viernes, octubre 18, 2024

Matías Bonino: el futsal como motor de la vida

Por Alma Arcuschin


Matías Bonino, jugador de futsal de 18 años en el Noia Portus Apostoli, equipo de la primera categoría de España, es campeón del Sudamericano Sub-17, de la Winter Futsal Cup en Francia, y subcampeón de la Liga Evolución con la Sub-20, y encontró en el deporte no solo una carrera y un estilo de vida, sino también un refugio y un motor para salir adelante.

Enero de 2024. Bonino con 18 años se trasladó a España para unirse al Noia Portus Apostoli, un equipo de la primera categoría del país. “El club me dio un departamento, un auto y además me paga 2 mil dólares por mes”, cuenta. Le costó mucho la adaptación, no le fue fácil, pero estar con otros cinco argentinos en el equipo fue crucial.Viajé el 7 de enero y el 9 vino mi mamá, estuvo un mes viviendo conmigo, pero cuando se fue sufrí mucho el desarraigo, tenía miedo de sentirme solo y ahí estuvieron ellos para acompañarme, tranquilizarme, y ayudarme en todos mis altibajos”, recuerda. 

No terminó el colegio, le faltan seis materias: una de tercer año y cinco de quinto. “El último año estuve a full con la selección, entonces no pude terminarlo”, explica. Ya había tenido la oportunidad de irse al exterior antes, pero “mi mamá quería que terminara el colegio antes de irme”, y fue así que, apenas terminó, aunque aún le quedan materias por rendir, firmó el contrato y se unió al Noia Portus Apostoli.

El vínculo con su madre fue un pilar fundamental en su vida, ya que su padre falleció cuando él tenía un año y medio. “Ella hizo de mamá y papá, y desde chico siempre me cuenta historias de él, anécdotas y recuerdos. Ahora que vivo afuera hablamos literalmente todos los días”, comparte. “Tengo una remera que dice su nombre, siempre la llevo a todos los partidos y en el vestuario antes de salir a la cancha le rezo sin excepción”, cuenta y le tiemblan las pupilas de los ojos. 

Solamente una vez se olvidó la preciada remera. Fue en su primer viaje con la delegación de la Selección Argentina. “Cuando me di cuenta que no la había traído, la llamé al instante a mi mamá y viajó desde Buenos Aires hasta Rosario para traermela, porque sino, no jugaba. No puedo. Siento que me falta algo. Es la cábala más importante que tengo, rezarle antes del partido. Salimos a entrar en calor y mi vieja todavía no había llegado. Finalmente cinco minutos antes de que arrancara el partido entró corriendo al estadio y me la dió”, cuenta la anécdota. 

Estoy tratando de convencerla para que venga a vivir conmigo a España”, dice con una sonrisa en la cara, y agrega que su hermano y su madre no tienen la misma relación, “él y yo somos muy diferentes, él es muy cerrado, está todo el tiempo en la habitación y no charla, en cambio, yo con mamá, merendaba, tomaba mates a la tarde, miraba una película, es por eso que le costó mucho que yo no esté, siente que le falta algo”, expresa. 

Las pérdidas continuaron con la muerte de su hermana, su abuelo, y finalmente, su abuela, quien fue una figura crucial en su vida ya que cuando se murió su marido se fue a vivir a la casa de Mati con su hermano y madre. “Soy evangelista por mi abuela, desde que vivíamos juntos, todas las noches me hacía leer la Biblia”, recuerda. El joven de 18 años lleva tatuada una frase que ella siempre le decía: “Decrasiaste de la paciencia”, una lección que sigue presente en su vida diaria.

“Cada vez que hablo de ellos, hablo con orgullo, no me pongo mal, prefiero recordarlos de la mejor manera posible, que llorar y ponerme mal”, concluye Matías, dejando en claro que su legado familiar sigue vivo en cada paso que da dentro y fuera de la cancha.

Rutina diaria en España

La disciplina, compromiso y cuidado son su base. La rutina diaria de Bonino, en España, empieza a las 8:30 con un desayuno preparatorio, “entreno de 10 a 13”. Almuerza en un restaurante donde el club les da la comida y “vuelvo a casa a descansar hasta las 18 que arranca el segundo bloque de entrenamiento”, cuenta. Una buena alimentación es esencial. “Siempre compro comida para el día a día, me alimento bien y me gusta cocinar”, asegura. Además, tiene un seguimiento por parte del nutricionista del club, con pesajes diarios bajo estricto control, “me hacen multa si me paso del peso”, revela. 

A pesar de la intensidad de su día a día, mantiene todos sus vínculos con sus amigos en Argentina, “nunca perdí la relación con ellos, siempre hablamos y nos mandamos fotos”, destaca, demostrando cómo el apoyo y la conexión continúan siendo fundamentales en su vida. El psicólogo deportivo es muy importante en mi vida”, cuenta que tiene sesiones semanales vía Zoom y asegura que es una persona que lo ayuda en todo lo que le pasa en la vida, en lo personal y en lo deportivo. “La gente solo ve los triunfos pero detrás de eso hay un sufrimiento. Me ayuda con mis altibajos, momentos buenos y malos, temas familiares, amigos, novias, básicamente está en todas”, concluye. 

Un giro inesperado

Bonino comenzó su carrera en el club Pinocho, donde hizo todas sus inferiores. A pesar de tener la oportunidad de ir a Boca, Pinocho lo consideró intransferible. “Cuando llegó la oferta no me quisieron largar, entonces nunca fui”, y afirma que jugar ahí es su sueño, a pesar de ser hincha de River, ya que el xeneize es el mejor equipo en Argentina. “Me quede con esa espina de no haber podido ir nunca”, afirma.

Durante la pandemia, el club sufrió un cambio significativo: “No tenían plata, por lo que empezaron a darle mucha más bola al futsal porque vieron un buen proyecto, y pasamos de entrenar 3 veces a la semana a 5”, rememora. Además,  como el club no le podía pagar a los jugadores de primera, los grandes se fueron, y ahí fue cuando muchos de inferiores, pasaron a integrar el primer equipo, “Era una locura entrenar y formar parte del mismo equipo que mi entrenador”, afirma. 

Fue citado a la selección por primera vez a los 15 años, en una situación que él describió como “medio rara” porque, en ese momento, todavía no jugaba regularmente. Compartía equipo junto a su hermano mayor, quien era el capitán y el número 10 del equipo. “Vinieron a verlo a él. El técnico de la selección tenía los nombres y números, pero justo ese día subieron a mi hermano de categoría y yo usé su camiseta, la 10, e hice tres goles”, informa.

El técnico de la selección quedó impresionado y anotó su nombre. “Mi entrenador le dijo que no era ese Bonino, sino el hermano”, relata el ex jugador de Pinocho. Sin embargo, el seleccionador respondió que lo quería a él porque le había encantado su juego. A pesar de la alegría por su logro, su hermano, sintió una mezcla de emociones, ya que consideraba que se lo merecía más. “A él nunca lo citaron al final, y nunca pudo estar”, comenta con cierta tristeza sobre su hermano. 

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