Por Fabrizio Ramos
No es casualidad que los mejores momentos de los jugadores argentinos con la camiseta albiceleste coincidan con el encuentro en el que pueden jugar distendidos. La presión con la que se desempeñan y el éxito que se les demanda en cada partido fueron los principales enemigos, si no los mayores, de los últimos años. El futuro del seleccionado, y sobre todo la nueva camada que se aproxima, merece crecer sin exigencias y sin cambios rotundos.
No se va a descubrir nada nuevo al mencionar la capacidad individual de todos los futbolistas que integran la selección. Los que juegan bien, y Argentina tiene varios de esos, pueden asociarse dentro de una cancha, por más que solo hayan compartido un puñado de entrenamientos, si hay un buen ambiente alrededor. El problema pasa por otro lado.
El paso de los años con respecto al último título del seleccionado en la Copa América de 1993 y las tres finales perdidas de manera consecutiva, derivaron en grillas diarias de televisión y decenas de suplementos deportivos que solo mostraron, una y otra vez, que lo único importante era ser primeros y todo lo demás un fracaso. Así comunicaron, así formaron opiniones y así se le exigió y presionó a los futbolistas del seleccionado en cada encuentro que disputaron.
Un buen parámetro para describir las presiones que sufrieron los jugadores de la albiceleste puede ser la misma Copa América. En las últimas seis competiciones, Argentina logró cuatro segundos puestos (2004, 2007, 2015 y 2016) y un tercer lugar en el torneo que acaba de culminar. Durante esos años, en la única edición que no alcanzó los cuatro primeros lugares fue en la que se organizó en el país, en 2011. El momento de más tensión entre dirigentes, jugadores e hinchas hasta el Mundial de Rusia.
Lionel Messi fue uno de los que más sufrió a lo largo de los años y se transformó, o lo transformaron a la fuerza, en un jugador de más carácter del que aparentaba años atrás. Él mismo se encargó de dejar un mensaje claro luego de la eliminación con Brasil para que las próximas generaciones de futbolistas no pasen por las mismas situaciones que le tocaron vivir: “Yo creo que empieza algo bueno, algo lindo, una camada que ama a la selección, que quiere estar. Hay futuro. Tendrían que darles tiempo y dejarlos seguir. Ojalá no les empiecen a pegar desde el vamos”.
Es momento de Lautaro Martínez, Leandro Paredes, Giovanni Lo Celso, Juan Foyth y varios que demostraron en los últimos partidos que deben estar en consideración. Hay que construir desde ahí. Con organización, sin ciclos interrumpidos y entendiendo que si los resultados no se dan el trabajo debe continuar, ¿y por qué no con Lionel Scaloni como entrenador?
El camino es la última imagen que se vio en el estadio Arena Corinthians luego de recibir la medalla de bronce cuando los jugadores nacionales llamaron a todo el cuerpo técnico para hacer la foto final de la competencia. Si el futuro argentino comenzó hoy, las señales son buenas.