Por Dimas Ballada
La Selección de Chile es como una serie de Netflix. Ante el ineludible éxito y las ansias de más, se espera que con el tiempo salga una nueva temporada con todos sus protagonistas, aquellos que le dieron fruto a la misma. En este caso, estarán todos. Todos excepto uno, Claudio Bravo.
Durante las rondas clasificatorias para el Mundial de Rusia 2018, cinco jugadores realizaron un acto de indisciplina antes del duelo con Paraguay y llevaron largas horas en el casino. Luego de perder 3-0 ante Brasil en el último partido de las eliminatorias y quedarse sin chances de ingresar al Mundial de Rusia de 2018, Carla Pardo, esposa del histórico arquero chileno Claudio Bravo, acusó a diversos miembros de la selección nacional de su país de “irse de fiesta” y no entrenar por el estado de ebriedad que llevaban. La Roja comenzaba a arder más que nunca.
Con el tiempo, la molestia no fue invisible y tuvo repercusiones: el arquero es el gran ausente para disputar la Copa América que se avecina en Brasil. Según varios medios, su presencia en el torneo continental fue vetada por decisión de algunos de sus ex compañeros: Mauricio Isla, Erick Pulgar, Gary Medel y Arturo Vidal.
Desde que el caso del arquero del Manchester City hace eco en las paredes del complejo deportivo Juan Pinto Durán, Chile vive, hace rato, bajo un clima bravo. Tensión, carencia de profesionalismo, pérdida de compañerismo, desmantelamiento de la unidad y la ausencia de un líder que le ponga freno a la situación son características que descompaginan las piezas del rompecabezas.
Un plantel golpeado por internas que parece haber perdido la memoria, esa que lo encontró en un escenario inmejorable: ganó dos Copas América (las primeras de su historia), fue subcampeón de la Copa Confederaciones y contó con la figura de Alexis Sánchez (ahora goleador histórico de “La Roja”) para llevar a un pueblo con mucha hambre de gloria a lo más alto de Sudamérica.
En el conjunto trasandino todo es incertidumbre. La marea es alta y el murmullo es tal que genera movimientos sísmicos. Tanto, que detonan todo lo que fortaleció a este equipo en los últimos años. Reinaldo Rueda, el actual entrenador, deberá promover una reunión entre el arquero y sus detractores, a puertas cerradas, sin testigos, para pedir disculpas y conseguir la unión del grupo y la solución de un problema que aniquila un clima armonioso.
Sin la comprensión del juego de Marcelo Díaz y el talento natural de Jorge Valdivia. Sin el acento argentino de Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi para escalar a la élite del fútbol sudamericano. Y sin la garantía del histórico Bravo en el arco, será una incógnita saber si el factor grupal (ese que tantas alegrías le dio al pueblo chileno) podrá predominar sobre la lucha de egos y la ausencia de un líder que le ponga fin a un elenco poco domable para defender la corona y, por qué no, conseguir el tricampeonato de América.