viernes, julio 4, 2025
Home Blog Page 177

El Coco Capria y la teoría del Big Bang

Por Carolina Jurczyszyn

Quizás parezca extraño poder relacionar al ex futbolista Diego Raúl Capria con la creación del mundo, sin embargo, Diego, apodado el Coco, fue protagonista de hechos futbolísticos que pueden relacionarse con la existencia del Universo.

Nació en General Belgrano, un pueblo ubicado a 158 kilómetros de Capital Federal. Se reparte entre estas dos ciudades por su trabajo en el frigorífico San Antonio desde que lo heredó de su padre, Humberto, y por su mujer y sus hijos que viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

Sus primeros goles no ocurrieron en el club Belgrano sino en las calles de su barrio donde jugaba con su hermano mayor Rubenel Magoy sus amigos, hasta que el sol se escondía.

Recuerda con nostalgia sus inicios en este deporte, por el cual jugó en 12 combinados diferentes, y rememora que con su equipo disputaba el campeonato en una liga de La Plata. Y fue precisamente en esa ciudad donde dio sus primeros pasos como profesional en el fútbol. Desde el plantel de Estudiantes lo observaron jugar y le propusieron hacer una prueba. “Fui”, confiesa sonriendo. Sin embargo, regresó a Belgrano para concluir sus estudios secundarios los cuales eran prioridad a nivel familiar.

En el momento en el que finalizó el colegio, Diego se propuso iniciar la carrera de veterinario. No obstante, jugar en el club de la capital de la provincia de Buenos Aires con su hermano lo describe como un sueño que imaginó desde su niñez por los momentos en lo que jugaban juntos en la plaza. Y fue tras ello.

Los dos compartieron equipo en tres ocasiones: Estudiantes, Racing y Chacarita. Su padre, orgulloso de sus hijos, no esconde la emoción, la cual “fue espectacular” y se refleja en sus ojos y en su sonrisa al mencionar este hecho. “Con mi mujer Mary teníamos mucha felicidad al ver que hacían lo que querían y juntos”, comenta.

Diego recuerda cuál era su sueño cuando su única preocupación era divertirse con una pelota: jugar en San Lorenzo. El ex defensor conoce el azulgrana desde pequeño debido a que era y es hincha de dicho club. El seis fue el dorsal que lo acompañaría en su primera etapa por la institución.

Relajado luego de una jornada laboral, Coco se reincorpora en la silla frente a su escritorio en su lugar de trabajo porque el asombro lo invade al volver a ver la edición 4273 de El Gráfico, en la que fue el protagonista de la tapa. Le surge una risa espontánea, corta, pero sorpresiva; observa la revista de forma detenida con su mano derecha en su boca, intentando recordar y trasladarse a la noche del 26 de agosto de 2001: su gol de cabeza contra Boca Juniors y las 13 victorias consecutivas de un club argentino con el que soñaba jugar desde que era niño.

Recuerda que la posibilidad de establecer el récord se desvanecía ya que quedaban dos minutos para concluir el cotejo. Con la seguridad que le caracteriza al hablar, afirma que fue uno de los goles más lindos como jugador por lo que significa. “Hasta hoy y gracias a Dios sigue latente”. Haberlo convertido fue para él algo inolvidable y lo evoca cada vez que tiene oportunidad.

El hombre que llevaba el seis en la casaca iba a ser el encargado de convertirlo y de esta manera, salir al día siguiente en la tapa de una revista que él mismo compraba. La iba a apreciar, al igual que Dios cuando culminó de crear el Universo en la misma cantidad de días que el dorsal de Diego, y así observar al día siguiente lo que había logrado con su remate de cabeza.

Asimismo, ese gol no es lo único que recuerda de Boedo. Se traslada con sus dichos a su juventud y expresa que en los picados de la plaza de su pueblo él se sentía Walter Perazzo, ex delantero azulgrana. Cuando Diego lo conoció no lo podía creer. “Fue muy fuerte”, asiente. Pero más fuerte es la vigencia que le otorgó Capria al club.

En su casa, su hijo Robertino le repite a su padre que hubiese deseado estar en los momentos en los que él jugaba a la pelota, “pero las cosas se dieron así”, manifiesta el ex futbolista. Coco no solo quedó en la historia del club por el gol de cabeza, sino también por “desactivar una bomba” que igualmente explotó, como la Gran Explosión luego del Big Bang.

“Fue una sensación muy particular”, así describe el ex cuervo el 24 de enero de 2002, el día de la final de la Copa Mercosur 2001 que la crisis argentina obligó a trasladar 36 días porque el 19 de diciembre el ex presidente de la Nación, Fernando De la Rúa, declaró el estado de sitio cuando hinchas y periodistas estaban camino a la cancha o incluso ya en ella.

El partido de ida en Brasil contra Flamengo fue 0-0 y la vuelta en Argentina 1-1. El pitido final del árbitro Oscar Ruíz significó que el trofeo se definiría desde los 12 pasos. El primer título internacional para San Lorenzo estaba cerca.

“Mis compañeros me decían que desactive la bomba”, manifiesta Coco aludiendo al balón.

Con errores y aciertos de distintos jugadores, Capria fue el encargado de patear el último penal. Luego de la invasión a la cancha por parte de los locales, Diego pasó de oír su nombre cantado por la hinchada presente en el Nuevo Gasómetro “a un silencio sepulcral”. Pateó la “bomba” alta y cruzada, dirigida por su pie derecho al palo izquierdo del arco de Julio César que hizo volar las emociones de los cuervos.

Tras “desactivar la bomba”, describió la “explosión” de los hinchas como un regocijo. Cuando concluye de describir ese momento relajó su espalda contra el respaldo de la silla como si realmente se hubiera trasladado a aquel instante en el que le otorgó al club su primer título internacional.  “Dejé la cabeza, el cuerpo y el corazón en cada partido”, confiesa.

Diego no tiene un referente. Observa cuando una persona quiere crecer en lo que hace y asevera que uno aprende a escuchar cuando empieza a ser más objetivo con la vida de uno y así mejorar en la condición humana, que es una de las grandes dificultades –según él- que tenemos todos.

No piensa las decisiones varias veces, previo a su retiro del fútbol tuvo la opción por contrato de jugar tres años en Universitario de Perú, sin embargo, evaluó eso con su mujer y rechazó la oferta.

Concluida su etapa como futbolista, cada día asiste en Belgrano a su lugar de trabajo, donde se propone metas que logran un importante crecimiento para el frigorífico.

En su pueblo es uno más. Agustín San Quintín tiene una casa de repuestos de autos a la que el ex futbolista concurre. “Cuando terminó su carrera como deportista regresó aquí y empezó a caminar como un ciudadano más. Viene a mi local a comprar artículos para los vehículos de su trabajo. La gente de afuera que ingresa se sorprende al verlo”. Pero eso Diego lo tiene claro. Él camina como alguien más, asiste a la peña de San Lorenzo que lleva su nombre y deja en claro que por ser tapa de una revista no ha cambiado su forma de vida. Entiende que la realidad está en cómo la toma uno. Prefiere estar del lado de lo simple y cotidiano que en un pedestal que no tiene validez.

Apoya sus codos en la mesa y describe al fútbol como lo más lindo que le ha pasado: “La adrenalina que me generaba entrar a una cancha no me la producía nada”, concluye.

Al final, el 24 de enero en las tribunas del Nuevo Gasómetro los cuervos evocaron a Dios para que Diego Raúl Capria convirtiera el penal. La explosión surgió luego del gol. El Big Bang expulsó partículas hace más de 13 millones de años, aquella noche, la explosión en Boedo arrojó lágrimas y cánticos de felicidad.

Corazones que miran a España

Por Thomas Martínez, Santiago Belén, Pedro Masi y Carolina Jurczysyn

El fútbol español tiene una gran influencia en el mundo, y nuestro país no es la excepción. Sus equipos más importantes suelen tener peñas en cada rincón del planeta. Los tres más grandes que son Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid, poseen sus filiales en Argentina, como también otros clubes más llamativos.

El único de ellos que cuenta con una peña reconocida por la entidad madre es la Peña Nicolau Casaus del Fútbol Club Barcelona. Está ubicada en el Casal de Catalunya (sede de la Generalitat Catalana en el país, una suerte de embajada) en la calle Chacabuco y avenida Independencia, barrio de San Telmo. Se fundó en 1986 casualmente en el centésimo aniversario del Casal, y funciona desde 1999. Su presidente es Alberto Caloggero (en la foto) quien también es vicepresidente de la Federación de Penyes Barcelonistas del Resto del Mundo. Además, recibió un premio a personalidad destacada del año en el Congreso Mundial de Peñas, como reconocimiento a su trayectoria. 

La Peña Nicolau Casaus suma 300 adherentes, aunque llegó a alcanzar alrededor del millar cuando Juan Román Riquelme y Javier Saviola se desempeñaban en el equipo Culé, así como durante el período dorado de la dirección técnica de Josep Guardiola. El propio Alberto informó que la mayoría de los miembros son catalanes o argentinos descendientes, y que gran parte de ellos heredan la pasión por el Barça o se sienten identificados por su juego y por los jugadores argentinos que visten la casaca. Económicamente, la entidad no pasa mayores inconvenientes ya que afirman “no tener gastos dentro del Casal de Catalunya”, y cuenta con dos grandes fuentes de ingresos: las cuotas y los subsidios por eventos realizados.

Por otra parte, la peña argentina fue pionera en realizar un programa radial, que lleva activo más de 15 años. Caloggero destaca que la “necesidad de informar la actualidad de nuestro Barcelona” fue la motivación que necesitó para iniciar las emisiones en la radio AM610. En dicho espacio se informa sobre todas las actividades del club, no solamente el mundo del fútbol. Además, cuando el cuadro culé afronta un partido trascendente, se organizan para ver el partido en la sede.

Distinta es la situación de las peñas de los equipos Madridistas en Buenos Aires, puesto que ninguna posee reconocimiento oficial de las entidades españolas. Mariano, representante del Real Madrid, comentó que “los trámites cuestan mucha plata”.

En la vereda de enfrente, Azul (quien coordina la peña del Atlético Madrid) admitió que, al igual que los de blanco, no reúnen la cantidad de afiliados mínima: “Tenemos que ser 50”. También, agregó que el costo de la cuota y mantener la entidad no justifican los beneficios que gozan las oficiales, como por ejemplo entradas gratis y que un jugador los apadrine. Al no tener una sede definida, los miembros suelen reunirse en bares a ver los partidos: la parcialidad Merengue se reúne casi siempre en Chicken Bross, ubicado en Thames 1795, en el barrio de Palermo. Los Colchoneros se juntan en Locos x el Fútbol, que se encuentra en la Avenida Las Heras 2101, Recoleta.

Ambas peñas llevan poco tiempo conformadas. Los blancos se iniciaron como un grupo de amigos en 2010, y cuando comenzaron crecer, se organizaron en el 2013. En cambio, los de Aleti se empezaron a reunir a fines el año pasado, cuando Azul pensó: “No podía ser la única fanática del equipo en Argentina. Buscando, encontré dos peñas inactivas y decidí empezar la mía”. La pasión de ambos tiene orígenes parecidos: Mariano explicó que su fanatismo por el Real nació “viendo la final de la Champions League del 2000 contra el Valencia. Me encantó ese fútbol”. La representante albirroja argumentó que su amor nació “muy de chica por el Niño Torres y el Cholo Simeone”.

Al no ser reconocidas como peñas oficiales es poca la plata que pueden manejar. Mariano indicó que durante este año los únicos aportes fueron realizados por los miembros de la Comisión que dirige la entidad, que buscaban “conseguir artículos para sortear entre los socios asistentes a ciertos eventos y otros beneficios”. Del otro lado, Azul fue tajante: “al no ser oficiales, no financiamos nada aún”. 

Actualmente, el Atlético tiene más de ochocientas peñas en el mundo, de las cuales 770 están situadas en España y 47 corresponden al extranjero. Desde el área social del Colchonero buscan prestarles una especial atención a los peñistas, porque son motor adicional de la entidad madrileña.

Al mismo tiempo, se ha creado la Unión Internacional de Peñas del Atlético de Madrid. Dicha Unión consideraba que la afición rojiblanca carecía de presencia de asociaciones a nivel nacional e internacional, lo que suponía que se limitase su participación en actos de confraternidad.

Por el lado del Barcelona, existen 1200 peñas y 165.000 peñistas alrededor del mundo. Se nuclean en una organización llamada Confederació Mundial de Penyes y tiene más de cien años. Todos los años realizan congresos a los que invitan a las peñas oficiales y comparten y relacionan las culturas de los diferentes países afiliados.

Una curiosa es la que preside Hernán Montoro, la Peña Los Pibes, conformada por hinchas del Leganés, equipo que ascendió a La Liga en 2016. Hernán se hizo hincha del Lega a los 15, en el año 1994, por usarlo en un juego de computadora. Se reúnen cada vez que tiene oportunidad en la casa de su presidente a comer asados, y los transmiten en vivo para los hinchas españoles. A pesar de no ser oficial, los siete viajes que Montoro realizó a España sirvieron para tener una relación cercana al club al cual alientan.

Otra de las peñas españolas que existen en la Argentina es la del Celta de Vigo, pero a diferencia del resto de las mencionadas, no está vinculada del todo al fútbol. Esta agrupación surgió como producto del club de atletismo Real Club Celta Buenos Aires. Roberto Naone es el heredero de esta idea, impulsada por Domingo Amaisón, mediofondista que corría frecuentemente en Vigo porque era invitado por los residentes de la ciudad, debido a que generó relaciones en los viajes que realizaba a España para llevarle cartas del intendente de San Martin a Juan Domingo Perón, en tiempos de su exilio a Madrid. En una de sus travesías al Viejo Continente se enamoró de Vigo y por eso en 1974 le puso ese nombre a su club.

En 1975, Naone decidió practicar atletismo en dicha entidad por recomendación de su médico. En 1980 ya era presidente del club. A raíz de esto, comenzó un proceso de identificación personal con la cultura celtista que derivó en un acercamiento al entonces presidente de Peñas, quien le recomendó crear una en Buenos Aires.

Oficiales o no, hagan o no eventos solidarios, todos comparten una extraña pasión: ser hinchas de un club del exterior. En algunos casos, pueden ser más numerosos los miembros, en otros son menos por lo curioso de su amor. Para los gustos no hay nada escrito, y bien en claro lo dejan estas personas que son felices alentado equipos de fútbol que están a miles de kilómetros.

Los ojos del León

Por Iván Lorenz

Entre toda la multitud Pincha que no para de agitarse, hay un personaje que está petrificado. Está manejando un Jeep, bajo y sin techo. Lo miro y quiero sacarle una foto. Tardé mucho, porque yo me quedé quieto cuando lo vi.

Caminaba por 7 y me llamó la atención el vehículo rojo. Dos pinchas montados. Un nene que no tiene más de 8 añitos y quien supuse que era el padre. Ambos con la casaca bien puesta. El chiquito, como tantos otros bebés, niños y niñas que me sorprendieron aquella noche, duerme a pesar del ruido. El pelado no duerme pero está sumergido en su propio mundo onírico.

Las manos están pegadas al volante y la espalda recta, apoyada contra el respaldo. Tiene puestas unas bermudas con camuflado corte militar. La pelada, al estilo Verón pero blanquecina, refleja las luces. Tiene franjas blancas y rojas pintadas en la cara. Los ojos son claros y espejan todo lo que pasa. Lo miro y siento que una mirada no puede decir tantas cosas al mismo tiempo. No lo conozco, pero tengo la sensación de que lo entiendo y que si fuese él, estaría de la misma manera. 

Me divierte que se parezca tanto a Helsinki, el personaje de La Casa de Papel, serie en la que se visten con mamelucos rojos y hacen lío. No debe saber que lo estoy mirando. Tampoco le debe importar que le vaya a sacar una foto. Es grandote, pero la felicidad, me parece, no le entra en el cuerpo.

Me gusta. Lo digo así porque en serio se parece a cuando me gusta alguien. En este caso, un colectivo de personas. Hinchas de Estudiantes. Le digo a Juan Ignacio, mi amigo, el que me metió en el quilombo, que mire lo estáticamente maravillado que está el pelado. Justo cuando lo llamo, al personaje que me cautivó le gritan: “¡GORDO!”. El chillido despertó a los dos que iban en el auto y los hizo darse cuenta de que unas nenas que también llevan la casaca se le subieron a la parte de atrás del Jeep. Ahora se mueve todo, me cagaron, perdí la foto.

Pero si nadie nos quita lo bailado, entonces un grito no me va a sacar el recuerdo de la mirada tan pura y extasiada del pelado. En esos ojos claros, que observaban con inocencia, tan puros como los de una niña que juega, entendí en una pequeña parte lo que estaba pasando y el gran gesto que tuvo mi amigo al invitarme a compartirlo con él. Porque no soy Pincha, me sentía ajeno a la caravana, pero me dejé atrapar por las garras del León que empezaba a vivir una jornada histórica.

En esos ojos encontré otra curiosidad del fútbol. Me reí con lo ridícula que me parece la figura del hincha y dejé una sonrisa en mi cara porque la pasión es realmente hermosa en todas sus facetas. No hay amor más irracional, por eso ser fana es un sentimiento inexplicable. La devoción por una institución no la encuentro ni en la religión. Y es que la pelota creó un millón de religiones nuevas, porque lejos está de ser únicamente amor. Ser hincha es pertenecer, forma parte de la identidad de cada persona. Es fuertísimo darte cuenta de que sos algo.

Caminé con la comunidad Pincha y me asombró lo linda que estaba La Plata esa noche. Hasta me animé a cantar algunas canciones, pero solo me aprendí la que no van cantar nunca más, la que dice que van a volver a UNO. Me gustan algunos detalles, como el hecho de que dicen que van a regresar a dónde los llevaron de chiquitos o que se reconozcan como la historia de Estudiantes. Porque los clubes son de la gente.

En la mirada del pelado aprendí un montón de cosas, porque entendí todo lo que me contó mi amigo sobre Estudiantes desde que lo conozco y en el larguísimo viaje en tren que hicimos para llegar al partido del viernes. Las mañas, la picardía, las cábalas y el cariño a Gimnasia. Por un millón de razones es imposible dejarlo afuera. Y hay una que completa la historia que explica por qué, a pesar de ambos equipos estar peleando por no descender, La Plata hace mucho tiempo que es alegría. Estudiantes vuelve y a Gimnasia lo dirige Diego Armando Maradona, que, lastimosamente, más que una persona es un fenómeno cultural.

Nunca volvemos a vivir las mismas cosas, pero hay ciertos acontecimientos que son más irrepetibles que otros. Pero esto no lo voy a volver a vivir ni es tan irrepetible por algo que sentí yo, sino por lo que vi que sintieron los demás. Es difícil entender al hincha. Y es muy loco que a tantas personas algo las una. El partido del viernes, por ejemplo, el silencio previo a un casi gol de Estudiantes fue el lazo. Porque los pinchas a la mufa la condenan, pero no dejó de sorprenderme no escuchar absolutamente a nadie gritando el tanto que no fue antes de tiempo. También aprendí cuándo se grita a coro “Estudió”. Bueno, no es necesariamente después de cada fuego artificial, pero capaz si van a barrer dos veces al piso, amerite.

El domingo, cuando fuimos a la fiesta inaugural de la cancha que siempre se ubicó en 1 y 57, Juan Ignacio me felicitó por atinarle al momento de gritar “Estudió”. No me acuerdo por qué fue, pero estuve bien. Como toda la gente de Estudiantes, que estaba mucho más que bien. Y las celebraciones estuvieron a la altura del acontecimiento y la mirada dulce y anhelante del pelado. Me hubiese gustado verlo nuevamente, pero en los asientos de la platea o la popular desde mi pupitre de prensa, porque el Pincha es una escuela, ¿no?

Pero el Helsinki pincharrata no estaba. Se me ocurrió tratar de ser él y mirar estático los fuegos artificiales que salieron disparados desde la cancha en el momento exacto en el que terminó el video que prepararon Los Simuladores. No me salió imitarlo y miré de reojo. Atrás mío estaba mi amigo, petrificado. Me sonreí. Ahora no eran los ojos del pelado, sino los de él los que reflejaban lo que estaba pasando. Era tan infantil aquella forma de ver, que me lo imaginé a cococho de su viejo cuando UNO tenía gradas de madera y de tablón. Pero la imagen se distorsionó porque una lágrima empezó a brotar de las cuencas del hincha, gorda y cargada de emoción. La síntesis cristalina de lo que estaba pasando y la catarsis por no poder procesarlo. Desde afuera, me es más fácil contarlo. Así que escuchame, escuchame bien. Llorá, Juan Ignacio, porque, aunque todavía te cueste creerlo, Estudiantes volvió a 1 y 57.

El corazón del León

Por Juan Ignacio Ballarino

La soledad nunca fue una opción. Ni en 2005, ni ahora. Siempre estuvimos acompañados. Sólo había que aguantar. Nos sostuvimos cuando se rompió uno de los tablones y cuando la FIFA decretó que no podían haber más canchas con escalones de madera. Notar que Julio Alak ponía palos en la rueda para la remodelación de 1 y 57 nos hizo dar cuenta de que teníamos que salir a pedir por lo que era nuestro. “Sí al estadio”, fue la frase cabecera. Y ahí estuvimos todos.

Cómo no iba a estar mi amigo y colega Iván Lorenz, entonces, en el fin de semana del 8 al 10 de noviembre. No es hincha de Estudiantes, pero su amor por contar y escribir distintas situaciones es tan grande que sabía que tenía que estar ahí. Se vivió algo único, porque dentro de un contexto social que pega moralmente, y mucho, hubo un grupo de gente que fue plenamente feliz. Juan Sebastián Verón habló de 45 mil personas movilizándose desde el Ciudad de La Plata hasta UNO. Y la cara de Iván lo comprobaba. Como quien mira a Lionel Messi jugar a la pelota: nunca paró de sorprenderse.

Primero se quedó atónito con que nadie hubiera gritado el gol que no fue de Ángel González. Nunca fue a ver al Pincha y no sabía hasta ese momento el poder que recobra la mala o buena suerte cuando juegan los albirrojos. Incluso, se atrevió a decir que el partido estaba ganado cuando todavía faltaban unos minutos para que finalice el cotejo. Hasta el más ingenuo sabe que eso nunca puede decirse. “Pasé la prueba”, me afirmó con risa cómplice cuando me hizo notar que lo que había vaticinado terminó sucediendo y que no “mufó” nada ni a nadie. 

Llegué a escuchar por ahí a un hincha que, entrando a la cancha, bromeó cuestionando al que había “organizado” un partido antes de la vigilia. El colchón de puntos que había generado Estudiantes nos dio la tranquilidad de ir a 25 y 32 pensando en lo que vendría después, una caminata de un par de horas que fue comandada por un micro rodeado de banderas con la estampa de un bidón y otra con la cara de Juan Sebastián Verón, entre otras. 

Sí, Iván, es fuertísimo darte cuenta de que sos algo. Eso le pasó a cualquier hincha que, sobrio o borracho, se haya perdido durante la vigilia. Porque la marea Pincharrata simplemente te abrazaba, te acobijaba. Si no encontrabas a la persona con la que habías asistido, no importaba, porque reinaba la seguridad de que todos estábamos ahí por un mismo motivo y nada malo iba a suceder. Podías no ser hincha, pero si estabas con nosotros, te acompañábamos. Cuando decidís compartir algo semejante con un hincha del León, se te impregna una mística que no es fácil de sacarte. Pero no aquella que gana copas y campeonatos, sino esa que entiende que este club es una familia y que no importa nada más que vernos felices alentando a Estudiantes.

Lo mejor de llegar no fue la plazoleta con las bandas, sino seguir un poquito más y sentarse frente a la inmensidad que se había levantado sobre Avenida 1. Un muro que está caratulado con un cartel luminoso: “Club Estudiantes de La Plata”. Sabíamos que habíamos vuelto, pero faltaba entrar a nuestro sueño y no despertarnos más.

Sólo hace falta preguntarle a aquellos jugadores que pasaron por la institución y que, a pesar de estar lejos o no jugar más, lo siguen de cerca. Porque, además, nosotros no olvidamos a quien se pone esta camiseta a bastones, lo que resulta en un cariño recíproco. Así lo demostraron los campeones del mundo del ‘68, que durante el homenaje en la reinauguración del domingo se cansaron de señalar hacia el cielo con sus dedos índices. Oscar Cacho Malbernat, el Gran Capitán, estuvo presente tanto el sábado como el domingo. Como así estuvo José Luis Brown. Y Edgardo Prátola. El hincha de Estudiantes no olvida, Iván. 

Te habrás dado cuenta cuando nombraron que el director técnico de uno de los equipos era Alejandro Sabella. El estadio se vino abajo. Ni me quiero imaginar qué hubiese pasado si aparecía Carlos Bilardo. Ningún corazón, ni siquiera el de él -que pasó por tanto-, podría haber aguantado tanto cariño. Sabella se hizo presente y siempre estuvo de pie. Y caminando. Como cuando interrumpió el partido entrando a la cancha para sacar a Juan Ramón Verón, que no se quería ir a pesar de que el cambio ya estaba hecho. Y no lo culpo. Nadie lo culpó. De hecho, un equipo tuvo 14 jugadores y el otro 12. Todos jugando. Un desmadre. Como el que se armó cuando el árbitro cobró un penal a favor de los de negro. Sabella volvió a ingresar al campo para reprocharle la decisión al referí. Andújar se le encimó al juez de línea solicitando explicaciones. También se armó un tumulto cerca del punto penal. El ejecutante ya tenía la pelota en sus manos, pero tenía que sortear al rival que le deseaba mala suerte. La voz de Juan Manuel Pons ya no se escuchaba porque la gente lo tapó con lo que simula ser nuestro grito de guerra. Esto es Estudiantes, Iván. Y te terminaste sumando al canto. Es contagioso, claro.

Lo que sí me sorprende es que no se haya contagiado de las lágrimas que anduvieron por ahí a lo largo de todo el fin de semana. Viernes, sábado o domingo, siempre hubo algún hincha dejando su cuota de emoción. 

Yo sabía lo que se venía. La bienvenida al estadio no era la previa de Rulo, o el video institucional que resumía lo que fue llegar hasta acá. Sino el clip especial que prepararon nada más y nada menos que Los Simuladores -los Pinchas como Federico D’elía somos así, cuando celebramos queremos que estén todos-. Primero nos sonreímos cuando el conteo se frenó en siete, para luego seguir hasta cero. Pero, después, fue esperar a que la tribuna de 57 se ilumine con los fuegos artificiales. Siete haces de luz salieron de una punta a la otra. Sabía que en ese momento me ibas a mirar y te ibas a sonreír. Porque como yo, que no pude aguantar por mucho más el lagrimón, te habías dado cuenta de que Estudiantes de La Plata está de vuelta en casa.

Gibraltar, patria boquense

Por Agustín Sigal, Federico Gálvez, Agustín Serraioco, Ignacio Rey   

El amor no conoce de límites ni barreras. Tampoco Boca Juniors Football Club, una institución fundada por un grupo de amigos en Gibraltar que buscó imitar esa devoción emulando a uno de los grandes clubes de Argentina, a Boca Juniors.

Cuesta creer que en un territorio británico, ubicado debajo de España y con poco más de 30 mil habitantes, exista una institución inspirada en otra a más de 10 mil kilómetros. Boca FC nació en 2011 y Lawrence Podesta fue su primer presidente por sus reiterados viajes a Argentina. Hoy sin Podesta al mando, es Julian Berllaque quien ocupa el máximo cargo, pero con las mismas creencias que su antecesor.

“Elegimos el nombre Boca por su forma pasional de alentar y por su prestigio en Sudamérica”, arranca Berllaque, quien además remarca las grandes inferiores de los Xeneizes. “Es imposible no conocerlos si te gusta el fútbol. Los miramos siempre por televisión, aunque creo que ellos no nos miren a nosotros”, dice entre risas.

Lo cierto es que en Gibraltar se consume mucho fútbol. Tal es así que varios equipos con renombre internacional actúan como fuente de inspiración para la creación de instituciones locales. “Muchos clubes acá son nombrados por grandes equipos europeos. Por ejemplo, Lions se llama así en homenaje al conjunto inglés ganador de la Copa del Mundo, el cual era conocido como Tres Leones.

Actualmente, el conjunto que también se viste con los colores del club de la ribera, cuenta en su plantel con tres argentinos: Tomás Scaldafferro, Javier Cantelmi y Federico Cataruozzolo.  Este último con experiencia en el peñon, ya que previamente ha jugado en el Mons Calpe.

Ellos, junto al resto del equipo, son los encargados de mantener en primera división a un club que no paró de crecer desde su fundación y su reconocimiento de la UEFA. “Nuestro objetivo ahora es hacer la mejor temporada de nuestra historia y creo que tenemos jugadores para eso”, sentencia Berllaque, el director deportivo del conjunto que está en boca de todos.

El rugido del León

Por Iván Lorenz y Juan Ignacio Ballarino

No existe el cansancio. Las personas están igual, con las mismas ganas que el día anterior. La espera almacenó una ansiedad en los cuerpos Pinchas que cuando su presidente, Juan Sebastián Verón, confirmó la fecha inaugural mediante un video publicado el 27 de abril por la página oficial en Twitter, se transformó en felicidad y voluntad. Por eso están acá, ahora, a las cuatro de la tarde del domingo 10 de noviembre, haciendo la fila para ingresar al estadio. Es la segunda vez que las puertas de la cancha van a estar abiertas para el público. La primera fue el sábado y reventaron las localidades.

Entrar antes de las 17.00 significa que sos organizador, guardia de seguridad o periodista. El estadio está casi vacío. Hombres y mujeres con pecheras naranjas y azules deambulan entre los bancos y escalones de la cancha reformada. Algunos hablan y comentan lo que se vivió en la primera fiesta. Mate va, mate viene, se gritan entre ellos de una punta a la otra. Se ríen. Pero en ellos sí se nota cierto cansancio. Aunque alguno que otro asegura que está contento de estar ahí y que le gusta estar donde juegue o haga presencia Estudiantes. Hasta admite que se le escapa algún que otro grito cuando ve los partidos. Es hincha, claro, y le molestaron las luces azules que exhibieron el día anterior durante el show.

El césped, semisintético como el que tiene el Ciudad de La Plata, sólo contiene un escenario dentro del círculo central y unos cuantos parlantes que apuntan a las cuatro gradas. A la sombra de uno de ellos, yace un perro que descansa. Falta media hora para que arranque la segunda fiesta y Verón, con zapatos de punta, pantalón negro de vestir, anteojos de sol puestos y un saco gris, ya se pasea dentro del campo de juego. “Desde lejos no se ve”, dirían Los Piojos, pero el orgullo que irradia se siente incluso en lo más alto de la platea. Cabeza en alto, pecho inflado al estilo paloma, una mano en el bolsillo y la otra saludando a aquellos que ya lo reconocieron y corean “Bruja”.

Los hinchas comienzan a copar la cancha. La relación es inversamente proporcional, porque a medida que se llena UNO, el sol se esconde un poquito más. El show empezará a las 20.00, pero se dispuso el ingreso tres horas antes. Tiempo suficiente para que el director de la consola pueda probar las luces led, que no necesitan calentarse o enfriarse, y el sonido. La tribuna que está sobre 55 es la primera en recibir al público. Está dividida en dos: 55 alta y baja, que cuenta con asientos. Los paraavalanchas son protagonistas en la de enfrente, la que está sobre 57, porque no tiene división y es puro escalón. Completan la cancha los palcos y plateas VIP en Avenida 1, casi perpendicular al suelo, y la platea opuesta, sobre 115, que a su vez alberga las cabinas y pupitres de prensa. Sólo en esta ocasión el estadio Jorge Luis Hirschi cuenta con una platea muy pegada a la línea de cal, donde irán invitados y protocolos, pero que, en un futuro cercano, será el espacio de los bancos de suplentes.

El murmullo se hace protagonista. La música que se usaba para probar sonido se apagó y cedió el lugar para que el periodista Darian Schijman, conocido como Rulo, muestre lo que está pasando en las inmediaciones y calme las ansias de quienes están adentro. Cuatro pantallas sobre los palcos, otra, que será la principal, arriba de la tribuna de 57 y dos más en donde irían los codos, que se construirán en una segunda fase, muestran al conductor de la previa hacer entrevistas a los jugadores invitados que ya llegaron con el micro. Mauro Boselli, Marcos Angeleri, Mariano Andújar, entre muchos otros que dejan unas palabras en el micrófono mientras los hinchas les cantan. Todas las llegadas son especiales, pero la de Enzo Pérez disparó el deseo en un Pincharrata: “Convencelo”, le gritó a Verón. 

Falta poco. Rulo entró y salió del campo de juego varias veces. Improvisa. A él también se lo ve ansioso y con mucha energía. Como cuando lo enfocaron en la última fecha del Apertura 2010 gritando el gol de Rodrigo López en la victoria por 2 a 0 de Estudiantes contra Arsenal. No permiten el ingreso de bombos ni trompetas, para la tristeza de Matías Pellegrini, por eso la gente aplaude y marca el ritmo. 

“Estudió” ya no tiene un patrón específico, lo dicta el corazón de los hinchas que no paran de sacarse fotos. Es instintivo y caprichoso, pero la forma más pura que tienen de demostrar afecto. Las horas de espera son lentas, incluso para los que ya saben todo lo que van a vivir porque fueron el día anterior. Para no dejarlos sin nada, Rulo se va con Verón a recorrer las inmediaciones. Los vestuarios tienen Jacuzzi y un escudo de Estudiantes hace de luz. El logo está dibujado hasta en los enchufes y los dispensers de jabón.

Verón se apura porque hay que salir y cumplir con el cronograma. Además, los 30.018 espacios disponibles están casi todos ocupados. El sol ya casi no molesta, entonces arranca la cuenta regresiva para comenzar el carnaval. Se escuchan risas porque en vez de empezar por 10, empezaron por 7. Ya suenan los tambores al ritmo que marca La Bomba de Tiempo, el telón para que comience a reproducirse en las pantallas un video cuya voz en off se disfrazó de Mariano Mangano, dirigente Pincha que eligió cuándo irse de este mundo porque pensó que las cuentas para el predio del que gozan hoy en City Bell, no daban.

Estudiantes sabía que en ese momento los estaba vigilando desde el cielo y con una sonrisa. Cómo no reírse si Los Simuladores son protagonistas de la fiesta y pasan a explicar el mayor operativo de su historia. Se tuvieron que enfrentar hasta con la Municipalidad, que se llevó los chiflidos correspondientes por parte del público. Diego Peretti, vestido de Ravenna, mira al cielo y ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! Los fuegos artificiales salpican la noche y se reflejan en uno de los edificios aledaños a la cancha, una ubicación VIP. En una de las ventanas de la construcción, un Pincha colgó su colección de camisetas y se subió a la azotea para exhibir una bengala que larga humo escarlata.

La música sacó del trance a los hinchas que miraban al loco del edificio. Una cumbia sabrosa los pone a menear y cantar bajo la intensa luz de los focos que se prenden y se apagan. Y entre tanta locura, un grupo se sube al escenario para gritar que ellos son Los Auténticos Decadentes. El público explota y desde las esquinas salen los integrantes de hockey del club vestidos con los colores del corazón de los que están ahí y agitando banderas. Una le llega a Verón, que se pone a cantar a los saltos, lo que provocó la euforia de la afición que lo vio por la pantalla.

Silencio. Las luces se apagaron. El micrófono lo comparten Viviana Vila y Osvaldo Príncipi, que largan algunas palabras y se lo pasan al presidente. Más silencio, se viene a quien todos quieren escuchar. El pelado abre la boca y desde 55 se escucha: “Te amo, Bruja”. UNO sonríe, Verón habla y agradece al pueblo Pincha, que hizo posible el sueño. También se acuerda de los que ya no están y los que no pudieron asistir. Pero, como demostró que le gusta concretar imposibilidades, logró que Carlos Salvador Bilardo esté presente. A su orden, un grupo de organizadores corre el manto que cubre algo que no se sabe qué es. La tela todavía está en el aire, pero los hinchas explotan. Una estatua del Narigón dando una indicación con traje hace su aparición. Ahora sí, se puede cortar la cinta inaugural. De a varios, entre ellos el arquitecto de UNO, Miguel Menno, y Bettina Stagñares, exjugadora y exentrenadora de las Pincharratas, que disfrutará de ver a alguna de sus dirigidas gambetear, en instantes, sobre ese mismo césped.

La noche se hace más noche, pero la cancha está llena de luz. Ahora la ansiedad pasa por otro lado, los espectadores quieren que arranque el partido. Viviana Vila y Osvaldo Príncipi presentan a los dos equipos: Don Osvaldo, dirigido por Alejandro Sabella, y El Equipo del Narigón, cuyo entrenador es Carlos Pachamé. Era verdad, la historia de Estudiantes está ahí. Entran los árbitros y el público chifla. Aparece el Bambino Pons para relatar el partido y el público enloquece.

El sábado, el partido salió 7-7. Ahora, está trabado y hay irregularidades. De pronto, El Equipo del Narigón, que está de Negro, cuenta con una superioridad numérica abrumante, ya no tiene suplentes, todos al campo. Pasa que tiene que remontar un 0-2, porque el equipo de los Verón los está dominando. Sí, los Verón. Deian, Juan Sebastián y Juan Ramón, que no quería ir al banco. Por eso, Alejandro Sabella se mete al campo y provoca el estallido de las tribunas. Quiere hacer un cambio y lo tiene que sacar al viejo de donde nunca deseó irse.

Nadie quiere irse. El partido terminó 2-2, pero el resultado, esta vez, no importa. Ahora miran al cielo ante un nuevo estallido de pirotecnia. Abren bien los ojos para absorber toda la información posible por las retinas y, como en el show de luces de hace un rato, se quedaron maravillados con la cámara que los grababa en vivo mientras el holograma de un león los acechaba en las pantallas. Y se asustaron, porque pensaron que iba a saltar al césped. Pero perdieron el miedo rápido, porque aquella ilusión óptica era fácil de romper. Entonces, UNO tiembla y La Plata se estremece. Pero los hinchas de Estudiantes no temen, porque ya se dieron cuenta de que ellos son el rugido del León.

Contigo en la distancia

Por Federico Bajo, Fernando Bajo, Valentín Gogorza, Ignacio Gutierrez, Martín Mulhall, Daniel Melluso, Fabrizio Ramos y Mauro Vito.

A pesar de estar ubicados en distintos continentes, Argentina y Alemania se han enfrentado en varias oportunidades. En Copas del Mundo lo hicieron en ocho ocasiones –una de ellas fue ante Alemania Democrática cuando aquel país estaba dividido-, lo cual ha generado el nacimiento de una rivalidad futbolística que se convirtió en el partido más disputado en la historia de los mundiales. Además, tras los cruces definitorios en México 1986, Italia 1990 y Brasil 2014, el enfrentamiento entre ambas selecciones se transformó en la final más repetida de la competencia.

Pero como suele decirse, el amor no entiende de distancias y el fútbol no se queda ajeno. La pasión que genera este deporte es tal que va más allá de la razón, de las rivalidades y los colores de su país, lo que permite la existencia de historias que en otros ámbitos no se podrían desarrollar.

De Buenos Aires a Dortmund

Federico Chabin tiene 27 años y es presidente de la peña del Borussia Dortmund en Argentina. Se recibió de periodista y es hincha del club alemán desde 1997 cuando el conjunto de camiseta amarilla y negra se consagró campeón de la Champions League.

Si bien el club los reconoció formalmente este año, el grupo de simpatizantes viene operando como tal desde febrero de 2014. De hecho, la propia institución declaró dicha fecha como la de su fundación.

Y en esta cuestión de ser oficial o no, Federico explica que en el listado de socios que tiene el club son diez los integrantes de la peña porque ese era el requisito mínimo para el reconocimiento. “Queríamos agilizar el trámite. Puntualmente, para el Borussia somos esa cantidad, pero existe un centenar de personas en espera y me llegan consultas todos los días para asociarse”, enfatiza Chabin.

El pasado 13 de octubre, en el Planetario Galileo Galilei de Buenos Aires, donde el 20 de junio de 1867 se jugó el primer partido de fútbol en el país, treinta hinchas se juntaron para celebrar la segunda #JuntadaDortmund. La reunión estaba pactada para el sábado 12, pero por cuestiones meteorológicas se pospuso para el día siguiente. La lluvia que afectó a la Capital no permitió que finalmente Lucas Barrios, actual delantero de Huracán y con pasado en la institución alemana, se acercara a pasar un rato con los simpatizantes, razón por la cual envió un video a través de las redes sociales.

La primera concentración, en diciembre del año pasado, fue todo un éxito. Concurrieron más de cincuenta personas y no solo de Buenos Aires, sino también de Córdoba, San Luis y hasta de Uruguay. Hubo partidos de fútbol, sorteos de remeras, tazas y gorras, pero el premio mayor fue una camiseta firmada por el delantero alemán Marco Reus.

El clima que se vive en las tribunas del Westfalenstadion cuando el Borussia Dortmund juega de local, es una de las razones que destacan a nivel mundial al club campeón de la Champions League en 1997; sin embargo, para Chabin no es la única. “Más allá de los éxitos futbolísticos, lo que termina por enamorarte de la institución es su gente, su ideología, su compromiso social, y más allá de los buenos o malos resultados, uno sabe que pertenece a un lugar distinto”, concluye.

Atracción sin fronteras por el fútbol argentino

En el oeste de Alemania, a 11.558 kilómetros de distancia de Buenos Aires, entre Dortmund y Osnabrück, se encuentra una ciudad de trescientos mil habitantes llamada Münster. Allí vive Ronny Schulz, un alemán de 38 años, quien se considera fanático del fútbol argentino.

Desde 2007, cuando Ronny visitó Argentina por primera vez con tres amigos, intenta viajar cada dos años  para poder ver la mayor cantidad de partidos. “Luego del primer encuentro que viví dentro de un estadio, supe que Argentina era diferente. El ambiente es increíble y todos los campos tienen su historia”, afirma el dueño del blog Fußball in Südamerika, donde sube las fotos de todos los estadios a los que concurre.

Su última visita fue en septiembre del año pasado y, en la actualidad, se encuentra ahorrando para realizar su octavo viaje al país en 2020. Desde Alemania se le hace imposible seguir el torneo argentino por la diferencia horaria. Además, ningún canal de televisión emite fútbol sudamericano y las transmisiones por internet se bloquean por cuestiones legales de región.

Según Schulz, hasta la fecha presenció más de 150 partidos y de todas las divisiones del fútbol argentino. “No hay otro país en el mundo donde puedas, todos los días de la semana, estar dentro de un estadio y presenciar un choque”, remarca.

Fanático del Preussen Münster, que se desempeña actualmente en la tercera división de Alemania, se lamenta por la situación actual que sucede en la Argentina con respecto a la prohibición que existe sobre el público visitante, porque era una de las razones que hacía singular a los estadios argentinos sobre las canchas que visitó en los más de setenta países en los que estuvo.

Desde el día que nació, el camino de Ronny estaba predestinado a cruzarse con el fútbol. Sus padres lo llamaron así por el arquero sueco Ronnie Hellström, considerado uno de los mejores en su posición durante la década del 70.

Y aunque parezca una historia extraída de un cuento, San Lorenzo de Almagro y Huracán Las Heras son sus equipos argentinos favoritos. Pudo ver al Ciclón más de una docena de veces, tanto de local como de visitante, mientras que asistió solo una vez a un encuentro del equipo mendocino, fue en 2012 ante San Martín de la misma provincia. Aquel encuentro fue suficiente para quedar totalmente enamorado del Globo.

Los pasos del León

Por Juan Ignacio Ballarino e Iván Lorenz

Es viernes 8 de noviembre, pasaron las siete de la tarde y el estadio Ciudad de La Plata está casi colmado. Para este partido, decidieron habilitar la popular Norte, esa que solía ser para los visitantes. Van 22 minutos desde que sonó el silbato inicial, Estudiantes le gana 1-0 a Talleres con gol de Manuel Castro a 90 segundos del arranque, pero los presentes tienen la cabeza en otro lado. La cortina musical la elige la hinchada: “Señores, vamos a volver a UNO…”.

Acaba de terminar el primer tiempo, pero el cántico continúa. Mientras un nene intenta sin éxito pronunciar “Pincharrata” y agita una bandera, los equipos vuelven al campo de juego. Se posicionan y arranca la segunda parte. Sólo quedan 45 minutos más la adición para comenzar la fiesta. En realidad, hace una semana que La Plata está de jolgorio: la Avenida 1, entre 55 y 57, se llenó de bocinazos y transeúntes que documentan lo que ven, y las cuadras previas están llenas de pinturas albirrojas y sietes bien dibujados.

El pueblo Pincha quiere que termine el partido. No sólo por la imperiosa necesidad de los tres puntos y el gran juego que despliega Talleres, sino motivados por una pasión visceral. Están deseosos de empezar la cruzada hacia Tierra de Campeones. 

Se acerca el cierre y el coro del Ciudad de La Plata canta: “El sueño se hace realidad…”. Fernando Espinoza señala el medio y hace sonar el silbato. Estudiantes ganó. La hinchada festeja. Los jugadores se acercan a la cabecera Sur para celebrar con ellos. Dan una última vuelta por el césped y cantan con su gente: “La cancha que me llevó mi viejo, la historia de Estudiantes está acá…”. 

La voz del estadio tiene otros planes, invita a los hinchas a llevar la historia a 25 y 32. Allí arranca la travesía. Una marea albirroja pinta el oscuro cielo con sus colores. Banderas, camisetas, fuegos artificiales, bombos, trompetas, sonrisas, lágrimas, humo de parrilla, frío de cerveza, un camión, bengalas y personas de todas las edades conforman el paisaje. La masividad entona: “Porque vamos a volver, donde yo te conocí…”. Pero la vuelta no arranca y la ansiedad se huele, se siente, se degusta.

Es imposible contar cuántas personas hay. Un humo rojo indica el inicio de lo que esperaron por 14 años, 2 meses y 10 días. El León ruge y empieza a encarar por 32. Los hinchas se desesperan, rompen la caravana para adelantarse por los costados y acompañar al camión que no para de hacer ruido. La pasión los lleva y hace que no piensen en los casi seis kilómetros que tienen por delante.

Los cantitos no paran y de lo único que hablan los hinchas es de Estudiantes. El tiempo metamorfosea y se convierte en anécdotas que los hacen viajar. Lágrimas por aquí. Bebés inexplicablemente dormidos, en brazos o en carritos. Camisetas del Pincha de todas las épocas. Bengalas rojas y blancas que marcan el rumbo y horizonte. Dos colores además de los que pintan la camiseta del León son aceptados: amarillo y negro. Peñarol también se hace presente. El carbonero no es ajeno a la historia grande del club.

Hay una bandera -que se impone con su tamaño- dedicada a Juan Sebastián Verón, presidente del club y artífice de la concreción del sueño de los albirrojos. Otra lleva un bidón con tres “x”, porque si hay algo que le gusta a Estudiantes es pregonar su mística. Lenny, el personaje de Los Simpsons, también está, con la casaca puesta y convertido en trapo. Está jugando una carrera o intentando meter un gol, porque gambetea obstáculos para acercarse al principio de la peregrinación. 

Bum. Algo resuena y el humo rojo vuelve a aparecer. Hay que doblar. Está todo planeado. La caravana encara para la calle 7. Obvio, cómo olvidarse del rival de toda la vida. Incluso le dedican canciones. Se ríen, se transportan a la goleada histórica con una risa tan juguetona e infantil como la amarilla que se comió Pablo Lugüercio aquel 15 de octubre de 2006 por festejar el sexto sacándose la camiseta.

Las personas salen a los balcones de los edificios para cantar un rato mientras blanden sus banderas. Sus trapos y camisetas cuelgan de las barandas, adornando edificios a lo largo de la calle. No caminan junto con la gente, quizás por algún impedimento físico, quizás por otro motivo. Da igual cuál sea la razón, pero ningún Pincharrata quiere perderse la fiesta. Los conductores se quejan porque no pueden avanzar con el auto, pero los semáforos no les importan a la masa Pincha. Le acercan un gorro al chofer de la línea 7. Se lo pone. Le ofrecen cerveza. La rechaza con risa cómplice, está trabajando y al volante. La fiesta la hacen todos. Lo único que le interesa a la marea albirroja es que acompañen la fiesta y entonen con ellos: “Donde juré que por vos iba a morir…”. Los sentimientos los desbordan, van a explotar. La distancia pesa, pero la pasión empuja. No duelen las piernas, arde el corazón. Almas borrachas bailan con ojos cerrados, no le buscan explicación alguna, sienten. ¿Para qué abrirlos? Todo es rojo y blanco.

Se miran entre ellos. Uno corre desesperado por encontrar a su compañera de vida. Está tan nublado por la pasión y la cerveza que no se da cuenta de que la tiene al lado. Se ríen. Miran hacia los balcones, les cantan. Es recíproco. “¿Cuánto falta?”, se preguntan con los ojos. Ya casi. Antes, un parate. Nadie sabe bien por qué: “¿Ese de arriba del edificio es tripero y nos gritó?” ¿Acaso tienen razón? ¿O la ansiedad hace que imaginen presentes en la vigilia a sus vecinos?

Paran en la esquina. El camión ya nadie sabe en dónde está. Debe haber llegado a destino. Entonces, Matías Pellegrini, jugador profesional nacido en las inferiores Pincharrata, ya debería estar allí. Lo que no es una suposición es que le dio al bombo y a la trompeta a más no poder durante todo el trayecto subido al colectivo descapotado.

El cielo apagado se enciende con los fuegos artificiales que los organizadores reparten a quien se cruza en su camino. Suenan como flechas que cortan el viento y luego revientan con un estruendo. Colocan humo en las calles y arman una ronda. Piden un minuto de silencio y empieza el pogo. Saltan de acá para allá a los gritos. Esta noche no duerme nadie. La ciudad de las diagonales está viva.

“Bueno, loco, basta, ¡quiero ver la cancha!”, se queja un hincha con un tubo de vino en mano y expulsa al viento lo que siente la mayoría, esa que dobló a la izquierda y se dirige a la plazoleta caminando a paso fuerte. Pero con cuidado, porque se recuerdan en el mítico estadio y tienen miedo de caer. ¿Los sueños se realizan? Probablemente no todos, pero sí este, que comenzó con la demolición del viejo estadio por la rotura de uno de los escalones de la grada. Siempre estará presente aquella escalera que conformaba ambas tribunas, y así lo recuerda el público presente: “De madera, de tablón, donde jugó el Narigón…”. Confirmaron que Carlos Bilardo no estará en la inauguración y no sólo basta con recordarlo con una estrofa, sino que uno decidió vestirse como él: bata de médico, estetoscopio y una enorme nariz de plástico. 

Ya se ve la plazoleta. Es navidad y Papá Noel no faltó. Los más chiquitos se sacan fotos con el personaje mágico. Como si fuera poco, también dice presente una suerte de jeque árabe. Pero hincha del Pincha a fin de cuentas. Ni él ni el domador de renos tienen regalos para ofrecer. Basta con mirar. Aunque, por ahora, los ojos se enfocan en el escenario y lo escanean todo. El olor a choripán hace retorcer de hambre las tripas. La plazoleta ahora es de Estudiantes, no se ve ni el piso. Mientras los fuegos artificiales explotan, Estelares canta en vivo arriba de un escenario: “Hoy es un día perfecto”. La que saben todos y en la que todos coinciden. A la banda la presentó nada más y nada menos que el presidente, con una frase que repitió hasta el hartazgo: “Esto no es un punto de llegada, sino de partida”.

Un grupito pícaro se trajo una heladerita. Se dan cuenta de que un hincha que estaba ahí la mira y le regalan una birrita con la excusa de que “esto es familia”. Agradecido, observa y baila. No todos se menean, simplemente miran sin poder moverse. Otros no pueden hacer movimientos porque escalaron un árbol para observar mejor. Y hay otro más loco que cualquier otro, pero cuya demencia es la envidia de la multitud, porque le sacan la foto que todos quieren. Está subido al cartel que indica que la calle es 1, con una bandera pincharrata en mano.

Terminado el espacio para las bandas, el escenario lo ocupa una torta con forma de león. Un organizador la corta y la regala a los pocos que se quedaron ahí. La multitud se fue esparciendo, pero la mayoría se fue por Avenida 1. Al caminar por ahí, se ve que la cancha está rodeada de gente que baila feliz y borracha, cantando a los gritos la canción de turno. La música se para repentinamente y les parece la mejor forma de entonar el tema de la noche: “… Donde tantas veces yo lloré por vos”. Y lagrimean de alegría, por el momento y porque son conscientes de que esas frases no van a sonar nunca más.

Maradona y Deportivo Laferrere, un vínculo inquebrantable

Por Juan Pablo Santillán – @JuanPablo_lz

En Argentina, Diego Armando Maradona vistió las camisetas de Argentinos Juniors, Boca y Newell’s Old Boys de Rosario. La lista se extiende si se habla de equipos que contaron con el Diez en al menos un partido, aunque sea de manera no oficial, a modo benéfico.

El Deportivo Laferrere es un club que se desempeña en la Primera C y que nunca pudo darse alguno de estos lujos. Aun así, tiene varias formas de sentir al mejor futbolista de todos los tiempos como parte de su historia.

 

La sorpresa

– Me parece que hoy vas a tener una sorpresa. No muchos van a tener esta suerte…

– ¡Dale, decime qué es!

Este diálogo se dio rumbo a un entrenamiento, en octubre de 1994. Los protagonistas fueron Sergio Goycochea y Luis Pozzuto. La sorpresa era nada más ni nada menos que Diego Maradona asumiría como entrenador de Mandiyú de Corrientes. “Sabíamos que no teníamos técnico, pero era inimaginable. Cuando empezamos a llegar al club había movimientos raros, hasta que él (Goycochea) me dice: ‘Va a venir Diego a dirigir Mandiyú’. Fue una sorpresa enorme”, recuerda el volante surgido en el Deportivo Laferrere.

Luego de haber dado doping positivo en el Mundial de Estados Unidos 1994, Maradona fue suspendido durante 15 meses. Allí apareció la posibilidad para que el Diez, de 34 años en aquel entonces, se convirtiera en el entrenador del equipo correntino, que estaba en la Primera División del Fútbol Argentino y necesitaba sumar puntos para no perder la categoría.

“Se nos acabó la tranquilidad. Al otro día, en el entrenamiento, era un mundo de gente: llegué tarde porque no podía entrar. Entrenábamos en una fábrica de textil donde no había nadie, en el medio de la nada, y a partir de la llegada del Diego, parecíamos el Barcelona. Era una cosa impresionante: la ropa nueva, la gente. Él fue al hotel y no se podía pasar. Todo lo que significa Diego hoy, potenciado en esa época”, rememora Pozzuto desde Malasia, donde vive actualmente.

Durante la corta travesía de Maradona en Corrientes, en el equipo se encontraban otros dos exjugadores surgidos del Deportivo Laferrere, además de Pozzuto: José Luis Díaz y Gabriel Medrano, quien no olvida “lo increíble que fue vivir aquella experiencia, el haberlo tenido en los picaditos o en el fútbol tenis”. Además, recuerda las charlas que presenció sobre todo lo que Diego vivía en aquel momento y lo que representaba como jugador, porque aún lo seguía siendo. “Luego de los asados que se hacían, él se paraba y preguntaba: ‘¿Quién quiere una naranja?’, y se ponía a hacer jueguitos y te la dejaba en la mano”, cuenta Medrano.

Diego Maradona en su etapa como entrenador de Mandiyú de Corrientes.

En el fútbol argentino abundan los problemas de pagos. Mandiyú, a pesar de tener al Diez y a Goycochea, no fue la excepción. Tuvimos que viajar para Buenos Aires a jugar y antes nos habían prometido una plata que no venía y ya había malestar. Los más referentes -el Goyco, (Rubén) Bernuncio y (Guido) Alvarenga, entre otros,- le comentaron a Diego lo que pasaba. Estábamos esperando en el aeropuerto del Chaco y el Diego dijo: ‘Bueno, listo, no viajamos. Pará que lo llamo al presidente (Roberto Cruz) y que venga a traer la plata. Si no, no viajamos’, revela Medrano. El vuelo esperaba a que el entrenador subiera con el plantel. A la media hora llegó Cruz con la plata. Pagó y viajaron.

Es sabida la manera en que Maradona defiende a los futbolistas por sobre los dirigentes. El 28 de septiembre de 1995 fundó, junto con otros destacados jugadores como el francés Éric Cantona, una organización para reivindicar sus derechos, llamada Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales, de la que fue presidente. En octubre del año anterior había protegido a sus primeros dirigidos. “Son las cosas que puede generar y realizar el Diego para los jugadores: es el único capaz de parar un vuelo para que les traigan la plata a los jugadores y puedan viajar”, dice Medrano, y añade: “Defiende al jugador a muerte, con sus principios y sus valores del fútbol”.

***

En la temporada 93/94, Roberto Cruz inició un proyecto en el Deportivo Laferrere para que el club luchara por llegar a la Primera División. Junto con algunos empresarios, contrataron a jugadores como Marcelo Trobbiani, Luis Malvarez y Mario Videla, entre otros. Cruz no continuó y al año siguiente se convirtió en presidente de Mandiyú de Corrientes. El dirigente consiguió que el plantel de Maradona entrenara, mientras aguardaba por un partido en Buenos Aires, en el estadio Ciudad de Laferrere.

Por otra parte, Diego, nuevamente como jugador de Boca, enfrentó al Verde en un entrenamiento desarrollado en la Villa Deportiva Mercantil de Ezeiza: fue empate 0 a 0 en la tarde del 30 de octubre de 1996, el día de su cumpleaños 36.

En el club de Salvigny y Rodney, el apellido Maradona también figuró de la mano de su hermano, Raúl. Lalo estuvo en la temporada 92/93 y no anotó goles. Más tarde, como ayudante de Diego en Mandiyú, se reencontró con sus ex compañeros Luis Pozzuto, Gabriel Medrano y José Luis Díaz. “Tengo los mejores recuerdos, compartí muy lindas experiencias en un año con mucha gente que después tuvimos en Mandiyú con mi hermano. La gente siempre me respetó, después mi hermano volvió como coordinador. Cada vez que voy me reciben con los brazos abiertos”, expresa el hermano menor del Diez.

En rigor, Maradona “acercó” al club como dupla técnica a Miguel Lemme y a Adrián Domenech, sus excompañeros en Argentinos Juniors. Fue en el Nacional B 1994-1995, aunque duraron pocos partidos y se fueron por malos resultados. En aquel campeonato, Laferrere descendió por primera vez.

 

***

 

Una visita especial

“Uno de los que coordinaba el fútbol femenino (Javier Ramos) me comentó la posibilidad de que él viniera”. Lucas Scarnato, actual delantero del Deportivo Laferrere, fue entrenador del equipo femenino de Luján en 2015, y una tarde de junio, existió la posibilidad de que Diego Maradona fuera a presenciar uno de sus partidos.

Rocío Oliva, pareja del Diez, estaba fichada para jugar en el Lujanero. Ramos le preguntó al director técnico si la manager del fútbol femenino de Gimnasia y Esgrima La Plata podía ir a entrenar una vez y ser tenida en cuenta para el partido de ese fin de semana. “Me pareció buena y macanuda la idea de que vinieran los dos para que las chicas puedieran disfrutar de una jornada de fútbol al lado del Diego. No dudé, lo hablé con las chicas, me dieron el ok. No tenían drama, aunque una de ellas se iba a quedar afuera de las 18 convocadas”, recuerda Scarnato.

Se la citó y el domingo 14 llegó acompañada por su pareja. El Nueve, devenido en entrenador, y el Diez, fueron presentados, salieron del vestuario (también su custodio) y dejaron que las jugadoras se cambiaran.

Maradona ayudó a hacer la entrada en calor mientras las alentaba y las arengaba. Scarnato se puso en una hilera y les pasaba la pelota. Diego repitió el ejercicio y, obviamente, todas las jugadoras querían ir a ese sector.

Una vez que terminaron, volvieron al vestuario. Scarnato suele leer un cuento o dejar alguna moraleja en la previa a los partidos como una manera alternativa o complementaría a las clásicas charlas motivacionales. Lo empezó haciendo con ellas, en el fútbol femenino. Maradona estuvo atento al relato.

Maradona estuvo en el vestuario celebrando la victoria del Lujanero, equipo en el que estaba su pareja, Rocío Oliva.

“Salimos al partido. Diego elogiaba a algunas de las chicas, porque jugaban muy bien, y alentaba a otras. En el momento en que entró Rocío tiró algún que otro chiste y le daba indicaciones. La cargaba porque dos o tres veces se tuvo que parar para atarse los cordones, y le decía: ‘¡Dale, Rocío! ¿No te sabés atar los cordones?’. Después quedó varias veces en off side y le tiraba chistes. ‘¡Tenés que volver corriendo!’, le decía, y todos nos reíamos”, detalla el delantero.

En el entretiempo, el entrenador dio un par de indicaciones, algunas correcciones y Maradona consintió y aportó: “Tiene razón el profe, fíjense por ahí, por este lado. Traten de jugar”, mientras que a las habilidosas las incitó a disfrutar, a tirar caños y sombreros. Luján terminaría ganándole 3-0 a Defensores del Chaco.

El 26 de junio de 2016 la pareja regresó en el empate por 1-1 ante Villa San Carlos. El ritual fue similar, pero con una salvedad a raíz de la presencia confirmada de ante mano del Diez. “Como sabía que iba a venir, al cuento que leí lo escribí yo. Comparé algunas situaciones del fútbol que había vivido él con la vida real, elogiándolo, poniendo los valores de soñar, de creer que todo se puede, de ir por más, de proponerse objetivos altos, como él, que nadie esperaba que saltase más alto que el arquero inglés e hiciera el gol con la mano”, cuenta el goleador del Deportivo Laferrere.

De los dos encuentros que tuvo Scarnato con su ídolo, una de las anécdotas más preciadas se dio durante uno de los partidos, luego de una felicitación de Maradona por una jugada preparada que salió casi a la perfección, de no ser porque terminó con un tiro estrellado en el palo: “Se paró del banco y me dijo: ‘Profe, mirá que vi fútbol, eh, y lo he visto al Barcelona, pero ni el Barcelona hace esa jugada preparada que hiciste vos’”.

 

***

 

Maradona-Caniggia, Dos Santos-Pérez

Eduardo Dos Santos es sinónimo de alegría: el delantero fue quien impulsó el uso de máscaras en el plantel de Sacachispas en las entradas al campo de juego con la idea de querer “demostrar la buena onda que había en el grupo” y cómo se “divertían sanamente”.

Sus locuras no han sido menos en su paso fugaz por el Deportivo Laferrere. El 24 de octubre de 2018 abrió el marcador en el empate 1-1 ante Armenio por la fecha 12 del campeonato de la Primera C. “Estábamos por sacar del medio y el Dudy (Raúl) Pérez me dice: ‘Hoy vas a hacer un gol’, y yo, con la alegría que provoca meter un gol, le contesto: ‘Si meto un gol, te como la boca’”, recuerda Dos Santos de los minutos anteriores a su conquista.

Veintitrés años atrás, el 14 de julio 1996, Boca le ganó 4-1 a River con tres goles de Claudio Paul Caniggia. En la previa al Superclásico, Diego Maradona había anticipado que, si el Pájaro metía un gol, le iba a dar un “piquito”. Como es sabido, cumplió.

“Se da que el Dudy, precisamente, me da el pase y hago el gol, pocos minutos después de haberlo conversado. Entonces, de la alegría, le agarré la jeta y le comí la boca a lo Maradona-Caniggia”, rememora el goleador que, una tarde de primavera, homenajeó al Diego y al Cani con una nueva locura para el delirio de todo el estadio Ciudad de Laferrere.

 

***

 

Vivir en un sueño

“Soy medio vergonzoso, tímido. Hay muchas cosas que me guardo para mí. A veces no me doy cuenta del lugar que ocupo”. Así se presenta Gastón Romero, entrenador de arqueros del cuerpo técnico de Diego Maradona.

Pato nació y se crió al frente del estadio del Deportivo Laferrere. Surgió de las divisiones inferiores del Villero y debutó en el 2000. Luego de retirarse, comenzó a trabajar como preparador de arqueros en Deportivo Riestra, donde conoció a Maradona. 

En 2013, el Diez se convirtió en “asesor espiritual” del Blanquinegro por medio de su relación con Victor Stinfale, abogado y gerenciador del equipo.

“Yo empecé a trabajar con él a partir del vínculo con la empresa. Cuando a Diego le salió la oportunidad de entrenar en Emiratos Árabes, no tenía un cuerpo técnico armado porque hacía rato que no dirigía. De Riestra le ofrecieron si quería al editor de video (Bruno Maffoni) y a mí, que era entrenador de arqueros. Tenía buenas referencias de nosotros”, cuenta Pato sobre el inicio de su relación con Maradona.

Compartieron plantel en Al-Fujairah hasta que el Diez renunció en 2018. Luego estuvieron en Bielorrusia, donde Diego es actualmente Presidente Honorario del Dinamo Brest, y lo acompañó en Dorados de Sinaloa, su último club antes de arribar a Gimnasia y Esgrima La Plata.

Gastón Romero, el entrenador de arqueros de Maradona, supone que recién en unos años va a dimensionar lo que es estar al lado del diez.

Cuando se terminó el vínculo con el club mexicano, Maradona se operó de su rodilla derecha. “Diego iba a parar un tiempo, posiblemente era hasta diciembre. Yo me reincorporé a los trabajos en Riestra. Una vez que le salió lo de Gimnasia, tuvimos la propuesta de volver a trabajar con él y no dudamos”, dice Romero, quien hasta el día de hoy le cuesta creer la realidad que está viviendo.

“Diego es una persona súper humilde, accesible. Nos deja trabajar con libertad. Encontrarlo sentado en el suelo comiendo un sándwich de vacío, como una persona totalmente común y corriente, provoca preguntarse, ¿es Diego el que está sentado ahí, en el piso, comiéndose un sándwich? Eso es lo que tiene de lindo, que es muy terrenal. No tiene ese glamour que otros jugadores pueden llegar a tener”, expresa Pato de su convivencia con su ídolo.

Desde que comenzó su etapa en el Lobo platense, el nacido en Gregorio de Laferrere observa que el plantel tuvo un cambio emocional. Les costaba ganar y, con el Diez en el banco, consiguieron su primer triunfo en el Superliga: victoria 4-2 ante Godoy Cruz, en Mendoza, por la fecha 9. “Es efusivo. Ama e idolatra al jugador de fútbol, lo defiende a muerte. Se pone de igual a igual. Cuando hay etapas de felicidad, lo vive como uno más y eso es lo que hace que el jugador se identifique tanto con él y se genere ese vínculo tan afectivo. En cada gol lo vienen a buscar a él. El baile, el abrazo. Cuando el resultado es positivo, se muestra auténtico como lo que es”, define el entrenador de arqueros, quien supone que en un par de años recién se va a dar cuenta de todo lo que fue y es partícipe.

 

***

 

Gustavo Díaz es integrante del museo del Deportivo Laferrere, un emprendimiento que se inició hace dos años, con la idea de reconstruir la historia del club a través de la indumentaria que vistió el Villero desde su fundación el 9 de julio de 1956 y ya consiguieron casi 300 camisetas, entre otros objetos.

Dentro de la colección, hay una reliquia que fue utilizada el 15 de octubre de 1994, en la derrota 0-3 ante Almirante Brown, su eterno rival, por el Nacional B. La particularidad de este partido tiene que ver con la presencia de Diego Maradona en el estadio Ciudad de Laferrere. El motivo de su visita fue para acompañar a sus amigos Miguel Lemme y Adrián Domenech, la dupla técnica del Verde. El Diez miró el encuentro desde arriba de una especie de palco vip que se le improvisó sobre unos vestuarios a los que accedió por una escalera de albañil. Fue la primera y única vez que asistió a un partido oficial del equipo.

Maradona en el único partido oficial de Deportivo Laferrere que presenció en la cancha.

A pesar de que hay material fotográfico -una de las imágenes tiene a Maradona posando con unos lentes oscuros junto a José Luis “Garrafa” Sánchez, ídolo del club de La Matanza-, Díaz se contactó con Gastón Romero, exjugador del club y actual entrenador de arqueros de Gimnasia y Esgrima La Plata, para pedirle que el Diez firmara la camiseta que vistió Lafe aquella tarde para poder atesorarla como otro registro de su visita.

El jueves 17 de octubre llovió muchísimo durante toda la mañana en Buenos Aires. Díaz manejó hasta Estancia Chica, donde entrena el Lobo, y esperó durante casi dos horas en su auto para ver si podía acceder a la intimidad del plantel. Luego, fue presentado por Romero como parte de la Comisión directiva (es secretario de actas) e integrante del museo, y esperó en el hall de la recepción. “A los diez minutos llegó Diego, acompañado por la gente que siempre lo rodea. Fue muy sorpresivo porque yo estaba sentado, y como la puerta se abría para mi lado, fui la primera persona a la que saludó con un “buen día”, y se metió en la sala de vídeos”, detalla de su primer encuentro.

Como aún llovía, se preparó todo para iniciar el entrenamiento en la cancha de césped sintético. A Diego lo fueron a buscar en un carrito de golf para que no caminara tanto. Había mucho barro y se podía resbalar. Díaz estaba tomando un café cuando el director técnico de Gimnasia se puso a su lado.

– ¿No paró de llover? – preguntó Diego.

– No, la verdad que no, Diego. Se llovió todo. Ahora parece que quiere parar un poquito, quiere despejarse – respondió Díaz

– Sí, igual vamos a hacer fútbol ahí, en la de sintético.

Maradona se dio vuelta y se metió otra vez en la sala de video, agarró su celular, se lo dio a la persona que lo acompaña permanentemente, se subió al carrito de golf y se fue a la cancha que se encontraba a unos 50 metros. El historiador se acercó y vio todo el entrenamiento debajo de la lluvia porque no había llevado paraguas. No le importó. Al finalizar, volvió al lugar de su primer cara a cara con el Astro y esperó a que se terminara de bañar.

“Vení, Gusta”, llamó Romero. Gusta acató la orden y cruzó una puerta de vidrio. Diego, a su vez, salió de la habitación del cuerpo técnico y estrechó con ambas manos la derecha de Díaz: “Qué tal, mucho gusto’, se presentó.

“Le expliqué que hacía 25 años él nos había visitado en el estadio y me dijo: ‘¡Uh, 25 años, ya!’. Le mostré una foto de ese día y lo reconoció a Garrafa Sánchez. ‘Sí, me acuerdo que la cancha estaba que explotaba’, me contestó. Le pregunté si lo podía molestar, si era tan gentil, de firmar la camiseta que Lafe uso ese día para poder exhibirla en la próxima muestra del museo, en noviembre. “Sí, sí, no hay problema, estirala”, dijo y la firmó. Le di unos ejemplares de la foto con Garrafa y también las firmó”, cuenta Díaz.

Foto de Maradona junto con José Luis “Garrafa” Sánchez, que se encuentra en el Museo Deportivo Laferrere.

Más tarde, a Maradona lo fueron a buscar porque los jugadores ya se habían terminado de bañar y lo estaban esperando: el entrenador les había prometido que si le ganaban a Godoy Cruz (4-2, de visitante), iba a sortear tres LCDs para el plantel. Le volvió a dar la mano, se despidió y sus ayudantes lo agarraron del brazo para ir a cumplir con su palabra.

Díaz intercambió pocas palabras con Romero y volvió a su vehículo, casi corriendo. “Cuando llegué al auto exploté y me puse a llorar porque había vivido un momento que pensé que no iba a vivir nunca. Hay gente que se muere sin poder cumplir sus sueños, y yo cumplí uno, que fue conocer a Diego”, concluye el historiador, que no sólo acababa de reconstruir una historia para el club de sus amores, sino que también para toda su vida.

 

***

 

Para todo el pueblo villero

El Movimiento 1956 es una agrupación formada por socios del Deportivo Laferrere en la que ayudan, de manera desinteresada, al club de sus amores. Los sorteos son una de las tantas acciones que se realizan para recaudar fondos.

En mayo de este año, con la ayuda de Gastón Romero, consiguieron que Diego Maradona firmara una camiseta del Villero y otra de Dorados de Sinaloa, su equipo en aquel entonces.

La del club mexicano fue la primera en ser rifada, el 27 de julio. Lo que se obtuvo sirvió para completar la construcción de una cancha auxiliar de césped sintético que se inauguró en octubre. El 30 de noviembre se sorteará la de Laferrere y lo que deje será destinado para obras en la sede.

El VAR: una polémica inagotable

Por Bruno Campanella y Diego Yudcovsky

Muchos cuestionan los argumentos que sostienen la existencia de una nueva invención, que si bien hace un tiempo tuvo su desembarco en el mundo del fútbol, pocos creen que es lo que necesita este deporte, que alguna vez un periodista llamado Dante Panzeri lo describió como “dinámica de lo impensado”. El mismo, tan vertiginoso y entretenido, se vería afectado bajo la realidad de una revisión constante de los fallos incorrectos, que, si no fuera por ellos, no existirían las conversaciones de café de los lunes.

Cada vez que se presenta a un nuevo estudiante en el salón de clases, los primeros susurros entre los ya acoplados se hacen sentir, sobre todo para aquel que pasa vergüenza en su primer día. Se lo juzga, lo miran por fuera, le quitan completamente su humanidad para observar el fenómeno que puede ocultarse detrás de las prendas compradas por alguno de sus padres.

La implementación del videoarbitraje (VAR) es el resultado de la búsqueda de optimizar la labor arbitral, minimizando los errores en los fallos y otorgando mayor legitimidad a las decisiones tomadas por los árbitros. Con la utilización de este sistema se redefine todo lo conocido hasta la actualidad en el fútbol, introduciendo un método de revisión de determinadas situaciones de juego que viene a traer mayor justicia y menor injerencia humana en el resultado de un encuentro.

En cualquier otro empleo una persona puede cometer una equivocación o tener un error en la tarea que desempeña y que el mismo no sea exhibido en reiteradas oportunidades en los medios de comunicación, pero con la globalización y era digital que estamos viviendo, el menor traspié cometido por un árbitro es juzgado y revisado de manera pormenorizada por propios y ajenos.

Este nuevo sistema viene a sumarle al futbol un concepto básico del derecho que es la doble instancia de revisión de los fallos. Sin perjuicio de ello, tiene claras diferencias con las características que dicho recurso posee en el ámbito legal, por cuanto en el fútbol es el mismo árbitro, apoyándose en los colaboradores que se encuentran visualizando y manejando el VAR, quien toma las decisiones, mientras que en el derecho es un tribunal distinto al que dictó la resolución recurrida el que decide sobre la cuestión, pudiendo revocar lo resuelto por el primero.

A su vez, una de las principales críticas o cuestionamientos al sistema, que lo diferencia de otros deportes como el tenis y que lo alejan del ámbito legal, es que los equipos no tienen la posibilidad de solicitarle al juez que recurra al VAR sino que, por el contrario, el jugador que lo hiciere es pasible de recibir una sanción. Por lo tanto, si el referí no considera que una situación de juego sea susceptible de ser revisada, o los árbitros asistentes de video no llaman al primero para indicarle que hay una jugada que amerita la utilización del sistema, no existe posibilidad alguna de reclamo por parte de los jugadores o cuerpos técnicos, por más que haya habido un error arbitral completamente evidente.

“Hoy quedó claro que ante la aparición de la tecnología prefiero que se siga equivocando el árbitro y no que se equivoquen siete. Es difícil cuando no sabes cómo va a funcionar”, declaró Marcelo Gallardo, el DT de River Plate diferenciándose de Sergio Ramos, zaguero del Real Madrid que dijo: “Se intenta ayudar al árbitro y creo que al final la tecnología será buena para el fútbol, como lo es por ejemplo el ‘Ojo de Halcón’ en el tenis. Si se puede salir de dudas al instante y evitar situaciones como la de España en el Mundial-2002 mejor”. Lo que habría que analizar es si el fútbol realmente es asimilable a un deporte como el tenis, en el cual puede haber mucha menos injerencia de decisiones arbitrales y la aplicación de las reglas es completamente objetiva, generándose una menor cantidad de situaciones dudosas o de apreciación subjetiva del referí.

No cabe dudar de la legalidad de este nuevo sistema de revisión implementado, pero lo que corresponde es preguntarnos si la utilización del mismo no desnaturaliza el juego tal como lo conocíamos hasta su puesta en marcha. Si la búsqueda de la perfección no convierte al fútbol en un deporte al cual no estamos acostumbrados a ver, si no pierde esa magia que nos enamoró, que nos atrajo desde que somos chicos y nos permite soñar con esa gambeta inventada, un penal a nuestro favor mal cobrado en el último minuto, o la picardía de nuestro nueve metiendo un gol con un piecito adelantado.

Como amantes de este deporte tenemos que cuestionarnos sobre la afectación personal que recargamos sobre él, la cual en muchos casos es causante de esta irritabilidad que no nos permite asumir que otra persona, tan común y humana como lo somos nosotros, pueda equivocarse mientras desarrolla su actividad, y a nosotros disfrutarlo sin ser jueces de la labor ajena.

Seguramente, en consonancia con los tiempos que vivimos, el VAR y la tecnología continúen ganando terreno en el futbol. Esto dependerá más bien de una decisión política y dirigencial que del gusto de los aficionados. El poder es el que elige en estos casos. El tiempo nos dirá si disminuir los errores en las resoluciones arbitrales favorece al fútbol o solo viene a convertirlo en un deporte alejado de aquel que tantas emociones inesperadas nos causó. 

La implementación del VAR en el fútbol es correcta siempre y cuando se utilice de la manera indicada y que no haya por detrás intereses que conlleven al árbitro a tomar decisiones erradas, o mejor dicho acertadas porque si previo al pitazo inicial al juez le pidieron que incline la balanza para algún lado y lo hace como se lo demandaron, la decisión es acertada en relación a ese pedido, pero ilegitimita en función de la verdad y transparencia que debe tener este sistema y el arbitraje.

En muchas ocasiones, en un encuentro se revisa cierta jugada en particular y al mismo momento en otro partido que se está disputando sucede lo mismo y el árbitro la pasa por alto. Por lo tanto, los jueces deberían estar capacitados para usarlo y tener claro cuando se utiliza porque debe ser regular y uniforme en todo el mundo, y no ir variando según la apreciación de cada uno, porque ahí radican las críticas y los problemas.

Hay algunas jugadas donde la revisión y la decisión tardan alrededor de 5 minutos, entonces hay que optimizar más su uso para agilizar el juego, porque si no se vuelve muy tedioso para los espectadores y los protagonistas.

En un mundo donde se busca la excelencia y lo que solo importan son los resultados y no cometer errores, es una gran ayuda para los jueces que también viven lo mismo, y cuando cometen un yerro y son puestos en el ojo de la tormenta, sienten que no cumplieron con lo que la sociedad denomina “estar en lo correcto”. 

Si está bien aplicado y el margen de error se achica es positivo tanto para los árbitros, jugadores, entrenadores y todas las personas que pertenezcan al mundo futbolístico. No debemos olvidar que estamos en un mundo donde los intereses están en todos los ámbitos, y que en muchas ocasiones, tal vez, los errores de los árbitros aunque usen el VAR no son por motivos propios, sino por presiones que vienen desde arriba. 

Ahora mismo parece que la situación se decanta en implementarlo en Argentina por el mero hecho de que ya está en funcionamiento en Europa y como quieren hacer parecer el torneo local a los de las ligas del exterior, ven como una obligación que empiece a implementarse en nuestro país. Pero no es lo más indicado, porque entonces va a empezar a formar una grieta y la sociedad cada vez estará más enfrentada.

 Opiniones

Los protagonistas del mundo futbolístico tienen distintas apreciaciones de la innovación tecnología en el fútbol. Las opiniones son variadas y contrapuestas tanto en entrenadores, jugadores, árbitros, dirigentes y periodistas.

Juan Román Riquelme, de los jugadores más exitosos que pasó por el futbol argentino y que nos deslumbró con esas gambetas inesperadas, dijo que con la innovación tecnológica el único perjudicado es el árbitro.

Uno de los mejores jugadores de River y de la Superliga, Enzo Pérez, se encuentra descontento con el VAR porque considera que usaron este método para dejarlos afuera de la Copa Libertadores 2017: “Inventaron el VAR”, exclamó. Sosteniendo esta postura, el jugador de Racing Marcelo Díaz se mostró en contra de este método: “Le quita la esencia al fútbol, se ve raro”, evaluó.

Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors que está en el ojo de la tormenta por las críticas a su gestión, expuso todo su desagrado con la ayuda al arbitraje echándole la culpa a este método de los malos resultados obtenidos en el “Xeneize”: “El VAR no ayuda a Boca y sí a otros equipos”, protestó.

El entrenador argentino que más se destaca en el exterior, Diego Simeone, se encuentra del lado de la grieta donde las personas apoyan a este sistema.Siempre es bueno que se den soluciones. Que haya soluciones en el futuro, es lo que nos interesa”, sostuvo. Mientras el director técnico de Portugal, Fernando Santos, está en desacuerdo totalmente porque dio a entender que en muchas ocasiones ayuda a un equipo en detrimento o perjuicio del otro.

Los periodistas también ingresaron a la discusión sobre el VAR y uno de los que expresó su opinión con mayor efusión fue el veterano Horacio Pagani: “Claramente no estoy de acuerdo con el VAR. Para mí en el fútbol primero está la emoción y después la justicia y no está pasando”, subrayó.