Nahuel Gala @NahueGala
“De los jugadores más únicos que me tocó defender. Cambiaste el juego”, publicó Jason Kidd al enterarse de que Emanuel Ginóbili ya no volvería a picar la anaranjada nuevamente, al menos, a nivel profesional. Uno de los bases más reconocidos de todos los tiempos le brindó una oración que englobó mucho de lo que significó el argentino en la NBA: desde su llegada a San Antonio, en 2002, nada volvería a ser como antes. El escolta de los Spurs durante 16 temporadas supo asumir el rol que le tocaba partido tras partido. No importaba si era titular o no, si ingresaba diez minutos o si Gregg Popovich lo hacía entrar solamente en los momentos clave. Ginóbili logró encontrar un equilibrio entre los deseos personales y colectivos. Daba igual si él era la figura de los encuentros, si era el que más puntos anotaba o si era quien anotaba el tiro ganador. Si al equipo lo beneficiaba que él estuviera en el banco para luego tomar decisiones dentro de la cancha cuando le tocara, nunca habría una queja.
Manu siempre decía que no importaba quién iniciaba los juegos sino quién los terminaba. En una época con Tim Duncan y Tony Parker como máximas estrellas, el argentino siempre quedaría apartado del quinteto inicial. Pero, de todos modos, él era la insignia de sacrificio y perseverancia con la que abanderaba a la franquicia texana. Skip Bayless, periodista deportivo de los Estados Unidos que está ligado a la NBA, le dedico unas palabras en las redes sociales: “Gracias, Manu, por sacrificar algo de tu talento especial y tu genialidad de baloncesto para que los Spurs pudieran ganar anillos. Podrías haber liderado a la NBA en anotación, pero saliste de la banca y marcaste tantos tiros clave. Fuiste el espíritu de los Spurs”.
Ginóbili fue líder. Fue resistencia, exigencia y concreción. En palabras similares lo conmemoró Brent Barry, con quien intervino en dos de los cuatro campeonatos logrados por el argentino: “El liderazgo no se trata de un título o una designación. Se trata de impacto, influencia e inspiración. El impacto implica obtener resultados, la influencia se trata de difundir la pasión que tienes para tu trabajo, y debes inspirar a tus compañeros de equipo. Ni un día él no era dueño de los tres”. Eso fue Manu. Un inoxidable luchador que buscaba el beneficio de su equipo antes que el individual. Un inolvidable escolta digno de jugadas maravillosas como el Euro Step o sus asistencias a pase picado. Un incansable guerrero que prefirió cumplir puestos de segunda plana antes que llevarse los laureles de máxima estrella. Su pasión y sed de competitividad fueron clave para llegar a lo más alto del mundo de la NBA. “Siempre fuiste una amenaza, no importa si nos enfrentábamos en la temporada regular, en las Finales o con los seleccionados nacionales”, lo condecoró, entre tantas otras palabras de elogio, LeBron James.
Adam Silver, comisionado de la liga, le reconoció la importancia que tuvo para que la NBA se expandiera y llegara a montones de rincones que no había logrado alcanzar: “Un campeón de la NBA y All-Star, Manu Ginobili, también es un pionero que ayudó a globalizar la NBA. Es uno de los mejores embajadores del baloncesto que cree en el poder de los deportes para cambiar vidas. Y, durante 16 años, tuvimos la suerte de ver competir a una leyenda al más alto nivel. Gracias, Manu, por una carrera que inspiró a millones de personas en todo el mundo”. Es el único no nacido en suelo estadounidense en consagrarse con, al menos, cuatro anillos y una medalla dorada en Juegos Olímpicos. Está a la altura de Bill Rusell, Michael Jordan, Kobe Bryant, Scottie Pippen, Magic Johnson, Shaquille O’Neal, entre otros. Además, es el jugador en la historia de la NBA con mayor porcentaje de victorias entre quienes tienen más de mil partidos disputados: 72%. También es quien tiene el récord de triples y robos en San Antonio y el cuarto que más tiros anotó desde atrás de la línea en Playoffs detrás de Reggie Miller, LeBron James y Ray Allen.