Por Tatiana Milani
Tailandia fue la noticia de la primera fecha de la Copa del Mundo tras ser fuertemente sobrepasada por Estados Unidos, la vigente campeona, por 13-0. El encuentro quedó registrado en todos los libros de historia por ser la mayor goleada sufrida en un partido de esta categoría. Sin embargo, esta mañana salieron de vuelta a la cancha para buscar redimirse y enfrentaron a Suecia con la frente alta.
Al sonar el silbato de la jueza Salima Mukansanga, se percibía la superioridad de las europeas que a los seis minutos ya tenían la ventaja sobre el marcador anotando el gol más rápido en este Mundial, otro récord. Pero, con la esperanza de las que nunca se rinden, las de rojo continuaron y continuaron buscando la oportunidad de festejar.
Y así fue, pasados los 90 minutos, cuando el resultado ya era una clara victoria para las suecas, Kanjana Sung Ngoen, la capitana y mejor jugadora del plantel, encontró la pelota que iba a hacer estallar en lágrimas a las que estaban en el banco de suplentes y a aquellos aficionados que se habían acercado hasta Niza.
Porque esta es la verdadera cara del fútbol femenino. Porque muchos equipos saben que las diferencias entre unos y otros son gigantescas. Porque, como demostró Argentina en la igualdad frente a Japón y en la derrota por la mínima contra Inglaterra, hay selecciones que festejan partidos empatados, perdidos y hasta tan solo un gol frente a 5 de Suecia. Porque no todo es ganar, porque se pueden levantar después de sufrir la peor goleada, porque no dejan que el exitismo se apodere de ellas, porque los objetivos se los impone cada una y cumplir con ellos es el mejor triunfo.