Por Tomás De Carlo y Abel Iranzi
El jugador de parabádminton es un ejemplo de superación y de pasión por el deporte ya que, a lo largo de su carrera, pudo practicar diversas disciplinas adaptadas
En el mundo del deporte siempre se encontrarán muchos obstáculos y se necesita de una gran conducta de los atletas para superarlos. De los más conocidos, como el fútbol, tenis o básquet, se tiene una idea de lo que implica su entrenamiento, su rutina y su economía según en qué etapa de su carrera esté. Pero hay una rama de ellos que no tiene tanta repercusión, la de aquellos que practican las disciplinas paralímpicas.
Lucas Díaz Aspiroz, que es un ex paracanoísta y actual jugador de bádminton y pádel adaptado y que actualmente vive en Olavarría, pero que de vez en cuando se entrena en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), contó varias de sus experiencias dentro de la actividad.
Aspiroz, entre sus motivaciones, tiene como principal la constante superación, ya que de chico siempre hizo deporte, pero tuvo un accidente en moto de joven que lo dejó en silla de ruedas por una lesión medular. Esto también lo impulsó a poder volver a sentir la adrenalina y la sensación de hacer actividad física. Después de varios años del siniestro logró entrenarse nuevamente. “Si yo tengo que pararme para demostrar que soy persona… No estoy de acuerdo”, expresó el olavarriense.
El atleta paralímpico hizo canotaje hasta 2018 y desde ese momento empezó a practicar pádel con amigos de forma casual. Sólo no jugaba cuando había algún selectivo de su deporte de agua, ya que prefería prevenir lesiones. “Una vez que dejé el canotaje probé con el bádminton con un objetivo: ver hasta dónde podía llegar mi cuerpo y si éste era capaz de soportar la competencia”, comentó el nacido en Buenos Aires, quien en mayo de este año, participó en el Mundial de Parapadel en España y quedó en el cuarto puesto.
Aspiroz cuenta con una beca dada por el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) que no le alcanza para sustentar casi ningún gasto, por lo que tiene que generar ingresos trabajando en la parte de ingeniería de sistemas de Olavarría donde cuentan con 500 computadoras para manejar el funcionamiento de la base de datos y las redes de un hospital. “De 7 a 13 trabajo todos los días. Vuelvo a mi casa y descanso. De ahí voy a entrenar bádminton dos veces por semana en mi ciudad, ya que lamentablemente no contamos con los suficientes profesores. Por eso aprovecho el CeNARD para continuar entrenando”, explicó el jugador de parabádminton.
“La beca del ENARD no alcanza, se que es por logros y rangos, si salís campeón, o si viajás a algún torneo y que también depende de la disciplina. Ni antes haciendo canotaje ni ahora, me pude mantener solo con esta. Toda beca que tuve la usé para los viajes y para pagar los gimnasios”, manifestó el deportista argentino con un tono decepcionado, y agregó que los materiales que necesita son comprados con el dinero de su bolsillo. “Una raqueta cuesta 200 dólares, debo tener dos o tres para jugar. También compro las plumas de las pelotas y bolsos”, sentenció.
A pesar de tener una discapacidad física, él piensa que no hace más esfuerzo que un atleta promedio, ya que todos llevan su cuerpo al máximo por el objetivo de cada uno. Siempre trata de mantenerse positivo, sin importar los obstáculos que le ponga la vida y aseguró que los Parapanamericanos están en pleno auge y que el deporte paralímpico está creciendo a grandes velocidades, pero que aun así se le debería dar más visibilidad: “Siempre uso las redes para compartir y animar a gente a seguir un deporte distinto. Una persona con discapacidad no puede trabajar en cualquier lado, esto pasa de la misma forma con los deportes”.
Además, Aspiroz asegura que hay cada vez más inclusión y público en los deportes adaptados. Esa idea la argumentó con un ejemplo de una experiencia personal: “La gente nueva de Olavarría decía al principio ‘Un chico en silla de ruedas remando’. A la segunda que te ven ya comentaban ‘ah sí, el que rema’. Normalizan el que esté usando una silla y eso me pone contento”.
Aspiroz es un gran ejemplo de superación constante, ya que pudo romper las paredes que se le aparecían en su camino a partir de la dedicación, la perseverancia y la disciplina con la que se toma todo en su vida.