Por Daniel Melluso
Treinta y siete minutos del primer tiempo. Con el marcador 2 a 0 a favor del seleccionado argentino, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar expulsó a Lionel Messi y al jugador Gary Medel. ¿La razón? Luego de que el balón saliera por la línea de fondo chilena, tras un leve forcejeo en la disputa del mismo, el futbolista trasandino pecheó al capitán del equipo nacional, quien se quedó parado, con los brazos abiertos sin responder. Sí, por ese hecho el rosarino recibió la segunda tarjeta roja de su carrera, ambas con La Albiceleste (la anterior había sido en agosto de 2005 en un amistoso contra Hungría, en el debut del 10 en la Mayor).
“Con una amarilla se terminaba para los dos”, declaró el propio Messi, luego del encuentro. Desde el arranque hasta el final, la fricción fue protagonista, pero no fue la única.
El 10 disputó su mejor cotejo desde el comienzo de esta Copa América. Ya contra Brasil, en la semifinal, había elevado su nivel, pero en el triunfo ante Chile por 2 a 1 fue su versión más destacada. Hasta que fue excluido injustamente, La Pulga participó activamente en todo el frente de ataque, siendo el enlace entre el mediocampo y los delanteros. A los 12 minutos habilitó a Agüero, para el primer gol argentino. Paulo Dybala, a los 22, anotó el segundo. Tras la ventaja, Messi continuó siendo la carta más importante en ofensiva hasta lo ocurrido con Medel.
“Se cansaron de cobrar boludeces y hoy ni lo revisaron”, había afirmado el rosarino, tras la derrota frente a La Canarinha por 2 a 0. Haciendo referencia al mal uso de la tecnología o, por lo menos, a la imparcialidad en el modo de emplearla. En la zona mixta de la Arena Corinthians retomó el guante y lanzó: “Lo de hoy fue un paso de factura por lo que dije la otra vez, no tengo dudas”. Más claro, imposible.
En el momento de la premiación, Messi se ausentó. La rebeldía se hizo carne en él, y rompió el molde. “La corrupción y el arbitraje arruinaron que la gente disfrute el espectáculo futbolístico. Nosotros no tenemos que ser parte de eso, por eso no fui”, sentenció el 10. Un mensaje que no está direccionado únicamente a los que imparten justicia dentro del campo, sino que también, es un pase de factura a los altos mandos de la CONMEBOL, y por qué no, a los de la FIFA.
“Fuimos uno de los mejores equipos y no nos dejaron ir a la final. La Copa está armada para Brasil”, denunció el del Barcelona. Fue la última frase de las tantas que dejó, pero una de las que más revuelo generó. Explicitó la connivencia entre la confederación que organizó el evento y los anfitriones del mismo.
Se denota un cambio en el semblante del astro a partir de sus dichos luego de cada partido. En la actualidad, su liderazgo excede el juego. Messi plantó bandera y, lentamente, se transformó en la voz de mando de un seleccionado que está en pleno crecimiento.