Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru
Hay un refrán muy conocido que dice “no hay mal que por bien no venga”. Esto le sucedió a la Selección Argentina en el Mundial de Italia 1990. Ante la dura lesión de Nery Pumpido, campeón del mundo cuatro años antes, en la segunda fecha del Grupo B ante la URSS, ingresó en su lugar Sergio Javier Goycochea y comenzó a escribir su historia más trascendente como arquero del seleccionado nacional.
Después de ganarle a los soviéticos y de empatar con Rumania, llegó Brasil, nada más y nada menos que el clásico sudamericano para definir uno de los Octavos de final. Los palos y Goycochea salvaron a la Argentina durante todo el partido. El gol de Claudio Caniggia, a falta de tan sólo diez minutos para que termine el encuentro, llevó a la selección de Carlos Bilardo a los Cuartos de final.
El 30 de junio de 1990 fue un antes y un después para Goycochea en el arco de la selección albiceleste. Tras empatar 0 a 0 frente a Yugoslavia, en un encuentro muy parejo y aburrido, vinieron los penales.
“Teníamos confianza. Goycochea demostró que en el Mundial de Italia 90 estuvo genial. Tenía condiciones, no sólo en los penales, sino también bajo los tres palos, tenía muchos reflejos y mucha potencia”, dijo de Julio Olarticoechea, compañero del arquero en aquel mundial.
José Serrizuela anotó para Argentina, el tiro de Dragan Stojkovic para los europeos dio en el travesaño, Jorge Burruchaga marcó el suyo, y parecía encaminada la clasificación.
Sin embargo, Robert Prosinecki anotó el suyo, Diego Maradona lo erró, Dejan Savicevic lo convirtió y Pedro Troglio también malogró su penal. Todo estaba 2 a 2 y encima la selección de los Balcanes tenía que ejecutar dos penales y los argentinos sólo uno.
Y ahí se agigantó Goycochea. Le atajó el remate a Branislav Brnovic, Gustavo Dezotti lo convirtió, otra vez el arquero le contuvo el tiro a Faruk Hadzibegic y Argentina clasificó a las semifinales del Mundial, con el nacido en Lima como figura excluyente.
Y se venía Italia, el país organizador, que había ganado todos sus partidos y no le habían convertido goles. Parecía casi imposible que Argentina le ganara, más aún con el gol de Salvatore Schillaci en el primer tiempo, que puso a los anfitriones arriba en el marcador.
Sin embargo, empató Caniggia en el segundo tiempo para sorpresa de muchos, y le dio vida al conjunto nacional. Y otra vez los tiros desde el punto del penal iban a definir a uno de los finalistas.
“En ese Mundial, nosotros practicábamos penales. Los arqueros generalmente, no todos los días, pero dos o tres veces a la semana por lo menos se veía que estaban practicando”, agrega Olarticoechea, que convirtió el suyo en la definición frente a Italia.
¿Y quién apareció nuevamente? Si, Sergio Javier Goycochea. El vasco les contuvo los remates a Roberto Donadoni y a Aldo Serena, Argentina no falló ninguno y otra vez el seleccionado de Maradona y Bilardo a una nueva final de un mundial.
Para la anécdota quedó la derrota frente a la dura Alemania comandada por Franz Beckenbauer como entrenador, que imposibilitó al seleccionado argentino ser bicampeón del mundo.
Quedarán grabadas para siempre, para los amantes del fútbol y para los que no lo son, esas corridas de Goycochea desde el arco hasta llegar y abrazarse con sus compañeros en la mitad de la cancha, en ese festejo inolvidable por sus penales atajados. No sólo una vez, si no varias veces, Sergio Goycochea, Goyco, se convirtió en héroe…