jueves, marzo 28, 2024

Animé, realidad en Japón

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

Ni Shinji Kagawa es Oliver Atom, ni Keisuke Honda es Steve Hyuga. Quizás eso querrían los japoneses con tal de ver a su Selección de fútbol coronándose campeona del mundo.

Es posible que los personajes creados por Yoichi Takahashi sean más recordados que figuras del fútbol japonés como Kunishige Kamamoto, el goleador histórico de los nipones.

Los regates de Oliver recorrieron el mundo. Chicos de todos los rincones imitaron e imitan a los Supercampeones, sus disparos increíbles. El animé difunde la cultura japonesa. Al ver los ojos de los personajes, donde residen todas sus emociones, donde se reflejan todos sus sentimientos, uno encuentra a los japoneses. Animé, Japón. Japón, animé. Una identidad.

Parafraseando un poco, suele decirse que alguien es producto de las cosas que elige. Hoy resuena mucho la palabra deconstrucción, volver a construirse. La cultura define a un grupo de personas y da lugar a las no tan queridas generalizaciones. Son construcciones. Bloque a bloque se edifica una realidad en la cabeza de las personas, estereotipos.

El animé refleja un aspecto, cuestionado hoy en todo el mundo, sobre la sociedad japonesa: el machismo.

El animé es la forma de nombrar a los dibujos animados japoneses. A su vez, se encuentran divididos en géneros de acuerdo al público que quieran atraer. La mayoría de ellos, con objetivo de venta, presenta mujeres estereotipadas con enormes pechos, glúteos apolíneos. Oppai es la palabra elegida para referirse a los enormes senos y sus rebotes al caminar. Las mujeres realizan tareas de la casa, el hombre trabaja. El sexo, genera incomodidad.

La sexualización de la mujer alcanza la realidad. En algunos bares de Japón, los Maid Café, las camareras se disfrazan emulando a las chicas de anime -polleras cortas, ropa entallada y de sirvienta- para atender a los clientes, masculinos, obvio. En el animé son conocidas como las Maid, que llaman “amos” a sus consumidores. ¿Animé o realidad? Identidad.

Estructuras. Si bien las categorías son muchas, se pueden agrupar en tres tipos de públicos: jóvenes, adolescentes y adultos, habiendo para cada uno de ellos animés dirigidos para las mujeres y para los hombres. Todas englobadas por la sexualización de la mujer. Es raro verlas despeinadas. Es raro que tengan exceso de peso. Es raro que no tengan curvas que se destaquen. Es aún más raro que los hombres no estén todo el tiempo dando cuenta de sus características o sintiéndose incómodos al ver piel descubierta que les resulta desconocido, casi un tabú.

El Shunga, traducido como imágenes de primavera, es un género visual japonés que trata temas sexuales. De aquí se desprenden dos géneros del animé: el Ecchi y el Hentai. El primer caso representa escenas sexuales con objeto humorístico. Por ejemplo, situaciones que generan incomodidades en la mujer, a la cual se le desabrocha un botón de la camisa y queda expuesto su corpiño, sus oppais. A los ojos japoneses es diversión, mientras que los personajes se sonrojan dentro del dibujo.

Por otro lado el Hentai se refiere a pornografía anime. Poco importa hacer hincapié en un género que pertenece a otro donde la mujer está sumamente objetivizada como en el porno.

El animé no deja a las mujeres de lado. El Shojo es un género orientado a las chicas jóvenes que, por lo general, es romántico. Son tenidas en cuenta, además, cuando una es objetivo de un grupo de hombres, que es lo que ocurre en el género Harem Inverso. ¿Inverso? El derecho es el Harem, en el cual un grupo de mujeres se encuentra seducido por un hombre considerado promedio para los nipones, sin muchas cualidades destacables. Por lo general cada mujer no pareciera ser inteligente, incluso se presentan como distintos tipos ideales: la del buen humor, la chica misteriosa y que nunca falte la de las tetas grandes.

Estructuras. También se construye a los varones, a través del género Shounen. En él se representan muchas peleas y batallas, no hay lugar para el romanticismo. Son conocidos Dragon Ball, Naruto y Pokémon. No es raro encontrar a un personaje pervertido en cada uno de ellos: el Maestro Roshi, el Maestro Jiraiya y Brock.

Sin ir más lejos, en los primeros capítulos de Dragon Ball, es el Maestro Roshi quien pide favores -extorsivos- a Bulma -pechos grandes, rostro bonito- para ayudar a Gokú, el protagonista. La muchacha se exhibe para que el viejo colabore. Reiteradas veces se ve al anciano largar chorros de sangre de la nariz, producto de la excitación que le generan las chicas más jóvenes que él. Brock, en Pokémon, no se aburre de piropear mujeres que por lo general lo rechazan. Jiraiya, le pide a Naruto, el protagonista, que lo acompañe a los baños termales, donde el maestro aprovecha para observar mujeres desnudas o bien es despistado por su aprendiz, cuando utiliza su jutsu-sexy: transformarse en una mujer desnuda.

Hay un género que hace más ruido aún. Tanto ruido que llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a manifestarse en contra de la sexualización en el animé, en especial, en contra de las Lolis. ¿Qué son las Lolis o el género Lolicon? Nenas pequeñas sexualizadas, o más grandes pero de aspecto infantil, donde se las relaciona con adultos. El pedido de prohibición de ONU llegó cuando en 2014 se aprobó la Ley Anti-Pornografía Infantil en Japón, que excluía a la producida en animé dado que los autores y las editoriales lo tomaron como censura hacia sus obras artísticas, a lo que se le suma también, la forma que tienen de vender su arte. Japón, no paró de producir.

Estructuras. Una construcción que deja al descubierto una sociedad bañada en machismo. Una sociedad patriarcal donde el sexo es casi tabú pero tomado con humor en los dibujos animados. La atracción y el goce de lo prohibido. Donde el arte utiliza a la mujer para ser vendida. Un anime que se clasifica de acuerdo a gustos establecidos para cada género y para cada edad. Un tipo de varón, un tipo de mujer. Sin embargo, de gustos no hay nada escrito.

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