Por Federico Zbogar
–Para mí no es sólo venir a ver un partido. Es sentir que estoy en casa, con mi gente.
–¿Se vive distinto que en otros ámbitos?
–Sí, porque mezclamos el fútbol con nuestra historia y con la colectividad. Es como seguir construyendo comunidad, pero desde una tribuna.
Juan Martín Finkelstein es un acérrimo hincha del Club Náutico Hacoaj del Torneo Promocional Amateur y la Liga Escobarense. Pertenece a “Los Borrachos del Shimón”, una de las barras bravas -aunque no es el término que ellos prefieren acuñar por su vínculo con la violencia y se describen sólo como una hinchada- más particulares del fútbol argentino, ya que está integrada, en su gran mayoría, por jóvenes de entre 10 y 22 años.
“Es un lugar muy lindo que reúne a la comunidad y nos hace sentir muy unidos”, expresa Daniel Méndez. No se trata de un miembro del Hacoaj. Es un socio del Club Sirio Libanés.
Dos instituciones con polos tan opuestos en cuestiones de fe, idiosincrasia e identidad comparten un denominador común, nueve letras: comunidad.
El Club Náutico Hacoaj se fundó el 24 de diciembre de 1935, en Tigre, Provincia de Buenos Aires. Es un club íntegramente judío, cuyo primer nombre fue “Club Náutico Israelita”, pero que poco tiempo después mutó en honor al Hakoah Viena, una institución judía y austríaca que fue importante en Austria hasta que fue destruida por la Alemania nazi en 1938. Si bien su especialización son los deportes náuticos, el fútbol está presente. La pelota rueda por Hacoaj, que tiene la impronta judía e israelita en banderas de Israel que decoran la escenografía dentro de la hinchada del club y otras pertenecientes a la barra como el “trapo” que muestra “Los Borrachos del Shimón”, entre el escudo y la estrella de David, el símbolo de la colectividad judía. Su eslogan habla por sí sólo: “La fuerza y el orgullo de nuestra identidad”.
Es el domingo 31 de agosto de 2025 en el estadio Shimon Peres (en alusión al exprimer ministro y presidente de Israel) en Tigre. Hacoaj recibe a Provincial Lobos por la fecha 5 del Promocional Amateur. Los bombos se transforman en el marcapasos del partido y los platillos y trompetas acarician los oídos. Mientras tanto, se desprenden bengalas de humo azules y blancas, los colores del equipo. “Hace poco menos de dos años que creamos en comunidad la barra y no podemos estar más orgullosos. Ahora nos conocen como la barra más joven del mundo”, revela Finkelstein. La cancha del estadio Shimon Peres es de césped sintético en su totalidad.
Como suele ocurrir en el fútbol argentino, previo al silbatazo inicial suena “Mi buen amigo”, cantado a pulmón por los hinchas. Hacoaj golea 3-0, en un encuentro con un césped rápido producto de las lluvias de la famosa tormenta de Santa Rosa. El joven delantero Mateo “Golosina” Lief es la figura, con dos goles bajo el sonido de “Los Borrachos del Shimón”. El fútbol se vive con pasión y convive en la colectividad judía, mientras los tímpanos vibran al ritmo del “¡Dale Haco!” y del “¡Vamos los de Hacoaj, que tenemos que ganar!”. No se trata sólo de un espacio deportivo. También es un punto de encuentro cultural y comunitario. Hacoaj se sostiene gracias al aporte de los propios deportistas amateurs y los socios. Varios de ellos forman parte de la vida del club desde chicos y crecieron junto a la comunidad.
Otros clubes de fútbol argentino tuvieron o tienen vínculo con el judaísmo, como la Organización Hebrea Argentina Macabi, que se desafilió de la AFA en 1968, o Atlanta, cuya relación con el judaísmo surge una vez se instaló en el barrio de Villa Crespo en 1922, pero ninguno de ellos mantiene la religión y la identidad israelí tan arraigada como Hacoaj.
Mientras las banderas de Israel flameaban en la tribuna de Hacoaj, se volvió inevitable no pensar en lo que conlleva tal estado desde su origen: guerras, confrontaciones, muertes y genocidios. El 14 de mayo de 1948, con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y bajo el liderazgo del sionista David Ben-Gurión se creó el Estado de Israel, con el fin de brindarle a la nación judía un sitio para asentarse y liberarse de las persecuciones que culminaron con el Holocausto nazi en la Segunda Guerra Mundial. La ubicación no fue al azar: Israel se situó en la tierra prometida de Oriente Medio, que Dios le prometió a Abraham en el Antiguo Testamento. Sin embargo, aunque en la premisa prevalecía la solidaridad con un pueblo diezmado, en la ejecución se derramó sangre y reinó la hipocresía.
Previo al Estado de Israel, en aquellas tierras residía la nación palestina con el islam como religión. A pesar de su permanencia, estuvo sometida al imperialismo británico, ya que las tierras le “pertenecían” a Reino Unido desde la caída del Imperio Otomano en 1922. El pueblo palestino comenzó una rebelión ante el intento de sometimiento. Por ello, al gobierno británico no le costó ceder las tierras a la ONU para la creación de Israel. A partir de allí, empezó el conflicto bélico árabe-israelí, que continúa 77 años más tarde.
68.229; 1.900.000; 20.179. No son números de teléfono ni documentos de identidad. Tampoco coordenadas geográficas o códigos cifrados. Son las cifras aproximadas de muertos, desplazados y niños fallecidos en la Franja de Gaza, un genocidio -término acudido por Amnistía Internacional en su informe “Es como si fuéramos seres infrahumanos”– que ocurre dentro de una guerra entre Israel y Palestina que comenzó en octubre de 2023, y que a su vez forma parte del conflicto histórico entre naciones que parece eterno. Uno de los fallecidos tras un ataque israelí el 6 de agosto de 2025 fue Suleiman al-Obeid, considerado como el “Pelé” del fútbol palestino. La noticia se dio a conocer en un comunicado que emitió la Federación Palestina de Fútbol.
El 12 de mayo de 2025, en Ciudad Universitaria, Buenos Aires, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), en conjunto con la Universidad de Buenos Aires (UBA), inauguró una placa en homenaje a las víctimas del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 perpetrado por el grupo terrorista Hamás en Israel, en el que aproximadamente 1200 personas perdieron la vida. “Nuestros corazones están secuestrados en Gaza. ¡Devuélvanlos a casa ya!”, reza. Un mes antes, también en Argentina, se había fundado un equipo de fútbol: el Gaza Fútbol Club, en el partido bonaerense de Tres de Febrero. La iniciativa fue llevada a cabo por Martín Martinelli, historiador y divulgador, quien mencionó que “es un sueño hecho realidad”. Gaza FC, cuya principal disciplina es el futsal tanto femenino como masculino, fue invitado por la embajada de Palestina en Buenos Aires, donde se realizó una ceremonia en conmemoración a la lucha del pueblo palestino.
Existen otras organizaciones palestinas y árabes vinculadas con el fútbol en la Argentina. El Club Sirio Libanés es una institución que, en la sede en el barrio de Saavedra de la Capital Federal, dispone de un lugar ideal para la iniciación deportiva, donde se practica el fútbol, entre otros deportes como hockey, rugby y tenis. Sin embargo, no es el único Club Sirio Libanés. En Pergamino, el club con la misma nomenclatura participa en la categoría mayores en la Primera B de la Liga Pergaminense, certamen en el que campeonaron en el Torneo Apertura 2025 tras vencer 1 a 0 a José Hernández. El 3 de noviembre, el club jugó la final por el ascenso a la Primera A ante Provincial Fútbol Club, campeón del Clausura 2025. Sin embargo, el desenlace no tuvo el mayor de los éxitos. En el estadio Carlos Grondona, igualaron 3-3 luego de los 90 minutos y, en una definición por penales, Provincial venció 4-3 a Sirio Libanés y jugará en la máxima división de la Liga Pergaminense.
En Israel, tal como ocurre en la Argentina, el fútbol se vive con intensidad. Desde septiembre de 2017, el CEO de las Ligas Profesionales israelíes (Israel Premier League) es el argentino Nicolás Lev. La máxima categoría tiene 14 equipos y está en constante crecimiento. El ambiente del fútbol pregona respeto, como expresa Marco Wolff, arquero que desde 2021 ataja para el Maccabi Petah-Tikva, quien alegó que “No existen las barras y se lleva una vida tranquila”, aunque existe el sabor amargo de estar en un país constantemente en guerra. Además, hay comunidades argentinas dentro de Israel y “la seguridad es tan buena que incluso en tiempos bélicos se refleja la serenidad”.
En la Primera División de Israel jugaron 72 argentinos en toda la historia. El principal exponente fue Pedro Joaquín Galván, hoy futbolista del Club Ciudad de Bolívar. Con 129 goles en 321 partidos durante 12 años en los que jugó para Bnei Yehuda Tel-Aviv, Maccabi Petah Tikva, Hapoel Ironi Ashkelon, Hapoel Tel Aviv, Hapoel Marmorek y Hapoel Rishon leZion. Galván es el máximo goleador extranjero histórico de la competición. Es una leyenda del Bnei Yehuda y reafirma la palabra de Wolff al asegurar que es un sitio donde se vive muy bien. Galván comenta que es “un lujo” y que la gente se acostumbró al estilo de vida de un país en guerra.
En Palestina, en cambio, existen cinco futbolistas argentinos que vistieron la camiseta de la selección del país de Oriente Medio, que estuvo cerca de clasificarse a su primer Mundial (quedó fuera tras un polémico penal frente a Omán en el último minuto). El caso más reciente es el de Agustín Manzur, volante con pasado en Godoy Cruz, y otros jugadores como Pablo Abdala, Alejandro Naif, Carlos Salom o Daniel Kabir Mustafa. Mustafa llegó a la selección de Palestina a través de su bisabuelo, quien nació en el país. En 2012 debutó y relata que, “a pesar de todos los obstáculos y dificultades históricamente conocidos, el fútbol palestino ha ido creciendo y evolucionando”. Tras trazar un paralelismo con el fútbol argentino, Mustafa menciona que ”son muy unidos, pasionales, juegan con el corazón, y son jugadores técnicos con buenas condiciones físicas”. Su recuerdo más querido con Palestina es haber jugado la Copa Asia 2019 en Emiratos Árabes Unidos, en la que los estadios estuvieron colmados; y que, “a pesar de las adversidades”, el hincha palestino demostró su pasión.
Desde el Club Náutico Hacoaj hasta el Club Sirio Libanés, desde Israel hasta Palestina, de la fiesta en las tribunas hasta el horror de la guerra, el fútbol aparece como un escenario donde conviven pasiones, identidades y conflictos. La pelota que une y que separa; y que en la Argentina encuentra en las colectividades un canal de expresión, mientras que en Oriente Medio se juega entre la esperanza y la tragedia.









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