domingo, diciembre 22, 2024
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River busca meterse entre los poderosos del vóley

Por Ignacio Lotitto 

El vóley es una disciplina que no pasa desapercibida en River y, año tras año, sigue fomentando a las categorías formativas para que el día de mañana el plantel profesional esté compuesto por deportistas formados en el club, que le permitan ir metiéndose entre las potencias del torneo argentino, Upcn y Bolívar.

Ya no se invierte en los pases y contratos elevados de los experimentados y, por eso, 14 de los 20 jugadores del actual equipo de Primera nacieron entre 1998 y 2000. Además, en el equipo hay solamente dos deportistas con larga trayectoria: Luis Gorosito (categoría 1979) y Renato Adornelas (categoría 1980), que están desde la vuelta a Primera, a mediados del 2016.

Luciano Vicentín es uno de los tantos ejemplos del crecimiento de las inferiores en la institución. Con 19 años recién cumplidos, ya formó parte de las distintas Selecciones juveniles y ahora está como sparring de la Selección mayor y afianzado como titular en La Liga A1. El punta receptor contó cómo fue su arribo a las categorías formativas del elenco de Núñez: “Llegué hace casi dos años. Yo jugaba en Paraná en La Liga A2 y un día vinieron a verme dos técnicos de River, fueron hasta mi casa, hablaron con mis viejos, nos contaron todo el proyecto y me ofrecieron jugar en inferiores y a partir de la segunda temporada en Primera”.

Desde la creación de La Liga en la temporada 1996/1997, el club estuvo presente en 15 de sus 23 ediciones, lo que lo ubica como el tercer equipo con más participaciones detrás de Obras de San Juan (19) y Bolívar (17). Se coronó campeón en el Torneo 1998/1999, venciendo en la final a Club de Amigos por 4 a 2 y, además, fue el ganador del Super 4 en el 2002/2003, tras ganarle a Bolívar 3 a 1 en el partido decisivo en el Luna Park.

La peor racha deportiva fue entre 2007/2008 y 2015/2016. Durante esos ocho años, River estuvo jugando solamente Ligas Metropolitanas y no competía en el máximo nivel, sino que jugaba, de vez en cuando, en La Liga A2. Sin embargo, el 4 de abril de 2016, el Millonario volvió a la Liga A1 tras vencer a Libertad. Ese día marcó un antes y un después en el club. El deporte volvió a llamar la atención de la comisión directiva y comenzaron a destinarle más dinero y más difusión. Fabián Muraco decidió abandonar su cargo de entrenador y contrataron a Fernando Borrero, un director técnico con experiencia de sobra.

Borrero recordó cuál era el objetivo que le habían propuesto cuando le ofrecieron el cargo: “Desde que River está en el ascenso se pensó en reforzar las inferiores con jugadores que tengan proyección de Liga. Desde que asumí seguimos con la misma política y con el pasar del tiempo la vamos reforzando. Muchos de los chicos que llegaron para reforzar las inferiores hoy están en las Selecciones Sub 23 y Sub 21. La idea está clara, que es seguir desarrollando abajo. La mayoría que habíamos empezado a desarrollar, ahora son titulares en la Primera”.

“También hay que saber que no te alcanza solamente con juveniles. Siempre, mínimo, necesitás un refuerzo que te dé el salto de calidad y los potencie a los demás. Obviamente que cuantas menos incorporaciones tengamos que hacer, para River es mucho mejor. Nosotros, en relación a los demás clubes de la Liga, nos sentimos en la categoría media/baja en cuanto a lo económico”, agregó el técnico.

El técnico Fernando Borrero festeja un triunfo con sus dirigidos.

Desde ese entonces, el club de Núñez lleva tres temporadas seguidas en el máximo nivel, y en el reciente torneo, quedó eliminado en cuartos de final contra Bolívar, el actual campeón sudamericano y el más ganador a nivel nacional, con ocho títulos. Pero el objetivo no es luchar por la consagración en el corto plazo, sino que es darles más importancia a las inferiores. Y dicho esto, vienen arrasando año tras año en todos los torneos de juveniles, menores e infantiles. Ser una cuna del vóley, eso es lo que busca River. 

El actual DT notó una mejora masiva de las inferiores en estos tres años que lleva en el club: “Para la primera temporada que dirigí tuvimos que contratar de urgencia a siete jugadores de larga trayectoria, y, por lo tanto, de un sueldo alto. En ese lapso los pibes se fueron afianzando en la Sub 21 y Sub 19, y hoy, más de la mitad del plantel son menores de 21 años. Esos son los frutos que se van viendo por apostar en ellos y en los formadores. Lo mejor de River hoy en día son las inferiores. Igualmente, hay que seguir esperando porque esto es un proyecto a largo plazo y que lleva tiempo”. 

El 23 de abril se cumplieron 20 años de la primera y única consagración de River en La Liga, de la mano del entrenador Marcelo Méndez, actual técnico del seleccionado nacional. Una de las trabas que le impide, por ahora, al club volver a soñar en ganarla otra vez es el nivel europeo que tienen los equipos con mayores fondos económicos, como Bolívar y Upcn de San Juan. 

En la presente temporada, el club de Núñez apenas pudo ganarles cinco sets sobre 26 disputados (tras dos partidos ante Upcn y cinco contra Bolívar). “Son equipos durísimos, pero a mí me sorprendió y me dejó contento saber que fuimos, por lejos, el equipo que más los contraatacó en toda La Liga. Tuvimos 120 contraataques más que los que vienen atrás nuestro”, destacó Borrero. “Para esos encuentros necesitás refuerzos contundentes, que te definan los puntos porque no les podés regalar nada. Es complicado mantenerles el ritmo y más con todos jugadores jóvenes”, se lamentó.

El capitán del equipo riverplatense, Luis Gorosito, expresó cuál es su rol en el día a día con los chicos, a los que les lleva 20 años: “Me siento el líder del plantel. Gracias a Dios para mí no es difícil convivir con personas tan jóvenes, y el día que sienta eso tendré que dar un paso al costado. Mientras tanto, yo disfruto con ellos todo lo que puedo, trato de ir a las salidas que planifican, ya sea cine, bar o boliche. Me siento parte de ellos”.

De frente, Luis Gorosito festeja un punto con sus compañeros.

“Tratamos de aprender de Gorosito, él pasó por millones de experiencias que nosotros todavía ni las tuvimos. Es una locura pensar que a mí me faltaban cuatro años para nacer cuando él ya estaba jugando en la Primera División de Argentina (1996). Todo eso lo tenemos que exprimir al máximo porque no sabemos cuánto tiempo le queda compartiendo cancha con nosotros”, manifestó Luciano Vicentín, nacido en 2000. 

Hay una particularidad en este equipo y es que el entrenador, Fernando Borrero, y el jugador más veterano, Luis Gorosito, compartieron cancha cinco años en Vélez, durante 1999 y 2004, en el final de la carrera deportiva del actual director técnico. “Fernando siempre fue igual, súper profesional y súper serio. Como compañero era igual que ahora, siempre dispuesto a escuchar y debatir. Mi llegada a River se debe a él porque ya me conocía de haber jugado juntos y siempre confió en mí. Sinceramente, no lo veía entrenando a equipos, pero gracias a su seriedad y compromiso, desde que se retiró en 2004 hasta ahora, estuvo dirigiendo todos los años y eso lo logran pocos”, sostuvo Gorosito.

En cuanto al objetivo deportivo que tienen a corto plazo, los dos referentes coinciden en que van en busca de La Liga Metropolitana de División Honor porque sienten que todavía no están para competir por el título de la Liga Nacional en los próximos años. El capitán del equipo aclaró: “Todavía no sé cuantas temporadas más voy a jugar, pero por lo menos hasta que siga yo, no nos imagino ganando el torneo nacional por sobre Upcn y Bolívar”.

“Mi papá es boxeador”

Por Gregorio Gajate

La ciudad de Chacabuco, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, es una planicie sin elevaciones con un clima típico de la región pampeana, con veranos templados e inviernos frescos. No hay lagos, ni cascadas, ni animales exóticos.

Es el segundo piso del Círculo Católico de Obreros de Chacabuco, hay gente entrenando, bolsas colgadas, un armario viejo de chapa con un equipo de música arriba reproduciendo algún cuarteto de Sabroso, cuadros en la pared con notas de diarios de los 80’ o 90’, una gigantografía del Papa Francisco y un cinturón de campeón del mundo.

Sergio logró el título argentino supergallo en 1990, cuando apenas tenía veintiún años, y el sudamericano al año siguiente. Está vestido con una camiseta negra, campera de jogging gris, pantalón tres cuartos y zapatillas azules. Tiene el pelo corto, canoso, y la nariz chata como todo boxeador.

Los otros dos hombres que están en el cuadrilátero son más jóvenes y boxean –o guantean, si hablamos en lunfardo. Sergio no. Sergio es un tipo mayor que apenas supera el metro setenta, que pesa cerca de sesenta kilos, y dice:

¡Bien, Manuel! Seguí, seguí, dale.

Los dos boxeadores tienen guantes azules, casco y protector bucal. Nicolás Falabella, “El Colito”, es dos o tres categorías más grande que “Junior”, por lo tanto, más alto y pesado. Junior es Manuel Liendo. Manuel Liendo es hijo de Sergio Liendo, o tal vez no. Tal vez tenga razón Sergio: “Para mí es como mi amigo”.

***

Abajo, en el primer piso, hay una confitería enorme donde los chacabuquenses se juntan a tomar algún que otro café y mirar fútbol. Al fondo tiene un mostrador viejo con unas banquetas. Más adelante hay entre veinte y treinta mesas con cuatro sillas cada una, todas de madera, antiguas, pero que lucen como nuevas.

Mirá –dice Sergio, y apoya el cinturón de campeón mundial junior arriba de la mesa, este se lo gané a Paul Kaoma en 1993.  Era durísimo el africano, pero le entró una mano en el final del segundo y lo noqueé.

El cinturón es de cuero color verde y pesado, muy pesado. La forma del centro no es redonda como los que uno ve en la tele, este es más ovalado, de latón. En el medio, en forma de arco, dice International Champion”, y más abajo hay un boxeador grabado, encerrado entre banderas del mundo, y en grande:WBC (WorldBoxing Council, o Consejo Mundial de Boxeo en español).

***

A mediados de 1970, con apenas unos meses de vida, Sergio llegó desde Río Cuarto, Córdoba, a Chacabuco. Su padre había fallecido al caerse de un andamio y él, junto a sus siete hermanos, fueron recibidos en el Hogar del Niño. A los doce empezó a trabajar en una lavandería. Salía de ahí e iba a entrenar fútbol y boxeo. Cuando cumplió catorce se fue solo a Capital Federal a seguir entrenando boxeo, y un año después entró a la selección argentina. 

Ahí era distinto-dice Sergio- Estaba mejor. Vivía en el CeNARD (Centro de Entrenamiento Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Y hasta me daban hospedaje, comida, entrenamiento y ropa.

Entre 1985 y 1989, Sergio peleó cerca de setenta veces. Durante esos años consiguió el título argentino, el sudamericano y el latino. En 1988 se clasificó a los Juegos Olímpicos de Seúl, pero no pudo ir por una hepatitis que lo afectó meses antes.

En esa época aprendí muchísimo. Me levantaba a la mañana bien temprano para entrenar, a la tarde hacíamos el segundo turno, y a la noche el tercero. Vivíamos para eso. Entre entrenamientos hice un curso de masajes con el mismo profesor de boxeo, que es de lo que vivo hoy en día.

En junio de 1989, ya curado de la enfermedad, debutó como profesional con una victoria en la ciudad que lo vio crecer. Ese año peleó nueve veces en seis meses y terminó invicto con un récord de 9-0, ganando seis de ellas por knockout.

¿La pelea más importante de mi carrera? Y, mirá, si le preguntas a la gente te van a decir que la más trascendente fue la del año 1995 contra Naseem Hamed. Es lógico que piensen eso, peleé contra el campeón mundial que encima llegaba invicto tenía un récord de 16-0. Ese morocho sacaba los golpes de abajo de la cintura y eso estaba permitido sólo en Inglaterra, donde hacía de local. El profesional tiene que sacar los golpes de arriba de la cintura. A mí me enganchó así, con una derecha que sacó desde las rodillas, y mira que aguanté con varios boxeadores importantes –en el CeNARD entrenaba con noqueadores como “Locomotora” Castro o Juan Coggi, pero esa piña me hizo más daño que cualquier otra.

Sergio cuenta que le costó mucho volver a sentirse cómodo arriba de un ring. Subía al cuadrilátero y tenía miedo, guanteaba y tenía miedo. Miedo de que le pegaran, de que lo cortaran, de que lo lastimaran. No estaba seguro con un tipo enfrente, por más acolchonados que sean los guantes, protectores bucales o casco que usara, se sentía mal.

Pero para mí no, para mí las peleas más importantes fueron contra Rubén Condorí. Él ya había sido campeón mundial cuándo lo enfrenté por primera vez. Boxeamos siete veces -5-1-1-, y salieron unas peleas espectaculares. Rubén por la experiencia y yo porque le hacía frente. Aprendí mucho en esos duelos. Me acuerdo de que la pedían para la tele, por eso boxeamos tantas veces. Es lo que más me quedó de mi carrera, pelear con Condorí.

En la actualidad, Sergio entrena gratis a pibes de entre catorce y veinticinco años, y les regala guantes, vendas, ropa o zapatillas que necesitan para poder seguir entrenando.

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Manuel Liendo es un poco más alto que su padre, pesa unos setenta kilos y es boxeador profesional. Tiene tatuajes, muchos tatuajes: un rosario un poco más abajo del pecho con los nombres de sus padres Sergio y Daniela, una cruz cristiana en su brazo derecho, varios más en el antebrazo, y un poco más arriba, en el hombro, el perfil de un caballo. El más llamativo, el que cualquier persona miraría si lo viera desde arriba de un ring, es el que lleva en el pecho, justo por debajo del cuello, ese dice “Familia”.

Manuel Liendo nació en Río Cuarto y se fue a vivir a Chacabuco a los catorce años con el objetivo de ser jockey, pero se encontró con que no le daba el peso   –un jockey puede pesar hasta sesenta kilos-. Ya se entrenaba con su padre en el gimnasio, pero hacía solo algunas cosas, no tenía un entrenamiento de boxeador.

Un día me llamaron de un pueblito cerca de Chacabuco – cuenta Liendo padre-, me dijeron que les faltaba un chico de peso welter para boxear. Le pregunté a Manuel si se animaba y bueno, le fue bien, ganó y desde ahí no paró más.

El 15 de noviembre de 2013, Junior debutó como profesional en el Polideportivo Municipal de Chacabuco y noqueó a Mauro Jesús González en el primer round.  

Peleó por el título interino latino de peso wélter de la OMB a mediados de 2018 pero perdió por knockout técnico, y hace un mes retó al campeón sudamericano de peso wélter y también perdió por la vía del knockout.

Su récord actual es 19-3 y el mes que viene pelea por un título, en estos días se está evaluando contra quién. 

¿Si nos llevamos bien? Sí, obvio. Somos muy compinches. Manuel es como un amigo para mí. Y a él –dice Sergio Liendo señalando a Valentino, su otro hijo de ocho años, que está sentado junto a él desde el inicio de la charla—, lo tiene como un hijo. Están muchísimo tiempo juntos y el más grande le da todos los gustos. No vivimos juntos, pero compartimos todo el día prácticamente y nos llevamos muy bien. Me veo bastante parecido a Manuel cuando tenía su edad, la única diferencia y a la vez problema que tenemos, es por la comida. A él le pones una fuente de milanesas y se las come todas si quiere. Yo no, no era así, me cuidaba más. A la hora de boxear se notan algunas diferencias. Mi hijo es pegador –o noqueador, como se dice en el mundo del boxeo-, tiene la mano más pesada. Manuel tira pocas piñas, pero durísimas. En cambio, yo era el típico boxeador rápido y ágil, que tiraba piñas muy seguidas y a una tremenda velocidad.

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Faltan veinticinco días para la pelea. Junior se levanta a las seis de la mañana y se viste con un short, remera deportiva y zapatillas para correr. Va hasta la cocina y desayuna algo liviano. Luego sale de la casa y va hasta la Plaza General Paz corriendo, donde hace el entrenamiento diario que le recomendó su entrenador, o su papá, o su amigo. Una hora más tarde, termina la rutina y regresa caminando. Toma unos mates con la novia y a las ocho se va a la obra a trabajar como albañil.


Pasado el mediodía vuelve, se viste con ropa deportiva y entrena, tranquilo, sin subir mucho las pulsaciones. Esta vez en su casa, en el patio. Ahí hace algunos movimientos de boxeo, salta la soga, le pega a la bolsa en diferentes posiciones, hace flexiones y abdominales. 

El tercer turno lo hace en el gimnasio que queda en el segundo piso del Círculo Católico de Obreros de Chacabuco, donde hay gente entrenando, bolsas colgadas, un armario viejo de chapa con un equipo de música arriba reproduciendo algún cuarteto de Sabroso, cuadros en la pared con notas de diarios de los 80’ o 90’ y un cinturón de campeón del mundo, el de su padre.

Brasil, Bolsonaro y la falsa apolítica del fútbol

Por Joaquín Méndez

Un documento de 65 páginas. Reglamento disciplinario de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Artículo número 13. Se encuentra dentro del Capítulo Primero de principios disciplinarios. Ítem B. Otras infracciones. Punto 2. D: “El uso de gestos, palabras, objetos u otro medio para transmitir cualquier mensaje no apropiado en un evento deportivo, particularmente si es de naturaleza política, ofensiva o provocativa”. Brasil campeón de la Copa América 2019, que organizó y en la foto del título, aparece en el medio de la escena el presidente Jair Bolsonaro. 

Sorprendente la imagen donde se ve a Bolsonaro con el trofeo en manos que acababan de obtener los jugadores del seleccionado brasileño, tras ganarle por 3 a 1 Perú. Quizás se esperaba que el protagonista principal del acontecimiento sea Dani Alves, el mejor lateral del torneo y el más ganador de la historia del fútbol con 40 títulos o, Everton el joven delantero de Gremio, o la regularidad en el juego del jugador del Barcelona Arthur.  En el fútbol de FIFA, se prohíben las manifestaciones políticas. ¿Acaso no es motivo de sanción para dicha acción para Brasil o sus jugadores? 

Como se puede apreciar, en ese momento todavía estaban dentro del campo de juego y a pocos minutos de que el encuentro haya finalizado. Si un jugador sea de Brasil, o de cualquier otra nacionalidad, cometiera una infracción dentro del campo de juego al terminar el partido, recibiría sanción. No es cuestión de perjudicar al país campeón, sino de pensar ¿por qué la posible sanción sería sólo para los jugadores? ¿Acaso la imagen de una exitosa Brasil junto a su presidente no mejora su imágen o no impacta en la opinión pública? La comunicación formó y ocultó información a lo largo de la historia a través de acontecimientos deportivos.  

Por si surgen algunas dudas leamos el Punto F: “Cualquier otra falta de orden o disciplina que se pudiera cometer en el estadio o en sus cercanías antes, durante y a la finalización de un encuentro”. La manifestación política es motivo de sanción y por lo tanto, se puede considerar a la imagen del Brasil campeón como una indisciplina. Además, estás dos puntos coinciden con el Reglamento de Seguridad en los estadios de FIFA. En el punto 60, ítem 1. Acción Política: “Se prohíbe terminantemente la promoción o el anuncio por cualquier medio de mensajes políticos o religiosos o cualquier otro acto político o religioso en el estadio o sus inmediaciones antes, durante y después de los partidos”. Lo indica la norma pese a que los actos políticos ocurren constantemente en nuestras vidas. Por ejemplo, que la señal internacional no transmita ciertas acciones de juego, que puedan generar polémica o incite al uso del VAR, es una decisión política para no generar incertidumbres en el público el periodismo. 

Los hechos mencionados ocurren todos dentro del campo de juego pero la discusión o lo que genera dudas es lo que se considera político o no político. Está implícita la política en cada rincón del fútbol y del Mundo. Tomar una decisión es de carácter político. La interpretación de un árbitro o su manera de dirigir lo es, un planteo táctico o una identificación con determinada manera de vivir el deporte. Todas las decisiones que se toman en torno al fútbol es política, porque la vida del ser humano tiene esa particularidad. ¿Por qué el reglamento le prohíbe eso a los jugadores y entrenadores? 

La contradicción de estos documentos de los entes que organizan las competencias y regulan el deporte es evidente. Esto afecta a los derechos de los protagonistas, sin capacidad de reclamo o visibilización. La sanción es sostenida únicamente por la subjetividad de los que la emplean y sus intereses. No tiene nada de malo que Bolsonaro se tome una foto con el plantel, lo curioso es que se ignore la manifestación o pase desapercibida la repercusión que genera. No es casualidad que suceda, más lógico hubiera sido que aparezca Tité, su entrenador.

Y si en la historia del deporte siempre se sancionó a los deportistas por gestos o imágenes “políticas”, ¿por qué ésta no? El gesto “Black Power” que realizaron los estadounidenses Tommie Smith y Jhon Carlos en el podio por los 200 metros en los Juegos Olímpicos de México 68, en protesta contra el racismo, generó revuelo mundial y los deportistas luego fueron sancionados porque atentaban al contenido apolítico de paz del deporte. La expulsión del futbolista argentino Roberto Muñoz durante un partido en una Liga Regional de Río Negro tras homenajear a un veterano de la Guerra de Malvinas es otro ejemplo. Todas acciones realizadas dentro del estadio, pero no se mide a todos con la misma vara. 

¿Cuál es el motivo por el cual se vulneran los derechos de los deportistas? ¿No se les permite ser individuos con capacidad de razonamiento? ¿No se viola el derecho a la libertad de expresión, cuando no se les permite manifestarse? ¿Los jugadores juegan en la selección de un país, pero no podrían visibilizar problemáticas del mismo ya que su única obligación es brindar un espectáculo dentro de la cancha?

Pese al rechazo del público brasileño al presidente Jair Bolsonaro cuando ingresó a otorgar los premios de la competencia, el mismo se atribuyó en la imagen una victoria con sonrisas. Una victoria de Brasil como país y organización, en contradicción con las marchas sociales que hubo durante su desarrollo. La política se atribuyó un triunfo, la distracción, como en el Mundial 78, en la última dictadura militar que comandaba Jorge Rafael Videla. Eso para la CONMEBOL hasta el momento no fue considerado de carácter político aunque en su propio reglamento lo contempla. 

Brasil no es la máquina que atropellaba rivales con su jogo bonito, pero es el equipo más consolidado del continente. El legado de los laterales brasileños bien en alto con Dani Alves como representante, la velocidad de Everton en el extremo izquierdo, el equilibrio defensivo que otorga Casemiro, la influencia de Arthur y el oportunismo de Gabriel Jesús llevaron al efectivo conjunto de Tité a la obtención de su novena Copa América. En la foto, permanecerá impune un sonriente Bolsonaro, que usó al equipo para un acto político e infligió dos reglamentos el de CONMEBOL y el de FIFA. En la historia, permanecerá impune una organización, que elige a su parecer, quien aplica a su reglamento.

El campeón entre alegría y silbidos

Por Fernando Bajo

Gabriel Jesús no duda ni un segundo, con la misma rapidez que elude a los rivales en la cancha define su infancia y su juventud: “Mi vida se transformó de agua a vino”, escribió en The Players Tribune. El delantero que pintaba calles durante la preparación para que su país sea el anfitrión del Mundial 2014, cuando era un niño soñaba con jugar al fútbol profesionalmente y lo pudo cumplir gracias a su mamá que siempre lo acompañó, afirma.

El atacante de 22 años, en sus inicios, gambeteaba a sus rivales en el potrero. Lo hacía a pesar de que las canchas no eran las mejores y muchas veces el barro interrumpía aquellos encuentros. Quizás, por eso ahora que es profesional, parece bailar sobre el campo de juego, como en el primer gol de su equipo en el que engancha ante dos peruanos y lanza el centro, para que, por detrás de todos, aparezca Everton y ponga el 1 a 0 de Brasil ante Perú.

La Canarinha estaba en ventaja y dominaba el encuentro, pero cuando finalizaba el segundo tiempo Paolo Guerrero igualó el partido con un gol de penal. Sin embargo, cuatro minutos después, en tiempo adicional, Gabriel Jesús recibió un pase de Arthur y mandó la pelota al fondo de la red y a la derecha del arquero Pedro Gallese. Golazo.

Parecía que con ese tanto que llegó sobre el final de la primera parte y al que los psicólogos deportivos denominan gol psicológico, La Canarinha festejaría. Y así terminó, ya que superó casi sin problemas a su rival aunque el local finalizó con 10 jugadores.

El delantero del Manchester City se fue expulsado a los 69 minutos del segundo tiempo. Es la primera vez en la historia que un jugador marca un gol y ve la roja en una final de Copa América. Minutos después, las cámaras de la transmisión muestran al joven sentado en las escaleras que conducen al vestuario mientras llora desconsoladamente. Pero ese llanto luego se convertiría en alegría cuando en el último minuto de juego Richarlison anotó de penal el 3 a 1 definitivo.

Brasil es campeón y comienzan los festejos. El presidente Jair Bolsonaro ingresa a la cancha para la entrega de medallas y, a pesar de que saluda y realiza una alabanza ante los espectadores, los silbidos del público hacia él, se apoderan de la escena. A pesar del título, muchos brasileños no pudieron esconder su enojo contra el primer mandatario.

El seleccionado de Tité pareció no extrañar a Neymar en esta competición, sin embargo quien seguro en ese momento se estaba acordando del atacante del Paris Saint Germain era Gabriel Jesús, ya que por inspiración de este decidió hacerse un tatuaje en su cuerpo.  “Me hice uno parecido porque realmente el dibujo lo dice todo: es un niño, mirando desde la base de una colina hacia las favelas. Tiene una pelota debajo del brazo y sueña”, describió no hace mucho tiempo.

Jair Bolsonaro se retira del campo y se dirige hacía los vestuarios. El público, que advierte su salida, vuelve a repudiarlo, pero esta vez los silbidos se hacen oír aún más. Seguramente, no sepa del tatuaje de Jesús ya que, probablemente, no le gustaría. “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”, había declarado Bolsonaro.

Además del autor de una asistencia y un tanto en el encuentro de hoy, Neymar también se crió en uno de esos barrios precarios a los que odia el presidente de Brasil. Quizás la brillante actuación de un joven criado en una favela le haga repensar sus convicciones al exmilitar. Aunque sería casi una utopía.

Es la novena Copa América que obtiene La Verdeamarela. Los festejos de los jugadores posiblemente duren varios días, pero el pueblo brasileño difícilmente pueda dejar de lado los conflictos sociales que atraviesa el país. La competición comenzó con una huelga de movilizaciones sociales reclamando por la reforma jubilatoria, y terminó con el repudio total al presidente. La selección ostenta un título más, pero eso, a los ciudadanos, que se retiran mientras los festejos continúan, no aparenta importarles tanto. A Bolsonaro, pareciera que sí.

Crónica de una paradoja andante

Por Francisco Rodriguez

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) protestó ante la CONMEBOL por los arbitrajes en los partidos contra Brasil y Chile; sin embargo, es la misma entidad que, hace dos semanas, envió al descenso a San Jorge de Tucumán por un reclamo similar.

6 de Julio, 19.27, Arena do Corinthians, São Paulo

Luego de la victoria de la Selección Argentina frente a Chile en el partido por el tercer puesto, Claudio Tapia, el presidente de la AFA, aseguró en la zona mixta: “Vamos a hacer todo lo que tengamos que hacer para defender a esta Selección”.

23 de Junio, 23.54, Estadio José María Minella, Mar del Plata

San Jorge de Tucumán y Alvarado de Mar del Plata buscaban el ascenso a la B Nacional. Ante la mirada de aproximadamente 20.000 personas se jugaba el encuentro definitivo por el segundo ascenso a la B Nacional. El equipo presidido honorariamente por Facundo Moyano, hijo de Hugo y amigo cercano de Tapia, se adelantó al final del primer tiempo con gol de Emiliano López.

En esa primera mitad, el árbitro Adrián Franklin echó a dos jugadores del conjunto tucumano (a uno de ellos por protestar) y, además, amonestó a otros seis. Por lo tanto, San Jorge decidió, a los 5 minutos del segundo tiempo, sentarse en el campo de juego y no continuar con el encuentro en forma de protesta. El equipo del norte argentino realizó un acto sin precedentes en el fútbol nacional.

Sin embargo, el ascenso se le concedió a Alvarado. “Nos avisaron dos semanas antes que nos iban a robar. Somos un equipo que tiene 10 años, ¿cómo vamos a apelar? Si no pasa nada, hacen un bollito y lo tiran en la AFA”, denunció Gastón Sáez, presidente de San Jorge de Tucumán, en AM 590.

2 de Julio, 21.30, Estadio Mineirão, Belo Horizonte

Estaba por comenzar el Superclásico a nivel selecciones. En la semifinal de la Copa América, Brasil se enfrentaba con Argentina. El equipo de Lionel Scaloni venía en alza luego de una turbulenta fase de grupos y una convincente actuación en cuartos de final, donde venció por 2 a 0 a Venezuela. Por otro lado, el Brasil de Tité era favorito, pero cargaba con la necesidad de eliminar los fantasmas del 7-1 sufrido en manos de Alemania, en esa misma cancha, en el Mundial del 2014.

Un público local impaciente y estadios que no estuvieron llenos producto del alto costo de las entradas y la pérdida de poder adquisitivo de los brasileños fueron las constantes de esta Copa América. Esta era una oportunidad perfecta de reivindicarse: vencer a la Argentina de Lionel Messi para clasificar a una final continental por primera vez desde el 2007.

25 de Junio

Antonio Raed, presidente del Tribunal de Disciplina del Consejo Federal de la AFA, había renunciado a su cargo, declarando que el arbitraje del partido entre San Jorge y Alvarado estuvo arreglado. Luego, el titular del Sindicato De Árbitros Deportivos de la República Argentina, Guillermo Marconi, presentó una denuncia en la Justicia y también alzó la voz: “La designación de árbitros está amañada”.

3 de Julio, 00.14, zona mixta, Estadio Belo Horizonte

“Se cansaron de cobrar boludeces en esta Copa América y hoy no fueron nunca al VAR. Ojalá la CONMEBOL haga algo con este tipo de arbitrajes, aunque igual no creo que haga nada porque maneja todo Brasil”, declaró Messi, desatado como nunca por el arbitraje de Roddy Zambrano y la no intervención del VAR en la derrota 2-0 de Argentina.

En el minuto 26 del segundo tiempo, Dani Alves bajó a Sergio Agüero dentro del área. Varios jugadores argentinos se quedaron parados, esperando el cobro de Zambrano que nunca llegó, mientras que Gabriel Jesús le cedía el 2-0 a Roberto Firmino, que no perdonó. Siete minutos después, Arthur cortó intencionalmente la carrera de Nicolás Otamendi en un córner, pero el árbitro tampoco sonó su silbato. El VAR no mandó a revisar ninguna de las dos situaciones.

29 de Junio, oficinas de la calle Viamonte, CABA

La AFA hace oficial la sanción al club de Tucumán: San Jorge, que estaba a una victoria del ascenso a la Primera B Nacional, pasaba a descender directamente a la Liga Tucumana. El mensaje de la casa madre era claro: descendidos por protestar. A partir de allí, decidieron desde el club que no volverían a participar en torneos organizados por el Consejo Federal de AFA.

Al día siguiente, Claudio Tapia se iba a encargar de que el reclamo del plantel no quede solamente en palabras. El presidente de la AFA intimó a la CONMEBOL en busca de respuestas ¿Los apuntados? Además de Zambrano y los encargados del VAR, en la carta enviada desde Viamonte, que alegaba la falta de “principios de ética, lealtad, juego limpio, reglas claras y transparencia”, también estaban los nombres de  Wilson Seneme, titular de la Comisión de Arbitros de CONMEBOL, y Héctor Baldassi, ex referí argentino integrante del área.

Como no obtuvo respuesta, la AFA, mediante el director de Árbitros Federico Beligoy, insistió en escuchar la grabación del diálogo entre Zambrano y Leodán González, el árbitro encargado del uso del VAR en ese partido, y extendió el reclamo a MediaPro, la empresa encargada de proveer la tecnología necesaria para el uso de la Asistencia Arbitral por Video. Beligoy, además, exigió que la CONMEBOL investigue si la comunicación entre el árbitro ecuatoriano y la sala VAR, sufrió inconvenientes desde la previa del partido.

Por otro lado, en el plano virtual, la cuenta de Twitter de la casa madre del fútbol argentino publicó un crítico mensaje: “Nosotros vimos lo mismo que vos”, dentro de lo que parecía ser un televisor. Mientras tanto, Fernando Batista, entrenador de la Selección argentina sub-20, no puede juntar 18 jugadores para los Juegos Panamericanos de Lima 2019.

 

El poderío estadounidense no cambió pero otras cosas sí

Por Lucila Ferreyra

Las estadísticas e historia predecían un resultado para la final de la Copa Mundial femenina de fútbol. Parecía obvio que una de las históricas potencias no iban a tener problemas para conseguir el triunfo y que las cosas no cambiarían. Estados Unidos, campeona de tres Mundiales le ganaría a Holanda, que llegó a la final del torneo por primera vez y en su segunda participación.

Y es que esta no era la primera vez que se enfrentaban, lo hicieron ocho veces y las norteamericanas se adueñaron de seis de aquellos encuentros, la mayoría amistosos y por goleadas. Además, destacaron en su recorrido a la final venciendo en todos sus partidos y con un promedio de 24 goles a favor y 3 en contra.

En esta ocasión aunque las holandesas demostraron que no estaban allí por casualidad y salieron a conquistar el partido más importante, no bastó ante el poderío de un Seleccionado estadounidense superior, confiado y con grandes jugadoras que lograron imponerse con un 2 a 0.

Cuando entraron los equipos a la cancha y sonaron los himnos, primero el de Estados Unidos, allí estaba Megan Rapinoe, gran duda hasta minutos antes del partido por una contractura en su isquiotibial, luego se escuchó el holandés y enfocaron a Lieke Martens también con molestias en un dedo del pié . Ninguna quiso perderse la final de la Copa  Mundial Femenina de Fútbol, al igual que el rey holandés y Emannuel Macrón, presidente de Francia,  también estuvieron presentes. 

A apenas unos minutos del comienzo del primer tiempo las norteamericanas ya mostraban sus intenciones. Salir a presionar alto, recuperando rápido y en campo rival para golear como estaban acostumbradas. Así conseguían  dominar el encuentro pero con pocas situaciones, todas atajadas por la arquera Sari Van Veenedendaal,que les permitiera anotar.

Finalmente, a los 61 minutos del segundo tiempo luego de una pierna arriba de Stefanie van der Gragt, la árbitra Stéphanie Frappart revisó la jugada con el VAR y cobró el penal que Rapinoe convirtió sin problemas. A partir de allí, los espacios se empezaron a abrir y llegó el segundo: un golazo a los 69 de Rose Lavelle por el medio de la cancha y entre las defensoras van der Gragt y Anouk Dekker.

La estadounidense que abrió el marcador terminó ganando la bota de oro y siendo fundamental para su equipo. Dejando atrás problemas dirigenciales, o desacuerdos con presidentes y lesiones. Porque sin ella el Seleccionado de Estados Unidos no podría haberse convertido en  la segunda Selección bicampeona de forma consecutiva, en la que más mundiales ganó y la que más goles metió.

El potencial de las americanas finalmente no cambió. Sin embargo, hay cosas que sí se alteraron. Esta edición de la Copa dejó en claro que los tiempos sí están cambiando, no solo para dos países finalistas, ni tampoco para otras tantas que participaron. Porque el fútbol femenino está en auge, el público crece a grandes escalas en estadios y transmisiones.

El mundo está entendiendo a las futbolistas que gritan igualdad, ya no pasarán desapercibidas y seguirán luchando por aquellas niñas y mujeres que sufrieron discriminación por amar a un deporte. Ellas salieron a la cancha contra todo y todos, juntas por un objetivo que ya no parece ser una simple medalla de oro.

Vencedores vencidos

Por Iván Lorenz

Ariel Scher, periodista, escritor y educador, escribió en su cuento “Bielsa no fracasó” que “Perder no es fracasar”. El maestro, en una de sus clases de Literatura y Deporte que suele dar en el living de su casa, sostuvo que “fracasar es no intentarlo”. La Selección argentina demostró, entre los meses junio y julio de 2019, primero en Francia y después en Brasil, que perder no sólo no significa fracasar. La albiceleste retrucó: perder también puede implicar ganar.

La Selección argentina femenina de fútbol consiguió, en Francia, sus primeros dos puntos en un Mundial FIFA. Había participado dos veces antes de arribar a tierras galas: en 2003 y en 2007, en los cuales anotó únicamente dos goles y perdió todos los partidos, entre ellos, una goleada 11-0 frente Alemania.

Desde el vamos, fue una Copa del Mundo diferente. Llegaron a Francia con el tiempo necesario como para disputar dos amistosos antes de comenzar su sueño. En 2018, habían participado de la Copa América de Chile y habían aterrizado sin entrenamientos encima, a punto del pitazo inicial. Pero este Mundial tenía un antecedente: el pasado 8 de noviembre habían llenado la cancha de Arsenal para disputar el repechaje contra Panamá. Miles y miles de personas se enteraron aquel día de su existencia. Eran invisibles.

Y desde hacía mucho. En 1971, la Selección participó de un Mundial que no es reconocido por la FIFA, pero en donde Argentina derrotó 4-1 a Inglaterra con cuatro goles de Elba Selva ante más de 100 mil personas en el Estadio Azteca. Aquel súper amateur equipo viajó sin cuerpo técnico en el sentido completo y fuera de análisis de la oración: no tenían siquiera entrenador. En Francia, las jugadoras contaron con indumentaria deportiva propia y hasta sponsor.

Sí, indumentaria propia, porque siempre habían jugado con camisetas ya utilizadas, modelos viejos de sus pares masculinos. Adidas diseñó camisetas  para las futbolistas y removió las dos estrellas que se encuentran sobre el escudo argentino: porque las jugadoras también tienen su historia y no tiene Mundiales en ella.

Argentina fue a vivir un sueño, porque ya jugarlo era romper con millones de barreras y gambetear una infinidad de prejuicios. Después de 12 años de ausencia, la Albiceleste tuvo representantes en un Mundial. Pero a los sueños no basta con alcanzarlos, porque una vez que se cumple el objetivo, por inercia, se busca más. Y las futbolistas fueron de mayor a superlativo, mostrando un juego que cambió la historia para siempre.

El partido contra Japón en el Parque de los Príncipes fue una locura. La 10 puso con sus pies su nombre en la boca de Argentina. Con cada amague dijo: “Soy la capitana y me llamo Estefanía Banini”. Las futbolistas festejaron un empate 0-0 contra las Nadeshiko. ¿Cómo no hacerlo?  La vigente subcampeona del mundo no logró romper el 0 en el partido accesible del grupo. No pudo quebrar el espíritu de un equipo con hambre como para comerse al mundo, vomitarlo y tragarlo de vuelta.

Los diarios tuvieron la necesidad de contar la hazaña. Las jugadoras salían a jugar contra el rival con el objetivo de instalarse para siempre en la cabeza del colectivo argentino. Una Selección que emana y contagia esperanza se presentó a jugar contra otra potencia del Mundo: Inglaterra. La Albiceleste fue el combinado al que menos goles les hicieron las Lionesses: 1-0. Antes del partido, el entrenador británico Phil Neville había confesado que le tenía miedo a las futbolistas argentinas porque jugaban como si el mundo se fuese a terminar.

La derrota le quitó un poco el color al panorama del seleccionado nacional. Y Escocia demostró que podía golpear aún más profundo cuando se puso 1-0 en el Parque de los Príncipes, las mandó a la lona con un 2-0 y las desafió a tirar la toalla con un contundente 3-0. Hasta el diario Olé condenó a la Selección cuando, en el afán de anticiparse y largar la noticia más rápido, publicó, antes del silbato final, que el sueño argentino había terminado. Erraron dos veces: las dieron por muertas y no supieron notar que el sueño recién arrancaba.

Carlos Borrello, el entrenador de las argentinas, metió dos cambios claves: adentro Milagros Menéndez y la jovencita Dalila Ippólito que recibió y, atrevida como si estuviese en el potrero, gambeteó y le dio un pase a la marplatense Menéndez que no falló y puso el encuentro 3-1 a falta de 15 minutos.

Al Mundial fueron a disfrutar y cambiar la historia. Florencia Bonsegundo lo tenía clarísimo cuando la agarró al borde del área y sacó un chumbazo que tocó la arquera escocesa, pegó en el travesaño, picó adentro y puso el partido 3-2. En el Parque de los Príncipes, los corazones latían y los músculos sacaban oxígeno de donde ya no había. En Argentina, millones de personas se prendieron, como nunca antes, al televisor. La que también se pegó a la pantalla fue la árbitra Ri Hyang Ok cuando tuvo que ir a revisar si a Aldana Cometti, la defensora a la cual se le ocurrió mandarse de 9, le habían hecho un penal. El VAR dijo que sí y Bonsegundo, luego de errarlo, tuvo la oportunidad de volver a darle porque la arquera se había adelantado.

Fuerte y al medio, Bonsegundo convirtió. Entre que la pelota subió por la red y cayó al piso, Argentina se paralizó y la Selección quedó en shock sin poder reaccionar y entonces, el grito rompió todo. La número 11 fue corriendo al córner apretándose bien fuerte el escudo con la bronca en sus ojos, se lo golpeó varias veces y se abrazó con sus compañeras. Acababan de remontar el primer 0-3 en la historia de los Mundiales en 15 minutos.

Pero la historia no terminó ahí. El viaje, casi que sí. Finalizó al día siguiente cuando los resultados no se dieron. Armaron los bolsos, pasearon un rato más y emprendieron la vuelta a Argentina, que pintaba negra. Iban a llegar a Ezeiza a las seis de la mañana y parecía dificilísimo que el recibimiento sea grande. Error. Un centenar de personas las estaba esperando con bombos y papelitos para cantar, abrazarlas, sacarse fotos, pedirles autógrafos y llorar con ellas.

¿Qué es ganar? Difícilmente se pueda definir con precisión, pero cambiar la línea temporal se le parece mucho. De Francia trajeron una identidad y demostraron, como durante toda su vida, que hay material para soñar, pero que hay que apoyarlas con acciones reales. ¿Qué hubiesen logrado con más apoyo de la Asociación del Fútbol Argentino?

Se quedaron afuera en fase de grupos. Pero había otros objetivos que se llevaron a Francia después de compartir una cálida despedida con el Seleccionado argentino masculino de fútbol. Fotos por aquí, fotos por allá. Abrazos, intercambio de historias. Se conocieron. Mariana Larroquette posó haciendo su pistola característica en forma de “L” junto a Paulo Dybala que hizo su máscara de superhéroe.

Los chicos se fueron a Brasil habiendo conocido a sus pares mujeres. Jugadores y jugadoras en grupo en Ezeiza. Foto grupal. Inédito. Dos panoramas completamente distintos que defienden los mismos colores. Mientras las argentinas rompían esquemas ante Escocia, los argentinos se preparaban para salir a ganar contra Paraguay en la Copa América después de haber perdido 2-0 en el debut ante Colombia.

Después de atajarle el penal a la inglesa Nikita Parris, ¿Vanina Correa habrá hablado por teléfono con Franco Armani? Lo cierto es que el arquero de River voló al mismo palo que la rosarina y le tapó el remate desde los 12 pasos al paraguayo Derlis González. Aquel 19 de junio, el VAR se vistió de celeste y blanco. Primero en Francia y después en Brasil, cobró un penal que le permitió a Argentina empatar el partido. Bonsegundo aprovechó y después hizo lo propio Lionel Messi.

A los chicos les quedaba un partido con Catar para evitar que la prensa y el país les cayese encima. Fracasados, lo mínimo que se leyó y escuchó después de los subcampeonatos en 2014 del Mundial, en 2015 y 2017 en la Copa América y la eliminación en octavos de Rusia 2018. La Selección argentina masculina de fútbol juega siempre al borde de la catástrofe. ¿Cómo pueden estos futbolistas jugar tranquilos?

Entonces, Leandro Paredes, el cinco argentino, paró la pelota y demostró que, a pesar de cualquier obstáculo, ama jugar cuando se afirmó en el puesto después de un partidazo contra Catar. Rodrigo de Paul explotó y equiparó el despliegue de Bonsegundo. Lautaro Martínez hizo un gol  a los 3 minutos y empezó a ganarse al país: el Toro la pelea hasta cuando ya no se puede, como lo hacen Aldana Cometti y Agustina Barroso en la defensa. Los tres cumplieron un sueño. El conjunto argentino le ganó 2-0 al combinado asiático y clasificó a cuartos.

Argentina fue de menor a mayor. El logro más grande del entrenador Lionel Scaloni: formó un grupo. Fue ajustando piezas hasta conformar un equipo que puede jugar sin la necesidad de depender de Lionel Messi que incluso asumió que no hizo la Copa América que esperaba. En el camino, no faltaron las críticas. Empezando por no llevar un cinco puro de marca hasta llegar a “cambios inentendibles”. Scaloni creó un sistema en donde todos recuperan.

El detonante, lo que cambió un poco la mirada sobre Argentina, fue la victoria 2-0 ante Venezuela. Lautaro Martínez se ganó al país definitivamente. Taco, caño y a cobrar a los 10 minutos de juego en un partido que había comenzado diferente. Messi cantó el himno, acción que no dejó pasar absolutamente nadie.

Contra la Vino Tinto Paredes reafirmó su puesto. Y apareció otra gran apuesta: Juan Foyth, aquel enganche de inferiores que se convirtió en central y al que Scaloni le dio un lugar en el lateral, que quedó clausurado. Darwin Machís no le ganó nunca. Ese viernes 28 de junio, Argentina cerró su pase a semifinal con otro gol con perfume juvenil: Gio Lo Celso entró y dio un pase a la red. Un partido que prendió la ilusión, porque por momentos la Albiceleste dominó y fue superior.

Tocaba Brasil, EL candidato.

Scaloni repitió el mismo equipo que se había parado contra Venezuela. Marcos El Huevo Acuña ocupó la banda con Nicolás Tagliafico y vieron bien de cerca la bomba que desenfundó Paredes, que podría haber significado el primero. Rodrigo De Paul se quedó cómodo trabajando con Juan Foyth. Este sí que se trajo lindos souvenirs de Brasil. Lo más vistoso fue la cadera de Philippe Coutinho, que se quebró cuando el defensor pasó la pierna por arriba de la pelota. Y la segunda, una chapita con el nombre “Everton Sousa Soares”. El terror de Gremio no salió al Mineirão en el segundo tiempo, porque no pareció haber jugado el primero.

Unos 45 minutos que dejaron a Brasil 1-0 arriba antes del descanso. La respuesta de los locales y el enigma que no pudo resolver Argentina: Dani Alves y sus subidas que desarmaron a la Albiceleste y le permitieron definir abajo del arco a Gabriel Jesús. Pero los de Scaloni casi que lograron contrarrestar el problema que significó el lateral. Y aquí Mariana Larroquette seguro, pero seguro, que insultó como cuando en el Parque de los Príncipes cabeceó la pelota y dio en el travesaño, porque Sergio Agüero, luego de un centro de Messi, impactó con su cabeza y la puso también al travesaño.

En el segundo tiempo el palo le negó nuevamente el empate a Argentina. Pateó Lautaro y el rebote le quedó a Messi que de volea reventó el poste. Fueron, por momentos, más que Brasil: Argentina remató 14 veces al arco, la posesión fue parejísima. Pero ganó Brasil 2-0. La polémica en el VAR logró que, después de mucho tiempo, la prensa, los jugadores y los hinchas tuviesen una bronca en común y los futbolistas no fuesen el centro de la crítica, sino la CONMEBOL.

Primero, Agüero voló en el área después de que Dani Alves lo desestabilizase. Ni siquiera hubo debate sobre la jugada que terminó en el segundo gol de Brasil. La otra fue grotesca: el mediocampista Arthur le puso un codazo en el área a Nicolás Otamendi digno de un tailandés que practica Muay Thai.

Messi siempre estuvo presente en las protestas a Roddy Zambrano. Fue una Copa particular, en la cual el 10 no fue el líder en el juego, pero sí en el vestuario y fuera de la cancha. También fue de menor a mayor y contra Brasil la rompió. Que por acá sí, que por acá no. Y, al final del partido, remató contundente contra el arbitraje: “Se cansaron de cobrar boludeces en esta Copa América y hoy ni revisaron el VAR. Ojalá que la Conmebol haga algo, aunque no creo que haga nada porque Brasil maneja todo”.

Como afirmó el 10, sus dichos no pasaron desapercibidos, porque a los 37 minutos del partido por el tercer puesto ante Chile, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar lo expulsó por un encontronazo con Gary Medel, que también se fue a las duchas. El partido se partió y el buen juego que había mostrado Argentina se diluyó un poco. Los tantos de Sergio Agüero y Paulo Dybala antes de las rojas le alcanzaron a la Albiceleste para finalizar tercera en la Copa América. Messi decidió no asistir a la entrega de la medalla en modo de protesta y destacó el rendimiento del equipo: “Encontramos una idea de juego, una buena dinámica”.

Luego del partido contra Brasil, Lionel Scaloni dijo: “Si los argentinos nos damos cuenta de que a veces perder tiene cosas positivas, habremos dado un paso adelante”. Y Carlos Borrello, después del empate con Escocia, declaró: “Hay algo de luz al final del túnel. Estoy muy feliz con lo que dieron las chicas y cómo se desarrolló todo. Todavía tenemos trabajo que hacer, pero las cosas me parecen positivas”.

Hay futuro. Dalila Ippolito tiene 17 años, Milagros Menéndez 22, Aldana Cometti 23, Florencia Bonsegundo 25 y Agustina Barroso 26. De Francia volvieron con sus nombres y los instalaron para siempre. Se fueron con sueños y los trajeron, porque les dieron a las niñas de Argentina idolas en las cuales verse reflejadas. Juan Foyth tiene 21 como Lautaro Martínez y Leandro Paredes 25 como Rodrigo De Paul. Brindaron tranquilidad en el constante clima de recambio generacional que parecía incierto y poco esperanzador.

La Selección argentina de fútbol allanó un camino que pinta prometedor. Las futbolistas se volvieron en fase de grupos y los futbolistas finalizaron terceros. Gritaron fuerte, gambetearon, trabaron, tiraron caños y barrieron con pasión. Dejaron escritorio a escritorio a la Asociación del Fútbol Argentino, que deberá demostrar con acciones si se responsabiliza por sus planteles, desde tratos más humanos a proyectos serios, o si continúa al margen, ausente, dejando que jugadores y jugadoras sufran las consecuencias de una burocracia endeble producto de las irregularidades institucionales. El tiempo dirá, pero, pase lo que pase, en Francia y en Brasil, ganó el fútbol argentino.

El futuro de la selección argentina comenzó hoy

Members of Argentina's national team pose for pictures after receiving their medals and trophy after defeating Chile 2-1 in the Copa America football tournament third-place match at the Corinthians Arena in Sao Paulo, Brazil, on July 6, 2019. (Photo by Nelson ALMEIDA / AFP)

Por Fabrizio Ramos

No es casualidad que los mejores momentos de los jugadores argentinos con la camiseta albiceleste coincidan con el encuentro en el que pueden jugar distendidos. La presión con la que se desempeñan y el éxito que se les demanda en cada partido fueron los principales enemigos, si no los mayores, de los últimos años. El futuro del seleccionado, y sobre todo la nueva camada que se aproxima, merece crecer sin exigencias y sin cambios rotundos.

No se va a descubrir nada nuevo al mencionar la capacidad individual de todos los futbolistas que integran la selección. Los que juegan bien, y Argentina tiene varios de esos, pueden asociarse dentro de una cancha, por más que solo hayan compartido un puñado de entrenamientos, si hay un buen ambiente alrededor. El problema pasa por otro lado.

El paso de los años con respecto al último título del seleccionado en la Copa América de 1993 y las tres finales perdidas de manera consecutiva, derivaron en grillas diarias de televisión y decenas de suplementos deportivos que solo mostraron, una y otra vez, que lo único importante era ser primeros y todo lo demás un fracaso. Así comunicaron, así formaron opiniones y así se le exigió y presionó a los futbolistas del seleccionado en cada encuentro que disputaron.

Un buen parámetro para describir las presiones que sufrieron los jugadores de la albiceleste puede ser la misma Copa América. En las últimas seis competiciones, Argentina logró cuatro segundos puestos (2004, 2007, 2015 y 2016) y un tercer lugar en el torneo que acaba de culminar. Durante esos años, en la única edición que no alcanzó los cuatro primeros lugares fue en la que se organizó en el país, en 2011. El momento de más tensión entre dirigentes, jugadores e hinchas hasta el Mundial de Rusia.

Lionel Messi fue uno de los que más sufrió a lo largo de los años y se transformó, o lo transformaron a la fuerza, en un jugador de más carácter del que aparentaba años atrás. Él mismo se encargó de dejar un mensaje claro luego de la eliminación con Brasil para que las próximas generaciones de futbolistas no pasen por las mismas situaciones que le tocaron vivir: “Yo creo que empieza algo bueno, algo lindo, una camada que ama a la selección, que quiere estar. Hay futuro. Tendrían que darles tiempo y dejarlos seguir. Ojalá no les empiecen a pegar desde el vamos”.

Es momento de Lautaro Martínez, Leandro Paredes, Giovanni Lo Celso, Juan Foyth y varios que demostraron en los últimos partidos que deben estar en consideración. Hay que construir desde ahí. Con organización, sin ciclos interrumpidos y entendiendo que si los resultados no se dan el trabajo debe continuar, ¿y por qué no con Lionel Scaloni como entrenador?

El camino es la última imagen que se vio en el estadio Arena Corinthians luego de recibir la medalla de bronce cuando los jugadores nacionales llamaron a todo el cuerpo técnico para hacer la foto final de la competencia. Si el futuro argentino comenzó hoy, las señales son buenas.

“Nosotros no tenemos que ser parte de esta corrupción”

Por Daniel Melluso

Treinta y siete minutos del primer tiempo. Con el marcador 2 a 0 a favor del seleccionado argentino, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar expulsó a Lionel Messi y al jugador Gary Medel. ¿La razón? Luego de que el balón saliera por la línea de fondo chilena, tras un leve forcejeo en la disputa del mismo, el futbolista trasandino pecheó al capitán del equipo nacional, quien se quedó parado, con los brazos abiertos sin responder. Sí, por ese hecho el rosarino recibió la segunda tarjeta roja de su carrera, ambas con La Albiceleste (la anterior había sido en agosto de 2005 en un amistoso contra Hungría, en el debut del 10 en la Mayor).

“Con una amarilla se terminaba para los dos”, declaró el propio Messi, luego del encuentro. Desde el arranque hasta el final, la fricción fue protagonista, pero no fue la única.

El 10 disputó su mejor cotejo desde el comienzo de esta Copa América. Ya contra Brasil, en la semifinal, había elevado su nivel, pero en el triunfo ante Chile por 2 a 1 fue su versión más destacada. Hasta que fue excluido injustamente, La Pulga participó activamente en todo el frente de ataque, siendo el enlace entre el mediocampo y los delanteros. A los 12 minutos habilitó a Agüero, para el primer gol argentino. Paulo Dybala, a los 22, anotó el segundo. Tras la ventaja, Messi continuó siendo la carta más importante en ofensiva hasta lo ocurrido con Medel.

“Se cansaron de cobrar boludeces y hoy ni lo revisaron”, había afirmado el rosarino, tras la derrota frente a La Canarinha por 2 a 0. Haciendo referencia al mal uso de la tecnología o, por lo menos, a la imparcialidad en el modo de emplearla. En la zona mixta de la Arena Corinthians retomó el guante y lanzó: “Lo de hoy fue un paso de factura por lo que dije la otra vez, no tengo dudas”. Más claro, imposible.

En el momento de la premiación, Messi se ausentó. La rebeldía se hizo carne en él, y rompió el molde. “La corrupción y el arbitraje arruinaron que la gente disfrute el espectáculo futbolístico. Nosotros no tenemos que ser parte de eso, por eso no fui”, sentenció el 10. Un mensaje que no está direccionado únicamente a los que imparten justicia dentro del campo, sino que también, es un pase de factura a los altos mandos de la CONMEBOL, y por qué no, a los de la FIFA.

“Fuimos uno de los mejores equipos y no nos dejaron ir a la final. La Copa está armada para Brasil”, denunció el del Barcelona. Fue la última frase de las tantas que dejó, pero una de las que más revuelo generó. Explicitó la connivencia entre la confederación que organizó el evento y los anfitriones del mismo.

Se denota un cambio en el semblante del astro a partir de sus dichos luego de cada partido. En la actualidad, su liderazgo excede el juego. Messi plantó bandera y, lentamente, se transformó en la voz de mando de un seleccionado que está en pleno crecimiento.

 

Jaguares, el resultado de confiar a largo plazo

Por Pablo Fonseca y André Ribles

“Esto recién empieza”, arengó Agustín Pichot a sus compañeros tras vencer a Francia en el partido inaugural del Mundial 2007, que finalizaría con un tercer puesto histórico. Sin embargo, la frase del capitán no quedaría olvidada en ese logro, sino que sería el inicio de un proyecto con el objetivo de llevar el rugby argentino a lo más alto.

En el año 2009, se implementó el Plan de Alto Rendimiento o PlaDAR –actualmente llamado Academias de la UAR- en su búsqueda de captar y formar jugadores de todo el país. A través de estos institutos se logró mejorar el desarrollo y la preparación para la alta competencia.

Los cambios de mentalidad que esto generó se vieron reflejados de inmediato con la creación de los Pampas XV en 2010, lo que significó para muchos jóvenes argentinos la primera disputa de alto nivel en su carrera. La Vodacom Cup, más allá de no ser una competencia de primer orden, marcó el inicio del roce ante jugadores profesionales y dio sus primeros frutos cuando el equipo se consagró campeón en su segunda participación.

Un año después de la eliminación en cuartos de final del Mundial 2011, Los Pumas participaron por primera vez del Rugby Championship –ex Torneo de las Tres Naciones- ante las potencias Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda, y se empezarían a codear con la elite internacional de manera anual. El desafío de enfrentar a los mejores no fue fácil y se reflejó en los resultados, ya que sólo una vez lograron no finalizar en el último lugar de la tabla. A pesar de esto, el rendimiento del seleccionado argentino mostraba un claro crecimiento y pudo demostrarlo en el siguiente certamen mundial, donde alcanzaron el cuarto puesto.

Luego de su alza en el ámbito del alto rendimiento internacional, la UAR solicitó mayor competición y obtuvo la aceptación por parte de la World Rugby, como así también de la Sanzaar, para participar en el torneo de equipos más importante del hemisferio sur, el Super Rugby. En diciembre de 2015, producto de un cambio en la reglamentación, se dio a conocer la confirmación de Jaguares, la franquicia argentina con el objetivo de potenciar, profesionalizar y jerarquizar todavía más el rugby nacional. Esta nueva participación modificó de forma radical las reglas para formar parte de Los Pumas, debido a que, como condición, sólo podrían ser seleccionados los jugadores que participaran en la liga local o en alguna de las franquicias del nuevo campeonato por disputar.

Su primera experiencia no fue del todo buena. Contó con un plantel muy joven y en su mayoría de carácter amateur, con protagonistas provenientes de los clubes del país y algunos profesionales que estaban en el exterior. Tras quince partidos disputados, solo pudo conseguir 4 victorias y sufrir 11 derrotas, quedando quintos en su grupo y terceros en su conferencia sin poder avanzar de fase. En la siguiente edición se notó una leve mejoría en los números con siete partidos ganados y ocho perdidos pero, aun así, no alcanzó para superar la etapa regular.

En 2018, Mario Ledesma asumió como Head Coach y se ocupó de amoldar al grupo y volverlo más sólido. Sus dirigidos consiguieron quedar segundos en la conferencia sudafricana y lograr hitos importantes como dos victorias ante rivales neozelandeses, aunque en la postemporada cayó en cuartos de final ante Lions.

Finalmente, Ledesma adoptó el cargo de técnico de la Selección nacional, lo que derivó en la contratación de Gonzalo Quesada, actual entrenador, y si bien estos cambios podrían haber desmantelado el trabajo creado en años anteriores, el plan no cambió. El proyecto siguió siendo el mismo, apostar a las bases para poder potenciarlas con el apoyo de sus profesionales más experimentados.

Cuando se trabaja correctamente y con perseverancia, los resultados no tardan en llegar. Después de hacer una gran temporada, finalizar segundos en la tabla general y vencer a Chiefs y Brumbies en los playoffs, los argentinos llegaron por primera vez a una final, aunque no pudieron superar el oficio de Crusaders, que se consagró tricampeón en una definición muy trabada.

En septiembre arrancará el Mundial en Japón y como siempre genera mucha expectativa, sobre todo si se tiene en cuenta este enorme presente del rugby en Argentina. El desafío será seguir con este proceso de mejora que, hasta el momento, parece estar lejos de su tope y emociona para el futuro.