Federico Bajo @FedericoBajo
Juan Bautista Amieva y Mauro Zelayeta se abrazan emocionados. Ambos están parados sobre la cancha de beach vóley del Parque Verde, pero no parecen reparar en eso. Acaban de ganar la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos representando a Argentina.
Posiblemente fue esa la razón por la cual ni los miles de ojos que los observaban, ni la cámara que los enfocaba a menos de un metro, pudo arrancarlos de esa fugaz eternidad. Luego, ya habría tiempo para tomar el micrófono y saludar al público que regaló un cálido aplauso.
Aquella fraternal muestra de cariño es el broche de oro de todo un camino de sacrificio que los dos adolescentes han recorrido hasta hoy. A los 15 años, Zelayeta, que jugaba en Aldosivi, cambió el fútbol por el vóley y su buen desempeño hizo que ingresara al programa de preparación para Buenos Aires 2018. En enero de este año el oriundo de Mar del Plata alojó en su casa a Amieva, que llegó a la ciudad balnearia proveniente de Tunuyán, provincia de Mendoza, dejando a 1.300 kilómetros de distancia a todos sus seres queridos con el único objetivo de cumplir un sueño.
Sin embargo, Amieva y Zelayeta son más que simples compañeros de equipo: “Estoy contento porque todavía tenemos una oportunidad más y por el compañero que tengo. Es como un hermano para mí”, había declarado el mendocino en la previa al encuentro con Hungría.
Dicen que los días que mejor se recuerdan con el paso del tiempo son los que se viven con emoción, y eso fue algo que abundó esa la tarde.
Seguramente, el 17 de octubre de 2018 será recordado por todos los que estuvieron presentes en la cancha central -y los que no pudieron ingresar también- como el día que el cielo se oscureció, lagrimeó y volvió a brillar en menos de media hora. A algunos le quedará en la memoria la imagen de Delfina Villar y Brenda Churín, la dupla femenina de beach vóley, paradas en la platea alentando a sus compañeros sobre el final del partido. Otros lamentarán haberse quedado obnubilados cuando el tenista argentino, Facundo Díaz Acosta, ingresó al estadio para ver los últimos puntos del encuentro. Pero sin dudas, dando vueltas por ahí, habrá alguien que se acordará del estremecedor abrazo que se dieron Bautista Amieva y Mauro Zelayeta el día que el beach vóley argentino se tiñó de bronce.