sábado, noviembre 23, 2024

Mariné Russo, más que una Leona

Por Juan Martín Souto

¿Qué es una Leona? Según la Real Academia Española, significa “Gran mamífero carnívoro de la familia de los Félidos, de pelaje entre amarillo y rojo”. En Argentina, el término se le atribuye, popularmente, a las mujeres luchadoras y sacrificadas, y deportivamente, a las jugadoras de hockey femenino que marcaron un antes y un después en la historia de este deporte. Una de ellas es Mariné Russo, bicampeona del mundo (Australia 2002 y Argentina 2010) y dos veces medallista olímpica (Atenas 2004 y Beijing 2008).

Siempre ligada al deporte, la también cuatro veces campeona de la Champions Trophy (el torneo más importante después de los J.J.O.O y la Copa del Mundo) se desempeña como Directora en la Liga Municipal de Hockey de Berazategui. “Es una responsabilidad y un placer. Constantemente está en crecimiento, buscamos organizarlo para que un montón de chicas, que no están en clubes, puedan tener la posibilidad de entrenar y competir. Siempre digo que los resultados se ven a largo plazo; nueve años después de que se inició la liga veo varias nenas que arrancaron con seis, siete años y hoy con catorce o quince están jugando, se han anotado en clubes porque arrancaron en una Sociedad de Fomento y les encantó, entonces con el tiempo se dieron cuenta que les gusta. La verdad, es un placer poder trabajar en esto”.

Fuera del ámbito deportivo, Mariné es destacada por su personalidad y, pese a lo logrado, mantener siempre la humildad. “La defino como una excelente persona, con valores morales que tomó de su familia. Posee una fuerza de voluntad increíble para ir, probar, seguir, ante el fracaso continuar luchando, caerse e intentarlo de nuevo. Creo que la marcó y eso permitió que consiga tantos logros. También la defino como una gran esposa y excelente madre”, destacó su marido Federico Mollevi.

Sus comienzos en el colegio Nuestra Señora de Ranelagh fueron a los seis años. Los días sábados se daban clases de deporte recreativo de manera extracurricular y fue con su hermano en una época donde el hockey no tenía tanta visibilidad ni popularidad. A los nueve comenzó a competir a nivel clubes en el Círculo Universitario de Quilmes (CUQ) entrenando durante la semana y disputando los encuentros los sábados.

Su convocatoria a la Selección Argentina llegó desde muy joven. A los 15 años, fue enviada al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) para entrenar, porque su club la consideraba una de las jugadoras más relevantes. Las prácticas eran con vistas a formar parte del Seleccionado Juvenil de Buenos Aires donde Mariné quedó en la lista definitiva de 16.

Con 17 años llegó a “Las Leoncitas”, la Selección Sub 21 de Argentina: “Ahí tomé conciencia de que podía llegar a representar al seleccionado nacional”, expresó la tres veces campeona de los juegos Panamericanos.

Durante su paso por Quilmes, donde obtuvo (por ejemplo) el ascenso a primera en 2003 y el subcampeonato de 2006 de Primera División (teniendo como compañera a Luciana Aymar), conoció a Julia Tollo, jugadora del club y quien mantiene una profunda amistad con la ex Leona. “Como deportista destaco su convicción, actitud y confianza en sí misma. Como persona sus valores, sobre todo su empatía y solidaridad. Mariné es garra, porque todo lo que hace le pone tanta garra y actitud que hace la diferencia solo con eso. Su actitud la define. Dentro de la cancha era un tractor, corría y metía sin parar, ningún partido con ella era imposible. Jamás se quedaba en un error propio o se achicaba contra alguna jugadora importante”. Además, destacó los mejores recuerdos que comparte con Mariné dentro y fuera del campo de juego: “En la cancha me quedo con el ascenso a primera A con Quilmes, la final del metro 2006 y el viaje a Japón. Fuera, muchísimos momentos compartidos, algunos buenos, malos, más tristes, más felices, pero siempre en grupo todas juntas”, expresó su ex compañera y amiga.

Como en la vida de toda guerrera, siempre hay un tropiezo y Mariné no fue la excepción. Pese a entrenar con el seleccionado juvenil, el director técnico decidió no convocarla para el Mundial Junior de 1997 disputado en Seongnam, Corea del Sur. En esa competencia Argentina quedaría tercera con Alejandra Gulla como mejor jugadora. La vida le dio revancha y cuatro años más tarde disputó su primera Copa del Mundo Sub 21 donde logró el subcampeonato junto a la designación como “Mejor Jugadora” del certamen.

No sólo estaba disputando la Copa del Mundo Júnior en Buenos Aires, sino que al mismo tiempo comenzaba a convertirse en “Leona”. En 2002, de la mano de Sergio Vigil, disputó su primer Mundial en Perth, Australia. Allí se consagraría campeona luego de vencer a Países Bajos en la final. En 2006 obtiene el tercer puesto y en 2010 volvería a lograr el título, esta vez en Argentina, disputado en la ciudad de Rosario. La oriunda de Berazategui cree que en Madrid no lograron el título porque no se veían campeonas: “En los dos que ganamos notamos algo distinto desde el comienzo que no estaba en 2006. Creo que cuando un equipo sale campeón hay un equilibrio mental, físico, técnico, táctico y grupal. Se dieron grupos que tenían en claro que querían ser campeones y desde el inicio del proceso se va notando, no así en 2006 donde no había tanta unión o no se notaba que queríamos lograr el título”.

Destacó el rol de Luciana Aymar como jugadora y compañera, pero, a pesar de las individualidades, prefiere quedarse con un grupo comprometido para lograr objetivos: “Lucha hacía todo fácil, siempre teníamos el plus de que si ella se iluminaba dos segundos cambiaba el partido. Contagiaba en los entrenamientos porque constantemente quería perfeccionar algo de su juego. De igual manera, y con el paso del tiempo, no tengo dudas de que tener un grupo homogéneo es la base para lograr algo; obviamente las individualidades siempre marcan, pero con el diario del lunes, digo que se necesita un grupo fuerte que tenga las cosas en claro”.

En cualquier actividad, el apoyo es muy importante porque permite que el/la deportista se desarrolle para llegar a algo, tema que Mariné tiene muy presente. “En mi carrera tuvo que ver muchísimo. Si de chica mis papás no me llevaban al CeNARD hubiese sido imposible viajar. Todo el entorno es clave para que el deportista pueda entrenar, descansar, alimentarse bien y poder sostenerse, que es lo más difícil”. Esa experiencia y contención que tuvo, lo traslada a su actual trabajo: “En la Liga Municipal trato de recalcarlo siempre y es lo que le pido a los padres, porque cuando uno es chico ellos son los que incentivan y apoyan a que el deporte les guste, son los que les dan la posibilidad”. Por otra parte, Mariné siente que el deporte en el país no tiene tanta prensa teniendo en cuenta los logros: “Creo que el Hockey en Argentina no tiene tanta difusión o apoyo como debería tener con los éxitos que obtuvo. Hay una gran cantera de jugadores y por eso siempre están en los primeros puestos mundiales. La realidad es que siempre hay jugadores de mucha calidad y talento”.

Su camino en la última disputa mundialista no lo realizó sola, estuvo acompañada por su familia: “Estar con ella en el Mundial fue un placer, fue de las experiencias más lindas que viví en mi vida. Ir a Rosario con todo ese marco de gente me hacía acordar al fútbol, pensaba: ‘El hockey se merece esto’. Obviamente en la tribuna lo sufría como cualquiera y después tuve la suerte de poder ir al hotel para visitarla. La experiencia fue inolvidable, de las cosas más lindas que me pasaron”, contaba Federico.

A lo largo de su carrera fue entrenada por técnicos de mucha experiencia: Sergio ‘Cacho’ Vigil, Carlos ‘Chapa’ Retegui o Gabriel Minadeo y muchos más que le dejaron algo durante su carrera. “Todos marcaron algo, no podría decir uno. Tuve algunos donde fui más preferida, con otros no tanto y creo que estos últimos forjaron mucho más mi carrera en el deporte. La verdad que rescato de cada uno algo positivo y todos colaboraron para llegar a ser Leona tanto tiempo”.

Mariné no cambiaría nada de su carrera deportiva. Las cosas buenas las disfrutó y los errores la marcaron para saber qué no hacía bien: “Todo me ayudó a crecer y no me arrepiento absolutamente de nada de lo que viví”.

Actualmente tiene 43 años, es mamá de dos hijos (Simón y Gaspar), y continúa desarrollando su pasión por el hockey desde la docencia, volcando toda su experiencia para formar a las generaciones futuras.

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