sábado, noviembre 15, 2025
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El cartel que le quitó el título a Reutemann

Por Santiago González

Cuando uno ve la Fórmula 1 cree que dentro de todas las dificultades que tiene la práctica, es simplemente acatar órdenes del equipo y correr, intentar ser más rápido que los demás. En la temporada de 1981, en el Gran Premio de Brasil corrido en el ya extinto Autódromo de Jacarepaguá, el argentino Carlos Reutemann no obedeció una orden de su equipo, que a pesar de haber ganado esa carrera, le costó el título de aquel año.

El 29 de marzo de ese año se disputó el GP de Brasil, era la segunda carrera del año, año en que el equipo Williams estaba muy esperanzado en conseguir el campeonato de pilotos ya que en sus filas contaba con dos de los mejores de la época, el ya mencionado Reutemann, que se había sumado al equipo un año antes, y el australiano Alan Jones que estaba en el equipo desde 1978 y logró el campeonato en 1980.

La carrera se largo bajo una incesante lluvia que atacó a Río de Janeiro el día de competencia, los Williams ocupaban el andarivel dos y tres respectivamente detrás del local y subcampeón del año anterior: Nelson Piquet, corredor de  Brabham. Ya en la primera vuelta Reutemann lo pasó y se quedó con el primer lugar toda la tarde, donde por momentos le saco hasta 4 segundos a su compañero de equipo que iba detrás de él. Lole mostró todo su repertorio técnico en una carrera que estaba liderando de punta a punta.

Casi al final de la carrera, tras haber pasado a los rezagados y a punto de vencer a la lluvia, apareció un cartel a la altura de los boxes que tenía el nombre “JONES” por encima de “REUT”. Era una orden desde el equipo para que Lole le ceda la victoria a su compañero de equipo. Pasó la primera vuelta tras el cartel y nada, pasó la segunda y nada, Reutemann siguió girando igual de rápido como si no lo hubiera visto o no le hubiera importado. Y así fue por cinco vueltas hasta que la carrera culminó con Lole primero y Jones segundo, doble podio para Williams pero no como realmente ellos querían.

El santafesino fue a festejar su triunfo al podio solo acompañado de Piquet que quedó tercero, esto dejó a la vista de  todos los fanáticos que la decisión de Reutemann no había gustado nada en los boxes de su equipo. Este fin de semana agridulce para el argentino representó el comienzo de una rivalidad impensada a principio de año, además de superar en la pista a sus rivales de las otras escuderías, tenía que lidiar contra su propio equipo que se le puso en contra tras no hacer caso al famoso cartel.

Reutemann siguió con un gran año, tras conseguir grandes resultados, incluso victorias, pero que no fueron suficientes para conseguir el título que para muchos, se lo merecía más que nadie ese año. La escudería decidió poner totalmente por encima al que era su primer piloto y dejar totalmente de lado al argentino, hasta en casos perjudicandolo. A fin de cuentas esta controversial estrategia no le dio resultados ya que Lole quedó en segundo lugar en el campeonato, pero no fue Jones quien lo ganó, sino Nelson Piquet. Williams se quedó sin el campeonato y sin corredor, al año siguiente y tras dos carreras, Carlos Reutemann decidió ponerle fin a su carrera y se retiró de las pistas.

El día que la bandera argentina flameó por última vez en un podio de Fórmula 1

Por Facundo Cabrera

El 23 de enero de 1982, bajo el sol del verano sudafricano, Carlos Alberto Reutemann subía por última vez al podio de la Fórmula 1 luego de terminar segundo en el circuito de Kyalami, durante el Gran Premio de Sudáfrica. Fue la primera fecha del Campeonato Mundial de ese año, y, aquel día, el santafesino de 39 años selló el último gran capítulo de una trayectoria brillante. Lole, sin saberlo, también le puso punto final a la presencia argentina en el podio de la máxima categoría del automovilismo.

La carrera estuvo marcada por un clima tenso incluso antes de que se encendieran las luces del semáforo. Los pilotos habían protagonizado una huelga inédita, liderada por Niki Lauda, en protesta por las nuevas condiciones de la superlicencia de ese entonces, la cual era excluyente para correr en la F1, impuestas por la Federación Internacional Deportiva del Automovilismo (FISA por su sigla en inglés). Esas normas buscaban, entre otras cosas, atar a los corredores a un solo equipo por un tiempo determinado y que no declaren en contra de la FIA (Federación Internacional del Automóvil).

Los corredores, al entender que sus derechos serían perjudicados, decidieron dejar el hotel donde estaban hospedados, el Bungalow Kyalami Ranch, el cual estaba al lado del circuito, y se fueron al Sunnyside Park Hotel. Allí acomodaron colchones en el piso donde solo podían entrar y salir los pilotos, mientras la FISA amenazaba con suspenderlos de por vida. Finalmente se llegó a un acuerdo tardío y la carrera siguió adelante, aunque posteriormente varios pilotos fueron sancionados con multas de entre 5.000 y 10.000 dólares.

Con ese telón de fondo, el Gran Premio de Sudáfrica arrancó con los autos turbo dominando la escena, los primeros lugares de la parrilla pertenecían a máquinas impulsadas por esta tecnología, que marcaba el inicio de una nueva era en la Fórmula 1. Reutemann, que venía de ser subcampeón en la temporada de 1981, remontó desde el octavo lugar con su Williams para finalizar detrás del Renault de Alain Prost, sumando 6 puntos, una posición que hoy le otorgaría 18.

Apenas una carrera después, en Brasil, Carlos Reutemann decidió retirarse de la categoría madre, con un balance de 146 Grandes Premios, 12 victorias, 45 podios y 6 pole positions. Aquellos seis puntos fueron mucho más que un resultado, ya que desde entonces, ningún compatriota pudo volver a subirse al podio.

El día que la prensa modificó el resultado de un partido

Por Ezequiel Neo

Un 9 de noviembre de 1980, el fútbol argentino nos dejó una de las anécdotas más recordadas por los hinchas, pero algo distorsionada a lo largo del tiempo. En el día del Superclásico, rememoramos el cruce entre Hugo Orlando Gatti, quien falleció este año y que supo defender tanto el arco de River como el de Boca, y Diego Armando Maradona.

El miércoles 29 de octubre de aquel año, se disputó la novena fecha de la zona B del Torneo Nacional en la cual Boca visitó a Unión en Santa Fe. Tras el empate sin goles, Oscar Bergesio, periodista del diario El Litoral, preguntó al arquero Xeneize sobre el joven que usaba la diez en Argentinos Juniors. “Maradona es un muy buen jugador, el mejor del momento, a quien se está inflando de una manera increíble. ¿Sabés lo que me preocupa? Su físico… tengo la sensación de que en pocos años más no va a lograr contener su tendencia a ser un gordito…”, opinó Gatti.

La declaración, publicada dos días después, fue sacada de contexto por los medios quienes hicieron foco en la última parte e hicieron parecer ofensivas a las palabras del “Loco”. En la previa del partido entre Boca y Argentinos por la 12º fecha del campeonato, la entrevista llegó a Diego ya que fue reproducida por el diario “La Razón” de Buenos Aires el sábado 8 de noviembre. “¿Gordito? Hoy le meto cuatro, acordate”, avisó Maradona a su representante Jorge Cyterszpiler y al entrenador del “Bicho”, Miguel Ángel López.

En el José Amalfitani, estadio de Vélez Sarsfield, y con Juan Carlos Loustau de árbitro, Maradona cumplió su promesa. Antes del encuentro, Gatti trató de disculparse: “Espero que Diego me haya entendido. En ningún momento dije que era un gordito. Simplemente, opiné que tenía que cuidar su físico. Es el mejor jugador del país”. Sin embargo, “El Pelusa” no perdonó y convirtió uno de penal, dos de pelota parada y otro de jugada en la victoria por 5 a 3 que le dio la posibilidad al “Bicho” de clasificar a la siguiente fase.

Aquella tarde, la hinchada “Xeneize”, una de las más grandes del país coreó el nombre de un jugador rival, el cual les había convertido cuatro goles. Algo inimaginable dentro de la extrema rivalidad y violencia dentro del fútbol argentino. Algo que sólo la figura de Diego Armando Maradona puede explicar. Y quizás por ello, tres meses después, Diego fue comprado por Boca, donde consiguió su único título  con un club en nuestro país.

Los Pumas-Gales: otro partido de una rivalidad cargada de historia

Por Lucas Neira López

Argentina venció 52 a 28 a Gales este domingo en el estadio Millenium de Cardiff, en su debut en la ventana de amistosos de agosto. Los Pumas tienen un largo historial frente a los Dragones Rojos, dentro del cual se encuentran varios partidos muy recordados en la historia del rugby. Por esta razón, repasamos tres de ellos.

Pumas-Gales 1968, el primer cruce:

Luego de la incursión a la escena global rugbística del seleccionado en 1965 frente a los “junior springboks”, los argentinos comenzaron a recibir oportunidades de enfrentarse con diferentes combinados “top”. Entre ellos se destacó la visita de Gales en 1968. Un combinado que atravesaba un recambio generacional, lleno de jugadores jóvenes que comenzaban a dar sus primeros pasos en la absoluta y que acabarán siendo leyendas absolutas del deporte un par de años más tarde.

El encuentro se desarrolló en G.E.B.A. y, de manera sorpresiva, Argentina se impuso 9-5 con un try de Raúl Loyola y dos penales de Jorge Seaton. Con esta victoria, el máximo representativo de la UAR obtuvo su primer triunfo frente a una potencia del viejo continente.

Dos semanas más adelante, volvieron a enfrentarse en la misma cancha, pero esta vez finalizó en empate 9-9 y la gira cerró en favor de los sudamericanos. De esta manera, como lo habían hecho tres años atrás, la albiceleste le dejó en claro al mundo que aquel gato que solía recibir palizas había crecido, y se había convertido en un puma.

Pumas-Gales 1976, Porta vs Edwards:

Tras ocho años del primer duelo, le tocaba a Los Pumas visitar la casa de los “Dragones Rojos”, el Arms Park de Cardiff, pero el panorama era muy distinto al de 1968. Aquella joven generación que había visitado Argentina casi una década atrás, ahora era multicampeona del Cinco Naciones y tenía al mejor jugador del planeta, el medio scrum Gareth Edwards. Por su parte, los visitantes atravesaban un recambio generacional y estaban liderados por Hugo Porta, que ya empezaba a resonar por sus actuaciones destacadas frente a Francia, Irlanda y Escocia.

Los medios británicos daban amplio favorito a los locales y se esperaba una goleada. No obstante, el resultado asombró a propios y ajenos. Los dirigidos por Jorge Braceras llegaron al tiempo de descuento 2 puntos arriba, cuando Alejandro “Chiquito” Travaglini cometió un penal por un tackle alto sobre el fullback JPR Williams, en mitad de cancha. Phill Bennett rectificó desde la patada y terminó inclinando la balanza para los locales, que se llevaron el juego por 20-19.

Años más tarde, Edwards, al igual que varios de sus compañeros de esa tarde, reconoció a Porta como uno de los mejores de todos los tiempos. “Hugo hizo correr a Terry Corner, Trevor Evans y Mervyn Davies como nunca lo hicieron en su vida”, mencionó el histórico 9.

Después de casi cinco décadas, esta “batalla” es recordada por ser el cruce entre dos de los mejores que pisaron una cancha de rugby.

Pumas-Gales 2023: tackle de Moroni, try de Sánchez y a la final  

En el campeonato mundial de Francia 2023, Argentina debió enfrentarse a Gales por los cuartos de final. La albiceleste se clasificó segundo de su grupo con muchas dudas, debido a una derrota frente a Inglaterra en la primera jornada. Por otro lado, su adversario había pasado invicto la ronda inicial, con un contundente triunfo 40-6 ante los Wallabies.

Luego de 73 minutos de paridad, Los Pumas se encontraban 19-17 arriba, cuando un contraataque acercó a los de rojo a la línea del try. Sin embargo, en el último momento, Matías Moroni tackleó al wing galés Louis Rees Zammit, al lado de la línea del ingoal, y salvó a su equipo de perder la ventaja a falta de pocos instantes.

En desventaja, los dragones se lanzaron de manera desesperada al ataque desde el scrum. Nicolás Sánchez se avivó, interceptó un pase de Sam Costelow, corrió 40 metros y se zambulló debajo de los palos, para darle el último empujón a sus compañeros y alcanzar las semifinales.

El partido acabó 29-17 a favor de los argentinos. Un resultado que no le hace justicia a la paridad que se vivió. Pero que quedará grabado en la retina de quienes pudieron presenciarlo.

 

 

Foto de portada:

Día del Utilero: Justicia para un olvidado

Por Leonardo Pereyra

Más allá de nuestra limitada comprensión de las cosas, por cada club hay un hombre encargado del funcionamiento total de los más minuciosos detalles.

Son aquellos hombres la suma extraordinaria de habilidades necesarias que requiere un vestuario cualquiera, la primera línea de salvataje en la ausencia del doctor, del psicólogo, de la familia.

No caminan las instalaciones a cambio de reconocimiento. Se los puede hallar en las fotos, es cierto, pero siempre a punto de ser devorados por el margen de la Polaroid. Visten el uniforme que nadie les lavó y llegan a la hora en que los jugadores recién están despertando.


Son el zapatazo al ángulo que Dante Panzeri no vio venir cuando escribió su “Obra Maestra de Psicosis Tecnológica”, en un intento de condenar a los miembros de los cuerpos técnicos del fútbol moderno.

Su lista negra, que arranca con entrenadores, directores técnicos, preparadores físicos y alcanza a nombrar hasta pedicuros y meteorólogos, ubica 16º del ranking a este reducido grupo de todoterrenos. ¿Pero qué culpa puede tener de no conocer a Gorrión? Quizás él no lo habría reconocido por las calles de Liniers, pero muchas de las grandes glorias de Vélez le piden fotos, lo invitan a los asados.

“Acá no hay universidades ni colegio; el curso lo haces adentro del vestuario”, es una frase de Gorrión que de haberla escuchado, Panzeri se habría enamorado. Basta con escuchar su historia para comprender la complejidad de la vocación que se precisa en la utilería.

En 1969 arrancó en Morón por recomendación de Don Carlos Ismael Pagano, socio fundador del club. “Ahora los utileros tienen todas las herramientas. Cuando yo empecé había que dejar muchas cosas de lado”, recuerda sobre aquel tiempo, donde con 17 años trabajó en la única temporada en Primera del Gallo.

Se forjó en hacer lo suyo durante ocho años y consiguió los contactos que él asegura imprescindibles para crecer en esta profesión. El Gallego García, utilero del Fortín, le pidió el favor de pasarse por diez días a Platense, donde finalmente atravesó cinco años de su carrera. “Yo hice hasta sexto grado, pero me formé con gente capacitada de la utilería”, es lo que más valora de sus inicios.

Sin pedir nada a cambio y sin ningún pero, Gorrión se encargó de tapar muchos más agujeros de los que le correspondían: “Yo les entregaba la ropa del derecho y les pedía que me la devolvieran igual… algunos se reían y ponían mala cara, pero hoy me lo agradecen”.

Y es cierto: son varias las categorías de Vélez que, en las últimas cuatro décadas, recibieron sus consejos. Hoy, Gorrión es invitado a los asados por los jugadores, recibe saludos de los —ya no tan— juveniles desde diferentes partes del mundo, e incluso el Cholo Simeone mandó a la productora de su documental a buscarlo para incluirlo en el largometraje.

“Cuiden las cosas que les damos, cuiden su imagen… ¡No engañen a sus padres!… Mirá las cosas que les decía”, dice, como castigándose por su severidad con los futbolistas; sin embargo, asume que los valores son innegociables, que uno, en un vestuario, debe ser “ciego, sordo y mudo”, y que ese comportamiento explica el cariño de quienes hoy lo reconocen.

Su posición privilegiada le otorgaba una visión que la fama no alcanzaba a entorpecer: así como les decía: “No compren autos, compren ladrillos”, también reconoce que el utilero es un “número más” para la estructura empresarial del club. Como en el caso de muchos grandes, a Gorrión le tocó salir por la puerta de atrás.

No tuvo una despedida. Cuando se jubiló en pandemia, le dijeron que ya no contaban con el servicio que ofreció durante treinta y nueve años. Una vida entera como psicólogo, coach y médico, y se fue sin recibir un solo abrazo. Sin embargo, el adiós verdadero está en la plaqueta que le regaló la categoría 71, con la leyenda escrita de agradecimiento al mejor “utilero”, con unas comillas que juegan a esconder las mil profesiones que ejerció.

—Cuando uno se porta bien, cuando uno hace su trabajo, pasan estas cosas… Hoy me agradecen jugadores que ni siquiera saben mi nombre.

—¿Y cuál es tu nombre?

—Héctor. Héctor es mi nombre.

Jorge Higuaín: “Me siento mucho más representado por River”

Por Lautaro Gourovich

Boca y River, River y Boca. 120 años de historia sostienen una de las rivalidades más intensas del fútbol mundial. Sin embargo, muchos jugadores defendieron ambas camisetas. Uno de ellos es Jorge “el Pipa” Higuaín, que no solo estuvo de los dos lados, sino que además fue capitán en los clubes más importantes del país, algo que pocos pueden contar y que lo convierte en un caso único dentro del Superclásico.

Su historia arrancó en Nueva Chicago, club que define como “mi primera novia”. De ahí a La Plata, para defender los colores de Gimnasia durante dos años, donde también fue capitán. Después del Lobo, llegaría su primer gran desafío: San Lorenzo.

Pero su vida dio un giro inesperado en diciembre de 1985. “González Araujo, el tesorero, me mintió. Nos debían seis meses, yo era el capitán y tenía que dar la cara por mis compañeros. No tenía plata para llevar a mi casa y alimentar a mi familia. Son los mismos problemas que tiene San Lorenzo hoy en día, nada cambió. Yo quiero siempre que me vengan de frente, con la verdad. Por eso me peleé con él y tuvimos un fuerte altercado. No tuvieron la mejor idea que echarme, un 24 de diciembre”, recuerda con crudeza.

Ese episodio abrió la puerta de Boca. Carlos Heller, entonces vice del Xeneize, lo llamó para acordar su llegada. “Yo estaba recontra contento. No era el mejor Boca, tenía algunos temitas económicos, pero Heller era sincero y cobrábamos siempre. Fui muy feliz, disfruté mucho la liguilla que le ganamos a Newells y nos permitió jugar la Libertadores”, relata con cariño. Después de 83 partidos, 6 goles y ser capitán, emigró a Francia, para jugar en Stade Brestois 29.

Instalado en Brest, disfrutó de no tener la presión que abarca el mundo Boca y de no concentrar. Llegó el llamado de Cesar Luis Menotti, quién ya lo había dirigido en Boca, y se interrumpió la tranquilidad europea. “A River voy por Menotti. Cuando lo tuve en Boca creía que por el tema de la técnica no iba a jugar, junto a Hrabina. Pero nos ganamos el lugar y me mantuvo la capitanía. A César le tengo un cariño muy especial”, asegura.

Si bien no cruzó la vereda de manera directa, había cierto resquemor por parte de los hinchas millonarios: “Me decían que me tenía que desinfectar por haber jugado en Boca”. El Pipa lo disipó en la cancha, con cuatro años de rendimientos sólidos, dos títulos y ganándose la capitanía. “Me siento mucho más representado por River, pero jamás le falté el respeto a la gente de Boca. Nunca hablé mal de ningún equipo, no me sentiría bien yo”, reconoce.

En el Millonario, no solo consiguió títulos y el reconocimiento de la gente. También fue parte de un momento que quedará en la memoria de muchos. “Le cagué el gol 100 a Daniel Passarella en un superclásico. Una cosa de locos”, dijo mientras se reía. En el torneo de 1988/89, el Kaiser metía un tiro libre al ángulo, pero el gol iba a ser anulado, por fuera de juego. ¿De quién? De Jorge Higuaín. “El loco ese no sabes como le pegaba, y yo era un caradura. Iba corriendo al rebote, a ver qué pasaba. El árbitro, Juan Bava, me cobró offside a mí y dijo que le obstruía la visión al arquero, ¡nada que ver!”, recordó. Por suerte para Bava y para River, terminaron siendo vencedores por penales. Además, agregó que tiempo más tarde se lo cruzaron en un aeropuerto y les pidió perdón por el horror.

Hoy, con la experiencia de haber vestido las dos camisetas, es palabra autorizada para opinar de la situación institucional de ambos. Higuaín cree que hay una diferencia muy marcada: “River es el club más importante del país hoy en día. Voy permanentemente y todos los días hay una obra nueva. No para de crecer. En Boca es noticia que reforman una entrada, en River que agrandan el estadio para que entren doce mil personas más, van a entrar 100 mil en el Monumental. Los socios de Boca no merecen quedarse afuera, la dirigencia tiene que tomar una decisión para agrandar el estadio”.

Sin dudas, el mayor orgullo del Pipa es que la gente que lo reconoce en la calle le demuestra cariño, independientemente del club, que pueden ser Chicago, San Lorenzo, Boca o River y eso, en el fútbol argentino, no pasa seguido.

Coronel Suárez: el conquistador de Palermo

Por Cande Oxenford 

Como cada noviembre, el Campo Argentino de Polo de Palermo se convierte en el epicentro mundial del polo con la disputa del Abierto Argentino, el torneo más prestigioso del mundo. Pero hablar del Abierto de Palermo es, inevitablemente, hablar de Coronel Suárez: el club más laureado en la historia de esta competencia y un verdadero símbolo del dominio argentino en el deporte.

Coronel Suárez es una pequeña ciudad situada al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, a unos 500 km de la Capital Federal. Su historia en el polo comenzó hace casi un siglo atrás, en 1924, cuando la selección argentina ganó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de París. Ese mismo año, uno de los jugadores campeones, Enrique Padilla, visitó la ciudad y despertó el entusiasmo de los estancieros locales por este deporte. 

El primer partido registrado se jugó en junio de 1927, en la estancia La María, propiedad de Doña María Alberdi de Garrós. Aquella jornada enfrentó a los equipos El Ñandú y Melipeñi, y marcó el inicio de la práctica organizada del polo en la zona. El crecimiento de la disciplina llevó a Santiago Garrós a proponer la creación de un club formal: en 1929 nació oficialmente el Coronel Suárez Polo Club, registrado en la intendencia local. Desde entonces, la institución se consolidó como semillero de campeones y potencia deportiva, promoviendo también el golf, el squash y el tenis.

La historia del club se escribió rápidamente. En 1933, Coronel Suárez disputó su primer partido internacional ante un equipo sudafricano que, pese a su superioridad aparente, solo pudo vencer al conjunto bonaerense en el chukker suplementario. Al año siguiente, en 1934, el club conquistó su primer título del Abierto Argentino de Polo, con un equipo integrado por los Garrós (Ricardo y Eduardo) y los Alberdi (Quito y Juan Carlos). Esa victoria dió inicio a una tradición gloriosa que se prolongaría durante casi todo el siglo XX. 

A lo largo de su historia, Coronel Suárez acumuló 26 títulos del Abierto de Palermo, desde 1934 hasta 1983, cuando Coronel Suárez II, compuesto por Benjamín y Horacio Araya, Juan Badiola y Daniel González, venció 7-6 a Los Indios con un gol agónico de Badiola en la última jugada. Entre esas conquistas, sobresale el cuarteto más legendario: Juan Carlos (h) y Alfredo Harriott, junto a Horacio Antonio y Alberto Pedro Heguy, que dominó la escena mundial entre 1967 y 1979. Así fué como ganaron 11 Abiertos consecutivos y cuatro Triples Coronas (1972, 1974, 1975 y 1976), integradas por los Abiertos de Hurlingham, Tortugas y Palermo, respectivamente.

El dominio del club se consolidó durante décadas. Entre 1957 y 1964, Coronel Suárez conquistó los Abiertos de Palermo con equipos en los que Juan Carlos Harriott padre e hijo compartieron la cancha. En 1974, alcanzó un hito histórico al convertirse en el primer equipo del mundo en reunir a cuatro jugadores con 10 goles de hándicap. Además, ostenta el récord de mayor cantidad de Copas República Argentina, con 16 conquistas, reafirmando su supremacía en todas las competencias organizadas por la Asociación Argentina de Polo.

Hablar de Coronel Suárez es también hablar de Juan Carlos Harriott (h), considerado por muchos como el mejor jugador de polo de todos los tiempos. Nacido en 1936, conocido como “el Inglés” o simplemente “Juan Carlitos”, Harriott debutó en 1953 y alcanzó el hándicap máximo de 10 goles en 1961, manteniéndolo hasta su retiro en 1980. Algunas de sus máximas hazañas fueron: 20 títulos del Abierto Argentino de Palermo, 15 del Abierto de Hurlingham, 7 del Abierto de Tortugas, 4 Triples Coronas (1972, 1974, 1975 y 1977), y más de 50 títulos oficiales en torneos nacionales e internacionales. Con la camiseta argentina, ganó en cuatro oportunidades la Copa de las Américas (1966, 1969, 1979 y 1980), reafirmando la supremacía argentina ante Estados Unidos y Gran Bretaña.

Otro pilar del club fue Alfredo Harriott, nacido en 1945, quien desde los 12 años se destacó en Coronel Suárez y se convirtió en figura del polo mundial. Ganó 13 Abiertos de Palermo, 10 de Hurlingham y la Copa República Argentina de 1980. En el plano internacional obtuvo la Copa de Oro de Deauville (Francia) y la Copa de Oro de Sotogrande (España). También integró el seleccionado campeón de la Copa de las Américas 1977 y participó en el célebre Partido del Siglo de 80 goles en 1975.

El Coronel Suárez Polo Club no es solo una institución deportiva: es una parte viva de la historia del polo argentino. Es el club que más veces levantó el trofeo más codiciado del mundo y que dio origen a los mejores jugadores de la historia. Por eso, cuando en noviembre Palermo se viste de polo y las tribunas del Campo Argentino se colman de espectadores, un nombre resuena con fuerza: Coronel Suárez, el grande del polo argentino.

La emblemática Catedral del Polo Argentino

Por Cande Oxenford 

El Campo Argentino de Polo es mucho más que un estadio: es un ícono de la cultura y la tradición argentina. Está ubicado en pleno corazón de Palermo, uno de los barrios más importantes de la Ciudad de Buenos Aires. Se inauguró en 1928, y el predio pertenece a la Dirección de Remonta y Veterinaria del Ejército Argentino. Es reconocido internacionalmente como la Catedral del Polo, título que refleja su prestigio como el escenario más importante del mundo para este deporte.

Tiene una capacidad para 15.000 espectadores sentados y una superficie completa de césped natural. El Campo Argentino de Polo es la sede donde se disputa anualmente el principal certámen organizado por la Asociación Argentina de Polo (AAP): el Campeonato Argentino Abierto de Polo, más conocido como Abierto de Palermo o simplemente El Abierto. Este torneo, considerada la máxima competición interclubes a nivel mundial y el quinto en antigüedad, forma parte de la prestigiosa Triple Corona del Polo Argentino, junto con los Abiertos de Hurlingham y Tortugas, y comienza en el mes de noviembre.

La historia del Abierto Argentino se remonta a 1893, cuando se disputó por primera vez bajo el nombre River Plate Polo Championship. En sus comienzos, la competencia se dividía en dos etapas, una en el Hurlingham Club de Buenos Aires y otra en Cañada de Gómez, Santa Fe, para reducir los costos de traslado. En 1923, con la creación de la Asociación Argentina de Polo, el torneo adoptó su nombre actual y mudó su sede al Campo Argentino de Polo.

Desde entonces, el Abierto de Palermo se consolidó como el certamen más prestigioso del mundo, atrayendo cada año a los mejores jugadores. En 1911 se implementó en Argentina el sistema de hándicap, que evalúa la habilidad de los jugadores de 0 a 10 goles. A lo largo de la historia, muy pocos equipos alcanzaron el hándicap ideal de 40 goles, entre ellos Coronel Suárez, La Espadaña, Indios Chapaleufú, La Dolfina, La Natividad y Ellerstina, todos nombres legendarios del polo argentino.

El equipo Coronel Suárez ostenta el récord de 24 títulos, mientras que el jugador más ganador es el histórico Juan Carlos Harriott (h), considerado el mejor polista de todos los tiempos, con 20 campeonatos obtenidos entre 1957 y 1979. Por otro lado, Adolfo Cambiaso (h), figura de La Natividad – La Dolfina, tiene 18 títulos en este campeonato, es el máximo goleador de este certamen con más de 1.000 tantos y quien más participaciones acumula en la historia del torneo.

Desde 2017, el Campo Argentino de Polo también es la sede del Campeonato Argentino Abierto de Polo Femenino, que reúne a las mejores jugadoras del mundo y consolida el crecimiento en la rama femenina. El predio no solo es sinónimo de grandes partidos. Con el paso del tiempo, se reinventó como un espacio abierto a toda la comunidad bajo la consigna “Palermo Polo HSBC: abierto para vos”. En este lugar, vecinos, turistas y aficionados del deporte pueden disfrutar durante todo el año de gastronomía, áreas recreativas, juegos para los más chicos, recitales y actividades culturales.

Uno de sus grandes atractivos es Bocha, el paseo gastronómico ubicado dentro del predio, junto a otros eventos recreativos. En sus amplios espacios también se realizaron grandes espectáculos musicales: fue sede de numerosos artistas internacionales y locales, como Shakira, Luis Miguel, Ed Sheeran y Paul McCartney. Además, se desarrollan acontecimientos sociales como el Día de la Independencia: organiza eventos gratuitos con bandas militares en esta fecha.

El Campo Argentino de Polo también guarda curiosidades que lo vinculan con los inicios de la aviación argentina. Desde este mismo predio, el 25 de diciembre de 1907, se elevó por primera vez el globo El Pampero, tripulado por Aarón de Anchorena y Jorge Newbery. Años después, desde allí también despegó el avión piloteado por Teodoro Fels, quien realizó el primer vuelo del correo aéreo internacional entre Buenos Aires y Montevideo.

Asistir a un partido del Campeonato Argentino Abierto de Polo, que se celebra cada año en el mes de noviembre, es una de las experiencias deportivas más emocionantes que ofrece la Argentina, que todo el mundo debería presenciar al menos una vez en su vida. No solo por el evento, que es muy atractivo, sino que también por la magnitud, la calidad de los jugadores y los caballos, que forman parte de la élite de este deporte. La velocidad, la precisión de los golpes y la elegancia de un juego que combina técnica, estrategia y tradición. El Campo Argentino de Polo no solo es la cuna del mejor polo del mundo: es un símbolo de la identidad argentina, un punto de encuentro para el deporte, la cultura y la vida al aire libre, mezclado con historia y modernidad.

 

Cuatro jugadores nacidos en países europeos que disputaron el superclásico

Por Facundo Romo

Para Boca Juniors, el italiano Daniele De Rossi y Ferenc Sohn “Sas”, de Hungría. Mientras que para River Plate, los españoles Pepillo y Leonardo Cilaurren.

 

BOCA JUNIORS

Daniele De Rossi (2019)

Lugar de Nacimiento: Roma, Italia

Posición: Mediocentro defensivo

Partidos jugados: 7

Goles convertidos: 1

En el Superclásico: Ingresó desde el banco por Nicolás Capaldo en el  empate sin goles en el Monumental correspondiente a la Superliga Argentina.

El último europeo hasta el momento en disputar un superclásico y el más reciente de los cuatro casos. El anuncio de su fichaje generó un enorme impacto mediático en el fútbol mundial y revolucionó al mundo Boca. En toda su carrera de clubes sólo había vestido la camiseta de la Roma donde se transformó en un símbolo de la institución capitalina. Además integró el plantel azzurri que levantó el Mundial de Alemania 2006. Sin embargo, le quedaba un deseo pendiente a nivel deportivo que era jugar con la azul y oro en La Bombonera. El romano firmó por un año y tuvo un debut soñado con un gol de cabeza ante Almagro por Copa Argentina. No obstante, su periplo por el barrio de La Boca, en mayor parte debido a las lesiones, fue fugaz y a los pocos meses, en enero del 2020,  anunció que se retiraba de la actividad profesional y por consiguiente, abandonaba el club para regresar a Italia con su familia. Hace unos días, fue nombrado como flamante entrenador del Genoa en la Serie A.

 

Francisco Sohn “Sas” 

Lugar de Nacimiento: Budapest, Hungría.

Posición: Wing derecho

Partidos disputados: 28

Goles convertidos: 9

En el Superclásico: Jugó dos encuentros con un balance de cero triunfos y dos derrotas.

El único jugador húngaro en jugar en la primera de Boca hasta la fecha, era un ágil y veloz delantero en la selección magiar que terminó subcampeona en Francia 1938, que brilló en el MTK de su ciudad natal donde fue bicampeón. Luego de concluir el mundial, Ferenc Sohn (su verdadero nombre), quién tenía ascendencia judía, tuvo que emigrar a la Argentina para escapar de la persecución nazi que avanzaba en Europa antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial . Al desembarcar en nuestro país, fue contratado por Boca donde pudo continuar con su carrera futbolística. En 1939, fue el máximo anotador del equipo en la temporada con nueve goles y al año siguiente, salió campeón del fútbol argentino pero con un rol menos protagónico.

Por otra parte, el apellido Sas lo adoptó legalmente por razones políticas, culturales e incluso deportivas. Aunque curiosamente, el significado de la palabra en su lengua natal (Águila en Húngaro) se asemejaba con sus características de juego.

 

RIVER PLATE 

José García Castro “Pepillo II” (1961)

Lugar de Nacimiento: Melilla, España.

Posición: Delantero centro

Partidos disputados: 18

Goles convertidos: 7

En el Superclásico: Marcó un gol en el empate por 2 a 2 en La Bombonera por el campeonato de Primera División 1961.

Un paradigma del “fútbol espectáculo”, Antonio Vespucio Liberti, presidente del Millonario, le compró el pase al Real Madrid por el delantero español que llegaba con la etiqueta de figura y promocionado como el sucesor de Alfredo Di Stefano. A pesar de las expectativas que se habían puesto en torno a su llegada, tuvo un paso breve y decepcionante por la entidad. Aunque fue irregular en su desempeño, logró marcarle a los cuatro grandes. Como curiosidad, Pepillo compartió el ataque en aquella temporada con otros cuatro extranjeros: Moacir, Delem, Roberto (todos de Brasil) y el uruguayo Domingo Pérez. En la misma línea, fue partícipe de un récord vigente en la historia del Superclásico, el 6 de agosto de 1961 hubo 10 futbolistas foráneos entre los 22 titulares que iniciaron el encuentro. Además, los cuatro goles del partido fueron convertidos por jugadores nacidos fuera del país.

 

Leonardo Cilaurren Uriarte  (1939–41)

Lugar de Nacimiento: Bilbao (País Vasco), España.

Posición: Centrocampista

Partidos jugados: 19

Goles convertidos: 3

En el Superclásico: Jugó cinco con un balance de dos victorias, dos empates y una caída.

Tras una destacada trayectoria en el Athletic Club donde cosechó dos títulos en su palmarés personal y disputó el mundial de Italia 1934. Su etapa en el fútbol español se vio interrumpida como consecuencia de la devastadora Guerra Civil Española (1936–1939) por lo cuál debió exiliarse durante la gira que organizó la selección de Euskadi por varios países. Al llegar a México, el combinado vasco se unió a la liga local en 1938 con Cilaurren entre sus filas, quien permaneció allí hasta su incorporación a River al año siguiente con 26 años de edad. En la banda tuvo un corto paso pero fue uno de los jugadores que contribuyó en la conquista del Campeonato de 1941. En aquel torneo donde empezó a forjarse “La Máquina” jugó como titular en la histórica goleada por 5 a 1 en el Estadio Monumental.

Divididas por el muro: el único partido en el que se enfrentaron las dos Alemanias

Por Franco Volpe

La caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, marcó el fin de una época. Aquella pared de hormigón, alambre y torres de vigilancia que durante 28 años partió en dos a Berlín, también dividió a Alemania en todos los aspectos, incluso en el fútbol. Tras la Segunda Guerra Mundial surgieron dos países y, con ellos, dos maneras de entender el deporte: la República Federal Alemana (RFA), en el oeste, y la República Democrática Alemana (RDA), en el este. Cada una formó su propia liga, su federación y su selección nacional.

En medio de esa disputa llegó la Copa del Mundo de 1974, jugada, precisamente, en Alemania. El destino, o tal vez un sorteo con tintes políticos, quiso que ambos equipos quedaran en el mismo grupo. En la última fecha del Grupo A, el 22 de junio, Alemania Federal, anfitriona del torneo, debía enfrentarse con Alemania Democrática. Era un partido irrepetible y cargado de tensión.

El cielo de Hamburgo acompañaba el clima político, una llovizna constante caía sobre el Volksparkstadion, casa del Hamburgo SV, con capacidad para 60.000 espectadores. Los hinchas debieron pasar hasta siete controles de seguridad antes de llegar a sus asientos. El Estado temía que aquel encuentro encendiera el conflicto político. Helicópteros sobrevolaban el estadio, perros rastreadores revisaban los alrededores y francotiradores vigilaban desde los edificios cercanos.

En lo futbolístico, Alemania Federal era claramente la favorita. Contaba con una base casi completa del Bayern Múnich tricampeón de Europa y estaba comandada por Franz Beckenbauer, uno de los mejores jugadores del planeta. Venía de ganar sin complicaciones sus dos primeros partidos, 1-0 a Chile y 3-0 a Australia, resultados que ya le aseguraban el pase a la siguiente ronda.

Del otro lado, Alemania Democrática, sin figuras de renombre, pero que también llegaba clasificada, luego de vencer 2-0 a Australia y empatar 1-1 con Chile. Lo que se jugaba aquella tarde en Hamburgo iba mucho más allá de los puntos, era una cuestión de ideología política y orgullo.

Desde que el árbitro uruguayo Ramón Barreto dio el pitazo inicial, el anfitrión dominó el juego y tuvo varias situaciones claras, como un disparo de Wolfgang Overath al palo a los 39 minutos. En la segunda mitad, Alemania Democrática apostó al contraataque, con un fútbol más físico que vistoso.

El cansancio y la frustración empezaron a apoderarse del equipo federal. Las imprecisiones en los pases, los tiros fallidos al arco se multiplicaban, y los hinchas comenzaron a impacientarse, pues no podían entender cómo su poderoso equipo no lograba doblegar a un rival considerado inferior.

A once minutos del final, cuando el empate sin goles parecía sellado, llegó el golpe. Alemania Democrática lanzó un contragolpe letal. Erich Hamann envió un pase largo al borde del área, donde esperaba Jürgen Sparwasser. El delantero controló, eludió a dos defensores y definió con un disparo a media altura que venció a Sepp Maier.

La República Democrática Alemana se quedó con el duelo ideológico en el primer y único enfrentamiento oficial entre ambas Alemanias. La derrota, sin embargo, no impidió que la República Federal Alemana se consagrara campeona del mundo unas semanas después, al vencer por 2 a 1 a Países Bajos.

En una época en la que el mundo estaba dividido, el fútbol demostró que existía otra forma de enfrentarse: sin armas ni violencia, con una pelota en el medio. Incluso con dos sistemas de gobierno opuestos, el deporte fue capaz de unir, por un instante, lo que la política había separado.