El automovilismo argentino se prepara para una verdadera revolución. Mientras el Autódromo Oscar y Juan Gálvez atraviesa un proceso de transformación para volver a recibir competencias internacionales como el MotoGP, el calendario 2026 ya tiene una sorpresa confirmada: el TC2000 volverá a correr en un circuito callejero en Villa Soldati, cerca del propio Gálvez. La categoría ya había tenido pasos urbanos en la Ciudad de Buenos Aires, en 2012 frente al Obelisco y en 2013 en Recoleta, aunque aquella experiencia quedó en la memoria de los fanáticos.
La remodelación del mítico autódromo está pensada a gran escala. Con la participación del ingeniero alemán Hermann Tilke, reconocido mundialmente por diseñar trazados de Fórmula 1, el proyecto estima una inversión cercana a 150 millones de dólares. El objetivo principal es adaptar el circuito a los estándares FIM Grado A y FIA Grado 2, lo que permitirá la llegada del MotoGP en marzo de 2027 y abrirá la puerta a otras categorías internacionales de primer nivel.
El nuevo diseño conservará sectores históricos, como el Curvón Salotto y la chicana de Ascari, y sumará curvas inéditas con homenajes a ídolos como Ayrton Senna, Carlos Reutemann y Juan Manuel Fangio. Inspirado en el antiguo Circuito 12, habitual para el Turismo Carretera, alcanzará 6.073 metros de extensión, con 13 curvas y velocidades que podrían superar los 300 km/h, convirtiéndose en uno de los trazados más desafiantes de Sudamérica.
Las obras incluyen mejoras en la infraestructura general: capacidad ampliada a 120–150 mil personas, tribunas tubulares adicionales, boxes renovados, nuevo paddock, drenaje y sistema eléctrico mejorados, además de muros de seguridad, leca y neumáticos en las zonas críticas. Buenos Aires busca así posicionarse como sede regular de grandes eventos internacionales y, a largo plazo, volver a soñar con el regreso de la Fórmula 1, ausente desde 1998.
Mientras tanto, el TC2000 abrirá su campeonato 2026 el 14 y 15 de marzo en un circuito callejero de 2.790 metros que recorrerá avenidas como Coronel Roca y Escalada, además de zonas cercanas al Parque de la Ciudad, Parque Roca, Lago Lugano y estadio Mary Terán de Weiss. La recta principal, sobre Av. Roca, tendrá 720 metros, prometiendo puntos de sobrepaso y frenadas espectaculares.
El montaje exigirá un despliegue logístico considerable: 1.500 metros de muros de contención, 12 tribunas desmontables, cuatro pantallas gigantes, 300 baños químicos y un sector de boxes provisorios de 200 metros dentro del Parque de la Ciudad. Todo será temporal y se desmontará una vez finalizada la competencia para no afectar el tránsito local.
La organización estará a cargo de privados y sponsors, mientras que el Gobierno porteño asumirá los costos del operativo. Según el secretario de Deportes, Fabián Turnes, el circuito callejero funcionará como un complemento mientras dure el cierre del Gálvez, aunque no se descarta repetirlo en el futuro. Los pilotos también se mostraron entusiasmados: Matías Rossi, referente del TC2000, destacó que será clave generar zonas de sobrepaso por el ancho limitado de las calles, pero aseguró que el trazado “estará perfecto” para la categoría.
Con la llegada del MotoGP en el horizonte y el regreso del TC2000 a un trazado urbano, Buenos Aires se posiciona nuevamente en el centro de la escena internacional del automovilismo. La transformación del Gálvez promete devolverle brillo a un circuito histórico, mientras que el nuevo circuito callejero ofrecerá un espectáculo único en plena ciudad, manteniendo viva la pasión por las carreras durante la modernización del autódromo.
Cuando el TC2000 corrió en las calles porteñas
El TC2000 ya tuvo dos experiencias callejeras en Buenos Aires. En 2012, el Súper TC2000 inauguró un circuito de 3.080 metros alrededor del Obelisco, recorriendo la Av. 9 de Julio, Av. de Mayo, Diagonal Norte y la Plaza de Mayo, con boxes sobre la 9 de Julio. Mariano Werner se llevó la victoria. Un año después, en 2013, la categoría abrió la temporada en Recoleta con un trazado de 2.760 metros que comenzaba frente a la Biblioteca Nacional sobre Av. del Libertador, seguía por Tagle hasta Figueroa Alcorta, bordeaba la Facultad de Derecho y regresaba por Ayacucho a Libertador; allí triunfó Facundo Ardusso. Más de una década después, el TC2000 volverá a poner autos de carrera en calles porteñas, esta vez en un circuito completamente nuevo en Villa Soldati en 2026.
La fecha 21 del Top 12 de la URBA tendrá un clásico platense, la edición número 49 entre San Luis y Los Tilos. El partido se va a disputar en La Cumbre, donde el conjunto marista hará de local el sábado desde las 15.30.
Los Tilos y San Luis tienen una rivalidad especial: la Avenida 25 separa un club del otro. La historia comenzó a fines de los años ’60 y durante los 70’ en partidos de juveniles y de Reserva, aunque nunca coincidieron oficialmente porque no estaban en la misma categoría.
En 1975 estuvieron muy cerca cuando San Luis fue campeón de División Ascenso y logró el primer pase a Primera, mientras que Los Tilos descendió y pasó a Segunda.
Hubo que esperar hasta el 19 de abril de 1980 para el primer clásico oficial. Ese día, en La Cumbre, la cancha de San Luis, por el torneo de Segunda los locales ganaron 7-3 en un partido que muestra la paridad que ya había en esa época.
Desde entonces, se jugaron 48 ediciones oficiales del clásico: San Luis ganó 27, Los Tilos 18 y hubo solo tres empates, el último en la primera rueda de este campeonato (21-21).
Este duelo tendrá mucha repercusión en la definición de los playoffs del campeonato y también marcará tendencia sobre quién va a jugar el repechaje para formar parte del Top 14 del 2026. Recordemos que el torneo de Buenos Aires, a partir del año que viene, suma dos equipos más que vienen de Primera A (1ro y 2do) y el último cupo lo definen entre el 3°, 4° y 5° de esa categoría y el último del Top 12, quienes disputarán las semifinales y una final por esa plaza.
A falta de dos partidos, Los Tilos, equipo dirigido por Ramiro Bernal, Matias Albina y Leandro Fioravanti, marcha en el 5° puesto. El conjunto de Barrio Obrero viene de perder por 19 a 18 ante el Club Atlético de San Isidro (CASI) y se encuentra a 7 unidades del San Isidro Club (SIC) y a 9 de Newman. Para aspirar a jugar semifinales debe ganarle a San Luis y a Regatas, y esperar que tanto SIC y Newman pierdan puntos ante sus rivales. Los de San Isidro juegan en Regatas y reciben a Alumni en la última fecha. A su vez, los de Benavidez visitarán este sábado al CASI, puntero del campeonato, y harán de local la última fecha contra San Luis.
Por otro lado, San Luis, conducido por Pablo Caffaro, Luciano Lazzarini y Emiliano Zannini, busca su quinto triunfo en el año, y llegar con más oxígeno a su visita a Newman en la última fecha. Tras la derrota ante el SIC por 20 a 11, el conjunto marista se encuentra en la anteúltima posición, supera tan solo por 1 punto a Buenos Aires Cricket Rugby Club y está a 4 unidades de su acérrimo rival, La Plata Rugby, quien también está comprometido con el descenso. Este fin de semana, Buenos Aires visita a CUBA y en la última fecha recibe a Belgrano Athletic, ya clasificado a semifinales. Los de Gonnet, que dependen de sí mismos, viajan a Tortuguitas para enfrentar a Alumni y luego recibirán a CUBA.
San Luis repite el mismo XV de la semana pasada: 1- Alejo García, 2- Santiago Bonavento, 3- Alexis Uvieda, 4- Lahuen Argemi, 5- Santiago Canal, 6- Nahuel Curti, 7- Matías Perisinoto, 8- Santiago Gibert, 9- Martín Aereboe (C), 10- Valentino Quattrochi, 11- Eduardo Ruesta, 12- Segundo Galán, 13- Benjamín Marban 14- Felipe Hernández, 15- Felipe Crispo.
Los Tilos tiene 4 modificaciones respecto al partido pasado: Berardi ingresa por Maffei, Torboli por Coria, Bassagaisteguy por López Feybli y Mateo Fernández por Guichón. El verde va con: 1- Manuel Puertas, 2- Hipólito San Sebastián, 3- Ramiro Berardi, 4- Luciano Torboli, 5- Martín Leiva, 6- Carlos Cabano Wall, 7- Eliseo Chiavassa, 8- Bautista Gatti, 9- Pedro Rodríguez Alcobendas, 10- Joaquín Tuculet, 11- Gastón Martínez, 12- Tomás Fernández Armendáriz (C), 13- Tiago Bassagaisteguy, 14- Mateo Fernández Armendáriz, 15- Bautista Santamarina.
Las olas del mar Argentino marcan el ritmo de la tarde mientras Jonás “El Galgo” Gutiérrez pisa el césped con una sonrisa que ilumina el Club Social y Deportivo Las Toninas. A sus 42 años, ese hombre que fue elegido por Maradona en el Mundial Sudáfrica 2010 y que fue campeón con Vélez y Newcastle United Football Club de Inglaterra, ahora viste los colores amarillo y negro de un club de barrio de la Liga de Fútbol del Partido de La Costa.
El domingo 30 de marzo, por la segunda fecha del campeonato, el rival del Club Social, Cultural y Deportivo Las Toninas fue Fomento San Bernardo. El encuentro estaba llegando al final, Las Toninas iba perdiendo 1 a 0 cuando el árbitro cobró penal. El cronómetro del partido marcaba 94 minutos y la responsabilidad cayó en los pies del ex mundialista. El Galgo acomodó la pelota, pateó con seguridad y convirtió el empate. Su festejo fue especial. Corrió hacia un costado y simuló caminar con un bastón, como si fuera un abuelo que bailaba. El gesto arrancó aplausos y sonrisas en el Estadio Damián Alvarezcolmado de vecinos.
La llegada de Gutiérrez a Las Toninas no fue casualidad. Desde su infancia pasa largas temporadas de verano en la localidad y tiene una casa cerca de la playa. El técnico de Las Toninas, José Díaz, contó que lo convenció en una charla simple mientras hacía un arreglo en su vivienda. “Le decía: ‘¿Cuándo venís a jugar?’”, recordó. El ex volante aceptó de inmediato y todo cambió. “No lo puede creer nadie acá, está todo revolucionado”, resume Díaz.
El presidente del club Las Toninas, Mauricio Nizzolini, también explica el impacto. Dijo que se multiplicaron los llamados de gente interesada en asociarse. Recordó que la institución apenas tenía 50 socios y que, de golpe, el nombre del club apareció en los principales medios del país. Programas de televisión, portales deportivos y radios nacionales hablaban de un equipo de barrio que de pronto tenía un refuerzo de élite.
La Liga de Fútbol del Partido de La Costa es amateur y muy humilde. Reúne a 14 equipos que muchas veces entrenan de noche porque sus jugadores trabajan en la mayoría de los casos de albañiles durante el día. En algunos casos ni siquiera tienen cancha propia y deben arreglarse como pueden. Los torneos suelen empezar en abril y están atravesados por la temporada de verano y la calma del invierno. En ese contexto, que un futbolista que jugó en la Premier League y un Mundial se sume a un equipo de la liga es algo extraordinario.
En su carrera profesional, Jonás disputó 530 partidos oficiales y marcó 27 goles. Jugó siete temporadas en el Newcastle, donde se convirtió en referente y capitán. También tuvo un paso destacado en Mallorca y en Vélez, donde fue campeón del Clausura 2005. Con la Selección Argentina acumuló 22 presencias entre 2007 y 2010, y participó del Mundial de Sudáfrica 2010 bajo la dirección técnica de Diego Maradona. En ese torneo fue utilizado como mediocampista y también como lateral derecho, un ejemplo de la versatilidad que lo caracterizó.
La historia de Gutiérrez es también de lucha. En 2013 enfrentó un cáncer testicular. Dos años más tarde volvió a la cancha, asistió y anotó un gol clave que salvó al Newcastle del descenso. Se retiró en 2021 tras jugar en Defensa y Justicia, Independiente, Banfield y Almagro. Después de tanto recorrido, eligió volver a la pelota en el lugar donde encontró tranquilidad.
En su presentación en Las Toninas, Jonás expresó los motivos de su regreso: “La verdad que es muy lindo, porque para mí es un lugar muy especial. He pasado mucho tiempo y muchos años de mi vida acá, vacacionando. Tener esta posibilidad de jugar después de haberme retirado en un lugar que me brindó tanto es como una forma de agradecerle por todo lo que significa para mí”. Con esta declaración, dejó en claro que su decisión no responde a la fama ni al dinero, sino al vínculo personal con la comunidad y al deseo de retribuir lo que Las Toninas le dio desde su infancia.
Hoy, el Club Social Cultural y Deportivo Las Toninas no es el mismo. Su cancha sigue siendo sencilla y sus recursos limitados, pero la ilusión es otra. Los pibes de inferiores miran al costado y ven entrenar a un ex mundialista. El club empezó a sonar más allá de la región Costa Atlántica Bonaerense. La llegada de Jonás Gutiérrez se convirtió en un hecho histórico para la Liga de la Costa y en un motivo de orgullo para todo un pueblo.
Manuel Expósito tenía 13 años cuando en el lapso de un mes le intentaron robar dos veces mientras caminaba de vuelta a su casa. En ambas ocasiones lo agredieron gravemente. Durante la primera de ellas, una persona lo tomó del cuello mientras otras dos lo golpearon para quitarle sus cosas. En la otra, un hombre con un cuchillo lo amenazó e incluso le causó cortes superficiales en la cara. La reacción siempre fue la misma: lejos de achicarse, Manuel se defendió como pudo porque no quería perder lo que era suyo.
“Desde chiquito yo ya estaba loco”, aseguraba él entre risas al recordar los episodios en una entrevista para Real Gladiators. Pero había un problema que resolver. Reconoció que los recursos con los que contaba para defenderse eran escasos y por eso quiso encontrar una solución. El boxeo no le gustó, pero un primo le abrió las puertas del Jiu-Jitsu, disciplina de la que se enamoró y en la que halló las herramientas que buscaba. Doce años después, continúa en el mundo de las artes marciales. Defenderse ya sabe. De sobra. Ahora su meta es mayor: sueña con entrar en la UFC, la compañía más importante.
—¿En qué momento te diste cuenta de que querías dedicarte a las MMA?
—Fue nomás empecé, al par de meses. No sabía todavía si me iba a gustar pelear porque arranqué con eso cuando cumplí los 18 —sus papás no se lo permitían al comienzo—, pero disfrutaba tanto las prácticas que me pareció que iba a ser así.
Al principio, ni siquiera se veía a sí mismo como alguien bueno, con talento para la actividad. Algo similar le ocurría con el resto de los deportes. Pero la semilla cultivada con dedicación suele dar sus frutos. Manuel los tuvo. “Disfruto mucho entrenar y toda la rutina que conlleva”, afirma el altagraciense con su acento cordobés.
—¿Conocías algo del universo en el que acababas de entrar?
—No, lo fui aprendiendo de a poco. No veía peleas, no sabía nada, no conocía a nadie. Justo cuando arranqué fue la época donde Connor McGregor —tal vez el artista marcial mixto con mayor reconocimiento— estaba construyendo todo y se hizo muy famosa la UFC —Ultimate Fighting Championship—. Con eso me empezó a gustar mucho más.
Los comienzos de Manuel fueron de la mano del Jiu-Jitsu, pero para competir necesitaba agregar variantes que le sirvieran para los distintos tipos de rivales. Sabía también que para aprender de los mejores tenía que salir del país.
—¿Dónde estás entrenando?
—En Tijuana, México; en el Entram Gym. Los entrenamientos son un poco más específicos para MMA; ya no hago tanto Jiu-Jitsu con kimono como hacía antes. En Argentina lo hacía dos veces al día; acá ya no me dejan hacer eso. Tengo que entrenar lucha, striking y Jiu-Jitsu, que en realidad debería ser lo que menos porque me falta más del resto. Le meto un poco a todo.
—¿Creés que hay otro nivel de exigencia al que tenías en el país?
—No, eso no, porque yo siempre intento entrenar lo más fuerte posible, sin hacerme mierda el cuerpo, obviamente. Sí es diferente en lo técnico. Estoy aprendiendo muchos más detalles en el striking y en la lucha.
Irse a vivir a México tenía su porqué: prepararse con los mejores y, además, estar cerca del lugar donde está su sueño. El 19 de agosto, en Las Vegas, estuvo a pasos de conseguirlo. Esa vez no pudo ser.
Una de las formas para entrar a la UFC es a través del programa Dana White’s Contender Series —lleva el nombre del presidente de la compañía—, donde cada año se arman distintas carteleras con peleas. Normalmente, los ganadores de cada una de ellas, dependiendo también del espectáculo que brinden, suelen conseguir la posibilidad de firmar un contrato con la empresa. Hace tres años, le habían insinuado a Manuel la chance de competir en una de las ediciones, pero aún no se sentía listo para ello. En aquel entonces mantenía un récord invicto que llegaría luego hasta el 10-0.
Y aunque se repita mucho, la frase no es del todo cierta; el tren no pasa una sola vez. Este 2025, ya con una marca de 13 victorias —10 de ellas por finalización— y 2 derrotas, le llegó una propuesta concreta para no solo ser parte de la cartelera de la segunda semana del Contender Series, sino de luchar en la pelea estelar de la noche. Fue frente al brasileño José Mauro Delano, en la categoría de Peso Pluma.
—¿Cómo te llegó la posibilidad de participar en el Contender Series?
—No era algo que sabía que iba a pasar, pero sí quería que pase. Siento que todo se me dio. Quería pelear en marzo y no conseguí rival. Justo ahí mis managers me avisaron que entraba en el Contender. Estuvo bueno, porque quizás si peleaba antes, me lesionaba.
Para que estas puertas se abran, se suele necesitar de managers o contactos, que puedan dialogar con quienes trabajan dentro de la UFC. Manuel agrega: “Igual lo importante al final es pelear, ser entretenido y ganar. Si lográs eso, aunque no tengas ningún contacto, lo más seguro es que llegues.
—¿Te sorprendió que te hayan elegido para estar en la pelea estelar?
—Sí, creo que se lo tengo que agradecer a mi rival. Es alguien de muy alto calibre; siento que la estelar nos la dieron por mí y por él. El Contender era algo que llevé todo a que pase, por eso no me tomó por sorpresa. Como que dije: “Ah, bueno, ok, ya estamos listos”.
—¿Te sentías preparado para esta oportunidad?
—Sí. También por el entrenamiento en este nuevo gimnasio, la calidad de compañeros que tengo, de coach. No solo calidad, porque en mi anterior gimnasio yo eso lo tenía, pero cantidad no. Acá hay veinte personas y las veinte son buenas. Solo tengo que ir con los que se acoplen a mi estilo.
Manuel también prioriza la preparación mental como elemento primordial a la hora de afrontar sus combates. “Estuve trabajando con un psicólogo; lo hice con varios ya. Siento que es muy importante”.
—Si bien ya lo hiciste varias veces, ¿cómo influye en vos pelear fuera del país?
—Ya me acostumbré. Esta fue mi tercera pelea en Estados Unidos. Peleé tres veces en México. Lo hice en Brasil. Lo normalicé, es lo que hago siempre.
—¿Cómo viviste el combate?
—Ya lo vi unas trescientas veces. En el durante me sentí muy mal; mentalmente sí me estaba comiendo. Siento que logré hacer mucho más de lo que pensé que había hecho. Al final di lo mejor de mí y es lo que hay. No queda otra que seguir trabajando y aprender de los errores.
Durante los 3 rounds que duró el encuentro, se vio una clara diferencia y dominio por parte del luchador brasileño. Manuel no duda al afirmar que Delano es el contrincante más difícil al que se ha enfrentado: “Es un nivel grande el que tiene José. Fue un muy buen rival. Está un escalón por encima; se notó en el momento y se siente cuando ves la repetición”.
—Repasando la pelea, ¿qué cosas creés que podrías haber hecho diferente?
—Quizás debería haber luchado un poco más, o intentarlo; pero quién sabe. Mucha gente me preguntaba: “¿Por qué no lo luchaste?”. Es difícil porque capaz me terminaba cansando y él me termina noqueando al estar reventadísimo. Tal vez strikeaba, era agresivo, y también acababa K.O. por donarme.
Pese a la derrota, Manuel fue el único perdedor de las cinco peleas que no fue finalizado a pesar del gran castigo recibido. Los tres jueces revelaron un 30-27 en sus tarjetas y la victoria fue para José Delano por decisión unánime.
Aun así, el propio Dana White —presidente de UFC— quedó impresionado por la actuación del argentino y le dedicó unas palabras que Manuel recién escucharía luego porque se encontraba camino al hospital: “Los matchmakers —quienes arman los combates— decidieron que contarán con Expósito en el futuro. Cualquier cosa que pase, será contratado. Hizo una pelea increíble esta noche. Es un chico muy duro. Estaba 7 a 1 en las apuestas; no le importó, vino a buscar la victoria y nos ha encantado”.
—¿Qué sentiste cuando te enteraste lo de Dana White?
—La gente me preguntaba si había escuchado lo que dijo, y obvio que no, estaba muerto —dice entre risas—. Me da un poco de fe, la verdad que sí. Me siento en el nivel de UFC; sé que no puedo ir contra un ranqueado aún, que todavía me lo tengo que tomar tranquilo, pero puedo estar ahí y pelear contra mucha gente de mi categoría. Queda demostrarlo. Ya sea entrar en un corto aviso, o pelear de nuevo y luego entrar. Sé que lo voy a hacer; no sé cómo, en qué momento, pero lo voy a lograr. Ahora seguiré entrenando. Todavía me queda mucho por mejorar. Desde que llegué a Tijuana progresé muchísimo. Tuve un cambio muy grande.
Uno podría suponer que Manuel, al tener 25 años, se encuentra en la plenitud de su carrera, pero en las artes marciales el auge de cada luchador suele llegar con cierto retraso si se lo compara con otros deportistas. “No quise ir al Contender hace 3 años porque tenía 22. Les decía: ‘No, me van a poner con uno de 30 y me van a matar’. El mejor momento en las MMA es entre los 27 y los 32. Depende de la edad en la que hayas empezado. Quizás otros lo tienen a los 37. Pero si empezaste de joven, es el rango donde se junta la experiencia, el entrenamiento y las peleas, con un estado físico impresionante”.
—Entre los comentarios de la gente se hablaba mucho de tu forma de pelear. A pesar de haber perdido, diste show y en la UFC se busca mucho eso; si no ganás, bueno, ir para adelante todo el tiempo, ¿creés que eso te beneficia para poder entrar?
—Obvio. Al final, lo más importante es eso: el show. En el tercer round sabía que venía perdiendo; me lo dijo mi coach. Intenté arrancarle la cabeza. No salí con derribos. Tenía que dar show; noquear o que me noqueen, pero ir para el frente. Yo entreno para que mi estilo sea emocionante y lindo de ver.
—¿Qué peleador te gusta ver para mejorar?
—Casi siempre estudio a los de mi categoría y de tamaños similares al mío también. Hace un tiempo miraba mucho a Alexander Volkanovski —campeón en Peso Pluma en UFC—; después a Ilia Topuria —campeón en Peso Ligero—. Justo anoche estábamos viendo a Jean Silva —brasileño—, que tiene un estilo muy raro. No lo puedo replicar, no hay forma, es un tipo muy especial. Intento sacar cosas de gente que sea similar a mí, ver qué hacen y, si eso me ayuda, buenísimo.
—¿Cómo te llevas con la idiosincrasia de la UFC de tener que demostrar una confianza por momentos desmedida en vos mismo?
—Tengo que trabajarlo. Tengo mucha confianza, pero me cuesta demostrarlo. Es difícil salir a cámara e insultar a todo el mundo; no sé si es mi estilo. Espero ser lo suficientemente emocionante arriba de la jaula para que no me haga falta hablar y decir mierda de nadie.
Las artes marciales mixtas son un deporte que todavía no acostumbra a que sus luchadores puedan vivir de la actividad. Salvo que seas de los mejores del mundo. El resto muchas veces tiene que sustentarse de otras fuentes de trabajo. Y la ecuación se complica aún más si el origen del peleador es Argentina. “Peleás en el país y te pagan 100 pesos. No hay chance, la verdad. De pelear no hay manera, vivís de los sponsors. Es muy importante trabajar bien tus redes, darle bola a eso. Los sponsors quieren que vos tengas seguidores, que la gente te mire”.
—¿De qué otras cosas trabajaste para poder seguir con el deporte?
—A los 18 yo ya empecé a dar clases; en eso me ayudó mucho mi profe de Argentina. Ahora en Tijuana también estoy dando clases personalizadas de vez en cuando. Y después he trabajado de mesero en bares, restaurantes, pero no por mucho tiempo, solamente en épocas de mucha necesidad.
—Me imagino que ahora estás descansando, pero ¿qué sigue después de esta pelea?
—Sí, estoy de vacaciones, engordando a fondo. Tampoco puedo hacer nada durante tres semanas por la nariz. Por suerte no se rompió, pero no puedo tener mucho contacto. Cuando vuelva a entrenar, me pongo en forma y ya estoy listo. Si no es UFC, será en, no sé, dos meses más, noviembre, alguna pelea cualquiera; yo estoy.
—¿En estos momentos de tiempo libre qué cosas te gusta hacer?
—A veces me saturo. Intento que no pase porque tampoco es bueno. Por ahí entreno, llego a casa, me pongo a estudiar peleas y luego de nuevo lo mismo. Ahora estoy en otra etapa; pienso que no tiene que ser 100% MMA porque te satura la mente y al final llega un punto en el que ya no aprendés porque tu cabeza no da más. Me gusta ver anime. Ahora en Tijuana, un amigo adoptó un perrito, entonces me lo paso con su perro cuando él no está y lo saco a pasear.
Manuel sigue con el mismo enfoque puesto en mejorar que tenía desde un principio. La llama que se prendió dentro de él cuando conoció la disciplina continúa radiante. Ahora la mira está dirigida a conseguir ceñirse el cinturón de la UFC, pero no olvida todo lo que se le inculcó en el camino.
—Al principio querías aprender a defenderte. ¿Con qué otras cosas te nutrió el deporte?
—Me enseñó sobre la disciplina y también de autocontrol. A estar más relajado. Es algo que veo en mucha gente: están andando en el auto, uno se les cruza y se ponen re locos. Se insultan o se quieren pegar. Hay que tener confianza en uno mismo y decir: “Ya está, no pasa nada”. A vivir muy tranquilo; la verdad es que me ayudó a vivir muy tranquilo.
Luis Scola fue un referente silencioso e invisible, un líder que esperó su turno y que ocupó un lugar en la historia del deporte argentino como uno de los máximos exponentes. Hoy, es recordado por cada uno de sus compañeros en cada convocatoria de La Selección.
La pelota pica y pica sobre el suelo brillante de madera antes de que un escolta intente un tiro de tres. Cuando ocurre, el balón viaja por el aire, superando a varios jugadores y, tras rebotar en el aro, queda suelto.Ahí, donde bota el balón, hay un hombre que se entregó en silencio, miró atentamente cada detalle y aguardó su oportunidad.
Luis Scola nunca fue el héroe principal de los equipos en los que jugó. En la Generación Dorada ese lugar lo ocupaba Emanuel Ginóbili. Al igual que Patroclo en La Ilíada, Scola entendió que podía aportar desde otro lado significativo: sacrificarse por un objetivo y tratar de conseguirlo con todas sus energías.
“Luifa”, como se lo apodó en sus primeros años en las selecciones juveniles, sabía que formaba parte de un grupo selecto de atletas históricos. Por eso fue elegido como abanderado en los Juegos Olímpicos de Río 2016, aunque siempre intentó quitarle dramatismo. “No me siento cómodo al pensarlo. Yo creo que dentro de 100 años no me van a recordar, así como no nos acordamos de Oscar Furlong”,confesó. Con esa frase dejaba en claro su visión: el mundo sigue, los jugadores pasan y, tarde o temprano, otros ocuparán su lugar.
Su compromiso era algo para destacar, nunca faltó a un torneo en el que debía estar. Pero no era solo su responsabilidad lo que lo hacía resaltar. Cada vez que entraba a la cancha siempre figuraba entre los puntos más altos del equipo.
Hasta sus propios compañeros lo reconocían.“La Selección sin mí es mejor equipo que La Selección sin Scola. No hay un jugador como él, ni en Argentina ni en el mundo”, afirmó Ginóbili en una entrevista. Y así fue como, tras el retiro de Manu, Scola asumió el peso que antes no se le daba: se puso el equipo al hombro y lo llevó a la final del Mundial de la FIBA en 2019, donde por un momento dejó de ser Patroclo y vistió la armadura de Aquiles, transformándose en la máxima figura argentina de la competición.
En la actualidad, Pablo Prigioni dirige la Selección Argentina de Básquet. Ante los “fracasos” en los últimos Mundiales y Juegos Olímpicos, el técnico señaló que ya no hay más Ginóbili ni Scola en La Selección. Sus palabras recuerdan lo que ese par de jugadores lograron con esfuerzo y constancia, remarcando que en el equipo no importa quién brilla más, sino quiénes sostienen al grupo.
Más allá de sus logros deportivos, Scola también dejó una huella fuera de la cancha. Por eso fue reconocido por otros deportistas como Luciana Aymar, Lionel Messi o Juan Martín Del Potro. Su pasión por el deporte trascendía a su vida personal, cuidando su alimentación, su descanso y el entrenarse con la misma intensidad, así tuviera 20 o 40 años. En la película “Troya”, que relata los hechos de la Ilíada, hay una parte donde Aquiles dice una mítica frase: “Falta Patroclo”. Y quizás ese es uno de los mayores problemas que enfrenta hoy el básquet argentino. A Luis en los diarios, se tituló como “El atleta casi perfecto”, debido a que en el mundo, la perfección no existe. Sin embargo, ¿qué más le faltó para serlo?
Racing atraviesa una de las épocas más felices de su historia. Cualquier semilla que cae cerca del Cilindro hace crecer el pasto. En la última década, la Academia ganó seis títulos, sumando los nacionales (4) y los internacionales (2). Un club que parecía estar destinado a ir contra la corriente, enderezó su rumbo y, después de sucesivas buenas gestiones, se convirtió en un modelo que se anima a pelear todo lo que juega. Tras vencer a Vélez por los cuartos de final de la Copa Libertadores, Juan Ramón “Lagarto” Fleita, exjugador de Racing y actual captador de talentos del club, visitó TEA y Deportea y brindó una charla para alumnos de segundo año.
El club presidido por Diego Milito buscará seguir en modo “#RacingPositivo”. Para eso, deberá trabajar sobre el modo en el que narra su historia. En la actualidad, los niños transitan su infancia al son de las sucesivas victorias del equipo de Gustavo Costas, que son posibles gracias a la incondicionalidad de sus hinchas y a personas como el Lagarto, que tiene un sentido de pertenencia enorme y, a sus 53 años, sigue trabajando a destajo por y para la institución blanca y celeste.
El oriundo de Las Toscas sabe hasta la “cantidad de hormigas” que andan por el predio Tita Mattiussi, donde se entrenan las inferiores de Racing. Ha visto pasar camadas enteras de jugadores, que lo conducen hacia la reflexión: ¿qué diferencias existen entre su formación en el club de Avellaneda a mediados de los 80 y la de los jóvenes que hoy transitan ese proceso que lo encuentra como referente? “El pibe ya no disfruta, tiene la presión de salvar a su familia”, lamenta. Al mismo tiempo, recuerda cómo disfrutó la picada que comió el viernes anterior a debutar en primera contra Chaco For Ever, hecha por la madre de Racing, Tita Mattiussi. “A los chicos les hacen mediciones antropométricas y les dan una dieta de acuerdo a lo que necesite su cuerpo”, contó. El contraste es grande. La alta competencia está en todos los detalles.
El Lagarto cree que cada chico es un enigma a resolver y eso lo estimula a continuar trabajando cada día con el fútbol. Su ojo es siempre humano. “Uno a veces se convierte en la referencia de los chicos que no tienen una imagen para tomar como modelo”, señala y acepta la responsabilidad que eso representa. El exdelantero jugó en la Academia desde 1991 a 1996 en una época en la que paradójicamente abundaban las carencias. Hoy, cree que el escenario que brinda el club a sus juveniles es óptimo y proclive para una formación integral. Tal es así, que el Lagarto definió un modelo de jugador de la Academia: tácticamente inteligente y deseoso por tener siempre la pelota. “En Racing no buscamos que lleguen con la idea de ganar a cualquier precio”, concluyó.
Hoy disfruta de poder cosechar lo que sembró durante años. Su rol de captador lo lleva a viajar a lo largo y a lo ancho del país y a ser recibido por filiales de distintas localidades que lo agasajan y le rinden homenajes. El Lagarto es un eterno agradecido al fútbol por todo lo que le permitió vivir y las amistades que construyó a partir de él. No cierra las puertas a volver a trabajar como director técnico, y hasta bromea con el interinato que tuvo a fines de 2017, tras la salida de Diego Cocca: “Fueron dos partidos: una victoria y un empate. Estoy invicto”.
Sin dudas, la vida de Emiliano Lezcano cambió luego de ese triple desde cerca de su propio aro que le dio el triunfo a Ferro ante Boca por 76-73 en el tercer juego de los cuartos de final de la Liga Nacional. Ese tiro increíble convertido por el tucumano desde un poco más de 20 metros de distancia recorrió el mundo entero y el planeta del básquet, tanto es así que, por ejemplo, uno de los que lo retuiteó en su cuenta de X fue el ídolo de su infancia, Emanuel Ginóbili, con la frase: “Nunca vi algo similar”.
Su nombre resaltó en todas las redes sociales, portales deportivos y canales de televisión, pero su día a día de tranquilidad, paz y de perfil bajo cambió repentinamente luego de ese 12 de junio de 2025. “La semana posterior fue un caos. Tenía más de 200 mensajes en mi WhatsApp, me llamaban de FOX Sports, ESPN y otros medios para hacerme notas. Llegó un momento en el que tuve que apagar mi celular”, contó el base del elenco de Caballito.
Luego del cuarto partido de la serie, que Boca se llevó 74-72 y forzó el quinto juego, el Tucu le pidió a su novia Delfina ir al cine para despejar la cabeza, pero fue todo lo contrario. Todo el público del shopping lo conocía, le pedía fotos, autógrafos y le imposibilitaban la salida del complejo. Una salida romántica para desconectar y ver “Lilo y Stitch” fue una verdadera odisea.
El portador de la camiseta número 4 del Verdolaga se crió con mucho amor y humildad en su casa de Tafí Viejo, la cual compartía con sus padres y sus hermanos Horacio, Ezequiel y Agustina. Vivían enfrente de Talleres, uno de los equipos de la ciudad, y desde que tiene uso de razón permanecía el mayor tiempo de su día dentro de las instalaciones del club.
Su madre trabajaba en una librería y su papá tenía una imprenta y toda la vida le inculcaron el sacrificio y el esfuerzo de todos los días. “Nunca nos sobró nada, tampoco nos dimos lujos, pero el plato de comida nunca faltó. A la noche se complicaba y ahora de grande me doy cuenta de que mi mamá nos decía que no tenía hambre, pero era para que comamos nosotros”, confesó.
Su familia siempre estuvo apoyándolo desde el día uno. “En la propuesta para ir a Córdoba hubo una disputa, ya que mi mamá quería que estudie y le dije llorando que me quería ir, que quería ser jugador de básquet. Me ayudaron mucho. Sin ellos no sería nada”, contó. En las charlas que a veces le toca dar en distintos clubes, Lezcano manifestó que busca transmitirles a los padres que crean en sus hijos, en que piensen que van a llegar a ser lo que quieran ser y que toda la familia crea que ellos pueden. Tienen que dejar ser a sus hijos y creer en ellos.
Emiliano jugó en Talleres hasta los 15 años, edad en la que llegó a Estudiantes de Tucumán y disputó la segunda división de la provincia: “La B tucumana es una carnicería. Me han llegado a amenazar con cuchillos desde la tribuna”, declaró. Luego pasó a Ameghino y debutó en la Liga Argentina en un encuentro ante Central de Ceres con tan solo 17 años. Regresó a “La Cebra” en 2021, pero seis meses después volvería al conjunto de Villa María para integrar el plantel que disputó la Liga Argentina y llegó a las finales, que, para lamento de Lezcano, perdieron ante Zárate en cinco partidos.
Llegó al conjunto cordobés gracias a unas pruebas que se realizaron en el club y solamente había lugar y viviendas para seis, los cuales ya habían sido elegidos y el Tucu no estaba entre ellos. Allí fue que apareció Pablo Giraudo y decidió pagar un departamento más para que Emiliano se quede y pueda jugar en el club. “Pablo es una persona muy importante para mí y siempre me ha ayudado mucho. Si él no pagaba otro lugar para mí, yo no sé si estaría jugando al básquet”, acotó. “Hace poco le envié una camiseta con una carta y me llamó llorando para agradecerme. Es un tipo que da sin recibir nada a cambio”, agregó el basquetbolista.
Otra persona muy importante en su carrera fue Gustavo Gaete, su técnico en Estudiantes, que le dio confianza y lo entrenó sin importar el horario y las condiciones climáticas. “Es un grande para mí. Veía algo en mí que yo no lo veía”, declaró.
En 2023 llegó al elenco de Caballito y convivió mucho tiempo junto a Felipe Rodríguez, jugador surgido de las inferiores del club que es uno de sus actuales compañeros. Le costó adaptarse al caos de Buenos Aires, ya que es todo lo contrario a la tranquilidad que hay en Tucumán y Villa María. Además, tuvo un breve paso por la Liga de Venezuela: “Estuvo bueno lo que viví, pero si me decían de quedarme un mes más no lo hacía”, afirmó.
Ezequiel Lezcano, su hermano, es jugador de las inferiores de Regatas de Corrientes y en el encuentro entre el Remero y Oeste le tocó ir al banco de suplentes y tuvo la posibilidad de debutar en la Liga Nacional ante el equipo de su hermano, pero finalmente no ingresó. Justamente, esa semana en la que casi se enfrentan en cancha los hermanos Lezcano fue muy dura para la familia, debido a que su padre debió ser operado del corazón. “A mi viejo lo durmieron y debía despertar en pocas horas, pero estuvo dos días sin abrir los ojos y las enfermeras nos llegaron a decir que si pasaba de esa noche era un milagro y al día siguiente despertó. Fue un milagro”, expresó el base de Ferro.
También agregó que le repercutió mucho en lo deportivo, ya que esa semana de partidos, ante Gimnasia de Comodoro Rivadavia y Oberá, respectivamente, fueron los peores de su carrera, según contó Emiliano. “A la semana siguiente de que lo operaran metí 30 puntos ante Independiente de Oliva. Fue una tranquilidad enorme”, añadió.
Su novia Delfina y su hermana Agustina creen mucho en las energías y, de a poco, se lo fueron inculcando al Tucu.
Emiliano tuvo un hermano mellizo que falleció al día siguiente en que nacieron y, justamente relacionado con las energías, siente que siempre está presente junto a él. “En el tiro, hay un momento en que la pelota baja de repente y apunta directamente hacia el aro. Siento que él estuvo ahí y me ayudó a que entrara”, describió.
Toda su vida fue llena de mucho amor, contención y compromiso: fue muy educado, respetuoso y buen estudiante. También fue abanderado en la escuela primaria, tenía asistencia perfecta y siempre salía como mejor compañero. “Mi infancia fue muy divertida, estuve rodeado de amigos”, declaró.
Su mamá, pilar en su vida, trabajó durante 20 años en la librería y hace un tiempo, entre todos los hermanos, le dijeron que deje de trabajar, que se mantenga con la venta de productos de bazar y que, si algún día necesitaba algo, que le pida a ellos. “Mi mamá trabaja desde los seis años, ya que su infancia fue muy dura y hasta en muchos casos no tenían para comer en la casa. Nosotros no estuvimos ni cerca de tener esa vida y es algo que le voy a agradecer eternamente”, comentó el joven tucumano.
“El Lobo”, como le dicen sus compañeros en Ferro, tiene como hobby y tradición familiar la pesca. “Nos gusta mucho pasar tiempo en familia. Ahí despejás la cabeza, sos vos y la caña, nada más”, agregó. También incursionó en el mundo de la cocina y su fuerte, sin dudas, es la tortilla de papas. Ama los guisos, la pata y muslo y las milanesas, aunque confesó que no le gustan mucho las que hacen en Buenos Aires, ya que no tienen tantos condimentos.
Se crió con la anaranjada debajo del brazo y se considera simpatizante de los Miami Heat. Creció en la etapa dorada de la franquicia y con LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh liderando el equipo. “En la actualidad no estamos muy bien, pero amo al entrenador Erik Spoelstra”, añadió.
El Tucu tiene una gran actualidad y busca conseguir grandes logros con el elenco verdolaga, pero en unos años se ve jugando en la Liga de Brasil para dar el salto internacional importante en su carrera.
Una vida de sacrificio, compromiso, trabajo y amor familiar. Rodeado de grandes amigos y familia, que es lo más grande que uno puede tener. Emiliano Lezcano sigue en busca de cumplir los sueños de aquel niño que iba todos los días al club Talleres para jugar al básquet y anhela ayudar a su familia y retribuir, de la manera que pueda, todo el cariño que le brindaron durante su vida. Un chico de perfil bajo que dio y dará que hablar por mucho tiempo.
Cada vez que el semáforo se ponía en rojo, con una sonrisa tímida y una caja llena de alfajores Guaymallén en mano, aparecía Lautaro Rivero, quien caminaba entre los autos que pasaban por la ruta 25 en Moreno, al oeste del conurbano de la provincia de Buenos Aires. Algunos bajaban la ventanilla para comprar, otros miraban hacia otro lado. Sin embargo, él siempre estaba ahí.
Lautaro Rubén Rivero Cruz nació el 1 de noviembre de 2003 en Moreno. Tiene 21 años y desde junio de 2025 juega en River, luego de su paso por Central Córdoba de Santiago del Estero. Desde muy chico aprendió el valor del sacrificio. Creció en una familia numerosa junto a sus cinco hermanos y sus padres, Adriana Cruz y Alejandro Rivero. Durante su adolescencia, “Laucha”, como le dice su padre, se dedicó a trabajar de vendedor ambulante de alfajores Guaymallén para ayudar a su familia.
Adriana Cruz, mamá de Rivero, cuenta a El Equipo: “Desde muy pequeño, Lautaro siempre fue muy disciplinado. Nunca se rindió, ni cuando las cosas se ponían difíciles. Verlo hoy en River me llena de orgullo. Fue su sueño desde siempre; me hace pensar que todo el esfuerzo y sacrificio de la familia valió la pena”.
A los seis años comenzó a practicar fútbol en el club Los Halcones en Moreno junto a su hermano menor Joaquín. Su primer entrenador fue Marcos Ramírez, quién le enseñó cómo practicar fútbol: “Lauti empezó a entrenar conmigo desde muy chico, siempre fue diferente a sus compañeros. Desde un principio dije que iba a ser un apasionado por el fútbol, por su rapidez al aprender y practicar. No faltaba nunca a las clases, siempre estaba con una sonrisa. Es un gran pibe, con muchos valores y humildad, es un orgullo para mí verlo jugar”.
En marzo de 2018, Rivero quedó en River tras una exitosa prueba en la categoría 2003. Sergio Espínola, su ex entrenador del Club La Victoria de Moreno, comenta: “La prueba surgió a través de mi amigo que trabajaba con el hijo del Tapón Jorge Gordillo. En ese entonces él era el director técnico de la Novena de River y estaba en busca de un volante central y un lateral izquierdo. Lauti tenía 14 años y sabía que era una gran posibilidad para que se muestre. Y no la desaprovechó”.
Rivero se probó como volante por izquierda, su posición desde que empezó a jugar, pero luego, por su estatura (1,85) y por su potencia para marcar, se consolidó como defensor central en inferiores. Se formó y se convirtió en una pieza clave del plantel de Reserva, dirigido por Marcelo Escudero. No muchos sabían por aquel entonces que, al mismo tiempo que no faltaba a ningún entrenamiento, vendía alfajores Guaymallén en Moreno.
El 25 de octubre de 2023, su carrera futbolística cambió absolutamente: firmó su primer contrato con el Millonario, pero no tenía lugar en el primer equipo de Martín Demichelis. Su futuro era continuar en Reserva. Al siguiente año, Central Córdoba lo incorporó al equipo a préstamo hasta diciembre de 2025. Jugó 30 partidos y marcó dos goles. Logró su primer título como jugador profesional tras salir campeón de la Copa Argentina 2024. Incluso a comienzos de 2025 fue figura en su debut en la Copa Libertadores, en la victoria por 2 a 1 ante el Flamengo en el emblemático estadio Maracaná.
Su gran presente en el conjunto santiagueño no pasó desapercibido. En junio de 2025, sonó el teléfono. Del otro lado, la voz de Marcelo Gallardo , director técnico de River, le confirmó que se sumaba al equipo para el Mundial de Clubes en Estados Unidos. La incorporación al plantel ya era una realidad. Su nombre volvía a la lista, pero esta vez con un lugar protagónico. Lo que había soñado desde chico y declarado meses atrás: “Mi sueño es debutar en River; vine a Central Córdoba por un propósito y es volver a River de la mejor forma”. Ya no era una ilusión; era su presente.
El primer partido con la camiseta de River fue el 9 de agosto de 2025 en el clásico ante Independiente por el Torneo Clausura, que finalizó 0-0. Gallardo, en la previa del partido, optó por cambiar la formación inicial e incorporó a Lautaro Rivero en reemplazo de Paulo Díaz, quien quedó descartado por lesión. El juvenil de 21 años no desaprovechó la oportunidad. Tuvo un gran nivel y fiel a sus antecedentes, volvió a ser figura en su debut.
Por Katrina Botta, Rocco Miño, Martino Pizzi y Azul Ramos
En un país donde el fútbol es el deporte que más pasión mueve, el hockey tuvo que pelear para encontrar su lugar. Hubo una luz de esperanza entre 1974 y 1978, cuando la primera generación se alzó como subcampeona del mundo dos veces y logró un tercer puesto. Sin embargo, esa luz no brilló lo suficiente para crecer e impulsar el deporte.
Después de años de fracasos y desilusiones, resurgió en 1987 con el primer título en los Juegos Panamericanos, seguido del bicampeonato en 1991. El golpe de gracia fue en 1993, el seleccionado se consagró campeón mundial juvenil en Tarrasa, España. Comenzó una nueva etapa donde se escuchó el “primer rugido” y quienes lo conformaban se convirtieron en “Leonas”.
En 1997, Sergio “Cachito” Vigil, tomó las riendas de la selección, con una misión: despertar el potencial de un equipo dormido y brillar a nivel mundial. Armó el plantel con una mezcla de juventud y experiencia. Promesas como Luciana Aymar, Soledad García y Mariela Antoniska, se vieron al resguardo de veteranas como Vanina Oneto, Jorgelina Rimoldi y Magdalena Aicega. Bajo el liderazgo de Vigil, un fuego interior se prendió en cada una de ellas. ¿El objetivo? triunfar, destacar, hacer historia. El DT, transformó el equipo, cada jugadora dio lo mejor de sí. Juntas, forjaron un legado que resonó en el tiempo y le dieron comienzo a lo que fue Sidney 2000.
Sergio Vigil junto a Karina Masotta y Luciana Aymar
Ya en los Juegos Olímpicos, el escenario más grande del deporte, Argentina ganó los primeros dos partidos y perdió los dos restantes de la primera fase. Llegó el momento de enfrentar a Holanda, el mejor seleccionado del mundo. Pero ellas no se dejaron intimidar. Lucieron por primera vez la camiseta con la leona bordada, un símbolo de su espíritu indomable. Jorgelina Rimoldi, ex jugadora del seleccionado, definió que ser una leona es sinónimo de “compromiso, entrega, compañerismo, unión y perseverancia”. Ella siente que aquella generación marcó un antes y un después en el hockey argentino, reconoce que “muchas niñas y adolescentes se interesaron más por el deporte”, luego de la medalla olímpica, y decidieron practicarlo, lo que generó una expansión masiva en nuestro territorio.
Primera versión de la camiseta argentina con la leona estampada
El hockey en Argentina es de nivel amateur y es algo gratificante que a nivel deportivo sea potencia mundial hoy en día. Rimoldi aseguró que: “Argentina tiene un plus que los demás no lo tienen, otras selecciones tienen todo servido y nosotros eso lo compensamos en la cancha con la entrega, garra y sacrificio”. A su vez, Alejandra Gulla, goleadora histórica de la selección, expresó: “La diferencia está, pero nosotros tenemos el semillero que hace que sigamos creciendo. Además, lo que tiene el argentino es la resiliencia y el ir siempre para adelante”. Esa medalla de plata que lograron el 29 de septiembre en Sidney, abrió el camino para los años más gloriosos del hockey argentino. Después del 2000, en total consiguieron: 6 medallas olímpicas, 7 Champions Trophy, 1 Liga Mundial, 1 Pro League y sus únicos 2 mundiales, uno disputado en Rosario en 2010.
Las Leonas, campeonas del mundo en Rosario 2010
Cuando se ponen la celeste y blanca, sienten “placer, felicidad y orgullo” por representar al país, ser una leona representa muchos valores. Gulla agregó: “No es solo ponerse la camiseta, sino que lleva una gran responsabilidad a nivel personal, la salud mental, el estudio, la vida propia en sí. Todo influye”. A la hora de buscar similitudes con el felino se considera que las leonas cazan en grupo, y se entrenan para cumplir su objetivo, que allá por el 2000, fue subirse a un podio. Y así fue como con “sacrificio” y las garras afiladas, se fueron abriendo paso al mundo. Las Leonas no solo conquistaron medallas, sino también corazones, dejando una huella imborrable en el deporte argentino. Pasaron 25 años y su legado vive, respira y late en cada jugadora que sigue su camino.
Por Casandra Lacabe, Florencia Rodríguez Sánchez y Candela Guijo
Santiago Sosa, de Racing y Rodrigo Rey, de Independiente, palpitaron el clásico de Avellaneda que se jugará este domingo a las 15.15 en el Cilindro, por la fecha 11 del Torneo Clausura.
El mediocampista de la Academia se refirió al buen momento del club y la ilusión de ganar el clásico: “Queremos ganar el domingo y nos estamos preparando para eso. Sabemos que es una alegría para toda la gente este partido, jugamos de local y va a ser algo muy lindo por todo lo que pasó el martes y lo que viene”.
Por su parte, el arquero del Rojo marcó la importancia de llevarse los tres puntos el domingo y lo que significa para Independiente: “Un clásico, más allá del contexto, representa mucho y ganarlo es lo que se quiere, sería muy bueno para todos. Para todo lo que representa nuestro mundo como club, tenemos la mente puesta en eso y hemos trabajado toda la semana para que eso suceda”.
Racing se encuentra en el puesto 12 de la Zona A con 10 puntos, busca acortar distancia y acercarse a Unión que está puntero con 17 tantos.
En su último partido por el torneo venció 2-0 a Huracán en condición de visitante y el martes pasado superó a Vélez 1-0 por los cuartos de final de la Copa Libertadores, cerrando la serie con un 2-0 en el global y se clasificó a la semifinal.
Independiente, por su lado, se encuentra último de la Zona B liderada por Riestra con 19 puntos, y aún no ganó. Acumula 4 empates y 4 derrotas, en la fecha pasada igualó 1-1 de local con San Lorenzo.