Por Juana Lusin Santafé y Morena Politi
Suena el disparo y Helen Bernard Stilling corre. No piensa ni calcula, su
mente se pone en blanco y solamente corre. Cada valla que deja atrás es
una menos entre ella y su objetivo, un paso más hacia esa meta que
persigue desde los 12 años. La deportista oriunda de Lomas de Zamora
encontró en el atletismo mucho más que un deporte. “El día que me digan
que no puedo correr más, no va a ser mi cuerpo el que se detenga, sino
mi vida”, afirma con una mezcla de nostalgia y certeza.
Nacida el 11 de agosto de 2005, Helen creció en Banfield junto con sus
dos hermanas mayores y su hermano menor, Ian, quien falleció hace
años, pero está presente en su corazón todos los días.
Su historia con el atletismo empezó en 2017, en el lugar donde pasaba
gran parte de sus días: el Colegio French. Allí descubrió que la velocidad
era algo más que una habilidad para los torneos internos. Los profesores
notaron su talento y la animaron a entrenar fuera del ámbito escolar, en
el Parque de Lomas, donde comenzó a formarse con Marina Fernández,
entrenadora que sigue a su lado ocho años después y a la que define
como su “segunda madre”.
Al empezar a dedicarse al alto rendimiento de tan chica, dice que siente
que dejó de lado muchas cosas sociales que los niños de su edad solían
hacer: ir a cumpleaños, reuniones con sus amigas o salir a andar en bici
los fines de semana. Pero no se arrepiente de nada, porque priorizó otro
bien que la llevó a estar donde está hoy. El “click” de su cabeza llegó en
2022, cuando viajó a Paraguay para competir en su primer sudamericano
para menores de 18 años. Era la primera vez que iba a salir del país y
todavía no comprendía del todo la presión que significaba representar a la Argentina, pero aquella experiencia marcó un antes y un después. “Fue un cambio, ahí me di cuenta que esto me interesaba y que quería seguir entrenando para continuar compitiendo internacionalmente”, recuerda.

“Siempre que corro, mi cabeza va más adelante. Por ejemplo, en el 400
metros con vallas me engaño a mí misma con la distancia que queda para
motivarme más para llegar al final”, describe al intentar poner en
palabras lo que pasa por su mente dentro de la pista. Además, le da
mucha importancia a la opinión de los demás. Cada vez que está por
largar, suele pensar en quién la estará mirando y qué pasará si no logra
el resultado esperado. Con el tiempo, entendió que cargar con esas
expectativas no ayudaba y que debía aprender a disfrutar sin tanta
presión. Hoy trabaja en eso en busca de que la competencia no pese más
que el deseo de correr.
Este año todo parecía salir bien. En febrero compitió en el Sudamericano
Indoor de Bolivia, donde participó en la posta femenina 4×400 y en los 60
metros con vallas; en ambas pruebas obtuvo el segundo puesto. En
agosto viajó a Paraguay para disputar los Juegos Panamericanos Junior en
la posta mixta 4×400 y finalizó en el sexto lugar. Hasta que en octubre, el
impulso con el que venía se frenó de golpe. Poco antes de un nuevo
Sudamericano, una lesión muscular la obligó a detenerse por primera vez
en su carrera. El diagnóstico fue duro: debía dejar de competir y
enfocarse en la recuperación. “Tuve que aceptar que parar también era
parte del proceso”, reflexiona Helen.
En este tiempo fuera de las pistas, entendió que no estaba sola. Sus
padres, Martín y Gabriela, fueron su mayor sostén, los que la
acompañaron en cada decisión y le recordaron que el atletismo no era
solo competir, sino también aprender a esperar. A eso se sumó su amiga
más cercana, quien la acompaña incluso cuando no hacen falta las
palabras. “Sé cuándo Helen está frustrada, no hace falta que lo diga. A veces solo alcanza con estar ahí y distraerla un rato”, cuenta Lola con un tono sincero y cargado de emoción.
El deporte ocupa gran parte de su vida, pero no la define por completo.
Además de pasar horas entrenando, estudia Marketing en la Universidad
de Palermo y busca equilibrar las exigencias académicas con la intensidad
del alto rendimiento. “Tengo bien claro que me quiero dedicar al
atletismo, pero sé que no es de por vida, debo tener un plan B”,
reflexiona. Se define como una persona constante y disciplinada. Le
gusta estar al día con todo, aunque admite que a veces le juega en
contra. Duerme poco, se enoja si algo no sale como espera y le cuesta
bajar el ritmo. “Siempre intento dar lo mejor, en la pista y en la facultad.
A veces me saturo, pero no sé hacerlo de otra manera”, reconoce.

Este año ya terminó para ella. La lesión la obligó a cerrar la temporada
antes de lo previsto y a dejar en pausa varias competencias que había
planeado. Hoy, con la recuperación completa y la mirada puesta en lo que
viene, Helen apunta a consolidarse entre las categorías mayores. Sueña
con volver a representar a su país en torneos internacionales y, algún día,
cumplir el objetivo que la impulsa desde chica: competir en unos Juegos
Olímpicos. Mientras tanto, se concentra en continuar su crecimiento paso
a paso, consciente de que cada tramo de su carrera deja algo más que
resultados.
El atletismo le dio mucho más que medallas o marcas personales, le
enseñó disciplina, paciencia y la certeza de que no hay atajos. Cada valla
que salta es un recordatorio de por qué eligió este camino. Porque ahí, en
la pista, se siente viva y encuentra su lugar. Cuando el disparo vuelve a
sonar, todo se detiene por un segundo: el ruido, los nervios, el resto del
mundo. Solo queda ella y el impulso de correr, como la primera vez.
Porque para Helen Bernard Stilling, correr no es una parte de su vida, es
su manera de vivirla.



















