Facundo Catalini
Ella siempre quiso jugar al fútbol. En Polonia, jugó hasta sus 12 años con los varones. En Francia, ya en la universidad, sin un equipo femenino, luchó por formarlo para poder competir bajo el honor de su facultad y lo logró. También vino de intercambio al país de Maradona y de Messi para cumplir su sueño de seguir corriendo atrás de la pelota. Ahora, devuelta en el país galo, sigue jugando bajo el nombre de su facultad. Ines Roy-Lewanowicz, una polaca bien argenta.
-¿Viniste a la Argentina a jugar al fútbol?
-En realidad fui a Argentina a estudiar, me quedé un año de intercambio en Buenos Aires. Pero pasé más tiempo jugando al fútbol que estudiando en realidad.
-¿Y por qué Argentina?
-Siempre quise ir a América Latina. Vi las universidades en las que podía irme de intercambio y comparé la calidad de vida en los países. Además de todo eso, Argentina es el país del fútbol. El país de Messi y de Maradona. Era como un sueño para mí jugar al fútbol ahí. Y justo tuve la oportunidad de ir a vivir un año a Buenos Aires.
-El lugar ideal. ¿Qué es lo que viniste a estudiar y en dónde terminaste jugando?
-¡Tal cual! Era mi tercer año de licenciatura en Ciencias Políticas, pero podía estudiar más o menos cualquier materia de casi todas las carreras de la universidad a la que fui. Ya sabía que el año siguiente iba a hacer una maestría de periodismo o de comunicación, entonces elegí materias que tenían que ver con eso, y con cultura argentina, que quería conocerla mejor.
“Apenas llegué a Buenos Aires -cuenta Roy-Lewanowicz-, la primera cosa que hice después de encontrar un alojamiento fue buscar un equipo de fútbol para jugar. Googleé: “fútbol femenino Buenos Aires” y llegué a una lista de equipos amateur en el sitio de hoysejuegafem.com –sitio web donde también participó escribiendo en un par de notas-. De ahí fui a entrenamientos de prueba en dos escuelitas, y me quede en la que tenía más onda y mejor nivel: Turenita, jugando para Axolotas”.
-¿Estás al tanto de la situación del fútbol femenino y de la Selección en la actualidad?
-Sí, estoy bastante al día.
-¿En Polonia pasa algo similar?
-Creo que es así en muchos países. Lo de los viáticos me parece algo muy argentino, sobre todo por lo gigante que es el país. Pero todo el resto, de darle poca importancia al fútbol femenino, sí. Es muy fuerte. A la gente le parece raro que una mujer juegue al fútbol, es algo que todavía no está en la cultura, entonces tampoco le dan importancia las federaciones nacionales, ni la FIFA, porque no es un buen negocio.
“Acá en Francia también se nota eso. El año que viene está el Mundial aquí mismo y poca gente lo sabe, los medios no lo hacen valer, no hablan de eso porque creen que a la gente no le interesa. O hasta no les interesa a los periodistas mismos, y no entienden que a otra gente sí le interesa. Pero se nota que en la sociedad en general hay cada vez más chicas jugando y más gente mirando los partidos -reflexiona-, de a poco todo va evolucionando, pero creo que todavía falta conciencia por parte de los medios. Aunque algunos intentan mostrar partidos femeninos en la televisión o hablar del fútbol femenino en sus revistas, pero no todos.” Y agrega: “Se nota que algunos hacen un esfuerzo, y hay que generalizarlo en todos los medios”.
-Volviendo a vos en Argentina. ¿Tuviste una lesión?
-Sí, me lesioné el ligamento cruzado pero por suerte era parcial y con unas sesiones de kinesiología pude zafar.
-En Francia, en la universidad, armaste un equipo por tus propios medios. ¿Cómo fue esa experiencia?
-No era exactamente así. No lo armé por mis medios, mis amigos me ayudaban bastante, porque era algo importante para todos. Fue en mi primer año de universidad. Cuando llegué, la primera cosa que quise hacer fue anotarme al equipo de fútbol de mi facultad, pero me enteré que no había equipo femenino -era un campus con pocos estudiantes, muchos de ellos venían de países de Europa del Este, donde el fútbol femenino no está nada desarrollado-. Pero yo no pensaba estudiar dos años sin jugar. Y como cada año hay olimpiadas deportivas, en las que siempre perdíamos y faltaba un equipo de fútbol femenino, decidí armarlo. Por un lado para poder jugar y entrenar seguido, y por otro lado para que tengamos un equipo y podamos participar de las olimpiadas. Por eso mismo logré motivar a un par de amigas para que se sumen al equipo. Para algunas era simplemente una oportunidad de jugar al fútbol, porque les gusta o porque siempre les intrigó el deporte pero no tenían la oportunidad de jugar, y para otras era una manera de apoyar a la facultad y mejorar nuestros resultados en las olimpiadas. Entonces en unas semanas logré armar un equipo, o por lo menos encontré a gente que quería participar. Pero el mayor problema fue que el director no quería pagar a un entrenador. Los varones tampoco tenían uno y era un compañero el que organizaba los entrenamientos. Entonces con las chicas nos sumamos a los entrenamientos de los varones, pero obviamente las chicas tenían un nivel mucho más bajo porque la mayoría no había tocado una pelota en su vida. Entonces decidimos que el compañero que dirigía a los varones sea nuestro DT también.
“Con el tiempo me quede única DT de las chicas porque sabía mejor cómo juega cada una y podía hacer los entrenamientos sola. Obviamente, siempre con los consejos de mi amigo, que se quedaba con los varones durante los entrenamientos. Y así entrenamos un año, intentando armar un equipo de la nada, sin entrenador y sin jugadoras experimentadas. El torneo, que duraba tres días, lo perdimos, pero fue muy lindo ver lo que logramos hacer, sabiendo que un año atrás casi ninguna sabían manejar la pelota y algunas ni conocían las reglas”, recordó. “Al año siguiente la asociación deportiva de la facultad logró negociar con el director que aceptó pagarle a un entrenador licenciado. Nos entrenaba a las chicas y a los chicos a la vez. Pero se quedaba la mayoría del tiempo con los varones, mientras nosotras teníamos que hacer solamente pases. Por eso, muchas veces yo terminaba inventando ejercicios para entrenar. Además, los varones tampoco estaban satisfechos con el DT y empezamos a entrenar sin él al final de año. Y así fue como armé un equipo. Pero no diría que fue por mis medios, fue más una solidaridad entre estudiantes y amigos que querían divertirse, jugar al fútbol juntos y defender el honor de la universidad. Duró dos años. Después, me fui de intercambio a Argentina y algunas amigas del equipo se encargaron de manejarlo. Estaba muy orgullosa”.
-Jugás y estudiás
-Sí, sigo jugando. Estoy terminando mi anteúltimo año de estudios. Me falta un año para terminar la maestría. Desde septiembre juego en el equipo de la facultad (Sciences Po) en París. El nivel es muy bueno. Ganamos el campeonato universitario de fútbol 8 de la región de París y pasamos a las fases finales del campeonato universitario nacional. Pero fallamos en esta última parte, encontramos a otros equipos con un nivel excelente.
-¿También trabajás en un sitio de deportes?
-En un diario, sí. En realidad estoy haciendo una pasantía, que se termina en junio.
-¿Tenés pensado volver a Argentina?
-Lo estoy pensando. Depende de las oportunidades de laburo que hay y también de mi novia que vive ahí, pero está pensando venir a vivir en París. Es todo muy incierto todavía. Pero si hay una oportunidad de trabajo buena en Buenos Aires, vuelvo corriendo. Me enamoré de Argentina.