Por Juan Specos
El hockey en Argentina es un deporte que fue de menor a mayor producto de los buenos resultados conseguidos colectivamente, pero en especial por la selección femenina. Y mucho han tenido que ver aquellas míticas Leonas de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, quienes encendieron la llama para que camadas posteriores puedan tener un camino más sencillo.
En cuanto al comienzo de esta gestión por parte de Sergio Vigil y su cuerpo técnico, hay que remontarse a principios de 1998, el año en el que se convierte en el entrenador del seleccionado femenino. El nombre de Las Leonas, que tomaría la mayor popularidad, surge a partir de un comentario de parte de Nelly Giscafré, entonces psicóloga del equipo. Giscafré sintió que había un equipo de “leonas” ya que las jugadoras “se potenciaban ante la presión”. Y dos años después, en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, las jugadoras, con la iniciativa de la psicóloga y la capitana de aquel momento, Karina Masotta, decidieron salir a la cancha con una leona impresa en la camiseta. Ahí nació el apodo “Las Leonas”.
Pero en esos Juegos, la única noticia no sería el apodo. Producto de aquella unión, Argentina, que venía de quedar última en los Juegos de Atlanta 1996, se subió por primera vez en su historia a un podio olímpico al obtener la medalla de plata tras la derrota en la final ante Australia, el seleccionado local, por 3-1. Aquel logro dio el puntapié para que las mismas jugadoras y las generaciones posteriores empiecen a creer que el hockey argentino estaba para hacerle frente a las potencias.
Magdalena Aicega, integrante de aquel seleccionado, recuerda en detalle aquel torneo y confiesa que aquellos Juegos Olímpicos marcaron un antes y un después en el hockey argentino. “Más allá de la medalla en sí que conseguimos, lo que se logró con ese torneo fue importantísimo. Fue algo único para el deporte porque lo hizo crecer muchísimo y hoy es el deporte más practicado por las mujeres”, sentencia Aicega. Ese logro no solo hizo cambiar el deporte en Argentina. Para Aicega también hubo un gran cambio en el aspecto personal: “A partir de ese logro, tuve cada vez más exposición, además de abrirme puertas en los medios para dedicarme más al periodismo. Sin dudas que el lugar que ocupo hoy, se lo debo a haber sido una leona”.
Los Juegos siguientes, los de Atenas 2004, volvieron a ser gloriosos para Las Leonas, ya que volvieron a subirse a un podio. Esta vez tras lograr la medalla de bronce y continuar con la exposición del deporte, algo mucho más importante que la medalla en sí. El número de chicas que iban tomando un palo por primera vez y que decidían jugar al hockey fue subiendo de manera exponencial. De las 39.000 jugadoras mayores de 12 años federadas que había en 2000, subieron a 123.000 para 2014. Eso sin contar los más de 150.000 hombres y mujeres que practicaban el deporte en universidades, colegios y otras ligas por fuera de la Confederación Argentina de Hockey.
Entre tantos logros deportivos hubo una jugadora que fue importantísima en todo el proceso exitoso: Luciana Aymar, la mejor jugadora argentina de todos los tiempos y una de las mejores del mundo. La rosarina, apodada la Maga o Lucha, fue elegida ocho veces como la mejor jugadora del mundo y tal como dijo alguna vez Liliana Capurro, ex vocera de la Confederación, “Luciana fue clave en el recambio que tuvo la selección de hockey a mediados de los años 90 ya que su aporte desde entonces fue decisivo, no solo por su talento sino también por su inteligencia para armar el juego”. Lucha obtuvo medallas en sus cuatro participaciones olímpicas: dos de bronce (Sydney 2000 y Londres 2012) y dos de plata (Atenas 2004 y Pekín 2008), además de haber sido la abanderada argentina en sus últimos Juegos, en Londres 2012.
Otra pieza importantísima de Las Leonas en los Juegos de Sydney fue Luis Bruno Barrionuevo, el preparador físico en el cuerpo técnico de Cachito Vigil. Barrionuevo explica qué diferencias hubo con respecto a los Juegos anteriores, en los que Argentina había quedado en el último puesto: “Había una sana ambición de progresar y mejorar. A diferencia de Atlanta 96, si bien era el mismo plantel con algunas jugadoras nuevas, la clave estuvo en que ese equipo creció fundamentalmente en confianza y en creer en su cuerpo técnico”. El preparador físico también hace referencia a lo que significó esa primera medalla para el hockey argentino: “Ese logro de Sydney fue extraordinario ya que lo popularizó enormemente. Yo siempre digo que un seleccionado, más allá que le hace bien a un país, lo que tiene que dejar es una impronta histórica a su deporte. Y eso fue lo que pasó con Las Leonas de Sydney. Dejaron una impronta de crecimiento imparable hasta nuestros días. Gracias a ese logro, el hockey es el deporte de mujeres más popular que hay en la Argentina”.
El exjugador Pablo Lombi, integrante de los seleccionados en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 96, abrió en 2012 su propio proyecto llamado “Lombi Project”, donde van muchos chicos y chicas a practicar la parte técnica del deporte. Lombi destaca el crecimiento de concurrencia gracias a los logros obtenidos por el hockey femenino. “A partir de Las Leonas hubo un boom”, reconoce Lombi, quien es el cuñado de Carla Rebecchi, una ex leona. Lombi entrena a jóvenes de entre 6 y 24 años con el objetivo de mejorar la técnica, algo que en el club no es posible de hacer de manera individual por la cantidad de chicos. Quienes más asisten son mujeres (el 95%) a raíz de los buenos resultados conseguidos por Las Leonas.
Las únicas contras que Lombi encuentra para el crecimiento del hockey en Argentina están en la infraestructura, ya que la mayoría de las canchas son de pasto sintético y en todo el mundo se juega en canchas de agua. Y la segunda razón por la que el hockey puede llegar a no crecer del todo, según Lombi, es porque cada vez más chicas eligen el fútbol.
Mariela Antoniska fue la arquera histórica de aquella primera medalla y coincide en que ese logro de Sydney marcó un antes y un después en el deporte. “Ganar la medalla de plata y que sea una explosión en nuestro deporte fue realmente un antes y un después”, señala la ex arquera, quien ahora es médica. Antoniska, quien vistió la celeste y blanca entre 1994 y 2006, hace referencia a las distintas realidades que vive el deporte en comparación a otras épocas y explica por qué fue tan especial ese plantel de 2000: “Siempre va a haber diferencias porque el deporte cambió no solo en lo deportivo, en lo que respecta a reglas y dinámica, sino también en lo económico. Y creo que ese grupo tenía una mística diferente que no lo volví a notar en los últimos equipos”.
Algo que quedará presente tanto en la memoria de las jugadoras que formaron parte de ese plantel como de las chicas que fueron inspiradas a tomar por primera vez un palo para hacer contacto con una bocha, es aquel glorioso segundo puesto que le dio a Argentina la primera medalla olímpica de su historia. Posiblemente habrá muchas más alegrías para el hockey, pero aquella medalla quedará como la que cambió el deporte para siempre.