Por Luca Palmas
10 de enero de 1990. El presidente Carlos Menem había impuesto el Decreto de Necesidad y Urgencia sobre reintegro de depósitos bancarios en bonos externos (Plan Bonex) hacía ocho días. La aplicación de la medida fue negativa para los ciudadanos. Menem debía desactivar una bomba mediática que solucionara, de una manera simbólica, las quejas populares.
El Complejo Nuclear Atucha 1 de la localidad de Lima volvería a funcionar luego de haber sido reparado. La novedad era impactante porque la central había sufrido un desperfecto grave (canales de combustible del reactor) tres años antes. Según la opinión pública, el hecho podía ser comparable al momento previo de los acontecimientos -todavía frescos- ocurridos en Chernobyl en 1985. Menem quería borrar esos temores comunitarios y periodísticos. El camino elegido por el riojano fue que un famoso le comunicara la noticia a los argentinos. ¿Quién? Sergio Goycochea, el cual era oriundo de Lima y vivía el mejor momento de su carrera futbolística. La jugada publicitaria fue definida por Menem con un golazo al ángulo. Goycochea comenzaba a aparecer-vestido de traje y rodeado de niños- en un corto de 45 segundos cada una hora de transmisión de los canales televisivos nacionales.
La publicidad de la Presidencia de la Nación y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) provocó una difusión inmediata e incontrolable. Era el arquero del seleccionado nacional quien le hablaba a los ciudadanos. Grandes medios escribieron notas sobre el suceso. “Disminuye la posibilidad de cortes de luz: Volvió Atucha 1”, tituló Clarín el 11 de enero de 1990. Greenpeace Latinoamérica alertaba sobre la seguridad de la planta nuclear. El video de Goycochea llegó hasta las oficinas de la Honorable Legislatura Territorial. El Bloque Alianza de Centro UCEDÉ-PDP exigía la aplicación del “proyecto de resolución” y le solicitaba al Poder Ejecutivo “una investigación y potencial riesgo de accidente de la Central Nuclear de Atucha”. El problema ético y legal para el gobierno menemista arrancaba.
En 1968, Atucha I prometía ser la primera central nuclear de América Latina. El Estado Nacional no contaba con activos suficientes como para invertir en ella. La construcción fue a licitación extranjera en pleno gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. El 31 de mayo, la empresa alemana Siemens firmó un acuerdo para encargarse del financiamiento completo de la obra. La planta, que se estrenaría cuatro años más tarde, se demoraba en hacerlo. La central comenzó a funcionar con Juan Domingo Perón durante su tercer y último mandato, en 1974. Atucha estuvo frenada algunos meses en la primera etapa, pero actuó durante ocho años sin inconvenientes.
Los episodios desafortunados de Atucha I ocurrieron en el gobierno de Alfonsín. Entre 1983 y 1985, hubo errores mínimos que no fueron causados por humanos. El Comité Asesor para el Licenciamiento de Instalaciones Nucleares informó que en todos los antecedentes internacionales “los accidentes serios han sido precedidos o anunciados por pequeñas fallas o incidentes menores, que no han sido debidamente aprovechados para corregir sus causas genéticas. En Atucha pueden objetivamente conducir a un grave accidente”, en marzo de 1986.
Las advertencias del CALIN fueron completamente ignoradas. El 22 de diciembre de 1987, apenas un año y medio después del comunicado, la central vivió una situación que podría haber llevado a una catástrofe sin precedentes en Argentina. Todo se debió a un extravío de cincuenta toneladas de agua pesada radioactiva mientras se realizaban diversos tests. Si Atucha hubiera estado en funcionamiento durante aquellos días, el daño podría haber causado la fundición del reactor: un “Chernobyl latinoamericano”.
En 1990, Menem llevó a cabo el retorno de Atucha en plena situación Bonex. La medida fue promovida con la participación de Goycochea. Eckhard Gadtke, director de Siemens en Buenos Aires, buscó alejar todos los vínculos de la empresa alemana con la central argentina: “Un mini Chernobyl sería teóricamente imaginable. En Europa, debido a las normas de seguridad exigidas, no se volvería a poner en funcionamiento una planta nuclear en estas condiciones”.
Las plantas nucleares deberían ser clausuradas luego de treinta años de existencia. La única alternativa es aplicar otro periodo de operación. La empresa que se ocupa de Atucha 1 es Nucleoeléctrica S.A. También se encarga de la Central de Embalse en Córdoba, la cual tendrá que cerrar sus puertas en 2049: “Nucleoeléctrica Argentina alcanzó con éxito, el 4 de enero de 2019 a las 14 horas, el arranque crítico en el reactor, término técnico que hace referencia a la reacción nuclear en cadena controlada, fuente primaria de generación de energía de la central. De esta manera, el reactor de la central nuclear cordobesa, ubicada en la localidad de Embalse, inicia su segundo ciclo de operación por un período de 30 años”, informó la plataforma de inteligencia de negocios BNAméricas cuatro años atrás.
A Goycochea lo hicieron firmar autógrafos en la estación de tren de Lima. Otra Lima. Su Lima. No la capital de Perú ni la estación del subte A de la Ciudad Autónoma. Una Lima que está aislada de la gran urbe, ubicada en la Provincia de Buenos Aires. Goycochea participó con gusto ya que su padre trabajaba en Atucha. Menem tenía otros intereses.