Por Gabriel Cottone @gabocottone y Maximiliano Patella @MaxiPatella
Se bajan las luces, comienza la música y se encienden las gargantas. Cualquiera podría imaginarse que se está hablando de un recital del calibre de los que suceden año a año en el Hipódromo de Palermo, pero la situación que se describe viene desde el Norte, y no desde zona Norte precisamente. Año a año, marzo es revolucionado por el torneo de básquetbol de la National Collegiate Athletics Association(NCAA) en Estados Unidos y, desde un grupo de amigos en una habitación de alguna residencia universitaria, hasta el mismísimo ex Presidente Barack Obama realizan competencias para ver quién adivina los resultados del “March Madness” (algo así como la “locura de marzo”). La fase de eliminación directa pone a los mejores 68 equipos del país frente a frente para ver cuál se alza con el título de campeón nacional. El mote de “locura” está perfectamente colocado: las probabilidades de lograr la “planilla perfecta”, aquella que acierta en todos los resultados del torneo –una especie de ProDe yanqui-, son de 1 en 9.2 “quintillones” (9.223.372.036.854.777.808), según la revista Forbes.
Sin embargo, si bien el momento de mayor exposición para los estudiantes-atletas que participan del certamen se da en esa fase final, el proceso para llegar a esa instancia comienza desde la decisión de atender a determinada universidad. A lo largo de la historia, son varios los argentinos que jugaron al básquet en la NCAA, pero sólo cinco llegaron a esa fase final de eliminación: Juan Ignacio Pepe Sánchez (en Temple), Patricio Prato (Saint Bonaventure), Juan Lobito Fernández (también en Temple), Patricio Garino (George Washington) y Erik Thomas (New Orleans).
El Equipo tuvo la posibilidad de hablar con dos jugadores con historias diferentes de llegada al básquet universitario norteamericano, pero con las mismas esperanzas de triunfar en el deporte que tanto aman: el ya mencionado Erik Thomas y Ayan Carvalho, jugador de Temple Owls.
Participar de un deporte en el nivel NCAA no es fácil, claro está. Pero la dificultad no sólo reside en lo atlético, sino también en mantener un nivel académico aceptable. La NCAA divide el deporte universitario en tres divisiones (I, II y III), y son las primeras dos las que ofrecen becas deportivas. Para poder participar en cualquier deporte en la denominada División I es necesario cumplir con varios requisitos, entre los que se destaca el de mantener un GPA (promedio) mínimo de 2.0 (de 7 a 7,4 en Argentina).
“Todos los deportes universitarios tienen diferentes consejeros que están a nuestra disposición durante todo el semestre. Son una gran ayuda en cuando a lo académico, en parte porque nos tienen ‘cortitos’ con las tareas y el estudio, y porque al mismo tiempo nos ayudan con la organización de nuestros cronogramas de clases y estudio y están encima nuestro para que podamos con todo”, explica con un acento inconfundiblemente argentino Ayan Carvalho, que nació en Brasil, pero que a los seis años vino a vivir a Argentina, en Paraná.
Erik Thomas, por su lado, tuvo un proceso de adaptación más simplificado ya que creció en Estados Unidos. Su padre, Jim Thomas, fue campeón con Ferro en Argentina en 1989 y su hermana, Stephany, es integrante de la selección nacional femenina. Sin dudas, el básquet corre por sus venas. “La experiencia de ser estudiante y atleta a la misma vez no es difícil. Acá hay muchas personas que te ayudan con la parte académica y al mismo tiempo los entrenadores te exigen que hagas todos los trabajos a tiempo y que estés al día con los estudios para participar de los partidos. Todo está planificado y se aseguran que el aspecto académico esté cubierto”, explica, con un castellano muy claro a pesar de los años que pasó en Estados Unidos, para luego añadir que “no es difícil siempre y cuando uno dé lo mejor de sí y trabaje para lograrlo”.
Entre clase y clase, Carvalho pudo hacerse un momento para charlar con El Equipo y no sólo hizo referencia a la ayuda que reciben por parte de los consejeros, sino que también se explayó sobre otro aspecto que quizás no es tan tenido en cuenta a la hora de pensar en las dificultades de participar de la NCAA pero que para él es igual de determinante: “El proceso de adaptación es duro y largo, no sólo en cuanto a lo académico sino también en lo social. Con el idioma, al no hablar más allá del conocimiento básico que tenía de la escuela, me costaba mucho comunicarme y eso incidía en lo social. Fueron más o menos dos meses hasta que pude hablar de manera fluida y así se facilitó la adaptación un poco”, describe el escolta.
En New Orleans, Erik explica que también reciben el apoyo de consejeros: “La universidad nos ayuda y nos apoya en todo. Tenemos una tutora que se encarga de ayudarnos con los estudios y nos empuja para que subamos nuestro GPA. Cumple el doble rol de directora académica y consejera personal de los alumnos”.
Sea que el futuro de Erik y Ayan esté en el básquet o en las carreras que eligieron –Estudios Interdisciplinarios y Publicidad, respectivamente-, el sistema deportivo-académico de la NCAA se encarga de que ambos estén listos para triunfar como profesionales. La asociación funciona como una maquinaria bien aceitada.
“Erik es un ganador nato”
Si hubo alguien que tuvo una gran temporada en la NCAA fue Erik Thomas. Como integrante de New Orleans Privateers, que milita en la Southland Conference, Thomas se destacó como líder en varios rubros estadísticos durante la temporada que colocó al equipo nuevamente en el torneo final NCAA, al que había clasificado por última vez en 1996. Al mismo tiempo fue reconocido como el mejor atleta del estado de Louisiana y el mejor de la Conferencia. Su coach, Mark Slessinger –también reconocido como mejor entrenador de la Conferencia- tuvo nada más que palabras de elogio para su jugador en declaraciones exclusivas para El Equipo: “Erik es un jugador muy talentoso, un líder dentro y fuera del campo y ha conseguido grandes avances en el último año y medio. Conozco el orgullo que le da ser argentino, sé que sueña con integrar el plantel nacional y espero que algún día tenga la oportunidad de hacerlo porque es un ganador nato”.
Hace poco se pudo ver a Erik charlando con Emanuel Ginóbili en la previa de un partido de San Antonio Spurs: “Manu me aconsejó y me dijo que siga trabajando para mejorar mi juego porque siempre que uno trabaja va a lograr resultados”, comentó el alero para luego asegurar que su idea es inscribirse al próximo draft de la NBA con el sueño de llegar a la liga más importante del mundo.