domingo, diciembre 22, 2024
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Almirante Brown, orgullo de pueblo, garra y corazón

Por Lautaro Moyano

“Ya no tenemos lugar para ustedes”, les comunicó el presidente del Club Huracán de San Justo a Juan Carlos Boragno y a sus amigos, ya que preferían contratar a futbolistas más jóvenes de Capital Federal, a los que le iban a pagar un sueldo. Enojados, acudieron al padre de “Tito”, apodo con el que se conocía a Boragno, con la intención de fundar su propio club, y así fue cómo se gestó el club más importante del partido de La Matanza, del que Don Segundo Boragno fue el primer presidente y uno de los fundadores.

Su acta fundacional data del 17 de enero de 1922, cuando nació el Centro Atlético y Recreativo Almirante Brown, que tomó el nombre del desaparecido Atletic Club Almirante Brown de San Justo. Los colores se deben a que el encargado de adquirir la vestimenta para el primer equipo solo consiguió el juego completo de Peñarol de Uruguay, una remera con siete franjas verticales, tres negras y cuatro amarillas, que, con sus variantes a lo largo de sus 102 años de vida, se transformaron en sus colores insignia.

El Club Almirante Brown, nombre con el que se lo conoce en la actualidad, supo transformarse en la institución más popular de La Matanza. Con su sede social en San Justo y su emblemático Estadio Fragata Presidente Sarmiento en Isidro Casanova, la pasión por el Aurinegro traspasó todas las localidades y tiñó de amarillo y negro el partido más grande de la provincia de Buenos Aires. Desde sus inicios, el club, además del fútbol, fue emblema en su rol social: en la década del 50, la sede del club, en la calle Entre Ríos 3255, fue cita de bailes y carnavales. También se acercaban artistas populares de la época, desde Beto Orlando y Billy Bond hasta Pappo Blues y Pescado Rabioso.

Club Almirante Brown - La Matanza - Buenos Aires- Argentina - Orgullo de pueblo

 

Mientras tanto, el primer equipo de fútbol participaba por primera vez de un torneo oficial de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), consagrándose campeón invicto de la tercera división de ascenso en 1956, lo que le permitió jugar en la Primera C. Ya para 1965, el equipo logró el ascenso a la, por entonces, Primera B (actual Primera Nacional) en su viejo estadio en las calles Matheu y Entre Ríos, en San Justo. En el último partido del torneo se enfrentó a Liniers en condición de visitante, que cedió su localía para que el Aurinegro se consagrara en su cancha, la que sería la última vuelta olímpica en ella, ya que las gestiones para obtener las tierras donde hoy se encuentran el estadio Fragata Presidente Sarmiento y su polideportivo ya estaban en marcha.

La primera vez que fui a ver a Brown, fue en la vieja cancha de la calle Matheu, tenía 8 años. Éramos tres o cuatro chicos y nos dejaron entrar sin pagar entrada. Desde ese día me enamoré del club”, recuerda Rubén “Manopla” Fernández, ex líder de barra y uno de los hinchas más emblemáticos. En 1964, parte de la comisión directiva se reunió con el entonces senador radical Raúl Alfonsín, quien fue pieza fundamental para que el Congreso Nacional le otorgara por ley 12 hectáreas al club para construir su predio en Isidro Casanova. Así dejó el gentilicio de ser un club “sanjustino” para pasar a ser “matancero”. En 1968, se colocó la piedra fundamental de lo que sería el Estadio Fragata Presidente Sarmiento, que se inauguró en 1969. Sería un puntapié para el desarrollo de diferentes actividades además del Fútbol, como Tenis y Natación,  en la institución.

La década del 70 fue una época dorada para Almirante Brown. Tuvo un gran crecimiento en su infraestructura y se construyeron las canchas de Tenis y la pileta donde se practicó natación, con baños y vestuarios. Almirante tuvo y tiene muchas disciplinas en su haber, desde las clásicas como básquet, tenis y handball, hasta las más llamativas como el béisbol y el rugby, entre 2017 y 2019. Incluso se colocaron las famosas “H” en la ciudad deportiva, donde pretendía jugar en el Torneo Empresarial de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), ya que al ser un club de fútbol no se le permitía jugar en otra categoría.

Antonio Argento, presidente del club desde 2016 hasta 2018, le dio mucha importancia a las diferentes disciplinas. “Estoy convencido de que es importantísimo que se practiquen todos los deportes, nos faltó desarrollar natación y atletismo”, comenta. Los resultados negativos del primer equipo de fútbol, que militaba en la Primera B Metropolitana, le valieron decenas de críticas. Argento justifica el mal momento con la escasez de ingresos.“Nos salvamos del descenso con muy pocos recursos, y no podés aspirar a contratar jugadores”, refiriéndose  a la temporada 2018 , cuando El Mirasol estuvo al borde de descender de la B Metropolitana a la Primera C.

Maximiliano Levy asumió como presidente y contrató a Blas Armando Giunta como director técnico en 2018 y, juntos, salvaron al equipo del descenso. Desde la llegada de Levy, Almirante Brown ascendió a la Primera Nacional en 2020, jugó semifinales para ascender a la Liga Profesional en 2022 y participó en la histórica final de 2023 ante Independiente Rivadavia de Mendoza, en el estadio Mario Kempes de Córdoba, donde movilizó casi 25 mil hinchas desde toda Matanza.

Sin embargo, la actual dirigencia dejó relegada muchas disciplinas deportivas, como el básquet, patín, taekwondo y handball, las que se practicaban en la sede social, antes de que parte de sus instalaciones fueran cedidas a la firma SportClub, lo que  generó descontento en muchos socios e hinchas y provocó que en el lugar sólo quedaran oficinas administrativas, un local de venta de indumentaria, artículos varios ligados al club y el buffet. La comisión directiva argumentó que la decisión de concesionar una parte de la sede social,  se debía a que las restricciones por la cuarentena había dejado sin ingresos al club, incluso una baja considerable de socios, y que de esta manera, cediendo las instalaciones, generarían un ingreso fijo mensual que incluso sería superior a lo que se recaudaba por las actividades.

Además, la idea era trasladar las disciplinas a la ciudad deportiva , con la construcción de un microestadio multipropósito, aunque fue postergado por falta de financiamiento. Descartada la posibilidad de construir un microestadio, se dio lugar al plan de terminar la tribuna lateral y aprovechar el espacio debajo de ella para volver a darle lugar a los deportes relegados, pero quedó solo en eso: un proyecto.

Una de las actividades que hoy tiene relevancia es el hockey femenino, que en 2021 cambió por completo el césped sintético de su cancha, reinaugurada con la presencia de La Leona Agustina Gorzelany invitada por el presidente de Almirante Brown Maximiliano Levy a participar del evento. Ese mismo año ascendió de categoría y hoy milita en la división “E”. Rafael Ramírez, coordinador de hockey, sostiene que Almirante Brown es un club de fútbol. Sin embargo, los jugadores de cualquier disciplina que se pongan la camiseta de Brown, representan al club.

El hockey es amateur en Argentina; está prohibido que cobren un sueldo. Lo que sí tenemos en el club son cinco chicas becadas a las que se les dificulta en lo económico y no pagan la cuota de la actividad”, agrega Ramírez. Respecto al sueldo de los cuerpos técnicos confiesa que son muy bajos, incluso el de los clubes de primera como Santa Bárbara o San Fernando. Por este motivo, cuenta que en Brown las jugadoras se entrenan por la tarde, ya que por la mañana los entrenadores trabajan, en su mayoría, en gimnasios, algunos ejercen la docencia o en emprendimientos personales, que es su principal fuente de ingresos.

Otra de las actividades que subsisten es el tenis, que cuenta con dos canchas en la ciudad deportiva, inauguradas en 1972, con la gestión de Amadeo Debattisti, presidente de la subcomisión de tenis y miembro de la comisión directiva en más de una oportunidad. “Al final de la década del 70 ya contábamos con iluminación artificial. Esto nos permitió organizar torneos nocturnos, que acercaron a tenistas profesionales y amateurs. Sin duda, esas jornadas fueron fundamentales para el crecimiento de la actividad”, afirma Debattisti.

A pesar de que el fútbol es la actividad de la que el club vive, los jugadores de las divisiones inferiores muchas veces requieren del esfuerzo de sus familias para que puedan seguir entrenando. Enzo Cardozo, futbolista de la Primera División, recuerda: “En inferiores teníamos que pagar todo nosotros, botines, cuota, ropa, y salía del bolsillo de mis viejos. Esto fue así hasta que pude debutar en Primera”. A pesar de ello, agrega: “Almirante es mi casa, el club que durante mucho tiempo me brindó todas las herramientas para que pueda lograr todos mis objetivos”.

Hoy Almirante volvió a su esencia: que sea un club de familia. Hace 20 años no era así, las diferencias entre las facciones de la barra les trajo consecuencias que no le permitieron cumplir su sueño de jugar en la máxima categoría del fútbol argentino, como el torneo de Primera Nacional de 2008, en el cual arrancó con una sanción de una quita de 18 puntos por tirar un petardo al lado del arquero Walter “Cubito” Cáceres, de Estudiantes de Buenos Aires, en la final por el ascenso a la Primera Nacional que se jugó en el Cilindro de Avellaneda. La sanción condenó a Almirante, una vez más, al descenso. En un torneo que, si no fuera por la sanción, hubiese jugado la Promoción para ascender a la máxima categoría.

El fútbol de luto: murió un hincha de Almirante Brown en una pelea de la  barra

La actual comisión directiva comandada por Levy se propuso terminar con las diferencias en las distintas facciones de la barra brava y hoy conviven todas juntas en una misma tribuna, cantan las mismas canciones y están en paz. Gracias a ello, tanto niños como mujeres se acercan cada fin de semana al Fragata Presidente Sarmiento a alentar al equipo de su barrio. Así como dice su himno la “Marcha Mirasol” que distingue a la institución: Almirante Brown es “orgullo de pueblo, garra y corazón”.

Cuando la cabeza corre más rápido que los motores

Por Bautista Alecho

En las pistas del automovilismo argentino se vive adrenalina y pasión. Los motores ruidosos y los fanáticos llenan las tribunas, pero más allá del espectáculo que se despliega a altas velocidades, existe una tema menos visible que enfrenta cada piloto: el reto mental. El automovilismo es un deporte que exige precisión extrema y control necesario a más de 300 km/h. También la fortaleza psicológica juega un papel esencial. Juan María Traverso, tricampeón del Top Race en 2003, lo dejó claro con su famosa frase de que “no es para cagones”, haciendo referencia no sólo a la habilidad en la pista, sino a la resistencia mental necesaria para ganar.

La imagen clásica del piloto de carreras tiene que tener valentía y agallas. Pero,¿cómo soportan la presión constante y afecta la salud mental? Para los pilotos, manejar a grandes velocidades es cuestión de técnica y reflejos, y consideran que la presión mediática, las expectativas y los errores pueden desgastar el bienestar emocional con el tiempo. Lando Norris (foto), joven talento del Reino Unido de la Fórmula 1 con la escudería McLaren, fue sincero sobre las dificultades que enfrentó al debutar a los 19 años en el Gran Premio de Australia en 2019. “La gente, dado que solo ve la televisión, no se da cuenta de muchas cosas por las que pasa un piloto. Llegas a la F1 y de repente hay muchos ojos puestos en ti. Lidiar con todo ese tipo de cosas me pasó factura”, confesó en una entrevista con This Morning, programa de televisión que se emite por la cadena ITV, en la que hizo referencia a las miradas puestas sobre él desde temprana edad y al estrés que enfrentó al competir contra los mejores pilotos del mundo.

Resumen en vídeo de la carrera del Gran Premio de Bélgica de F1 de 2024

Hoy, la salud mental en los deportes de élite empezó a ganar visibilidad, y el automovilismo no es la excepción. El psicólogo Pablo Piekard comenta que después de un mal resultado o de una situación estresante en la competencia es vital que los pilotos tengan un espacio para procesar sus emociones y aprender de ellas. Además explicó la importancia de convertir los problemas en un crecimiento personal: “El foco debe ser darle un lugar para permitirle que se exprese y, una vez que se haya enfriado, observar un aprendizaje”.

Marcos Quijada (foto), piloto sensación del Turismo Carretera (TC), maneja la presión desde una edad temprana. A sus 21 años, el Marciano Quijada ya experimentó los bajones de la profesión. Nacido en Escobar, provincia de Buenos Aires, comenzó a correr en karting a los cuatro años en las calles de su barrio y a los seis ya pudo competir en circuitos profesionales. Luego, Quijada fue pasando por los diferentes escalones del automovilismo nacional, como la Rotax, Regional y Campeonato Argentino. En todas las categorías se subió al podio, para empezar a mostrar allí las condiciones a la hora del manejo y velocidad. Hasta que llegó el 13 de febrero de 2023, su debut en el TC, la máxima categoría del automovilismo argentino.

Quijada: “El toque con Álvarez me termina perjudicando y rompo el auto” | SoloTC

 

Al recordar sus primeros pasos en el automovilismo, Quijada menciona que las primeras alegrías, pero también las primeras decepciones, moldearon su carácter. Con el apoyo constante de su familia y amigos, desarrolló una mentalidad fuerte: “Siempre pienso en ganar, esa es mi única motivación”. Luego de las palabras en una de las calles del Autódromo de Rafaela, Quijada se fue al box del equipo Uranga Racing, en donde se desempeña, y empezaría a hidratar, ponerse el casco, guantes, para así tener una última breve charla con su jefe de equipo previo a la final que otorga los puntos para el campeonato. Ya en su butaca y con el sonido de un motor ruidoso, los fanáticos empezaron a filmar el auto al comenzar a circular hasta entrar al Óvalo. Para llegar debía pasar por una calle poblada de personas que observaban a los diferentes pilotos, que al igual que el Marciano salieron de su box para empezar la final, que contaba con un premio de 8 millones de pesos para el ganador de la carrera de Rafaela.

En una competencia con 50 autos, como lo es el Turismo Carretera, solo uno puede llevarse la victoria, lo que obliga a los pilotos a mantener los pies en la tierra y aceptar que no siempre se puede ganar. La actitud madura hacia el éxito y el fracaso fueron claves en el desarrollo de Quijada. Allí aprendió a canalizar sus emociones mediante técnicas como la visualización y la meditación, prácticas recomendadas por expertos en psicología deportiva. Estas herramientas permiten mantener la calma en momentos de tensión y, como comenta Sebastián Blasco, director de la Diplomatura en Psicología del Deporte de la Universidad Austral, son esenciales para que los deportistas mantengan su enfoque: “Uno de los ejercicios más utilizados es el posicionamiento de metas y objetivos. Las metas nos direccionan hacia un lugar en particular, y el poder pautarlas y programarlas nos ayuda a unificar nuestras intenciones para poder lograrlas”.

A medida que avanzan sus carreras, los pilotos se enfrentan al desafío de manejar no solo su rendimiento en la pista, sino también el miedo al error, que es un fantasma constante en el automovilismo. Saben que una maniobra arriesgada puede costar varios puntos en el campeonato. Para enfrentarlo, los corredores adoptaron ejercicios mentales que les permiten resetearse antes de cada carrera, la respiración controlada, visualización de situaciones de carrera y la meditación son algunas de las que se utilizan para encontrar un equilibrio necesario.

A pesar de los avances en la psicología deportiva, todavía existe un rechazo por parte de algunos pilotos a recibir ayuda profesional. En Argentina, muchos pilotos de diferentes categorías no ven la necesidad de trabajar con psicólogos deportivos, aunque los beneficios de hacerlo están demostrados. Los especialistas no sólo ayudan a los deportistas a establecer metas realistas y mantener una mentalidad positiva, sino que también fortalecen la conexión entre la mente y el cuerpo, lo que fortalece el rendimiento y logra aliviar las tensiones.

Los ejercicios mentales no son diferentes para Marcelo Guillet (foto), piloto del Procar 4000, categoría Argentina que promueve la formación de los pilotos con orientación hacia el Turismo Carretera, quien se entrena regularmente en el Kartódromo Internacional de Zárate junto a su padre y un mecánico, que además de ayudarlo en la mecánica del motor, lo aconseja y le toma el tiempo con un cronómetro. Después de dar por finalizado el entrenamiento, Guillet comenta sobre sus propias rutinas para mantenerse enfocado antes de las competencias: “Lo que hago es subirme diez minutos antes al auto de carreras y quedarme tranquilo ahí; eso me genera paz, me ayuda mucho antes de cada competencia”.

Marcelo Guillet: "estamos hablando con buenos equipos para esta temporada" | infociudad

En los autódromos de Argentina, desde las categorías más humildes hasta las más prestigiosas, se observa una batalla que el público no logra distinguir: la pelea mental. Cada piloto, a pesar de su nivel, enfrenta el miedo al error, la presión de ganar y la ansiedad que acompaña cada carrera. Aunque con las herramientas adecuadas, y gracias al apoyo de psicólogos deportivos, pueden transformar emociones en combustible para alcanzar sus objetivos planteados.

La conexión entre mente y cuerpo es cada vez más relevante en el automovilismo. En un mundo donde cada segundo cuenta, donde una mínima distracción puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, la preparación mental se convirtió en una parte fundamental del entrenamiento de los pilotos. Lo demuestran Norris, Quijada y Guillet: la velocidad no es lo único que define a un piloto, sino también la capacidad para dominar su mente y enfrentar las presiones con calma y claridad.

La eterna competitividad del tenis argentino

Por Diego Stoler

No es casualidad que la única final en 2024 de un torneo ATP 500, o más, sea entre tenistas argentinos (Mariano Navone y Sebastián Báez). Tampoco es casualidad que Argentina se encuentre entre los únicos seis países que tienen o tuvieron ocho tenistas dentro del top 100 del ranking ATP en 2024, hito que comparte con Alemania, Australia, España, Estados Unidos, Francia e Italia.

La camada de tenistas argentinos nacidos entre 1998 y 2001 empieza a ser protagonista de grandes torneos ATP, como lo fueron en el Masters 1000 de Miami de 2022 o el Roland Garros 2023 con Francisco Cerúndolo y Tomás Etcheverry.

Francisco Cerúndolo (foto) fue el primero en emerger en el circuito. En el ATP 250 de Buenos Aires de 2021, el tenista de 23 años sorprendió a todos con su gran rendimiento, ya que no solo había superado la qualy en su primer Buenos Aires Open, sino que también consiguió su primera final. En aquel partido, Cerúndolo perdió por 6-1 y 6-2 ante Diego Schwartzman, el último argentino en alcanzar el top 10 del ranking ATP. De todas formas, las sensaciones eran positivas.

Francisco Cerúndolo, hoy; Resultados, ranking, próximos torneos, noticias y cómo ver sus partidos | Sporting News Argentina

El rendimiento de Cerúndolo en el ATP 250 de Buenos Aires no había sido cuestión de suerte, y así lo reafirmó durante todo 2022. Después de un comienzo lento llegó al Masters 1000 de Miami con un cuadro complicado en el que iba a tener que enfrentar a tres top 30 de forma consecutiva —el francés Gaël Monfils y los estadounidenses Reilly Opelka y Frances Tiafoe—.

Cerúndolo mostró todo su potencial al derrotar a sus tres rivales y perder un solo set en los tres partidos para así llegar a los cuartos de final. Jannik Sinner, actual número 1 del mundo, fue el rival en cuestión. Cerúndolo comenzó en un gran nivel y logró quebrar el servicio del italiano para poner el marcador 4-1 en el primer set. Para la “suerte” de “Cisco”, Sinner se vio forzado a retirarse del partido por una lesión. De esta manera, Argentina volvía a tener un tenista en las semifinales del Masters 1000 de Miami después de Juan Martín Del Potro en 2018.

El camino de Cenicienta de Cerúndolo finalizó en las semifinales. El noruego Casper Ruud lo venció 6-4 y 6-1 y privó al bonaerense de ser el cuarto finalista argentino en la historia del Masters 1000 de Miami, después de Alberto Mancini en 1992, Guillermo Coria en 2004 y Guillermo Cañas en 2007. La derrota no frenó el ascenso de Cerúndolo, que a partir de este resultado ingresó al top 50 del ranking ATP, lugar de donde no salió más hasta la actualidad.

Sebastián Báez (foto) fue quien acompañó en 2022 a Cerúndolo como joven emergente en el circuito ATP. Aunque el recorrido de Báez fue muy diferente. El oriundo de San Martín en su juventud fue el tenista argentino más sobresaliente de su camada al lograr ser número 1 del ranking de júniors y llegar a la final del Roland Garros de júniors en 2018, todo esto en su año debut en la categoría.

Debut y despedida, Sebastián Báez perdió en Basilea

La proyección de Báez tuvo como inconveniente el COVID-19, aunque apenas volvieron los torneos profesionales, pudo competir en su primer Challenger en noviembre de 2020 y tardó solo cuatro meses en conseguir su primer título en esa categoría. Fue en el Challenger de Concepción al derrotar 6-3, 6-7 (5) y 7-6 (5) a Francisco Cerúndolo siendo este su primer encuentro profesional.

Báez siguió en el circuito Challenger y en 2022 dio el paso hacia adelante en los torneos ATP al tener grandes resultados como la final del ATP 250 de Santiago de Chile o el ATP de Estoril, torneo en el cual Báez consiguió su primer trofeo ATP el cual también significaba el primer título para la “nueva camada”. El próximo gran torneo de Báez fue el ATP de Bastad, en donde el camino lo volvió a encontrar con Cerúndolo, en una nueva final entre argentinos.

Esta generación de jóvenes tenistas solo puede ser explicada por la competitividad. Entre los seis tenistas nombrados como la nueva camada (Sebastián Báez, Francisco Cerúndolo, Facundo Díaz Acosta, Francisco Comesaña, Mariano Navone y Tomás Etcheverry) hay nueve partidos de semifinales y finales en torneos profesionales.

La psicóloga deportiva Azul Teruel, quien trabaja con jóvenes tenistas mexicanas como Carolina Alonso o Claudia Sofía Martínez Solís, aclara que en el tenis, al competir tantos años entre ellos, se crea un concepto de competencia interna que logra que intenten superarse no solo a ellos mismos sino que también al rival de su infancia. Además, la psicóloga afirma que al estar en constante competencia se empieza a crear el pensamiento de “si pudo conseguir esto, yo que vengo compitiendo con él desde hace años, también puedo”, lo que hace que los tenistas se comparen constantemente. De igual manera, esta comparación termina por generar una rivalidad entre los tenistas que humanamente los acaba por enemistar.

En la final de Bastad, Cerúndolo derrotó por primera vez a Báez en un torneo de la máxima competencia (ya lo había vencido en un Argentina F6 en 2018): fue 7-6 (4) y 6-2. Este fue el primer trofeo ATP de Cerúndolo y sembró una rivalidad que hoy quedó nuevamente en favor de Báez (3-1 en duelos directos) luego de su último encuentro en el ATP 500 de Río de Janeiro.

Otro tenista joven que integra la nueva camada es Tomás Etcheverry (foto). El “Retu” dio el salto al circuito ATP en la gira sudamericana de 2023. En el ATP de Buenos Aires llegó a los cuartos de final y luego casi se consagra en el ATP de Santiago, en donde perdió la final ante el local Nicolás Jarry. Más adelante, en el año, Etcheverry logró una consistencia en su juego que lo llevó a los cuartos de final del Roland Garros 2023, siendo esta la máxima instancia que llegó un jugador de la nueva camada en Grand Slams.

Etcheverry, El Gigante Que Nunca Quebró Una Raqueta: “Siempre Fui Muy Tranquilo” | ATP Tour | Tennis

En 2024 se terminó de concretar la llegada de la nueva camada con la consagración de Facundo Díaz Acosta en el ATP 250 de Buenos Aires, la aparición de Mariano Navone, finalista del ATP 500 de Río y con la última irrupción de Francisco Comesaña, quien venía de destacar al ganar cinco torneos Challenger y sorprendió a todos en la primera ronda de Wimbledon al derrotar a Andrey Rublev, quien llegaba como el sexto sembrado.

La academia Cerúndolo ubicada en el Club Ciudad de Buenos Aires y dirigida por el padre de Juan Manuel y Francisco, Alejandro Cerúndolo, fue el gran lugar de formación para la mayoría de la nueva camada.  Además de sus hijos, los tenistas Mariano Navone, Francisco Comesaña, Tomás Etcheverry y Sebastián Báez también pasaron en algún momento de sus carreras por la institución.

Sebastián Báez entrenó en la academia Cerúndolo hasta los 10 años, edad en la que se fue a la tutela del exnúmero cuatro del mundo José Luis Clerc. En la academia llevó una gran rivalidad con el menor de los Cerúndolo, Juan Manuel, y no con quien años después iba a ser su rival en el circuito ATP, Francisco Cerúndolo. 

Alejandro Cerúndolo, quien sigue a cargo de la academia y está en el club desde que abre hasta que cierra, cuenta en un entrenamiento que Báez fue quien más desafío en su infancia a Juan Manuel Cerúndolo, y que a pesar de no ser tan talentoso como otros tenistas Báez desde chico demostró una fuerza mental que era poco común en niños de su edad.

Juan Manuel Cerúndolo y Sebastián Báez fueron los jóvenes que más destacaron como promesas al ser los únicos de la camada en llegar a consagrarse como número 1 del ranking junior.

El recorrido de Mariano Navone (foto) fue muy diferente, en su caso llegó a la academia en el 2021 con el objetivo de insertarse de lleno en el circuito ATP.  “La Nave” durante ese año no obtuvo sus mejores resultados y tuvo que ganar rodaje en torneos M15 y M25, pero en 2022 cambió todo el panorama para el oriundo de 9 de julio al llegar a las finales de los Challengers de Buenos Aires, Corrientes y Santa María. En la academia Navone encontró a su actual entrenador, Andrés Dellatorre, quien también supo ser entrenador de Juan Manuel Cerúndolo y con quien logró su explosión en el circuito ATP en 2024.

Mariano Navone lleva su raqueta al Torneo Abierto de Australia | Cadena Nueve - Diario Digital

La academia Cerúndolo cuenta con más de 80 tenistas, entre jóvenes que empiezan de muy temprana edad hasta personas mayores de 50 años. Lo que transmite tanto la academia como Alejandro Cerúndolo es una gran competitividad y fraternidad que hace que los jóvenes quieran ganarse los unos a los otros, pero que en los torneos se sientan como todos parte de un equipo.

Pico Bussoli, un tenista amateur y empresario gastronómico, lleva más de tres años en la academia y se unió cuando tenía 35 años. Bussoli no llegó a la academia como un simple aficionado al tenis, sino que llegó a través de su hijo Bautista, de 12 años, quien desde que arribó en la academia cuando tenía 8 años mostró un gran talento que lo lleva hace más de un año a competir en torneos regionales y nacionales. Bautista Bussoli sueña con algún día ser como Navone, Francisco Cerúndolo o Báez.

El empresario remarca que en la academia lo principal es lo humano y que a pesar de ser la academia formadora con más tenistas argentinos en el circuito ATP, desde Alejandro Cerúndolo hasta todos los entrenadores que forman parte intentan que los chicos no se dejen llevar por el sueño de ser profesionales y no abandonen los estudios.

La competitividad siempre fue el bastión que hizo que los tenistas argentinos se fueran superando entre sí, desde la rivalidad de José Luis Clerc con Guillermo Vilas o la de Nalbandian con Juan Martín Del Potro.

Aunque el gran ejemplo de la competitividad como ambición para superarse entre compatriotas es la rivalidad entre Guillermo Coria y Gastón Gaudio. El antagonismo comenzó en la final del ATP 250 de Viña del Mar en 2001. “El Mago” logró el campeonato y, para festejar, hizo el festejo del goleador de River Marcelo Salas, algo que Gaudio no tomó muy bien.

“El Gato” tuvo su revancha en el ATP de Buenos Aires, unas semanas más tarde, cuando volvieron a enfrentarse en los cuartos de final.  Esta vez Gaudio venció a Coria y le devolvió la chicana con un baile. La relación terminó de explotar en las semifinales del torneo de Hamburgo en 2003, cuando luego de que Coria lograra el pase a la final, miró de manera desafiante a Gaudio, quien le respondió con una frase que pasó a la historia del tenis argentino: “¿Qué te pasa? Si mirás mal te cago a trompadas, gil”. Gaudio en diversas entrevistas, aseguró que en los vestuarios llegaron a golpes de puños mientras que Coria garantizó que la discusión en la cancha fue el final de la pelea y que no hubo violencia física.

La rivalidad culminó en la mítica final de Roland Garros de 2004 en donde Coria y Gaudio se volvieron a encontrar, aunque esta vez en la final de un torneo Grand Slam. También ese Roland Garros de 2004 fue el pico más alto de “La Legión”. Juan Ignacio Chela, David Nalbandian, Coria y Gaudio llegaron a los cuartos de final del abierto francés al marcar un resultado histórico de cuatro de ocho cuarto finalistas de un mismo país en un Grand Slam.

La confesión de Coria sobre la final con Gaudio en Roland Garros

Nalbandian, Coria y Gaudio ganaron sus duelos. De esta manera llegaron a las semifinales y lograron un hecho que quedará en la historia grande del Roland Garros al tener tres de cuatro semifinalistas de un mismo país, algo que solo había ocurrido dos veces en la historia.

La nueva camada de tenistas argentinos son grandes animadores del circuito ATP aunque aún no tienen el protagonismo que supo tener “La Legión” con ganadores de Masters 1000 o de Grand Slams. El ATP 500 de Río, en donde tres de los cuatro semifinalistas fueron argentinos, puede ser el principio del ascenso de la camada.

El torneo que se asemeja al ATP 500 de Río es el Masters Serie de Hamburgo en 2003.  En ese torneo los cuatro semifinalistas fueron argentinos —Nalbandian, Coria, Agustín Calleri y Gaudio— y formaron el cuadro final en el que quien levantó el trofeo fue Guillermo Coria. Ese torneo culminó la irrupción del “Mago” a lo más alto del tenis después de levantar el trofeo y llegar por primera vez al top 10; a Nalbandian lo consagra como un gran tenista de polvo de ladrillo después de su resplandor en Wimbledon 2002.

Por su parte Gaudio y Calleri llegaban como el número 29 y 31 del ranking ATP, respectivamente, posiciones muy parecidas a las que se encontraban Navone y Francisco Cerúndolo después del ATP 500 de Río, mientras que Báez se encontraba 18º del ranking, también muy similar a la posición donde se ubicaba Coria cuando comenzó el Masters de Hamburgo (16).

Se espera que Francisco Cerúndolo, Sebastián Báez, Tomás Etcheverry, Mariano Navone, Facundo Díaz Acosta y Francisco Comesaña den el paso adelante que dieron los tenistas de “La Legión” en el Masters de Hamburgo y se puedan instalar no solo como grandes animadores del circuito ATP, sino como los grandes protagonistas que alguna vez supieron ser una “legión”.

La historia de Joaquín Pucheta: Dibu Martínez, el ascenso y las ollas populares

Por Tomás Cilley

Joaquín Pucheta fue una de las figuras del año en San Miguel. Juntos lograron cumplir el principal objetivo: permanecer en la Primera Nacional. Aunque se quedaron con el hambre de ascender nuevamente tras ser eliminados en los octavos de final del Reducido contra Deportivo Madryn en un empate sin goles, pero el conjunto “Aurinegro” tenía ventaja deportiva por haber quedado segundos en la Zona B, mientras que el Trueno Verde terminó octavo puesto en la Zona A con un balance de 13 victorias, 14 empates y 11 derrotas. 

Aunque sin dudas, el momento más glorioso para el equipo de Zona Norte fue el año pasado que logró lo inesperado. Nunca antes un equipo en la historia del ascenso había podido ganar una definición por penales; luego de errar los dos primeros. Hasta que apareció Pucheta mientras hacía gestos para indicar que estaba loco. Compartió plantel en el Mundial Sub 17 en Nigeria, con alguien que también lleva la locura en la sangre: Emiliano “Dibu” Martínez.

Al “Gordo” le gusta patear penales, pero cuando se saca los guantes es tímido y tranquilo. Es querido por sus compañeros y por la hinchada. Nació en el Chaco pero se crió en Zona Sur, allí organiza ollas populares. Mide 1,90 metros, pesa 120 kg y no tiene problema en aparecer cuando sus compañeros más lo necesitan, como lo fue el 12 de diciembre de 2023 en la definición por penales para lograr el ascenso a Primera Nacional, frente a Douglas Haig. Atajó tres de ellos, convirtió el suyo e hizo que el conjunto de Los Polvorines volviera a la segunda categoría más importante del fútbol argentino. El arquero de 32 años no pronuncia todas las “s”, aunque tiene un trato educado para recibir gente en su casa en Bella Vista. Es soñador. Por más que se cansa de decir que es vago, demuestra que está “loco”. 

 

-“Es muy contradictorio ser las dos cosas, porque a veces yo siendo capitán acá, digo algunas cosas que yo no las hago”.

-¿Cómo cuáles?

-Por ahí no me gusta que no hagan caso y yo no hago caso tampoco, como en cuidarse por ejemplo. Hay ciertas jugadas que no tendría que haber hecho, yo se las digo al equipo, pero después yo voy y pico un penal como contra Chacarita, que no lo tengo que hacer.

Tuvo el privilegio de compartir entrenamientos con el arquero campeón del Mundo en Qatar 2022. Se conocieron antes de la fama y el éxito de ambos, aunque ya el Dibu daba la impresión de ser un fuera de serie.

-¿Te esperabas todo el éxito que él logró?

 -Sí, se notaba lo que iba a ser. Éramos chicos pero ya sacaba diferencias, sabíamos lo que por ahí podría llegar a ser.

¿Te considerás el Dibu del ascenso? 

-No, estamos a años luz (Risas). Soy un agradecido a él. Creo que el puesto de arquero hoy se ha valorado porque ha cambiado un montón de cosas y todos los arqueros tenemos que estar muy agradecidos.

-¿Tenés contacto hoy en día con él o no tanto?

-No, hace mucho que no hablo, hace mucho que no lo jodo tampoco. 

-¿Le mandaste felicitaciones por la Copa del Mundo?

-Sí, he hablado. Siempre en puntos especiales para no molestar.

-¿Y te mandó el ascenso el año pasado? ¿O se colgó? 

-No, no, se colgó. (Risas)  

La vida del futbolista puede ser complicada, específicamente para los del ascenso. Por otro lado, según el Indec, el 52,9% de argentino es pobre. Afortunadamente, existen personas como Pucheta. No le sobra en lo económico. Es hijo de un obrero y una ama de casa, pero eso no lo frena para ayudar a los más necesitados, ya que fundó un comedor que alimenta a 400 personas en Zona Sur. 

-¿Creés que hace falta más compromiso de los futbolistas de primera?

-Sí, totalmente. Por ahí uno no se da cuenta pero con tan poco puede hacer tanto para ayudar a la gente. Vos podés tener toda la plata del mundo, podés vivir el día a día como lo vivo yo, pero irte a dormir con la sensación de la experiencia de haber ayudado es impagable. 

-¿Eso te da más alegría que el fútbol? 

-Sí, porque el fútbol depende de un resultado. Yo he visto chicos en carne propia y que si no comían se morían. 

No pudo alcanzar lo que él llamó “lo que tanto soñamos todos”, en referencia a llegar a lo más alto del fútbol argentino. Sin embargo, va a seguir luchando por sus sueños. El equipo dirigido por el Gustavo “Sapito” Coleoni buscará el año que viene realizar lo que todo su club sueña desde su creación en 1922.  

-¿Qué mensaje le das a los hinchas de San Miguel?

-Que se queden tranquilos que de la parte mía siempre voy a dar todo, como lo he dado hasta ahora, se han metido en un lugar en mi vida muy lindo y ojalá lo terminemos algún día ganando lo que tanto soñamos todos. 

-¿Te imaginás retirándote en el club? 

-El plan siempre fue retirarme en All Boys, pero hoy creo que la idea nuestra es retirarme acá en San Miguel. 

-¿Te consideras ídolo del club? 

-No, la verdad que no. Sí me siento muy querido y muy pegado a la gente. Acá tampoco paran de sorprenderme pero no, creo que me falta para entrar a la mesa chica todavía.

Se definió como un tipo ganador, humilde, siempre dispuesto a colaborar y cree que es un gran amigo. También es muy apegado a su familia. Su historia es de película, pero él demuestra ser humano. Uno más que el resto pero al mismo tiempo, es diferente a todos.

Quiero ser streamer

Por Facundo Montanaro

Sin un diploma, sin años de estudio e incluso sin dedicarse a algún deporte. Con esa carta de presentación Ivan Buhajeruk debutó en la primera división del fútbol argentino, también se dio el lujo de ser titular. Las razones de su estreno con la camiseta de Riestra a los 24 años, una edad extraña para jugar su primer partido como profesional, están lejos de ser futbolísticas. Complicado es que el entrenador, Christian Fabianni, decidiera poner a Buhajeruk en el once inicial por su buen cabezazo, su velocidad o su gran primer toque. Pues él no es futbolista, es streamer. 

Lo conocen como Spreen y claro está que es el menos culpable de esta falta de respeto a un deporte que generó el término de “futbolista frustrado” en la cultura argentina para aquellos pibes que soñaban con llegar y, por diferentes razones, no pudieron. En un país donde se endiosa a los futbolistas, hoy Riestra se rió de ellos. 

¿Acaso aquellos chicos del interior que quieren vestir la camiseta del club de sus amores deberían dejar de viajar a cada prueba que exista y comenzar a prender la cámara en Twitch? Quizás algunos padres deberían dejar de gastar en botines para sus hijos y en su lugar, armarles una buena computadora gamer para estar on en la plataforma de moda. Es decir, la que mejor paga.

A este chico de 24 años se le presentó una oportunidad que muy pocos dejarían pasar: jugar a ser futbolista. Porque a pesar de estar inscripto en la Asociación del Fútbol Argentino, de haberse hecho unos botines a medida y de haber elegido la 47 como número para su camiseta, Spreen nunca será un futbolista de verdad. Fue parte de una movida de marketing de un club dispuesto a cruzar todos los límites: Deportivo Riestra. Institución impulsada por Speed, la marca de bebidas energéticas, para llevarse todos los clicks y reflectores posibles. 

Desde el marketing y las interacciones fue una jugada maestra. En el plano futbolístico, una vergüenza que no sirve para trasladar los valores de “La liga de los campeones del mundo”. Al mismo tiempo, una pequeña muestra del poder que tienen los dueños en este deporte, en tiempos donde el debate sobre las sociedades anónimas deportivas se volvió cuenta corriente. “A mi me paga la latita y si la latita quiere que juegue Spreen…”, dijo en su momento Fabbiani en conferencia de prensa. 

Para el partido de Riestra contra Vélez la presencia de Spreen quedará en algo tan anecdótico como histórico. Fueron tan solo 59 segundos los que duró en cancha. Ideal para el reel, el short y para todos aquellos con déficit de atención. Pero con eso le alcanzó para llegar a todos los portales y ser tendencia en X (Twitter). También para establecer un nuevo debate: ¿Preferís ser futbolista o streamer? De las dos formas podés terminar jugando un Riestra – Vélez.  

La historia de Penepil, de la pensión de Ferro a capitán de la Selección del ascenso

Por Morena Baulde

Mariano Penepil es jugador de Ferro Carril Oeste que actualmente se desempeña en Deportivo Merlo, club al que fue cedido. El lateral izquierdo confesó que las apuestas deportivas aumentan en algunos equipos del ascenso ya que de esa manera recaudan más dinero que de sus propios sueldos.

Aunque en la cancha lo apodan Toro por su aguerrida forma de jugar, el rionegrino de 21 años -con tranquilidad y sinceridad- demostró mediante una agradable charla en una cafetería ubicada en el barrio porteño de Caballito ser un apasionado por el fútbol, tras haber superado situaciones difíciles que le tocó atravesar lejos de sus seres queridos.

Penepil nació el 29 de julio de 2003 en Bariloche, Río Negro. Actualmente tiene contrato hasta 2026 con el club Ferro Carril Oeste, pero juega en Deportivo Merlo, club de la Primera B Metropolitana en el que se encuentra a préstamo hasta diciembre de este año.

El Toro arrancó desde muy chico y por gusto propio, a desplegar sus habilidades con la pelota a pesar de que ningún familiar practicaba el deporte. Empezó en el club Luna Park, ubicado en  San Carlos de Bariloche en el barrio Altas del Este, cuyo escudo lleva en la piel. “Es un club de barrio muy chico, no teníamos cancha y alquilábamos”, recordó.

El oriundo de Río Negro comenzó en 2019 su búsqueda de crecimiento a nivel deportivo y se probó en Racing de Avellaneda. Le comunicaron que se pondrían en contacto y volvió a su provincia natal: “Me enteré de que un veedor de Ferro iba a El Bolsón (al sur de Río Negro) y fui con un amigo. El entrenador me dijo que quería que a la semana siguiente me presentara en Buenos Aires, pero todavía me faltaba una prueba más en la que participamos como cuarenta jugadores de distintas provincias. De todos esos quedamos un chico más que finalmente no quiso seguir, y yo”.

“Con 16 años estuve en la pensión de Ferro. Nos contuvimos un poco entre todos mis compañeros. En 2020, por la pandemia, me fui a Bariloche con mi familia y al año siguiente volví y la pensión cerró. Tuve que buscar un lugar donde vivir, nos costó mucho conseguir porque las pensiones que había estaban en situaciones muy precarias. Fue difícil porque yo no estaba acostumbrado pero no me quedó otra que bancarla. En mi habitación dormía, comía, hacía todo encerrado mientras no entraba un rayo de sol”. Tan joven y con una gran madurez, Penepil priorizó su sueño aún teniendo que afrontar las adversidades.

A más de 1.500 kilómetros de su familia y de su colegio comenzó su vida de futbolista en Ciudad de Buenos Aires. “Fue complicado porque soy muy unido a mis papás y a mis hermanos. De hecho, tengo sus nombres tatuados porque son lo más importante que tengo, los extrañaba todo el tiempo. Respecto al colegio, los directivos se pusieron la diez y después de la pandemia, como me quedaba un año de secundaria, me dejaron seguir de manera virtual para que pudiera terminar”.

Sus primeros partidos en Ferro los jugó como enganche en la Sexta División. Al poco tiempo, el técnico le comunicó que quería subirlo a Reserva pero que le veía potencial de lateral izquierdo. La respuesta del jugador fue un “sí” rotundo: “Mientras sume minutos, me pongo hasta de arquero”, dice con una sonrisa.

En 2022 hizo su debut en Primera y recién en enero de este año firmó su primer contrato profesional con Ferro. “Fue un alivio porque hay muchas internas que no se conocen, situaciones y forreadas que me banqué, que hicieron que muchas noches me replanteara dejar el fútbol. Cuando debuté en Primera me hicieron saber que tenía el nivel para sumar minutos y después no me ponían nunca. Siempre preguntaba qué era lo que me faltaba pulir para que me tuvieran en cuenta y no había respuesta. Eso era lo que me mataba cuando llegaba a mi casa. Ir a entrenar y hacer tanto sacrificio sabiendo que después no vas a jugar es durísimo. Sin embargo, no me arrepiento de haber firmado. Quiero volver a Ferro y jugar porque siento que tengo una cuota pendiente. Desde que llegué a Buenos Aires empecé con un psicólogo deportivo y eso me ayudó mucho”.

Mariano Penepil firmando contrato con Ferro

Aunque la B Metropolitana se encuentre a una categoría de la Primera Nacional, hay puntos diferentes en relación al ritmo de juego. “Por momentos se vuelve complicado que sea tan dinámico porque hay mucho roce, muchas patadas. Sin embargo, es muy intenso y me sorprendió positivamente porque si bien nunca subestimé la categoría, no me lo imaginaba así. Hay mucha competitividad y es una incertidumbre constante. Estoy contento en el club”, analizó.

“En 2021 me citaron para la Selección Sub-20 del Ascenso. Me emocioné porque se me vinieron los recuerdos jugando en la cancha del Luna Park. Tuve la suerte de ser el capitán en los amistosos que jugamos. Si bien era del Ascenso, todos quieren ponerse la camiseta de la Selección y pisar el predio que pisé con mis compañeros. No le quito mérito porque me sumó un montón”, declaró Penepil. Este seleccionado además de aprendizaje les brindó visibilidad a los jugadores. Por ejemplo, Alex Luna, actual futbolista de Independiente, vistió la albiceleste junto al rionegrino.

La situación es distinta solo para unos pocos. “Hoy puedo vivir de mi sueldo, aunque obviamente no tengo una vida de lujos y me puedo permitir no tener dos trabajos. Sin embargo, tengo compañeros que tienen familia y lógicamente por la situación del país no les alcanza y obligadamente necesitan de dos ingresos. Igualmente, considero que debería haber un aumento por el sacrificio que conlleva ser futbolista. En general, es muy probable que cualquier laburante cobre más que un jugador del ascenso”.

Los jugadores que no forman parte de la primera categoría también les dedican la mayor parte de su tiempo al fútbol y aún así no se les da la suficiente visibilidad. “Siento que ahora se le está dando un poco más de importancia al ascenso. Sin embargo, sé que por ejemplo no ponen el VAR en la Primera Nacional porque hay muchos arreglos. Vamos a ciertas canchas y previamente nos preparamos para por lo menos no pasarla tan mal, porque sabemos que te van a robar. No lo aseguro pero creo que la poca visibilidad es un tema de conveniencia”.

– ¿De estos meses en Merlo, te llevás aprendizaje?

Sí. Sé lo que quiero y lo que no, hay cosas que antes dejaba pasar porque era chico y tenía miedo, hoy ya tengo otra cabeza.

El rionegrino en Deportivo Merlo

Lamentablemente las apuestas deportivas se están volviendo costumbre en el ambiente del fútbol y muchos casos sucedieron en categorías del Ascenso. “Por suerte no me ha tocado tener ningún compañero o conocido que esté metido en eso, pero sí hinchas me han acusado a mí. Jamás lo haría porque el que lo hace no juega solamente con su plata sino con la honestidad y el futuro de sus compañeros del plantel, además a mí no me mueve la plata, me mueve la pasión. También creo que se volvió una normalidad en jugadores de clubes más chicos porque ganan más con las apuestas que con su sueldo”.

¿Cuáles son tus objetivos?

Me cansé de proyectar, ahora vivo el día a día. Disfruto de poder vivir haciendo lo que me gusta, ya que no todos pueden hacerlo. Obvio que un objetivo a corto plazo es ascender con Merlo y como sueño, jugar en River, el club del que soy hincha. Pero trato de no quemarme la cabeza con eso porque lo que quiero es jugar a la pelota hasta que no me den más las piernas.

Agustín Arias: desde Mar Del Plata a Merlo, directo por un sueño

Por Lucas Matías Bagalá

Agustín Arias, el joven talento que se destaca en el Club Atlético Ferrocarril Midland de la localidad de Libertad que tuvo que resignar la posibilidad de debutar en la primera división de un club grande del fútbol argentino para poder cumplir su sueño de convertirse en futbolista profesional.

Agustín tiene apenas 21 años y desde su adolescencia que vive solo en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Su primera casa fue la pensión del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, allí realizó todas las divisiones inferiores y cuando tuvo la oportunidad de debutar en primera, lo dejaron libre. “Irme de San Lorenzo me dolió muchísimo porque fue tomar una decisión que cambió mi carrera, vine de Mar del Plata a Buenos Aires para jugar en San Lorenzo y siempre me imaginé que iba a debutar ahí, nunca me imaginé que me iba a ir pero me sirvió para cumplir mi objetivo de ser futbolista profesional”, expresó el delantero que usa el dorsal número 8 del club presidiado por Agustín Orión.

-¿En algún momento pensaste en volver a Mar del Plata cuando estabas en inferiores?

 -La verdad que sí, todo el tiempo. Dejé muchas cosas de lado para poder llegar hasta acá, dejé a mi familia allá, amigos, pero también conocí muy buena gente que me ayudó en Buenos Aires para que pueda seguir por mi objetivo.

Agustín Arias, conduciendo la pelota en el estadio de Midland

Galle, así es como lo apodaron sus compañeros a partir de la sexta división en San Lorenzo por estar siempre consumiendo algún paquete de galletitas cuando no es lo indicado diariamente en la dieta de un deportista. “Si, siempre me jodieron por estar comiendo cosas que no puedo, la nutricionista siempre me caga a pedos, pero son cosas que me cuesta desacostumbrarme”.

Mientras comparte unos mates justamente con unas galletitas “pepas de membrillo” recuerda su salida de San Lorenzo y el motivo por el cual arribó a Midland: “Cuando Insúa se va de San Lorenzo y asume Romagnoli automáticamente sabía que me tenía que ir, es raro porque El Pipi fue mi técnico en reserva y me consideraba, pero desde la dirigencia y por el representante de Romagnoli no querían llevar muchos chicos a la primera del equipo, me tenía que ir porque ya no tenía lugar ni tampoco la edad para jugar en reserva”.

“A Midland llego mediante mi representante que tiene un contacto directo con Orión, vine acá porque sabía que iba a tener la posibilidad de jugar en primera, tener mi contrato y que iba a ser titular, llegué a una situación en donde tenía que ir a donde sea pero la prioridad era dar el salto a primera”. Expresaba Agustín que apenas tiene 8 goles en 24 partidos como titular como jugador profesional.

Nació en Mar del Plata y allí pudo jugar durante toda su niñez y parte de su adolescencia, primero en un club “baby” fútbol y luego un breve paso por el club Alvarado para luego partir a la pensión del Ciclón: “A San Lorenzo fui mediante mi representante que fue el mismo que tuvo mi hermano, él jugó en Alvarado pero se quedó jugando allá. Yo tenía 14 años y mi representante me dijo que me podía conseguir probarme unos entrenamientos con la octava de San Lorenzo, fui y me dijeron que me podía quedar en la pensión, mi familia me incentivó a que lo haga y la verdad que estoy muy agradecido por eso”.

Mientras observa la cancha de Midland que se conserva poco a poco para el próximo fin de semana, Agustín sueña con algún día poder jugar en la máxima categoría del fútbol argentino y volver a San Lorenzo que es un club al cual le tomó mucho cariño aunque no sea hincha: “Yo soy de River, pero el haber jugado tanto tiempo en San Lorenzo hizo que me re contra encariñe, me gusta y me quedó pendiente jugar ahí, me preparé durante todas las inferiores pensando en jugar en esa cancha y no lo pude cumplir”.

-¿Qué aspiración tenes como futbolista más allá de volver a San Lorenzo?

 -Me encantaría jugar en el exterior, soy jugador de fútbol porque es lo que siempre me gustó, es un sueño, pero quiero vivir de esto y en Midland me alcanza con lo justo para mi solo más la ayuda que me dan mis viejos desde Mar del Plata, el club me pudo conseguir el departamento por Merlo pero quiero aspirar a más. Ahora pienso en hacer un buen papel en Midland y seguir creciendo.

Elián Robles: colgar los botines y vender zapatillas

Por Lourdes Fernández

A paso un poco desgarbado y con cara de dormido, Elián Robles llegó con casi diez minutos de retraso a la cafetería de Caseros que más frecuenta desde que se mudó al barrio, a principio de año. “Después del entrenamiento nos quedamos almorzando en el club. Cuando llegué a mi casa me acosté para la siesta y se me pasó el horario”, se excusó el volante de Acassuso que, a pesar de ser quemero desde junio, ya se siente cómodo con su equipo; junto al que no sólo compite por los puntos en la B Metropolitana, sino también por esas comidas esporádicas que invita la comisión, porque “el jugador siempre trata de ganarle algún asado al dirigente”.

En sus 23 años, Robles pasó por casi todas las categorías del fútbol argentino. Se formó en Lanús y jugó en la Reserva del club hasta 2022, cuando lo dejaron libre. Ese año viajó a Santiago del Estero para probarse en Central Córdoba, donde firmó su primer contrato profesional: “Ahí tuve la suerte de jugar, pero pasaba el tiempo y yo no debutaba; había ido para jugar en Primera División y no me tocaba”. Al no tener lugar en el Ferroviario durante dos años, se convirtió en futbolista de Estudiantes de Buenos Aires, pero como seguía sin conseguir el roce que creía necesitar, a los seis meses tomó la primera oportunidad que se le presentó: Acassuso.

Las subidas y bajadas por la escalera del fútbol lo ayudaron a forjar una mentalidad resistente. Hasta su llegada al Quemero, el volante había pasado seis meses entrenando sin sumar minutos en cancha, y “no jugar es lo peor que le puede pasar a un jugador”. Afirmó que sigue siendo futbolista porque se mantuvo fuerte de cabeza a pesar de que el deporte le hizo transitar “más situaciones malas que lindas”.

Cuando firmó su primer contrato en Central Córdoba, Elián sintió que todo el esfuerzo que había hecho desde pequeño, cobraba sentido. Sin embargo, fue cuando empezó a recibir un sueldo como jugador profesional que comenzó con el emprendimiento que hoy lo ayuda a pagar el alquiler de su departamento: la venta de zapatillas. Su negocio se llama Calzados King, y la mayoría de sus clientes los consigue por por Instagram.

“Arrancó en Santiago del Estero. Siempre fui muy emprendedor porque quería tener lo mío, y la plata del primer contrato es para para lo básico, así que arranqué a revender allá y cuando volví a Buenos Aires seguí, porque sólo con mi sueldo del ascenso no me alcanza para alquilar, para poder darme un gusto o comprarme algo”, agregó tras una pausa que aprovechó para comer una de las dos medialunas de manteca que había ordenado y darle un sorbo a su café con leche, que ya se estaba enfriando por la brisa que soplaba.

También confesó que a muchos de sus compañeros de equipo el sueldo sólo les alcanza para cubrir el combustible o cargar la Sube que utilizan para ir a entrenar. “La mayoría sale a trabajar por las tardes; algunos se meten en el negocio de sus familias, otros hacen de Uber, se la rebuscan porque el sueldo es muy pobre, y en general no se sabe eso, el de afuera siempre piensa que todos cobramos como jugadores de la Liga Profesional”.

Nunca tuvo un cruce fuerte con un hincha y aseguró estar acostumbrado a lo que él considera el “himno del fútbol argentino”, que suena cuando su equipo cae en fechas consecutivas y que entonó en el patio de la cafetería para que no quedaran dudas de a qué cántico se refería: “Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”.

Sin embargo, también recordó una situación que retrata bastante bien lo que implica el ascenso argentino: “Habíamos perdido feo con Acassuso, y un plateista nos gritaba desaforado: ‘Váyanse, que se están robando toda la plata del club’. Nosotros en el vestuario nos reíamos, porque era tan fácil como ir y preguntarle: ¿Vos a qué te dedicas? ¿Sos colectivero? Bueno, cobrás más que nosotros”.

A pesar de haber girado por el fútbol desde que era pequeño, Robles aseguró que se quedó “con la sangre en el ojo” por no haber debutado en la Liga Profesional, y que por eso se entrena con la aspiración de ganar experiencia y llegar al pico más alto de su rendimiento en un equipo de Primera División en el que pueda colgar las zapatillas y que calzarse los botines alcance.

Matías Lescano y el fútbol cuando la plata no alcanza

Por Maitén D’Alessio Rodolico

 

Es una utopía pensar que, si un pibe llega a Primera, estaría salvado económicamente. Los autos de lujo, las casas gigantes y los botines importados son sólo una realidad para aquellos jugadores que lograron alcanzar la máxima categoría del fútbol argentino.  Matías Lescano, quien vistió la camiseta de ocho clubes del ascenso, es el arquero titular de Deportivo Berazategui y lo confirmó, sin escrúpulos, desde la tribuna naranja de su estadio: “El sueldo no alcanza, y menos en este último tiempo”.

“En la C tenemos las mismas condiciones de contrato que en el fútbol femenino, y si querés independizarte necesitas trabajar de otra cosa, además del fútbol”, explicó el arquero que hizo las inferiores en el Club Comunicaciones pero logró debutar en primera en Deportivo Leandro Alem. En un principio, la salida la encontró en el negocio familiar: “Mi viejo es mecánico dental y yo trabajaba con él; entrenaba a la mañana y después me iba seis horas al consultorio donde lo ayudaba a construir las piezas”.

En su carrera, pasó por Comunicaciones, Alem, Excursionistas, Luján, Deportivo Español, Riestra, Ituzaingó y Berazategui. “A lo largo de todos estos años escuché todo tipo de historias: gente que tuvo que dejar el fútbol, compañeros que perdieron en laburo, otros que venían sin dormir porque trabajaban de noche y llegaban al club muertos”, relató Lescano. Luego, comentó que la irregularidad del fútbol, sobre todo de los horarios de partidos, es muy difícil de compatibilizar con un trabajo formal o una carrera universitaria. Los emprendimientos personales “son el camino más elegido por los futbolistas para poder sobrevivir”.

En 2012, mientras jugaba en Deportivo Riestra, su vida estuvo a punto de cambiar. “El presidente del club me dijo ‘no te vayas, quedate que va a pasar algo grande, va a venir un inversor que le va a aportar mucho al club’”, recordó el arquero de 37 años, y agregó: “La verdad es que los futbolistas de ascenso estamos acostumbrados a que nos mientan mucho los dirigentes y, entonces, no le creí”. Meses más tarde, en plena pretemporada en Ituzaingó, sus ex compañeros le contaron que tenían “los sueldos al día”,y les daban “botines y premios todos los fines de semana”. “En ese momento, me quería matar”, confesó entre risas.

Este año, Lescano fue padre por primera vez de su hijo Mateo. Por la mañana entrena en el predio de Berazategui y las tardes se las reparte entre sus clases en la Universidad Nacional de Avellaneda, donde estudia la Licenciatura en Actividad Física y Deporte, y el Club Alvear, dónde es entrenador de arqueros de la primera división de futsal.  “Estudio para que cuando me retire como jugador, pueda seguir ligado al deporte”, concluyó el arquero, quien además hizo el curso de director técnico en AFA.

Como referente en el plantel del Naranja, siempre intentó transmitirle a los más jóvenes del equipo sobre la importancia de estudiar y formarse, puesto que “la carrera de futbolistas es muy corta y la vida sigue, o  arranca y hay que estar preparado”. “La famosa movilidad ascendente es a partir del estudio”, concluyó.

En paralelo con el fútbol, Lescano comenzó a transitar su camino en la militancia peronista. Nunca escondió sus convicciones, incluso cuando algunos dirigentes le negaron que se expresara. “Un 24 de marzo quise salir con una remera que decía ‘Nunca Más’ y no me dejaron. Cuando terminó el partido con el preparador físico fuimos a buscarla y nos sacamos una foto en la cancha”, dijo sobre su paso por Luján.

Toda la vida profesional la disputó en el ascenso, y salvo en determinadas situaciones, su militancia no le jugó en contra. “Creo que en otro nivel exponerte es más complicado porque hay más repercusión y contratos con sponsors que te limitan”. En 2019, en plena campaña electoral de la fórmula Alberto Férnandez y Cristina Kirchner, Matías junto a otros y otros futbolistas formaron la agrupación “Futbolistas Unidxs” con el fin de “inclinar la balanza”. Después del triunfo electoral, la agrupación continuó y realizó actividades sociales en barrios populares. Sin embargo, confesó: “Con el diario del lunes estoy desilusionado a nivel político y ciudadano. Tiempo después tuve que dar la cara con los vecinos y con los barrios a los que iba a militar, porque las cosas no funcionaron y muchos políticos fallaron”.

“Suena feo pero a veces, pareciera como si el entorno quisiera que el futbolista no piense, desde afuera se impone que debemos entrenar, jugar y nada más”, expuso y argumentó: “La verdad es que somos todos personas, con conciencia de dónde venimos, que en su mayoría son barrios populares producto de una sociedad golpeada, pero cuando uno intenta opinar desde un lado partidario, se lo señala. Creo que todos tenemos un pensamiento; yo me siento identificado por un sector y siempre voy a intentar inclinar la cancha para ese lado”.

El Mono Martínez: de saltar en el arco de Yupanqui a hacerlo en las máquinas del centro de reciclaje

Por Lourdes Fernández

El jugador del ascenso no vive del fútbol, vive para el fútbol. Lleva una vida sacrificada en la que, usualmente, debe dejar de lado todo lo ajeno a una pelota, una cancha y sus botines. A esa lista, Alejo Martínez le sumó los guantes que utiliza todos los sábados cuando se para bajo el arco de Yupanqui. También afirmó que la rutina ideal de un futbolista debería consistir en “levantarse, desayunar en el club, entrenar, ir a su casa a dormir la siesta y volver a ejercitarse de manera particular”. Sin embargo, la suya dista mucho de esa realidad que sólo tiene el futbolista de Liga Profesional.

“Me levanto a las seis y, después de desayunar, me voy a tomar el tren hasta Lugano, donde queda mi lugar de trabajo”, comentó. Todos los días a las 8 de la mañana, el arquero de 24 años comienza su jornada laboral en la cooperativa de reciclado Primavera: “Empecé hace tres años, cuando llegué a jugar en el club, y varios que hoy son o fueron mis compañeros trabajan conmigo porque el dueño del centro de reciclaje es quien era el director técnico de Yupa en ese momento”.

En los vestuarios se ganó el apodo por el que lo reconocen los Traperos: Mono. “Soy de comer mucha banana, una antes de entrenar y otra después”, confesó mientras se cebaba un mate. “Y también mi estilo de juego acompaña, salto para todos lados”.

Respecto a su tarea en la cooperativa, se declaró “polifuncional”, hace un poco de todo. Su turno termina a las 14 y de allí se acerca a la Autopista Dellepiane, donde un compañero lo pasa a buscar con el auto para ir a entrenar. La práctica en el club suele extenderse hasta alrededor de las 17:30, cuando pega la vuelta para su casa o va al centro de entrenamiento particular donde se ejercita tres veces a la semana.

A pesar del ajetreado ritmo de vida que lleva, el Mono aseguró que está acostumbrado; desde los seis años juega al fútbol y desde los 14 trabaja. “Cuando jugaba en Sacachispas era peor, porque entrenaba a la mañana y a la noche trabajaba en Telecentro haciendo el mantenimiento de redes en la calle”. Cuando se percató de que, al ir casi trasnochado a entrenar, no rendía, Alejo se la jugó por el fútbol y dejó su trabajo. Sin embargo, al poco tiempo le avisaron desde Saca que no le renovarían el contrato.

Durante los seis meses que pasó sin jugar al fútbol, siguió dentro de la cancha, pero desde un lugar completamente distinto al que ocupa hoy: el del árbitro. “Me recibí en la Escuela de Árbitros en Bajo Flores y ejercí por bastante tiempo, ahora ya no porque decidí apostar como jugador”.

“Acá en la Primera C el sueldo mínimo para firmar un contrato es de $370.000, pero en Yupanqui el que más cobra gana eso, después es de ahí para abajo, yo tengo compañeros que ganan $50.000, $100.000 quizá. En mi club todos trabajan aparte o tienen emprendimientos”, agregó. Aunque también admitió que el sueldo, más allá de la categoría, depende mucho del club: “Ituzaingó o Luján, por ejemplo, donde hay jugadores que quizá ganan $700.000, un millón”.

“Hay días que salgo de trabajar y lo que menos quiero es ir a entrenar, pero sé que si quiero salir de la categoría en la que estoy, tengo que hacer el sacrificio. Con lo que cobro en Yupanqui no me alcanza, por lo que necesito mi trabajo, pero también soy consciente de que quiero seguir jugando al fútbol, y en general se entrena a la mañana, por lo que, si tengo que renunciar, lo voy a hacer”. Como el Mono, la gran mayoría de los jugadores del ascenso argentino aspiran con subir de categoría y, por qué no, en algún momento vivir del fútbol. Sin embargo, es complicado salir del cíclico sistema que implica tener casi una doble vida, porque abandonar el trabajo secundario para apostar por el deporte es un riesgo que, sin el apoyo y soporte económico de sus allegados, el futbolista no puede tomar.