Tatiana Milani y Lucila Coccia
Se esperaba un partido duro, con dos planes de juego muy distintos. Por un lado, estaba el equipo que salía a ganar el encuentro y del otro, el que intentaba cortar los avances con tácticas que, desde lo interpretativo, desvían el foco de atención sobre el motivo real de la convocatoria.
No estamos hablando del debut de Argentina contra Islandia, sino de los primeros 45 minutos de una fecha histórica que se jugó durante el miércoles y el jueves en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación.
Allí se discutió arduamente el proyecto de Ley por la Interrupción Voluntaria del Embarazo durante las primeras 14 semanas de gestación. Por un lado, se ubicaban las y los que salieron al campo de juego con su camiseta oficial, la celeste. Algunos portaban la suplente, la rosa y como si fuese poco presentaron la edición limitada, recién salida del horno, la amarilla. Las tres variantes tenían la misma consigna: “salvemos las dos vidas”.
Desde ese equipo, la táctica de juego era simple: crear un debate sobre en qué momento se lo considera vida a un embrión y, por consecuencia, fijar la dicotomía de cuándo es un asesinato o no la práctica de un aborto. Por otra parte, perpetuaron la idea histórica sobre las mujeres que tienen el deseo de gestar y maternar en cualquier etapa de sus vidas, aunque ese embarazo sea producto de violencia sexual o no haya habido algún tipo de consentimiento para llevarlo a cabo.
Y así, con la cancha embarrada, se presentaron quienes apoyaban el proyecto, vistiendo el único uniforme de color verde, creado hace 13 años y que tiene como lema: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. En este lado del terreno de juego la forma de competir fue distinta. Se planteaba que la persona que está gestando tiene el derecho a decidir sobre su cuerpo y no sólo eso, sino que advirtieron lo innegable: las mujeres ya están decidiendo sobre la soberanía de sus cuerpos y quiénes no tienen la información o estabilidad económica mueren en el intento de abortar.
Además, se apela al cumplimiento de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral en todo el país y también al protocolo del aborto no punible por violencia sexual o riesgo de muerte en la persona gestante sancionado hace 97 años, que no se aplica en todas las provincias.
La posesión de la pelota variaba. El equipo celeste-amarillo-rosa logró tenerla casi toda la noche, pero ejecutó mal algunas jugadas en momentos claves. Un ejemplo de esto fue la desafortunada frase de Estela Regidor Bellerone, diputada correntina: “¿Qué pasa cuando nuestra perrita se nos queda embarazada? No la llevamos al veterinario a que aborte, regalamos los perritos”.
El equipo verde no lo dejó pasar y facturó. “La conquista de los derechos es una victoria que se le arranca al opresor. No me queda claro qué es lo que rechazan; quieren forzar a una mujer a ser madre cuando la decisión de una mujer es no ser madre, no hay Estado ni Ley que pueda impedírselo. Las razones personales y religiosas no son razones públicas que hacen al bien de todos”, expresó Silvia Lospennato.
Aun así, llegando al final del debate todavía no se podía determinar un ganador porque hasta el último minuto la pelota continuaba rodando sin un destino fijo.Sin embargo, afuera del Congreso, el partido estaba ganado de antemano por goleada. Del lado del equipo celeste, rosa o amarillo solo se presentaron por dos horas algunos de sus simpatizantes y no pudieron completar ni una avenida. En cambio, por el conjunto verde, llegaron un millón de hinchas desde las 12 del mediodía y se mantuvieron a lo largo de la jornada hasta las 10 de la mañana del jueves.
Primero aparecieron las más jóvenes con su uniforme del colegio y el símbolo de la mujer dibujado con glitter en sus caras. Más tarde llegaron las que salían de sus trabajos y universidades y llevaban el pañuelo verde colgado en la cartera. Ambas, aún con su diferencia de edad, tenían la misma sonrisa y emoción al verse multiplicadas en millones.
Esta no era una marcha común y corriente ya que en la intersección de las calles Perón y Callao, la campaña plantó un enorme escenario verde por el cual iban pasando diversas bandas y artistas para alentar a aquellas mujeres que se encontraban allí. Cada tanto también subía alguna de las organizadoras para informar sobre lo que pasaba puertas adentro.
A pesar del frío y de las respuestas negativas que llegaban desde el Congreso, nada parecía importarles a las miles de almas que aguardaban afuera. Fueron 22 horas de baile, fiesta, abrazos y gritos entre todos y todas. Los manifestantes no paraban de celebrar que una vez, desde el Estado, los hayan escuchado y estén legislando por y para las mujeres y hombres trans que no desean maternar y mueren en la clandestinidad.
Una vez que apareció el sol y también el cansancio, los diputados y diputadas finalizaron sus discursos y pasaron a definir cada uno de sus votos. En el exterior, los pocos que tenían señal en su teléfono celular iban avisando: “Llegó Carrió, ya perdimos”, “Tres diputados de La Pampa se dieron vuelta, lo tenemos”, “Esta es la última, ahora se define”.Frente a una pantalla en la esquina de Callao y Rivadavia, alrededor de todas aquellas mujeres que hace 13 años se les ocurrió presentar este proyecto y que en ese momento las trataron de locas, estaban expectantes los demás.
Cuando Emilio Monzó, presidente de la cámara, expresó el dictamen definitivo, el grito de todas y todos apabulló cualquier miedo e incertidumbre que antes invadían sus cuerpos. La transmisión mostraba la mayoría verde mientras los llantos y los abrazos con desconocidos eran el reflejo de esta primera victoria.
Recién terminó el primer tiempo. Ahora están transcurriendo los quince minutos del entretiempo y se avecinan los últimos 45. Esta vez quienes saldrán a la cancha serán los senadores. Los de verde deberán mantener la posesión de la pelota hasta el final del encuentro para poder festejar la segunda copa mundial de las mujeres argentinas, manteniendo el legado de las impulsoras del voto femenino en 1947. Hoy ellas son las que visten la camiseta número 10 e integran el grupo de las estrellas de Argentina. Por eso, ahora más que nunca, denle la pelota siempre al diez, para que ocurra otro milagro.