viernes, noviembre 22, 2024

Centralismo y precariedad, las principales características del paralimpismo argentino

Por José Baía

“Hasta hace dos semanas no teníamos (la selección de parabádminton) ropa de competencia”, aseguró el ex parapiragüista olavarriense, actual jugador de bádminton y pádel adaptado, Lucas Díaz Aspiroz Además, la beca no le alcanza ni para comprar una raqueta, la mayoría de los gastos (viáticos, materiales, comida, entre otros) los cubre de su bolsillo y el único lugar que tiene para entrenar cómodamente es el CeNARD.

Esta declaración demuestra lo que viven los atletas paralímpicos en Argentina. ‘Precariedad’ y ‘centralismo’ son las palabras que resumen la situación de cada una de las disciplinas. Quienes realizan estas actividades viven una lucha constante para entrenarse en las mejores condiciones posibles.

Con el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) ubicado en Buenos Aires, hay disciplinas que tienen el espacio para practicar solamente allí, lo que dificulta a los que provienen de otras provincias del país. Incluso, ni siquiera ahí adentro tienen las instalaciones requeridas para desarrollar su actividad, como es el caso del parabádminton y el goalball (ambos deportes paralímpicos), entre otros.

Es tan amplio el problema que enfocarse sólo en el alto rendimiento sería un error. Estas dificultades también atentan contra la práctica del deporte en general, ya que no se genera una cultura al respecto, tan necesaria para llevar una mejor calidad de vida. Además, saber utilizarlo como herramienta de inclusión es igual de importante que darle un financiamiento digno. Disciplina, salud y sacrificio, son algunos de los valores que se transfieren de la práctica a la cotidianeidad. 

Asimismo, la inversión tanto en infraestructura como en educación, con esta orientación es pobre, eso se puede ver en cualquier club, escuela o sociedad de fomentos. En lugares como estos se ven materiales rotos, falta de insumos o, incluso, espacios acotados. Por eso, a veces resulta lejano que se centren en la inclusión si no se puede costear el mantenimiento. Aun así, es fundamental que las disciplinas adaptadas se desarrollen cada vez más porque, para muchos paradeportistas, son el puente a la salud mental que ellos tanto necesitan.

Por otro lado, se ve un amateurismo profesional, en el cual cada uno de los paraatletas se entrenan como si fueran de elite, pero la retribución material es baja o, incluso, inexistente. El sistema de becas tampoco se queda atrás. Aunque es sumamente positivo que se reconozca a los deportistas por los logros obtenidos y dejar al deporte del país en lo más alto, cada vez son menos los que tienen la posibilidad de acceder a estas. 

En general, esta retribución se brinda por un buen desempeño o con proyección a alguna competencia importante a corto plazo, como puede ser un Mundial, unos Juegos Olímpicos o unos Panamericanos. Si el resultado en dichos torneos no es el mejor, es difícil que se prolongue el tiempo de subvención. En muchos casos, por no decir todos, les alcanza para la alimentación y, si ahorran un par de meses, para materiales propios de cada disciplina. Esto no tiene por qué ser así. Debería cubrir, además de las necesidades básicas, lo que precisen para el desarrollo de su actividad, como viáticos, indumentaria y hasta vivienda. Tendrían que poder vivir del deporte.

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