue en construcción y que su techo todavía no llegó.
Cinco años después de la lucha por la profesionalización, son muchos los que piensan que el fútbol femenino mejoró, pero a Maca Sánchez no se la notasegura de eso: “Tuvimos la mala suerte de que justo se profesionalizó antes de la pandemia, que se paró todo el fútbol”, dijo en una entrevista con la agencia Noticias Argentinas en abril de 2024. Aún así, vio que se pudo retomar la lucha, que se sumaron sponsors y que se empezaron a televisar muchos más partidos. Para que aquellos baldazos de agua fría que tanto sufrieron las jugadoras a lo largo de la historia, se vuelvan cada vez más y más calientes.
Fermín Wingerter está ‘a las chapas’. Tuvo que adelantar su vuelo a Bogotá para el domingo. El viernes había llegado a la casa de sus amigos en Minneapolis después de manejar dos horas y media en ruta desde Marshall. Poder compartir un día con gente conocida, en tiempos turbulentos como una época de exámenes finales y de la preparación para el Sudamericano con la Selección Argentina, representó una parada técnica. Hasta Colombia tiene un viaje de diez horas con escala en el Aeropuerto Internacional de Toronto Pearson.
Pasó el check-in y se compró un sándwich de pollo, lechuga y tomate. En una circunstancia normal, se hubiera hecho una milanesa u otro plato argentino -cualquier cosa fuera de la gastronomía yankee-. “Me gusta cocinar, lo hago para extrañar un poco menos”, soltó entre mastiques, mientras asomaba la cabeza para no manchar su remera Jordan negra. De haber pasado el domingo en su Paraná natal, estaría comiendo un asado con su familia bajo un cielo despejado. Ni los 13 grados en la ciudad canadiense ni la semana lluviosa pronosticada para Bogotá le quitan ese deseo: el de tomarse un respiro. Este almuerzo, por más ocasional que fuera, cumplió esa función.
En el país cafetero lo espera un equipo concentrado espontáneamente. Muchos jugadores dejaron sus clubes en plena temporada para intentar conseguir una plaza en el Campeonato Panamericano 2025. De los que están sueltos en el extranjero, como Alberto Esteche en Italia o Maximiliano Ruggeri en España, Fermín es el único en jugar en Estados Unidos. El primero en ir a la Liga Estadounidense- la NWBA Intercollegiate- con una beca. Con 24 años, juega de alero en los Mustangs de la SMSU (Southwest Minnesota State University) y carga el número 5 en la espalda.
Lleva un año viviendo en la nación madre del básquetbol. Empezó la carrera de finanzas en el mismo lugar que continuó su periplo deportivo. A medida que manducaba la primera mitad de su sándwich, explicó que se levanta a las 5.45-5.50 de la mañana “para entrenar de seis y media a 8.45. De ahí voy a las clases, por lo general hasta las doce del mediodía”. Los lunes, miércoles y viernes va al gimnasio hasta las cuatro, seguida por alguna que otra clase más. “Y después a la tardecita, a las 6 o 7 de la tarde, me voy a tirar casi todos los días. El equipo te requiere 600 conversiones por semana y yo generalmente hago muchas más: entre 900 y 1000 intento hacer. Después me acuesto a dormir temprano porque al otro día arrancó tempranísimo”, concluyó.
Los lunes y los viernes trabaja desde las 12 a las 3.30 de la tarde como embajador estudiantil en la parte de admisiones, dándole tours a la gente que va a visitar la universidad. Los fines de semana, cuando el tiempo dispone, trabajaba también en la parte de athletics: “Es para los eventos deportivos, en los partidos de vóley, básquetbol convencional, béisbol, fútbol americano. En todos se requiere gente en la parte de los tickets, de las promociones, de la música, del scoreboard, del videoboard, de la estadística y demás”, explicó tras meter dos mordiscos en cinco segundos, como si terminar rápido su almuerzo fuera a acelerar el tiempo hasta el vuelo.
El viaje rompió su monotonía, de la que construyó un yin yang que une al deporte con el estudio. No viajó al campeonato Panamericano pasado, donde la albiceleste perdió la chance de ir a los Juegos Paralímpicos de París 2024, tras perder el partido por el tercer puesto con Canadá. Un año más tarde, Fermín confesó que su no-participación ledolió mucho porque venía entrenando bien.
Los llamados de Mauro Varela, entrenador del conjunto nacional y viejo conocido suyo, le llegaban frecuentemente desde esa primera vez en el Parapanamericano de Lima 2019, cuando integró la Preselección.
Pero el teléfono volvió a sonar. Con los Mustangs, Fermín promedió 15.3 puntos por partido y fue incluido en el segundo equipo All American de la NWBA en su primera temporada.
Del otro lado de la línea, Varela le hizo saber la importancia de esa estadística. “Por eso lo llevo al Sudamericano”, contó el entrenador, en un CeNARD atacado por chubascos. “Él siempre tuvo el lanzamiento, pero ahora le incorpora una serie de posiciones en la cancha con una tasa de eficacia bastante buena, lo cual hizo que me pudiera decidir. Nos da a nosotros otra herramienta más para poder usar en la estrategia de la táctica colectiva”. Habían terminado los trabajos de tecnificación con los argentinos concentrados en tierra propia. Su encuentro con Fermín, después de tanto tiempo, se va a dar en Bogotá.
No se conocieron con la medalla de oro sudamericana de 2021, ni con la plata de la Copa América de 2022. Tampoco en la Selección Argentina. En diciembre de 2018, Varela abrió las puertas del club CILSA Santa Fe a Eduardo y María. Con ellos venía su hijo pelilargo de diecinueve años. Ese chico, impulsado sobre una silla de ruedas plegable desde hacía tres meses, estaba decidido a jugar al básquet.
—
La pelvis quebrada en dos partes. La primera y la segunda costilla, la escápula y la médula. Fermín llevaba medio año en Nueva Zelanda, pero entendió perfectamente el inglés del médico: ‘No sé quien te acompaña, pero no vas a volver a caminar nunca más’.
Tres días antes, el 22 de septiembre de 2018, el acoplado de una camioneta le pasó por encima. Había terminado de ordeñar un lote de vacas, como indicaba su jornada laboral. Se paró en el enganche del vehículo y sus botas de lluvia le fallaron, dejándolo de cara contra el lodo. El eje lo dobló hasta el punto de no poder gritar. El helicóptero que lo sacó, el quirófano, la compañía de su amigo Mateo, su familia enterándose por teléfono: todo se le proyectó como un sueño lúcido.
Pero fue real. Ese Fermín, que una semana antes había recibido la visita de sus padres, que le dieron todo desde que nació el 5 de agosto de 1999, pasó noventa noches en una clínica especializada en lesiones de médula espinal, haciendo terapia psicológica y motriz. Ese Fermín, el fanático de River por su viejo y de las vacaciones con amigos, hizo de un viaje de estudios un renacer.
Ese Fermín, que jugó al fútbol en Belgrano de Paraná y que practicó muay thai y surf, reeducó su cuerpo pero no se olvidó del deporte. Después de probar tenis y rugby adaptado, le agarró el gusto a la pelota naranja. Ya le había dado una probada en una clase de educación física, cuando iba al Colegio Don Bosco. La segunda vez no la soltó.
De nuevo en Paraná y con 2019 al caer, Fermín supo exactamente dónde ir. CILSA Santa Fe era el club de básquet en silla de ruedas más cercano a él, a 40 kilómetros en ruta. Lucas Barolín fue el primero en entrenarlo, en la categoría de iniciación y en la segunda más adelante, y contó que sorprendió a muchos: “Los jugadores hacen un año o dos de duelo después de accidentarse, y recién ahí empiezan a acercarse al deporte. Cuando él llegó, nos contó de su accidente tres meses atrás y que se había informado y averiguado para jugar. Al resto les cuentan de esto y por eso vienen, pero él vino bien específico y puntualizado a buscarnos. Es una característica que no me había pasado con otros chicos”.
Cuando se quiso dar cuenta, Fermín llevaba el básquet como bandera. Consiguió un auto, lo que agudizó su autonomía. Ni la pandemia lo exentó de practicarlo: fuera en burbujas de a dos jugadores o por videollamada, se esforzó para llegar al primer equipo en 2021. Según la estrategia, coqueteó con las posiciones de escolta y de base, hasta dar con la del alero.
Apareció su lugar, apareció el deportista. “Hay puntos que demoran un mes de entrenamiento pero que con él hubieron cosas que demoraron dos semanas, y al toque quiso aprender más”, contó Barolín, para después disculparse por el sonido de fondo- su vecino estaba podando el pasto. “A veces iba a otras concentraciones o a torneos, miraba algo que hizo un pibe y probando le empezaban a salir, para después pasar a otra cosa, y a otra… Y uno como entrenador tiene que estar a la altura de responder a la necesidad del jugador”.
Bajo su faceta escurridiza, prima una autocrítica que lo lleva a dar lo máximo. El histrionismo que invade todas sus oraciones, alivianado por su acento entrerriano, deja al descubierto su deseo de eliminar el error, no sin intentarlo una vez más. Tanto Barolín como Emmanuel Leguizamón, amigo de Fermin y entrenador del rugby adaptado en CILSA, coincidieron al dar a conocer esa característica.
“Fermín es muy efusivo”, contó Leguizamón, después de dejar el mate en la mesa. “Todo el tiempo está dialogando con sus compañeros. Siempre dando órdenes o buscando informar de qué hace o qué no hace. O qué es lo que le sucede a él dentro de la cancha. Eso genera que, si yo estoy atacando con la pelota y Fermín ya me empieza a hablar, puedo generar una acción sin tener la necesidad de mirarlo”.
–
Faltan cinco minutos para que entre a su vuelo. Fermín hizo saber su deseo de saltar a las ligas europeas en el futuro, con las prioridades claras: “Me contactó el Briantea. Adolfo Berdún está ahí, entonces hay algunas conexiones. Ese es un buen club como para ir y, si no, a cualquiera que sea competitivo. Me hablaron de un equipo ahora que quiere ascender, pero igual tengo dos años más en Estados Unidos. La idea es ir metiendo algo de la profesión también mientras me dedico a lo deportivo. Pero no al revés, digamos. Podría ser solo básquet o básquet y profesión, pero no solo profesión. Por lo menos por ahora que soy joven y tengo mi carrera en pleno desarrollo”.
Cuando sus ojos oscuros se pierden en los aviones que dejan la pista, deja ver sus ansias de estar dentro del suyo. Quizás no piensa en qué va a hacer cuando, por fin, aterrice en Bogotá: van a haber poco más de veinticuatro horas entre su llegada y el debut ante Chile, el martes 29 de octubre. Si ese recordatorio lo estresó, lo suprimió con una respiración profunda- mínima, al lado de la meditación que ejerce en situaciones más cotidianas. Además, la situación le era familiar.
En diciembre de 2023, Fermín daba sus primeros pasos en los Mustangs y el CILSA había clasificado al Final Four de la Liga Nacional. Él contaba los días para pasar las fiestas con su familia y el equipo celeste llevaba dieciocho años sin consagrarse.
“A veces quedábamos segundos, a veces terceros, cuartos. Estábamos ahí pero no podíamos concretarlo”, empezó a narrar Emmanuel Leguizamón, plegándose en su silla. “Cuando pusieron la fecha, Fermín tenía pasajes para dos o tres días después de ese fin de semana. Automáticamente, le habló a un entrenador y le dijo: ‘ché, quiero estar y jugar ese torneo’. Le explicó que no podía hacer nada y empezó a averiguar cómo cambiar el pasaje. Nosotros comenzábamos a competir el sábado 16 y él llegaba justo, pero cuando arrancaba el partido. Logró conseguir para el viernes, pero el torneo era en Córdoba y el vuelo iba a Buenos Aires. Entonces encontró uno que vaya directo y llegó a la noche. Los padres lo fueron a buscar y, al otro día, comenzó a jugar”.
Perdieron 60-56 contra el SICA de Córdoba, pero se repusieron contra CILSA Buenos Aires (59-36) y APRI de Uruguay (54-46). Dependiendo de un resultado ajeno, el equipo santafesino gritó campeón. Fermín promedio 20 puntos por partido y fue la figura.
En Argentina, a diferencia de países europeos, el hockey sobre césped es amateur y a pesar del alto nivel de los jugadores, no tienen contratos pagos. Los jugadores, que tanto tiempo le dedican y con el desgaste que eso conlleva, no pueden vivir del hockey. Individualmente les pagan a sus clubes para poder jugar: la cuota; el fichaje; el arbitraje y la vestimenta (incluyendo los materiales necesarios para jugar, como el palo, las canilleras y el protector bucal).
El hockey sobre césped llegó a Argentina en la primera década del siglo XX. Fue el primer país sudamericano en el que se practicó este deporte y según publicó la página de la Selección Argentina: “Por la constante participación femenina desde sus inicios, se trata de una de las actividades que más impulsaron el ingreso de las mujeres al deporte en Argentina”.
Delfina Merino, histórica jugadora de Las Leonas desde el 2009 hasta el 2021 y ganadora del premio a Mejor Jugadora del Mundo en 2017, en una entrevista del 2023 que tuvo para TNT Sports, confesó: “Yo no estoy tan de acuerdo con que se profesionalice el hockey en Argentina porque amo mi club (Banco Provincia) y a casi nadie se le ocurre cambiarse a otro. Tampoco tenemos la infraestructura ni la economía para que eso pase. En Países Bajos yo tuve contrato y me pagaron por jugar. En nuestro país es completamente al revés. Por eso la gran diferencia de nivel, allá es un hockey elite. Sin embargo, hay un montón de cosas, cuando estás allá, que extrañás del hockey argentino”.
Desde de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 a París 2024, el hockey argentino estuvo en el podio consecutivamente. Siete juegos seguidos. Seis medallas para el conjunto femenino y una para el masculino en total. Respecto a copas del mundo, Las Leonas han ganado dos campeonatos y Los Leones consiguieron el tercer puesto en La Haya 2014.
La mayoría creería que a raíz de todo lo conseguido, la Selección argentina tendría como mínimo su propio lugar para entrenarse en las preparaciones de cada torneo. Si bien cuentan con la cancha del CeNARD, es de público conocimiento, ya que los propios jugadores lo han dicho, que las condiciones del césped sintético no son aptas en lo absoluto para un entrenamiento de un nivel de Selección.
Actualmente hay 50 jugadores pertenecientes al Seleccionado argentino, entre femeninos y masculinos, que se encuentran en la lista de becados del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Para los Juegos Olímpicos de este año, se dividieron en tres categorías:
Excelencia ($689.907): Medallista Olímpico o Paralímpico Tokio 2020, revalidado en el último Campeonato Mundial.
Proyección ($524.329): Tendencia en los resultados que pronostiquen condiciones objetivas de podio olímpico.
Clasificado Nominal a París 2024 ($300.729): Clasificado Nominal Individual a los Juegos Olímpicos o Paralímpicos París 2024.
La manera en la que más dinero suelen recaudar los jugadores que tienen la suerte de que los reconozcan por su nivel, es a través de los sponsors y los acuerdos publicitarios. Lo más común es en marcas de indumentaria de hockey, pero sobre todo proveedoras de palos, ya que en la actualidad cuestan entre $500.000 y $1.000.000. Valentina Raposo, jugadora de Las Leonas, que actualmente se desempeña en el club HGC de La Haya, Países Bajos, mediante una charla con este medio, confesó: “Acá en Países Bajos se vive el hockey de otra manera, es algo parecido o similar a lo que es el fútbol en Argentina. La principal diferencia es que cuentan con muchos más recursos, como que todos los clubes tienen entre dos y tres canchas de agua. En nuestro país la gran mayoría tiene cancha de arena”.
“Jugué dos finales contra Países Bajos y no le pudimos ganar, si con los pocos recursos que contamos, casi siempre llegamos a instancias finales, empezando con cambios como tener nuestra propia cancha de agua en buenas condiciones, podrían ayudarnos a conseguir mejores cosas. Me encantaría que el hockey en Argentina se profesionalizara, pero creo que es una cuestión económica y política. Aunque no contemos con una buena economía, igualmente podríamos ir de a poco cambiando o adquiriendo nuevas cosas para empezar a dar un giro en el profesionalismo, ya que así es la única manera de superar a las potencias mundiales”, agregó Raposo.
Durante el año, muchos se van a jugar a equipos de Europa, algunos con la suerte de ir a Países Bajos quien ocupa el primer puesto a nivel mundial, con la finalidad de conseguir más roce y tratar de estar a la par en cuanto a nivel. Además, en el Viejo Continente tienen la posibilidad de firmar contratos con los clubes, es decir que les pagan por jugar.
Giuliana Gamondi es una jugadora de Chubut que actualmente se desarrolla en la Primera División de San Isidro Club. Además de jugar al hockey, estudia kinesiología y con 19 años y lejos de su familia maneja su vida de deportista y de estudiante a la vez. “Creo que el hockey debería dejar de ser amateur. Hay que tener en cuenta la disciplina que debemos tener en tanto las horas de entrenamiento, el desgaste físico, la alimentación saludable y demás. No siento que se le dé el suficiente reconocimiento a nuestro deporte, sumándole la situación económica del país. En mi caso, entre vivir sola, ir a la facultad y hockey se me hace mucho gasto. Las cuotas en el club son mucho más caras que en Chubut. El equipamiento deportivo es muy costoso y no dura tanto como uno espera: $70.000 unas canilleras, $50.000 un guante y los palos que salen más de $500.000 te duran entre tres y seis meses. Por suerte hace poco tuve la posibilidad de que conseguir una marca que me deja todo a mitad de precio y eso me ayuda bastante”, expresó Gamondi.
En definitiva, los jugadores de hockey en Argentina, a pesar de haber tenido un gran desempeño a lo largo de los años dejando al país en lo más alto, no pueden vivir solo del deporte. El poco reconocimiento por parte del Estado y la economía del país tienen como consecuencia que la gran mayoría de los jugadores estudien y trabajen a la vez, muchos acudiendo a los contratos publicitarios. A su vez, los que forman parte de la Selección y cumplen con los requisitos del ENARD, cuentan con la beca.
El tenis sudamericano corrió siempre de atrás con respecto a Europa o Norteamérica, pero el año que viene, con el calendario ya confirmado, la diferencia a nivel ATP será mayor, ya que solamente se jugarán tres torneos en Sudamérica (uno menos que el año pasado). Además, en caso de consagrarse campeón de todos ellos, un jugador podría sumar 1000 puntos como máximo en el ranking, que no generan un gran deseo en jugadores del top 10, quienes suelen dejar pasar la chance de jugar en esta región (Alexander Zverev es el único confirmado para 2025).
Con la no continuación del Córdoba Open (ATP 250) y los fallidos ascensos del Argentina Open y del Chile Open de ATP 250 a 500, la gira sudamericana 2025 será la que menos puntos repartirá desde 2013 (también 1000) y la que menos torneos recibirá desde 2012 (también 3).
La edición número 25 del IEB+ Argentina Open 🏆 ya tiene su primera figura confirmada: El actual número 4 del mundo jugará el certamen por primera vez 💪🏻
La misma comenzará con el abierto de Buenos Aires en la semana del 10 de febrero, continuará con el Rio Open (ATP 500) los días siguientes y concluirá con el certamen a disputarse en Santiago, la semana del 24 de febrero. Si bien el lugar en el calendario es el mismo que los años anteriores, sigue sin convencer dado que los tres torneos son en polvo de ladrillo, y llegan dos semanas después del término del Australian Open, para finalizar justo antes del Masters 1000 de Indian Wells (ambos disputados en canchas rápidas).
Catalina Fillol, directora del Chile Open y tía de Nicolás Jarry (tenista chileno 36º en el ranking ATP), explicó las desventajas acerca de esto: “Tener una gira de solo 3 semanas en arcilla en un calendario de cemento, ha hecho que tengamos que ofrecer garantías muy altas, y Santiago tiene la dificultad adicional que durante la misma semana hay otros dos 500 en cemento. Los jugadores prefieren jugar en la misma superficie que los Masters 1000 que nos siguen, que son Indian Wells y Miami, también en cemento”.
Sin embargo, debido a lo apretado que es el calendario ATP, la posibilidad de cambiar de fecha la gira no parecería ser una opción. De hecho, hasta podría ser más factible cambiar de superficie a cemento, con todas las críticas que eso generaría de los espectadores y jugadores locales.
“La superficie de juego y la distancia que tenemos con la gira de arcilla en Europa hace casi imposible pensar en el momento ideal del calendario. Convertirnos en un evento en cemento atraería a mejores jugadores, pero a su vez estarías rompiendo una tradición de arcilla de años, donde ayudas a fomentar el tenis de la región”, agregó la hija de Jaime Fillol, ex tenista chileno que llegó al puesto 14 del ranking ATP en 1974.
A todo esto, desde la Asociación de Tenistas Profesionales no parecerían estar para nada preocupados con respecto a este tema. Para este año próximo se debían producir tres ascensos de torneos 250 a 500, y con la mudanza del Córdoba Open a Mallorca (se jugará previo a Wimbledon), se esperaba que el abierto de Buenos Aires ocupara uno de esos tres lugares.
No obstante, esto no terminó sucediendo y los ascensos terminaron en manos de Dallas (a disputarse la semana previa a Buenos Aires), Doha (con misma fecha que el Rio Open) y Múnich. Para tener en cuenta, con el ascenso de Dallas, norteamérica contará con un Grand Slam, cuatro Masters 1000, tres ATP 500 y cuatro ATP 250. Por su parte, con la promoción del torneo de Munich, Europa será sede de dos Grand Slams, el ATP Finals, cuatro Masters 1000, ocho ATP 500 y 17 ATP 250.
Acerca de esta decisión, Javier Frana, ex jugador y actual comentarista de tenis, opinó: “Seguramente hay intereses económicos que hacen que ciertos torneos se hayan convertido en 500. A Argentina creo que no le faltaba nada, simplemente tal vez haber hecho una mayor oferta. Después habría que analizar si todo tiene que estar regido por una cuestión económica, porque si hay un lugar donde hay pasión, nivel tenístico, concurrencia y donde proveen constantemente jugadores al mundo, esa zona tiene que ser cuidada”.
Y las críticas no vienen solamente de sudamericanos. Figuras mundiales como Boris Becker (alemán) y Andy Murray (escocés) se pronunciaron en contra de la ATP, pidiendo que les den más lugar a Sudamérica. El británico recién retirado (ex número 1 del mundo, ganador de tres Grand Slams y dos medallas de oro olímpicas), incluso sugirió una gira exclusiva con un Masters 1000.
“Con relación a lo que dijo Murray, creo que quiso marcar que Sudamérica le provee al mundo del tenis una cantidad de jugadores que son figuras y que se están olvidando o están perjudicando a un lugar que tiene nivel, afición e infraestructura para tener este tipos de torneos. También para ser justo, un torneo a veces cuesta el triple de lo que pone en premios y es muy difícil en economías inestables que se puedan sostener en el tiempo”, analizó Frana.
De los 60 certámenes que se jugarán en 2025, distribuidos en 29 países distintos, el 53,3% de ellos serán en Europa, el 20% en Norteamérica y sólo el 5% tendrán como sede a Sudamérica. Esto perjudica a los jugadores sudamericanos, que deben viajar lejos de casa durante todo el año para sumar una buena cantidad de puntos.
Juan Manuel Cerúndolo, tenista argentino en el puesto 140 del ranking, contó con detalles la situación: “Un tenista sudamericano corre bastante de atrás en lo económico y en distancias. Los europeos y estadounidenses suelen tener más plata, y tienen la ventaja de tener todo cerca. Ahora hay muchos más Challengers acá en Sudamérica, pero ya en el circuito grande tenés que viajar sí o sí a Europa, que te sale carísimo si querés llevar entrenador, y las federaciones generalmente no tienen tanta plata para apoyar, entonces se vuelve complicado”.
Esta realidad obliga a los tenistas sudamericanos a tener que escatimar gastos para poder jugar más torneos. “En principio tratás de economizar todo lo posible. Cuando vas a Europa, por ahí haces una gira un poco más larga, en vez de dos semanas, haces cuatro, o incluso si estás más jugado, haces dos o tres meses. Después no todas las semanas podés viajar con entrenador, algunas vas solo o con un preparador físico y nada más. Yo tuve la suerte de que mis sponsors siempre me apoyaron con todo, pero sino hubiera tenido que economizar mucho más”, reconoció el ganador del Córdoba Open 2021.
Quedará ver si en el futuro las competencias ATP seguirán el mismo camino que los Challengers, que vienen creciendo en los últimos años y dieron lugar a 29 torneos en Sudamérica durante 2024, o seguirán dándole la espalda a una región que nutre constantemente al deporte de grandes tenistas, siendo Juan Martín Del Potro el último jugador no europeo en ganar un Grand Slam, y teniendo cinco jugadores actualmente en el top 40.