jueves, marzo 28, 2024

Ataja Caballero

Iván Lorenz, Tatiana Milani y Lucila Coccia

Le digo al portero que abra, así termino de armar el mate”, avisó Gabriela Caballero. Subió las escaleras para dirigirse al quincho, abrigada por el frío. Puso en calor el aire acondicionado antes de empezar a cebar, lo que provocaría durante la charla que se sonrojen sus mejillas. No quería pasar frío. Una vez acomodada, agarró el termo y comenzó el ritual. Convidó la primera tanda, no sin antes avisar que era amargo. Probó lo que había hecho, tomó aire y empezó el partido.

-¿Cómo empezaste a jugar?

-Empecé en la facultad a los 21 años. Siempre hice vóley. De golpe me dí cuenta de que era un deporte que me salía, pero no me apasionaba. Tampoco me esforzaba por mejorar, era una rutina. Surgió la posibilidad de cargar una actividad más a la facultad: era fútbol y dije: Bueno, vamos. En la facultad y los torneos interfacultades siempre llegábamos hasta los nacionales. La aventura fue un año. Al otro, yo estaba por recibirme con el título intermedio de acompañante terapéutico y pensé: ¿Por qué no ir a probarme?. Tenía mucha continuidad en la disciplina porque jugaba en la facultad y en un montón de torneos en mi ciudad. Me pasa eso con las cosas, me pregunto por qué no. Si las intento después no tengo nada que recriminarme. Me vine acá y me probé en un club de Primera que justo necesitaba arquera: Huracán. Ahí arranqué.

-¿Qué tan difícil fue tomar la decisión de venirse a Buenos Aires a hacer deporte?

-Nada. Tengo unos papás que nos dieron alas para volar y nunca hubo un no por respuesta. Nunca los senté. Tenía todo el plan armado en la cabeza y se los conté. Me quería especializar en deporte. Me interesaba muchísimo la psicología deportiva porque en Entre Ríos conocí a Marcelo Roffé y sus libros. Yo sabía que necesitaba ese tipo de pantalla. Meterme en el fútbol para también empezar a hacer ciertos contactos porque sino ¿De qué manera me puedo insertar en los clubes?. Me dijeron que sí. Mi papá fue el único que me dijo Bueno pero tus carreras las terminás. Considero que las terminé porque en psicología estoy con la tesis en trámite.

-¿De qué se trata tu tesis?

-Se llama “Creencias en torno a la práctica de fútbol femenino”. Lo hice basado en el equipo que estaba en su momento. Justo a punto de terminar la carrera cuando estaba atravesando eso. ¿Por qué no expresar eso que me pasa? Es lo que yo quiero reflejar. Cómo surge y qué piensan ellas mismas de practicar este deporte. Por qué y cómo tiene que ver una familia que siempre apoyó, se desunió de los prejuicios y la apoyaron en lo que a su hija le gustaba. Qué las hace mantenerse en su disciplina en la que, me di cuenta, somos mujeres distintas. Cómo cada una de las mujeres hace cosas que antes no. Creo que toda mujer en algún punto pasa por ese proceso. Era un ámbito impensado.

-¿Qué tiene que tener esa mujer distinta?

-Coraje y que no le importe absolutamente nada. Realmente las que jugamos al fútbol no lo sufrimos, no lo vivimos como una necesidad de protesta y que el otro vea. Lo vivimos relajadas. Ahora surge que le ponen como título feminismo. Solamente tiene que ver con que nos gusta algo distinto. Tiene que ver con aceptar la diferencia.

-Entonces, ¿primero surgió la idea de qué estudiar y después llegó el fútbol?

-A mí psicología me gusta desde siempre. Desde los 10 años. Es muy loco que una nena de 10 años te diga que quiere ser psicóloga. Tal vez tiene que ver con mi vida. De chiquita estuve muy ligada al papel de los psicólogos porque cuando enfermé de bulimia y anorexia hice un tratamiento en Paraná. Se ve que me ayudaron y marcaron algunas cosas que hicieron que me gustase.

-¿Cómo veía el deporte esa chica de 10 años?

-Esa chica de 10 años estaba peleada con el deporte. Tenía muchos problemas de alimentación, mucho sobrepeso y un desorden alimenticio importante. Lo que menos hubiese pensado era que el deporte podía llegar a salvar vidas como hoy por hoy les pasa a los adolescentes. Muchos escapan a las tentaciones, a las cosas malas que puede tener la sociedad. Pasó mucho tiempo para decir me gusta esto. Hasta que tuve mi alta. Ahí recién me pude replantear las cosas que quería hacer y permitírmelo. Era muy vergonzosa, distinta a lo que soy ahora. También tenía que ver con la enfermedad. Una enfermedad que te mete mucho para adentro, te hace pensar que todo el mundo te está observando, que te van a discriminar.

-¿Qué bien te hizo meterte con el deporte para la salida de esas enfermedades?

-Hay unas cuestiones de personalidad y genética que son innegables. Uno tiene que luchar a diario toda su vida. Ando con preocupaciones y pareciera que tengo la necesidad de comer como solución rápida. Hoy, que tengo una disciplina en cuanto al deporte, me ayuda a estar más concientizada. Como mejor y tengo nutricionista deportiva. Es lo que llaman los psicólogos deportivos como entrenamiento invisible. Es la buena alimentación y el buen descanso. Encerrarme en un deporte y tomarlo como profesional, aunque en Argentina no lo sea, me ayudó. Sé que me tengo que cuidar porque juego o entreno. Tengo una tendencia ansiógena, a que cuando me desequilibrio con las comidas puedo engordar. Adquirí el autoconocimiento. Hasta el día en que deje de jugar al fútbol voy a tener que seguir haciendo actividad física para poder tener una mejor calidad de vida. No es todo una cuestión numérica.

-¿Cómo ves el deporte desde el punto de vista de la psicología? ¿Y desde el punto de vista del hincha?

-Desde que se empezó a utilizar la psicología para los deportes se descubrió que se puede mejorar el rendimiento del jugador muchísimo más. Se dejó de pensar solo en aptitudes físicas. Tiene que haber preparación psicológica. Van de la mano. Como hincha solo me pongo la camiseta en dos momentos: cuando juega mi hermano y la Selección. Yo me pongo la camiseta de mi equipo solamente para el momento que la tengo que defender y después trato de desconectar. No tuve ese enamoramiento de jugar en equis lugar, como tampoco anhelo jugar en equis lugar. Yo por ser hincha de Boca no me muero por jugar ahí.

-Desde lado de la psicología ¿cómo ves el puesto de arquero?

-El puesto de arquero es muy distinto al de un jugador de campo, tiene que tener muchas más fortalezas que un jugador. El jugador se equivoca y tiene al otro que te sigue atrás para que muchas veces retracte tu equivocación. Tiene la posibilidad de perder la pelota y recuperarla. El arquero donde perdió la pelota, terminó dentro del arco, pierde un partido y se siente responsable cuando jugó con 10 personas más. Necesita mucho trabajo psicológico, seguridad, confianza, hablarse a sí mismo con diálogos positivos. Es distinto desde lo mental. Por eso sería muy importante que todos puedan tener un psicólogo que lo ayude y dar con ese profesional con empatía. Para entender y levantarse rápido. Esa es la característica del arquero: saber que siempre tiene que seguir mejorando.

-¿Siempre jugaste de arquera o te probaste en otro?

-Siempre. Yo antes decía que era muy mala con los pies y que solo podía estar en este puesto. Tenía ese prejuicio conmigo misma. Ahora se está viviendo esa necesidad de que el arquero sea un jugador más. A diario lo trabajo porque me cuesta un montón, pero veo que voy incorporando esa seguridad de ofrecerme como pase, de decirle a mis compañeras jueguen conmigo. En las mujeres cuesta mucho más. Si hubiese arrancado desde chica, hasta el saque me habría salido mejor. Hoy por hoy hacemos lo que podemos y de la mejor manera. No hay límites ni en lo psíquico, ni en lo físico, pero requiere de tiempo. Por eso la necesidad de la profesionalización, sino te sentís como estancada en las posibilidades que te brindan, en los recursos.

-El jueves se van a Rusia a ver a tu hermano, ¿cómo recibieron la noticia de la citación?

-Fue raro porque estábamos todos separados, mi mamá estaba en Londres, papá en Entre Ríos y yo acá trabajando. Cuando tengo pacientes no uso el celular. Sabiendo que mi hermano llegaba ese día a entrenar con la Selección y que me había dicho que a la tarde venía a tomar unos mates, dejé que ahí que fluya la emoción. Cuando llegó, el portero abrió la puerta y yo fui corriendo a abrazarlo. Fue re lindo, pero cuando estábamos juntos. Estamos tan acostumbrados a estar separados, que esa semana cuando estuvo acá yo estaba feliz. Era más la felicidad de que estaba acá en la Argentina.

-¿Tienen algún cartel o algo especial para llevar a Rusia?

-Hay una bandera que tiene una historia. Cuando él estuvo en el mundial sub 20, que se hizo acá, en Argentina, arrancó como suplente de Germán Lux. De golpe, se gana la titularidad en la semifinal. Sin embargo la bandera estuvo siempre, todos los partidos colgada. La bandera decía: “Willy, Santa Elena presente”. El día que se dió la lista de los 23 lo llamé a papá y le dije:mandás a hacer la misma bandera. Al final hicieron una con lo mismo, pero más moderna. Hicimos un montón de fotos para que el pueblo también se sienta que es parte, los llevamos al entrenamiento en la cancha de Huracán y a la de Boca. En pleno himno levantamos la bandera.

Gabriela rodeó el mate con las dos manos. El calor reconforta. Quizás es una sensación similar a la que siente cuando habla sobre su familia. Una sensación que se ve reflejada en sus ojos y en sus labios. En sus anulares se pueden distinguir dos tatuajes. En el de la mano derecha, se ve en cursiva el nombre de su padre, Carlos, con quien viajará para disfrutar el Mundial. En el otro, el de la mano izquierda, se puede leer Willy, quien posiblemente los esté esperando, en la otra punta del globo para escucharlos gritar su nombre en su primera participación en una Copa del Mundo.

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