Por Valentina Martín
Zurdo como Diego Maradona y como Lionel Messi. Zurdo como Emanuel Ginóbili y Guillermo Vilas. Y, en su ámbito, zurdo como Maravilla Martínez, como Julio César Vásquez y como las leyendas Ringo Bonavena y Eduardo Jorge Lausse. Quizás parezcan pocos los deportistas zurdos de alto rendimiento en Argentina, pero sin dudas marcaron un antes y un después. Y hace tiempo surgió una promesa que, al igual que ellos, marcó la historia.
Esta promesa se dedica al boxeo como los últimos mencionados. Y continúa siendo una promesa a pesar de que hoy se haya convertido en una realidad.
“La Promesa” surgió como un apodo puesto por los diarios locales que escribían con mucha expectativa sobre un joven que ganaba Juegos Bonaerenses, Juegos Provinciales y títulos juveniles. La promesa de que iba a ser alguien importante crecía y “La Promesa” comenzaba a hacerse un espacio en el mundo del boxeo. Hoy, cuando los habitantes de su ciudad escuchan o leen tal sobrenombre automáticamente reconocen de quién se habla: el boxeador Sebastián Horacio Papeschi. El que hizo historia para el boxeo argentino y se convirtió en el primero del país en levantar tres títulos sudamericanos en diferentes categorías.
Es la una de la tarde de un día de septiembre. Está nublado, pero se siente la proximidad de la cálida primavera. Las calles de Luján, por las que cada año caminan miles de devotos a la Virgen, están tranquilas. El Polideportivo Municipal “Profesor Federico F. Monjardin” rompe con la calma, a lo lejos se escuchan gritos y risas de muchos jóvenes que cumplen con sus horas de educación física, y más alejado aún, grupos de mujeres caminan sobre la pista de atletismo.
Por la entrada del complejo aparece la figura de Sebastián “La promesa” Papeschi. Comenta que viene del barrio Villa del Parque, donde pudo construir su casa y convive junto con su pareja Flor Hornos y sus dos hijas: Eluney, la mayor, y Renata.
Pero la historia de él está ligada con el barrio Lanusse, el barrio que lo vio dar los primeros pasos. Y la historia es así: su padre, Raúl Papeschi, fue un púgil reconocido de Luján. De los cuatro hijos que tuvo junto con Mónica Romito sólo el del medio heredó el gen del boxeo. No fue Andrea, ni Raúl, tampoco Patricia o Leandro, fue Sebastián, o Tati, como le decían en su casa. Nació el 8 de julio de 1991 y a partir de sus once años ese gen se activó: “A mí me gustaba la piña”, confesó de entrada.
Quiso seguir los pasos de su padre, le daba curiosidad cuando aparecía en los recortes de diarios y fotos. Así que decidió empezar a entrenar a escondidas, porque Raúl y Mónica no se lo permitían, en una escuela cercana a su casa. Como a todo niño, la mentira le duró poco, pero lejos de hacerlo tirar la toalla, su padre le presentó a alguien fundamental para su carrera: Pablo Picapiedra Petraglia -otro de los púgiles más renombrados de Luján- con quien empezó un entrenamiento más serio.
-Pablo fue lo mejor que me pasó. Él fue mi mentor y amigo. Me formó y me dio la experiencia para tener los títulos que tengo hoy- dice, mientras rememora y esboza una sonrisa.
Así comenzó su historia, y 17 años después, específicamente el 28 de diciembre de 2019, consiguió el primero de los tres títulos que lo convertirían en un hito. A pesar de las 168 peleas como amateur y las 17 profesionales que tenía en ese momento, llegaba a la velada con mucha incertidumbre: debía enfrentar al catamarqueño Cristian Ríos por el título supermediano del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
-Era la primera vez que peleaba a doce rounds y me costó muchísimo. Cada vez que iba al rincón preguntaba en qué round íbamos, y me decían que era el séptimo, el octavo, y pensar que me faltaba casi la mitad de la pelea era una locura.
Pero “La Promesa” se impuso en la mayoría de los rounds, ganó por fallo unánime y prometió más que nunca.
Incertidumbre, la misma palabra que pensaba antes de subir al ring y conquistar su primer título sudamericano, fue también una palabra que definió su carrera desde 2010 hasta 2014. En ese lapso de cuatro años vivió un quiebre en su trayectoria.
Por algún mes de 2010, cuando tenía 19 años, Sebastián fue llamado a formar parte un selectivo y comenzar a entrenar con la Selección Nacional. Pero no la llegó a integrar: los exámenes médicos arrojaron una disminución visual y la Federación Argentina de Boxeo (FAB) le sacó la licencia.
-En ese periodo me alejé completamente del boxeo y me empecé a juntar con los vagos en la esquina. Ahí aprendí cuál es el camino bueno y cuál el camino malo. Y entendí que solamente está mi familia, porque gracias a la influencia de mi viejo y de mi señora volví a entrenarme, me convertí en profesional y hasta el día de hoy no paré más.
El 21 de octubre de 2022 peleó por el segundo título sudamericano, de la categoría mediopesado. Debía enfrentarse al rionegrino Jairo Ariel Rayman, el número uno del ranking. A diferencia de la primera, llegó con mucha más seguridad.
No sufrió para dar el peso -parte que él considera como una de las más duras del deporte- y llegó con una gran preparación porque se había consolidado un equipo de trabajo detrás: Alexis Martínez (director técnico); Lucas Saavedra (preparador físico); Alejandro Ardiles (nutricionista); Esteban Gómez (psicólogo) y Darío Fernández (segundo principal).
-Fue fundamental el tema del psicólogo. Ahora estoy lúcido a la hora de pelear, antes salía para adelante a buscar la victoria cueste lo que cueste y no es así… trabajamos mucho con Esteban. También me trae mucha seguridad tenerlo al Colo Fernández en el rincón, él hizo muchos campeones del mundo, como La Máquina Matthysse. Desde que empecé a prepararme con Lucas tengo muy buena potencia y velocidad. Y Alexis… es increíble. Creo que gracias a él pude ganar los ocho títulos que tengo hoy.
El Team Papeschi es esencial, y eso se vio reflejado en la pelea con Rayman en el estadio Osvaldo Casanova del Club Estudiantes de Bahía Blanca. Papeschi recuerda que era una pelea complicada porque ambos pertenecían a la misma promotora: Sampson Boxing, de Sampson Lewkowicz. Sí, el mismísimo. El que representó a Sergio Maravilla Martínez y descubrió a la leyenda Manny Pacquiao.
-Sampson es clave. Después de cada pelea me llama y me dice cómo vio mi performance, si fue buena o mala. Me motiva porque vio algo en nosotros y eso me hace creer.
“La Promesa” derrotó por nocaut técnico en el octavo round al rionegrino que ocupaba la primera posición del ranking, se quedó con el título sudamericano que estaba vacante y prometió más que nunca.
Son alrededor de las seis de la tarde, sigue nublado. Se escucha un timbre y un grupo numeroso de niños y jóvenes dejan de lanzar golpes al aire y bajo la orden de Alexis Martínez se ponen a hacer flexiones. En un espacio flaco y largo se concentra todo lo que debe haber en una escuela de boxeo: sobre una pared se exhiben varios cinturones y medallas. También algunos cuadros que enmarcan distinciones y posters de boxeadores. Parte del espacio donde practican está ocupado por bolsas, peras, pesas y el infaltable ring. Suena el timbre de nuevo, pero esta vez los pupilos se ponen los guantes.
Alexis Martínez es uno de los que más conoce a Sebastián Papeschi. Además de ser su entrenador fue su compañero cuando iban al mismo gimnasio, La Roca Box. También es lujanense, y desde los 19 años se dedica al deporte de contacto. Fundó su escuela, Ringside, donde cada día se entrena “La promesa” y una gran cantidad de niños aprenden sobre el deporte.
Recuerda cómo fueron las peleas por los títulos sudamericanos, las exigentes preparaciones previo a las peleas, los análisis a los rivales. Recuerda los momentos difíciles y los momentos buenos. Recuerda, agrega y cuenta una anécdota. Y llega a una conclusión:
-Yo creo que a ‘Seba’ no le dieron la oportunidad nomás, sino estaría a la altura de cualquier mediano. De los primeros diez del ranking estamos para pelearle a cualquiera. Esperamos el llamado porque nosotros no tenemos los medios ni el dinero para traer a una figura. El promotor tiene que recibir una llamada de alguien que quiera pelear con Papeschi y crea que le va a ganar… y no va a pasar eso- asegura mientras ríe.
El 23 de marzo de 2024 el púgil de la Capital de la Fe se subió al cuadrilátero en el famoso Casino de Buenos Aires a pelear por un cinturón que marcaría la diferencia. Iba por su tercer título sudamericano, esta vez el de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) por la categoría mediano. Se enfrentaría a Gabriel “El Francés” Bloise. Y otra vez, la palabra que resonó en su cabeza fue incertidumbre: estaba con un cuadro de fiebre y no sabía cómo iba a responder su rendimiento físico.
-Me costó mucho esa pelea. Hasta último momento en el vestuario me sentía mal, apagado.
Pero nada lo detuvo. “La Promesa” fue superior. O un guerrero, como dijo Martínez. Con una decisión unánime de los jueces y con una puntuación total de 99 a 90, Papeschi se quedó con el título sudamericano que alguna vez levantó Carlos Monzón. Y prometió más que nunca.
-Hicimos historia, dice el boxeador de 33 años.
Y no necesita agregar nada más. Porque hasta en su voz se nota que el orgullo lo persigue.
Después seguirá hablando. Y hablará de sus ambiciones: entrenarse en Estados Unidos, enfrentarse a grandes figuras y, la más anhelada, pelear por un título mundial.
-Yo sé que se nos va a dar, dice, y promete más que nunca.