Por Bautista Romaniuk
“No hemos ganado para los 60 mil aficionados que hay en el estadio, hemos ganado para los 43 millones de sudafricanos” decía Francois Pienaar, capitán de los Springboks, luego de campeonar en el Mundial de Rugby de 1995 sucedido en dicho país. Pareciera ser una simple declaración, aquella que nace naturalmente luego de conseguir semejante logro, pero estaba cargada de un significado gigantesco: el adiós al Apartheid.
Las elecciones presidenciales del 26 al 29 de abril de 1994 marcaron un hito en la vida de todos los sudafricanos. Por primera vez en la historia del país y bajo el derecho al sufragio universal, todas las personas sin importar el sexo, las creencias o su condición social tuvieron la posibilidad de votar.
Luego de tres días envueltos en violencia y de largas colas por las que desfilaron millones de ciudadanos, Nelson Mandela con el 62,65% de los votos sería el ganador de las elecciones para convertirse en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica. De esta manera, se comenzó a consolidar el proceso que se venía gestando desde exactamente el 2 de febrero de 1990, que tenía como fin dejar atrás el sistema de segregación racial implantada en el país e ir en busca de una nación que sea capaz de convivir libre y pacíficamente.
Previamente, Madiba -como lo apodaban-, visitó Barcelona en 1992 con motivo de los Juegos Olímpicos y notó la importancia y la trascendencia del deporte dentro de la sociedad. Por ello, utilizó al mismo como una fuerte política de inclusión y en la que se pueden reconocer dos acontecimientos claves en la historia.
El primero y ya mencionado Mundial de Rugby Sudáfrica 1995, en dónde la selección anfitriona volvió a competir oficialmente tras las ediciones de Nueva Zelanda 1987 e Inglaterra 1991 luego de las sanciones impuestas al país relacionadas al Apartheid. Los Springboks por aquel entonces eran un símbolo del poder de los blancos y un punto más de desigualdad dentro de la sociedad sudafricana -aunque curiosamente dentro de sus filas había un jugador de tez morena, Chester Williams-. Mandela con apoyo del capitán Pienaar fueron convenciendo lentamente tanto a jugadores como aficionados que el camino a seguir era el de alentar al equipo nacional.
El deporte jugó para el ganador del Premio Nobel de la Paz y el 24 de junio de 1995, en el estadio Ellis Park de Johannesburgo, el seleccionado sudafricano venció agónicamente a la favorita Nueva Zelanda por 15 a 12 con un drop de Joel Stransky y se consagró campeón mundial para que toda la ciudad se una en un grito de victoria y celebración.
El segundo, hace tan sólo 9 años, el Mundial de Fútbol Masculino Sudáfrica 2010. En este caso, Nelson Mandela ya no estaba en el poder ya que su mandato culminó en 1999 pero fue gran participe y gestor para que la Copa del Mundo tuviera lugar por primera vez en la historia en el continente africano. El expresidente de la FIFA, Joseph Blatter, en la inauguración definió a Madiba como “el verdadero arquitecto” de dicho certamen.
En el año 2000, tanto la Nación Arcoíris como Marruecos habían intentado llevar a sus tierras la organización del Mundial pero la infraestructura de Alemania y el peso de las federaciones europeas ganaron el derecho a ser el anfitrión del 2006. Pero luego, el Comité Ejecutivo de la FIFA decidió implementar la alternación de la Copa del Mundo entre los continentes y finalmente África vería su oportunidad.
La organización de un evento de enorme magnitud impactó a Sudáfrica en diversos sentidos. El crecimiento turístico fue notorio y según el informe de la Oficina de Turismo del país en 2010, 309.554 de visitantes arribaron a tierras sudafricanas y gastaron en promedio 3.640 millones de rands -moneda nacional-. Además de un récord de audiencia televisiva para aquel entonces que alcanzó aproximadamente 2,200 millones de personas según estadísticas brindadas por la página oficial de la FIFA. Pero lo más importante -hablando de deporte- fue la popularización del fútbol, una disciplina que hasta ese momento era bastante relegada y de segundo orden en el país.
Hoy en día, el fútbol es el segundo deporte que más audiencia acumula luego del rugby.
Los Banfana Banfana -apodo del seleccionado sudafricano- poseen una corta historia ya que también estuvieron suspendidos muchos años y hasta fueron expulsados de la FIFA en 1976 por culpa del Apartheid. Recién en 1998, para el Mundial de Francia, pudieron volver a competir pero se quedaron en fase de grupos. Entre sus logros más destacados está la consagración en la Copa Africana de Naciones de 1996 y un subcampeonato dos años más tarde en la misma competencia.
Pero recientemente, hace aproximadamente 7 meses, Sudáfrica volvió a vivir un hecho histórico dentro del deporte del país y relacionado al mundo del fútbol, esta vez del lado de las mujeres.
La Selección Femenina de Sudáfrica, el 27 de noviembre de 2018, clasificó por primera vez en su historia al Mundial de Francia de 2019. Tras quedar en la final junto a Nigeria del Campeonato Africano obtuvo automáticamente su pase para vivir lo que será la cita más importante para las Banyana Banyana dentro del escenario futbolístico.
En un contexto social aún más crítico en comparación a la Argentina, en donde ambos países las mujeres luchan día a día para que disminuya en todos los sentidos la desigualdad de género y el maltrato hacia la mujer, no sólo es un logro meramente deportivo, sino también un avance en materia política.
El actual gobierno, presidido por Cyril Ramaphosa, apoya firmemente la lucha de las mujeres y ya lo ha demostrado en reiteradas ocasiones: El 9 de agosto del año pasado, en un acto en conmemoración al Día de la Mujer en la ciudad del Cabo Oriental, afirmó que la mejor manera de empoderar a las jóvenes y de promover la equidad de género es mediante la educación. Además, agregó que en su mandato realizará una cumbre nacional para tratar la violencia hacia el pueblo femenino.
En este orden, el pasado 24 de mayo de este año, el presidente de la Asociación Sudafricana de Fútbol confirmó que el seleccionado femenino recibirá las mismas ganancias que el equipo masculino para los próximos torneos internacionales. En concreto, dependiendo los objetivos, los jugadores de ambos sexos cobrarán 320 mil rands –aproximadamente 20 mil dólares- por superar la fase de los 16 mejores equipos, 670 mil rands -41 mil dólares- por llegar a la semifinal y hasta 920 mil rands -51 mil dólares- si logran ganar tanto el Mundial de Francia y la Copa Africana 2019.
En un país donde un cuarto de millón de las mujeres son violadas anualmente, es un hecho que no pasa desapercibido y se une junto a Noruega quién en 2017 tras una dura batalla de sus jugadoras también logró igualar el salario de sus futbolistas.
De esta manera, con estandartes como su capitana Janine van Wyk, la experimentada entrenadora Desiree Ellis y la mejor jugadora del año de África Thembi Kglatana, las Banyana van en busca de hacer historia el próximo 8 de junio a las 13 horas (horario argentino) cuando debuten ante la dura España por el Grupo B del Mundial. Las sudafricanas confían en su delantera, una de sus principales fortalezas, las cuales anotaron 24 tantos entre marzo y octubre, en diez encuentros consecutivos.
No será sencillo, desde su clasificación al certamen mundialista no lograron obtener victorias contra otras selecciones que no sean africanas, la última fue ante Hungría por 1 a 0 en marzo del año pasado.
Pero su unión como equipo es tan fuerte que las derrotas no derrumbarán su ilusión. Con poco que perder y mucho que ganar, las Banyana Banyana ponen en ruedo el sueño de dejar la imagen del pueblo femenino africano, en lo más alto del fútbol mundial.