Por Iván Lezcano
Coincidieron por primera vez en la temporada 1994/95. Estudiantes, que se preparaba para la Primera B Nacional luego de lo que fue su descenso unos meses atrás, había contratado a Miguel Ángel Russo y Eduardo Luján Manera, dos históricos ex jugadores del club, como dupla técnica para devolverlos a la máxima categoría. En el plantel, ocupando más un lugar en el banco de suplentes que en el verde césped, se encontraba un joven Martín Palermo, con apenas un puñado de goles en su haber.
El Pincha atravesaba unos años complicados que lo llevaron a tocar fondo el 21 de agosto del ‘94, cuando un empate 3 a 3 contra Lanús en “La Fortaleza” lo condenó a jugar en la segunda división del fútbol argentino. Después de un sinfín de ciclos menores a un torneo y algunos interinatos, Russo y Manera llegaron al club para tomar el fierro caliente y devolverlo a donde pertenecía.
José Luis Calderón, Rubén “el Mago” Capria y Juan Sebastián Verón fueron algunas de las figuras de aquel equipo que logró la vuelta a Primera a cinco fechas del final del torneo, luego de un triunfo como visitante ante Gimnasia y Tiro de Salta. El que no sumaba muchos minutos (y muchas veces no era siquiera convocado) era Palermo, quien tenía 21 años y era “el quinto o sexto delantero en la consideración”, según comenta él mismo en su autobiografía “Titán del gol y de la vida”.
“¿Palermo? Que vaya a cortar el pasto…”, cuentan que ironizó la dupla técnica cuando les preguntaron por qué no lo ponían al centrodelantero. “Yo nunca lo escuché ni sé si eso lo dijo Russo, lo dijo Manera o no lo dijo nadie”, asegura Martín.
Mauro Amato, integrante de aquel plantel, asegura que no había una gran relación entre el dúo de entrenadores y los jugadores que no solían formar parte de los concentrados. “Ni nos trataban ni nos saludaban. Éramos tantos que 22 entrenaban como para jugar y el resto practicábamos aparte”, relató el delantero perteneciente a la misma categoría que Palermo. También desliza que, al no jugar ni siquiera en Reserva, ambos tuvieron la chance de emigrar al Comunicaciones F.C. de Guatemala, equipo dirigido por Juan Ramón Verón. Sin embargo, esa posibilidad no prosperó.
Otro de los que se expresó al respecto fue el periodista platense Osvaldo Fanjul, quien cubrió a Estudiantes durante aquella temporada, y relativizó la importancia del asunto: “Palermo ya venía jugando poco, no era titular en el equipo que se fue al descenso tampoco. Lo del pasto, como tantos otros, fue un rumor que lejos estuvo de ser verídico”. También hizo énfasis en que tanto Russo como Manera “siempre fueron muy respetuosos con los jugadores” y que, si algo caracterizó a aquel plantel, fue “el gran grupo humano”.
Después de que se cayera un posible préstamo a San Martín de Tucumán, el “Loco” inició el Apertura ‘95 en Estudiantes. Tras cinco empates y seis derrotas, el binomio dejó su cargo y el “Profe” Daniel Córdoba ocupó su lugar. “En la fecha 11 contra Deportivo Español me pusieron un ratito: un tiro mío se fue al lado del palo y perdimos 1 a 0. Si ese zurdazo mío entraba, a lo mejor Russo y Manera seguían un poquito más”, relata Palermo.
Ambos -Russo y Palermo- siguieron sus caminos. Uno cruzó la cordillera y se fue a dirigir a la Universidad de Chile, club al que llevó hasta las semifinales de la Copa Libertadores. El otro se asentó en el Pincha, luego pasó a Boca y salió goleador del torneo argentino en reiteradas ocasiones. Con los años, edificaron carreras que, debido a su creciente éxito, los llevarían a coincidir en uno de los escenarios más importantes de las mismas.
“Miguelo” llegó a Boca a principios de 2007, luego de que el Xeneize perdiera el tricampeonato en el recordado partido desempate contra Estudiantes. En ese plantel, Palermo era uno de los máximos referentes junto con Guillermo Barros Schelotto, Hugo Ibarra y un tal Juan Román Riquelme, quien acababa de volver al club desde el Villarreal de España. A pesar de contar con todos estos nombres, Martín fue designado capitán por el mismo entrenador que había decidido no tenerlo en cuenta en aquellos años en La Plata.
“Ni Russo ni yo sacamos el tema. Nos comportamos como dos profesionales porque era otro club, otra situación y otra historia”, sentencia el goleador en su libro. Lo cierto es que ese Boca quedó segundo en el Clausura y ganó la Copa Libertadores con un categórico 5 a 0 en el global frente a Gremio, de Brasil. La icónica imagen del Titán levantando “la sexta” con los pantaloncitos amarillos sigue grabada en la historia grande del conjunto de la Ribera.
El pasado miércoles 8 de octubre, luego del fallecimiento de Russo a los 69 años tras una larga pelea contra el cáncer de próstata y vejiga, Palermo le dedicó un mensaje vía historias de Instagram: “Gracias, Miguel, por tu legado y los momentos compartidos. QEPD”, acompañado de una foto de ambos.
A pesar de un inicio complicado y con cierta tensión, ambos demostraron ser profesionales ejemplares y dejaron todo de lado para llevar a Boca a lo más alto. Es por eso que hoy, a más de 18 años de la copa obtenida en el Estadio Olímpico Monumental de Porto Alegre, el fanático Xeneize los sigue recordando como lo que son: ídolos indiscutibles de la institución.