sábado, octubre 25, 2025

Una crónica del adiós de Maradona a las canchas

Por Gabriel Milian Scuri

Un 25 de octubre de 1997, Diego Armando Maradona jugó su último partido como jugador profesional. El astro argentino le dijo adiós a las canchas tras 21 años de carrera. El retiro se produjo con el club de sus amores. Ni más ni menos que en un superclásico, en el cual Boca le ganó a River por 2-1 en el Monumental.

La semana previa al partido, el Diez había dado positivo en un control antidoping, pero aun así se hizo presente en Núñez. Ambos equipos llegaban invictos, era la décima fecha del torneo y todo el país estaba expectante a lo que pasaría entre el Millonario y el Xeneize. 

En la salida de los protagonistas a la cancha, el Pelusa lanzó la primera de sus genialidades y se hizo fiel a su estilo. Ya en la manga, reunió a sus compañeros, los abrazó y les dijo: “Muchachos, yo no sé a ustedes, pero a mí, para sacarme los puntos, estos hijos de puta me van a tener que matar. Me van a tener que sacar la vida”. Los jugadores estaban extasiados. Tenían enfrente al ídolo de toda una nación gritando lo importante que era el partido que estaban por salir a jugar. Ellos no lo sabían (en realidad, nadie lo sabía), pero iban a presenciar el último baile de uno de los futbolistas más grandes de todos los tiempos.

Ambos cuadros ya estaban sobre el verde césped. Las cámaras solo seguían al capitán de Boca. Miró a los hinchas visitantes, levantó los brazos y giró hacia el banco de suplentes de River, en el cual estaba el DT Ramón Diaz. Entre ellos existía algún tipo de rispidez o cuenta por saldar que nadie conocía a detalle. Maradona había anticipado que lo saludaría. No mintió, aunque el apretón de manos fue insulso y casi que ni cruzaron miradas. Todo lo que sucedía en la cancha era icónico. Cada cosa que pasaba era para poner en un libro, para recordarlo incluso 28 años después.

Previo al pitazo inicial, al Monumental lo sobrevolaba un cartel que decía: “No se olviden de Cabezas”. José Luis Cabezas fue un reportero gráfico y fotógrafo argentino al cual asesinaron, en enero de 1997, sicarios que actuaban para el empresario Alfredo Yabrán.

Foto: Eduardo Longoni
Foto: Eduardo Longoni

Comenzada una nueva edición del superclásico argentino, a Maradona se lo notaba falto de ritmo. No rompía líneas, no se sacaba jugadores de encima ni metía caños. Se lo notaba ahogado, sin sobresaltos. River golpeó primero a través de Sergio Berti y se fue al descanso con el 1-0 a su favor. Para el segundo tiempo, el Pelusa no salió a jugar. Pidió el cambio. El destino quiso que quien lo reemplazara fuera Juan Román Riquelme. Aquella tarde en Núñez ocurrió la sucesión. Aquel pibe de 19 años que iba a sustituir al mejor jugador de fútbol que había dado la Argentina, terminó siendo el máximo ídolo de Boca. 

Por obra de Julio Toresani, con quien también Maradona había tenido un cruce de palabras unos años atrás, y Martín Palermo, el Xeneize se llevó los tres puntos y quedó como único líder del Torneo Apertura que acabaría ganando River. La hinchada boquense festejaba y el Barrilete Cósmico estaba ahí, como uno más. Saltaba y le dedicaba algún que otro sofisticado gesto a los simpatizantes locales.

En el vestuario, como siempre, sus declaraciones dieron mucho de qué hablar. El Diez hizo una especie de análisis sobre el partido pero a lo Maradona. “Boca jugó a lo Boca y River fue River. Jugó un gran primer tiempo y en el segundo tiempo se le cayó la bombacha”, afirmó el astro argentino.

En la primera fecha del campeonato de aquel año, tras un Argentinos Juniors – Boca, el campeón del mundo en 1986 había dado positivo en otro examen antidoping y había vuelto a estallar la polémica. El caso se llevó a la Justicia y la sanción fue levantada. De todas formas, por pedido del juez, el ídolo debía presentar controles especiales al término de cada partido, por más que no hubiera salido sorteado para el análisis. 

Pocos días después del superclásico, un rumor instaló que don Diego, padre del futbolista, había fallecido luego de haber sido internado. El 30 de octubre de 1997, Maradona le puso fin a una parte de su vida. A una etapa. Colocó a su familia por delante. Colgó los botines para cuidar a sus padres. A quienes, una vez que los perdió, él se fue con ellos. “Con todo el dolor del alma ha llegado el momento de anunciar mi retiro. Se terminó el jugador de fútbol. Nadie está más triste que yo. Mi papá se fue llorando de mi casa y yo le prometí que cuando pasara una cosa así, largaba todo”, sentenció. 

El Pelusa jugador murió aquel día. Con la contradicción de que se retiró en la fecha de su cumpleaños – a los 37 años-. En eso existe algo más que la literalidad, algo místico. La ida del Maradona futbolista fue lo que no le permitió vivir con felicidad otra vez.

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