viernes, abril 25, 2025

Ser Jorge para ser Francisco

Por Conrado Maguna Martorell  

Francisco de Roma, del mundo. O Jorge de Flores. El jefe de Estado, o el de Varela 268 y posteriormente Membrillar 531. Ambos son correctos. Lo que sería erróneo sería pensar al Sumo Pontífice sin tener en cuenta al porteño, al hijo de tanos y a uno de cinco hermanos. Estará en la creencia de cada sujeto identificarse como un hermano espiritual, pero lo factual se queda ahí. Jesuita. De túnica negra, como Lorenzo Massa, el cura del Oratorio San Antonio que fundó una de las pasiones de Bergoglio: San Lorenzo. No solo compartían aquella característica, sino también la desesperación desinteresada por el prójimo, la preocupación por a quien veo mientras la sociedad es ciega. En otras palabras, la patria es el otro. Massa rescató a unos pibes que, mientras jugaban a la pelota, tenían al expropiado de toda tradición tranvía pasando por sus nucas. Quien apareció por el balcón del vaticano el 13 de marzo de 2013, abrió las puertas de la Iglesia (como institución), o del reino para los más ortodoxos, a quienes no es que no encontraban las llaves, sino que el cuerpo esclesiástico las pateaba y la escondía para que nunca puedan ser halladas. Le habló a los católicos, y a los ateos. Aquellos que ven un santuario y se persignan, y también quienes pasan de largo. Eso hasta que llegó Jorge Mario. Un “sudaca”. Un “incivilizado”. Estas denominaciones según la historia contada por los libros producto de la hegemonía imperialista europea. Abrazó a la perspectiva de género y con ella a los homosexuales, transexuales, por ejemplo. Predicó el amor, se apoyó en un “es mejor ser ateo que alguien que va a la iglesia y después odia a todo el mundo”.

Nicolás Sundblad, capellán de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, definió el último mandato papal como un verdadero encuentro, sostenido en la apertura al mundo y caminos, a aquellos que tienen fe y quienes no, mediante la presencia y la cercanía.

Se plantó. 2396 discursos. En ellos, cuestionó un sistema donde los que tienen más cada día incrementan su patrimonio, y los que no poseen recursos, continúan siendo hundidos. Mostró que al apoyar la cabeza en la almohada, era ilógico hacerlo con la panza llena mientras los pibes de los pasillos de las villas que tanto caminó tenían hambre. No solo en su región natal, también en otros continentes. Sobre esto, Maradona post amistoso para la Fundación Scholas en 2014 organizado por el micro-Estado, confesó, casi entre lágrimas, que Francisco le planteó un proyecto para solucionar esta problemática en África.

Jorge se apoyó en desentenderse de toda potestad o facultad para, en nombre de Dios, juzgar a quienes formaban parte de los sectores tildados como “tabú”.

Entendiendo que esa humanidad viene de su cuna de clase media, Sundblad hizo énfasis en la sencillez que lo caracterizó, una cualidad que “habrá vivido en el seno de su familia y la llevó a todos los ámbitos donde le tocó ejercer su ministerio”.

Esa misma humildad con la que todos los días cruzaba la Plaza de Mayo donde abuelas, madres y ajenos pero identificados lucharon por los desaparecidos, rumbo al bar que se encuentra enfrente de la Catedral donde lo esperaba su regular cortado y vigilante.

Con el pasar de los días tras la pérdida de Francisco, aparecieron distintas anécdotas, videos e imágenes de momentos compartidos por simples civiles junto al ex Arzobispo. Si a alguien le queda lejanos el imaginar cómo sería esa situación o convivir con él, el entrevistado, casi paradójicamente desde el confesionario, admitió haber trabajado con Jorge, a quien llenó de elogios como alguien respetuoso, que no iba a la confrontación, sino a la escucha, a la recepción, con el homogéneo y el heterogéneo ideológica, social, cultural y por ende políticamente hablando.

Quizás, su mejor legado, es que la vida se basa en sociedad. El individualismo existe, amenaza y crece. Pero no debe. En tiempos donde el centro es el ombligo, la salida es colectiva, levantando la mirada y haciendo del otro a uno mismo. Ese mensaje, bajó desde el puesto de mayor jerarquía dentro de la religión más importante e imponente de la historia, y por ello, Francisco de Roma, o Jorge de Flores, cambió el paradigma del mundo.

 

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