Por Maitén D’Alessio Rodolico
El quemado es un juego sumamente popular y fácil de armar. ¿Quién no lo jugó alguna vez en la Argentina? La cancha se determina con conos o con las líneas que tenga el patio de la escuela donde se juegue, el material y el tamaño de la pelota no está unificado y la cantidad de jugadores es aleatoria, mientras sean pares, cualquier número es válido para comenzar a “quemar” a los del equipo adversario. El dodgeball no es un juego, es un deporte joven (similar al quemado), y que desde hace algunos años viene creciendo en el país.
El dodgeball tiene un reglamento unificado a nivel mundial que clasifica al deporte en seis modalidades: pelota Foam, de poliuretano, masculino, femenino y mixto; y pelota Cloth, de tela, también dividido por género y con la categoría mixta. Los equipos están conformados por seis jugadores, los cuales se ubican en una mitad de cancha, y tienen el objetivo de eliminar la mayor cantidad de veces posible al equipo rival, en un determinado tiempo. El equipo que logra eliminar a todo el equipo contrario, gana un set. Al finalizar el tiempo, el conjunto que tenga más sets ganados será el ganador.
La principal diferencia con el quemado es que el dodgeball se juega con seis pelotas. Esto posibilita la utilización de ellas como escudo para bloquear los lanzamientos del rival. “Quemado no me gusta llamarlo, porque me parece un juego de la escuela. El dodgeball es un deporte, con un reglamento unificado, que quiere ser de alto rendimiento y más profesional”, expresó Facundo Altamirano, jugador de la Selección argentina y coordinador del curso para árbitros.
El dodgeball como deporte llegó a Argentina en 2016 de la mano de Norberto Tavella, actual miembro del equipo argentino. Para ese momento, Beto tenía una novia que estudiaba en el profesorado de educación física y la ayudaba en algunos trabajos prácticos. “Una vez le pidieron, a grandes rasgos, que hiciera un deporte”, contó Tavella, y agregó: “Nos metimos en Youtube y miramos deportes no convencionales para sacarle cosas”. Fue durante esas jornadas de estudio cuando vio el dodgeball y quiso saber si alguien lo practicaba en el país. “Había encontrado cosas en Facebook sobre juntadas de gringos o canadienses que estaban de turistas acá y se juntaban a hacer un dodgeball, pero eran viejos y ya no existían”, contó el jugador de la Selección argentina de 34 años, que competirá en su segundo mundial.
Ante la inexistencia de un espacio para practicarlo, Beto comenzó a gestionar lo que terminó siendo el primer equipo del deporte en Argentina: “Hablé con amigos y con Diego Bertola, quien para ese entonces era presidente del club Newell’s de Parque Chas, hoy presidente de la Federación Argentina de Dodgeball, y le dije ‘Che necesitamos un lugar para hacer esto, somos 10 personas y necesito solo seis pelotas, nada más’”.
La inserción en el plano internacional se dio a partir de la comunicación con Canadá y Estados Unidos, país fundador de este deporte que se oficializó a nivel mundial en 1960, para comprender los fundamentos básicos, la organización y la táctica del juego. En 2019, la Federación Internacional de Dodgeball invitó formalmente a la Selección argentina a disputar el Mundial en Cancún.
“El primer mundial fue un caos, nosotros seguíamos jugando al quemado y de otro lado había dodgeball”, expresó Tavella sobre la primera participación internacional de Argentina donde solo le pudo ganar a Noruega. Pero desde entonces, la actividad se empezó a desarrollar poco a poco en todo el país. El año pasado, se disputó en Argentina el Torneo Panamericano donde la Albiceleste logró vencer a Canadá y a México en fase de grupos, ambas potencias a nivel internacional, y finalizó en el podio de todas las modalidades. Este año, del 11 al 17 de agosto, se disputará en Austria el décimo mundial oficial de dodgeball de la historia y la Selección nacional dirá presente. “Hoy por hoy, Argentina le puede jugar de igual a igual a todos los países”, sentenció Facundo Altamirano, que irá a Austria con la delegación celeste y blanca.
El ranking mundial, integrado por 47 países, está liderado por Estados Unidos, seguido de Canadá e Italia. Argentina se destaca en la modalidad Foam donde está novena en el ranking de la categoría masculina y octava en la femenina. A nivel sudamericano, la Selección argentina no solo es potencia, sino que también es pionera. “Nosotros les damos clases a Chile, Paraguay, Perú, Uruguay y Brasil. Todos los que hacen dodgeball en la región fue gracias a que nosotros les dimos clases”, aseguró Beto, el precursor del deporte en el país.
“Desde la primera convocatoria tratamos de hacer hincapié en que tomen conciencia de la
seriedad y del profesionalismo que estamos pretendiendo porque desde nuestro lado como
técnicos lo hacemos”, enfatizó Guido Páez, entrenador que está al frente de la Selección
desde 2018. Páez, profesor de educación física y licenciado en alto rendimiento, fue
capacitado por la federación de dodgeball argentina para cubrir el rol de director técnico.
Actualmente está acompañado por Leonel García Ontiveros y Agustín Niz, ambos
entrenadores de dodgeball.
El dodgeball combina el amateurismo que tiene un deporte que está dando sus primeros
pasos en el país con el profesionalismo que quieren darle quienes buscan competir a nivel
internacional. “El apoyo económico es de todos, de los jugadores mismos y de las familias, ya que no hay presupuesto por parte de algún organismo de deporte, ya sea provincial o nacional”, comentó Ariel Brizzola, padre de Rocco, quien utiliza el número 50 en la Selección argentina.
De cara al mundial, los jugadores deben cubrir económicamente el viaje, el alojamiento, la indumentaria y las comidas en Austria, para lo cual recaudan fondos a través de rifas, colectas y eventos. “Nosotros nos ocupamos un poco de todo, desde conseguir la cancha para entrenar, hasta definir qué vamos a comer durante el Mundial, pero no hacemos algo a medias porque es amateur, tratamos de dar el cien y que entiendan que el cien es en todo sentido”, concluyó el entrenador.
Los valores del amateurismo, como la solidaridad, la fraternidad, el trabajo ad honorem y la idea de darse a conocer como una comunidad argentina de dodgeball atraviesa a este deporte. “El público es familia y amigos, y no hay pica porque los chicos se conocen entre todos”, expresó Brizzola que acompaña el deporte desde 2021.
La inclusión es el principal valor que destaca al deporte por sobre el resto. “Tiene la particularidad de ser mixto desde su inicio”, expresó Celeste Pérez Sasso, jugadora de la Selección argentina y coordinadora de las clínicas de difusión en las escuelas para alumnos y profesores de educación física. Dentro de la Selección hay deportistas que provienen del handball, vóley y béisbol, pero también personas que nunca habían hecho deporte y encontraron en el dodgeball un espacio para explotar sus aptitudes. “Hablamos de inclusión desde la mixidad, la edad y la variedad de habilidades físicas que pueden sobresaltar en el deporte”, sentenció Pérez Sasso.
El deporte está creciendo a gran escala. En sus inicios eran Beto y sus amigos en el club
Newell’s de Parque Chas; hoy hay dodgeball en diferentes clubes de la Ciudad y en la
Provincia de Buenos Aires, como también existe un grande núcleo de jugadores en Córdoba
y La Rioja que forman parte de los procesos de preselección nacional. “Estamos laburando
para el dodgeball como deporte, más allá de Argentina. La gente le mete mucho pulmón
porque sabe que en el futuro esto es historia”, aseguró Facundo Altamirano, uno de los destacados jugadores que tiene la selección nacional de dodgeball, incipiente deporte que
vino para quedarse.