viernes, noviembre 22, 2024

Mitos y realidades de la inclusión deportiva

Por Martín Demarchi, Federico Mazzolini y Ezequiel Trajterman

El ambiente en el que los deportistas se manejan diariamente suele estar visto de reojo por la mayoría, aquellos que dudan de la competitividad noble, del esfuerzo constante o los intereses entrecruzados con los sueños. Pero en general, uno se imagina al deportista exitoso que logró vivir del deporte, nunca al excluido por tener amputado un miembro de su cuerpo o por una discapacidad intelectual.

En Argentina la inclusión, sea para una persona con una discapacidad física o intelectual, lleva años de retraso en comparación con otros países del mundo. Inclusión e integración no son sinónimos aunque en muchas ocasiones se las utiliza como el mismo concepto de manera errónea. La inclusión plantea el reconocimiento y la valoración de la diversidad como un derecho humano y la participación plena en todos los ámbitos. La integración se centra en agrupar a un determinado colectivo dentro del grupo total sin relacionarse entre ambas partes.

“El logro de una verdadera inclusión pasa por el respeto, por el hacerlo parte, por un montón de cosas”, sentencia Javier Zurzolo (50), profesor de educación física y uno de los responsables de Olimpíadas Especiales Argentinas, una Organización no Gubernamental reconocida por el Comité Olímpico Argentino (COA), en la que deportistas con discapacidades intelectuales practican deportes adaptados.

Tanto Special Olympics como los Juegos Paralímpicos fueron creados en la década del ’60 en el siglo pasado, pero en estos últimos en sus comienzos solo participaban aquellos con discapacidades físicas. “Hoy en día la principal diferencia de OEA es que participan todos los atletas y cada uno en una categoría donde exista una verdadera competencia, a diferencia de los juegos donde uno tiene que presentar una marca oficial al igual que en las olimpíadas tradicionales”, explicó Zurzolo.

A pesar de estas diferencias, los sistemas de trabajo que los entrenadores utilizan suelen ser muy similares y el sustento familiar por detrás de todas estas personas suele ser un factor determinante. “Los padres se entusiasman cuando el chico tiene futuro y ahí se enganchan, cree que tienen que ser muy consecuente y es difícil porque por ahí la realidad de estas familias no es acorde”, opinó la entrenadora de jóvenes con discapacidades físicas Virginia Reina (52).

Juan Aguilar (64), compañero de Virginia en los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015, donde un atleta suyo obtuvo una medalla de bronce, opinó sobre el desempeño de los que fueron sus deportistas: “Al igual que en el deporte convencional están los que ese día rinden igual, mejor o peor que en el entrenamiento”.

En el caso de estos atletas los aportes económicos que consiguen suelen ser muy diferentes a los de Olimpíadas Especiales; al tener el mismo sistema de clasificación que los deportistas olímpicos, las becas para estos participantes son muy exigentes. “Cuando gana y saca medalla, gana una beca por un año, bajo un compromiso de mantenerse”,explica Reina. “Está tan mal todo, que si no conservan sus marcas, se les quita la beca, no dándoles la posibilidad de volver a superarse”, agrega Aguilar.

Pero en OEA el panorama suena más equitativo. “No apoyamos a un solo atleta, buscamos apoyar al programa”, dijo Zurzolo. Cuando tienen que financiar un proyecto o un viaje para participar en una competencia las donaciones o el dinero que aporte el Estado va a la organización para que la situación económica familiar no sea el indicador que decida quién pueda participar y quién no.

Si hay algo en lo que ambos programas coinciden es que los organizadores de los torneos son los responsables de las necesidades que los deportistas pueden llegar a tener desde que comienzan hasta que abandonan la competencia. La entrenadora Reina estuvo presente en una edición de los juegos Evita donde a los chicos del interior del país los hospedaron en hoteles de alto nivel y eso les terminó dificultando volver a sus casas, principalmente a los más carenciados.

Otra gran diferencia que tienen las competencias de estas dos ramas del deporte adaptado es el rol de los voluntarios. Camila Seoane (20) estudia Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires y es parte de OEA desde que estaba en el secundario. “Se siente mucho amor, siempre buscando que los chicos crezcan y disfruten. La presencia del voluntario y la contención que le pueden dar a los atletas es fundamental porque hoy no tienen muchos espacios donde puedan ser ellos mismos”, expresó.

Pero las citas locales como los Juegos Evita o los Bonaerenses no parecen estar en sintonia con este formato; al ser organizados por el Estado, las autoridades, jueces o árbitros son designados por el mismo. Es así como la única referencia y posible contención de los participantes son sus entrenadores.

Un ejemplo del deporte y de la vida

Erik Medina es un chico de 17 años que  está en último año del secundario y que al mismo tiempo entrena atletismo adaptado. Su discapacidad consiste en que tiene medio brazo amputado y la virtud en este deporte es correr. Sin ser mayor de edad, el velocista trabaja de repartidor de pizza: “Fue una decisión mía trabajar porque quiero tener mis cosas y también ayudar en parte a mi familia”, explicó el atleta. Además agregó: “El único que trabaja es mi papá y ahora me sumé yo”.

Hasta el momento la gente no mira mucho el atletismo para chicos convencionales ni tampoco lo incorpora en la sociedad. “No se ve mucho pero se ve”, expresó el adolescente. “Hay apoyo pero a veces no. Como hoy en día ves a una persona que le falta una pierna  y dicen este no hace nada, pero después lo ves en una pista y vuela”, añadió el joven. 

Para encajar en el colegio con sus compañeros al principio fue complicado. “Sufrí bullying cuando era chiquito, en primaria y en el primer año de secundaria”, exclamó el delivery de pizza. Sin embargo con el tiempo, sus amigos dejaron de molestarlo y empezaron a incluirlo: “Me fueron entendiendo de a poco  y así supieron lo que tenía y me apoyaron en todo”, dijo Medina.

En 2016, Erik Medina tuvo un gran año en el deporte, viajó a Mar Del Plata, donde compitió en los Torneos Bonaerenses y obtuvo la medalla dorada. Gracias a eso fue convocado por la selección argentina de atletismo adaptado: “Por ahora no me convocaron, cambió la gente de ahí. La profesora que tengo ahora, Mabel, quiere que yo vaya pero estoy esperando a tener los 18”, declaró.

Dos años más tarde el atleta estuvo en su peor momento, tanto en su vida personal como en el deporte. Sufrió una enfermedad llamada estreptococo, que lo alejó de las pistas: “El agua corriente estaba contaminada en ese entonces y me afectó a los pulmones”. Este año el chico de la zona oeste continúa preparándose con su nueva preparadora física, Mabel, esperando con ansias de obtener un lugar en el seleccionado argentino y así cumplir su sueño de competir en un Paralímpico. 

Cambios en el programa de los Juegos Paralímpicos

La Junta de Gobierno del Comité Paralímpico Internacional anunció el programa para los Juegos  de Tokio 2022. En octubre de 2014 se habían aprobado 16 deportes de cara a los Juegos de Río 2016 y a estos ahora se sumarán otros seis: ciclismo, esgrima en silla de ruedas, fútbol 5, judo, piragüismo y taekwondo. Han quedado fuera la vela y fútbol 7 por no cumplir los requisitos de participación a nivel mundial. El Comité Paralímpico Internacional también apercibió al ciclismo en pista que debe hacer un esfuerzo por aumentar su número de deportistas y de competiciones internacionales durante el año.

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