Facundo Catalini
Miércoles 17 de abril. El edificio del Grupo Clarín amaneció completamente vallado. En uno de sus extremos se encontraba un agente seguridad. Mientras trabajadores y trabajadoras iban llegando a la redacción del diario tenían que ir presentándose ante el guardia quien tenía una lista en su poder. Nombre y apellido, como en el secundario. Si estabas en ese listado, pasabas, como un día cualquiera de trabajo. El problema estuvo cuando el primero que se presentó no pasó.
Para ese y para los 64 restantes nunca salió el Sol esa mañana. Si tenías nombre, me lo olvidé.
El Grupo Clarín, el mayor conglomerado de comunicaciones del país, se cargó a 65 personas de un día para otro. Así, de la nada. Sin previo aviso. Sin dar la cara. Sin importar que 65 familias se quedaran sin nada. Así, de repente.
Tres paros (el último de 48 horas) y un fin de semana de pascuas de por medio, separaron el miércoles fatídico de este miércoles 24 de abril.
En conjunto y en colaboración con las y los damnificados, se “celebró” (entre comillas porque no había mucho porque celebrar) en las puertas, en realidad de las vallas para afuera, del edificio del diario un festival de música, para tratar de sanar el alma. Para tratar de abrazar bien fuerte a aquellos que se quedaron sin su laburo.
El día casi que no acompaña. El clima reflejaba lo que en la calle Tacuarí se disimulaba. El cielo nublado no transó con la tristeza y se hizo notar, en el asfalto tampoco transaron con ese sentimiento, pero lo resistieron y sonreían. Reían para no llorar, pero al fin y al cabo, dibujaban una sonrisa en sus caras.
Iban pasando las horas y la calle se iba copando. El camión con el escenario en una esquina, el patrullero desviando el tránsito en la otra, el gazebo del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) se preparaba con la parrilla, el carbón, las gaseosas, las bebidas espirituosas para calentar el alma, las hamburguesas, los choris y el humo para atraer a los colaboradores para el fondo de lucha. También se acercaron de afuera. Más choris, más hamburguesas, más birra. Más color con las chicas que vendían tubitos con luces colorinches y se paseaban por toda la cuadra. Malabares y ula ula. Bijouterie reciclada. Además estaban las banderas del sindicato y la de otros medios que se acercaron decoraban el mural que está en frente del edificio. Feria y lucha.
Y falta lo más importante. La música. Ella es tan cargosa, Gabo Ferro, Bruno Arias, Daniel Maza, Los Súper Ratones, Femigansta, Iván Noble y La Delio Valdez, fueron los encargados de ponerle melodía y movimiento a la tarde gris.
“Uno nunca sabe para qué sirve la música, pero a lo mejor, en estos momentos, de algo sirve que uno venga a acompañar un ratito con canciones”, dijo Iván Noble entre tema y tema. Y en una de esas, de algo sirve. Dicen, los que saben, que la música, si es adecuada, lleva al ser humano a una rearmonización de los sentimientos y del estado de ánimo. Por ahí, la música era lo adecuado para ese momento. Era lo adecuado para sanar un poco ese dolor.
“No queremos más despidos, ni la yuta en el portón. Para nuestros compañeros, la reincorporación”, este fue el hit entre todos los trabajadores de prensa y si que se hicieron escuchar dentro de una redacción vacía de laburantes y llena de jefes sin cara. Esta lucha, ese día ganó una pequeña batalla, ya que, 4 trabajadoras y trabajadores podrán volver a las actividades periodísticas dentro del diario.
“Arriba morocha, que nadie está muerto, vamos a punguearle a esta vida amarreta un ramo de sueños. Avanti morocha, no nos llueve tanto. No tires la toalla que hasta los más mancos la siguen remando”
Remen compañeros y compañeras de Clarín.