viernes, noviembre 21, 2025
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El Lado B del Arbitraje

Por Tiziano Moreira

“Los jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Sólo el árbitro entra al campo de juego; y con toda razón se persigna al entrar, no bien se asoma ante la multitud que ruge”. Eduardo Galeano, en su libro “El fútbol a sol y sombra” (1995).

“A mí me gusta el fútbol desde chico, pero no tenía las condiciones físicas para jugar  profesionalmente”, afirmó Lucas Vázquez, oriundo de Villa Madero, de brazos cruzados y con vergüenza. Quería vincularse al fútbol de alguna manera y a los 17 años encontró la fórmula: hizo el curso en la Asociación Argentina de Árbitros (AAA) mientras terminaba la secundaria, en la escuela Juan Manuel de Rosas, de Tapiales. 

Su padre Cristian nunca fue un entusiasta de la redonda, desconfiaba del ambiente y la violencia. Aun así, lo acompañó a su debut como juez asistente en un partido de Intercountry. Lucas lo recuerda entre risas: “Tuve una jugada de gol o no gol. Tenemos un protocolo para levantar la bandera y avisar. Era mi primer partido, estaba nervioso y directamente no hice nada, me quedé duro, sin saber qué hacer”.  

En el deporte, una lesión te puede cambiar la vida. La mala fortuna de su pie lo obligó a especializarse como asistente en lugar de árbitro principal. Ese suceso no lo detuvo, pero le enseñó a prepararse mejor y a convivir no sólo con la presión física, sino con la mental, tanto que tiene un psicólogo con el que “simplemente va a hablar”. “Yo creo que el fútbol acá es muy pasional, estamos expuestos siempre a errar”, confiesa con una voz grave y sin mirarme a la cara. “Vas al partido, vas a dirigir”, sentencia.

Cuando dudó en pedirle un café al mozo, se quedó en el limbo unos segundos; eso mismo pasó cuando le pregunté por su sueldo y si tiene otros trabajos. La realidad económica del arbitraje en el Ascenso es precaria. “Todos los árbitros que no sean de Primera, tenemos otro trabajo”, explica. Su sueldo no es suficiente para vivir con su prima Julieta, ya que cobra por partido y en meses sin torneo recibe un mínimo; por ejemplo, en la pretemporada de verano, entre enero y febrero de cada año. Durante un tiempo trabajó en una pizzería para complementar los gastos.  

En infinitas ocasiones los árbitros han sido cuestionados, porque “inclinan la cancha” para un equipo, en otras palabras, son hinchas de un cuadro; pero Vázquez sacrificó hasta eso: “Empezando desde tan chico en el arbitraje, se me fue la pasión. Sí veo algún partido que otro, pero la verdad que nunca me involucro en un club”. Su lealtad, asegura, está con el reglamento, y confía en que la de sus compañeros también. La clave para sobrellevar la presión y los errores es simple: “Si nos equivocamos, la clave es borrón y cuenta nueva, para que no afecte en el resto del duelo”. 

Así, la figura del juez de línea se revela no como la de un simple ayudante que “no manda”, sino como la de un trabajador que soporta insultos, estudia tácticamente a los equipos, se sobrepone a lesiones y busca un segundo empleo para seguir su vocación. Es un profesional anónimo que paga un precio que la mayoría de la gente jamás llega a ver, sólo para estar en ese espacio verde. Su próximo objetivo: llegar a dirigir en la Primera División.

 

 Fernando Román: “A mi me gusta transmitir”

Por Agustina Zagorda

Fernando Ariel Román es una persona a quien quieren más como amigo que como profesor porque transmite cosas hacia sus alumnos que los demás no. A los seis años corría inquieto por las calles de Remedios de Escalada; el patio trasero de su casa era la cancha de Talleres, un club donde probó varios deportes. Aunque intentó el fútbol y el tenis, no lo convencieron; fueron la natación y el atletismo lo que despertaron su entusiasmo, inspirado por su hermano mayor, un nadador profesional. “Era muy inquieto, y mis padres me mandaban a descargar esa energía en el club”, recuerda hoy con un dejo de melancolía  en la  voz.

La vocación docente de Román surgió en un salón de teatro, no en un campo deportivo. Su madre, profesora de Flamenco, le mostró el poder de un docente que capta la atención de sus alumnos. “Yo quería tener esa energía”, dice. Esta influencia lo acompañó siempre, eligió el profesorado de Educación Física en Lomas de Zamora, se licenció en Alto Rendimiento Deportivo en la UAI y, casi al mismo tiempo, se formó en actuación en el IUNA. En su camino, descubrió su esencia: “Me gusta transmitir, cualquier cosa que haga quiero compartirla, estar preparado para persuadir a quien me escucha, para generarles preguntas e inquietudes”. Para él, la enseñanza es el arte de transmitir.

En sus clases se muestra siempre igual con todos, pero sabe que cada alumno es distinto, por eso intenta que haya un clima de confianza, donde no solo se hable de deporte. Muchas veces escucha historias de problemas familiares o situaciones personales que afectan el rendimiento. “No puedo exigirle lo mismo a alguien que viene con la cabeza en otra cosa que a alguien que llega perfecto de ánimo”, explica. Esa mirada lo llevó a entender que la educación física no es solo correr o saltar, también es acompañar a los chicos en lo que les pasa afuera de la cancha.

Ya con 48 años y con más de dos décadas de docencia, afirma haber aprendido tanto como enseñado, la espontaneidad de los niños, la diversidad de contextos y las distintas formas de expresión lo han obligado a reinventarse constantemente. “Trato de ser plastilina para mis alumnos y que ellos me den la forma que quieran”, confiesa. Su experiencia en escuelas con recursos limitados también lo impactó: recuerda sus primeras prácticas en un colegio carenciado, donde los chicos a veces no tenían ni para comer, ese contraste le enseñó que la enseñanza requiere sensibilidad y adaptación, más allá de los manuales.

Entre tantas experiencias, hay una que aún lo emociona, hace algunos años, tras sufrir un robo en su casa, se ausentó unos días de la escuela. Al regresar, se encontró con un gesto inesperado: sus alumnos, muchos de familias humildes, se habían organizado para juntar dinero y escribirle cartas de apoyo. “Eso me recontra marcó”, dice , porque eran chicos que a veces no tenían zapatillas en buen estado y aun así se preocuparon por mí. “Conservo todas esas cartas hasta hoy”, cuenta conmovido. Para él, ese episodio muestra lo que significa enseñar: un vínculo que trasciende la materia y se convierte en lazos de afecto.

Con más de 22 años en la enseñanza, Fernando Román se acerca a la jubilación -a tan solo un par de años- y afirma que mantiene la misma pasión y motivación que el primer día. Su enseñanza va más allá de las clases de Educación Física, abarca los valores, la escucha y la confianza. Por eso, muchos de sus alumnos lo recuerdan no solo como profesor, también como alguien que estuvo cerca de ellos,  como un amigo más.

 

Tomás Martorana: “La preparación física se esconde detrás de una pelota”

Por Fernando Gerez

En el predio de Defensa y Justicia “Campeones Del Mundo” cada lunes, miércoles y viernes, se repite una práctica constante: gimnasios ordenados y limpios, arcos móviles para jugar un partido en los últimos minutos del entrenamiento, conos ubicados en distintas partes de la cancha y pelotas amontonadas listas para rodar. Los chicos del club que luego de una larga sesión dentro del gym, se preparan para lo que vinieron, la pelota. Hacen lo indicado por los profesores, juegan, se divierten y vuelven a los vestuarios.

En la cancha, juntando los conos y ordenando el gimnasio está Tomas Martorana. A sus 23 años, lleva ocho meses como preparador físico en Defensa y Justicia y ya se mueve con naturalidad en el día a día del club, aunque le sirvió mucho trabajar en otros lugares de su localidad donde creció toda su vida, Berazategui. Es profesor de la categoría 2013/14 y 2015 en Escuela River Berazategui, técnico de la primera en el Club Dive y personal trainer en el gimnasio All Fit. Su trabajo hoy en el club se enfoca en cuatro categorías, 2016, 2017, 2018 y 2019. Además se encargó de infantiles y juveniles, pero hoy su mayor desafío no es la exigencia, sino disfrazar la preparación física como diversión.

Martorana destacó que una de las mayores dificultades se presenta fuera de la cancha, la alimentación. “El 80% de los chicos que tenemos son de clase media-baja, y cuesta mucho ese lado”, señaló. Muchos entrenan al mediodía y llegan con malos desayunos o almuerzos incompletos, incluso a veces comen justo antes de la práctica y cargan con la comida en el estómago mientras corren. Pero para él no es un tema de esfuerzo o voluntad de las familias, sino de falta de recursos, una cuestión social: “La mayoría de los padres tratan de dar lo mejor pero no siempre se puede”, explicó. En lo cotidiano siempre intenta preguntarles qué comieron y aconsejarles que tomen conciencia del cuidado en la nutrición. 

“En estas edades no se habla de preparación física en sí; uno la esconde con juegos y con la pelota, que es lo que más les gusta”, dijo Tomás. Él no solo los entrena, sino que crea recuerdos y momentos del fútbol con cada gesto que produce, generando sonrisas en cada uno de los chicos. Más que ejercicios, transmite energía y pasión, cada jornada en el predio, es una forma de compartir una pequeña parte de su vida y sus emociones a través de una pelota, dejando una marca en cada joven que pasa por sus manos. Algunos días de la semana entrenan en el predio José Lemme y los domingos de jornada local disputan la fecha en La Capilla.

Aunque reparte su tiempo en distintas labores, Tomás tiene una meta profesional por cumplir. “Me gustaría trabajar como preparador físico o incluso como director técnico en categorías mayores o en la Reserva de algún club”. Hoy en día su lugar está en el predio de Defensa y Justicia, escondiendo el entrenamiento físico detrás del juego, porque para él la clave no está en obligarlos y exigirlos a formarse físicamente a tan temprana edad, sino a divertirse.

 

Kopriva: con la mirada social puesta en la cancha

Por Lola Fariña

Desde chico, Juan Carlos Kopriva aprendió que el fútbol podía ser más que una pasión y, por eso, hoy lo entiende como un compromiso social. Su paso por clubes del Ascenso, del exterior y su recorrido de Director Técnico, le enseñaron que cada lugar exige adaptarse, escuchar y aprender a convivir con distintas realidades, aspectos que hoy traslada a su manera de dirigir. Busca forjar un grupo en base a la humildad y sinceridad, donde prevalezca lo colectivo sobre lo individual: “Si vos pensas en lo tuyo solamente, sin pensar en el resto, no se puede crecer. Quiero que los chicos entiendan que no todos tienen las mismas posibilidades”. 

La empatía, las ganas de ayudar, ver que el egoísmo abunda tanto en el deporte como en la sociedad, son parte del hilo que une al fútbol con la política. Kopriva tuvo una larga trayectoria como futbolista, sus inicios fueron en Sportivo Italiano, luego se fue a Ecuador, y su camino siguió en distintos clubes de Perú, Chile y Uruguay; volvió a Argentina después de casi diez años para jugar en Los Andes, Tigre y All Boys. Desde el año 2000 es entrenador, pero también fue Director de Deportes en Hurlingham. Tomó el cargo cuando recibió la invitación en 2022 de Damián Selci, intendente de ese municipio, y no lo dudó. Ese fue uno de los lugares por fuera de las canchas donde pudo poner en práctica sus valores, con la convicción de que el deporte es una herramienta de inclusión y reafirmar que también es una manera de generar oportunidades, porque los clubes son una posibilidad para quienes no la tienen.

“La persona con más plata va a ser la que tenga más facilidad”, agregó al remarcar que el fútbol es un reflejo de la sociedad. Ya sea el deportista que cuenta con un personal trainer, el que tiene la buena indumentaria, o incluso el que dispone de tiempo, porque también están aquellos a quienes eso último es lo que más les cuesta porque trabajan de sol a sol.

Fotos: Gentileza J.C. Kopriva

Conocer al jugador, hablar de situaciones extradeportivas como parte del entrenamiento y contenerlos, son las características que hacen que un Director Técnico tenga la capacidad de conducir: “Una cosa es lo táctico, otra es lo físico, eso lo sabemos todos, pero tenes que saber manejar todo lo demás, sus problemas, las distintas clases sociales de las que vienen y conocerlos”. Que le mientan era lo que más le molestaba de sus entrenadores, por eso hoy en día decide contraponerse a ese modelo, en el que recuerda que si no era elegido para algún partido, utilizaban la excusa de que era para probar un cambio táctico. Hay que ser claro en las decisiones: “Yo sabía que si me sacaban no era por eso, era difícil encontrar que te digan la verdad, con los chicos ahora voy siempre de frente”.

Ahora dirige Excursionistas y busca fortalecer al club para que siga siendo el punto de encuentro entre el barrio y el fútbol. Con la convicción de que no se trata solo de resultados, sino de construir un espacio donde los jóvenes se sientan identificados. Reconoce las dificultades como la falta de apoyo y de recursos, y tampoco se aísla de la realidad, pero lo asume como parte del proceso. Entiende que el fútbol, como la política, requiere esfuerzo, colaboración y la capacidad de levantarse después de cada caída. Fiel a su forma de pensar, busca que sus jugadores respeten la institución y se comprometan dentro y fuera de la cancha. Con la certeza de que pueden tener buenos o malos partidos, pero que jamás pueden fallar como personas. 

 

Betty García: el pulso obstinado de una pionera

Por Juana Enrico

El micro llegó a las cinco de la mañana. Después de un viaje largo, su cuerpo aún estaba cansado de correr detrás de una pelota, lejos de su hogar. Bajó sin decir mucho y caminó hasta el taller de guantes, donde la esperaban sus hermanos. En ese entonces, jugaba al fútbol, trabajaba en una fábrica y, a veces, no siempre, dormía. Gloria Argentina “Betty” García llegó al mundo con un nombre que parecía anticipar su destino, el cual fue construido con esfuerzo a lo largo de los años.

Mucho antes de ese amanecer, su historia ya había comenzado a escribirse. En Avellaneda, donde la pasión suele transmitirse como herencia familiar, eligió otro camino. Su papá, Secundino, era hincha de Independiente, pero a ella no le alcanzaba con la fidelidad heredada: prefirió los colores celeste y blanco de Racing, los mismos de la bandera argentina, los mismos que luego vestiría en la Selección. Esa elección, que parecía rara para algunos, fue en realidad la primera muestra de algo que marcaría toda su vida: la necesidad de construir su propia identidad. Betty no aceptó el destino trazado por otros. Lo mismo haría con la pelota, que en los años sesenta parecía reservada para los varones.

Ser mujer y jugar al fútbol no era una combinación lógica en aquellos años, menos si lo hacías bien. Pero a ella nunca pareció importarle. “Era lo que más me apasionaba. Imaginate lo que sentí cuando supe que podía jugar.” Lo dijo con una mezcla de orgullo y ternura, como si, por un momento, volviera al lugar donde todo empezó. En su entorno era habitual ver que a algunas compañeras las retaban, escondían u obligaban a mentir. Ella, en cambio, contaba con algo que aún hoy menciona con una mezcla de alivio y gratitud: el apoyo de su padre. Él entendía su pasión y la acompañaba, algo esencial para su carrera. Tal vez fue una mezcla de eso: que su papá le dijera que sí cuando el resto del  mundo no podía imaginarlo, y su personalidad desafiante, lo que la sigue llevando a luchar por el fútbol femenino.

Cada vez que alguien le negaba el respaldo, parecía identificar precisamente el motivo para empeñarse. En 1971, viajó a México con la selección argentina de fútbol femenino: diecisiete jugadoras sin entrenador, sin médico, sin vestuario adecuado e incluso sin botines. Todo se presentaba como un obstáculo, y aun así saltaron al campo frente a más de cien mil espectadores en el Estadio Azteca. Vencieron 4 a 1 a Inglaterra, en un partido que quedó grabado como un hito para “Las Pioneras”. Esa tenacidad inquebrantable, aun cuando las circunstancias eran adversas, formaba parte de la índole desafiante que siempre la impulsó, y esa misma fortaleza fue la que cosechó frutos a lo largo de su trayectoria. 

 Hoy, con 84 años, insiste para que otras sigan su camino. Las jugadoras de ahora tienen una historia, escrita por mujeres como Betty, que se animaron cuando no era fácil. “Esto recién empieza”, dice, con certeza. Tiene la esperanza de que, algún día, las mujeres puedan vivir del fútbol. Si los hombres pueden, ¿por qué ellas no? Pronto llegará ese momento en el que ya no tengan que dejar de dormir para sostener una doble vida entre el trabajo y la pasión. En su época, fue la única forma de seguir haciendo lo que amaba. Pero Betty eligió abrirse su propio rumbo, uno que hoy otras pueden transitar con mucha más esperanza.

Gabriel Frías, sentido de pertenencia y sueños

Por Valentina Quinteros

Gabriel Frías no necesita mirar muy lejos para sentirse en casa, para él su lugar está en Temperley. El mediocampista nacido en Guernica, provincia de Buenos Aires, llegó al club en la adolescencia, cuando pasó por las inferiores jugando en Sexta división y, a su vez, entrenando con el plantel de Primera, lo que fue un salto rápido, que nunca olvidará. Desde entonces no se despegó más de la camiseta celeste: “Gracias a ellos no podría ser lo que soy hoy”, asegura con la humildad que lo caracteriza. Su familia es su apoyo fundamental en la vida, y Gabriel recuerda lo que le decía su madre de chico: “Siempre me lo dice: que sea humilde, que nunca cambie mi forma de ser o de pensar por el fútbol”

A nivel personal, le gusta motivar a la gente, ya sea los más jóvenes  del club cuando están por ascender a Primera, o colaborar con personas en situación de calle. En cuanto a lo futbolístico, se siente satisfecho y cómodo en Temperley, ya que tiene muchas metas por cumplir.

Su historia con el “Gasolero” empezó en 2022 cuando debutó en Primera contra San Martín de Tucumán.  A los 35 minutos del segundo tiempo el técnico decidió ponerlo en la cancha. Él recuerda cada detalle: “Fueron 15 minutos de nerviosismo, de querer hacer todo bien, pero la cabeza te juega en contra. Son esos momentos que uno no se olvida más”. Esa etapa de su vida fue lo más lindo que le pasó durante su trayectoria.

En 2023 tuvo que ir a préstamo a Fénix, un paso que le demandaba viajar más de dos horas por día para entrenar. Lejos de verlo como un obstáculo, decidió tomarlo como un aprendizaje y una oportunidad de crecimiento. Para él son esos momentos que uno tiene que disfrutar e ir aprendiendo de cada cosa que brinda la institución, una experiencia que lejos de alejarlo, reforzó su sentido de pertenencia. “Siempre uno no quiere irse de Temperley porque me ayudó mucho en lo primordial, fue mi primer club, el que me abrió las puertas y el que me formó como jugador”, reflexiona.  

En 2024 regresó con más ganas: “Estoy muy contento de poder volver” y no tardó en sumar momentos que alimentaron su vínculo con la gente, ya que convirtió un gol en el clásico ante Brown de Adrogué y también fue parte de la histórica clasificación de la Copa Argentina frente a River, que para él y sus compañeros fue una gran satisfacción. “Hoy en día River es de los equipos más grandes del mundo, pero nosotros también dejamos una huella en el club ganándole”, afirma.

El vínculo con la hinchada también forma parte de su identidad como futbolista. Una bandera flameando con su nombre en la tribuna, los aplausos tras una expulsión dolorosa y el cariño permanente de la gente le confirmaron que nunca entra solo al campo, el público siempre lo va acompañar.

Gabriel Frías también valora el rol de sus compañeros en el vestuario. Considera que la unión del grupo es lo que le da fuerza al equipo y que cada logro conseguido se debe al esfuerzo del grupo. “Acá nadie se guarda nada, todos tiramos para el mismo lado”, dice con orgullo.

Hoy con 24 años, Frías se plantea el presente con un objetivo claro que es salir campeón con Temperley “La gente, el cuerpo técnico y el plantel están mentalizados en eso”, afirma el ”Pibe de Guernica” que ya no es sólo una promesa, es uno de los jugadores que sueña con dejar al “Gasolero” en lo más alto.

 

De marcar delanteros a marcar tendencia: La reinvención de Kevin Cura

Por Agustín González

Su historia comenzó en Mataderos cuando “teníamos lo justo y necesario, pero éramos muy felices”, son las palabras que utiliza Kevin Eric Cura, hijo de padres santiagueños, para describir su infancia a la que recuerda con una sonrisa. Desde ese barrio de la Comuna nueve de la Ciudad de Buenos Aires construyó una trayectoria que lo llevó desde las infantiles de Vélez a los 10 años, el debut en Huracán en 2007, un breve paso por Grecia en el 2013, y jugar en clubes del Ascenso como Barracas Central, Puerto San Martín -al que describe como “semiprofesional”-, Deportivo Armenio y Sportivo Barracas, su último destino antes del retiro en 2018. Pero su historia en las canchas no terminaría en aquel último partido, hoy, a los 35 años, Cura es cofundador de ¨Guardians of the Ball¨, un juego estilo “roleplay” que tiene como objetivo revolucionar la forma en la que los hinchas interactúan con sus clubes.

Con el “Globo” le tocó vivir tres momentos históricos que dejaron marcada su carrera futbolística: el ascenso en 2007, cuando daba sus primeros pasos y era suplente pero lo recuerda con gran cariño; el subcampeonato con Ángel Cappa en 2009, donde más brilló al mejor estilo Steve Harris -líder de su banda favorita Iron Maiden- un momento al que define como “perfecto e inolvidable”, agregando que se había formado una amistad en el plantel que se reflejó en la cancha, y el descenso en 2011 cuando entendió que los que están en las buenas son muchos más que los que están en las malas.  El ex defensor recuerda su paso por el fútbol como algo lindo: Vivir de lo que le gustaba, ser reconocido, jugar al fútbol, mientras que lo que advierte como lo “malo” del ambiente fueron las críticas desmedidas: “Entendía que por la exposición podía ser criticado, pero hay criticas y criticas”, reflexionó.

Foto: La Nación

El retiro en 2018 le dejó una certeza, quería estar alejado de las canchas, pero esa lejanía le duró muy poco: “Aguanté seis meses”, confesó. Enseguida comenzó el curso de Director Técnico ya que estaba buscando desesperadamente la forma de volver a estar cerca de un campo de juego, pero algo inesperado en su vida llegó de repente. Junto a su hermano y otros socios empezó a soñar un proyecto que uniera el mundo de la tecnología con el del fútbol, así nació “Guardians of the ball”.

Su primer contacto con lo tecnológico fue como cualquier jugador de videojuegos de su generación, Playstation, Sega, incluso la consola Family, pero nunca se imaginó que un día iba a estar del otro lado: “Desde mi punto de vista como jugador, nunca había visto algo igual, un juego donde los usuarios pueden recorrer estadios, vitrinas y formar parte del ambiente”, contó. 

Cura se ocupa de la parte más cercana a lo que fue su vida profesional, su rol es vincular a los clubes y jugadores con la plataforma, proponer a las instituciones la creación de estadios virtuales y ofrecer a las leyendas la oportunidad de crear su museo digital dentro de este universo. Aunque admite que el desafío más grande fue “evangelizar a la industria”, convencer a dirigentes y futbolistas para que se animen a explorar esta herramienta que todavía resulta extraña en un ambiente que suele ser conservador, pero él y su equipo siempre tuvieron la seguridad de que es una herramienta con potencial y que va a marcar un antes y un después en el deporte.

Archivo @AFP

A “El Rulo” -como le solían decir los hinchas del equipo de Parque Patricios- le gustaría ser recordado como “una buena persona que jugó al fútbol y que ahora forma parte de un proyecto súper importante a nivel mundial”, un jugador que a pesar de haber colgado los botines, buscó una forma innovadora de seguir cerca de un campo de juego.

 

Ulises Cazau y el uso de las redes en el deporte: de vender pizzas y conseguir sponsors al oro en natación

Por Juan Bautista Zárate

Ulises Cazau tiene 19 años y forma parte de la Selección Argentina de Natación. En los últimos Juegos Panamericanos Junior en Asunción consiguió la medalla dorada en los 4×100 metros relevo combinado masculino y la plateada en los 100 metros mariposa y en 4×100 relevo combinado mixto.

En 2023 tuvo que decidir si apostar por la natación o priorizar el estudio. Como era su primer año compitiendo para la Selección y ya tenía objetivos planeados para el siguiente año, decidió seguir con el deporte. No obstante, para sus primeros torneos tuvo que financiarse los gastos, así que gracias a su fanatismo por la cocina vendió rifas y pizzas caseras para conseguir el dinero: “Salió bastante bien y las redes me ayudaron mucho”.

-¿Cómo surgió la idea de vender pizzas y rifas?

 -En el ámbito es común. Lo de las pizzas fue la excepción porque las hacíamos nosotros, pero los chicos de mi club, que ahora están por viajar al Nacional de San Juan, venden alfajores. Fue una propuesta que estuvo buena. También te ponés más en compromiso con el torneo porque lo vivís de una manera distinta.

-¿Y obtuviste el resultado que esperabas?

 -Por suerte salió bastante bien. Ayudó la viralización en redes. Llegué hasta puntos que no me hubiera imaginado. Fueron las razones por las que viajé a un torneo en Australia en el que gracias a ello se me abrieron más puertas para la natación.

-¿Te seguís financiando los torneos o tenés apoyo del ENARD, por ejemplo?

-Los viajes y torneos internacionales este año, que son los grandes gastos, me los financió el ENARD y la Secretaría de Deportes. Las competiciones locales, que no representan un presupuesto elevado, las bancamos con mi familia.

-¿Además contás con algún sponsor?

-Sí, con eso estoy bastante relajado. Vadox, que me acompaña hace un año, me brinda las mallas de competición, que son bastantes caras, y las antiparras y el gorro. Son gastos grandes que no tengo.

-¿Ves en las redes una posibilidad de conseguir más patrocinadores?

 -Las redes son algo que todavía se me hace difícil de entender. Me parece que es una buena salida que complementa lo que yo hago y hoy hay mucha gente que se sustenta por estos medios. La propuesta es seguir con esto para que llegue alguna marca, aunque es difícil porque en la natación no hay muchas.

-Estás grabando vlogs de tus viajes y entrenamientos…

-El objetivo es compartir lo que le sirve a cada uno para que le llegue a los demás, que no vean solo el resultado sino el proceso. En los torneos hay que subir cosas pero también trato de salir e ir construyendo una imagen en la que no sea solo un nadador, sino que sea Ulises.

-¿Y cómo te llevás con la parte “mala” de las redes, los comentarios de odio de las personas?

-Trato de ser lo más neutral posible, nunca llegué a una etapa de “hate”. Trato de rodearme de las personas que me importan y escucharlos a ellos. Es muy fácil hablar detrás de una pantalla y no te tiene que influir la opinión de alguien que no te conoce ni conocés.

-¿Creés que las personas aprendieron a expresarse luego de la magnitud del hate que recibió Delfina Pignatiello?

 -Sí, quedó algo marcado en Argentina a partir de esto, no sé si ahora hay hate. Lo de Delfina fue bastante masivo y una lástima, hay que aprender y que no vuelva a pasar. Un montón de gente lo tiene en cuenta y lo mejor es aprender del pasado para entender el presente.

-¿Qué se siente representar al país?

-Es algo muy bueno, no sé si encuentro las palabras para describirlo. Es un país que tiene cosas re lindas y poder representarlo y tratar de dejarlo en el mejor escalón posible está buenísimo.

-¿Sentís la presión de representar a un país entero o simplemente te enfocás en vos?

-Al principio sí, lo llevaba a un nivel que me afectaba en el rendimiento. Hoy, al repetirse y conocer más, es algo positivo, que me suma y no cargo con ese peso.

-¿Cuáles son tus objetivos a corto y largo plazo?

-A largo plazo son los Panamericanos de Lima 2027, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 y los próximos mundiales. A corto es el día a día, en cada entrenamiento cumplir las rutinas, dar el cien por cien diario y tratar de mejorar las marcas.

-¿Cambia la preparación de un torneo internacional a uno en Argentina?

-Cambia pero no tanto, porque para clasificar a un mundial tenés que meter tu mejor marca. A veces la preparación es la misma porque uno tiene que estar a la misma altura en ambos torneos. Si bien en el país lo podés ganar más fácil, no es tan importante el ranking, sino la marca.

-Entrando en tus inicios, ¿cuándo empezaste a nadar?

 -Arranqué hace muchos años, pero con cero expectativas. Era más para defenderme en el agua. Corría relevos o postas americanas con mis amigos cuando tenía 11 o 12 años y era bastante recreativo.

-¿Y cuándo quisiste dedicarte al alto rendimiento?

 -En 2023 tuve mis primeros torneos con la selección con buenos resultados en el Sudamericano Juvenil y a nivel nacional. Combinaba estudio y deporte, y no sabía con qué continuar. Por lo que empezamos a proyectar para el 2024, prioricé la natación y el alto rendimiento.

-Igualmente estás estudiando…

-Sí, ahora estoy estudiando Ingeniería en Ciencia de Datos de manera virtual. Voy a un ritmo más lento, pero me parece que puedo tener un respaldo para cuando termine con la natación. También está bueno en el día a día nutrir la cabeza con algo alejado.

-¿Y tenés algún pasatiempo cuando no hay competencia?

-Me gusta cocinar y organizar juntadas. No soy de ver series ni películas. Si tengo tiempo sí, pero me gusta pasar esos ratos con gente.

-¿Cuánto tuviste que dejar para dedicarte al alto rendimiento?

-Un montón. El ejemplo más normal es no haber ido de viaje de egresados. No salgo a bailar con mis amigos, pero suelo juntarme con ellos. Luego no tuve muchas limitaciones o por lo menos no las sentí así.

-¿Tu familia te supo entender y acompañar?

 -Vengo de una familia que no tenía relación con la natación, entonces fue algo nuevo para todos. Siempre me entendieron y me acompañaron bien.

-¿Contás con equipo de profesionales como psicólogo, nutricionista y preparador físico?

 -Sí, en mi cuerpo técnico está mi entrenador, que también es un amigo; la profe de yoga, la nutricionista, el preparador físico, el masajista y un psicólogo deportivo. Trato de que todos estén conectados aunque no se conozcan. Es un lindo equipo de trabajo.

-¿Cómo te ayuda tu profesora de yoga para relacionarlo con la natación?

 -La profe de yoga también es de natación. Además de todo lo que trae de posturas y ejercicios de flexibilidad, también tiene una parte de meditación a través de la respiración, y partes de visualizaciones previas a los torneos que yo lo aplico y está bueno.

-¿Creés que hay diferencia entre un nadador que tiene un equipo así con uno que no lo tiene?

 -Nunca me lo puse a pensar pero es muy leve la diferencia. Me parece que no está mal que no tengas, no sé si estás en una posición de ventaja, pero es un gran complemento. La parte mental es importante cuidarla porque en una carrera juega bastante porcentaje, más allá del rendimiento físico.

Maximiliano Villa, la superación y la búsqueda de la igualdad a través de las pistas de atletismo

Por Tobías Valle Giraldez

A los cinco años fue diagnosticado con parálisis cerebral. Lo operaron siete veces de un oído por una otitis de repetición. Tuvieron que reconstruirle el tímpano. En 2015, su columna empezó a desviarse. Sufrió bullying. Empezó terapia y, a la vez, el deporte que en algún momento su abuelo había desempeñado: el atletismo. Con 17 años, Maximiliano Villa se convirtió en el atleta paralímpico argentino más joven en competir en los Juegos de París 2024, donde obtuvo dos diplomas, y en los últimos dos mundiales de atletismo, Kobe 2024 y Nueva Delhi 2025, donde quedó en el cuarto y quinto lugar en los 100 y 200 metros T35.

El oriundo de Ramos Mejía no se conforma y quiere seguir haciendo historia en el deporte, mientras estudia periodismo deportivo para mostrar “el lado B del deportista y del deporte inclusivo”.

-¿Qué significa para vos representar a Argentina en un mundial?

 -Me sorprende un montón, porque actualmente soy el más chico de la delegación en mayores, y en cinco años ya pude ir a dos mundiales. Pero también sé que es por la voluntad que le pongo. Es decir, esto es el sacrificio de todos los días y por suerte se me pudo dar.

-También fuiste a los Juegos Paralímpicos de París 2024. En su momento, ¿fuiste consciente de lo que habías logrado?

-Hasta antes de competir, no. Tengo compañeros que han compartido viaje conmigo y no han llegado. Y yo, con tan poco tiempo y siendo menor, estuve en un Juego. Para mí fue un montón.

-Uno de los responsables de los éxitos es tu entrenador, Adrián Bottaro…

 -Sí, siempre está ahí para apoyarme y darme consejos, incluso fuera de lo deportivo. Porque también el atleta tiene que formar un vínculo con el entrenador para contarle sus problemas personales. A veces uno no está rindiendo porque está pensando en sus problemas.

-¿Hacés terapia para manejar la presión o para no frustrarte por los resultados?

 -Sí, voy a una psicóloga deportiva. En su momento yo me exigía un montón con la marca, porque hubo un año en el que me estaba costando bajarla, me quedaba estancado y me frustraba mucho, pero conmigo mismo, porque decía: “Hay algo que estoy haciendo mal”.

-Además de tus entrenadores y tu psicóloga, ¿tu hermana es una motivación?

 -Ella es mi inspiración. Hoy, si estoy logrando todo, es por ella. Antes de viajar a India yo había sufrido algo feísimo y llegué a pensar que ya no quería hacer más nada. Dije: “Dejo todo”. Pero después recapacité y dije: “Bueno, si voy es por mi hermana”. Quería que supiera que también podía salir adelante de lo que ella estaba sufriendo en ese momento. Además de ser el hermano mayor, que ella me vea como referente me pone muy contento.

-¿Por qué querés ser periodista deportivo?

 -Porque hoy en Argentina al deporte inclusivo no se le da mucha visibilidad y a veces es muy difícil que nuestros familiares nos puedan ver competir. A mí me gustaría mostrar todo lo que es el deporte adaptado y tener un canal para eso. Me gustaría enfocarme principalmente en el atletismo.

-¿Por qué crees que los medios de comunicación no le dan ese espacio?

 -Porque la gente no tiene interés. Suele decir: “Éste es un discapacitado, no sirve para nada”. Obviamente que hay chicos que pueden hacer todo más rápido que otros, pero si uno les da una oportunidad y les enseña, poco a poco van a ir agarrando la mano y, a su tiempo, van a ir logrando lo que se propongan.

-En el secundario sufriste bullying, ¿qué le podés decir a alguien que lo padece?

 -Que no se rinda. Hay un montón de personas que pueden estar escuchándolo. Incluso yo. Si a mí me mandan un mensaje yo suelo responder. Yo sé lo que viví y puedo dar una mano.

-En tu caso, ¿sufriste bullying por tu discapacidad?

 -En el primer año de la secundaria sufrí bastante bullying, pero no por mi discapacidad. Fue porque mi ex mejor amigo, que me conocía bien, decía que mis padres eran drogadictos, nada que ver. Se formó una pelea y casi todo el colegio me dejó de hablar. La gente con la que yo hablaba se alejó.

-¿Cómo afrontaste esa situación?

 -Fueron dos semanas feísimas, que no quería salir ni siquiera a la puerta de mi casa, y decía: “¿Para qué voy a seguir estando en esta vida si me van a seguir haciendo bullying?”. Por suerte salí de ese estado gracias a mi psicóloga y el deporte. Ahí fue que me fui haciendo amigos que me fueron dando consejos.

-¿Cómo fueron las primeras veces que corriste?

 -Fue un proceso largo, porque al principio no quería saber nada. Yo creo que como todo chico con discapacidad, no me creía en un principio que tenía una discapacidad. Y de un momento a otro los profes con los que actualmente entreno me fueron convenciendo y de tanto que me convencieron terminamos, entre todos, generando los frutos.

Además de haber estado en París y en los últimos dos mundiales, Maximiliano Villa logró la medalla de oro en los 200 metros y la de plata en los 100 metros en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023 y obtuvo la medalla dorada en los 100 metros y la plateada en los 200 metros en los Juegos Parapanamericanos Juveniles de Bogotá 2023.

Alem Yuma, la promesa del judo argentino que apunta a Los Ángeles 2028: “Clasificar sería un sueño”

Por Ignacio Laviana

Alem Yuma es hijo de Elizabeth Copes, que participó en los Juegos de Atenas 2004, y Fernando Yuma, ex entrenador de Paula “La Peque” Pareto. Desde chico desafiaba a luchar a su padre sin tener experiencia, pero hoy, con 18 años, es una de las mayores promesas del judo nacional y sueña con participar en Los Ángeles 2028. Este año obtuvo una medalla dorada en la Copa Panamericana Junior y dos de bronce: una en los Juegos Panamericanos Junior y la otra en los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento (JADAR) Rosario 2025.

-Hoy estás en el top 30 mundial de la categoría Junior -81 kg, ¿tu principal objetivo es estar en Los Ángeles?

-Mi objetivo es seguir subiendo en el ranking. Si bien estoy 30, muchos de los que están abajo pasan a ser mayores y también voy a bajar un poco. Apunto a mantenerme entre los mejores, sostener la estabilidad que tengo a nivel nacional y empezar a proyectarme en la categoría de mayores con el objetivo de llegar Los Ángeles 2028. Sería un sueño.

-En junio conseguiste la medalla dorada en la Copa Panamericana Junior, ¿qué sensaciones te llevaste de ese torneo?

-Había que tomárselo con la seriedad de ser el último torneo antes del mayor objetivo del año, que fueron los Juegos Panamericanos. Fui para saber cuáles eran las posibilidades frente a lo que iba a ser Paraguay. Quedaron muy buenas sensaciones y terminé de darme cuenta de lo que era capaz y de que podía luchar por alguna medalla.

-Y en Paraguay obtuviste la de bronce…

 -Era a lo que apuntaba, una competencia complicadísima con una clasificación dura. Llegué ajustado con los puntos. Entraban siete por categoría más una plaza para Paraguay, por ser el local, entonces entré justo en el séptimo. No tenía las esperanzas muy altas.

-Pero lo lograste…

-Sí, una vez cerrada la clasificación y adentro del torneo, era darlo todo. Tenía que disfrutarlo y sentirlo como si fuese lo máximo de mi carrera. Por suerte se terminó dando el bronce, aunque queda la espinita de quizás haber luchado por más, porque estuvo la oportunidad, pero son cosas del deporte. A veces uno gana y otras pierde. Se resuelven cosas por detalles mínimos.

-Dos semanas más tarde competiste en los JADAR, torneo de “mayores”, y aun así te metiste en el podio ¿Qué sentiste al competir con gente de otra categoría?

-Fue una competencia durísima, porque era mi tercera vez luchando en mayores en Argentina. Era un torneo que me iba a servir para introducirme en la categoría y para empezar a apuntar a lo que es mayores, en los que cambia la fuerza, la dinámica y un montón de variantes, pero me sentí bien.

-Venís de una familia de judocas, tu mamá compitió en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y tu papá fue el entrenador de Paula Pareto, ¿qué rol cumplió el deporte en tu infancia?

-Yo nací en el tatami, fue algo que tuve presente toda mi vida. Es más, inicié en el deporte de la nada: tenía tres años y le dije a mi papá que quería luchar con él sin haber hecho absolutamente nada, solo con mirar. Esos fueron mis primeros pasos. Hoy lo sigo haciendo con mucho gusto porque lo amo y siento que es parte de mi vida.

-¿En qué momento tomaste la decisión de arrancar a competir?

-A los 10 años empecé a meterme en la parte deportiva seriamente. Si bien lo hacía de manera irregular y como si fuera un juego, fue mi manera de empezar a vivirlo. Sabía que si quería llegar lejos tenía que empezar desde chico.

-¿Cuándo llegaste al alto rendimiento?

-Te diría que el año pasado, que es cuando realmente empieza a haber eventos internacionales. Se pone seria la competencia porque tanto el nivel argentino como el internacional son difíciles, hay que dedicarles mucho tiempo.

-Hablando del tiempo, también sos jugador de handball de Estudiantes de La Plata y formaste parte del plantel que participó en el Sur Centro de Cadetes 2022 y 2023…

-Sí, tuve la suerte de poder representar a Argentina en handball, que fue algo muy lindo. Una experiencia totalmente diferente a lo que es el judo porque es en equipo, con gente de todos los clubes. Es algo muy distinto, pero es un recuerdo muy lindo que me guardo conmigo.

-¿Cómo hacés para combinar las dos actividades?

-Lo llevo como puedo, tengo la semana partida. Se hace un poco difícil a veces con temas de la facultad, estar cansado, ponerme a estudiar, volver y estar sin ganas de hacer nada, pero es parte de mi vida.

-¿Tenés pensado enfocarte en uno de los dos deportes o mantener la combinación?

-Depende mucho de mi salud y mi físico. Va a llegar un punto en el que voy a tener que decidirme porque es imposible mantener el ritmo que tengo. A la larga termina siendo perjudicial, pero mientras tanto prefiero no pensarlo y seguir disfrutando.

-¿Cómo afrontás los gastos de los viajes?

-Para clasificar a los Juegos Panamericanos yo hice siete torneos puntuables, de los cuales cinco me los pagó mi familia y los otros dos me los pagó la Secretaría de Deportes. Fue muy duro eso y en cierta parte se hizo complicado.

-¿Recibís becas del ENARD?

-No, yo lo único que recibo es una beca de la Municipalidad de La Plata.

-¿Crees que en un país como Argentina se puede vivir del deporte?

-Claramente no. Es muy difícil vivir, en mi caso, del judo. Realmente es imposible sin un sustento económico aparte, como puede ser un trabajo o sponsors, marcas que te apoyen. Muy pocas personas en el mundo, sacando a los tops y europeos, lo logran.

-Durante enero y febrero estuviste entrenando en Japón, ¿qué fue lo que más te impactó?

-Estuve casi 60 días allá. Me traje un montón de aprendizajes de judo y de la cultura. Algo que me impactó fuera del deporte es el orden, su forma de ser. Es una sociedad totalmente distinta. Es extraño hasta tirar un papel al piso.

-El judo es un deporte bastante mental, ¿usás rutinas de relajación o concentración?

No, me considero una persona bastante tranquila, aunque tengo mis momentos. Cuando uno termina de luchar tiene la adrenalina al máximo, pero hay que ser conscientes de que el torneo sigue. A veces uno tiene la calentura de poder haber hecho mejor las cosas, pero es buscar la forma. Hay gente que tiene sus métodos, como la psicología.

-¿En algún momento pensaste en implementar eso?

-No, por suerte no lo necesito, puedo controlarme solo. Además cuento con la ayuda de mis papás, que al ser mis entrenadores también están constantemente conmigo. Ellos también son mi cable a tierra para poder tranquilizarme y ser consciente de dónde estoy parado.