viernes, noviembre 22, 2024

Santiago “Morro” García, entre la seriedad futbolera y la pasividad mendocina

Alejo Casado

A pesar de que esquiva a los defensores rivales con relativa facilidad, hay una marca que no supera con el porte físico ni con las habilidades futbolísticas: la personal, aquella que la hinchada de Godoy Cruz le hace luego de la finalización de los 90 minutos. No porque no pueda, sino porque no quiere. Santiago “Morro” García se queda todos los fines de semana, después del partido, la cantidad de tiempo que sea necesaria para que cada hincha que lo va a saludar, a pedirle una foto o una firma, se vaya con lo que fue a buscar. El último compromiso de la Superliga 2017/18 no fue la excepción. Cuando la totalidad de sus compañeros había abandonado el estadio Islas Malvinas, estuvo más de una hora para recibir y atender uno por uno a los fanáticos bodegueros que lo esperaban para obtener algún recuerdo de quien terminó como goleador del certamen con 17 goles en 27 fechas.

Fuera del verde césped, el Morro transmite tranquilidad, acompañada por humor y humildad. Así lo define su compañero y defensor de Godoy Cruz, Fabrizio Angileri: “A la hora de los partidos, el Negro es muy serio. Nos caga a pedos si jugamos mal. Pero en el vestuario es un personaje. Nos reímos mucho. Tiene buena personalidad y eso nos contagia. Además, es muy humilde”. Sin embargo, según manifestó García en una entrevista con el diario La Nación, la seriedad lo caracteriza al entrar a la cancha. “Cuando juego, soy serio. Soy de fastidiar a los compañeros, a los rivales, a los jueces. La gente que no me conoce piensa que soy un malhumorado o un soberbio”, declaró.

El morocho barbudo y cachetudo empezó a obtener la serenidad que requería al evitar meterse en problemas y al dedicarse a trabajar. “Yo no hablo. Voy a hablar en la cancha. Esperen el tiempo”, les dijo a los periodistas que lo interrogaron luego de haber quedado relegado al equipo de Reserva por decisión de Lucas Bernardi, técnico del equipo mendocino en 2017, debido a su sobrepeso, a pesar de que el propio García no se considera así, sino que detalla su cuerpo como “grandote y culón”.
Bajo ese contexto, mostró que las adversidades no lo vencen y que las supera a base de esfuerzo. Al igual que cuando le salió positivo un control antidoping en Nacional de Uruguay -club del que es hincha- en 2011, y cuando fue suspendido por tres meses al pelearse en un amistoso contra jugadores de Peñarol, en 2014, se repuso de la relegación sin poner excusas y sin echarle la culpa a terceros. Cuenta Sebastián Palacios, periodista mendocino de radio La Red, que García, puertas adentro y tras regresar al equipo de primera, le agradeció a Bernardi porque si no lo hubiese hecho poner en forma, no hubiera encontrado el nivel futbolístico que tiene hoy.

La gratitud por parte del uruguayo no terminó ahí. En lo que respecta a su paso por la Reserva, que duró dos meses, arregló junto al mediocampista Luis De Faría, por ese entonces capitán del equipo, la compra de un televisor para el vestuario del predio de Coquimbito, donde el plantel se entrena. Esto fue en agradecimiento a la ayuda que, tanto los futbolistas como el cuerpo técnico liderado por Diego Dabove, actual entrenador de la Primera, le habían brindado para recuperar su mejor rendimiento.

Cuando el árbitro pita el inicio del partido, no importa si es por los porotos o un amistoso de pretemporada, el montevideano transforma la cara y la actitud. Tiene al arco entre ceja y ceja y la palabra ganar en medio de la cabeza. Pero es consciente de que después de que el silbato suena tres veces al pasar los 90 minutos, lo que ocurre entre las líneas de cal, queda ahí. Afuera es otra cosa. Está la serenidad que Mendoza le contagia, algo que no se puede comprar ni tampoco se consigue fácilmente, como él mismo lo reconoce: “En Mendoza me siento muy feliz, muy querido y la verdad que eso no lo puedo pagar con nada. Encontré la tranquilidad que necesitaba en algún momento”.

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