Por Daniel Melluso
“Ya estabas pateando en mi vientre antes de que incluso vinieras a este mundo”, le repite la mamá de Wendie Renard a su hija. Esta frase extraída de la nota La vida en el fin del mundo, que la defensora gala escribió en The Players Tribune, describe lo que es el fútbol para ella. En la publicación narra su historia en Martinica, una isla que depende de Francia, donde nació.
Desde muy temprana edad, le gustó el deporte y lo practicó, algo raro para una niña por esas latitudes. Tuvo que superar un escollo muy difícil como lo fue la muerte de su padre, de quien era muy compinche. “Me aferré a él. Donde él iba, yo también necesitaba ir. Yo era su sombra. Todos los días, cuando iba a su auto a trabajar, yo estaba justo detrás de él”, recuerda Renard.
La autora de dos goles en el debut ante Corea del Sur tuvo un momento desafortunado en la victoria de hoy, 2 a 1, ante Noruega en el estadio Allianz Riviera de Niza. El gol del empate transitorio para las nórdicas fue convertido por ella en contra. Una de cal y una de arena, se podría decir, pero no, no para esa niña que jugaba a la pelota en El Fin del Mundo.
“El mar y el fútbol, así era en Martinica”, rememora la jugadora del Olympique de Lyon. Su vida con la redonda bajo el brazo con el sueño de llegar lejos con él. Recibió el apoyo de su familia, fiel compañera en el camino que la consagró en capitana del combinado galo en el Mundial Canadá 2015 y una referente del actual plantel. “Era raro que las niñas jugaran fútbol en Martinica, por lo que era aún más raro que fueran las mujeres de mi familia las que me empujaban a hacerlo. Ellas eran las que amaban el fútbol tanto como yo”, recapitula la joven de 28 años.
Cuando Renard tenía 8 años, el temprano deceso de su padre cambió su vida por completo, le dio un propósito: “Antes de que mi padre muriera, él me sentó. Fue uno de las últimas conversaciones que tendríamos. No iba a estar pronto, me dijo. Y finalmente empecé a entender. Pero cuando salí de su habitación, supe que él se habría ido. Ahora sabía lo que eso significaba. Sabía que la vida sería diferente. Y lo que quería hacer con eso”.
Al ver a Renard con sus 1,87 metros de estatura (lo que la convierte en la jugadora más alta del certamen), se entiende lo que es el deporte para ella, que lo juega como si estuviera en su casa, como si fuera el último partido en El Fin del Mundo.