sábado, septiembre 6, 2025
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La historia de Penepil, de la pensión de Ferro a capitán de la Selección del ascenso

Por Morena Baulde

Mariano Penepil es jugador de Ferro Carril Oeste que actualmente se desempeña en Deportivo Merlo, club al que fue cedido. El lateral izquierdo confesó que las apuestas deportivas aumentan en algunos equipos del ascenso ya que de esa manera recaudan más dinero que de sus propios sueldos.

Aunque en la cancha lo apodan Toro por su aguerrida forma de jugar, el rionegrino de 21 años -con tranquilidad y sinceridad- demostró mediante una agradable charla en una cafetería ubicada en el barrio porteño de Caballito ser un apasionado por el fútbol, tras haber superado situaciones difíciles que le tocó atravesar lejos de sus seres queridos.

Penepil nació el 29 de julio de 2003 en Bariloche, Río Negro. Actualmente tiene contrato hasta 2026 con el club Ferro Carril Oeste, pero juega en Deportivo Merlo, club de la Primera B Metropolitana en el que se encuentra a préstamo hasta diciembre de este año.

El Toro arrancó desde muy chico y por gusto propio, a desplegar sus habilidades con la pelota a pesar de que ningún familiar practicaba el deporte. Empezó en el club Luna Park, ubicado en  San Carlos de Bariloche en el barrio Altas del Este, cuyo escudo lleva en la piel. “Es un club de barrio muy chico, no teníamos cancha y alquilábamos”, recordó.

El oriundo de Río Negro comenzó en 2019 su búsqueda de crecimiento a nivel deportivo y se probó en Racing de Avellaneda. Le comunicaron que se pondrían en contacto y volvió a su provincia natal: “Me enteré de que un veedor de Ferro iba a El Bolsón (al sur de Río Negro) y fui con un amigo. El entrenador me dijo que quería que a la semana siguiente me presentara en Buenos Aires, pero todavía me faltaba una prueba más en la que participamos como cuarenta jugadores de distintas provincias. De todos esos quedamos un chico más que finalmente no quiso seguir, y yo”.

“Con 16 años estuve en la pensión de Ferro. Nos contuvimos un poco entre todos mis compañeros. En 2020, por la pandemia, me fui a Bariloche con mi familia y al año siguiente volví y la pensión cerró. Tuve que buscar un lugar donde vivir, nos costó mucho conseguir porque las pensiones que había estaban en situaciones muy precarias. Fue difícil porque yo no estaba acostumbrado pero no me quedó otra que bancarla. En mi habitación dormía, comía, hacía todo encerrado mientras no entraba un rayo de sol”. Tan joven y con una gran madurez, Penepil priorizó su sueño aún teniendo que afrontar las adversidades.

A más de 1.500 kilómetros de su familia y de su colegio comenzó su vida de futbolista en Ciudad de Buenos Aires. “Fue complicado porque soy muy unido a mis papás y a mis hermanos. De hecho, tengo sus nombres tatuados porque son lo más importante que tengo, los extrañaba todo el tiempo. Respecto al colegio, los directivos se pusieron la diez y después de la pandemia, como me quedaba un año de secundaria, me dejaron seguir de manera virtual para que pudiera terminar”.

Sus primeros partidos en Ferro los jugó como enganche en la Sexta División. Al poco tiempo, el técnico le comunicó que quería subirlo a Reserva pero que le veía potencial de lateral izquierdo. La respuesta del jugador fue un “sí” rotundo: “Mientras sume minutos, me pongo hasta de arquero”, dice con una sonrisa.

En 2022 hizo su debut en Primera y recién en enero de este año firmó su primer contrato profesional con Ferro. “Fue un alivio porque hay muchas internas que no se conocen, situaciones y forreadas que me banqué, que hicieron que muchas noches me replanteara dejar el fútbol. Cuando debuté en Primera me hicieron saber que tenía el nivel para sumar minutos y después no me ponían nunca. Siempre preguntaba qué era lo que me faltaba pulir para que me tuvieran en cuenta y no había respuesta. Eso era lo que me mataba cuando llegaba a mi casa. Ir a entrenar y hacer tanto sacrificio sabiendo que después no vas a jugar es durísimo. Sin embargo, no me arrepiento de haber firmado. Quiero volver a Ferro y jugar porque siento que tengo una cuota pendiente. Desde que llegué a Buenos Aires empecé con un psicólogo deportivo y eso me ayudó mucho”.

Mariano Penepil firmando contrato con Ferro

Aunque la B Metropolitana se encuentre a una categoría de la Primera Nacional, hay puntos diferentes en relación al ritmo de juego. “Por momentos se vuelve complicado que sea tan dinámico porque hay mucho roce, muchas patadas. Sin embargo, es muy intenso y me sorprendió positivamente porque si bien nunca subestimé la categoría, no me lo imaginaba así. Hay mucha competitividad y es una incertidumbre constante. Estoy contento en el club”, analizó.

“En 2021 me citaron para la Selección Sub-20 del Ascenso. Me emocioné porque se me vinieron los recuerdos jugando en la cancha del Luna Park. Tuve la suerte de ser el capitán en los amistosos que jugamos. Si bien era del Ascenso, todos quieren ponerse la camiseta de la Selección y pisar el predio que pisé con mis compañeros. No le quito mérito porque me sumó un montón”, declaró Penepil. Este seleccionado además de aprendizaje les brindó visibilidad a los jugadores. Por ejemplo, Alex Luna, actual futbolista de Independiente, vistió la albiceleste junto al rionegrino.

La situación es distinta solo para unos pocos. “Hoy puedo vivir de mi sueldo, aunque obviamente no tengo una vida de lujos y me puedo permitir no tener dos trabajos. Sin embargo, tengo compañeros que tienen familia y lógicamente por la situación del país no les alcanza y obligadamente necesitan de dos ingresos. Igualmente, considero que debería haber un aumento por el sacrificio que conlleva ser futbolista. En general, es muy probable que cualquier laburante cobre más que un jugador del ascenso”.

Los jugadores que no forman parte de la primera categoría también les dedican la mayor parte de su tiempo al fútbol y aún así no se les da la suficiente visibilidad. “Siento que ahora se le está dando un poco más de importancia al ascenso. Sin embargo, sé que por ejemplo no ponen el VAR en la Primera Nacional porque hay muchos arreglos. Vamos a ciertas canchas y previamente nos preparamos para por lo menos no pasarla tan mal, porque sabemos que te van a robar. No lo aseguro pero creo que la poca visibilidad es un tema de conveniencia”.

– ¿De estos meses en Merlo, te llevás aprendizaje?

Sí. Sé lo que quiero y lo que no, hay cosas que antes dejaba pasar porque era chico y tenía miedo, hoy ya tengo otra cabeza.

El rionegrino en Deportivo Merlo

Lamentablemente las apuestas deportivas se están volviendo costumbre en el ambiente del fútbol y muchos casos sucedieron en categorías del Ascenso. “Por suerte no me ha tocado tener ningún compañero o conocido que esté metido en eso, pero sí hinchas me han acusado a mí. Jamás lo haría porque el que lo hace no juega solamente con su plata sino con la honestidad y el futuro de sus compañeros del plantel, además a mí no me mueve la plata, me mueve la pasión. También creo que se volvió una normalidad en jugadores de clubes más chicos porque ganan más con las apuestas que con su sueldo”.

¿Cuáles son tus objetivos?

Me cansé de proyectar, ahora vivo el día a día. Disfruto de poder vivir haciendo lo que me gusta, ya que no todos pueden hacerlo. Obvio que un objetivo a corto plazo es ascender con Merlo y como sueño, jugar en River, el club del que soy hincha. Pero trato de no quemarme la cabeza con eso porque lo que quiero es jugar a la pelota hasta que no me den más las piernas.

Agustín Arias: desde Mar Del Plata a Merlo, directo por un sueño

Por Lucas Matías Bagalá

Agustín Arias, el joven talento que se destaca en el Club Atlético Ferrocarril Midland de la localidad de Libertad que tuvo que resignar la posibilidad de debutar en la primera división de un club grande del fútbol argentino para poder cumplir su sueño de convertirse en futbolista profesional.

Agustín tiene apenas 21 años y desde su adolescencia que vive solo en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Su primera casa fue la pensión del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, allí realizó todas las divisiones inferiores y cuando tuvo la oportunidad de debutar en primera, lo dejaron libre. “Irme de San Lorenzo me dolió muchísimo porque fue tomar una decisión que cambió mi carrera, vine de Mar del Plata a Buenos Aires para jugar en San Lorenzo y siempre me imaginé que iba a debutar ahí, nunca me imaginé que me iba a ir pero me sirvió para cumplir mi objetivo de ser futbolista profesional”, expresó el delantero que usa el dorsal número 8 del club presidiado por Agustín Orión.

-¿En algún momento pensaste en volver a Mar del Plata cuando estabas en inferiores?

 -La verdad que sí, todo el tiempo. Dejé muchas cosas de lado para poder llegar hasta acá, dejé a mi familia allá, amigos, pero también conocí muy buena gente que me ayudó en Buenos Aires para que pueda seguir por mi objetivo.

Agustín Arias, conduciendo la pelota en el estadio de Midland

Galle, así es como lo apodaron sus compañeros a partir de la sexta división en San Lorenzo por estar siempre consumiendo algún paquete de galletitas cuando no es lo indicado diariamente en la dieta de un deportista. “Si, siempre me jodieron por estar comiendo cosas que no puedo, la nutricionista siempre me caga a pedos, pero son cosas que me cuesta desacostumbrarme”.

Mientras comparte unos mates justamente con unas galletitas “pepas de membrillo” recuerda su salida de San Lorenzo y el motivo por el cual arribó a Midland: “Cuando Insúa se va de San Lorenzo y asume Romagnoli automáticamente sabía que me tenía que ir, es raro porque El Pipi fue mi técnico en reserva y me consideraba, pero desde la dirigencia y por el representante de Romagnoli no querían llevar muchos chicos a la primera del equipo, me tenía que ir porque ya no tenía lugar ni tampoco la edad para jugar en reserva”.

“A Midland llego mediante mi representante que tiene un contacto directo con Orión, vine acá porque sabía que iba a tener la posibilidad de jugar en primera, tener mi contrato y que iba a ser titular, llegué a una situación en donde tenía que ir a donde sea pero la prioridad era dar el salto a primera”. Expresaba Agustín que apenas tiene 8 goles en 24 partidos como titular como jugador profesional.

Nació en Mar del Plata y allí pudo jugar durante toda su niñez y parte de su adolescencia, primero en un club “baby” fútbol y luego un breve paso por el club Alvarado para luego partir a la pensión del Ciclón: “A San Lorenzo fui mediante mi representante que fue el mismo que tuvo mi hermano, él jugó en Alvarado pero se quedó jugando allá. Yo tenía 14 años y mi representante me dijo que me podía conseguir probarme unos entrenamientos con la octava de San Lorenzo, fui y me dijeron que me podía quedar en la pensión, mi familia me incentivó a que lo haga y la verdad que estoy muy agradecido por eso”.

Mientras observa la cancha de Midland que se conserva poco a poco para el próximo fin de semana, Agustín sueña con algún día poder jugar en la máxima categoría del fútbol argentino y volver a San Lorenzo que es un club al cual le tomó mucho cariño aunque no sea hincha: “Yo soy de River, pero el haber jugado tanto tiempo en San Lorenzo hizo que me re contra encariñe, me gusta y me quedó pendiente jugar ahí, me preparé durante todas las inferiores pensando en jugar en esa cancha y no lo pude cumplir”.

-¿Qué aspiración tenes como futbolista más allá de volver a San Lorenzo?

 -Me encantaría jugar en el exterior, soy jugador de fútbol porque es lo que siempre me gustó, es un sueño, pero quiero vivir de esto y en Midland me alcanza con lo justo para mi solo más la ayuda que me dan mis viejos desde Mar del Plata, el club me pudo conseguir el departamento por Merlo pero quiero aspirar a más. Ahora pienso en hacer un buen papel en Midland y seguir creciendo.

Elián Robles: colgar los botines y vender zapatillas

Por Lourdes Fernández

A paso un poco desgarbado y con cara de dormido, Elián Robles llegó con casi diez minutos de retraso a la cafetería de Caseros que más frecuenta desde que se mudó al barrio, a principio de año. “Después del entrenamiento nos quedamos almorzando en el club. Cuando llegué a mi casa me acosté para la siesta y se me pasó el horario”, se excusó el volante de Acassuso que, a pesar de ser quemero desde junio, ya se siente cómodo con su equipo; junto al que no sólo compite por los puntos en la B Metropolitana, sino también por esas comidas esporádicas que invita la comisión, porque “el jugador siempre trata de ganarle algún asado al dirigente”.

En sus 23 años, Robles pasó por casi todas las categorías del fútbol argentino. Se formó en Lanús y jugó en la Reserva del club hasta 2022, cuando lo dejaron libre. Ese año viajó a Santiago del Estero para probarse en Central Córdoba, donde firmó su primer contrato profesional: “Ahí tuve la suerte de jugar, pero pasaba el tiempo y yo no debutaba; había ido para jugar en Primera División y no me tocaba”. Al no tener lugar en el Ferroviario durante dos años, se convirtió en futbolista de Estudiantes de Buenos Aires, pero como seguía sin conseguir el roce que creía necesitar, a los seis meses tomó la primera oportunidad que se le presentó: Acassuso.

Las subidas y bajadas por la escalera del fútbol lo ayudaron a forjar una mentalidad resistente. Hasta su llegada al Quemero, el volante había pasado seis meses entrenando sin sumar minutos en cancha, y “no jugar es lo peor que le puede pasar a un jugador”. Afirmó que sigue siendo futbolista porque se mantuvo fuerte de cabeza a pesar de que el deporte le hizo transitar “más situaciones malas que lindas”.

Cuando firmó su primer contrato en Central Córdoba, Elián sintió que todo el esfuerzo que había hecho desde pequeño, cobraba sentido. Sin embargo, fue cuando empezó a recibir un sueldo como jugador profesional que comenzó con el emprendimiento que hoy lo ayuda a pagar el alquiler de su departamento: la venta de zapatillas. Su negocio se llama Calzados King, y la mayoría de sus clientes los consigue por por Instagram.

“Arrancó en Santiago del Estero. Siempre fui muy emprendedor porque quería tener lo mío, y la plata del primer contrato es para para lo básico, así que arranqué a revender allá y cuando volví a Buenos Aires seguí, porque sólo con mi sueldo del ascenso no me alcanza para alquilar, para poder darme un gusto o comprarme algo”, agregó tras una pausa que aprovechó para comer una de las dos medialunas de manteca que había ordenado y darle un sorbo a su café con leche, que ya se estaba enfriando por la brisa que soplaba.

También confesó que a muchos de sus compañeros de equipo el sueldo sólo les alcanza para cubrir el combustible o cargar la Sube que utilizan para ir a entrenar. “La mayoría sale a trabajar por las tardes; algunos se meten en el negocio de sus familias, otros hacen de Uber, se la rebuscan porque el sueldo es muy pobre, y en general no se sabe eso, el de afuera siempre piensa que todos cobramos como jugadores de la Liga Profesional”.

Nunca tuvo un cruce fuerte con un hincha y aseguró estar acostumbrado a lo que él considera el “himno del fútbol argentino”, que suena cuando su equipo cae en fechas consecutivas y que entonó en el patio de la cafetería para que no quedaran dudas de a qué cántico se refería: “Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”.

Sin embargo, también recordó una situación que retrata bastante bien lo que implica el ascenso argentino: “Habíamos perdido feo con Acassuso, y un plateista nos gritaba desaforado: ‘Váyanse, que se están robando toda la plata del club’. Nosotros en el vestuario nos reíamos, porque era tan fácil como ir y preguntarle: ¿Vos a qué te dedicas? ¿Sos colectivero? Bueno, cobrás más que nosotros”.

A pesar de haber girado por el fútbol desde que era pequeño, Robles aseguró que se quedó “con la sangre en el ojo” por no haber debutado en la Liga Profesional, y que por eso se entrena con la aspiración de ganar experiencia y llegar al pico más alto de su rendimiento en un equipo de Primera División en el que pueda colgar las zapatillas y que calzarse los botines alcance.

Matías Lescano y el fútbol cuando la plata no alcanza

Por Maitén D’Alessio Rodolico

 

Es una utopía pensar que, si un pibe llega a Primera, estaría salvado económicamente. Los autos de lujo, las casas gigantes y los botines importados son sólo una realidad para aquellos jugadores que lograron alcanzar la máxima categoría del fútbol argentino.  Matías Lescano, quien vistió la camiseta de ocho clubes del ascenso, es el arquero titular de Deportivo Berazategui y lo confirmó, sin escrúpulos, desde la tribuna naranja de su estadio: “El sueldo no alcanza, y menos en este último tiempo”.

“En la C tenemos las mismas condiciones de contrato que en el fútbol femenino, y si querés independizarte necesitas trabajar de otra cosa, además del fútbol”, explicó el arquero que hizo las inferiores en el Club Comunicaciones pero logró debutar en primera en Deportivo Leandro Alem. En un principio, la salida la encontró en el negocio familiar: “Mi viejo es mecánico dental y yo trabajaba con él; entrenaba a la mañana y después me iba seis horas al consultorio donde lo ayudaba a construir las piezas”.

En su carrera, pasó por Comunicaciones, Alem, Excursionistas, Luján, Deportivo Español, Riestra, Ituzaingó y Berazategui. “A lo largo de todos estos años escuché todo tipo de historias: gente que tuvo que dejar el fútbol, compañeros que perdieron en laburo, otros que venían sin dormir porque trabajaban de noche y llegaban al club muertos”, relató Lescano. Luego, comentó que la irregularidad del fútbol, sobre todo de los horarios de partidos, es muy difícil de compatibilizar con un trabajo formal o una carrera universitaria. Los emprendimientos personales “son el camino más elegido por los futbolistas para poder sobrevivir”.

En 2012, mientras jugaba en Deportivo Riestra, su vida estuvo a punto de cambiar. “El presidente del club me dijo ‘no te vayas, quedate que va a pasar algo grande, va a venir un inversor que le va a aportar mucho al club’”, recordó el arquero de 37 años, y agregó: “La verdad es que los futbolistas de ascenso estamos acostumbrados a que nos mientan mucho los dirigentes y, entonces, no le creí”. Meses más tarde, en plena pretemporada en Ituzaingó, sus ex compañeros le contaron que tenían “los sueldos al día”,y les daban “botines y premios todos los fines de semana”. “En ese momento, me quería matar”, confesó entre risas.

Este año, Lescano fue padre por primera vez de su hijo Mateo. Por la mañana entrena en el predio de Berazategui y las tardes se las reparte entre sus clases en la Universidad Nacional de Avellaneda, donde estudia la Licenciatura en Actividad Física y Deporte, y el Club Alvear, dónde es entrenador de arqueros de la primera división de futsal.  “Estudio para que cuando me retire como jugador, pueda seguir ligado al deporte”, concluyó el arquero, quien además hizo el curso de director técnico en AFA.

Como referente en el plantel del Naranja, siempre intentó transmitirle a los más jóvenes del equipo sobre la importancia de estudiar y formarse, puesto que “la carrera de futbolistas es muy corta y la vida sigue, o  arranca y hay que estar preparado”. “La famosa movilidad ascendente es a partir del estudio”, concluyó.

En paralelo con el fútbol, Lescano comenzó a transitar su camino en la militancia peronista. Nunca escondió sus convicciones, incluso cuando algunos dirigentes le negaron que se expresara. “Un 24 de marzo quise salir con una remera que decía ‘Nunca Más’ y no me dejaron. Cuando terminó el partido con el preparador físico fuimos a buscarla y nos sacamos una foto en la cancha”, dijo sobre su paso por Luján.

Toda la vida profesional la disputó en el ascenso, y salvo en determinadas situaciones, su militancia no le jugó en contra. “Creo que en otro nivel exponerte es más complicado porque hay más repercusión y contratos con sponsors que te limitan”. En 2019, en plena campaña electoral de la fórmula Alberto Férnandez y Cristina Kirchner, Matías junto a otros y otros futbolistas formaron la agrupación “Futbolistas Unidxs” con el fin de “inclinar la balanza”. Después del triunfo electoral, la agrupación continuó y realizó actividades sociales en barrios populares. Sin embargo, confesó: “Con el diario del lunes estoy desilusionado a nivel político y ciudadano. Tiempo después tuve que dar la cara con los vecinos y con los barrios a los que iba a militar, porque las cosas no funcionaron y muchos políticos fallaron”.

“Suena feo pero a veces, pareciera como si el entorno quisiera que el futbolista no piense, desde afuera se impone que debemos entrenar, jugar y nada más”, expuso y argumentó: “La verdad es que somos todos personas, con conciencia de dónde venimos, que en su mayoría son barrios populares producto de una sociedad golpeada, pero cuando uno intenta opinar desde un lado partidario, se lo señala. Creo que todos tenemos un pensamiento; yo me siento identificado por un sector y siempre voy a intentar inclinar la cancha para ese lado”.

El Mono Martínez: de saltar en el arco de Yupanqui a hacerlo en las máquinas del centro de reciclaje

Por Lourdes Fernández

El jugador del ascenso no vive del fútbol, vive para el fútbol. Lleva una vida sacrificada en la que, usualmente, debe dejar de lado todo lo ajeno a una pelota, una cancha y sus botines. A esa lista, Alejo Martínez le sumó los guantes que utiliza todos los sábados cuando se para bajo el arco de Yupanqui. También afirmó que la rutina ideal de un futbolista debería consistir en “levantarse, desayunar en el club, entrenar, ir a su casa a dormir la siesta y volver a ejercitarse de manera particular”. Sin embargo, la suya dista mucho de esa realidad que sólo tiene el futbolista de Liga Profesional.

“Me levanto a las seis y, después de desayunar, me voy a tomar el tren hasta Lugano, donde queda mi lugar de trabajo”, comentó. Todos los días a las 8 de la mañana, el arquero de 24 años comienza su jornada laboral en la cooperativa de reciclado Primavera: “Empecé hace tres años, cuando llegué a jugar en el club, y varios que hoy son o fueron mis compañeros trabajan conmigo porque el dueño del centro de reciclaje es quien era el director técnico de Yupa en ese momento”.

En los vestuarios se ganó el apodo por el que lo reconocen los Traperos: Mono. “Soy de comer mucha banana, una antes de entrenar y otra después”, confesó mientras se cebaba un mate. “Y también mi estilo de juego acompaña, salto para todos lados”.

Respecto a su tarea en la cooperativa, se declaró “polifuncional”, hace un poco de todo. Su turno termina a las 14 y de allí se acerca a la Autopista Dellepiane, donde un compañero lo pasa a buscar con el auto para ir a entrenar. La práctica en el club suele extenderse hasta alrededor de las 17:30, cuando pega la vuelta para su casa o va al centro de entrenamiento particular donde se ejercita tres veces a la semana.

A pesar del ajetreado ritmo de vida que lleva, el Mono aseguró que está acostumbrado; desde los seis años juega al fútbol y desde los 14 trabaja. “Cuando jugaba en Sacachispas era peor, porque entrenaba a la mañana y a la noche trabajaba en Telecentro haciendo el mantenimiento de redes en la calle”. Cuando se percató de que, al ir casi trasnochado a entrenar, no rendía, Alejo se la jugó por el fútbol y dejó su trabajo. Sin embargo, al poco tiempo le avisaron desde Saca que no le renovarían el contrato.

Durante los seis meses que pasó sin jugar al fútbol, siguió dentro de la cancha, pero desde un lugar completamente distinto al que ocupa hoy: el del árbitro. “Me recibí en la Escuela de Árbitros en Bajo Flores y ejercí por bastante tiempo, ahora ya no porque decidí apostar como jugador”.

“Acá en la Primera C el sueldo mínimo para firmar un contrato es de $370.000, pero en Yupanqui el que más cobra gana eso, después es de ahí para abajo, yo tengo compañeros que ganan $50.000, $100.000 quizá. En mi club todos trabajan aparte o tienen emprendimientos”, agregó. Aunque también admitió que el sueldo, más allá de la categoría, depende mucho del club: “Ituzaingó o Luján, por ejemplo, donde hay jugadores que quizá ganan $700.000, un millón”.

“Hay días que salgo de trabajar y lo que menos quiero es ir a entrenar, pero sé que si quiero salir de la categoría en la que estoy, tengo que hacer el sacrificio. Con lo que cobro en Yupanqui no me alcanza, por lo que necesito mi trabajo, pero también soy consciente de que quiero seguir jugando al fútbol, y en general se entrena a la mañana, por lo que, si tengo que renunciar, lo voy a hacer”. Como el Mono, la gran mayoría de los jugadores del ascenso argentino aspiran con subir de categoría y, por qué no, en algún momento vivir del fútbol. Sin embargo, es complicado salir del cíclico sistema que implica tener casi una doble vida, porque abandonar el trabajo secundario para apostar por el deporte es un riesgo que, sin el apoyo y soporte económico de sus allegados, el futbolista no puede tomar.

Juan Cruz Villagra: El legado de una familia futbolera

Por Rocco Miño

Un día fresco, pero soleado en el “Coliseo de Bajo Belgrano”. Allí está Juan Cruz Villagra, que recién terminaba de hacer unos ejercicios regenerativos. Acomoda la mesa, abre la silla y se sienta, está con la vestimenta del club. Tiene el buzo puesto, en el pecho está el 11, número que usó en aquel desempate contra San Martín de Burzaco en el estadio Único de La Plata, marcó el gol para el campeonato y el ascenso de Excursionistas. Y no es casualidad lo que le tocó, “Juanchuli” como es apodado, “no iba a ser titular pero mi compañero Ian Puleio, llegó a la quinta amarilla y me tocó jugar de titular”. El destino lo quiso así, el primer gol del torneo 2023 lo había marcado él y el último del campeonato tenía que ser de Villagra y lo festejó con el “Topo Gigio” a lo Juan Román Riquelme. 

Juan Cruz Villagra festejando el gol con el topo “Gigio”, Foto sacada de Lulibidegainph

-¿Te esperabas ser el autor del gol  y el más importante en la final?

-La verdad que no, cuando pasó lo de Puleio en el partido con Central Córdoba de Rosario, sabía que iba a jugar. Desde ese día me preparé y me mentalicé para la final. Después no me imaginé que iba a hacer el gol, pero me sentí importante y muy participe de la conquista. 

 

-¿El festejo fue por Riquelme, por qué tiras para Boca o por algo en particular?

-No, fue porque días previos del lado de Burzaco, venían hablando que a Excursio le estaban dando muchos penales y demás cosas. Fue más que nada por eso, dijeron cosas que no iban. Salió en el momento del gol y la tiré, igualmente tiro más para Boca, me gusta más que River. 

 

-¿Los hinchas te deben agradecer por el gol, cuando te lo cruzas en la calle o en el estadio?

-Sí me lo recuerdan bastante, son muy agradecidos y te hacen notar el cariño. Eso es algo bueno y me da la satisfacción de que hice las cosas bien. 

 

 

El delantero de 24 años, oriundo de Villa Yapeyú, Santa Fé, dio sus primeros pasos en el baby fútbol de Nuevo Horizonte. De ahí pasó a San Cristóbal en cancha de once, para finalmente recalar en Defensa y Justicia. No solo Juan Cruz surgió del club de Florencio Varela, sino que viene de familia, es hermano de Leandro quien “abrió el camino”, Brian y Nicolás “Uvita” Fernández. Su debut fue en cancha de Colón de Santa Fe, de cual es hincha y de su ciudad natal. “Sentí mucha emoción y satisfacción, es lo que anhelaba”, pero no solo fue eso, ya que ese día fue “maravilloso” porque entró al mismo tiempo que su hermano Brian. 

-¿Te imaginabas ese debut y con todo ese marco?

-Fue algo hermoso e inolvidable. Parecía que estaba todo guionado, iba a ingresar entre los 10 y 15 minutos del segundo tiempo, pero se lesionó Adonis Frías y se paró el cambio mío. Después cuando Hernán Crespo me llama a mí, justo lo llaman a Brian y ahí me puse nostálgico. En el club de nuestro amores, entrar de la mano de mi hermano que me dijo unas palabras de aliento, fue impresionante. 

 

-¿Te acordas qué te dijo?

-Me dijo que no importaba el resultado, que entre y disfrutara del momento. Que no iba a poder revertir el marcador solo, eso me alivió e hizo que viva esa oportunidad.

Juan Cruz a punto de debutar y al lado su hermano Brian

Cada uno de tus hermanos dejó una marca registrada en el club. Leandro convirtió varios goles, Brian hizo el gol del ascenso a primera y “Uvita”, el gol para clasificar por primera vez a primera. Pero vos lograste la Copa Sudamericana 2021 ¿Qué pensas del logro que conseguiste?¿Te lo imaginabas?

-Tuvimos la suerte de tener un paso bueno por Defensa. A mí me tocó ser parte del plantel y jugar dos partidos, quizás no fui tan partícipe, pero fue una locura ese momento. No me lo imaginaba para nada, pero con el correr del tiempo, ver que cada día íbamos creciendo se presentía y sentía el olor a campeón. 

 

-¿Qué es Defensa para vos?¿Te gustaría volver?

-En lo futbolístico y lo cotidiano fue muy importante. Fue el inicio de todos mis hermanos, el crecimiento de mi familia, pudimos salir de Santa Fe, gracias a Defensa que nos dio todo. Es mi vida. Tengo una espina, me hubiera gustado jugar más y es por eso que en un futuro me gustaría volver para devolverle un poco más. 

 

Él no es Fernández, como sus hermanos, sino que lleva el apellido de su mamá Rosana. Pero se nota en esos ojos achinados, en las gambetas a la hora de jugar y con eso basta para afirmar que uno más de la “dinastía” Fernández-Villagra.

Lucas Scarnato, un jugador 100% del ascenso

Por Esteban Bravo 

Lucas Gabriel Scarnato es un jugador de fútbol profesional que se encuentra en actividad desde el 2006, cuando debutó en el club San Miguel, en una época donde la quiebra que duró 16 años (2006 hasta 2022) recién comenzaba. “Al plantel en el que debute se le debían varios meses de salario, todo se hacía por amor a la profesión. Los entrenamientos se hacían en los lugares que se podía y con lo que se podía”, respondió al ser consultado de cómo fue debutar en primera en una situación de crisis.

Scarnato besando el escudo del Trueno Verde

Jugó toda su vida en el ascenso argentino, entre la C y la B Metropolitana. Además del Trueno Verde tuvo pasos por cuatro clubes más: Luján, Laferrere, Atlas y Deportivo Armenio, su equipo actual. Al preguntarle cómo es el día a día de un futbolista de las categorías de ascenso del fútbol local declaró lo siguiente: “Es como otro trabajo, el fútbol fue evolucionando. Cuando yo arranque era muy difícil vivir de jugar al fútbol, de ser futbolista. A raíz de la cultura familiar y los consejos que me daban mis viejos siempre tuve las intenciones de trabajar y de estudiar. Sin duda es un trabajo muy sacrificado ya que implica mucho tiempo de involucrar tu cuerpo y la cabeza”. El deporte que él practica fue evolucionando con el pasar de los años, ahora en los cuerpos técnicos existen figuras como el psicólogo deportivo y el analista de video. La C se profesionalizó, hay muchos más recursos.

En el segundo semestre de su cesión a Luján en 2011, fue dirigido por Adrián del Río que tenía como costumbre tras finalizar los entrenamientos contar una anécdota, un cuento o una moraleja, lo cual le llegó y le llamó la atención al oriundo de San Miguel. Además de ser jugador, también tiene el título de entrenador y su primera y hasta el día de hoy única experiencia en ese cargo fue dirigiendo al plantel femenino del Lujanero, adoptando la idea de contar cuentos en las arengas previas a un partido.

Su momento más recordado y anecdótico como DT del fútbol femenino del club del oeste fue cuando Diego Armando Maradona lo visitó en el vestuario debido a que Rocío Oliva, la última pareja del Diez, formaba parte del plantel. “Fue uno de los momentos más lindos de mi carrera y de mi vida. La posibilidad de conocer a mi ídolo, sin duda el máximo exponente que yo tengo. Tuve la posibilidad de sentar a mi nena a upa, son momentos que no se pueden explicar con palabras. El vivirlo fue el máximo recuerdo que tengo”, recordó el delantero.

Diego Maradona alzando a upa a la hija de Scarnato

Sin duda la institución que más lo representa es la misma que lleva el nombre del municipio donde él vive: San Miguel. La mitad de su carrera la vivió en el Trueno Verde, en su casa se pueden observar tres cuadros con las camisetas conmemorativas que marcan la cantidad de encuentros que tiene en el club de Polvorines: 100, 200 y 271 partidos. Al preguntarle qué significa San Miguel en su vida respondió que es su segunda casa, donde no solamente jugó al fútbol si no también al básquet, cuando se preparó para ser profesor de educación física, practico natación en la pileta del club. Si bien él no nació siendo hincha del Trueno Verde, con el tiempo aprendió a quererlo.

Mucha gente lo ubica como el máximo ídolo del Verde, incluso su cara está pintada en una bandera de la agrupación “San Miguel Crece” junto a los rostros de distintos jugadores representativos de la historia del Trueno. Al preguntarle sobre este tema respondió: “Es muy difícil asimilar eso de ser ídolo. Entender que hay gente que te valora, que te quiere, que te respeta y que siempre te tiene presente, es una forma de darle identidad a esto de ser ídolo. En esa bandera hay jugadores que los ha elegido la gente por distintas temporadas. He salido elegido entre tantos jugadores buenos que han pasado por el club. Siempre que hay algo para aportar siempre estoy presente”.

En la anteúltima jornada de la temporada regular de la B metropolitana 2023, en un encuentro ante Villa San Carlos, Scarnato se lesionó lo que le impidió disputar las finales contra Talleres de Remedio de Escalada y Douglas Haig, en la que el equipo del Noroeste del Gran Buenos Aires logró el ascenso al Nacional B. Fue un momento duro para el delantero tanto físicamente como mentalmente pero sus compañeros lo hicieron sentir parte de ese logro, lo que hizo más llevadero su recuperación.

El plantel de San Miguel junto a Scarnato, post lesión contra Villa San Carlos

Al consultarle qué tiene pensado para su futuro aseguró que quiere seguir jugando y que espera hacerlo por cuatro años más. Cuando se le preguntó qué pasará después de colgar los botines expresó su deseo de ser entrenador: “Sin duda después de retirarme quiero ser director técnico, me estoy preparando para cuando me toque, ser el mejor. Quiero ser el mejor técnico, quizás del ascenso”.

 

 

Lautaro Ortega: mates y fútbol de ascenso

Por Joel González

Con mates de por medio, su gran compañero de todos los días, y en un ambiente agradable en su querido barrio de Parque Patricios, donde nació hace 21 años y vive actualmente, el delantero de San Martín de Burzaco Lautaro Ortega confesó que con los salarios de la Primera B Metropolitana es necesario tener otro ingreso para subsistir, y más si el futbolista tiene una familia que debe alimentar.

Si bien tiene vínculo hasta diciembre de 2026 en Nueva Chicago, equipo que jugará contra Quilmes por los cuartos de final del reducido de la Primera Nacional, desde junio se encuentra a préstamo en San Martín y notó las grandes diferencias que hay entre las dos categorías. “A pesar de que pude de arreglar un contrato en el que cobro el mismo sueldo que en Chicago, sentí el cambio en otros aspectos. En la B Metro, el club no tiene médico, a veces donde entrenamos no hay vestuario y esperamos en los autos para cambiarnos, el agua de las duchas, por lo general, sale fría, y son situaciones normales, que lamentablemente pasan en la división. En cambio, en mi anterior equipo contábamos con dos kinesiólogos, y masajista, concentrábamos en hoteles muy buenos previo a los partidos, las condiciones de las canchas eran mejores, y son factores que, posteriormente, influyen en el rendimiento, sobre todo en el mío que prefiero el pasto en buen estado para poder encarar”.

Por más que el fútbol del ascenso esté profesionalizado, los sueldos bajos de los jugadores no alcanzan para solventar los gastos personales, y sumado a la situación actual del país, en el que la inflación es alta (208,3% interanual, según INDEC), los deportistas deben recurrir a otros trabajos que tengan horarios flexibles que les permita entrenar y viajar a disputar los partidos, en caso de que jueguen lejos del Gran Buenos Aires.

– ¿En ambas divisiones los pagos son escasos?

– No. Hay compañeros en San Martín que sólo con lo que cobran como jugador, no llegan a fin de mes. Además, algunos son padres y les genera un gasto más, por eso tienen otros laburos. Por ejemplo, el capitán es profesor en dos gimnasios propios, varios hacen repartos, o venden ropa. En cambio, en la B Nacional los sueldos son mejores. Si bien hay futbolistas que trabajan en paralelo, cada vez se ve menos, y se debe a que se aumentó el mínimo a un millón de pesos por mes, y hay más premios por parte de los dirigentes de los clubes.

El fanatismo por los mates, y la perfección y dedicación con la que los prepara, en los que deja una mitad seca y ceba del otro lado, le dio la iniciativa de vender productos materos. La idea surgió junto a su pareja, Camila, de quien está enamorado hace cuatro años, y si bien el proyecto comenzó como un pequeño emprendimiento, en los últimos meses, debido a un video que se hizo viral en las redes, creció de tal manera que les generó un ingreso económico significativo.Mates Calau empezó en 2021. Siempre me gustaron los mates y vi que estaba muy relacionado con el ambiente del fútbol, así que le propuse la idea a Cami y aceptó el desafío. Pedimos un préstamo, compramos diez mates y armamos una página en Instagram para publicarlos. A pesar de que nos fue bien, al año siguiente lo dejamos en pausa porque me subieron a Primera y ella empezó a estudiar, por ende, no teníamos el tiempo necesario para darle atención”.

Sin embargo, hace cuatro meses retomaron el emprendimiento y fue furor. Encontraron un proveedor más económico y de mejor calidad, “en septiembre, vendimos alrededor de 100 productos, y en parte fue al video de TikTok que tuvo 1.200.000 visitas. Es una publicación en la que mostramos la promción de un combo matero. Nos salvó eso, antes entregábamos cuatro o cinco por día y estábamos tranquilos, hasta que se viralizó la publicación. Iba a comprar más seguido para reponer stock y nos encargaban en la misma jornada. Mi novia faltaba a la facultad para armar pedidos y responder mensajes. Gracias a Dios nos ayudaron nuestras familias con empaquetados y despachos para los clientes del interior, y con las ganancias que tuvimos, en diciembre, probablemente, nos vayamos de vacaciones a Brasil”. Lo que comenzó como una idea, con el transcurso del tiempo tomó seriedad y les generó una importante ayuda económica para ambos.

@mates.calau

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♬ Hoy – Valentino Merlo & The La Planta

Si bien Lautaro cumplió su sueño de ser jugador profesional, es consciente que vivir sólo con el ingreso de futbolista de ascenso no alcanza para tener ahorros, y que requiere de un ingreso externo, en este caso Mates Calau.

Matías Pisano: amor por Chacarita, viajes por el mundo y fanatismo por Toy Story y la Play

Por Gustavo Bettinotti

Es recordado por su paso en Independiente, y con 32 años ya jugó en 12 equipos de 8 países diferentes. Volvió al club de sus amores y tiene otras pasiones fuera del fútbol.

Chacarita, Independiente, Cruzeiro, Santa Cruz, Tijuana, Talleres, Aldosivi, América de Cali, Al-Ittihad Kalba, Argentinos Juniors, Atromitos, Aldosivi nuevamente, Palmaflor y Chacarita otra vez, como en sus inicios. Todos estos pasos tuvo Matías Pisano a sus 32 años, y con varios años más por delante como futbolista, a pesar de ya contar con el título de entrenador, profesión en la que por ahora no se imagina, y que siente “medio enfermiza”.

Luego de llegar junto a su mujer cerca de las 4 de la tarde a una cafetería ubicada en Villa Ballester, donde él vive y a pocas cuadras del estadio de Chaca, Pisano se sentó en una mesa al aire libre, invitó al entrevistador un café con leche y dio inicio a la charla.

Al haber jugado en 12 clubes distintos a lo largo de su carrera, consultado acerca de dónde cree que logró mostrar su mejor versión, el nacido en Capital Federal respondió: “Mi primer paso por Chacarita fue muy bueno, en Independiente excelente también, y después creo que mi nivel fue muy bueno en Colombia. Me fue muy bien personalmente y justo también salimos campeones con América de Cali”.

Más allá de ser un trotamundos, el enganche tiene un sentimiento especial con el club que lo vio nacer. “Chaca es mi segunda casa. Yo quiero mucho al club pese a que me ha ido más mal que bien. El último año de mi primer ciclo fue muy bueno, pero después fueron etapas duras. A veces jugaba, a veces no y me tocó vivir dos descensos. Llegué con 10 años y literalmente casi me muero, porque tuve un traumatismo de cráneo después de darme la cabeza contra un paredón jugando en el Polideportivo. Pasé por todas, conozco a todos y ahora disfruto de estar de vuelta”, expresó.

Tras destacarse en el Funebrero, llegó a Independiente en el peor momento de su historia, en una operación en la que Ricardo Bochini, máximo ídolo del Rojo, cumplió un rol clave: “Justo Independiente desciende y me llaman, que en ese momento Bochini estaba metido en el club, y era íntimo amigo del Tano Pasini, mi entrenador en Chacarita. No me había pedido (Miguel Ángel) Brindisi, que era el técnico del Rojo, pero el Bocha metió sus fichas y se terminó dando”.

Acerca de esa temporada 2013/14 donde consiguen el tan necesitado ascenso a Primera con el Rojo, el zurdo recordó: “Fue un año súper duro. Era complicado llegar a uno de los clubes más grandes de Argentina estando en la B, y con la gente que  necesitaba ascender al toque. La B encima es durísima. Estuvimos hasta la fecha 6 sin ganar, echaron a Brindisi y ahí llega Omar De Felippe, que fue el que me dio más continuidad. Al final pudimos conseguir el ascenso… uno de los tres ascensos, porque fuimos el tercero. Por suerte ascendían tres, porque sino nos quedábamos un año más”.

Ya en Primera, su gran desempeño en el club de Avellaneda generó el interés de Jürgen Klopp, por ese entonces en Borussia Dortmund: “Estaba todo dado, no lo podía creer. Mi año con Jorge Almirón como técnico fue muy bueno, y en un partido con Boca en cancha del Rojo me vinieron a ver de Alemania y la rompí. Al otro día me junté con los alemanes, querían comprarme, y hasta hoy no se bien por qué no se dio. Habrá sido tema de dinero, que pidió más plata mi representante o el club, y se terminó cayendo”.

De todas formas, a Pisano el fútbol le dio el lujo de conocer el mundo, y considera que Emiratos Árabes Unidos es el lugar “más loco” donde le tocó jugar. “Fue una experiencia linda, más allá de que mi mujer en ciertos lugares tenía que estar tapada. Allá mis compañeros ganaban fortuna pero tenían otros laburos. Eran policías, bomberos o abogados, y ganaban muy bien también en esos trabajos”, contó.

Pero además de la pelota, el jugador de 1,62 metros de altura tiene otras pasiones. Apodado Juguete por el Bambino Pons debido a su fanatismo por Toy Story, el surgido de la Sociedad de Fomento Fernando Hidalgo aseguró que en sus viajes a Disney se trae siempre algún muñeco de la película, y que ya le queda poco para tener la colección completa.

A su vez, durante la pandemia hizo streams jugando al Fortnite en la PlayStation, otro de sus amores. “En esa época jugaba 8 horas por día, ahora bajé un poco porque sino la patrona me mata. Es un hobbie que me distrae un poco del fútbol y de los problemas que pueda tener. Disfruto mucho jugando, y ahora no juego 8 pero 3 por día meto seguro”, reveló entre risas.

Por último, y previo a acompañar a su esposa que se había quedado adentro mientras se llevaba a cabo la entrevista, Pisano detalló cuáles son sus objetivos para este final de temporada con Chacarita, y a futuro en su carrera: “Con Chaca nos quedan un par de balas para intentar clasificar al reducido. La idea es ascender, vine a eso. Después veré que hacer, mi contrato vence en diciembre y si surge alguna oportunidad la analizaré con mi mujer. No me cierro a ir a ninguna parte del mundo”.

Santiago Rodríguez: talento en el campo y en el aula

Por Valentino Majul

Un joven de 22 años que todavía le queda muchísimo por recorrer en lo personal y en lo futbolístico, y que día a día intenta superarse a sí mismo con sus respectivas responsabilidades. Santiago Rodríguez, futbolista profesional de All Boys, dio una entrevista en el bar de su facultad, acompañado del olor a comida y a la vista de alumnos y profesores, y detalló sobre lo que es jugar en Primera y, a la par, estudiar Periodismo Deportivo, pero sin dejar de lado la familia, los amigos, su pareja y los momentos que lo hacen desconectar un poco de la realidad.

Rodríguez es un enganche creativo, de pierna diestra, que también se puede desempeñar como mediocampista central. Mide 1,78 de altura y le gusta ser el organizador del juego en la Primera del Albo: “Me considero un jugador más pensante y técnico. Intento observar al rival para ver donde le puedo sacar ventaja y de ser el que maneja los hilos del equipo, tanto en ataque como en las salidas”. También confesó que tiene como referentes a Rodri (el mediocampista del City), Alan Varela y Ezequiel Fernández (ambos ex Boca): “Me gusta mucho la lectura que tienen, el buen pie y el timing”.

Desde 2021 es parte del plantel de Primera y en 2024 está buscando regularidad en el once titular, pero, a pesar de no tener tantos minutos, afirmó que se siente muy cómodo en el club: “Estoy hace muchos años acá. Me llevo muy bien con todos los empleados y con mis compañeros. Lo siento como mi casa”. Cabe remarcar que, desde su debut, disputó 20 partidos con la camiseta de All Boys y no marcó goles.

No solo jugó en el equipo de Floresta, anteriormente hizo inferiores en San Lorenzo de Almagro, club con el que sentenció no sentirse a gusto: “Estuve un año y me fui de un día para el otro porque no me gustaba el ambiente que se vivía ahí. Después quisieron que vuelva, pero también estaba la oportunidad de All Boys”. Posteriormente, agregó que se decantó por el Albo porque tenía a dos de sus mejores amigos jugando ahí.

Cuando se trabaja y a la par se estudia, es muy complejo para algunos organizarse y tratar de darle el tiempo que se merece a las dos responsabilidades, porque hay veces que, en el afán de querer cumplir, se entra en un proceso de nerviosismo y alteración en el que es difícil tener el control del 100 por ciento de la situación.

“Siento que le dedico el mismo tiempo al estudio y al fútbol, pero es por momentos. Hay semanas en las que estoy más cargado con la facultad y dejo de ir al gimnasio para adelantar algo, si no trato de descansar para recuperar energías”, declaró el futbolista sobre cómo maneja sus horarios.

Es normal en el ascenso argentino tener dos trabajos. La economía del país no da abasto y los salarios en la segunda categoría del fútbol argentino son muy inferiores comparados a la de otras ligas, por ejemplo, las de Europa. Pero también es común, aunque se conozcan pocos casos, que los jugadores jóvenes estudien alguna carrera en paralelo. También, aclaró que hoy se puede hacer cargo de los gastos de la facultad: “En primer año mis papás me pagaban la cuota porque no tenía contrato. En segundo lo hacíamos a la mitad y hoy puedo encargarme yo de todo”.

El argentino contó que nunca supo si quería estudiar a la par del fútbol, pero su primo empezó la carrera de Periodismo Deportivo en Tea y Deportea y lo convenció de que la arrancara: “Él me insistió y le dije que sí. Volvía a mi casa después de entrenar, a la tarde iba al gimnasio y el resto del día no lo aprovechaba, me sobraba mucho tiempo y opté por estudiar algo, y más si estaba relacionado con el deporte”. Además, cerró diciendo que se recibe en dos meses y, cuando no juegue más, tiene pensado ejercer la profesión.

Hay días en los que es inevitable estar con la energía a pleno, estando el cuerpo en constante actividad sumado al consumo mental, el estrés y la tensión, que juegan un papel fundamental. “Entreno todos los días de 9 a 12 y antes voy una hora al gimnasio, así me ahorro ir a la tarde. Curso de lunes a jueves desde las 18:30 hasta las 21:30, y cuando vuelvo a mi casa ceno y voy a dormir”, describió el mediocampista, que culminó explicando que trata de hacerse espacios para todo y que intenta estudiar los sábados o domingos, pero es agotador.

La familia, los amigos y la pareja juegan un rol primordial en el estado anímico de cualquier jugador. No hay uno que te diga que no juega por mamá, papá o algún familiar que ya no está físicamente, y es por lo que el nacido en González Catán intenta enfocarse cada vez que puede en sus seres queridos. “Soy muy pegado a mis viejos (Lorena y Gustavo), desde chico. Vivo con ellos y de grande trato de disfrutarlos más. Mi hermano Julián, de 27 años, y Lautaro de 18, están viviendo en España e Italia, respectivamente. Siempre tuve una hermosa relación y hoy que están lejos los extraño mucho. Son esenciales en mi vida”, manifestó.

Por otra parte, explicó sus objetivos a nivel personal y futbolístico y lo que pretende para lo que se le viene: “Hoy quiero ser feliz. Crecer como jugador, ascender con All Boys, jugar en Primera División y poder dar el salto a Europa. Disfrutar de lo privilegiada que es mi vida, de mi familia comiendo asados o ñoquis de calabaza los domingos y de mis amigos compartiendo unos mates amargos”.