Por Federico De Luca y Tomas De Seta
Oriundo de Mendoza, extraña degustar su copa de vino todas las noches antes de irse a dormir, como lo hacía en su juventud, con sus amigos y su familia. Hoy, lo encuentra un ambiente totalmente diferente y a mil kilómetros del hogar que lo vio crecer. En Vicente López, Leonardo Olguín junto a su esposa Laura y a sus dos hijos, Juan y Facundo, sobrellevan la ansiedad de volver a la vida cotidiana.
Su regreso inmediato a la Argentina tras la suspensión del Indian Wells de los Estados Unidos por culpa de la pandemia, se ve reflejado en sus más de cien días de aislamiento social y obligatorio. A pesar de este largo período que conlleva, revela que de lunes a sábados mantiene una rutina con sus alumnos del centro de entrenamiento.
Desde chico practica tenis, su mayor pasión. La primera raqueta la tuvo en sus manos a los cinco años. Así nació una relación que sostiene hasta hoy. Su llegada a Buenos Aires en su adolescencia marcó un punto de inicio en su carrera que lo alzó hasta el puesto 180° del ranking ATP, en 2002. No se arrepiente de su abandono a las canchas porque hoy, como entrenador, disfruta al máximo su profesión.
Rigidez y dureza, dos características que determinan su forma de trabajo. Eso es lo que le transmite a Diego Schwartzman en cada entrenamiento junto a Juan Ignacio Chela. A pesar de que su apellido quede en segundo plano, se muestra contento con el papel que está cumpliendo. Este modelo exitoso trasciende de toda lógica individualista en el mundo del tenis.
-¿Por qué tomaste la decisión de ser entrenador profesional?
-Siempre me gustó. Tuve pocos por un tema económico, pero siempre me gustó observar cómo trabajan y qué trabajan con los jugadores. Siempre me encantó tratar de copiar y agarrar todo lo que los demás van haciendo. Vos podés tener entrenadores que quizás piensan diferente, a mí me gusta ser rígido y duro, pero trato de que los chicos la pasen bien y disfruten.
-El 4 de mayo se cumplieron cuatro años como entrenador de Diego Schwartzman. ¿Cómo llegaste a él?
-Cuando yo estaba con Machi González, el entrenador de Diego en ese momento, que era amigo mío, me pidió que lo ayudará durante algunas semanas. Nos fue bien durante ese tiempo, y cuando él termina con su equipo, a las dos o tres semanas me preguntaron si estaba para arrancar. A los dos meses se unió Juan Ignacio Chela y a partir de ahí, no paramos más.
-¿Qué sentiste al ser el entrenador presente cuando Diego ganó el ATP 500 de Río de Janeiro?
-Fue una de las alegrías más importantes. Nunca había estado con un jugador que gane un ATP, y encima un 500. Se dio de una manera increíble, Diego ganó todos los partidos en dos sets. Es muy difícil para un jugador lograr un título. Es una satisfacción enorme y cuando a uno le pasa trata de disfrutarlo al máximo porque no sabés si se va a repetir.
-¿Cómo es tu relación con Chela? ¿Es fundamental una buena relación entre jugador-entrenador afuera y adentro de la cancha?
-Sí, es fundamental. Es muy difícil que las cosas salgan bien cuando hay una relación mala. Con los buenos resultados eso se puede mantener, pero cuando aparecen las rachas negativas se cae todo. Con Chela la verdad es que tengo la mejor relación, desde cuando él era jugador. Por suerte no tuvimos ningún roce, al contrario, si vemos algo que no está funcionando lo charlamos y se puede cambiar.
-Chela es un personaje muy reconocido en el tenis. ¿Te molesta que se lo menciona más a él y no se te reconozca al 100% tu labor?
-No, primero que a Juan siempre lo respeté por lo que fue como tenista. Después, a mí nunca me gustó figurar o que me nombren en todos lados. Yo estoy contento con lo que hago, y los que me conocen saben qué me gusta y cómo lo disfruto. Si alguien me nombra o salgo en algún lado, bienvenido sea, pero tampoco me estoy fijando si sucede eso. Me lo tomo de la mejor manera y valoro mucho lo que tengo.
-¿Te sentís como un entrenador secundario de Diego?
-No. Cada uno de nosotros, cumple con su función. Chela jugó y vivió un montón de cosas. Yo tengo otras experiencias porque soy más grande. Compartimos muchas cosas y hablamos mucho entre los tres. Cuando nos tocó ganar, lo compartimos entre todos y cuando nos ha tocado un resultado negativo, nos ayudamos entre todos. Yo me siento bien y trato de ocupar el lugar que me toca y vivirlo de esa manera.
-El tenis se caracteriza principalmente por un ámbito individualista, ¿Cómo llevan el trabajo en equipo?
-Muy bien. Los resultados han sido buenos, entonces eso también ayuda. El trabajo en equipo ayuda a descomprimir otras cosas. Si vos viajás las treinta semanas que viaja el tenista, estás sólo con él y te vas a cansar y vas a desgastar la relación. Al compartir las semanas, el desgaste es menor. Además, al jugador le tiene que gustar porque yo no soy igual ni hablo lo mismo que Chela. Pensamos de lo mismo pero cada uno lo transmite a su manera.
-¿Qué se siente ser parte de un equipo formado por dos entrenadores y un jugador?
-Me hace disfrutar otras cosas. Si yo tuviese que viajar todas las semanas con Diego, serían dos meses y medio menos que estoy en casa, que estoy con los chicos y se haría muy duro. Entonces, yo cada vez busco eso, si me toca otro jugador haría lo mismo. Es fundamental porque el otro entrenador disfruta, yo disfruto y el jugador no se desgasta. Cuando llega el desgaste, ya viene el otro y cuando está cansado, ya viene el otro. Me gustó mucho esta experiencia.
-Hoy estás con Diego en el Top 20 pero, ¿Te dan ganas en un futuro de volver a ser entrenador único?
-Yo trabajé sólo durante más de 10 años y los últimos cuatro trabajé con Juan. Mientras que la otra persona con la que trabaje me lleve bien y comparta las cosas y no tenga roce, va perfecto. Sí ya estoy incomodo prefiero trabajar sólo. Mientras después las cosas o los objetivos son claros y lo que cumple cada uno está claro, el trabajar en equipo me gusta y mucho.
-Fuiste jugador y hoy sos entrenador. ¿Te quedó algo pendiente en el tenis?
-No. Me hubiera gustado, pero por el ranking que tuve yo creo que nunca hubiera llegado a jugar Copa Davis. Por suerte, tuve la experiencia de entrenar a los chicos en alguna serie, entrar al vestuario y poder compartirlo con el resto. Es muy lindo compartir la previa y el post partido, porque los ves a todos, ves cómo se preparan, te da una adrenalina, que te sentís como un jugador más.