sábado, octubre 12, 2024

“Sería bueno cerrar la Asociación porque habría terminado la violencia”

Por Federico Pineda y Manuel Dios

“A Maximiliano lo mató el suboficial de la Policía Federal Juan de Dios Velaztiqui, quien disparó a quemarropa y por la espalda a mi hijo y a dos de sus amigos -Cristián Gómez y Adrián Matassa- la noche del 29 de diciembre de 2001 (…) en el minimercado de la estación de servicio de avenida Gaona y Bahía Blanca en el barrio de Floresta. El barrio que tanto amaba, nuestro barrio”.

Así arranca el segundo párrafo de la primer parte de “Huellas. Después de la muerte de un hijo”. En ese libro, Silvia Irigaray le cuenta a su hijo, Maximiliano Tasca, que es tío de Tomás Maximiliano, el primer hijo de los dos que tiene su hermano Pablo (su otra hija tiene cinco meses de vida) y le relata las cosas que ocurrieron tras su muerte. Una muerte injusta a manos de un policía que sufrió todo el peso de la ley y de la vida.

Velaztiqui fue el primero condenado a prisión perpetua y, tras cumplir un periodo de la condena en la cárcel, ahora la finaliza en su casa, totalmente ciego, mientras goza de la prisión domiciliaria. Maxi ni siquiera pudo gozar de su vida y el policía lo mató a sangre fría cuando tenía tan sólo 25 años. Un comentario por la represión que se vivía en un país que transitaba una de las peores crisis económicas de su historia provocó la ira de Velaztiqui, que les disparó por la espalda con su arma Browning GP-35 calibre 9 milímetros.

Maxi trabajaba medio tiempo junto a su madre en una distribuidora, se había recibido 12 días antes como Licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, nunca llegó a usar su regalo de Navidad ni tampoco pudo darse el lujo de viajar por Medio Oriente, el tema que desarrolló en su tesis final, y el regalo de sus padres por haberse recibido. Todo eso fue destruido en mil pedazos, pero a pesar que ese 29 de diciembre le cortaron su vida él decidió seguir dando vida y su madre lo acompañó en su deseo.

A pocos días de cumplirse 18 años de la Masacre de Floresta, la presidente de la Asociación Civil Madres del Dolor, Silvia Irigaray, habló de su relación con la donación de órganos, los diferentes pedidos que le realizó al gobierno nacional y al provincial y, con ello, las diferentes respuestas que recibió de parte de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal. Todo esto, a metros del destacamento policial de la intendencia de Vicente López, ese mismo que inauguró ella. Esa misma fuerza para la que da charlas a los cadetes.

-¿Como hacés para ver todos los días a la policía en ese destacamento?

-Nosotros llegamos primero y unos años después, cuando nos enteramos que venía la Policía al lado yo dije: “Ayyy, no podíamos tener otros vecinos”. A mí me daba cosquilleo…, pero bueno no estábamos en condiciones de nada. Al contrario, nosotros pedíamos el lugar de la esquina porque nos parecía bueno agrandar el lugar y poder llegar a tener distintos lugares para hacer atender a la gente. Que los tenemos, pero a veces hay que dividir los turnos porque se escucha mucho. A veces viene alguien de los que viene los martes que no tiene con quien dejar a su hijo y él sabe que su padre o su abuelo lastimó a la mama. Mientras ella habla con el equipo de justicia el psicólogo se va a la cocina con el nene porque no puede estar en esa charla. Cuando ponen el destacamento, el intendente Jorge Macri me llama y me dice: “Vos tenés que estar en la inauguración porque sos un referente del gatillo fácil y tenés que venir, estar conmigo y cortar juntos la cinta”. Al final, corté yo la cinta y es como pisar fuerte. Los canas te miran diciendo: “Y esta quien será como para que lo haga ella y no el intendente”.

-¿Eso pasó antes que empieces a dar charlas a la policía?

-Pasó durante. El viernes (antes del segundo debate presidencial) fui a dar una charla a la Facultad de Derecho que me invitaron. En uno de los pasillos, me encuentro con Gustavo Béliz (Ministro de Justicia de Néstor Kirchner). Yo no lo veía a él desde ese momento y él me dice: “Bueno, nos vamos a volver a ver”. Cómo daban por hecho que ganaba Fernández… Que suerte que estamos bien vistas. Acá no hablamos de política y eso que en el grupo de madres hay ideas diferentes. Ese no es el tema nuestro. Pero tenemos que mantener en funcionamiento la Asociación. Fue una alegría encontrarlo. Me presentó al hijo que ya está terminando la carrera de Derecho y el chico se sorprendió. Él le dijo que un policía me mató un hijo y yo le dije que su papá me mandaba los informes de la cárcel de Marcos Paz a mi casa de Floresta, de los psicólogos y del Servicio Penitenciario sobre Velaztiqui. Ahí yo supe que, dentro de la cárcel, seguía siendo una fiera. Desde el 2005 que no lo veía a Béliz… Él fue el primero que me pidió que dé una charla a la policía. Desde ese año las hago.

-¿Qué mensajes has recibido de los policías presentes en las charlas? ¿Te suelen hablar?

-Yo los invito a que me hablen porque yo no hablo con odio. En realidad, les dejo dos cosas. Una, prefiero los cadetes que son los que saldrán a la calle y a los que les darán el arma porque los viejos ya tienen las mañas. En la Escuela Juan Vucetich, forma parte de la currícula de estudio y la llaman charlas magistrales. A mí me da mucha satisfacción. Voy con dos temas: la violencia que espero que no ejerzan. Entiendo que hacen una tarea difícil, que deben cuidarse, pero llevar un arma a la cintura no es para cualquiera. Primero, le deben dar paso a la palabra y no a las balas. Velaztiqui en vez de retrucar la palabra de los chicos, sacó el arma y dijo “Si los fusiló mejor así no hablan más”. Después, voy por el lado de la vida, por la donación de órganos. Yo pude donar los órganos de Maxi y soy autora del único protocolo que hay en la Argentina. Hay un protocolo de actuación para las fuerzas policiales que lo entrego y debe estar en cada comisaría de la Provincia de Buenos Aires. Es como tiene que proceder la policía para llamar al familiar, médicos y al el juez de turno. Tenés sólo cuatro horas. Pero eso lo aprendí porque me pasó. A mí me llaman y cuando llego, no pregunté quien lo había matado sino que me quedé y escuché la voz de Maxi. El almita de él que ya estaba muerto delante de mis ojos. Él a mí me dice “Mami, acordate que soy donante de órganos”. Llamé al INCUCAI, vino a mi casa y nos fuimos a la comisaría. Ahí, la médica del INCUCAI le pregunta al policía qué juzgado interviene. Él levantó los hombros, dijo que no sabía y manifestó: “Mejor vengan mañana a las 8 de la mañana”. La médica golpeó muy fuerte el escritorio y le dijo: “Tiene una madre acá con el hijo muerto. Ella quiere dar vida a otras personas y ¿usted le dice que venga mañana? Mañana es tarde”. El hombre le pidió perdón y dijo que no lo sabía. Eso me sirvió para todo lo que hago y se potencia cada vez más. Es un tema que costó mucho. Yo les voy hablando a ellos de la violencia, de la que no deben ejercer y, de última, que son una pieza fundamental para que se pueda implementar en todo el país. Y sigo siendo la única.

Desde ese momento, las marchas que se realizaron en Floresta cada mes con el pedido claro de justicia por el asesinato de Maxi Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa motivó que otras madres vayan a exponer sus casos y Silvia les daba prioridad cuando los medios iban a buscar su testimonio. La mayoría era por gatillo fácil: “Yo no sabía toda la violencia que había, la verdad yo me desayuné con toda la violencia, con esto de ser activista y no hay dudas de que acá la condena fue porque había miles de personas que estaban del lado de la familia de los amigos. Entonces decidí empezar a devolver”. En 2003, Silvia y Elvira Torres, madre de Cristian, se fueron a Núñez para asistir a la marcha por el asesinato de Lucila Yaconis. Ese fue el comienzo de todo.

-¿En cuanto a la organización de Madres del dolor como se juntaron las madres?

-Nos juntaron los periodistas, para nosotras el periodismo es un gran eslabón. En 2003, un periodista me avisa y me dice “Silvia, por qué no van para allá que sería bueno que se unan”, y bueno ahí empezó. A esa misma marcha va la mamá de Kevin Sedano, Viviam Perrone. Ella es de Olivos, o sea sin conocernos. También estaba Marta, la mamá de Juan Manuel Canillas. El caso de él fue histórico también porque fue el primer secuestro en democracia. Lo matan por la espalda, le dicen “bueno, bueno andate” y muertos de risa le disparan por la espalda. Esto se sabe porque había una chica que se acababa de bajar del colectivo, que venía de la Facultad de Medicina. Cuando escucha y ve todo eso, los flacos se habían ido, lo agarra a Juan Manuel y él la mira a los ojos y le dice llama a mi mamá, le alcanza a dar el teléfono y se muere en los brazos de la chica. La madre siempre dice que no murió tirado, sino en los brazos de alguien. Estábamos en la marcha de Lucila sobre la calle Cabildo y un periodista me dice “che Floresta vení, Olivos”, y estábamos así y cuando nos miramos nos saludamos. No sabíamos ni quiénes éramos y se ponen todos los canales entonces. Para la semana siguiente que hacían la de Lucila una vez por semana íbamos y nos saludábamos porque ya nos habíamos visto la vez anterior y los mismos periodistas eran los que nos preguntaban qué novedades hay, que bien que la acompañen a Isabel (madre de Lucila), y después ya nos empezamos a cambiar los teléfonos. Ahí nos hicimos inseparables. En 2004 es cuando íbamos de una casa a otra y ahí surgió la idea que había que hacer una asociación. La idea fue de Néstor Kirchner.

***

Tras su creación el 10 de diciembre del 2004, su primera sede fue un monoambiente que estaba a cinco cuadras del Congreso, pero los altos costos del alquiler las obligó a buscar otro lugar. En ese momento, el intendente radical de Vicente López, Enrique García, les dijo que debían tener su lugar propio. Así surge esta casa. La incertidumbre ante el cambio de intendente se disipó rápidamente cuando el electo Jorge Macri les dijo que estaba encantado de recibirlas y les preguntó: “¿Qué les hace pensar que yo les voy a quitar la casa? Con la tarea que ustedes hacen, como se las voy a quitar”. Nueve meses tardaron en reacondicionar el lugar que era una tapera, según una de las madres, y la firma de un comodato rubricó su llegada en octubre del 2012 a esa casa que sería usada como la Asociación Civil Madres del Dolor, una ONG que no tiene posturas políticas más allá de las de cada integrante y que hizo de la grieta algo invisible. Un peronista fomentó su formación; un radical les dio la sede y el intendente que vino por Propuesta Republicana (PRO) continuó con esto.

El Presidente que fomentó la creación de esta Asociación se dio cuenta que había que ayudar a esas madres y Silvia le guarda un profundo amor por su humildad y su cariño hacia ellas. Su muerte hace imposible no olvidarse qué hacía cada uno el 27 de octubre del 2010 y para Silvia no es la excepción. “Era un día que se estaba haciendo el censo y estaban ya censando en mi edificio. Yo tenía la radio prendida y Chiche Gelblung dice: ‘No puede ser’. A mi me agarró un ataque de llanto tan grande, justo me toca el timbre el del censo, abro la puerta y le digo al tipo se murió Néstor y me dice ‘qué carajo me importa, bien muerto está’. Mala persona, te guste o no es tu presidente. Me hizo las preguntas, se fue y me fui para el Congreso. En esos días Eduardo Luis Duhalde (Secretario de DD.HH. en ese entonces) me llama y me pregunta si venía a despedirme de Néstor. Me dice ‘Yo te espero en tal puerta’ y entré yo sola. Íbamos a ir, pero a la Plaza como toda persona que le tenía aprecio. Tuve el privilegio de entrar a la Casa Rosada y estar. Me saque el pin de Madres de Dolor. Estaban Máximo y Cristina, y le digo a Máximo si puedo ponérselo. Había otros pines. Se lo preguntó a Cristina, con quien ya nos conocíamos, me saluda y me deja poner el pin”.

Ese apoyo político que mostró el expresidente se sostiene en el tiempo y desde el Estado le proveen todos los martes un equipo del Ministerio de Justicia de la Nación que va a la sede ubicada en Vicente López para asistir a cinco o seis personas al día. Pasan siete horas trabajando todos los casos para brindar asesoramiento en muertes de todo tipo, las de violencia institucional, hechos de tránsito, secuestros, trata de personas. De todo. “Si ustedes consideran que es un agente necesario y que hacen bien las cosas, ni pensarlo. Siguen con ustedes”, les dijo el ministro de Justicia Germán Garavano hace cuatro años y nada hace prever que pierdan el apoyo con el nuevo Gobierno encabezado por el presidente electo Alberto Fernández: “No tenemos preocupación que nos lo quite porque nuestro nombre y trabajo cada vez es más conocido internacionalmente. Nadie se va a atrever a nada, ni a sacarnos de acá ni a sacarnos el equipo que ayuda a las víctimas y de forma gratuita”.

Sin embargo, no todo fue color de rosa con el Gobierno actual y, a pesar de que le habló del Protocolo de actuación para fuerzas policiales en procesos de ablación e implante de órganos y/o tejidos humanos en casos de muerte traumática al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, nunca obtuvo ayuda de parte del mandatario. Hacía más de dos años que la Gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, le había dado el aval para hablar de eso tras pedirle que diera charlas en la Escuela de Policía Juan Vucetich. Ella se había reunido con las madres a pocos días de asumir en la sede de la Asociación en Fray Justo Sarmiento al 300. Allí, le dijo que quería hablar de la vida y, ante la pregunta de Vidal, explicó cómo lo haría: “Hablando de la donación de órganos porque las córneas de Maxi están en dos mujeres, las válvulas del corazón están en dos personas”. Con 94 mil policías a cuestas, el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, le dijo que no había nada parecido y Vidal le dio absoluta confianza. “Hacelo, confió en vos”, le dijo. Por eso pensó: “Son del mismo gobierno… Cuando después tuvimos la reunión en la Quinta dije ‘Bueno, va a ser fácil…’. Y no… Acá estamos. No importa. Tengo que seguir andando”.

Su hijo era donante de órganos y, desde ese día, ella concientiza sobre ese tema porque sostiene: “¿Para qué enterrar unos órganos que después se los comen los gusanos?”. Y la Ley Justina fue la piedra angular de esto para que todas las personas mayores de edad sean donantes a menos que hayan dicho lo contrario en vida. Por desgracia, a pesar de los mensajes de apoyo que recibía Justina de su familia y Silvia Irigaray, que fue contactada por Ezequiel (padre de la nena) a través de Juan Carr (Red Solidaria), la nena de 12 años falleció el 22 de noviembre de 2017 por no recibir un trasplante de corazón a tiempo y la ley se votó en julio del 2018. Era difícil mostrar resistencia a un proyecto tan sensible y se votó con errores a cuestas.

“Cuando llame al INCUCAI y les dije ‘Que bárbaro esto…’ una de las médicas me dijo: ‘Pero hay cosas que hay que arreglar y las vamos a tener que ir cambiando con el tiempo. Vamos a ver cómo se va corrigiendo la ley porque hay cosas que no están bien’”.

Fue así como llegamos al 20 de octubre pasado. Ese día Silvia recibió uno de los mejores regalos que le podían dar por el día de la madre. Tras armar un proyecto junto al juez Gabriel Vitale (el otro autor del protocolo de actuación para las fuerzas policiales en muertes traumáticas), le contaron que la Cámara de Diputados va a sesionar para debatir sobre el proyecto. “El protocolo se lo agregamos a la adhesión de la Ley Justina. Hicimos todas la correcciones de esa Ley. No me cabe dudas que lo van a votar todos y para mí va a ser un regalo de Dios, pero no me alcanza. Con eso, tengo un 50%. Me van a faltar los senadores. Eso ya será el año que viene”, dice.

-Justamente en el día de la madre ¿Cómo se hace para curar el dolor y tal vez pasarla bien con tu familia?

-Lo más difícil de todo es el primer año. El primer año a mi me enojó muchísimo ver la publicidades en la calle en la tele que decían regalale a mama esto. Para mi era un dolor que me enojaba. Yo iba manejando y pensaba… A mi, suponete, Falabella me preguntó si yo quería que pusieran esa publicación si yo tengo un hijo muerto, ellos no saben, es que uno da por hecho que todo el mundo tiene que saber y se tiene que detener el mundo. El tema es que el mundo sigue andando y vos tenes tu dolor para toda la vida. El primer año es en mi caso, el día que lo parí a Maxi (4 de agosto de 1976), que no está más para cumplir años, el día de la madre es terrible, la noche buena, que a mi me quedó el regalito de Maxi en el arbolito de navidad. Pasaron cuatro días nada más para que lo maten. Y el otro regalo que nunca supo y que se lo regalamos con el papá era el viaje a Egipto porque se había terminado de recibir de Licenciado en Relaciones Internacionales.

Su fanatismo por Egipto era supremo desde chiquito, pero no lo llegó a conocer. Su madre lo conoció por él y viajó a aquel país 10 días después de su fallecimiento a esparcir sus cenizas entre las pirámides. Él quería la paz en Medio Oriente. Una palabra que, en el último tiempo, dejó de existir por esos lares.  “Para mi diciembre ya es triste, llega el primero de ese mes y para mi ya se que llega el 29 y te vas acordando las horas y cuando tocaron el timbre y eso les pasa a todos”, dice. Tras ser condenado su asesino en un juicio ejemplar, empezó la batalla interna para no enfermar de cáncer: “Te abrís a eso, las defensas bajan y te abrís a enfermarte. De hecho llevamos 66 mamás muertas por cáncer, menos una que se suicidó. Es terrible. No se tolera. El tema es la silla vacía, la cama vacía, el no verlo, entonces no es para todas igual. Y después con el tiempo vas calmando, decidimos juntar los pedazos del piso, unirlos y yo cada día que viva siempre lo voy a homenajear a Maxi. Siempre. El recibirlos a ustedes, este trabajo para mi es un homenaje a Maxi y a todos los demás pero lo hago por Maxi”.

-¿Qué te produjo la asociación?

-Es una genialidad haber formado esta asociación, es maravilloso. Sería bueno cerrarla porque habría terminado la violencia. Eso no pasa porque hay mucha en este trabajo. Es duro, es difícil, tenemos esta misión y la llevamos adelante lo mejor que podemos, pero a todas nos gusta muchísimo.

-A punto de cumplirse 15 años de la Asociación, ¿qué legado esta dejando y quien podría seguir esto?

-Nunca nos planteamos eso porque parece que vamos a ser inmortales, pero es cierto. Fíjate que cumplimos 15 años, estamos cada vez más viejas, pero no tengo idea, no tengo en mis planes morirme ahora. Hay una mamá que se sumó ahora (Silvia Fredes cuya hija Martina Miranda murió en un siniestro vial con solo 16 años en 2016 y su asesino Damian Villanueva se suicido a los pocos días). La idea es rotar las presidencias y nada va a cambiar porque hacemos lo mismo.

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