Tomás Grasso
Según la RAE, dormirse en los laureles es “descuidarse o abandonarse en la actividad emprendida, confiando en los éxitos que ha logrado” y sin lugar a dudas que el básquet argentino no lo hizo.
El aspecto deportivo y el institucional deben caminar a la par para que las cosas funcionen. Sobre el parqué la Generación Dorada sorprendía al mundo, vencía en oportunidades consecutivas a Estados Unidos -con un plantel íntegramente NBA-, alcanzaba el subcampeonato del mundo en Indianápolis en 2002 y las medallas olímpicas, la dorada en el caso de Atenas 2004 y la de bronce en Beijing 2008, pero las cosas dentro de la estructura de la CABB no avanzaban conformes a lo que sucedía dentro del rectángulo de juego. Así lo entendieron los propios protagonistas, tocar el cielo con las manos no era suficiente, las irregularidades en el ente madre a nivel país tarde o temprano iba a afectar el normal desarrollo de un deporte que tomó gran impulso con la llegada de la camada más importante de su historia.
“La medalla de oro tuvo daños colaterales y este es uno de ellos. La familia del básquet argentino no estaba preparada para una medalla de oro, sí los jugadores”, afirmó Sergio Hernández, actual entrenador de la selección mayor, en 2014 cuando finalmente estalló el conflicto entre los deportistas y la dirigencia.
En el mediodía del 27 de julio del 2014 se vivió el momento de quiebre, en el microestadio de la UADE los referentes del plantel que estaba por viajar a representar el país en el Mundial de España dieron una conferencia de prensa para expresar su disconformidad con lo institucional. El capitán puso en duda su participación, “será por culpa de una gestión horrenda”, aseguró.
Luego de la situación límite las cosas cambiaron, desde ese mediodía comenzó un largo camino de reconstrucción de la Confederación Argentina de Básquetbol. Apuntaron todos los cañones al desarrollo de las divisiones inferiores, a fines de nutrir la liga nacional, tal como lo imaginó León Najnudel, cuando en la previa de su inicio declaró: “La Selección Nacional es el reflejo exacto de lo que pasa en el medio, progresivamente también nos daremos cuenta de que iremos recuperando terreno en el ámbito internacional”. Y sin lugar a dudas que así fue, los grandes representantes aprendieron e iniciaron su camino en el mercado local.
Además, en la búsqueda de que todos tiren para el mismo lado y que se edifique una identidad de trabajo, desde el ente máximo se impulsaron los proyectos del Método CABB –manual para un técnico formador- y el Programa Nacional Formativo –lanzado en conjunto con la Secretaria de Deportes de la Nación-.
En un deporte donde es común hablar de generaciones, la del 2000 ya tuvo su primer gran logro con lo obtenido en Puerto Madero, pero esto va más allá de los cuatro jóvenes que fueron los protagonistas del mismo. Abriendo el panorama, teniendo en cuenta que esta modalidad de disputa del baloncesto aún es emergente y pensando exclusivamente en el recambio de la selección mayor, esta camada está dotada de talento, tiene el potencial físico suficiente para competir al máximo nivel y que cuenta con chicos que ya tienen importante participación en la liga, sumada a la experiencia vivía recientemente en los Juegos Odesur, realizados en Cochabamba, dando varios años de ventaja respecto a planteles con jugadores mayores y aún así se colgaron la presea plateada.
Es por eso que la multitudinaria fiesta que se vivió en el Parque Urbano es parte del legado gigante que dejó la Generación Dorada, un grupo de 20 jugadores que predicaron con el ejemplo dentro y fuera de la cancha.