domingo, noviembre 24, 2024

La Selección se hace fuerte en conjunto

Por Maximiliano Das

Argentina derrotó 97-87 a Serbia, uno de los máximos candidatos al oro, y obtuvo un lugar entre los cuatro mejores del mundo con figuras individuales pero con el trabajo colectivo como la mayor virtud.

“Este equipo pasa todos los días la prueba de jugar con el peso de la Generación Dorada, dijo Sergio Hernández, entrenador de la Selección argentina, luego de la victoria frente a Polonia dos días antes del partido con Serbia. Habían ganado 91-65 con un gran trabajo del conjunto en su totalidad.

En 2016, luego de la derrota frente a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Río, se retiraron Andrés Nocioni y Emanuel Ginóbili del combinado nacional, dos de los campeones en Atenas 2004. En ese grupo ya estaba la base de El Alma, el nombre que adoptó el equipo que hoy se encuentra en China, pero esa caída frente a Estados Unidos marcó el fin de aquella generación.

Quedó Luis Scola, que con sus ya 39 años no se conforma con un lugar como mentor de los sucesores de los también subcampeones en Estados Unidos 2002, sino que todavía se mantiene como figura: 20 puntos marcó ante Serbia por los cuartos de final del Mundial de China. Su veintena de tantos, acompañados por el doble doble de Facundo Campazzo (18 puntos y 12 asistencias) y un muy buen desempeño en la defensa, comandaron la victoria argentina sobre el último subcampeón mundial y plata en Río 2016.

A 49 segundos del final, Gabriel Deck le usurpó la pelota a Micic y la volcó en soledad. Sasha Djordjevic, entrenador del combinado balcánico, pidió minuto. Sin embargo, El Alma ya se sentía ganadora. Campazzo corrió hacia el capitán, aquel veterano campeón de Atenas 2004, el único que sigue jugando con la camiseta argentina. Se colgó de sus hombros mientras él levantaba los brazos con sus puños cerrados y apretaba los labios con fuerza. Se acercó a su oído y le dijo algo. O le dio un beso a un costado. El capitán devolvió el abrazo.

Cuando los equipos volvieron al parqué, los segundos se extinguieron rápido. En el banco albiceleste se agitaban toallas. Sonó la bocina y el equipo sudamericano entero se hundió en un abrazo. A Hernández, técnico del grupo que fue bronce en Beijing 2008, se le enrojecieron los ojos. Se le pusieron vidriosos.

Eventualmente, la delegación argentina se fue de la cancha rumbo a los vestuarios. Varios con lágrimas de emoción desbordando la frontera de sus párpados. El Oveja cubría su cara con una toalla mientras el capitán le guiaba el camino.

“Un año atrás, me agarró después de un partido o una práctica y me dijo: ‘Nosotros podemos jugar las semifinales’. Yo le pregunté si estaba seguro. Y él me repitió con seguridad que sí. Eso es Scola”, comentó Sergio Hernández en la conferencia de prensa tras el triunfo ante Serbia y la obtención de un lugar entre los cuatro mejores del mundo.

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