martes, noviembre 18, 2025
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Exequiel Zeballos: ver luz en la oscuridad

Por Gabriel Milian Scuri

“Los tiempos de Dios son perfectos”, dijo Exequiel Zeballos después de haber hecho, hasta ahora, el mejor partido de su corta, pero que parece tan larga, carrera. 

Las lesiones lo marginaron de las canchas una y otra vez. Lo alejaron de su brillo. Aunque, en todo momento, sus compañeros, y quienes lo rodean, se sorprendieron de su forma de sonreirle a la adversidad. En la negativa, siempre es más fácil tirarse a que te carcoma el pesimismo. Para el Chango, desde el primer momento, rendirse no fue una opción. A pesar de haber permanecido un semestre entero con poca consideración para el cuerpo técnico, él era consciente de que todo esto estaba por llegar. El gol a Belgrano, la espectacular actuación ante Barracas y su tanto en La Plata desembocaron en la consagración frente River. Aquel domingo, jugó como si estuviera en el barrio, en alguna calle de tierra de su querido Santiago del Estero. “Mi sueño es tirar magia en La Bombonera”, decía un pequeño Zeballos en un video de hace algunos años. El joven terminó por convertirse en la figura de su equipo en este último tramo del Torneo Clausura.

En un fútbol cada vez más rígido y totalmente estructurado, el número siete de Boca vuelve a los orígenes del juego. A lo que se le llamaba el Pibe Potrero. Cuando apareció, allá por el 2020, era un flaquito, rapidito que agarraba la pelota y tiraba bicicletas. En la reserva del Xeneize ya se distinguía. 

Todos lo vieron sangrar. Lo más doloroso para el futbolista quizás nunca fueron las patadas, sino la crudeza de quienes rompen y lastiman porque sí. Los chistes inoportunos en televisión, los que critican y se esconden en un usuario de X y la mente de los hinchas impacientes. 

Tal vez, la historia de Zeballos atrapa porque es una prueba fehaciente de que, como decía Mercedes Sosa, al final hay recompensa. Otra demostración de que el esfuerzo da sus frutos y que no hay mejor remedio para la cabeza que amigarse con uno mismo. Primero creerlo y después hacerlo realidad.

El Chango se muestra tal cual es. Y esa inocencia, en un ambiente tan persuadido por el poder y la violencia psicológica, lo hizo ser fuerte. Goles son amores y, para él, su último tanto fue ese amor platónico que un día se hizo realidad. Fue la boca de salida de un túnel oscuro. El rebote que le dejó Armani se convirtió, en su cabeza, en el recuerdo de aquel pibe que soñaba con tirar magia en La Bombonera. Ahora, deberá conseguir lo más complicado. Mantenerse. Y sí lo hace, es cosa seria. 

Hay dos fotos en la carrera del chico santiagueño. El llanto desconsolado al salir lesionado ante Agropecuario y la emoción de haber sido aplaudido por todos los boquenses, luego de pintar la cara de los jugadores del Millonario. 

La última puede hacerla un cuadro y colgarla en su casa, pero sin olvidarse de todo lo que tuvo que atravesar. Incluso, podría titularla: “Tantas veces me mataron. Tantas veces me morí. Sin embargo, aquí estoy. Resucitando”.

El fútbol se estrelló contra una pared: a 10 años de la muerte de Emanuel Ortega

Por Vicente Moreyra

3 de mayo de 2015. San Martín de Burzaco iguala 1-1 con Juventud Unida a los 44 minutos del primer tiempo por el torneo Apertura de la Primera C. El partido se detiene en el estadio Francisco Boga. Ocupando todo el espacio que había entre la línea de cal y el paredón de hormigón, queda un jugador del local, Emanuel Ortega. Quieto. Se mantiene al margen de la vorágine de sus compañeros, rivales y árbitro, quienes llaman a la ambulancia mientras discuten sobre si la jugada había sido falta, si era amarilla para Alexis Valenzuela o si simplemente fue un roce de partido.

Federico Scurnik, arquero de San Martín de Burzaco y capitán, se acerca rápido para hablar con el árbitro y reclamar la jugada, pero al ver a su compañero, su actitud cambia. De inmediato ayuda a cargar al joven de 21 años en la ambulancia para que lo lleven lo antes posible a un hospital. Sus compañeros quedan paralizados por lo que acaba de suceder. Los rivales también. El estado de Emanuel daba indicios de que algo no andaba bien, pero nadie imaginó que, once días después del golpe, iba a fallecer.

El Burrito Ortega, como lo llamaban sus compañeros, había nacido en Jujuy. De chico se formó en el club de su ciudad natal, Talleres de Perico. Comenzó a destacarse en las inferiores, lo que le dio la oportunidad de viajar a probarse a Buenos Aires en 2011. En el predio de Luis Guillón, junto con otros chicos del interior, tuvo la chance de hacer una prueba en Banfield. El club se interesó en él y decidió que Ortega se quedara en la pensión para formar parte del Taladro. Allí mejoró física y futbolísticamente durante los tres años y medio que estuvo. Pero, al no tener las oportunidades que necesitaba, Banfield decidió cederlo a San Martín de Burzaco en enero de 2015, cuatro meses antes de su muerte.

El 14 de mayo de 2015 se confirmó que Ortega no resistió. El fútbol argentino estaba de luto. La AFA, presidida de manera interina por Luis Segura tras la muerte de Julio Grondona, decidió suspender la fecha de todas las categorías del fútbol local. Además, se dispuso que todas las paredes de cemento cercanas a las líneas de cal de los estadios debían ser cubiertas por protecciones en un plazo de 90 días. Rápidamente, algunos clubes alegaron que no podían hacerse cargo de los gastos, por lo que la AFA anunció un convenio con la empresa Santa Mónica para comprar las colchonetas. Se trataba de una firma creada en España a mediados de los años 80 por Jesús Samper, dedicada a la comercialización publicitaria de eventos deportivos.

Los días pasaron y los equipos seguían sin tener protecciones en sus campos. Los partidos se jugaban igual, hasta que, 17 días después de la muerte de Emanuel Ortega, otro jugador salió accidentado tras un golpe con la pared en el partido que disputaban Deportivo Sarmiento de Coronel Suárez y Kimberley de Mar del Plata, en el estadio José Alberto Valle, por el Federal B. Gonzalo Cendra sufrió un leve traumatismo y recibió puntos en la cabeza luego de golpearse en una jugada muy parecida a la de Ortega.

El 23 de agosto de 2015 otro jugador del Federal B salió lastimado. Pablo Lengman, futbolista de Atenas, se fracturó la muñeca y se cortó la ceja al chocar contra la pared del fondo de la cancha en un encuentro frente a Peñarol de Córdoba. Nuevamente se pasó por alto. Pero la falta de protecciones volvió a estar en el foco de las críticas cuando el delantero de Midland, Sebastián Gigliotti, sufrió un golpe en la cabeza luego de un choque muy parecido al de Lengman durante un partido contra Argentino de Quilmes. El hermano de Emanuel Gigliotti —jugador de Boca Juniors entre 2013 y 2015— estuvo internado e inconsciente. Siete días después recibió el alta médica y pudo continuar con su carrera, pero el tema de las paredes volvió a aparecer en los medios.

“Tuvimos una demora por distintos motivos, entre otros la selección y producción del material. Nadie tenía en stock lo que hacía falta; ahora tenemos todo y esta semana arrancamos con cuatro canchas más”, fue la justificación de Segura. El plazo de los 90 días ya se había vencido. El presidente de la AFA abrió otro, ahora de 45, y aseguró que luego de ese tiempo todos los clubes iban a tener colchonetas alrededor de las canchas.

El mismo día que Cendra se accidentó, 17 días después del fallecimiento de Ortega, San Martín de Burzaco volvió a disputar un partido. Enfrente, Central Córdoba de Rosario, que hacía nueve encuentros que no perdía (tres empates y seis victorias). Sanma necesitaba ganar para poder acercarse al ascenso a la B Metropolitana, pero, en palabras del técnico Cristian Ferlauto, “lo deportivo pasó a un segundo plano”. Burzaco perdió 2-1. El plantel no estaba preparado para volver a competir. Los compañeros de Ortega salieron a la cancha con una remera blanca con la cara de Emanuel y la frase “El fútbol es mi vida”.

“Había muchos chicos que iban a entrenar y no entendían por qué estábamos ahí, por qué había que seguir después de lo que había pasado”, dice Federico Scurnik diez años después. La AFA puso psicólogos a disposición de todo el plantel. Tenían charlas individuales y grupales para que los jugadores pudieran tranquilizarse y reenfocar en la competencia. Pero la pérdida de un compañero, un amigo o un dirigido no es fácil de olvidar. El actual presidente, Gabriel Ostanelli, lo catalogó como el momento más duro que vivió como dirigente en sus 20 años al frente de la institución.

Federico Scurnik
Federico Scurnik

Hubo un jugador que no logró continuar su carrera con normalidad: Alexis Valenzuela, el autor del foul. “En el momento en que choca contra la pared, él golpea en seco, le quedan los ojos blancos y comencé a pedir ayuda; me asusté mucho. Nunca imaginé que iba a terminar así”, comentó en Radio La Red días después. Aunque no fue su intención, el daño sobre Ortega estaba hecho. Y sobre su imagen también. En los partidos posteriores, Valenzuela comenzó a ser visto de otra forma, como si su intención hubiese sido lastimar al joven jugador de San Martín. Esa acción lo persiguió el resto de su carrera. El delantero tuvo un paso más por Juventud Unida, en el que disputó 49 partidos; luego jugó tres encuentros en Alianza Cutral Co y uno en Lezama FC antes de su retiro prematuro.

A pocos meses de que se cumpla una década, muchas cosas cambiaron desde el fallecimiento de Emanuel Ortega. San Martín ascendió a la B Metropolitana por primera vez en su historia en 2023. El estadio Francisco Boga tiene luces, una nueva tribuna para la barra de Arzeno —una de las dos parcialidades que tiene el club— y las protecciones necesarias. Aunque la AFA dio el plazo de 90 días, sólo 17 clubes recibieron el arreglo. De los 169 que participan en todas las categorías profesionales y semi-amateurs del fútbol argentino, 31 tienen colchonetas en sus muros. Hoy San Martín entrena en Las Latas, un predio con tres canchas de fútbol ubicado en Guernica sobre la Ruta 16, sin vestuarios ni luces, pero con un buen césped al nivel de una Primera División. Como cada miércoles, la práctica es de fútbol reducido con apoyos, pero la del 16 de abril de 2025 no es una práctica más: es la última previa al clásico frente a Brown de Adrogué.

—Hacemos un rato de fútbol y nos metemos de lleno en lo táctico.

El exarquero Scurnik, quien colgó los guantes, hoy es el técnico de San Martín. Parado sobre el círculo central, lugar que solo pisaba para el sorteo de capitanes o alguna protesta aislada, observa a sus jugadores, que practican con alta intensidad. Bajo una cálida temperatura para ser abril, el plantel juega. Ninguno quiere quedarse afuera. Todos visten prendas distintas, pero con algo en común: los colores y el escudo. Tienen 40 minutos para demostrarle al Ruso por qué merecen la titularidad.

“Vení por acá, la puerta 4 la abrimos a la tarde”, dice, el día del partido, el presidente Ostanelli a una madre que se acerca a ver a su hijo jugar al futsal en la cancha sobre la calle Arenales. El presidente de San Martín camina lentamente por el estadio y revisa su celular a la espera del encuentro. “Los clásicos son un partido aparte, pero hoy es una final”, dice mientras se acomoda su pelo enrulado. Burzaco y Adrogué lo saben: lo demuestra la tensión en las calles. Con caravanas de ambos lados, recibimientos y mucha pirotecnia, los hinchas buscan que los jugadores tomen dimensión del valor del clásico.
El 19 de abril de 2025, a menos de un mes de cumplirse una década del fallecimiento de Ortega, San Martín vuelve a enfrentar a Brown de Adrogué tras 28 años.

Los alrededores del Francisco Boga se llenan poco a poco y los hinchas forman una fila de cinco cuadras para entrar por la puerta 1. Faltan 20 minutos. Las barras de Arzeno y el Gaucho ya colgaron sus banderas y cantan a destiempo para mostrar sus diferencias mientras esperan el ingreso de San Martín de Burzaco. Al banco local llega Scurnik, tranquilo, como si no estuviera en sinergia con la situación. Se para de frente a la cancha y mira hacia la platea. En ella están sus familiares, los directivos, algunos periodistas y allegados a la institución. Sobre ellos resalta un nombre: “Emanuel Ortega”, pintado en azul sobre la pared blanca. Esas 13 letras dibujadas desde aquella fatídica tarde.
El Ruso abre su campera y luce su remera. La frase “El fútbol es mi vida”, con la foto de Emanuel Ortega, queda al descubierto. Casi diez años después de su fallecimiento, Ortega dice presente en un partido histórico para Sanma. A su manera, sin querer robar protagonismo ni llamar la atención, acompaña a los más de 3.000 hinchas que esperan la salida de su equipo. Por ese túnel que el Burrito corrió por última vez el 3 de mayo de 2015.

Guilla Corrales, la Murciélaga que empezó a jugar al fútbol hace seis años y hoy es bicampeona mundial

Por Bianca Staffieri

Nacida en General Pico, La Pampa, Guillermina Corrales empezó a jugar al fútbol en 2019 en un club de Santa Rosa. “Ahí tenían solo equipo masculino y las chicas hacíamos otras actividades, pero insistí tanto que se empezó a tramitar la idea. Justo al otro año llegó la pandemia, así que estuve dos años sin hacer nada. Retomé en 2022 y, a los meses, ya era campeona del mundo”, cuenta la defensora que se consagró en el primer Mundial de Fútbol para Ciegas, en Birmingham, Inglaterra, y este año repitió la hazaña en la India.

“Guilla”, quien también es profesora de Música en un instituto para chicos con discapacidad, agrega: “Nunca tuve en mente llegar a tanto: hasta hace un tiempo no tenía idea de cómo era practicar un deporte de alto rendimiento”.

-En el último Mundial jugaste todos los partidos. ¿Lo disfrutaste más que la edición anterior?

-Sí, sin dudas. Cuando en 2022 llegué a la Selección conocía a algunas de las chicas de nombre o de haberlas saludado, pero no mucho más. Era un momento complicado.

-¿Por qué era complicado? ¿Ya había un grupo formado?

-En realidad el grupo estaba dividido en dos. Había situaciones en las que algunas capaz se reían o te jodían si hacías algo mal. Para mí y otras chicas que recién llegábamos era feo. Al final, muchas se fueron y, para el Mundial de Inglaterra, ya había un equipo bastante sólido: quedamos un par de chicas nuevas y otras con experiencia, así que se pudo balancear.

-¿Qué balance personal hacés de ese primer Mundial?

-Sufrí la falta de experiencia. A diferencia del resto de las chicas, yo hacía un año que jugaba al fútbol y nunca había enfrentado a otros países. Estaba muy marcada la diferencia entre las cuatro que eran titulares y las demás.

-¿Cómo influyó eso en vos?

-Me dolió. De hecho, el técnico en una entrevista dijo que dejaba que jugaran las suplentes —o sea, nosotras— así las titulares no corrían riesgo. Me frustró mucho. En ese Mundial, en la final no entré y en la semifinal habré estado un minuto como mucho. Ahí se me presentaron dos opciones: abandonar o esforzarme más. Me quedé con la segunda y en India tuve una mejor experiencia.

-Llegaste más preparada…

-Sí, totalmente. Además, nos sirvió y nos dio más confianza el Grand Prix IBSA que jugamos en Japón, en el que perdimos la final por penales. En vez de viajar ocho chicas, viajamos seis, por lo que todas jugamos más minutos.

-¿Cómo te llega la convocatoria a la Selección?

-En marzo de 2022 me avisaron que iba a haber un campus de fútbol femenino y me fui a probar. Ahí compartí con muchas que sabían jugar o jugaban en la Selección. Después me llamó el director técnico para probarme y quedé.

-¿Es cierto que vos, en realidad, naciste con visión?

-Sí. Fui prematura y, en la incubadora del hospital, las luces me quemaron las retinas. Mi mamá no supo que había perdido la visión hasta que me llevó a casa y se dio cuenta de que no respondía a estímulos básicos. Tuvo que decidir entre hacerle un juicio al hospital u ocuparse de mi discapacidad.

-¿Hoy te genera frustración esto que te pasó?

-No. Estoy agradecida de que tanto mis papás como mis hermanos me hayan bancado siempre y explicado todo desde chica. No me ocultaron nada. Creo que eso me ayudó un montón a aceptarme en vez de deprimirme o enojarme.

-¿Para vos qué es lo más difícil de ser ciega?

-Siempre dije que lo primero que haría si tuviera visión es manejar. Creo que eso me terminaría de dar la independencia que me falta: poder subirme a una moto, bicicleta o auto y hacer sola esas 10 o 15 cuadras al club.

-Muchos deportistas dicen que es difícil ser profesional en Argentina. ¿Estás de acuerdo?

-Sí. Yo lo sufro mucho por ser del interior. Las posibilidades acá son pocas. En mi ciudad no recibo mucho apoyo. Por ejemplo, cuando necesitaba pagar el viaje al Grand Prix, me dio una mano la provincia, pero mi ciudad no quiso.

-¿Podés decir que sufrís el centrismo de Buenos Aires?

-Sí, lo hablaba con mi técnico. Me cansa cambiar de profesor y explicar qué cosas me sirven y cuáles no. Al ser un puesto tan inestable, muchos se van porque consiguen mejores trabajos.

-¿Eso es lo más difícil de tu profesión?

-Sí, estar empujando todo el tiempo, insistir para conseguir profesores, pedir canchas, tener un buen horario. Te cansa. Yo invierto un montón de tiempo en el deporte, pero no puedo vivir solamente de eso. Pensá que nuestro primer Mundial fue en 2022; todavía falta un montón de desarrollo.

-¿Cuáles son tus próximas metas después de salir bicampeona?

-Tenemos la Copa América en agosto del año que viene. Espero que me convoquen. A largo plazo, sería estar en el próximo Mundial, y también quiero entrenar más.

-¿Qué te gusta además del deporte?

-La música. En realidad quería estudiar en un conservatorio, pero no tenía nada cerca. Además, todo era muy costoso y no quería irme sola a Buenos Aires. Hoy doy clases en un instituto para chicos con discapacidad que vienen de situaciones complejas.

Candela Ratibel, del tenis y el lanzamiento de bala a ganar la medalla de oro en disco en los últimos JADAR

Por Joaquín Prieto

María Candela Ratibel tiene 21 años, comenzó haciendo tenis, después pasó por lanzamiento de bala y hoy practica lanzamiento de disco en alto rendimiento en la Escuela Municipal de Morón. Representa a la selección nacional en U23 y Mayores. Además, estudia kinesiología.

Su perseverancia la llevó a ganar los últimos Juegos de Alto Rendimiento (JADAR), disputados en septiembre en Rosario, alcanzar el segundo puesto en el Nacional de Mayores y el séptimo en el Sudamericano en Mar del Plata. Practicó tenis y atletismo a la par durante cuatro años, hasta que a los 18 tomó la decisión de apostar por el lanzamiento.

-En los JADAR, ¿por qué representaste a la Ciudad de Buenos Aires y no a la Provincia?

-Porque, al estar en la Federación Atlética Metropolitana, que es del AMBA, nos metieron a todos los atletas como si fuéramos de CABA, a pesar de vivir en la Provincia. Encima, el que nos financió el viaje y la estadía fue el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, no el de la Ciudad.

-¿Cómo es la actualidad de la Escuela Municipal de Morón?

-Me ayudan a pagar la cuota de la federación y los viajes y torneos que sean del CENARD. Cuando el torneo es nacional, me pagan un tanque de nafta, por ejemplo. A veces me dicen que no pueden darme una mano por temas de presupuesto, por lo que tengo que pedir todo con anticipación para que ya lo tengan en cuenta.

-¿La municipalidad les da la ayuda y comodidad suficiente a todos los deportistas?

-En la municipalidad no tengo discos oficiales (de competencia), solo dos de entrenamiento. Uso dos discos míos y uno que me dieron ellos. Las zapatillas las compré afuera del país y el otro par lo conseguí acá, a pesar de lo complicado que es.

-¿Cómo fueron tus inicios?

-Jugué al tenis desde los 7 hasta los 18 años. A los 14 entré en el mundo del atletismo. Entrenaba tenis hasta las 18 y a las 19.30 ya estaba en la pista para hacer lanzamiento. Era mucho entrenamiento. Me la pasaba lesionada debido al desgaste físico, pero el tenis me ayudó a adaptarme rápido a la técnica del lanzamiento, que es bastante parecida.

-¿Cómo fue el cambio de deporte y empezar a hacerlo en el alto rendimiento?

-Fue una apuesta. Lo ideal es arrancar a los 9 o 10 años, y yo lo hice a los 14 buscando algo nuevo para hacer, no pensaba en el alto rendimiento. Cuando salimos de la pandemia quedé segunda en los Juegos Bonaerenses y, al año siguiente, los gané.

-¿Hay mucha diferencia entre practicar de manera recreativa y hacerlo en el alto rendimiento?

-Sí, mucha. Yo me comparo con los demás chicos que vienen a la Escuela Municipal. Quizás vienen tres veces a la semana y entrenan un poco de todo, mientras que yo hago doble turno de lunes a sábado y me focalizo en cosas específicas.

-¿Cómo se prepara una atleta de lanzamiento de disco?

-En la semana anterior a la competencia tengo dos días de carga, es decir, levanto pesas como siempre, y tres de descarga, en los que solo hago técnica de lanzamiento para llegar bien al fin de semana.

-¿Te preparás para todos los torneos de la misma manera?

-Siempre lo intento. Tengo dos entrenadores: el de la selección, Julio Piñeiro, que me da la planificación de manera virtual porque vive en Azul, y Naty de Maneses, mi profesora de la Escuela Municipal.

-¿Cómo manejás los nervios antes de una competencia?

-Sufro demasiado. Cuando jugué el Sudamericano de Mayores, que justo terminaba la clasificación a los Panamericanos, fue el momento más duro. Sentí los nervios de representar al país, lo cual me parece muy loco, pero me llena de orgullo. Uso toda esa presión como combustible.

-¿Qué balance hacés de este año en lo deportivo?

-Me queda un sabor amargo, ya que no mejoré mi marca (48,40 m) y me quedé a las puertas de los Panamericanos. Por otro lado, me siento orgullosa de representar al país en Mayores y por haber ganado el Nacional U23, los JADAR y la Copa de Clubes.

-¿Cuáles son tus próximos objetivos?

-A mediados de noviembre arranco la pretemporada hasta febrero, porque en abril tengo el Sudamericano U23 en Paraguay. Para el año que viene apunto a los Nacionales U23 y de Mayores, y a los Juegos Odesur que se disputarán en Santa Fe.

-¿Y tus sueños?

-Quiero ser atleta olímpica y mejorar mis marcas. Mi sueño es clasificar a los Juegos Olímpicos y a un Mundial de Mayores. No llegué a clasificar a los Panamericanos por muy poco: entraban las primeras 10 y quedé 13ª. Lo ideal sería clasificar a Los Ángeles 2028 o a Brisbane 2032.

-Además del deporte, estudiás kinesiología y fisiatría. ¿Cómo te organizás?

-Entre el primer y el segundo turno de entrenamiento voy a la facultad, y si no curso, aprovecho para estudiar. También uso las horas de cursada para sacarme todas las dudas y prestar atención, ya que no tengo mucho tiempo para estudiar. Ahora entiendo qué músculos trabajo con cada ejercicio. En el futuro me gustaría ejercer en algún hospital o club.

-¿Tenés referentes?

-Natalia de Maneses, que fue campeona nacional ocho veces y ahora es mi entrenadora. Aprovecho toda su experiencia para seguir creciendo. Suelo pedirle consejos a ella y a mi otro entrenador, Julio Piñeiro.

-¿Dejaste cosas de lado por el alto rendimiento?

-Principalmente, juntadas con amigos, novio y familiares. No fui a cumpleaños o me volví antes. Todo lo relacionado a lo social. A veces hay que dejar de hacer cosas a cambio de lo que más te gusta para cumplir los objetivos. Creo que en el futuro voy a poder vivir todo.

-¿Cómo influye tu entorno en el día a día? ¿Te sentís apoyada?

-Siempre que necesito ayuda o una contención, ellos están para mí, me apoyan. Valoro mucho que mis papás me acompañen en mi deseo de ser atleta de alto rendimiento, a pesar de que, de tres hermanos, yo sea la única que se dedique a esto. Noto que están orgullosos de mí.

Maxi Nobili y la historia de Paradeportes, el primer y único medio del país dedicado al deporte adaptado

Por Abril Ruffa

El 7 de octubre de 2014, Maximiliano Nobili creó el medio Paradeportes, el primer y único medio de comunicación del país dedicado exclusivamente al deporte para personas con discapacidad. Nobili se había cruzado cuatro años antes a un grupo de chicas sordas jugando al fútbol en los Bosques de Palermo y pensó: “¿Por qué nadie habla de esto? ¿Dónde aparece?”. Investigó y descubrió que había actividad, deportistas, federaciones, Juegos Parapanamericanos y Paralímpicos. Ahí dijo: “Acá hay un contenido que nadie cuenta”.

En 2017, el periodista que se desempeñó entre 2011 y 2016 como gerente de prensa de Boca creó la Fundación Paradeportes con el objetivo de impulsar acciones para difundir y visibilizar el deporte adaptado. También publicó Somos deportistas, la primera colección de libros infantiles sobre la historia de atletas adaptados y paralímpicos argentinos, en la cual se pone el foco en el deporte, no con una mirada lacrimógena, la cual ya llegó a las siete ediciones.

Y en julio de 2025 llevó el proyecto a la televisión con el estreno de Paradeportes en DeporTV, el primer programa en la historia argentina dedicado a la temática, que se emite los jueves a las 15.45 y se repite durante toda la semana.

—¿Cómo nació la idea de crear Paradeportes?

—Me puse a investigar y vi que había mucho contenido que nadie estaba aprovechando, ni siquiera las propias federaciones. Los únicos conocidos eran Los Murciélagos. Entonces pensé el proyecto, registré el nombre e hice un curso de promotor de deporte adaptado. En 2014, mientras trabajaba como gerente de prensa de Boca, lo lancé oficialmente con la web y las redes.

—Mencionás que Paradeportes nació también por la falta de trabajo de las federaciones. ¿Qué lugar creés que deberían ocupar ellas y los medios en la difusión del deporte adaptado?

—Paradeportes surge, en parte, por lo mal que trabajan muchas federaciones. Después se quejan de que los medios tradicionales no publican, pero si no hay información disponible, es complicado. Entonces, ¿la culpa es de los medios o de quienes no generan contenido? No alcanza con solo pedir visibilidad. Cada federación tiene que trabajar en su propia comunicación y generar fuentes.

—Si tuvieras que describir qué es Paradeportes, ¿cómo lo harías?

—Es un proyecto humano. Cada publicación hace feliz a un deportista, a su familia o a un seguidor. Yo podría hacer el Intrusos del deporte paralímpico y enfocarme en los conflictos y peleas, pero elegí centrarme en lo deportivo, que es lo que me llena y me hace bien.

—¿Por qué elegiste lanzar la Fundación?

—Para darle un marco más formal y generar acciones concretas, como muestras fotográficas, libros infantiles, pósters y la Copa Fundación Paradeportes, entre otras. Todo lo que hacemos parte de una idea: la comunicación es una consecuencia de las acciones. Esa es nuestra esencia: crear, comunicar y disfrutar lo que hacemos.

—¿Cómo fue arrancar con un medio de deporte adaptado cuando casi no había visibilidad del tema?

—Fue difícil porque prácticamente no había referencias ni fuentes. Siempre fue un trabajo artesanal: hay que buscar la información, hablar con los deportistas, rastrear los resultados, averiguar sobre los torneos. En ese momento las federaciones no tenían redes ni páginas actualizadas, así que todo se hacía a pulmón. Con el tiempo cambió un poco, pero sigue siendo un trabajo de búsqueda constante.

—¿Cómo funciona internamente Paradeportes? ¿Con qué equipo trabajás?

—Somos cuatro periodistas. Dos tienen asignados ocho o diez deportes cada uno para seguir, otro se ocupa de subir contenidos y yo de editar, coordinar y distribuir el trabajo. No tenemos redacción ni oficina; siempre trabajamos remoto, incluso antes de la pandemia. Yo genero trabajo, cuando en los medios digitales autogestionados la mayoría no cobra y va a porcentaje de publicidad.

—Hoy tienen web, redes, radio, televisión y libros. ¿Cuál es el mayor desafío de coordinar todo?

—Lo más importante es la constancia. En once años casi no hubo rotación y no pasamos un solo día sin publicar una noticia. Organizo y pienso todos los días dónde va cada contenido, que hoy con las redes es muy dinámico. La clave es tener una estrategia y sostenerla en el tiempo, algo que no es fácil.

—¿Cómo surgió el programa Paradeportes en DeporTV?

—Siempre tuve la idea de hacer un programa de TV. En junio de 2025 me llamaron de DeporTV porque buscaban nuevos programas. Me reuní con el director, le presenté el proyecto y en cinco minutos me dijo: “¿Cuándo empezás?”. La idea era hacer tres pilotos, pero hicimos un piloto y salió tan bien que fue directo al aire.

—¿Qué cambió al pasar de redes y radio a la televisión?

—La tele tiene otra lógica, pero el contenido es el mismo. Hay que decidir con qué abrir, cuánto dura cada bloque y cómo mantener el ritmo visual. Uso mucho material del programa para las redes y al revés. Inventamos dinámicas como “La tapa de Paradeportes”, “El deportista de la semana” o “La trivia paralímpica”.

—¿Qué significó ese paso a la televisión? ¿Se notó mayor interés del público?

—Sí, siento mayor interés en los deportistas, entrenadores y el público, pero no me andan pidiendo autógrafos en la calle. No fue un salto masivo en audiencia, pero igual es muy importante dentro del deporte paralímpico: ahora se ven las caras y se escuchan las voces de los protagonistas. Hoy tenés la tele también como una opción más de ingreso para vender publicidad y financiar el proyecto.

—¿Cómo piensan los contenidos para llegar a un público que quizás no conoce tanto sobre el deporte adaptado?

—Sabemos que la mayoría no sabe nada del tema, por eso hablamos claro y sencillo. El programa lo transformamos en algo entretenido, como la “trivia paralímpica”, en la que las respuestas las dan deportistas históricos. Así aparecen caras y voces que estaban olvidadas, y la gente aprende a través de ellos. Eso no pasa en ningún otro programa.

—Paradeportes siempre evitó el tono “lacrimógeno”. ¿Cómo se logra eso en el deporte adaptado?

—El mayor acierto fue poner el foco en el deporte y en los deportistas, no en la discapacidad. No decimos: “El cieguito que juega al fútbol”. Hablamos del jugador, de la capitana, del entrenador. Nunca en once años alguien nos dijo: “No quiero hablar con ustedes”. Al contrario, nos piden estar. En el programa de radio, que este año llega a su 10ª edición, hay más espacio para contar historias personales, pero siempre desde el respeto.

—¿Los medios tradicionales cambiaron su forma de tratar a los deportistas con discapacidad?

—Sí, mejoró mucho respecto a hace diez años. Todavía falta, pero ya no todos hablan mal o con lástima. Hay una evolución, aunque lenta.

—Se están jugando los Juegos Parapanamericanos Juveniles 2025. ¿Cómo se prepararon desde Paradeportes para cubrirlos?

—Somos el único medio argentino que sigue exclusivamente a la delegación nacional. Lo cubrimos con el soporte de los otros periodistas desde Buenos Aires. Voy a buscar algo distinto: una nota, una imagen, un momento. Ahí es donde hay que estar atento para marcar la diferencia. Si es solo el resultado, lo hago acá.

—¿Qué importancia tienen estos torneos?

—Estos Juegos sirven para detectar promesas y darles visibilidad. Siempre aparecen futuras figuras del alto rendimiento, como Iñaki Basiloff, que fue la gran revelación en natación adaptada en San Pablo 2017 y terminó siendo campeón del mundo y medallista paralímpico.

—Cubriste ocho eventos multideportivos internacionales y vas por el noveno. ¿Cómo se financia ese trabajo?

—Con sponsors o poniendo de mi bolsillo. Trato de conseguir apoyo para que duela menos, pero si no, voy igual: sin lujos, gastando lo justo y necesario. En los Juegos de Río 2016 fuimos siete personas, pero en este caso voy yo solo.

—¿En qué consiste la colección de libros Somos deportistas?

—Son siete libros infantiles con historias reales de deportistas adaptados y paralímpicos. Cada libro incluye un código QR que te deriva a un audiolibro y a un intérprete de Lengua de Señas Argentina. Además, una de las ediciones tiene versión en braille. Es un libro 360°, nadie se queda afuera.

—¿Qué otros proyectos desarrollaron?

—También hicimos 70 pósters de deportistas paralímpicos argentinos antes de París 2024. Existían pósters de Messi o Boca, pero nunca nadie había hecho el de un atleta paralímpico. Podés entrar a la web, lo descargás y lo imprimís. Yo llevé los pósters a París, se los di a los deportistas y la mayoría los pegó en sus habitaciones en la Villa Paralímpica.

—¿Cuál es tu sueño o meta pendiente con Paradeportes?

—Hicimos mucho con muy poco. Hoy queremos seguir creciendo, consolidar el medio y traspasar fronteras. Tengo planificado lo que queremos hacer en los próximos años, con nuevas acciones más allá del día a día periodístico. No lo digo para no quemarlo, pero el proyecto sigue en evolución.

—¿Cómo imaginás el deporte adaptado en Argentina dentro de cinco o diez años?

—No creo que haya un crecimiento enorme. No retrocede, pero avanza de a poco. Depende de la Nación, provincias y municipios, y del contexto económico. Sí creo que la visibilidad va a aumentar porque los medios van a aprender. Y cuando haya más logros deportivos, también eso va a ayudar.

Faustino Oro, el niño prodigio del ajedrez: “Entreno todos los días para ser mejor y sueño con ser campeón mundial”

Por Tomás Plotinsky

Argentina tiene una gran cantidad de Grandes Maestros y Maestros Internacionales de ajedrez, tanto es así que en Sudamérica se ubica primero en el ranking, pero desde 2021, en el país donde jugaron Miguel Najdorf y Oscar Panno, se habla de un chico de 12 años: Faustino Oro.

Entre las marcas que superó están ser el ajedrecista más joven en superar los 2500 puntos de ELO, los 3200 de ELO Blitz, obtener su primera norma de Gran Maestro y conseguir el título de Maestro Internacional. Además, ya les ganó a los mejores jugadores del mundo, como a su ídolo Magnus Carlsen.

Hoy es el quinto jugador mejor clasificado en el país y acaba de disputar el Mundial de India, donde fue noticia por igualarle, no una, sino dos veces, al gran maestro indio Vidit Santosh Gujrathi, número 27 del mundo, quien, luego de derrotar al argentino en el tercer partido, le dedicó unas palabras a través de la red social X: “Faustino es, sin duda, muy talentoso y ya muestra una gran madurez para su edad. Tiene muchísimo potencial para convertirse en un jugador de primer nivel”.

—Empezaste de muy chico a jugar al ajedrez. ¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaba?

—Al poco tiempo de aprender. Creo que cuando empecé a subir el rating de Chess.com, que fue a mis seis años.

—Ya jugaste contra muchos de los mejores jugadores del mundo y obtuviste buenos resultados. ¿Cuál fue el que más querías enfrentar?

—Magnus. Primero porque es mi ídolo y segundo porque ya había jugado varias veces con todos los jugadores de élite hasta que por fin me tocó él.

—Muchos te definen como un prodigio. ¿Cómo convivís con esa etiqueta?

—La verdad que a los comentarios no les presto atención, ni a los buenos ni a los malos. Entreno todos los días para ser mejor jugador y, si puedo convertirme en campeón mundial, genial; si no, intentaré llegar a lo más alto que pueda. Lo que alguien pueda decir es su opinión y no la realidad, y como jugador hay que convivir con eso.

—¿Cómo es tu rutina en un día de torneo? ¿Tenés alguna cábala?

—Me levanto y, mientras desayuno, preparo la partida con mi entrenador. Eso nos lleva unas dos horas. Después descanso y almuerzo. A la tarde, antes de jugar, repaso todas las líneas. Me gusta llegar temprano a la sala, al menos 10 o 15 minutos antes. Creo que la rutina en sí podría ser mi cábala, aunque no creo mucho en eso. Creo más en las buenas jugadas. Las cábalas pueden fallar; las buenas jugadas, no.

—Si tuvieras que elegir una partida que te haya marcado, por el resultado o por lo que aprendiste, ¿cuál sería y por qué?

—Creo que la que jugué con Rudik Makarian en el Mundial de Rápidas de Uzbekistán, porque sacrifiqué la dama e igualmente pude ganar la partida.

—¿Cómo manejás las malas rachas? ¿Te afectan?

—Es algo normal en el ajedrez. Hay que tratar de levantarse y ganar la siguiente partida. Trato de que no me afecten, pero a veces es inevitable.

—¿Qué es lo que más extrañás de Argentina?

—La familia y la comida.

—¿Qué te gusta hacer fuera del ajedrez?

—Me gusta jugar al fútbol y ver series.

—En varias notas dijiste que sos hincha de Vélez. ¿Sos de seguir los partidos?

—Por la diferencia horaria en los distintos países se me complica. Salvo cuando juega más temprano los fines de semana o cuando son partidos claves, esos sí los miro. Por ejemplo, este año vi las finales con Estudiantes y Central Córdoba y todos los partidos de la Copa Libertadores.

En el barrio de Almagro, a dos cuadras del Shopping Abasto, está el Círculo de Ajedrez Torre Blanca, el semillero de talentos más importante del ajedrez argentino y el lugar donde Faustino Oro comenzó a jugar. Allí, Franco López Maffia, ajedrecista de 17 años, revela: “Lo conocí un día que él estaba jugando con otras dos personas. De repente me meto a jugar y empiezan a descansarme entre los tres. Al final le gané y fue lindo, pero después lo enfrenté en la Copa AFA y me pegó un baile bárbaro”.

—¿Qué pensás de todo lo que está consiguiendo?

—Que es una locura. Es un orgullo que sea argentino. Ver a alguien tan genio que hable con vos o que sea uno más, tan cercano, está bueno. Uno suele imaginarse que estos jugadorazos son bastante cerrados o que solo hablan con cierto grupo de gente, pero no es el caso.

—¿Qué creés que diferencia a un buen jugador de uno excelente, como Faustino?

—El compromiso con el estudio. Él es un excelente jugador porque, además del talento, estudia nueve horas por día. El talento puede estar en todos, pero la perseverancia y la dedicación que uno le ponga, eso es lo que realmente define.

Un Barcelona sin el ADN argentino

Por Alexandra Jara, Malena Gomez y Gerónimo Micheltorena

La historia del Fútbol Club Barcelona está marcada por argentinos. Lionel Messi, Diego Maradona, Juan Roman Riquelme, Javier Mascherano y Sergio Agüero son algunos de los que pasaron por el club y dejaron una huella en la institución. El último argentino en vestir la camiseta del Barcelona fue el Kun Agüero en 2021: duró solo cinco meses debido a un problema con una arritmia cardíaca ventricular en su corazón que lo llevó al retiro. Previo al fichaje del ex jugador del Manchester City, el club catalán vivió la época de un legendario, de una estrella, de Messi.

La etapa de Messi en el club catalán duró 20 años. Lo consiguió todo y marcó una historia que muy pocos podrán igualar. El argentino consiguió 35 títulos entre Champions League (4), Supercopa de Europa (3), Liga de España (10), Copa del Rey (7), Mundial de Clubes (3) y Supercopa de España (8). Su etapa terminó en 2021, el mismo año en el que el Barcelona dejó de contar con argentinos en sus vestuarios después de Agüero.

La foto de Messi con los trofeos que ganó con Barcelona y por qué quiere ser como Dani Alves - LA NACION

Hoy no hay futbolistas argentinos que vistan la camiseta del Barcelona, y ya pasaron más de cuatro años sin que se vincule a alguno en los mercados de fichajes. De hecho, el acercamiento más concreto fue el de Emiliano “Dibu” Martínez, arquero del Aston Villa, quien sonó como refuerzo en dos oportunidades: 2024 y 2025.

El Barcelona es un club muy grande, que exige muchísimo y en el que siempre hay que estar al 100% futbolísticamente; desde el club creería que piensan que no hay un jugador argentino que pueda brindar eso. Yo creo que sí, como lo son Dibu Martínez, Julian Álvarez, Cuti Romero, Alexis Mac Allister y muchos más”, señala Roberto “Tito” Bonano, exarquero quien supo vestir la camiseta del Barcelona del 2001 al 2003.

Los medios españoles cercanos al Barcelona señalan que, en la actualidad, el futbolista argentino no cumple con el famoso “ADN Barça” ni que marque una diferencia sustancial respecto a otros perfiles. Una situación similar atravesó el Real Madrid, quien no contaba con jugadores argentinos desde Ángel Di María (2010-2014) hasta la incorporación en este mismo año de Franco Mastantuono.

El Barcelona busca en el jugador argentino que tenga un buen pie, manejo y control de balón, ideas claras sin complicaciones y una magia que no se ve todos los días. Pueden ser muy conocidos como Messi, Maradona o Riquelme, pero también están los Juan Pablo Sorín (foto), Javier Saviola, Mauricio Pellegrino, Gabriel Milito y desde luego Juan Román Riquelme, jugadores distinguidos por su entrega y esfuerzo en la cancha, por ser capitanes sin llevar la cinta en sus brazos.

Qué fue de... Juan Pablo Sorín: lo que no te dé el Barça te lo puede dar el Villarreal

Jugar en el Barcelona es algo muy especial; es una forma de vida que cambia todo lo que venías haciendo desde antes: la forma de juego, de pensar y de actuar en situaciones que se requiera necesario. Cualquier argentino que llegue al club debe saber que viene a hacer historia y no uno más”, asegura Pellegrino, exdefensor quien disputó la temporada 1998/99 con el Barcelona.

El Barcelona no solo se conforma con fichar jugadores para el primer equipo, sino que también lo hacen para sus categorías juveniles. En los últimos años estuvieron Lucas Román, Román Vega, Santiago Ramos Mingo, Maximiliano Rolón, Sergio Araujo, y un tal Messi, quienes se formaron en las inferiores con el sueño de dar el salto a primera.

El scouting que tiene el Barcelona cada año viene a Argentina a visualizar jugadores para sumar a su institución. El último caso fue el de Ian Subiabre (foto). Emisarios del club catalán se comunicaron con el jugador que pertenece a River. “Lo principal es poder encontrar en un argentino un proyecto a largo plazo, donde se pueda ver que marque esa diferencia y sea constante; no se encontrará otro Messi pero un jugador con una calidad nivel Barcelona, sí, afirma Noriel Miguel, analista y scouting vinculado al fútbol europeo, donde su labor es detectar jugadores con proyección internacional, analizando no sólo su técnica y rendimiento, sino también su capacidad de adaptación al estilo de juego europeo.

Ian Subiabre, la joya de River que está en la mira de dos gigantes de la Premier League - Diario Panorama Movil

 

En la actualidad, el Barcelona es el último campeón de La Liga española. Se destaca por ser un equipo muy competitivo, con carácter y figuras que están por despegar. Sin embargo, la historia marca que los catalanes necesitan un argentino en sus filas para poder llegar a la gloria y volver a ser ese equipo vencedor que algún momento fueron de la mano de leyendas y glorias como Messi, Maradona o Mariano Bori, el primer argentino que supo vestir la camiseta azulgrana de 1909 a 1914. Allí empezó esta historia del ADN argentino en el Barcelona.

Los mayores del Verde

Por Mateo Videla

Las calles angostas, con arbustos rebosantes irrumpiendo desde las viviendas, expulsan un tinte de cuento de hadas. Bajadas, subidas, cruces confusos, micro plazas, garitas, casas antiguas y modernas. Un berenjenal mezclado en la bien nombrada Ciudad Jardín donde la vegetación, con elegancia, es dueña. Al recorrer sin temor a perderse, una sorpresa espera entre los Geranios y Lorenzini. Un club de barrio escondido. Con un misticismo inexplicable.

Sábado, las copas de los árboles dialogan por el viento. El sol ilumina la piel. A la sombra un buzo no viene mal. “Un día perfecto para jugar al fútbol”, dicta mi padre Guillermo. El reloj señala las 12.30. Preparados, comenzamos el camino hacia la Asociación de Fomento Amigos de Lomas del Palomar. Mejor conocida por su abreviatura: A.F.A.L.P. Canal en el que Jorge Olguín, campeón del mundo en 1978, desplaza su figura. Bajamos por el estacionamiento del polideportivo sin ignorar la imponente cancha de once. Las gentes circulan en su contorno interior. En la parte exterior, el San Martín extiende sus vías como un separador de Presidente Kennedy. El ruido del tren rompe con el barullo como un cuchillo. Detrás del arco más lejano a la entrada, un campo de siete a la misma altura. Otro, con los ansiosos protagonistas, aguarda al final del aparcamiento en una planicie elevada a medio metro sobre el suelo. 

De lejos, divisamos cómo las siluetas en el césped sintético conversan. El entredicho de siempre: el armado de los equipos. La distancia no deja ver las canas. Un grupo de, en su mayoría, septuagenarios listos para la batalla contra el tiempo. Una lucha indomable. Feroz. Con un ganador definido pero que deberá redoblar esfuerzos para derribar a los tenaces amigos y compañeros vinculados a la pelotita. 

Los ojos enfocaron a Raúl Angel Cesar Brunelli que paciente y con ligera panza aguarda sobre la pelota. La galera y el bastón en carne propia. Tal vez acusado de comilón, más de una vez me hizo pasar de largo, con una cara de bonachón y voz robusta sentencia: “Nací en San Andrés, partido del General San Martín”, se le infla el pecho. Por el momento vive desde 1981 en Santos Lugares. Allí quiere transitar el resto de su vida. En su debut sufrió un episodio llamativo. El cruce frenó y un cortejo fúnebre ingresó para esparcir las cenizas de un difunto llamado Pepe. Raúl, luego de la ceremonia, dirigió sus pasos al vestuario. Una voz fría lo detuvo: “Hay que terminar el partido”. La disputa reanudó su curso con los restos como alfombrilla del field. Brunelli me cuenta la anécdota estupefacto. El recuerdo lo marcó a fuego. Una alegoría poética de que incluso ante un final fatal el juego debe continuar. Cerca de Brunelli, Victor Cesar Castillo permanece como junco que se dobla por el viento pero siempre sigue igual. Al final de su gran altura,sostiene una mirada jocosa acompañada de una sonrisa al final de su gran altura. La piel bronceada del originario de Florencio Sánchez de Mar del Plata acumula la sal de viajes mercantes. El dueño de una panadería, enfrente de la estación de Palomar, conoce la peligrosidad de los mares y el riesgo que puede azotar en un segundo a los tripulantes de las embarcaciones. Sabe cómo actuar en situaciones límite. 

Julio Barbeira cruza al frente. Central alto de bigote prominente. Goleador de los arcos propios y ocasional autor de manos de dudosa intencionalidad. Reside en las cercanías desde 1960. Su madre lo acercó a la institución. “Cuando empecé a jugar las camisetas eran casacas, osea que eran camisas y al ser camisas tenían botones y al tener botones si yo agarraba a alguno de la camisa saltaban todos los botones y el tipo quedaba en cueros”, contó entre carcajadas con la afirmación de ser un santo en la actualidad. Algo que replica con su optimismo y con la felicidad de compartir con la mujer que siempre quiso. En la banda derecha, Carlos D’Aquino, de cuna de Ciudadela, apodado como Zapatero por su profesión, corta el juego rival como ningún otro. El punto que lo distingue aguarda en su familia. En ellos vuelca cariño, en sus hijos y nietos, muchos socios del Verde. En el lado izquierdo, Horacio Agustín Ortiz, que llegó al distrito a los 7, hoy acumula 77, representa un óleo de resiliencia. Tuvo múltiples accidentes cerebrovasculares que lo dejaron con medio cuerpo parcialmente paralizado pero eso no fue impedimento para hacer lo que le gusta. Algún lateral puede pesar pero no decae. En una riña constante con las limitaciones, no tira la toalla. Ir hacía adelante puede costar pero toca la bola y sigue. Apoyándose en sus compañeros que lo contienen. Ortiz también canta. En ese instante que alza la voz, las trabas dejan de existir. La música se vuelve un conducto para conectar. Un guerrero valiente de primera línea. 

En Cristóforo Jimenez laten los dotes de un artista. Docente jubilado, nacido en Termas de Río Hondo, cada vez que convierte un tanto expulsa en un grito: “¡Gracias Viracocha!”, en homenaje al dios supremo de la mitología Inca. De tez morocha, con una expresión simpática, cita filósofos a la vez que destaca su amor por el arte: “En la actividad plástica jamás uno se jubila”. Su sobrenombre data de sus primeras apariciones. Mientras esperaba para ingresar, uno desde dentro soltó: “Mira, ese se parece a Centurión”, en referencia a Ramón, jugador de River entre 1986 y 1990. “Cuando llegó el momento me dijeron che Centurión entra y me quedo para siempre”. Al retroceder, Jose Ramón Coceres, que cariñosamente siempre me llama Matu, convive desde hace 30 años en Pablo Podesta. Taka, polifuncional corredor, que en el arco y en los carriles queda como sinónimo de garantía. Alto, flaco, de piernas largas, moreno, siempre acompaña sus frases con una sonrisa picarona de dientes blancos.  En diciembre cumplirá 25 vueltas al sol como miembro de la entidad bonaerense a la que arribó gracias a su cuñado Tati. 

Todo grupo tiene un nueve goleador. Marcelo Costanzo desempeña esa tarea. De origen Porteño, ocasional fumador, remarca: “Es Costanzo, no Constanzo”, muchos lo siguen escribiendo mal. El vínculo con A.F.A.L.P floreció en 1990, luego de una merma en sus actividades que lo hicieron pasar más volumen en Palomar. Durante una década, jugó torneos en la Ciudad Universitaria. Previamente, practicó atletismo. En su juventud, peloteaba en los potreros ubicados en Wernicke ocupados en el presente por edificios. 

Guillermo Gartenhaus, marcado como “morfón”, imprime lujos en cada zancada. La gambeta forma parte de su esencia. Cada contraataque le permite una demostración de habilidad. Sin embargo, Pony guarda pasado. Oriundo de Ciudad Jardín desde 1953, en 1977 terminó exiliado por la dictadura. Pasó por Suecia, España y Canadá. Tuvo intermitencias en Argentina hasta que en 2012 volvió para permanecer en su patria. Los cruces de los fines de semana lo transportan a un amoroso recuerdo: “Conectarme con mi infancia, la más tierna. La época de mi vida donde todo era felicidad”.  

Gustavo Vargas, de 71, pone la garra. Paraguayo, pelado por completo, atlético, apacible y muy cariñoso, castiga al contrario con voluntad. Su seudónimo, el Doctor, con matices como el Cirujano, quedó pegado a él. La trascendencia superó los límites con una escena de auténtica comedia. Una mañana más en la oficina, un compañero lo llamó para solicitarle un turno médico. Gustavo quedó perplejo mientras sus colegas reían a carcajadas.  “Lo que sea deporte a mí me resulta grato”, algo reflejado en su asistencia a maratones y en su círculo íntimo. Dos de sus retoños son guardavidas, uno ejerce como preparador físico, el otro, entrena para realizar triatlones. La relación más estrecha con el club surgió en la adultez luego de llevar a su hija a natación. Vargas no sabía nadar. Con una invitación para aprender, la suerte estaba echada. Otro metedor encarna Jorge Eduardo Honaine. Profesor de educación física de 54 que dice ser un “docente de raza”. Comenzó a enseñar en la Escuela n°31 de Lanús. Respetado y querido, imponía su semblante incluso en lugares con bravura: “A mis alumnos decirle, en la hora de educación física, los fierros los dejan afuera“. El 17 de septiembre de 2017 sufrió una ACV que giró su status quo. El marplatense no permitió el amedrentamiento. Con perseverancia, retornó para continuar con la pelota y su pasión por el tenis. Disciplina que lo condujo a la entidad del Partido de Tres de Febrero. Una única secuela, que limita su visión, lo persigue. Algo que no es impedimento para que el fanaticó del movimiento fluya.

Pegado a la línea de cal, Horacio Frumento aguanta y la pisa mientras su extenso pelo, canoso y sedoso, baila por su cabeza. El Aviador, que porta ese mote debido a su profesión como comisario de abordo, estuvo 35 veranos en Caballito y permanece, hasta la fecha, por 35 inviernos en Ciudad Jardín. Cirscuntancialmente bromea con que sus amores son de color verde, Ferro y A.F.A.L.P. Horacio destaca imágenes increíbles debido a su trabajo. Por la mañana en las montañas de La Paz, Bolivia, por la noche en Buenos Aires divirtiéndose con el fútbol. 

Antes de llegar a un par de referentes determinantes en esta historia. Paro en mi viejo. Guillermo Videla, con su estatura de un poco más de un metro y medio, defiende el arco como un pequeño gigante. Los jugadores intentan tirar la bocha por arriba pero fallan estrepitosamente. Desde los noventa que perdura por la asociación. Nació en Ramos Mejía pero lleva 38 primaveras en Caseros. Papá, el gran autor secundario de este relato. Sin él estos hombres no estarían en el papel. Me tomó la pequeña libertad de subrayar que me siento afortunado de poder compartir con él un poco de su disfrute. De su esencia repleta de amor. El verdadero. Que demuestra con acciones y no con palabras. Con apoyo, con contención, con ayuda. 

Ruben Peréz  tuerce el entrecejo para recordar mientras desvía la mirada hacia arriba. Al poco rato vuelve para entregar un gesto risueño que extiende su bigote blanco. Enrique Cirillo miró con firmeza sin borrar los rasgos simpáticos de su cara. El hombre, bajo pero corpulento, era un lienzo más del bar de la sede social en la que viste un conjunto deportivo. Los ex presidentes desempeñaron la ardua cruzada de sentar bases en la institución que en 2025 cumple ocho décadas de existencia. El primero, en 1975, aterrizó de la mano de un amigo de Palomar. El segundo, en 1985, acercó lazos al abandonar Defensores de Santos Lugares. Allí practicaba básquet. Paradójicamente, el Verde sería la casa primordial del basquetbolista Luis Scola. “Jugaba en las inferiores de Defensores. Y una de las instituciones con la cual competimos era esta. A la vista me gustaba mucho. Decidí incorporarme ”, cuenta con emoción el ex dirigente. “Vos entras y te atrapa, te atrapa para el compromiso y enseguida querés empezar a hacer cosas”. La dupla, con diferencia de entrada pero conocida a través de la facultad, contó el pasado:  “El espacio era más o menos el mismo. Había menos canchas. Por ejemplo, la que jugamos nosotros los sábados, no existía. Eso era un playón”. Juntos armaron la subcomisión de fútbol e implementaron los torneos a la bolsa en pos de la integración de un mayor número de personas: “Lo que sucedió es que nosotros nos pusimos como meta no solo la organización de los torneos, porque eso es relativamente sencillo. Armar los equipos. Sino también era una forma de camino como para hacer crecer al deporte, a la institución”, explica Quique. Entre los dos enumeran los logros: “Nosotros trabajamos e hicimos la remodelación de todos los vestuarios. Le pusimos luces nuevas a la cancha. Era un vehículo para que nosotros pudiéramos mejorar”, en el pasó de la narración destacan al equipo de personas a su alrededor que posteriormente formarían parte de sus mandatos y ayudarían en las dos crisis más grandes de A.F.A.L.P. En 1995, con Peréz como cabeza del organismo, una deuda azota las arcas.  “Acá las cartas de documento llovían”, cuenta Cirillo, vicepresidente de aquella época. “Deuda con la AFIP. Trescientos mil dólares había”, completa Perico. En 2020, con Enrique como mandamás, toca la pandemia desatada por el coronavirus. Ambos desastres encuentran una única solución: el héroe colectivo. La colaboración de cada uno de los socios que dejaron su granito de arena que perdura en cada esquina. Muchos fueron nombrados en el relato como esos variopintos personajes que con arrugas encima pasean por el club que les dió mucho. 

 

El legado continúa

Patricio Bannon, actual presidente de 50 años, festeja a los viejos y a los nuevos linajes: “Tenemos gente de tres o cuatro generaciones dentro del club. Es un orgullo. Es lo mejor que nos puede pasar”. A la par que analiza: “En la vejez es importante transmitir. O sea, la persona grande, tiene que transmitir lo que sintió, lo que vivió en el lugar o en las experiencias que tuvo para que se continúen los legados. Es muy importante que la gente grande de este club le transmita a los más jóvenes lo que costó armar esto y lo que significa esto y de alguna manera se logra”. Alto, con barba semi recortada, de pelo negro y con una campera del mismo color, imprime en su piel la palabra pertenencia que gira una y otra vez en la conversación. Habla de su padre, que sufre Alzheimer, para vincularlo con los señores de la tercera edad: “Todos los sábados los voy a ver. Paso un minuto a saludarlos porque siento que él está ahí y ellos me hacen sentir que está ahí”. Un grupo que trasciende, que construye, que marca, que vive, que contra el tiempo sigue. Y en la tragedia, la unión ocupa un lugar clave. 

“Amarilla juez”, gritó uno en la lejanía. “Se cayó solo”, renegó otro. Las caras alegres cambiaron en un flash a la preocupación. Raúl yacía boca arriba con el vientre hacía el sol derribado frente al área. Víctor no dudo. Actúo rápido. Ser marinero le instaló la emergencia en los poros. Un, dos, tres y respiración boca a boca. “¡Medicó!, busquen al médico”. Las personas alrededor comenzaron a acercarse. La incertidumbre rodeó a los presentes. Entre el griterío y la confusión, corro hacía la salita de la enfermera que llegó a toda velocidad con un botiquín. Se le unen dos guardavidas del club que, por pura casualidad o fuerza mayor, fueron a almorzar al buffet. Mi viejo, desesperado, grito por el desfibrilador de los vestuarios. Ambos vamos a buscarlo pero se adelanta una muchacha que al llegar a la cancha tiene la mala suerte de caerse con el paquete a las puertas del campo. El golpazo no le importa y sigue para entregar la caja a quienes le practicaron reanimación cardiopulmonar al desvanecido veterano. Abrazo a mí papá. Piden espacio. Brunelli respira con dificultad. Confluyen los pedidos de ambulancia. Silencio. Aplausos. “Salió”, sentenció un miembro de los convocados. Los paramédicos tardaron un lapso eterno pero lo llevaron consciente junto a Gustavo que decidió acompañarlo en el vehículo. 

El accionar de los compañeros, la disponibilidad del desfibrilador y las gentes próximas al incidente salvaron a Raúl que hoy puede contar otra historia. Otra alegoría que vincule a la muerte. Otro relato que prueba la volatilidad de la vida. Otra enseñanza para valorar el regalo de vivir, de soñar, de reír, de llorar, de enojarse, de sentir. De convivir con la mortalidad, con el paso del tiempo. Aquello que nos hace humanos. 

 

Gonzalo Gutiérrez Taboada, el hombre que rompió la pared

Por Magalí Willems

Cardenal Newman necesitó medio siglo para encontrar su sábado perfecto. Cincuenta años después de su fundación, el club de Benavídez se consagró campeón del URBA Top 12 por primera vez en su historia. Las estadísticas, hasta hace poco, parecían una sentencia más que un dato: tres finales jugadas, tres finales perdidas (2008, 2015, 2018). Semifinales que se escapaban por un punto, como en 2024 frente a Belgrano. Una y otra vez, el mismo golpe. 

Convivir con la sombra de las manos vacías formó el carácter del Newman. Y por eso, cuando el reloj marcó el final en La Catedral, y el 15-3 quedó grabado en el tablero no hubo explosión inmediata. Hubo lágrimas. Abrazos. Miradas hacia el cielo. Tocar el pasto para comprobar que no era un sueño. Había demasiado peso emocional acumulado como para festejar sin quebrarse primero.

La imagen que deseó por años! Sonó el silbato final y Gonzalo Gutiérrez Taboada rompió en llanto - ESPN

La temporada 2025 empezó incluso con el mismo perfume a déjà vu. Newman perdió tres de sus primeros partidos pero, desde la quinta fecha, el equipo se volvió una máquina: 15 victorias. En semifinales, otra vez Belgrano enfrente: esta vez, fue un triunfo contundente por 42-24. La final ya no era una obsesión: era una cita.

En ese recorrido hay un nombre imposible de omitir: Gonzalo Gutiérrez Taboada, debutó en primera en 2007 con 20 años. Hoy, con 38, representa mejor que nadie el ADN de Newman: trabajo, resiliencia, convicción. Estuvo en las finales perdidas, en las derrotas agónicas y en ese tiro errado en 2024 que le impidió al club tocar la gloria por un punto. Él mismo cuenta que después de aquel día lo único que repetía era “ya se va a dar”. Lo decía hacia afuera, pero sobre todo hacia adentro.

En la definición contra el SIC, volvió a hacerse cargo: sumó cinco puntos —un penal y una conversión— y alcanzó un récord histórico en la URBA: 182 puntos en playoffs, la mayor cifra desde que existen los cruces directos. Sin embargo, él mismo relativiza lo personal: “No le doy mucha importancia a las estadísticas. Muchas veces me tocó salir goleador del torneo y perdía. Este año no me tocó y salimos campeones. Prefiero esto mil veces”.

Es una locura romper esta pared o maldición", la emoción de Gutiérrez Taboada tras el título de Newman en el URBA Top 12 - ESPN

La final fue una batalla más emocional que estética. Ninguno se quería arriesgar, defensa sólida y juego con el pie, hasta que El Cardenal enfrentó un gran obstáculo, una tarjeta roja a los 20 minutos y ahí fue donde apareció el liderazgo: “El equipo se sintió bien dentro de la cancha. Controlamos la intensidad y pudimos mantener la tranquilidad a pesar de la roja. Lo transmitimos junto con el capitán “. La convicción fue su refugio durante todos estos años:Siempre sentí que se iba a dar. Muchos me recuerdan mensajes que mandé cuando erré la pelota frente a Belgrano y yo les contestaba: ‘ya se va a dar’. Por suerte, gracias a la madurez mental pude disfrutar más allá de la frustración”.

“Scooby” Gutiérrez Taboada es también un puente entre generaciones. Lo explica con claridad: “La cultura y el trabajo que se hizo durante tanto tiempo fue lo que le permitió a esta generación ser tan competitiva. El equipo iba mejorando año a año. Década a década fuimos subiendo la vara “.

Newman no se traiciona: una manera de sentir el rugby detrás de la obsesión de ser campeón - LA NACION

Cuando terminó la final, la emoción lo desbordó:“Se te pasan muchas cosas por la cabeza: mi familia, que estuvo tanto tiempo haciéndome el aguante. Sentís un desahogo enorme”. Además explicó: “No jugaba al rugby para salir campeón. Me divierto jugando. Me encanta poder seguir disfrutando de este deporte. No voy a dejar de jugar”. Newman es más que un club para él: “Es mi segunda casa. Paso mucho tiempo acá. Es una parte muy importante de mi vida”. 

 Cuando dentro de muchos años alguien pregunte cómo hizo Newman para romper esa pared, habrá una imagen para explicar todo: un apertura de 38 años, con los ojos húmedos, abrazado a sus compañeros, repitiéndose a sí mismo lo que sostuvo durante casi dos décadas. Quizás su mayor legado no esté en los puntos, en los récords ni en las finales jugadas. Está en otra cosa: “Siempre traté de transmitir el disfrute y lo lindo del deporte. Recordar que, aun en una final, es un partido como los de todos los fines de semana. No darle tanto peso”.

Ya se iba a dar.

 

Helen Bernard Stilling: la pista es su casa, el atletismo es su vida

Por Juana Lusin Santafé y Morena Politi

Suena el disparo y Helen Bernard Stilling corre. No piensa ni calcula, su
mente se pone en blanco y solamente corre. Cada valla que deja atrás es
una menos entre ella y su objetivo, un paso más hacia esa meta que
persigue desde los 12 años. La deportista oriunda de Lomas de Zamora
encontró en el atletismo mucho más que un deporte. “El día que me digan
que no puedo correr más, no va a ser mi cuerpo el que se detenga, sino
mi vida”, afirma con una mezcla de nostalgia y certeza.

Nacida el 11 de agosto de 2005, Helen creció en Banfield junto con sus
dos hermanas mayores y su hermano menor, Ian, quien falleció hace
años, pero está presente en su corazón todos los días.

Su historia con el atletismo empezó en 2017, en el lugar donde pasaba
gran parte de sus días: el Colegio French. Allí descubrió que la velocidad
era algo más que una habilidad para los torneos internos. Los profesores
notaron su talento y la animaron a entrenar fuera del ámbito escolar, en
el Parque de Lomas, donde comenzó a formarse con Marina Fernández,
entrenadora que sigue a su lado ocho años después y a la que define
como su “segunda madre”.

Al empezar a dedicarse al alto rendimiento de tan chica, dice que siente
que dejó de lado muchas cosas sociales que los niños de su edad solían
hacer: ir a cumpleaños, reuniones con sus amigas o salir a andar en bici
los fines de semana. Pero no se arrepiente de nada, porque priorizó otro
bien que la llevó a estar donde está hoy. El “click” de su cabeza llegó en
2022, cuando viajó a Paraguay para competir en su primer sudamericano
para menores de 18 años. Era la primera vez que iba a salir del país y
todavía no comprendía del todo la presión que significaba representar a la Argentina, pero aquella experiencia marcó un antes y un después. “Fue un cambio, ahí me di cuenta que esto me interesaba y que quería seguir entrenando para continuar compitiendo internacionalmente”, recuerda.

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Siempre que corro, mi cabeza va más adelante. Por ejemplo, en el 400
metros con vallas me engaño a mí misma con la distancia que queda para
motivarme más para llegar al final”, describe al intentar poner en
palabras lo que pasa por su mente dentro de la pista. Además, le da
mucha importancia a la opinión de los demás. Cada vez que está por
largar, suele pensar en quién la estará mirando y qué pasará si no logra
el resultado esperado. Con el tiempo, entendió que cargar con esas
expectativas no ayudaba y que debía aprender a disfrutar sin tanta
presión. Hoy trabaja en eso en busca de que la competencia no pese más
que el deseo de correr.

Este año todo parecía salir bien. En febrero compitió en el Sudamericano
Indoor de Bolivia, donde participó en la posta femenina 4×400 y en los 60
metros con vallas; en ambas pruebas obtuvo el segundo puesto. En
agosto viajó a Paraguay para disputar los Juegos Panamericanos Junior en
la posta mixta 4×400 y finalizó en el sexto lugar. Hasta que en octubre, el
impulso con el que venía se frenó de golpe. Poco antes de un nuevo
Sudamericano, una lesión muscular la obligó a detenerse por primera vez
en su carrera. El diagnóstico fue duro: debía dejar de competir y
enfocarse en la recuperación. “Tuve que aceptar que parar también era
parte del proceso”, reflexiona Helen.

En este tiempo fuera de las pistas, entendió que no estaba sola. Sus
padres, Martín y Gabriela, fueron su mayor sostén, los que la
acompañaron en cada decisión y le recordaron que el atletismo no era
solo competir, sino también aprender a esperar. A eso se sumó su amiga
más cercana, quien la acompaña incluso cuando no hacen falta las
palabras. “Sé cuándo Helen está frustrada, no hace falta que lo diga. A veces solo alcanza con estar ahí y distraerla un rato”, cuenta Lola con un tono sincero y cargado de emoción.

El deporte ocupa gran parte de su vida, pero no la define por completo.
Además de pasar horas entrenando, estudia Marketing en la Universidad
de Palermo y busca equilibrar las exigencias académicas con la intensidad
del alto rendimiento. “Tengo bien claro que me quiero dedicar al
atletismo, pero sé que no es de por vida, debo tener un plan B”,
reflexiona. Se define como una persona constante y disciplinada. Le
gusta estar al día con todo, aunque admite que a veces le juega en
contra. Duerme poco, se enoja si algo no sale como espera y le cuesta
bajar el ritmo. “Siempre intento dar lo mejor, en la pista y en la facultad.
A veces me saturo, pero no sé hacerlo de otra manera”, reconoce.

Helen Bernard Stilling: el futuro del atletismo ya llegó | El Equipo Deportea

Este año ya terminó para ella. La lesión la obligó a cerrar la temporada
antes de lo previsto y a dejar en pausa varias competencias que había
planeado. Hoy, con la recuperación completa y la mirada puesta en lo que
viene, Helen apunta a consolidarse entre las categorías mayores. Sueña
con volver a representar a su país en torneos internacionales y, algún día,
cumplir el objetivo que la impulsa desde chica: competir en unos Juegos
Olímpicos. Mientras tanto, se concentra en continuar su crecimiento paso
a paso, consciente de que cada tramo de su carrera deja algo más que
resultados.

El atletismo le dio mucho más que medallas o marcas personales, le
enseñó disciplina, paciencia y la certeza de que no hay atajos. Cada valla
que salta es un recordatorio de por qué eligió este camino. Porque ahí, en
la pista, se siente viva y encuentra su lugar. Cuando el disparo vuelve a
sonar, todo se detiene por un segundo: el ruido, los nervios, el resto del
mundo. Solo queda ella y el impulso de correr, como la primera vez.
Porque para Helen Bernard Stilling, correr no es una parte de su vida, es
su manera de vivirla.