Por Ramiro Etchegaray
El deportista es antes persona que deportista. La falsa idea de que la vida del que juega al fútbol o al básquet es corta se desmiente cada vez más. Fabricio Raúl Jesús Oberto es un claro ejemplo de los que no dependen únicamente de una pelota para sentirse completos. Ambicioso de chico, ganador como profesional, y aventurero de grande. Quien deba escribir su biografía se va a quedar muy corto contando sólo su exitosa carrera profesional, porque la vida de Oberto va más allá de medallas olímpicas o anillos de NBA. El hecho de ser definido como un sencillo ex basquetbolista suena un poco injusto. Habría que agregarle músico, cantante, poeta, periodista, comentarista, conductor de televisión, alpinista, y un poquito de gamer, entre otras cosas. Aunque nunca del todo desligado de la naranja, vive la vida experimentando y buscando siempre nuevos desafíos no relacionados al deporte.
Oriundo de Las Varillas, Córdoba, comenzó a jugar en Atenas a los 17 años. Hasta esa edad pasaba sus tardes en Huracán, manipulando un viejo portón para entrar a la cancha a tirar al aro un rato con amigos. Sus objetivos siempre estuvieron claros, él quería jugar en las grandes ligas. Un video de su viaje de egresados deja una frase a la que se aferraría durante su juventud. Cuando la cámara lo enfoca, realiza su carta de presentación: “Fabricio, un saludo para los que me conocen en la NBA”. Un sueño quizás un poco grande para un chico que no había siquiera terminado el secundario, pero que con el tiempo se fue quedando cada vez más corto.
La vida lo fue llevando por distintos caminos, y acercarse a la muerte fue uno de ellos. Una arritmia cardíaca lo acostó en un quirófano tres veces en tres años, para que su corazón fuera reseteado. En palabras del protagonista: “Me apagaron y me volvieron a encender, como a una computadora”. Alrededor de 20 especialistas aguardaban para intervenir en caso de que algo saliera mal y debieran reanimarlo. Una escena de terror, pero que Fabricio optó por minimizar, musicalizando el ambiente con su grave voz e invitando a su amigo y compañero de equipo Manu Ginóbili a que filmara la intervención. “Hay dos formas de enfrentarlo y yo elegí relajarme y hasta tomarlo con humor”, dijo un tiempo después de su último reset, en el que llegó a estar 4 segundos y medio con el corazón apagado.
Su nuevo documental no se llama así de casualidad. Hay una clara relación entre su corazón y su vida personal. Reset, Volver a empezar simboliza la diferencia entre la vida del jugador y de la persona. Grata sorpresa se deben haber llevado los afortunados que paseando por la ciudad de Santa Fe, se hayan cruzado a Oberto y Delfino volcando y tirando tiros libres en una canchita pegada al río. Tanto al Lancha como al resto de los integrantes de la Generación Dorada se los puede ver en otra sintonía que hace 15 años. Lógico, pero a la vez extraño si se tiene en cuenta la fuerte marca que dejaron como subcampeones del mundo y campeones olímpicos.
“Una vez Quique Wolf me dijo: ‘vos nunca vas a ser un exdeportista, vas a ser un deportista sin actividad’. Y cuando escuche eso dije, realmente lo que sé hacer es jugar al básquet, por eso sigo pensando cada día cuál es el próximo desafío”. A través de esta frase, Oberto sintetiza a la perfección lo que es su vida post retiro. Alcanza con interesarse sobre qué hace el cordobés hoy en día para darse cuenta de que lo que lo motiva ya no es más ganar un rebote o hacer una cortina.
A lo largo de su vida le sacó todo el provecho que pudo a sus 2,08 metros y más de 110 kilos; hoy, aprende a convivir con ellos. En el mundo de gigantes que es el ambiente del básquet, Fabricio era tal vez uno más de los altos pivotes. Lejos de los aros, le es un impedimento para muchos de sus tantos desafíos. Estar apretado en un auto o en un avión probablemente sea algo a lo que ya esté acostumbrado. En cambio, escalar una montaña o hacer un trayecto de mountain bike resultaría poco conveniente. Siempre buscando autosuperarse, pero sin olvidarse de que decir que no también es una opción, formó parte de una delegación de 12 deportistas que intentaron escalar los casi 7 mil metros de altura del Aconcagua, con el objetivo de izar en la cima la bandera de los Juegos Olímpicos de la Juventud. A pesar de no haber podido concretar la subida entera, el desafío estaba más que cumplido. La grandeza, en este caso, se vio demostrada por saber cuándo decir basta y no cerrarse en que el único logro era estar -literalmente- en lo más alto del continente. En líneas generales, teniendo en cuenta la arritmia y el tamaño de Fabricio, la travesía fue un éxito.
Que el básquet sea un buen recuerdo más que un fuerte presente le permite avanzar en sus nuevos proyectos. Desde 2017 es compositor y vocalista en su banda de rock alternativo New Indians. En 2019 realizaron un tour por Estados Unidos, tocando en diferentes ciudades y viajando en casa rodante. De hecho lograron coordinar un paso por San Antonio, justo cuando la camiseta de Manu fue retirada. Allí, Fabricio le pudo dedicar unas palabras en vivo a la leyenda de los Spurs, con el que ganó aquel anillo de NBA en 2007.
Otra actividad que lo mantiene ocupado es hacer podcasts. A través de una plataforma de streaming, Oberto habla un poquito de todo, menos de básquet, como bien dice el nombre de su pequeño medio, DTMB (De Todo Menos Básquet). Muestra bastante también su lado gamer, otro de sus nuevos intereses. Recientemente creó su propio equipo de eSports New Indians GG, inspirado en el nombre de su banda. Compiten profesionalmente en el videojuego League of Legends de la Liga Master Flow.
El espíritu de divertirse con el básquet es algo que no perderá nunca, como se lo ve en Reset compitiendo con algunos excompañeros, aunque su cuerpo lo limite a no hacer mucho más que tirar al aro. Se especula con un reencuentro de la Generación Dorada para el Mundial de Maxibásquet de 2022, pero parecería ser más un deseo que una realidad. “Por el calendario y la actividad de cada uno, sería más fácil que nos llevaran a todos a Marte. Con el pasar de los años se complica cada vez más, aunque estaría buenísimo”, dijo Oberto. Mientras haya ganas, la posibilidad de que se cumpla la ilusión de cualquier aficionado del básquet argentino va a estar.
Tampoco le cierra las puertas a un futuro cargo de entrenador. Confirmó que ofertas no le faltan pero hasta el momento por situación y tiempo todavía no se dio. Igualmente, admite que el básquet y su evolución lo dejan algo atrasado, y sus aportes podrían no ser tan positivos si no crece junto a él. “El básquet sigue evolucionando y uno debe seguir aprendiendo”.
La crisis post retiro es inevitable, pero presenta también una oportunidad. Fabricio Oberto no es de los que se quedan mirando el pasado con nostalgia, aunque para mirar tenga de sobra. Decide no quedarse con todo lo que fue, sino con todo lo que puede y quiere ser. Lo que el futuro le depara ni siquiera él lo debe saber. Un referente dentro y fuera de la cancha; en el deporte, como en la vida.