miércoles, mayo 21, 2025

Esports: el fenómeno competitivo que se convirtió en expresión cultural

Por Alfonsina Avellaneda

Durante siglos, el arte y el deporte se consideraron mundos separados. Uno hablaba del espíritu, la emoción, la representación simbólica; el otro del cuerpo, la competencia y la victoria tangible. Pero esa frontera se desdibuja cuando de esports se trata; lo que comenzó como un entretenimiento digital para pocos, hoy es un fenómeno global que abarca espectáculo, tecnología, identidad y, sobre todo, cultura. En ese cruce, las nueve artes tradicionales encuentran un nuevo campo fértil. 

Los deportes electrónicos no son solo un fenómeno económico o deportivo. Son un nuevo lenguaje cultural que se expresa a través de literatura, música, cine, arquitectura, escultura, artes escénicas, visuales, fotografía y danza. A continuación, un recorrido por cómo cada una de estas disciplinas encuentra un espejo en los esports. 

Literatura: contar el presente con mirada crítica 

El relato de los esports no está reservado únicamente a los casters o a los foros de internet. También ha llegado al campo académico y literario. Libros como Critical Perspectives on Esports, editado por Annette R. Hofmann y Pascal Mamudou Camara, muestran que los deportes electrónicos no son un simple pasatiempo digital, sino un fenómeno complejo que requiere múltiples miradas: filosófica, sociológica, económica, sanitaria, de género y educativa. 

Critical Perspectives on Esports : Hofmann, Annette R., Camara, Pascal Mamudou: Amazon.co.za: Books

Esta obra divide su análisis en cinco secciones temáticas. Aborda preguntas fundamentales como si los esports deben considerarse un deporte, los desafíos de la salud mental, la economía detrás de los equipos, el rol de la mujer en entornos muchas veces hostiles y su impacto en la educación formal. Esta mirada integral da cuenta de que los esports ya generan su propia literatura crítica, teórica y reflexiva, que los ubica en el mismo plano de discusión que cualquier otro fenómeno cultural contemporáneo.

Cinematografía: la escena detrás del espectáculo 

En el universo de los esports, donde la velocidad y la competencia marcan el ritmo, los documentales cumplen una función esencial: pausar el tiempo. Mientras las partidas se definen en segundos, los documentales se toman el espacio necesario para contar lo que ocurre antes, durante y después de los enfrentamientos. De aluna manera son, en muchos casos, la única herramienta que permite al público ver más allá del avatar y conocer al ser humano que lo controla. 

A diferencia de otros formatos promocionales o de contenido breve, los documentales tienen la capacidad de construir un relato profundo. Pueden explorar procesos, relaciones, sacrificios, conflictos internos y momentos de vulnerabilidad que no aparecen en los highlights ni en las transmisiones oficiales. En un entorno donde la imagen pública suele ser pulida al extremo, el documental ofrece la posibilidad de mostrar la verdad detrás del personaje competitivo. 

Un ejemplo emblemático es Breaking Point, que sigue al equipo de League of Legends de Team Liquid durante una temporada turbulenta en 2016. Lejos de glorificar, este documental es apreciado por la comunidad porque expone tensiones internas, crisis personales y el desgaste emocional que enfrentan los jugadores. Su valor está en su honestidad: muestra cómo la fama y la presión afectan a jóvenes que, en muchos casos, apenas superan los veinte años. Lo notable es que Breaking Point no suaviza el conflicto. No hay héroes ni villanos, sino personas enfrentando un sistema competitivo que exige perfección y constancia. 

Sin dudas este tipo de producciones también cumplen un rol educativo. Permiten a audiencias no familiarizadas con el mundo de los esports entender su lógica interna, sus códigos, y sobre todo, su carga emocional. Ayudan a legitimar el fenómeno, mostrando que detrás de cada jugada hay entrenamiento, disciplina, frustración y trabajo en equipo. La dimensión humana se convierte en el hilo conductor que conecta a los protagonistas con el público general.

Escultura: trofeos que simbolizan la gloria 

En el deporte tradicional, los trofeos son íconos. Y en los esports, no solo mantienen esa función: la expanden. Un ejemplo de esto es el trofeo del Esports World Cup, uno de los torneos más importantes de la escena, cuyo premio fue diseñado por Thomas Lyte, quien, dato curioso, es el orfebre oficial de la monarquía británica. El trofeo es una escultura moderna, con referencias culturales y elementos simbólicos que hablan del gaming y del país anfitrión, Arabia Saudita. 

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Su diseño incluye un tronco formado por triángulos que evocan botones de control, un sistema de cables metálicos que recuerdan circuitos, y una corona que representa la supremacía del equipo campeón. Fabricado con más de 9 kilos de plata esterlina, bañado en oro y con 60 cm de altura, este trofeo no solo celebra al ganador: también representa el punto de encuentro entre tradición artesanal y modernidad digital. Es arte funcional, como lo fueron las copas clásicas, pero con estética y lenguaje del siglo XXI.

Arquitectura: los templos digitales de la emoción 

Los esports han transformado el diseño de los espacios dedicados al espectáculo. Estadios como el Singapore Indoor Stadium (foto) con capacidad para más de 12.000 espectadores, se han convertido en auténticos templos de la cultura gamer. Allí, el público no solo ve una competencia: vive una experiencia multisensorial. 

Singapore Indoor Stadium - Tripopola

Estos espacios incorporan elementos arquitectónicos pensados para la inmersión. Pantallas LED envolventes, plataformas móviles, sistemas de sonido con precisión milimétrica y zonas interactivas para fans. La arquitectura de los esports es funcional, pero también emocional. Y su desarrollo ha llevado a la creación de arenas exclusivas para esports, gaming hubs, oficinas híbridas y academias con diseño futurista.

Artes escénicas: la teatralidad del deporte 

La escenificación de un torneo internacional de esports tiene mucho en común con una obra de teatro. Desde la presentación de los equipos hasta la música, el diseño de luces, las cámaras y el timing perfecto de los efectos especiales, todo está coreografiado para maximizar el impacto emocional del espectador. 

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Eventos como LoL Worlds o The International no solo apuestan por la competencia: montan verdaderos espectáculos visuales, donde intervienen actores, bailarines, efectos de realidad aumentada y animaciones en vivo. Incluso los jugadores, al subir al escenario, se convierten en performers. Cada gesto, cada reacción, cada grito se vuelve parte de una narrativa colectiva que transcurre ante miles de espectadores presenciales y millones en línea. El esport no es solo competencia: es teatro digital. 

Artes visuales: la estética como lenguaje funcional 

En los esports, la estética no es decorativa: es esencial. Cada mapa, cada personaje, cada habilidad está diseñado para ser reconocible, legible y atractivo. Juegos como Overwatch, Valorant o League of Legends se sostienen sobre un trabajo visual riguroso, donde artistas conceptuales, ilustradores y modeladores 3D crean mundos visuales coherentes, con identidades visuales únicas. 

El diseño visual de los esports también incluye overlays, gráficos de transmisión, iconografía, animaciones y material promocional. Cada competencia es una galería visual en movimiento, diseñada para ser clara, espectacular y funcional al mismo tiempo. En un mundo donde los milisegundos importan, el lenguaje visual tiene que ser preciso y potente.

Fotografía: capturar el instante eterno 

La fotografía de esports tiene sus propios desafíos técnicos y artísticos. Los fotógrafos deben lidiar con luces cambiantes, pantallas brillantes, movimiento constante y poco margen de error. Capturar la entrada de un jugador, una reacción de victoria o una despedida emocional es tan complicado como documentar un gol en una final del mundo. 

Ejemplos de ésto hay miles, pero podría destacar uno en particular: estas son imágenes de Get_right en una gran final de CS:GO entre NiP y NAVI, una entrando al escenario con determinación y siendo aclamado por el público y otra saliendo con lágrimas tras la derrota en la final de aquél torneo. Ambas forman partr del imaginario colectivo del esports. Son fotos que no solo documentan: narran. Sin embargo, y a destacar: muchos de estos fotógrafos trabajan en condiciones difíciles y con poco reconocimiento, a pesar de que sus imágenes definen momentos históricos.

Aunque no lo parezca, la música es una parte fundamental del ecosistema esports. Desde himnos oficiales como “Warriors” o “Legends Never Die”, hasta playlists personalizadas por los equipos antes de competir, la música tiene un rol emocional, psicológico y estratégico. De hecho, ciertos estudios académicos muestran que las canciones con beats acelerados (120-140 BPM) pueden mejorar la concentración y reducir el tiempo de reacción.

 

Los equipos profesionales lo saben. OG escucha rap antes de sus partidas decisivas, Fnatic elige EDM para generar sincronía y confianza, y FaZe Clan utiliza anthems hip-hop como estímulo competitivo. La música ayuda a entrar en flow, regula emociones y potencia el rendimiento. No es adorno: es parte de la preparación, como una charla técnica o una rutina física. 

Danza y circo: el cuerpo en movimiento digital 

Aunque menos evidente, el cuerpo en los esports también se expresa como en una danza. Los reflejos, la coordinación, el ritmo de los movimientos en el teclado y el mouse tienen algo coreográfico. En juegos como Just Dance o Beat Saber, esta conexión es literal, pero incluso en shooters o MOBAs, la sinergia del equipo se mueve como un organismo coreografiado. 

Además, en muchos torneos se integran espectáculos de danza, acrobacia, proyecciones y performances. 

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