martes, septiembre 16, 2025
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Contigo en la distancia

Por Federico Bajo, Fernando Bajo, Valentín Gogorza, Ignacio Gutierrez, Martín Mulhall, Daniel Melluso, Fabrizio Ramos y Mauro Vito.

A pesar de estar ubicados en distintos continentes, Argentina y Alemania se han enfrentado en varias oportunidades. En Copas del Mundo lo hicieron en ocho ocasiones –una de ellas fue ante Alemania Democrática cuando aquel país estaba dividido-, lo cual ha generado el nacimiento de una rivalidad futbolística que se convirtió en el partido más disputado en la historia de los mundiales. Además, tras los cruces definitorios en México 1986, Italia 1990 y Brasil 2014, el enfrentamiento entre ambas selecciones se transformó en la final más repetida de la competencia.

Pero como suele decirse, el amor no entiende de distancias y el fútbol no se queda ajeno. La pasión que genera este deporte es tal que va más allá de la razón, de las rivalidades y los colores de su país, lo que permite la existencia de historias que en otros ámbitos no se podrían desarrollar.

De Buenos Aires a Dortmund

Federico Chabin tiene 27 años y es presidente de la peña del Borussia Dortmund en Argentina. Se recibió de periodista y es hincha del club alemán desde 1997 cuando el conjunto de camiseta amarilla y negra se consagró campeón de la Champions League.

Si bien el club los reconoció formalmente este año, el grupo de simpatizantes viene operando como tal desde febrero de 2014. De hecho, la propia institución declaró dicha fecha como la de su fundación.

Y en esta cuestión de ser oficial o no, Federico explica que en el listado de socios que tiene el club son diez los integrantes de la peña porque ese era el requisito mínimo para el reconocimiento. “Queríamos agilizar el trámite. Puntualmente, para el Borussia somos esa cantidad, pero existe un centenar de personas en espera y me llegan consultas todos los días para asociarse”, enfatiza Chabin.

El pasado 13 de octubre, en el Planetario Galileo Galilei de Buenos Aires, donde el 20 de junio de 1867 se jugó el primer partido de fútbol en el país, treinta hinchas se juntaron para celebrar la segunda #JuntadaDortmund. La reunión estaba pactada para el sábado 12, pero por cuestiones meteorológicas se pospuso para el día siguiente. La lluvia que afectó a la Capital no permitió que finalmente Lucas Barrios, actual delantero de Huracán y con pasado en la institución alemana, se acercara a pasar un rato con los simpatizantes, razón por la cual envió un video a través de las redes sociales.

La primera concentración, en diciembre del año pasado, fue todo un éxito. Concurrieron más de cincuenta personas y no solo de Buenos Aires, sino también de Córdoba, San Luis y hasta de Uruguay. Hubo partidos de fútbol, sorteos de remeras, tazas y gorras, pero el premio mayor fue una camiseta firmada por el delantero alemán Marco Reus.

El clima que se vive en las tribunas del Westfalenstadion cuando el Borussia Dortmund juega de local, es una de las razones que destacan a nivel mundial al club campeón de la Champions League en 1997; sin embargo, para Chabin no es la única. “Más allá de los éxitos futbolísticos, lo que termina por enamorarte de la institución es su gente, su ideología, su compromiso social, y más allá de los buenos o malos resultados, uno sabe que pertenece a un lugar distinto”, concluye.

Atracción sin fronteras por el fútbol argentino

En el oeste de Alemania, a 11.558 kilómetros de distancia de Buenos Aires, entre Dortmund y Osnabrück, se encuentra una ciudad de trescientos mil habitantes llamada Münster. Allí vive Ronny Schulz, un alemán de 38 años, quien se considera fanático del fútbol argentino.

Desde 2007, cuando Ronny visitó Argentina por primera vez con tres amigos, intenta viajar cada dos años  para poder ver la mayor cantidad de partidos. “Luego del primer encuentro que viví dentro de un estadio, supe que Argentina era diferente. El ambiente es increíble y todos los campos tienen su historia”, afirma el dueño del blog Fußball in Südamerika, donde sube las fotos de todos los estadios a los que concurre.

Su última visita fue en septiembre del año pasado y, en la actualidad, se encuentra ahorrando para realizar su octavo viaje al país en 2020. Desde Alemania se le hace imposible seguir el torneo argentino por la diferencia horaria. Además, ningún canal de televisión emite fútbol sudamericano y las transmisiones por internet se bloquean por cuestiones legales de región.

Según Schulz, hasta la fecha presenció más de 150 partidos y de todas las divisiones del fútbol argentino. “No hay otro país en el mundo donde puedas, todos los días de la semana, estar dentro de un estadio y presenciar un choque”, remarca.

Fanático del Preussen Münster, que se desempeña actualmente en la tercera división de Alemania, se lamenta por la situación actual que sucede en la Argentina con respecto a la prohibición que existe sobre el público visitante, porque era una de las razones que hacía singular a los estadios argentinos sobre las canchas que visitó en los más de setenta países en los que estuvo.

Desde el día que nació, el camino de Ronny estaba predestinado a cruzarse con el fútbol. Sus padres lo llamaron así por el arquero sueco Ronnie Hellström, considerado uno de los mejores en su posición durante la década del 70.

Y aunque parezca una historia extraída de un cuento, San Lorenzo de Almagro y Huracán Las Heras son sus equipos argentinos favoritos. Pudo ver al Ciclón más de una docena de veces, tanto de local como de visitante, mientras que asistió solo una vez a un encuentro del equipo mendocino, fue en 2012 ante San Martín de la misma provincia. Aquel encuentro fue suficiente para quedar totalmente enamorado del Globo.

Los pasos del León

Por Juan Ignacio Ballarino e Iván Lorenz

Es viernes 8 de noviembre, pasaron las siete de la tarde y el estadio Ciudad de La Plata está casi colmado. Para este partido, decidieron habilitar la popular Norte, esa que solía ser para los visitantes. Van 22 minutos desde que sonó el silbato inicial, Estudiantes le gana 1-0 a Talleres con gol de Manuel Castro a 90 segundos del arranque, pero los presentes tienen la cabeza en otro lado. La cortina musical la elige la hinchada: “Señores, vamos a volver a UNO…”.

Acaba de terminar el primer tiempo, pero el cántico continúa. Mientras un nene intenta sin éxito pronunciar “Pincharrata” y agita una bandera, los equipos vuelven al campo de juego. Se posicionan y arranca la segunda parte. Sólo quedan 45 minutos más la adición para comenzar la fiesta. En realidad, hace una semana que La Plata está de jolgorio: la Avenida 1, entre 55 y 57, se llenó de bocinazos y transeúntes que documentan lo que ven, y las cuadras previas están llenas de pinturas albirrojas y sietes bien dibujados.

El pueblo Pincha quiere que termine el partido. No sólo por la imperiosa necesidad de los tres puntos y el gran juego que despliega Talleres, sino motivados por una pasión visceral. Están deseosos de empezar la cruzada hacia Tierra de Campeones. 

Se acerca el cierre y el coro del Ciudad de La Plata canta: “El sueño se hace realidad…”. Fernando Espinoza señala el medio y hace sonar el silbato. Estudiantes ganó. La hinchada festeja. Los jugadores se acercan a la cabecera Sur para celebrar con ellos. Dan una última vuelta por el césped y cantan con su gente: “La cancha que me llevó mi viejo, la historia de Estudiantes está acá…”. 

La voz del estadio tiene otros planes, invita a los hinchas a llevar la historia a 25 y 32. Allí arranca la travesía. Una marea albirroja pinta el oscuro cielo con sus colores. Banderas, camisetas, fuegos artificiales, bombos, trompetas, sonrisas, lágrimas, humo de parrilla, frío de cerveza, un camión, bengalas y personas de todas las edades conforman el paisaje. La masividad entona: “Porque vamos a volver, donde yo te conocí…”. Pero la vuelta no arranca y la ansiedad se huele, se siente, se degusta.

Es imposible contar cuántas personas hay. Un humo rojo indica el inicio de lo que esperaron por 14 años, 2 meses y 10 días. El León ruge y empieza a encarar por 32. Los hinchas se desesperan, rompen la caravana para adelantarse por los costados y acompañar al camión que no para de hacer ruido. La pasión los lleva y hace que no piensen en los casi seis kilómetros que tienen por delante.

Los cantitos no paran y de lo único que hablan los hinchas es de Estudiantes. El tiempo metamorfosea y se convierte en anécdotas que los hacen viajar. Lágrimas por aquí. Bebés inexplicablemente dormidos, en brazos o en carritos. Camisetas del Pincha de todas las épocas. Bengalas rojas y blancas que marcan el rumbo y horizonte. Dos colores además de los que pintan la camiseta del León son aceptados: amarillo y negro. Peñarol también se hace presente. El carbonero no es ajeno a la historia grande del club.

Hay una bandera -que se impone con su tamaño- dedicada a Juan Sebastián Verón, presidente del club y artífice de la concreción del sueño de los albirrojos. Otra lleva un bidón con tres “x”, porque si hay algo que le gusta a Estudiantes es pregonar su mística. Lenny, el personaje de Los Simpsons, también está, con la casaca puesta y convertido en trapo. Está jugando una carrera o intentando meter un gol, porque gambetea obstáculos para acercarse al principio de la peregrinación. 

Bum. Algo resuena y el humo rojo vuelve a aparecer. Hay que doblar. Está todo planeado. La caravana encara para la calle 7. Obvio, cómo olvidarse del rival de toda la vida. Incluso le dedican canciones. Se ríen, se transportan a la goleada histórica con una risa tan juguetona e infantil como la amarilla que se comió Pablo Lugüercio aquel 15 de octubre de 2006 por festejar el sexto sacándose la camiseta.

Las personas salen a los balcones de los edificios para cantar un rato mientras blanden sus banderas. Sus trapos y camisetas cuelgan de las barandas, adornando edificios a lo largo de la calle. No caminan junto con la gente, quizás por algún impedimento físico, quizás por otro motivo. Da igual cuál sea la razón, pero ningún Pincharrata quiere perderse la fiesta. Los conductores se quejan porque no pueden avanzar con el auto, pero los semáforos no les importan a la masa Pincha. Le acercan un gorro al chofer de la línea 7. Se lo pone. Le ofrecen cerveza. La rechaza con risa cómplice, está trabajando y al volante. La fiesta la hacen todos. Lo único que le interesa a la marea albirroja es que acompañen la fiesta y entonen con ellos: “Donde juré que por vos iba a morir…”. Los sentimientos los desbordan, van a explotar. La distancia pesa, pero la pasión empuja. No duelen las piernas, arde el corazón. Almas borrachas bailan con ojos cerrados, no le buscan explicación alguna, sienten. ¿Para qué abrirlos? Todo es rojo y blanco.

Se miran entre ellos. Uno corre desesperado por encontrar a su compañera de vida. Está tan nublado por la pasión y la cerveza que no se da cuenta de que la tiene al lado. Se ríen. Miran hacia los balcones, les cantan. Es recíproco. “¿Cuánto falta?”, se preguntan con los ojos. Ya casi. Antes, un parate. Nadie sabe bien por qué: “¿Ese de arriba del edificio es tripero y nos gritó?” ¿Acaso tienen razón? ¿O la ansiedad hace que imaginen presentes en la vigilia a sus vecinos?

Paran en la esquina. El camión ya nadie sabe en dónde está. Debe haber llegado a destino. Entonces, Matías Pellegrini, jugador profesional nacido en las inferiores Pincharrata, ya debería estar allí. Lo que no es una suposición es que le dio al bombo y a la trompeta a más no poder durante todo el trayecto subido al colectivo descapotado.

El cielo apagado se enciende con los fuegos artificiales que los organizadores reparten a quien se cruza en su camino. Suenan como flechas que cortan el viento y luego revientan con un estruendo. Colocan humo en las calles y arman una ronda. Piden un minuto de silencio y empieza el pogo. Saltan de acá para allá a los gritos. Esta noche no duerme nadie. La ciudad de las diagonales está viva.

“Bueno, loco, basta, ¡quiero ver la cancha!”, se queja un hincha con un tubo de vino en mano y expulsa al viento lo que siente la mayoría, esa que dobló a la izquierda y se dirige a la plazoleta caminando a paso fuerte. Pero con cuidado, porque se recuerdan en el mítico estadio y tienen miedo de caer. ¿Los sueños se realizan? Probablemente no todos, pero sí este, que comenzó con la demolición del viejo estadio por la rotura de uno de los escalones de la grada. Siempre estará presente aquella escalera que conformaba ambas tribunas, y así lo recuerda el público presente: “De madera, de tablón, donde jugó el Narigón…”. Confirmaron que Carlos Bilardo no estará en la inauguración y no sólo basta con recordarlo con una estrofa, sino que uno decidió vestirse como él: bata de médico, estetoscopio y una enorme nariz de plástico. 

Ya se ve la plazoleta. Es navidad y Papá Noel no faltó. Los más chiquitos se sacan fotos con el personaje mágico. Como si fuera poco, también dice presente una suerte de jeque árabe. Pero hincha del Pincha a fin de cuentas. Ni él ni el domador de renos tienen regalos para ofrecer. Basta con mirar. Aunque, por ahora, los ojos se enfocan en el escenario y lo escanean todo. El olor a choripán hace retorcer de hambre las tripas. La plazoleta ahora es de Estudiantes, no se ve ni el piso. Mientras los fuegos artificiales explotan, Estelares canta en vivo arriba de un escenario: “Hoy es un día perfecto”. La que saben todos y en la que todos coinciden. A la banda la presentó nada más y nada menos que el presidente, con una frase que repitió hasta el hartazgo: “Esto no es un punto de llegada, sino de partida”.

Un grupito pícaro se trajo una heladerita. Se dan cuenta de que un hincha que estaba ahí la mira y le regalan una birrita con la excusa de que “esto es familia”. Agradecido, observa y baila. No todos se menean, simplemente miran sin poder moverse. Otros no pueden hacer movimientos porque escalaron un árbol para observar mejor. Y hay otro más loco que cualquier otro, pero cuya demencia es la envidia de la multitud, porque le sacan la foto que todos quieren. Está subido al cartel que indica que la calle es 1, con una bandera pincharrata en mano.

Terminado el espacio para las bandas, el escenario lo ocupa una torta con forma de león. Un organizador la corta y la regala a los pocos que se quedaron ahí. La multitud se fue esparciendo, pero la mayoría se fue por Avenida 1. Al caminar por ahí, se ve que la cancha está rodeada de gente que baila feliz y borracha, cantando a los gritos la canción de turno. La música se para repentinamente y les parece la mejor forma de entonar el tema de la noche: “… Donde tantas veces yo lloré por vos”. Y lagrimean de alegría, por el momento y porque son conscientes de que esas frases no van a sonar nunca más.

Maradona y Deportivo Laferrere, un vínculo inquebrantable

Por Juan Pablo Santillán – @JuanPablo_lz

En Argentina, Diego Armando Maradona vistió las camisetas de Argentinos Juniors, Boca y Newell’s Old Boys de Rosario. La lista se extiende si se habla de equipos que contaron con el Diez en al menos un partido, aunque sea de manera no oficial, a modo benéfico.

El Deportivo Laferrere es un club que se desempeña en la Primera C y que nunca pudo darse alguno de estos lujos. Aun así, tiene varias formas de sentir al mejor futbolista de todos los tiempos como parte de su historia.

 

La sorpresa

– Me parece que hoy vas a tener una sorpresa. No muchos van a tener esta suerte…

– ¡Dale, decime qué es!

Este diálogo se dio rumbo a un entrenamiento, en octubre de 1994. Los protagonistas fueron Sergio Goycochea y Luis Pozzuto. La sorpresa era nada más ni nada menos que Diego Maradona asumiría como entrenador de Mandiyú de Corrientes. “Sabíamos que no teníamos técnico, pero era inimaginable. Cuando empezamos a llegar al club había movimientos raros, hasta que él (Goycochea) me dice: ‘Va a venir Diego a dirigir Mandiyú’. Fue una sorpresa enorme”, recuerda el volante surgido en el Deportivo Laferrere.

Luego de haber dado doping positivo en el Mundial de Estados Unidos 1994, Maradona fue suspendido durante 15 meses. Allí apareció la posibilidad para que el Diez, de 34 años en aquel entonces, se convirtiera en el entrenador del equipo correntino, que estaba en la Primera División del Fútbol Argentino y necesitaba sumar puntos para no perder la categoría.

“Se nos acabó la tranquilidad. Al otro día, en el entrenamiento, era un mundo de gente: llegué tarde porque no podía entrar. Entrenábamos en una fábrica de textil donde no había nadie, en el medio de la nada, y a partir de la llegada del Diego, parecíamos el Barcelona. Era una cosa impresionante: la ropa nueva, la gente. Él fue al hotel y no se podía pasar. Todo lo que significa Diego hoy, potenciado en esa época”, rememora Pozzuto desde Malasia, donde vive actualmente.

Durante la corta travesía de Maradona en Corrientes, en el equipo se encontraban otros dos exjugadores surgidos del Deportivo Laferrere, además de Pozzuto: José Luis Díaz y Gabriel Medrano, quien no olvida “lo increíble que fue vivir aquella experiencia, el haberlo tenido en los picaditos o en el fútbol tenis”. Además, recuerda las charlas que presenció sobre todo lo que Diego vivía en aquel momento y lo que representaba como jugador, porque aún lo seguía siendo. “Luego de los asados que se hacían, él se paraba y preguntaba: ‘¿Quién quiere una naranja?’, y se ponía a hacer jueguitos y te la dejaba en la mano”, cuenta Medrano.

Diego Maradona en su etapa como entrenador de Mandiyú de Corrientes.

En el fútbol argentino abundan los problemas de pagos. Mandiyú, a pesar de tener al Diez y a Goycochea, no fue la excepción. Tuvimos que viajar para Buenos Aires a jugar y antes nos habían prometido una plata que no venía y ya había malestar. Los más referentes -el Goyco, (Rubén) Bernuncio y (Guido) Alvarenga, entre otros,- le comentaron a Diego lo que pasaba. Estábamos esperando en el aeropuerto del Chaco y el Diego dijo: ‘Bueno, listo, no viajamos. Pará que lo llamo al presidente (Roberto Cruz) y que venga a traer la plata. Si no, no viajamos’, revela Medrano. El vuelo esperaba a que el entrenador subiera con el plantel. A la media hora llegó Cruz con la plata. Pagó y viajaron.

Es sabida la manera en que Maradona defiende a los futbolistas por sobre los dirigentes. El 28 de septiembre de 1995 fundó, junto con otros destacados jugadores como el francés Éric Cantona, una organización para reivindicar sus derechos, llamada Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales, de la que fue presidente. En octubre del año anterior había protegido a sus primeros dirigidos. “Son las cosas que puede generar y realizar el Diego para los jugadores: es el único capaz de parar un vuelo para que les traigan la plata a los jugadores y puedan viajar”, dice Medrano, y añade: “Defiende al jugador a muerte, con sus principios y sus valores del fútbol”.

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En la temporada 93/94, Roberto Cruz inició un proyecto en el Deportivo Laferrere para que el club luchara por llegar a la Primera División. Junto con algunos empresarios, contrataron a jugadores como Marcelo Trobbiani, Luis Malvarez y Mario Videla, entre otros. Cruz no continuó y al año siguiente se convirtió en presidente de Mandiyú de Corrientes. El dirigente consiguió que el plantel de Maradona entrenara, mientras aguardaba por un partido en Buenos Aires, en el estadio Ciudad de Laferrere.

Por otra parte, Diego, nuevamente como jugador de Boca, enfrentó al Verde en un entrenamiento desarrollado en la Villa Deportiva Mercantil de Ezeiza: fue empate 0 a 0 en la tarde del 30 de octubre de 1996, el día de su cumpleaños 36.

En el club de Salvigny y Rodney, el apellido Maradona también figuró de la mano de su hermano, Raúl. Lalo estuvo en la temporada 92/93 y no anotó goles. Más tarde, como ayudante de Diego en Mandiyú, se reencontró con sus ex compañeros Luis Pozzuto, Gabriel Medrano y José Luis Díaz. “Tengo los mejores recuerdos, compartí muy lindas experiencias en un año con mucha gente que después tuvimos en Mandiyú con mi hermano. La gente siempre me respetó, después mi hermano volvió como coordinador. Cada vez que voy me reciben con los brazos abiertos”, expresa el hermano menor del Diez.

En rigor, Maradona “acercó” al club como dupla técnica a Miguel Lemme y a Adrián Domenech, sus excompañeros en Argentinos Juniors. Fue en el Nacional B 1994-1995, aunque duraron pocos partidos y se fueron por malos resultados. En aquel campeonato, Laferrere descendió por primera vez.

 

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Una visita especial

“Uno de los que coordinaba el fútbol femenino (Javier Ramos) me comentó la posibilidad de que él viniera”. Lucas Scarnato, actual delantero del Deportivo Laferrere, fue entrenador del equipo femenino de Luján en 2015, y una tarde de junio, existió la posibilidad de que Diego Maradona fuera a presenciar uno de sus partidos.

Rocío Oliva, pareja del Diez, estaba fichada para jugar en el Lujanero. Ramos le preguntó al director técnico si la manager del fútbol femenino de Gimnasia y Esgrima La Plata podía ir a entrenar una vez y ser tenida en cuenta para el partido de ese fin de semana. “Me pareció buena y macanuda la idea de que vinieran los dos para que las chicas puedieran disfrutar de una jornada de fútbol al lado del Diego. No dudé, lo hablé con las chicas, me dieron el ok. No tenían drama, aunque una de ellas se iba a quedar afuera de las 18 convocadas”, recuerda Scarnato.

Se la citó y el domingo 14 llegó acompañada por su pareja. El Nueve, devenido en entrenador, y el Diez, fueron presentados, salieron del vestuario (también su custodio) y dejaron que las jugadoras se cambiaran.

Maradona ayudó a hacer la entrada en calor mientras las alentaba y las arengaba. Scarnato se puso en una hilera y les pasaba la pelota. Diego repitió el ejercicio y, obviamente, todas las jugadoras querían ir a ese sector.

Una vez que terminaron, volvieron al vestuario. Scarnato suele leer un cuento o dejar alguna moraleja en la previa a los partidos como una manera alternativa o complementaría a las clásicas charlas motivacionales. Lo empezó haciendo con ellas, en el fútbol femenino. Maradona estuvo atento al relato.

Maradona estuvo en el vestuario celebrando la victoria del Lujanero, equipo en el que estaba su pareja, Rocío Oliva.

“Salimos al partido. Diego elogiaba a algunas de las chicas, porque jugaban muy bien, y alentaba a otras. En el momento en que entró Rocío tiró algún que otro chiste y le daba indicaciones. La cargaba porque dos o tres veces se tuvo que parar para atarse los cordones, y le decía: ‘¡Dale, Rocío! ¿No te sabés atar los cordones?’. Después quedó varias veces en off side y le tiraba chistes. ‘¡Tenés que volver corriendo!’, le decía, y todos nos reíamos”, detalla el delantero.

En el entretiempo, el entrenador dio un par de indicaciones, algunas correcciones y Maradona consintió y aportó: “Tiene razón el profe, fíjense por ahí, por este lado. Traten de jugar”, mientras que a las habilidosas las incitó a disfrutar, a tirar caños y sombreros. Luján terminaría ganándole 3-0 a Defensores del Chaco.

El 26 de junio de 2016 la pareja regresó en el empate por 1-1 ante Villa San Carlos. El ritual fue similar, pero con una salvedad a raíz de la presencia confirmada de ante mano del Diez. “Como sabía que iba a venir, al cuento que leí lo escribí yo. Comparé algunas situaciones del fútbol que había vivido él con la vida real, elogiándolo, poniendo los valores de soñar, de creer que todo se puede, de ir por más, de proponerse objetivos altos, como él, que nadie esperaba que saltase más alto que el arquero inglés e hiciera el gol con la mano”, cuenta el goleador del Deportivo Laferrere.

De los dos encuentros que tuvo Scarnato con su ídolo, una de las anécdotas más preciadas se dio durante uno de los partidos, luego de una felicitación de Maradona por una jugada preparada que salió casi a la perfección, de no ser porque terminó con un tiro estrellado en el palo: “Se paró del banco y me dijo: ‘Profe, mirá que vi fútbol, eh, y lo he visto al Barcelona, pero ni el Barcelona hace esa jugada preparada que hiciste vos’”.

 

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Maradona-Caniggia, Dos Santos-Pérez

Eduardo Dos Santos es sinónimo de alegría: el delantero fue quien impulsó el uso de máscaras en el plantel de Sacachispas en las entradas al campo de juego con la idea de querer “demostrar la buena onda que había en el grupo” y cómo se “divertían sanamente”.

Sus locuras no han sido menos en su paso fugaz por el Deportivo Laferrere. El 24 de octubre de 2018 abrió el marcador en el empate 1-1 ante Armenio por la fecha 12 del campeonato de la Primera C. “Estábamos por sacar del medio y el Dudy (Raúl) Pérez me dice: ‘Hoy vas a hacer un gol’, y yo, con la alegría que provoca meter un gol, le contesto: ‘Si meto un gol, te como la boca’”, recuerda Dos Santos de los minutos anteriores a su conquista.

Veintitrés años atrás, el 14 de julio 1996, Boca le ganó 4-1 a River con tres goles de Claudio Paul Caniggia. En la previa al Superclásico, Diego Maradona había anticipado que, si el Pájaro metía un gol, le iba a dar un “piquito”. Como es sabido, cumplió.

“Se da que el Dudy, precisamente, me da el pase y hago el gol, pocos minutos después de haberlo conversado. Entonces, de la alegría, le agarré la jeta y le comí la boca a lo Maradona-Caniggia”, rememora el goleador que, una tarde de primavera, homenajeó al Diego y al Cani con una nueva locura para el delirio de todo el estadio Ciudad de Laferrere.

 

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Vivir en un sueño

“Soy medio vergonzoso, tímido. Hay muchas cosas que me guardo para mí. A veces no me doy cuenta del lugar que ocupo”. Así se presenta Gastón Romero, entrenador de arqueros del cuerpo técnico de Diego Maradona.

Pato nació y se crió al frente del estadio del Deportivo Laferrere. Surgió de las divisiones inferiores del Villero y debutó en el 2000. Luego de retirarse, comenzó a trabajar como preparador de arqueros en Deportivo Riestra, donde conoció a Maradona. 

En 2013, el Diez se convirtió en “asesor espiritual” del Blanquinegro por medio de su relación con Victor Stinfale, abogado y gerenciador del equipo.

“Yo empecé a trabajar con él a partir del vínculo con la empresa. Cuando a Diego le salió la oportunidad de entrenar en Emiratos Árabes, no tenía un cuerpo técnico armado porque hacía rato que no dirigía. De Riestra le ofrecieron si quería al editor de video (Bruno Maffoni) y a mí, que era entrenador de arqueros. Tenía buenas referencias de nosotros”, cuenta Pato sobre el inicio de su relación con Maradona.

Compartieron plantel en Al-Fujairah hasta que el Diez renunció en 2018. Luego estuvieron en Bielorrusia, donde Diego es actualmente Presidente Honorario del Dinamo Brest, y lo acompañó en Dorados de Sinaloa, su último club antes de arribar a Gimnasia y Esgrima La Plata.

Gastón Romero, el entrenador de arqueros de Maradona, supone que recién en unos años va a dimensionar lo que es estar al lado del diez.

Cuando se terminó el vínculo con el club mexicano, Maradona se operó de su rodilla derecha. “Diego iba a parar un tiempo, posiblemente era hasta diciembre. Yo me reincorporé a los trabajos en Riestra. Una vez que le salió lo de Gimnasia, tuvimos la propuesta de volver a trabajar con él y no dudamos”, dice Romero, quien hasta el día de hoy le cuesta creer la realidad que está viviendo.

“Diego es una persona súper humilde, accesible. Nos deja trabajar con libertad. Encontrarlo sentado en el suelo comiendo un sándwich de vacío, como una persona totalmente común y corriente, provoca preguntarse, ¿es Diego el que está sentado ahí, en el piso, comiéndose un sándwich? Eso es lo que tiene de lindo, que es muy terrenal. No tiene ese glamour que otros jugadores pueden llegar a tener”, expresa Pato de su convivencia con su ídolo.

Desde que comenzó su etapa en el Lobo platense, el nacido en Gregorio de Laferrere observa que el plantel tuvo un cambio emocional. Les costaba ganar y, con el Diez en el banco, consiguieron su primer triunfo en el Superliga: victoria 4-2 ante Godoy Cruz, en Mendoza, por la fecha 9. “Es efusivo. Ama e idolatra al jugador de fútbol, lo defiende a muerte. Se pone de igual a igual. Cuando hay etapas de felicidad, lo vive como uno más y eso es lo que hace que el jugador se identifique tanto con él y se genere ese vínculo tan afectivo. En cada gol lo vienen a buscar a él. El baile, el abrazo. Cuando el resultado es positivo, se muestra auténtico como lo que es”, define el entrenador de arqueros, quien supone que en un par de años recién se va a dar cuenta de todo lo que fue y es partícipe.

 

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Gustavo Díaz es integrante del museo del Deportivo Laferrere, un emprendimiento que se inició hace dos años, con la idea de reconstruir la historia del club a través de la indumentaria que vistió el Villero desde su fundación el 9 de julio de 1956 y ya consiguieron casi 300 camisetas, entre otros objetos.

Dentro de la colección, hay una reliquia que fue utilizada el 15 de octubre de 1994, en la derrota 0-3 ante Almirante Brown, su eterno rival, por el Nacional B. La particularidad de este partido tiene que ver con la presencia de Diego Maradona en el estadio Ciudad de Laferrere. El motivo de su visita fue para acompañar a sus amigos Miguel Lemme y Adrián Domenech, la dupla técnica del Verde. El Diez miró el encuentro desde arriba de una especie de palco vip que se le improvisó sobre unos vestuarios a los que accedió por una escalera de albañil. Fue la primera y única vez que asistió a un partido oficial del equipo.

Maradona en el único partido oficial de Deportivo Laferrere que presenció en la cancha.

A pesar de que hay material fotográfico -una de las imágenes tiene a Maradona posando con unos lentes oscuros junto a José Luis “Garrafa” Sánchez, ídolo del club de La Matanza-, Díaz se contactó con Gastón Romero, exjugador del club y actual entrenador de arqueros de Gimnasia y Esgrima La Plata, para pedirle que el Diez firmara la camiseta que vistió Lafe aquella tarde para poder atesorarla como otro registro de su visita.

El jueves 17 de octubre llovió muchísimo durante toda la mañana en Buenos Aires. Díaz manejó hasta Estancia Chica, donde entrena el Lobo, y esperó durante casi dos horas en su auto para ver si podía acceder a la intimidad del plantel. Luego, fue presentado por Romero como parte de la Comisión directiva (es secretario de actas) e integrante del museo, y esperó en el hall de la recepción. “A los diez minutos llegó Diego, acompañado por la gente que siempre lo rodea. Fue muy sorpresivo porque yo estaba sentado, y como la puerta se abría para mi lado, fui la primera persona a la que saludó con un “buen día”, y se metió en la sala de vídeos”, detalla de su primer encuentro.

Como aún llovía, se preparó todo para iniciar el entrenamiento en la cancha de césped sintético. A Diego lo fueron a buscar en un carrito de golf para que no caminara tanto. Había mucho barro y se podía resbalar. Díaz estaba tomando un café cuando el director técnico de Gimnasia se puso a su lado.

– ¿No paró de llover? – preguntó Diego.

– No, la verdad que no, Diego. Se llovió todo. Ahora parece que quiere parar un poquito, quiere despejarse – respondió Díaz

– Sí, igual vamos a hacer fútbol ahí, en la de sintético.

Maradona se dio vuelta y se metió otra vez en la sala de video, agarró su celular, se lo dio a la persona que lo acompaña permanentemente, se subió al carrito de golf y se fue a la cancha que se encontraba a unos 50 metros. El historiador se acercó y vio todo el entrenamiento debajo de la lluvia porque no había llevado paraguas. No le importó. Al finalizar, volvió al lugar de su primer cara a cara con el Astro y esperó a que se terminara de bañar.

“Vení, Gusta”, llamó Romero. Gusta acató la orden y cruzó una puerta de vidrio. Diego, a su vez, salió de la habitación del cuerpo técnico y estrechó con ambas manos la derecha de Díaz: “Qué tal, mucho gusto’, se presentó.

“Le expliqué que hacía 25 años él nos había visitado en el estadio y me dijo: ‘¡Uh, 25 años, ya!’. Le mostré una foto de ese día y lo reconoció a Garrafa Sánchez. ‘Sí, me acuerdo que la cancha estaba que explotaba’, me contestó. Le pregunté si lo podía molestar, si era tan gentil, de firmar la camiseta que Lafe uso ese día para poder exhibirla en la próxima muestra del museo, en noviembre. “Sí, sí, no hay problema, estirala”, dijo y la firmó. Le di unos ejemplares de la foto con Garrafa y también las firmó”, cuenta Díaz.

Foto de Maradona junto con José Luis “Garrafa” Sánchez, que se encuentra en el Museo Deportivo Laferrere.

Más tarde, a Maradona lo fueron a buscar porque los jugadores ya se habían terminado de bañar y lo estaban esperando: el entrenador les había prometido que si le ganaban a Godoy Cruz (4-2, de visitante), iba a sortear tres LCDs para el plantel. Le volvió a dar la mano, se despidió y sus ayudantes lo agarraron del brazo para ir a cumplir con su palabra.

Díaz intercambió pocas palabras con Romero y volvió a su vehículo, casi corriendo. “Cuando llegué al auto exploté y me puse a llorar porque había vivido un momento que pensé que no iba a vivir nunca. Hay gente que se muere sin poder cumplir sus sueños, y yo cumplí uno, que fue conocer a Diego”, concluye el historiador, que no sólo acababa de reconstruir una historia para el club de sus amores, sino que también para toda su vida.

 

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Para todo el pueblo villero

El Movimiento 1956 es una agrupación formada por socios del Deportivo Laferrere en la que ayudan, de manera desinteresada, al club de sus amores. Los sorteos son una de las tantas acciones que se realizan para recaudar fondos.

En mayo de este año, con la ayuda de Gastón Romero, consiguieron que Diego Maradona firmara una camiseta del Villero y otra de Dorados de Sinaloa, su equipo en aquel entonces.

La del club mexicano fue la primera en ser rifada, el 27 de julio. Lo que se obtuvo sirvió para completar la construcción de una cancha auxiliar de césped sintético que se inauguró en octubre. El 30 de noviembre se sorteará la de Laferrere y lo que deje será destinado para obras en la sede.

El VAR: una polémica inagotable

Por Bruno Campanella y Diego Yudcovsky

Muchos cuestionan los argumentos que sostienen la existencia de una nueva invención, que si bien hace un tiempo tuvo su desembarco en el mundo del fútbol, pocos creen que es lo que necesita este deporte, que alguna vez un periodista llamado Dante Panzeri lo describió como “dinámica de lo impensado”. El mismo, tan vertiginoso y entretenido, se vería afectado bajo la realidad de una revisión constante de los fallos incorrectos, que, si no fuera por ellos, no existirían las conversaciones de café de los lunes.

Cada vez que se presenta a un nuevo estudiante en el salón de clases, los primeros susurros entre los ya acoplados se hacen sentir, sobre todo para aquel que pasa vergüenza en su primer día. Se lo juzga, lo miran por fuera, le quitan completamente su humanidad para observar el fenómeno que puede ocultarse detrás de las prendas compradas por alguno de sus padres.

La implementación del videoarbitraje (VAR) es el resultado de la búsqueda de optimizar la labor arbitral, minimizando los errores en los fallos y otorgando mayor legitimidad a las decisiones tomadas por los árbitros. Con la utilización de este sistema se redefine todo lo conocido hasta la actualidad en el fútbol, introduciendo un método de revisión de determinadas situaciones de juego que viene a traer mayor justicia y menor injerencia humana en el resultado de un encuentro.

En cualquier otro empleo una persona puede cometer una equivocación o tener un error en la tarea que desempeña y que el mismo no sea exhibido en reiteradas oportunidades en los medios de comunicación, pero con la globalización y era digital que estamos viviendo, el menor traspié cometido por un árbitro es juzgado y revisado de manera pormenorizada por propios y ajenos.

Este nuevo sistema viene a sumarle al futbol un concepto básico del derecho que es la doble instancia de revisión de los fallos. Sin perjuicio de ello, tiene claras diferencias con las características que dicho recurso posee en el ámbito legal, por cuanto en el fútbol es el mismo árbitro, apoyándose en los colaboradores que se encuentran visualizando y manejando el VAR, quien toma las decisiones, mientras que en el derecho es un tribunal distinto al que dictó la resolución recurrida el que decide sobre la cuestión, pudiendo revocar lo resuelto por el primero.

A su vez, una de las principales críticas o cuestionamientos al sistema, que lo diferencia de otros deportes como el tenis y que lo alejan del ámbito legal, es que los equipos no tienen la posibilidad de solicitarle al juez que recurra al VAR sino que, por el contrario, el jugador que lo hiciere es pasible de recibir una sanción. Por lo tanto, si el referí no considera que una situación de juego sea susceptible de ser revisada, o los árbitros asistentes de video no llaman al primero para indicarle que hay una jugada que amerita la utilización del sistema, no existe posibilidad alguna de reclamo por parte de los jugadores o cuerpos técnicos, por más que haya habido un error arbitral completamente evidente.

“Hoy quedó claro que ante la aparición de la tecnología prefiero que se siga equivocando el árbitro y no que se equivoquen siete. Es difícil cuando no sabes cómo va a funcionar”, declaró Marcelo Gallardo, el DT de River Plate diferenciándose de Sergio Ramos, zaguero del Real Madrid que dijo: “Se intenta ayudar al árbitro y creo que al final la tecnología será buena para el fútbol, como lo es por ejemplo el ‘Ojo de Halcón’ en el tenis. Si se puede salir de dudas al instante y evitar situaciones como la de España en el Mundial-2002 mejor”. Lo que habría que analizar es si el fútbol realmente es asimilable a un deporte como el tenis, en el cual puede haber mucha menos injerencia de decisiones arbitrales y la aplicación de las reglas es completamente objetiva, generándose una menor cantidad de situaciones dudosas o de apreciación subjetiva del referí.

No cabe dudar de la legalidad de este nuevo sistema de revisión implementado, pero lo que corresponde es preguntarnos si la utilización del mismo no desnaturaliza el juego tal como lo conocíamos hasta su puesta en marcha. Si la búsqueda de la perfección no convierte al fútbol en un deporte al cual no estamos acostumbrados a ver, si no pierde esa magia que nos enamoró, que nos atrajo desde que somos chicos y nos permite soñar con esa gambeta inventada, un penal a nuestro favor mal cobrado en el último minuto, o la picardía de nuestro nueve metiendo un gol con un piecito adelantado.

Como amantes de este deporte tenemos que cuestionarnos sobre la afectación personal que recargamos sobre él, la cual en muchos casos es causante de esta irritabilidad que no nos permite asumir que otra persona, tan común y humana como lo somos nosotros, pueda equivocarse mientras desarrolla su actividad, y a nosotros disfrutarlo sin ser jueces de la labor ajena.

Seguramente, en consonancia con los tiempos que vivimos, el VAR y la tecnología continúen ganando terreno en el futbol. Esto dependerá más bien de una decisión política y dirigencial que del gusto de los aficionados. El poder es el que elige en estos casos. El tiempo nos dirá si disminuir los errores en las resoluciones arbitrales favorece al fútbol o solo viene a convertirlo en un deporte alejado de aquel que tantas emociones inesperadas nos causó. 

La implementación del VAR en el fútbol es correcta siempre y cuando se utilice de la manera indicada y que no haya por detrás intereses que conlleven al árbitro a tomar decisiones erradas, o mejor dicho acertadas porque si previo al pitazo inicial al juez le pidieron que incline la balanza para algún lado y lo hace como se lo demandaron, la decisión es acertada en relación a ese pedido, pero ilegitimita en función de la verdad y transparencia que debe tener este sistema y el arbitraje.

En muchas ocasiones, en un encuentro se revisa cierta jugada en particular y al mismo momento en otro partido que se está disputando sucede lo mismo y el árbitro la pasa por alto. Por lo tanto, los jueces deberían estar capacitados para usarlo y tener claro cuando se utiliza porque debe ser regular y uniforme en todo el mundo, y no ir variando según la apreciación de cada uno, porque ahí radican las críticas y los problemas.

Hay algunas jugadas donde la revisión y la decisión tardan alrededor de 5 minutos, entonces hay que optimizar más su uso para agilizar el juego, porque si no se vuelve muy tedioso para los espectadores y los protagonistas.

En un mundo donde se busca la excelencia y lo que solo importan son los resultados y no cometer errores, es una gran ayuda para los jueces que también viven lo mismo, y cuando cometen un yerro y son puestos en el ojo de la tormenta, sienten que no cumplieron con lo que la sociedad denomina “estar en lo correcto”. 

Si está bien aplicado y el margen de error se achica es positivo tanto para los árbitros, jugadores, entrenadores y todas las personas que pertenezcan al mundo futbolístico. No debemos olvidar que estamos en un mundo donde los intereses están en todos los ámbitos, y que en muchas ocasiones, tal vez, los errores de los árbitros aunque usen el VAR no son por motivos propios, sino por presiones que vienen desde arriba. 

Ahora mismo parece que la situación se decanta en implementarlo en Argentina por el mero hecho de que ya está en funcionamiento en Europa y como quieren hacer parecer el torneo local a los de las ligas del exterior, ven como una obligación que empiece a implementarse en nuestro país. Pero no es lo más indicado, porque entonces va a empezar a formar una grieta y la sociedad cada vez estará más enfrentada.

 Opiniones

Los protagonistas del mundo futbolístico tienen distintas apreciaciones de la innovación tecnología en el fútbol. Las opiniones son variadas y contrapuestas tanto en entrenadores, jugadores, árbitros, dirigentes y periodistas.

Juan Román Riquelme, de los jugadores más exitosos que pasó por el futbol argentino y que nos deslumbró con esas gambetas inesperadas, dijo que con la innovación tecnológica el único perjudicado es el árbitro.

Uno de los mejores jugadores de River y de la Superliga, Enzo Pérez, se encuentra descontento con el VAR porque considera que usaron este método para dejarlos afuera de la Copa Libertadores 2017: “Inventaron el VAR”, exclamó. Sosteniendo esta postura, el jugador de Racing Marcelo Díaz se mostró en contra de este método: “Le quita la esencia al fútbol, se ve raro”, evaluó.

Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors que está en el ojo de la tormenta por las críticas a su gestión, expuso todo su desagrado con la ayuda al arbitraje echándole la culpa a este método de los malos resultados obtenidos en el “Xeneize”: “El VAR no ayuda a Boca y sí a otros equipos”, protestó.

El entrenador argentino que más se destaca en el exterior, Diego Simeone, se encuentra del lado de la grieta donde las personas apoyan a este sistema.Siempre es bueno que se den soluciones. Que haya soluciones en el futuro, es lo que nos interesa”, sostuvo. Mientras el director técnico de Portugal, Fernando Santos, está en desacuerdo totalmente porque dio a entender que en muchas ocasiones ayuda a un equipo en detrimento o perjuicio del otro.

Los periodistas también ingresaron a la discusión sobre el VAR y uno de los que expresó su opinión con mayor efusión fue el veterano Horacio Pagani: “Claramente no estoy de acuerdo con el VAR. Para mí en el fútbol primero está la emoción y después la justicia y no está pasando”, subrayó.

Carlos Randazzo, el camaleón de la Boca

Por Daniel Melluso

Lejanos en el tiempo quedaron aquellos voluminosos rulos castaños. La vida pasó y las canas ganaron terreno en la cabellera de Carlos Randazzo. Siempre en moto, y con un paquete de cigarrillos en la mano, se dispone —con café de por medio— a charlar. Para él, 60 años no son nada: vestido con remera y pantalón ajustados al cuerpo, y una cadena plateada colgada en el cuello, connota que no se rige por la edad biológica. Joven en espíritu, de brazos flacos y piernas largas, el exdelantero, con voz desgastada de tanto fumar, cuenta su historia.

Nacido y criado en el barrio porteño de La Boca, comenzó a jugar desde pequeño en potreros de aquella zona de Capital. Talentoso para el atletismo y el fútbol, se decidió por este último a los 13 años cuando fue observado por Juan Evaristo, ex ojeador y defensor de Boca, en uno de esos baldíos con arcos y, desde ese entonces, permaneció ligado al deporte para siempre. Se desempeñó en el Xeneize (institución en la que se inició), en River y en Racing, entre los equipos de renombre.

A pesar de haber tenido una corta carrera —debutó con 19 años y se retiró a los 25—, ostenta el mérito de haber salido en la tapa de la revista El Gráfico. Fue en la edición publicada el 2 de octubre de 1979, luego de convertirle un tanto a Chaco For Ever en La Bombonera, en el triunfo del local por 3 a 1—el 30 de septiembre— en la quinta fecha de la Zona D del Torneo Nacional de ese año. “Lo de la tapa fue lo máximo, pero me confundió. Asistir a los entrenamientos se convirtió en un trámite, me hizo sentir que había llegado a la cima. Fue todo muy rápido”, recuerda Carli, apodo que le pusieron de niño al llamarse de la misma manera que su padre. Previamente había marcado cuatro goles en igual número de partidos disputados (incluido uno frente a River), racha que estiró hasta la sexta jornada ante Estudiantes de La Plata con seis anotaciones.

Comenzó a trabajar a los 15 años en la florería de su familia—ubicada en Almirante Brown y Aristóbulo del Valle— porque no iba al colegio. Hasta que tuvo un altercado con su padre, cursó tercer año del secundario en el Colegio Nacional N°7 Juan Martín de Pueyrredón. “Poseíamos florería, funeraria y cochería. De curioso me metía a laburar con mi viejo, incluso tenía una relación cercana con los muertos. Los cambiaba y maquillaba; me divertía, eran un objeto para mí. Un día llamaron por teléfono a mi casa para avisar que me rateaba recurrentemente de la secundaria, por lo que mi papá me dio una paliza bárbara y me puso a trabajar con él. Yo en esa época estaba en inferiores, y me despertaba a las 4 para ir al mercado de flores, cargaba las canastas y a la tarde las repartía. Terminaba cansadísimo”, relata, entre risas, el ex jugador de Argentinos Juniors, quien formó parte de la transferencia en la que, en 1981, Diego Maradona pasó del Bicho a Boca.

Ese fichaje marcó el final de su incipiente carrera. “Con Diego éramos amigos, y yo no quería irme de Boca ya que él venía. Con Guillermo (Coppola), mi representante, le pedimos una fortuna a Argentinos e increíblemente nos la dieron. Decidimos arreglar el contrato y, por eso, Maradona me dejó de hablar por un año, me decía que le había fallado. Ahí comenzó mi bajón, empecé a despilfarrar la guita; salía a todos lados, vivía de noche, un descontrol”, recapitula Randazzo, hacedor de parques y jardines en sus tiempos libres.

Divagante en su narración —quizás distraído entre sorbo y sorbo de café— comenta que tras alejarse del fútbol estuvo preso en dos ocasiones: una en 1993 y otra en 2005. En la primera permaneció detenido once meses en la cárcel de Caseros, acusado del homicidio del empresario Virgilio Escobar, de la que fue absuelto. De la segunda también fue sobreseído; sin embargo, pasó un año en el sur argentino, un lapso en el penal de Neuquén y otro en el de Zapala. Esta última por la tenencia de dos kilos de marihuana. “La de Caseros fue por un problema de polleras entre amigos. Yo cedí la casa para que arreglaran las cosas, pero una testigo mintió acerca de mi rol en los hechos, y después de presentar las pruebas, quedé en libertad. La del sur fue porque mi mujer de aquel momento (Claudia Sandor) tenía marihuana. Nos detuvieron en las afueras de San Martín de los Andes. Nuestra hija, Matilda, aprendió a hablar y caminar en la cárcel”, detalla el exatacante, asiduo lector, mientras estaba en la prisión, de las obras del escritor brasileño Paulo Coelho.

Ansioso, mirando el paquete de cigarrillos vacío —siempre lo estuvo, tal vez no se había percatado—, manifiesta que antes de retirarse, en una gira realizada con Boca en Francia, comenzó a consumir cocaína. “Llegué a la Argentina y compré droga. Cuando consumís no te das cuenta, en la cárcel al ver a otros haciéndolo, tomé perspectiva y la dejé. Sí observo a alguien con cocaína me da asco, no la puedo ni ver”, amplía Randazzo, amante de la música que interpreta la artista chilena Mon Laferte. 

Padre de siete hijos —Gadi, Azul, Hyras, Matilda, Tao, León y Rocco, en orden cronológico— con cuatro mujeres distintas, se reconoce como un papá presente y sobre eso da certeza Érika Dentino, su novia y madre de sus últimos tres niños: “Como padre es un gran amigo que pone sus límites. Es muy disperso, pero siempre está. Es auténtico con ellos, no tiene secretos. Él los potencia y acompaña en sus dificultades”. Randazzo conoció a su pareja mientras ambos trabajaban en una hostería de Villa La Angostura, ciudad a la que se radicaron tras la crisis económica que azotó al país en 2001.

Otra persona fundamental en su vida, quien lo acompaña desde sus inicios, es el empresario Guillermo Coppola. Más allá de haber sido su representante, es su amigo y compañero de aventuras. “Yo conocía a la familia por la florería, además en Boca tenía entre 80 y 90 futbolistas. Un día el padre se me acerca y, con buen tino, me pide que represente a Carli”, rememora Coppola. Randazzo vivió tres años en la casa del mánager, por esa razón son muy cercanos. “La vida te da motivos para estar muy mal y otros para estar muy bien. Con él elegimos celebrar estos últimos, sin olvidarnos de los primeros. Son tantos años de relación, que no hay palabra que defina nuestra amistad”, reflexiona el también ex apoderado de Diego Maradona, y agrega: Carli es un tipo fiel”.

En la actualidad, el exdelantero colabora con Coppola en la representación de jugadores, además de ser reclutador de futbolistas para otros agentes. Con la vista fija en el celular —que suena insistentemente—, precisa que en el último tiempo fue asistente en la Copa Argentina (se encargaba de la logística de los equipos dentro del estadio, entre otras cosas); no obstante, no continuó pues, cuando iba a firmar contrato con la productora Torneos (organizadora del certamen), le expusieron que por sus antecedentes penales no era conveniente la vinculación. “Fue un golpe en la mandíbula”, sostiene.

Confeso hincha de River —su ídolo era Norberto Beto Alonso—, juega al fútbol de manera esporádica en La Boca como cuando era un niño. Explica que ya no le quedan sueños por cumplir y que su mayor temor es que le suceda algo malo a sus hijos. Carlos Randazzo se analiza y declara: “Estoy conforme con quién fui y quién soy. Soy auténtico, pero a veces puedo ser un camaleón que se adapta según cuáles sean las circunstancias”.

Ser de Racing

Por Iván Lorenz

El problema de que se cuente una sola versión de la historia, es que se cuenta una sola versión de la historia. El Gráfico es, indiscutiblemente, la Biblia del deporte argentino. Pero no puede abarcarlo todo. Y se perdió contar vivencias como la de Lito Trabes, un hincha fanático de Racing, que de sus 75 años tiene 65 como socio del club. Se sabe de memoria las formaciones de categorías inferiores de épocas de antaño. Estuvo presente en la epopeya que escribió la Academia en 1967, cuando derrotó al Celtic por 1-0 y se convirtió en campeón mundial. Lito recuerda, con ojos vidriosos, una de las alegrías más grandes de su vida.

-El primero fue en Escocia, perdieron 1-0 con el Celtic, ¿cómo te llegó?

-Lo vi después. Nos pasaron por arriba. Se veía nublado, en blanco y negro. Me dijeron los jugadores y los pocos que fueron que les dieron un baile asqueroso.

-El 1 de noviembre de 1967 fue la vuelta en el Cilindro y casi no se juega…

-Sí, es verdad. No les pagaban a los jugadores. Se jugó porque les dieron cheques que después no pudieron cobrar. No querían entrar, estaban podridos. En el ’66 arreglaron cobrar en el vestuario. El tesorero y ellos iban caminando hasta la sede de Avellaneda y Roberto Perfumo recibía la guita y le daba con cambio a los jugadores.

-Se habla del fútbol como un reflejo de la sociedad. En aquel partido se le dedicó una silbatina al dictador Juan Carlos Onganía, ¿cómo era por entonces?

-En ese tiempo el fútbol era vale todo. Los partidos de Copa eran terribles. Si se pudiese ver la grabación del partido en Avellaneda, empieza y Perfumo y Alfio Basile, cuando avanza Racing, van al lado de Jimmy Johnstone y le pegan sin pelota. No podías mirar el partido porque a un lado estaba la pelota y en el otro se estaban cagando a trompadas. Lo ganamos de guapos. Ellos no tenían tanta maldad. No eran boludos. Fueron a Uruguay y pegaron como nosotros porque sabían que iban a la guerra.

-Ganaron 2-1, terminó el partido y, ¿qué hiciste?

-Fui a comprar el pasaje para ir a Montevideo. Yo no tenía plata. Horacio, un amigo, me pagó pasaje y estadía. Fuimos a la conquista del mundo. La salida del barco fue algo que llevaré en mi vida grabado a fuego en mi corazón.

-¿Cómo fue el viaje y qué escenario encontraron en el estadio Centenario?

-Cantar, cantar y cantar. El 3 salimos para allá y el 4 fue el partido. Racing jugó un sábado. Estaba nublado. Fresco, pero no frío. Los nervios de jugar una final del mundo. En mi caso, sabía que Racing iba a ser campeón del mundo. Me cargaban los muchachos porque yo les había dicho que, cuando salió el barco, miré para el cielo y dije: “Dios, no quiero más nada”. Estuvimos 35 años sin ser campeones.

-Hay un documental que sacó Celtic TV que cuenta que la hinchada estaba a favor de Racing, pero El Gráfico narra lo contrario.

-Era todo Celtic. En la Tribuna América estaba Racing. Yo estaba arriba. No quise ir al vestuario cuando terminó el partido porque me puse a llorar de una manera terrible.

En el Gráfico hay una foto de Agustín Cejas en el Centenario junto a una paloma blanca, el símbolo de la paz, pero hubo 5 expulsados esa vez.

-Fue una guerra campal. A la gente le queda la visión del equipo que vio y a medida que pasan los años te agrandás más. Vos te recordás en el ’66 con veintipico de años y era otra vida, otro fútbol. Pero no debemos perder el valor de lo real. Y lo real es que el fútbol argentino era muy, muy agresivo.

-Carlos Duval, periodista que cubrió la final para La Prensa, tiene la sensación de que la pelota del gol todavía está volando, ¿a vos qué te pasa?

-A mi también me pasa eso. En el gol del Chango lo primero que hice fue decir: “¿Por qué no le da el pase a Maschio?” Estaba solo. Cuando vuela la pelota, grito el gol. Perfumo me contaba que cuando llegaron al micro, se sentó al lado de él y le dijo: “¿Vos sabés lo que hiciste? Quedaste en la historia de Racing por el siglo de los siglos. Porque el primer campeón mundial, el que hizo el gol, fuiste vos” y lo abrazó. Después de eso, cada vez que iban a los entrenamientos, lo hacían patear desde el mismo lugar y nunca la metió en el arco. Nunca más, según Perfumo. Al Chango no le pregunté por una cuestión ética.

-¿El hincha de Racing tenía noción de lo que acababan de hacer?

-La mayoría sí. Juan José Pizzuti hizo algo para ir a Montevideo que muy poca gente sabe, creo que El Gráfico lo dijo. Llevó hinchas de Racing como periodistas para defenderlos de la gente de Uruguay. Pegaron algunos, lo supe después. Yo era amigo de todos, no fui a verlos, estaba ocupado en Racing.

-¿Cómo fueron la vuelta en barco y los festejos?

-Tremenda, nos querían matar. Me salvé por una piba de Racing, Cristina, que le había cambiado a alguien del Celtic un pañuelo del Celtic. Con eso pasamos y nos salvamos de que nos cagasen a trompadas. No pudimos ver la fiesta que se hizo en la cancha. Fuimos al otro día, dimos la vuelta con la Tita Mattiussi y la barra que estaba conmigo. Vinimos caminando por Avellaneda, pasamos por la sede de Independiente y nos aplaudieron. Se dice que el pueblo salió a la calle. Cejas siempre decía que el Mundial 78 no fue tanto como el campeonato de Racing.

-¿Por qué el Racing de José fue una revolución?

-Fue una cosa de locos. Nadie esperaba todo lo que pasó, mucho menos con Perfumo de 2 y Basile de 6. Ni Perfumo lo creía. Roberto le discutía a Pizzuti el estar de 2. Había un director técnico uruguayo que decía que Pizzuti mandaba a todos a atacar porque era soltero. Me contaron muchas cosas, soy muy amigo de Basile, pero no tanto como de Perfumo.

-¿Cómo surgió tu relación con Perfumo?

-Nos conocimos de pibes. Después él hizo su carrera y yo me abrí porque cuando empezó a ser famoso empezó a salir a lugares que yo no podía ir. Ellos me quisieron llevar igual y yo no quise. Siempre decía que, cuando fuésemos grandes, algún día íbamos a estar todos juntos. Me pasa algo después, lo más grande que yo pude haber hecho en Racing.

-¿Qué te pasó?

-Un día me llama uno de los amigos que estaba en la barra, ya había muerto Roberto, y me dice: “Lito, se cumplen los 50 años del campeón del mundo, quieren que vayas vos”. Me llama el hijo de Perfumo y me dice que vaya a buscar la medalla en lugar de su papá. Salí en Clarín con la de Roberto y me dieron una a mí. Dios me agradeció lo que tengo adentro por Racing. Como si Roberto me hubiese elegido.

-¿Leías El Gráfico? ¿Qué leíste de esa final?

-De esa final leí tanto. Y lo viví. No me pueden contar nada porque lo viví. Siempre digo: “Fui un elegido”. Haber sido primer campeón del mundo no se paga, Racing no puede tener nada tan glorioso.

Cuando se coronaron, El Gráfico tituló: “Gracias, Racing”, ¿el fútbol argentino estaba detrás de ustedes?

-Eso es indiscutible. Yo viajé con hinchas de Independiente, ni hablar de Boca y de River. El mundo era Argentina. Soy fanático de Racing, yo escribo. Y escribí un verso que se llama El futuro campeón del mundo, en diciembre del 66. Es largo. Quería que ese equipo quedase en la historia de Racing, quería yo quedar en la historia. No sé bien cómo explicarlo.

-Querías que Racing fuese para el mundo lo que era para vos.

-Cuando salió campeón del mundo, yo salía por mi barrio y la gente se cruzaba de vereda. Siempre viví con Racing al lado. Lo siento en la piel, es un poco mío. Mis hijos son fanáticos. No hice mucho por Racing, no todo lo que tendría que haber hecho.

Toma aire y recita:

Racing brindará emociones al balompié nacional

cuando le toque jugar por la copa de campeones

y si esa copa bendita queda aquí en la Argentina

habrá que alquilar balcones, tirar globos, serpentina

pintar a franjas las calles, las veredas, hasta el puente

porque Racing Club va a hacer, lo que no hizo Independiente.

El hombre que vivió su propio El Gráfico, termina de susurrar sus antiguos versos, abre los ojos y ya no sabe si se llama Lito o Funes, porque Borges, en su cuento acerca del hombre que recordaba todo, no se dio cuenta, pero contó a este hincha que, como él mismo dice, nació con el don de ser de Racing.

La crisis en el turf va camino a profundizarse

Por Sara Lartirigoyen Errecart

El sector hípico camina sobre piso arenoso. “La crisis pasa porque si no estuviera el Fondo de Reparación, la industria hípica desaparecería”, expresó Pablo Gallo un ex cuidador de SPC (Sangre pura de Carreras). De hecho “la intención que tenía María Eugenia Vidal era ir bajando gradualmente ese fondo hasta llegar a cero”, añadió.

Abrir un hipódromo por día cuesta aproximadamente $1.200.000 y si no existiera la ayuda del Estado para San Isidro y La Plata, y los Slots en Palermo, la actividad sería inviable.

Además de la crisis política, económica y social que atraviesa el país y al cual el turf no es ajeno, el año pasado Vidal, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, decidió recortar el fondo de ayuda a la actividad que proviene de las ganancias de los tragamonedas de un 12 a un 9 por ciento. Las tribunas de los hipódromos están vacías, no hay renovación de público y el espacio en los medios de comunicación es escaso.

Lo lógico sería que el turf fuera autosustentable, lo cual se lograría con un ingreso mayor de apuestas, que actualmente rondan un promedio de $15.000.000 de recaudación. En cambio, si ese número se incrementara a 35 o 40 y 70 millones de pesos en los días de Grandes Premios no sería necesario un Fondo de Reparación.

“Lo que necesita la gente para volver a las carreras, no creo que exista, pueden volver algunos sí por supuesto. Creo que depende de que alguien a través de un solo clic vaya al hipódromo, te salte la lista, la carrera y al lado el número y poder jugar. La manera más sencilla, la aplicación. Y es una forma de que el apostador pueda depositar la plata en cualquier lado que vaya al hipódromo. Creo que las carreras van a morir en el celular, por lo tanto, tiene que haber una buena transmisión”, indicó el ex jockey Héctor Libré.

Sin embargo, el titular de la UTTA (Unión de Trabajadores del Turf y Afines) Carlos Felice, no concuerda con las fuentes anteriores: “No creo que si no estuviese el Fondo de Reparación no existiría el turf, sino en ninguna parte del país podría estar la actividad. Lo que hizo el Fondo es crear una conciencia de zánganos que no hacen nada. Hay dirigentes que viven del Fondo que no tienen ninguna creatividad para autosolventarse”.

Además había expresado que si llegaba a resultar un cambio de gobierno tanto a nivel nacional como provincial, el turf podría ser tomado en cuenta como una verdadera industria. Teniendo en cuenta que Alberto Fernández fue electo como el nuevo Presidente y Axel Kicillof como gobernador, quizás haya una esperanza de revertir la desfavorable situación que atraviesa el sector.

¿Por qué hay cada vez menos sudamericanos entre los 100 mejores?

Por Federico Beniaminovich

El top 100 del Ranking ATP cuenta con 64 tenistas europeos, 10 sudamericanos, 13 norteamericanos, 6 asiáticos, 2 africanos y 5 de Oceanía. La falta de profesionales provenientes de Sudamérica se puede explicar por la poca organización de torneos que hay en esta región. Esto implica que los deportistas de esta región tengan que viajar al exterior a competir y el presupuesto que deben disponer es muy elevado.

El argentino Francisco Cerundolo, actual 251º del Ranking ATP, cuenta que cuando un tenista comienza su carrera profesional la condición de ser sudamericano es una desventaja, ya que la mayoría de los torneos denominados Futures (primer escalón de nivel de entrada para el tenis profesional masculino) se juegan en Europa.

En Argentina se organizan 10 futures al año mientras que en tierras europeas suele haber tres o cuatro durante la misma semana. Hace 10 años, la Asociación Argentina de Tenis (AAT) organizaba 20 al año, lo que permitía llegar al puesto 300 del mundo sin tener que salir del país.

Santiago Besada, campeón en dobles del Future disputado la semana pasada en Junín, habló sobre estas dificultades y dijo: “Los vuelos son carísimos y esto implica armar giras de dos meses, ya que ir y volver tiene costos muy altos y, al no contar con patrocinadores se, hace cuesta arriba”.

Los europeos una vez que pierden en la competencia tienen la posibilidad de volver a su casa y no deben seguir pagando alojamientos como suelen hacer los sudamericanos. Además no cuentan con tantos gastos en pasajes ya que las distancias son cortas y los torneos se disputan en esa zona.

Bruno Tiberti, quien fue 700º del mundo, explica otro punto a favor de los tenistas europeos:“Las federaciones apoyan mucho a los jóvenes que ven con futuro, entonces son financiados y los hacen viajar con buenos entrenadores. Organizan torneos todas las semanas. En Argentina esto no pasa ya que la AAT no apoya a los jugadores para torneos del circuito profesional ni tampoco cuenta con fondos para organizar tantas competencias.Sólo fomenta a los Juniors (menores de 18) en los Grand Slam y algún que otro torneo ITF”.

Los europeos tienen más posibilidades de insertarse dentro de los 100 jugadores del ranking ATP por un tema económico que también lleva a lo mental. Al tener tantos torneos no se dan cuenta la importancia de éstos o no les duele tanto perder ya que económicamente no pierden mucho y de esta manera permite que disputen los encuentros sin presión. “Los sudamericanos al hacer tanta inversión económica suelen jugar presionados”, cuenta Román Burruchaga, una de las promesas del tenis argentino.

“Las redes sociales hacen que se les cuestione todo al entrenador”

Por Diego Yudcovsky

Cuando un entrenador puede trabajar con comodidad en su club, los resultados llegan solos. Así lo vive Diego Dabove, entrenador de Argentinos Juniors, que no se sorprende de la actualidad de su equipo, pero tiene en claro lo que debe hacer para continuar en esta senda ganadora: “Fue un año de mucho trabajo. Es increíble cómo ha cambiado la situación de hace diez meses atrás cuando asumíamos en el cargo”.

Dabove analizó los factores con los que su equipo mantiene un gran comienzo de torneo y expresó: “Tengo un gran plantel, muy noble y trabajador. Hay una mezcla de edades que lo hace equilibrado”. Y agregó: “Si los jóvenes están rodeados de un buen contexto, les permitirá crecer desde lo deportivo y desde lo humano”.

El ex director técnico de Godoy Cruz habló de las dificultades para encarar un proyecto a largo plazo dentro del fútbol argentino y manifestó: “Es histórica la histeria que existe con los entrenadores. La vorágine ligada a la obtención de resultados y las redes sociales hace que se cuestione todo. Con un poco de paciencia se termina acomodando el entrenador”.

Además, resaltó el ciclo de Gabriel Milito, actual entrenador de Estudiantes de La Plata: “Él es el ejemplo de la paciencia que debe tenerse con quien está a cargo de un plantel. Tuvo apoyo de la dirigencia y de sus jugadores, y ahora acomodó el equipo”. Y resaltó: “Son los menos a los que se les dan los resultados a corto plazo”.

Si bien está tranquilo en cuanto al funcionamiento de Argentinos, sabe que no debe relajarse de cara a los partidos que le quedan hasta fin del semestre: “Tenemos un fixture muy parejo. Visitar a Boca y enfrentar a Newell’s y Estudiantes no será sencillo”.

Por último, Dabove habló de su amistad con Néstor Gorosito, técnico de Tigre, que sonó en las últimas horas para hacerse cargo de San Lorenzo luego de la salida de Juan Antonio Pizzi, y recordó su pasado cuando fue ayudante de campo de Pipo en River en 2009: “Es uno de mis mejores amigos, trabajé con él seis años. Está en un gran momento como entrenador y más allá de que siga en Tigre o vaya a San Lorenzo, le deseo siempre lo mejor y quiero verlo feliz”.

“Sería bueno cerrar la Asociación porque habría terminado la violencia”

Por Federico Pineda y Manuel Dios

“A Maximiliano lo mató el suboficial de la Policía Federal Juan de Dios Velaztiqui, quien disparó a quemarropa y por la espalda a mi hijo y a dos de sus amigos -Cristián Gómez y Adrián Matassa- la noche del 29 de diciembre de 2001 (…) en el minimercado de la estación de servicio de avenida Gaona y Bahía Blanca en el barrio de Floresta. El barrio que tanto amaba, nuestro barrio”.

Así arranca el segundo párrafo de la primer parte de “Huellas. Después de la muerte de un hijo”. En ese libro, Silvia Irigaray le cuenta a su hijo, Maximiliano Tasca, que es tío de Tomás Maximiliano, el primer hijo de los dos que tiene su hermano Pablo (su otra hija tiene cinco meses de vida) y le relata las cosas que ocurrieron tras su muerte. Una muerte injusta a manos de un policía que sufrió todo el peso de la ley y de la vida.

Velaztiqui fue el primero condenado a prisión perpetua y, tras cumplir un periodo de la condena en la cárcel, ahora la finaliza en su casa, totalmente ciego, mientras goza de la prisión domiciliaria. Maxi ni siquiera pudo gozar de su vida y el policía lo mató a sangre fría cuando tenía tan sólo 25 años. Un comentario por la represión que se vivía en un país que transitaba una de las peores crisis económicas de su historia provocó la ira de Velaztiqui, que les disparó por la espalda con su arma Browning GP-35 calibre 9 milímetros.

Maxi trabajaba medio tiempo junto a su madre en una distribuidora, se había recibido 12 días antes como Licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, nunca llegó a usar su regalo de Navidad ni tampoco pudo darse el lujo de viajar por Medio Oriente, el tema que desarrolló en su tesis final, y el regalo de sus padres por haberse recibido. Todo eso fue destruido en mil pedazos, pero a pesar que ese 29 de diciembre le cortaron su vida él decidió seguir dando vida y su madre lo acompañó en su deseo.

A pocos días de cumplirse 18 años de la Masacre de Floresta, la presidente de la Asociación Civil Madres del Dolor, Silvia Irigaray, habló de su relación con la donación de órganos, los diferentes pedidos que le realizó al gobierno nacional y al provincial y, con ello, las diferentes respuestas que recibió de parte de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal. Todo esto, a metros del destacamento policial de la intendencia de Vicente López, ese mismo que inauguró ella. Esa misma fuerza para la que da charlas a los cadetes.

-¿Como hacés para ver todos los días a la policía en ese destacamento?

-Nosotros llegamos primero y unos años después, cuando nos enteramos que venía la Policía al lado yo dije: “Ayyy, no podíamos tener otros vecinos”. A mí me daba cosquilleo…, pero bueno no estábamos en condiciones de nada. Al contrario, nosotros pedíamos el lugar de la esquina porque nos parecía bueno agrandar el lugar y poder llegar a tener distintos lugares para hacer atender a la gente. Que los tenemos, pero a veces hay que dividir los turnos porque se escucha mucho. A veces viene alguien de los que viene los martes que no tiene con quien dejar a su hijo y él sabe que su padre o su abuelo lastimó a la mama. Mientras ella habla con el equipo de justicia el psicólogo se va a la cocina con el nene porque no puede estar en esa charla. Cuando ponen el destacamento, el intendente Jorge Macri me llama y me dice: “Vos tenés que estar en la inauguración porque sos un referente del gatillo fácil y tenés que venir, estar conmigo y cortar juntos la cinta”. Al final, corté yo la cinta y es como pisar fuerte. Los canas te miran diciendo: “Y esta quien será como para que lo haga ella y no el intendente”.

-¿Eso pasó antes que empieces a dar charlas a la policía?

-Pasó durante. El viernes (antes del segundo debate presidencial) fui a dar una charla a la Facultad de Derecho que me invitaron. En uno de los pasillos, me encuentro con Gustavo Béliz (Ministro de Justicia de Néstor Kirchner). Yo no lo veía a él desde ese momento y él me dice: “Bueno, nos vamos a volver a ver”. Cómo daban por hecho que ganaba Fernández… Que suerte que estamos bien vistas. Acá no hablamos de política y eso que en el grupo de madres hay ideas diferentes. Ese no es el tema nuestro. Pero tenemos que mantener en funcionamiento la Asociación. Fue una alegría encontrarlo. Me presentó al hijo que ya está terminando la carrera de Derecho y el chico se sorprendió. Él le dijo que un policía me mató un hijo y yo le dije que su papá me mandaba los informes de la cárcel de Marcos Paz a mi casa de Floresta, de los psicólogos y del Servicio Penitenciario sobre Velaztiqui. Ahí yo supe que, dentro de la cárcel, seguía siendo una fiera. Desde el 2005 que no lo veía a Béliz… Él fue el primero que me pidió que dé una charla a la policía. Desde ese año las hago.

-¿Qué mensajes has recibido de los policías presentes en las charlas? ¿Te suelen hablar?

-Yo los invito a que me hablen porque yo no hablo con odio. En realidad, les dejo dos cosas. Una, prefiero los cadetes que son los que saldrán a la calle y a los que les darán el arma porque los viejos ya tienen las mañas. En la Escuela Juan Vucetich, forma parte de la currícula de estudio y la llaman charlas magistrales. A mí me da mucha satisfacción. Voy con dos temas: la violencia que espero que no ejerzan. Entiendo que hacen una tarea difícil, que deben cuidarse, pero llevar un arma a la cintura no es para cualquiera. Primero, le deben dar paso a la palabra y no a las balas. Velaztiqui en vez de retrucar la palabra de los chicos, sacó el arma y dijo “Si los fusiló mejor así no hablan más”. Después, voy por el lado de la vida, por la donación de órganos. Yo pude donar los órganos de Maxi y soy autora del único protocolo que hay en la Argentina. Hay un protocolo de actuación para las fuerzas policiales que lo entrego y debe estar en cada comisaría de la Provincia de Buenos Aires. Es como tiene que proceder la policía para llamar al familiar, médicos y al el juez de turno. Tenés sólo cuatro horas. Pero eso lo aprendí porque me pasó. A mí me llaman y cuando llego, no pregunté quien lo había matado sino que me quedé y escuché la voz de Maxi. El almita de él que ya estaba muerto delante de mis ojos. Él a mí me dice “Mami, acordate que soy donante de órganos”. Llamé al INCUCAI, vino a mi casa y nos fuimos a la comisaría. Ahí, la médica del INCUCAI le pregunta al policía qué juzgado interviene. Él levantó los hombros, dijo que no sabía y manifestó: “Mejor vengan mañana a las 8 de la mañana”. La médica golpeó muy fuerte el escritorio y le dijo: “Tiene una madre acá con el hijo muerto. Ella quiere dar vida a otras personas y ¿usted le dice que venga mañana? Mañana es tarde”. El hombre le pidió perdón y dijo que no lo sabía. Eso me sirvió para todo lo que hago y se potencia cada vez más. Es un tema que costó mucho. Yo les voy hablando a ellos de la violencia, de la que no deben ejercer y, de última, que son una pieza fundamental para que se pueda implementar en todo el país. Y sigo siendo la única.

Desde ese momento, las marchas que se realizaron en Floresta cada mes con el pedido claro de justicia por el asesinato de Maxi Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa motivó que otras madres vayan a exponer sus casos y Silvia les daba prioridad cuando los medios iban a buscar su testimonio. La mayoría era por gatillo fácil: “Yo no sabía toda la violencia que había, la verdad yo me desayuné con toda la violencia, con esto de ser activista y no hay dudas de que acá la condena fue porque había miles de personas que estaban del lado de la familia de los amigos. Entonces decidí empezar a devolver”. En 2003, Silvia y Elvira Torres, madre de Cristian, se fueron a Núñez para asistir a la marcha por el asesinato de Lucila Yaconis. Ese fue el comienzo de todo.

-¿En cuanto a la organización de Madres del dolor como se juntaron las madres?

-Nos juntaron los periodistas, para nosotras el periodismo es un gran eslabón. En 2003, un periodista me avisa y me dice “Silvia, por qué no van para allá que sería bueno que se unan”, y bueno ahí empezó. A esa misma marcha va la mamá de Kevin Sedano, Viviam Perrone. Ella es de Olivos, o sea sin conocernos. También estaba Marta, la mamá de Juan Manuel Canillas. El caso de él fue histórico también porque fue el primer secuestro en democracia. Lo matan por la espalda, le dicen “bueno, bueno andate” y muertos de risa le disparan por la espalda. Esto se sabe porque había una chica que se acababa de bajar del colectivo, que venía de la Facultad de Medicina. Cuando escucha y ve todo eso, los flacos se habían ido, lo agarra a Juan Manuel y él la mira a los ojos y le dice llama a mi mamá, le alcanza a dar el teléfono y se muere en los brazos de la chica. La madre siempre dice que no murió tirado, sino en los brazos de alguien. Estábamos en la marcha de Lucila sobre la calle Cabildo y un periodista me dice “che Floresta vení, Olivos”, y estábamos así y cuando nos miramos nos saludamos. No sabíamos ni quiénes éramos y se ponen todos los canales entonces. Para la semana siguiente que hacían la de Lucila una vez por semana íbamos y nos saludábamos porque ya nos habíamos visto la vez anterior y los mismos periodistas eran los que nos preguntaban qué novedades hay, que bien que la acompañen a Isabel (madre de Lucila), y después ya nos empezamos a cambiar los teléfonos. Ahí nos hicimos inseparables. En 2004 es cuando íbamos de una casa a otra y ahí surgió la idea que había que hacer una asociación. La idea fue de Néstor Kirchner.

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Tras su creación el 10 de diciembre del 2004, su primera sede fue un monoambiente que estaba a cinco cuadras del Congreso, pero los altos costos del alquiler las obligó a buscar otro lugar. En ese momento, el intendente radical de Vicente López, Enrique García, les dijo que debían tener su lugar propio. Así surge esta casa. La incertidumbre ante el cambio de intendente se disipó rápidamente cuando el electo Jorge Macri les dijo que estaba encantado de recibirlas y les preguntó: “¿Qué les hace pensar que yo les voy a quitar la casa? Con la tarea que ustedes hacen, como se las voy a quitar”. Nueve meses tardaron en reacondicionar el lugar que era una tapera, según una de las madres, y la firma de un comodato rubricó su llegada en octubre del 2012 a esa casa que sería usada como la Asociación Civil Madres del Dolor, una ONG que no tiene posturas políticas más allá de las de cada integrante y que hizo de la grieta algo invisible. Un peronista fomentó su formación; un radical les dio la sede y el intendente que vino por Propuesta Republicana (PRO) continuó con esto.

El Presidente que fomentó la creación de esta Asociación se dio cuenta que había que ayudar a esas madres y Silvia le guarda un profundo amor por su humildad y su cariño hacia ellas. Su muerte hace imposible no olvidarse qué hacía cada uno el 27 de octubre del 2010 y para Silvia no es la excepción. “Era un día que se estaba haciendo el censo y estaban ya censando en mi edificio. Yo tenía la radio prendida y Chiche Gelblung dice: ‘No puede ser’. A mi me agarró un ataque de llanto tan grande, justo me toca el timbre el del censo, abro la puerta y le digo al tipo se murió Néstor y me dice ‘qué carajo me importa, bien muerto está’. Mala persona, te guste o no es tu presidente. Me hizo las preguntas, se fue y me fui para el Congreso. En esos días Eduardo Luis Duhalde (Secretario de DD.HH. en ese entonces) me llama y me pregunta si venía a despedirme de Néstor. Me dice ‘Yo te espero en tal puerta’ y entré yo sola. Íbamos a ir, pero a la Plaza como toda persona que le tenía aprecio. Tuve el privilegio de entrar a la Casa Rosada y estar. Me saque el pin de Madres de Dolor. Estaban Máximo y Cristina, y le digo a Máximo si puedo ponérselo. Había otros pines. Se lo preguntó a Cristina, con quien ya nos conocíamos, me saluda y me deja poner el pin”.

Ese apoyo político que mostró el expresidente se sostiene en el tiempo y desde el Estado le proveen todos los martes un equipo del Ministerio de Justicia de la Nación que va a la sede ubicada en Vicente López para asistir a cinco o seis personas al día. Pasan siete horas trabajando todos los casos para brindar asesoramiento en muertes de todo tipo, las de violencia institucional, hechos de tránsito, secuestros, trata de personas. De todo. “Si ustedes consideran que es un agente necesario y que hacen bien las cosas, ni pensarlo. Siguen con ustedes”, les dijo el ministro de Justicia Germán Garavano hace cuatro años y nada hace prever que pierdan el apoyo con el nuevo Gobierno encabezado por el presidente electo Alberto Fernández: “No tenemos preocupación que nos lo quite porque nuestro nombre y trabajo cada vez es más conocido internacionalmente. Nadie se va a atrever a nada, ni a sacarnos de acá ni a sacarnos el equipo que ayuda a las víctimas y de forma gratuita”.

Sin embargo, no todo fue color de rosa con el Gobierno actual y, a pesar de que le habló del Protocolo de actuación para fuerzas policiales en procesos de ablación e implante de órganos y/o tejidos humanos en casos de muerte traumática al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, nunca obtuvo ayuda de parte del mandatario. Hacía más de dos años que la Gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, le había dado el aval para hablar de eso tras pedirle que diera charlas en la Escuela de Policía Juan Vucetich. Ella se había reunido con las madres a pocos días de asumir en la sede de la Asociación en Fray Justo Sarmiento al 300. Allí, le dijo que quería hablar de la vida y, ante la pregunta de Vidal, explicó cómo lo haría: “Hablando de la donación de órganos porque las córneas de Maxi están en dos mujeres, las válvulas del corazón están en dos personas”. Con 94 mil policías a cuestas, el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, le dijo que no había nada parecido y Vidal le dio absoluta confianza. “Hacelo, confió en vos”, le dijo. Por eso pensó: “Son del mismo gobierno… Cuando después tuvimos la reunión en la Quinta dije ‘Bueno, va a ser fácil…’. Y no… Acá estamos. No importa. Tengo que seguir andando”.

Su hijo era donante de órganos y, desde ese día, ella concientiza sobre ese tema porque sostiene: “¿Para qué enterrar unos órganos que después se los comen los gusanos?”. Y la Ley Justina fue la piedra angular de esto para que todas las personas mayores de edad sean donantes a menos que hayan dicho lo contrario en vida. Por desgracia, a pesar de los mensajes de apoyo que recibía Justina de su familia y Silvia Irigaray, que fue contactada por Ezequiel (padre de la nena) a través de Juan Carr (Red Solidaria), la nena de 12 años falleció el 22 de noviembre de 2017 por no recibir un trasplante de corazón a tiempo y la ley se votó en julio del 2018. Era difícil mostrar resistencia a un proyecto tan sensible y se votó con errores a cuestas.

“Cuando llame al INCUCAI y les dije ‘Que bárbaro esto…’ una de las médicas me dijo: ‘Pero hay cosas que hay que arreglar y las vamos a tener que ir cambiando con el tiempo. Vamos a ver cómo se va corrigiendo la ley porque hay cosas que no están bien’”.

Fue así como llegamos al 20 de octubre pasado. Ese día Silvia recibió uno de los mejores regalos que le podían dar por el día de la madre. Tras armar un proyecto junto al juez Gabriel Vitale (el otro autor del protocolo de actuación para las fuerzas policiales en muertes traumáticas), le contaron que la Cámara de Diputados va a sesionar para debatir sobre el proyecto. “El protocolo se lo agregamos a la adhesión de la Ley Justina. Hicimos todas la correcciones de esa Ley. No me cabe dudas que lo van a votar todos y para mí va a ser un regalo de Dios, pero no me alcanza. Con eso, tengo un 50%. Me van a faltar los senadores. Eso ya será el año que viene”, dice.

-Justamente en el día de la madre ¿Cómo se hace para curar el dolor y tal vez pasarla bien con tu familia?

-Lo más difícil de todo es el primer año. El primer año a mi me enojó muchísimo ver la publicidades en la calle en la tele que decían regalale a mama esto. Para mi era un dolor que me enojaba. Yo iba manejando y pensaba… A mi, suponete, Falabella me preguntó si yo quería que pusieran esa publicación si yo tengo un hijo muerto, ellos no saben, es que uno da por hecho que todo el mundo tiene que saber y se tiene que detener el mundo. El tema es que el mundo sigue andando y vos tenes tu dolor para toda la vida. El primer año es en mi caso, el día que lo parí a Maxi (4 de agosto de 1976), que no está más para cumplir años, el día de la madre es terrible, la noche buena, que a mi me quedó el regalito de Maxi en el arbolito de navidad. Pasaron cuatro días nada más para que lo maten. Y el otro regalo que nunca supo y que se lo regalamos con el papá era el viaje a Egipto porque se había terminado de recibir de Licenciado en Relaciones Internacionales.

Su fanatismo por Egipto era supremo desde chiquito, pero no lo llegó a conocer. Su madre lo conoció por él y viajó a aquel país 10 días después de su fallecimiento a esparcir sus cenizas entre las pirámides. Él quería la paz en Medio Oriente. Una palabra que, en el último tiempo, dejó de existir por esos lares.  “Para mi diciembre ya es triste, llega el primero de ese mes y para mi ya se que llega el 29 y te vas acordando las horas y cuando tocaron el timbre y eso les pasa a todos”, dice. Tras ser condenado su asesino en un juicio ejemplar, empezó la batalla interna para no enfermar de cáncer: “Te abrís a eso, las defensas bajan y te abrís a enfermarte. De hecho llevamos 66 mamás muertas por cáncer, menos una que se suicidó. Es terrible. No se tolera. El tema es la silla vacía, la cama vacía, el no verlo, entonces no es para todas igual. Y después con el tiempo vas calmando, decidimos juntar los pedazos del piso, unirlos y yo cada día que viva siempre lo voy a homenajear a Maxi. Siempre. El recibirlos a ustedes, este trabajo para mi es un homenaje a Maxi y a todos los demás pero lo hago por Maxi”.

-¿Qué te produjo la asociación?

-Es una genialidad haber formado esta asociación, es maravilloso. Sería bueno cerrarla porque habría terminado la violencia. Eso no pasa porque hay mucha en este trabajo. Es duro, es difícil, tenemos esta misión y la llevamos adelante lo mejor que podemos, pero a todas nos gusta muchísimo.

-A punto de cumplirse 15 años de la Asociación, ¿qué legado esta dejando y quien podría seguir esto?

-Nunca nos planteamos eso porque parece que vamos a ser inmortales, pero es cierto. Fíjate que cumplimos 15 años, estamos cada vez más viejas, pero no tengo idea, no tengo en mis planes morirme ahora. Hay una mamá que se sumó ahora (Silvia Fredes cuya hija Martina Miranda murió en un siniestro vial con solo 16 años en 2016 y su asesino Damian Villanueva se suicido a los pocos días). La idea es rotar las presidencias y nada va a cambiar porque hacemos lo mismo.