jueves, diciembre 18, 2025
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Tommy Heinrich: cuando la cima no está arriba, sino adentro

Por Juan Cruz Albornoz

No tenía plata, llegó a Estados Unidos sin trabajo y con 50 dólares en el bolsillo. En Arizona comenzó su carrera como alpinista profesional. Meses después, el 15 de mayo de 1995, alcanzó la cumbre de la montaña más alta del mundo. En el Himalaya lo esperaron 8.800 metros y el acontecimiento que cambió su vida para siempre. Fue portada en la revista de National Geographic, es padre, amigo e hijo. La persona que está detrás del tan reconocido título.

“El primer argentino en el Everest”, esa es la etiqueta con la que le tocó cargar a Tommy Heinrich desde que alcanzó su cumbre en 1995. Este es solo uno de los tantos hitos que logró a lo largo de su vida. Es el más mediático, sí, pero para él ni siquiera representa el más importante. A sus 63 años puede decir que es feliz con lo que hace, pero no siempre fue así.

En su casa fue criado entre abogados, ingenieros y médicos. Tommy siguió con la tradición y, una vez terminada la secundaria, estudió la carrera de ingeniería agrónoma, especialmente por su devoción hacia los caballos. Aunque había algo que no le cerraba, y es que su pasión era otra: la escalada. Resignado al mandato familiar y casi como un guiño del destino, conoció en la UBA a Pedro Friedrich y Eduardo Brenner, dos experimentados alpinistas con los que se la pasaría colgado de las paredes. Una profunda amistad se había forjado, por lo menos durante los próximos años.

El 5 de noviembre de 1988 falleció Eduardo Brenner en medio de una expedición en El Chaltén (Santa Cruz). A pesar de estar acostumbrado al mundo del montañismo y haber vivido situaciones similares con colegas, la muerte de su amigo no fue como cualquier otra. Fue tan significativa que llegó a alejarse del ambiente por unos años. “Siempre supimos que era arriesgado pero me afectó mucho porque me pegó muy de cerca, me di cuenta que era más duro de lo que imaginaba. No encontraron su cuerpo por 20 días. Me hubiera gustado estar acá (Argentina) para buscarlo, yo estaba en Alemania”, reconoció años después con una expresión de desilusión, tristeza y arrepentimiento en el rostro.

Sin embargo, para 1993 había vuelto al ruedo luego de recibir una invitación a los Alpes suizos. El nombre de Tommy Heinrich es sinónimo de aventura: se escapó de la dictadura cívico militar argentina por el clima represivo y aprovechó la situación para emigrar hacia algún lugar que le permitiera abocarse a la escalada y la fotografía. Vivió en Alemania y Estados Unidos. Visitó incontables países: Nepal, Pakistán, India, Noruega, la Antártida, hasta el Polo Norte, entre muchos otros más que completan la lista. A todos lleva su cámara de fotos, con quien mantiene un estrecho vínculo. Más antiguo incluso que la montaña misma.

Desde la primera cámara que le regaló su padre no paró un segundo. Sabía que quería eso para su futuro y se proyectaba sacando fotos para National Geographic: “Voy a estar ahí, no sé cómo pero voy a llegar”, afirmaba desde chico, sin saber que años más tarde pertenecería a la organización que tanto anhelaba. Uno de los momentos más importantes de su vida se dio en 2007, en las oficinas de la revista en Washington D.C, cuando se percató de que estaba editando su primer artículo. La emoción lo impulsó a llamar a su padre, con quien había tenido sus diferencias. Este le dijo una frase que jamás olvidará: “Estoy muy orgulloso de vos”. Sus palabras aparecieron entre el mandato y la mirada del resto hacia una persona que estaba eligiendo vivir como quería, priorizando el cómo hacer las cosas por sobre el qué. Este suceso le significó un profundo alivio ya que le demostró a su familia que no estaba perdiendo su tiempo y que tuvo éxito haciendo lo que a él le gustaba. “Eso superó holgadamente alcanzar la cumbre del monte Everest y trabajar con la revista”, confesó. 

Nunca olvidará el momento exacto en el que alcanzó los 8.800 metros, pero su hazaña supuso un gran cambio para el resto, más que para él. “Me fue muy útil para sentir más confianza en mí mismo pero no necesité del Everest para saber quien soy”, afirmó con seguridad. Hasta entonces, la gente lo observaba como desorientado, sin rumbo, pero cuando se enteraron de este logro, cambiaron la percepción que tenían de él. Siente cierta incomodidad cuando se lo reconoce solo por eso, como si el resto de expediciones perdieran valor o como si su trabajo fotografiando no tuviera importancia; en definitiva, como si el Everest fuera lo único y más importante en su vida. 

“De Tommy solo hablan por el Everest, pero es más que eso. No es aburrido, es la persona más simple que conozco”, aseguró Guillermo, un íntimo amigo suyo. Sus más allegados reconocen que él siempre fue el mismo. Alguien sencillo, que no tiene comida preferida y disfruta del plato tradicional del país que visita. De perfil bajo. Ni callado ni charlatán, habla con la palabra justa. Buen mozo, gentil, atento y con su pizca de gracia. Una persona que se preocupa más por el otro que por sí mismo.

Es padre hace ya 21 años. Formó una familia con Victoria, “el amor de su vida”, dijo Guillermo. Desde el instante en que la vio sintió un flechazo. Se conocieron en 2002 y solo 2 años después nació Liam, su primer y único hijo. Su mundo se hizo cuesta arriba cuando en 2011 ella fue diagnosticada con cáncer. Instante en el que dejó los viajes de lado para centrarse exclusivamente en su familia. Siete años después, en septiembre de 2018, Vic (como le decían) falleció por causa de su enfermedad. Aunque los años pasaron Tommy nunca llegó a retomar activamente sus salidas, eso sí, cuando lo hacía era junto a su hijo, con quien comparte la pasión por recorrer el mundo. Un hábito que él mismo le inculcó desde muy chico llevándolo a conocer culturas.

“No para un segundo”, comentó Nanu, el mejor amigo de Liam. Pero nada de entretenimiento, porque no tiene pasatiempos. Ahora vive por y para el trabajo, y antes de cuidar a su hijo. Desde el lado bueno y el malo. Siendo un padre presente pero que a su vez cumplía todos sus caprichos. “Me acuerdo una vez que Tommy le prestó el auto y a la noche vino a comer a casa. Llegó en bicicleta después de haber pedaleado casi 40 minutos. Todo por no decirle que no a Liam”, recuerda entre risas Laura, una amiga.

Desde el fallecimiento de Victoria, Tommy siempre está haciendo algo, como si quisiera mantener la cabeza ocupada, “creo que lo ayuda a despejarse, porque Vic sigue siendo gran parte de la vida de Tommy”, contó Nanu. Aunque pase el tiempo la sigue teniendo muy presente; es el fondo de pantalla de su celular, en la casa hay fotos suyas y cuando se habla con él, la revive en algún recuerdo. 

El Everest o la Antártida no son los únicos lugares exóticos a los que arribó. También formó parte de la primera expedición argentina oficial al Polo Norte. Fue en 2016, en condición de fotógrafo y documentalista. Se convirtió en uno de los primeros civiles argentinos en pisar dicha masa gélida. El objetivo no solo era llegar, sino dar visibilidad al cambio climático y al derretimiento de los casquetes polares. La excursión fue toda una odisea: temperaturas menores a -30 °C, fuertes ráfagas de viento blanco, hielo inestable, grietas y el riesgo constante que implica avanzar sobre el hielo marino. Así y todo recuerda la experiencia con alegría y entre risas admite lo difícil que fue. 

En su infancia pasó por distintos deportes como el boxeo, la natación y el rugby, donde llegó a tener continuidad. Pero todos los dejó por la misma razón, la competencia con el resto y el ambiente que eso generaba. De la misma manera, también fue lo que más lo cautivó de la escalada. En esta actividad el rival era él mismo y los objetivos que se proponía debía batirlos por su propia cuenta. En ocasiones recuerda una anécdota en la que una persona en Pakistán le dijo que no le cambiaba nada que él fuera el primer argentino en escalar el monte Everest. Su respuesta fue inmediata: “No tiene que cambiarte nada, lo hice para mí”.

Esa es la filosofía de Tommy, vivir a pleno haciendo lo que a uno le reconforta sin importar lo que le parezca al resto. A lo largo de sus carreras, ha recibido todo tipo de reconocimientos: como fotógrafo, fue listado “Photography Expert” de National Geographic. Además sus notas estuvieron en la tapa de la revista en más de una ocasión. Como escritor, en 2011 publicó su primer libro, Pakistan’s Golden Thrones, finalista en el Banff Mountain Film & Book Festival (evento anual que celebra la cultura de la montaña). Como alpinista lo premiaron algunos presidentes argentinos: En 1996 fue condecorado por Carlos Menem con el grado de “Comendador” de la Orden a los Servicios Distinguidos en el Mérito Civil (distinción que el Estado argentino concede a personas por servicios excepcionales al país o por logros sobresalientes). Mauricio Macri en 2016, le dio el mismo reconocimiento.

Su historia es el ejemplo perfecto de que cualquiera puede lograr lo que se proponga, y eso es lo que predica desde siempre. Hoy en día se lo puede ver viajando por el mundo dando conferencias y charlas corporativas, en las que alienta a quienes lo escuchan a perseguir sus sueños: “Un Uber una vez me dijo que quería volar. Yo le dije, volá. Él me respondió que no tenía plata. Yo tampoco tuve plata cuando escalaba. Cuando llegué a Arizona no me pagaron los primeros tres meses. Comíamos arroz y lentejas”.

Nada ni nadie pudo calmar las ganas de Tommy de hacer lo que lo hacía feliz. Ni siquiera los accidentes que sufrió. Cuando tenía doce años, fue atropellado por un auto. Voló por los aires media cuadra y quedó tendido en el suelo. Sufrió una fractura expuesta de tibia y peroné. Los médicos que lo socorrieron le dijeron que debían amputar su pierna izquierda, de la rodilla hacia abajo. Él se negó rotundamente. Fue un extenso tratamiento que debió hacer pero luego de 8 intensas horas, el cirujano logró rescatar su tobillo y pie izquierdo y, luego de dos meses de yeso y tres meses de andar con muletas, pudo volver a caminar. Quienes lo intervinieron lograron salvar su pierna pero no pudieron evitar una gangrena que lo acompañó durante los próximos 6 años. Pasado ese tiempo, tuvo que volver a ser sometido a una segunda operación para corregir la pierna que no había quedado bien. La misma le provocó una infección en la afectada, por lo que debió usar nuevamente yeso, otros 6 meses. El pronóstico inicial era sumamente negativo: Aparentemente no podría volver a caminar, sin embargo se equivocaron.

Era 1998, Tommy no solo caminaba, escalaba. En ese año estuvo al borde de la muerte una vez más. Había vuelto al Everest para buscar algunas pertenencias de Scott Fisher, un gran amigo al que se lo había llevado una tormenta en 1996. En el descenso, tuvo una caída de 150 metros que le supuso la rotura de un par de costillas y la perforación de su piqueta en el brazo durante el deslizamiento. Creyó que se moría pero aguantó el camino hasta llegar al siguiente campamento, donde fue atendido por Sherpas (pueblo étnico tibetano del Himalaya). A pesar de las lesiones, logró continuar y ayudar a Whittaker (un reconocido alpinista) a descender, teniendo síntomas de edema pulmonar de altura. Otra de sus locuras.

La vida no se cansó de ponerlo a prueba y él se encargó de sobrepasar cada uno de sus obstáculos. No es un superhéroe. Es un soñador con alma de guerrero. Una persona al igual que el resto. Un alpinista mundialmente conocido. Un estudiante a quien rechazaron su tésis de veterinaria 4 veces. Es el primer argentino en el Everest, es camarógrafo de National Geographic, es quien rompió los paradigmas y eligió ser feliz, a pesar de lo que eso conllevó, es amigo de Eduardo y Scott, es el padre de Liam. Es todo eso en conjunto. Es Tommy Heinrich.

Valentina Lemme: “La ludopatía es silenciosa y tentadora, una batalla diaria”

Por Azul Ramos

Valentina Lemme se siente en casa en el Predio de Defensa y Justicia “José Lemme”, donde hay cuatro canchas de fútbol, una pileta, pasto donde hacen fogones y rondas de mates y un edificio de dos pisos. Ella se encuentra en el comedor: un salón cálido, con mesas largas y sillas blancas, muy cómodas. Hay algunas mesas y un ventanal enorme que funciona como pared. Pegado está la cocina, un lugar limpio y caluroso por la cantidad de hornos que hay. En el piso de arriba se encuentra la sala de juegos, con un pool, una mesa de madera para jugar juegos de mesa. Valentina es secretaria de Comunicaciones en el club. Colabora con las actividades de la pensión del club desde 2018. Es la nieta de Jose Lemme, presidente del “Halcón” por 28 años, e hija de Diego Lemme, actual presidente. Valentina comenzó en la pensión realizando tareas administrativas básicas y, al vincularse con los chicos, pasó a encargarse de actividades recreativas y del acompañamiento social. Con el crecimiento de la pensión, la estructura se profesionalizó e incorporó nutrición, psicología y rutinas deportivas para mantenerlos activos. Los mayores desafíos son el colegio y la ludopatía, problema que abordan con bloqueos, talleres y actividades para evitar el ocio.

-La pensión pasó de 14 a 40 chicos. ¿Qué cambió en el trabajo?

-Todo. Hoy hay cuerpo de pensión, nutrición, psicología y doble turno de gimnasio dos veces por semana. La estructura física es clave, porque si no los mantienes activos explota el caos. Les armamos actividades de seis a ocho y media, que es el horario donde aparecen las ideas y los experimentos peligrosos.

– ¿Cómo manejás el acompañamiento humano?

-Y tratamos de darle mucha importancia, ellos están lejos de sus casas y necesitan una familia acá. Por eso a principio de año hacemos Zoom con los padres para explicar qué decir y qué no y evitar que los carguen con culpas. La psicóloga, Pilar, sostiene todo: entiende la dinámica del vestuario y marca límites. Los chicos la respetan y la buscan.

-¿Cuál es el tema más complicado que les tocó tratar?

-Y el colegio es el frente más difícil. Tienen faltas por viajes, mala conducta típica de grupo, poca motivación. Ahí intervenimos: hacemos informes, ponemos apoyo escolar, insistimos en cumplir la rutina. Lo peor es que los padres, en general, piensan: “total, mi hijo va a ser jugador de fútbol”, y eso te complica mucho, porque no tenés un aliento de parte de los padres. Y después está la ludopatía

-¿Cómo manejan problemas más serios como la ludopatía?

-Bloqueamos IP de sitios de apuestas y trabajamos con una fundación que da talleres. También damos charlas y tratamos de buscar actividades para que no haya horas de ocio, porque en esos momentos son en los que uno tal vez no tiene nada que hacer y apuesta.  Es silencioso y tentador. Es una batalla diaria.

-¿Por qué creés que lo hacen?

– Muchos apuestan porque ven plata fácil y, peor, algunas familias los impulsan. Los chicos cuentan que suelen pasarles plata a sus familias para el mes, el otro día un nene dijo que se había ganado 400 mil pesos y que ya se los había transferido a la mamá para que pague el alquiler. Esas son cosas que ya no podemos manejar, porque sabemos que a veces no juegan por ellos, si no que juegan por alguien más.

-¿Qué rol tienen las actividades recreativas?

-Son un puente para el vínculo entre nosotros. Solemos hacer muchas cosas que nos conecten con el barrio y con la historia también, por ejemplo, visitamos veteranos de Malvinas, bomberos, una casa de recuperación donde hacen huerta y oficios. Ellos vienen al club y compartimos rondas de mate o partidos. Ese intercambio baja tensiones y les da perspectiva.

-¿Qué valores buscan transmitir?

-Familia, respeto, cuidado del lugar, gratitud por la oportunidad. De noche, después de cenar, se arma una ronda de mate y hablamos de esfuerzo y sacrificio. Para muchos, somos la única red afectiva. Pienso que el hecho de estar presente, tanto mi familia como yo, hace que ellos sientan que también somos su familia. Y que estamos para lo que necesiten, ese es el rol que me gusta cumplir. Me gusta acompañarlos, incluirme en las actividades, generarlas, desde acompañarlos al peluquero a organizar cumpleaños personalizados. Son detalles que para ellos valen oro.

-Para que el equipo funcione como una gran familia, es importante que todos se relacionen entre sí. ¿Cómo manejás las diferencias de edad dentro del grupo?

-Es medio complicado pero gracioso, los de 11 creen que tienen 20 y los de 20 se comportan como de 11. Mezclarlos ayuda. Comparten rutinas, gimnasio, comidas, juegos. Está bueno, se dan un acompañamiento entre sí.

-¿Qué relación tienen con los jugadores del plantel profesional?

-Los que estuvieron en la pensión suelen estar muy presentes, asisten a las fiestas de fin de año, a veces vienen un rato. Una anécdota muy graciosa fue cuando Lisandro Martínez vino a visitar a los chicos y bajó en helicóptero, los chicos se volvieron locos.

Patinaje artístico en Argentina: ruedas que abren caminos sobre el silencio

Por Victoria Kolesnik

En un costado de la pista del Colegio Agustiniano en San Martín, Ignacio Suárez (56), quien es técnico desde los 18 años, observa en silencio cómo una de sus alumnas practica el mismo salto una y otra vez. El golpe de los patines contra el parquet marca el ritmo de la tarde, interrumpido solo por su voz firme cuando corrige una postura. No lleva cronómetro ni se apura: sabe que el patinaje artístico es cuestión de paciencia y de cabeza. “Para que sea más visible el deporte tendríamos que cambiar la cabeza de todos los argentinos”, dice Suárez sin apartar la vista. “No siento que no sea olímpico por falta de visibilidad, sino por una cuestión económica. No es rentable para ciertos puntos del periodismo y del marketing”.

En la pista principal del Centro Nacional de Patinaje Artístico, inaugurado en abril de 2025 en el Parque Olímpico de la Ciudad de Buenos Aires, los destellos de las mallas y el sonido metálico de los rulemanes se mezclan con el olor a madera nueva. Afuera, una tarde tibia de otoño; adentro, entrenadores y patinadores afinan detalles de coreografías que viajarán a torneos internacionales. El lugar, con su techo alto, luces profesionales y salas de preparación física, es un lujo poco habitual en un deporte acostumbrado a entrenar en clubes de barrio, gimnasios escolares y pistas improvisadas. Además, es el primer centro de alto rendimiento de patinaje en Latinoamérica y la primera pista mundialista homologada por el organismo internacional, World Skate, en la región.

“Para nosotros es increíble la pista, ayuda mucho a la visibilización”, asegura Donato Mastroianni, diez veces campeón nacional y cuatro veces panamericano. El tema olímpico aparece una y otra vez en las charlas de pasillo en las competencias y entrenamientos. Delfina Veljanovich, integrante de la selección nacional, lo resume con la mezcla de ilusión y frustración que cargan muchos de sus compañeros: “Es una lástima que no sea olímpico. En los últimos años estuvo creciendo un montón; hay que seguir trabajando para ese olimpismo; y ojalá presenciarlo algún día”, confiesa.

En su consultorio de kinesiología en el Palomar, detrás de su escritorio, Sol Casuccio habla del patinaje con la misma pasión con la que lo enseña en la pista de Villa Estruga. Es técnica de patinaje artístico y licenciada en Kinesiología y Fisiatría, y mientras acomoda unos papeles sobre unas carpetas, dice: “No entiendo qué es lo que le falta a la disciplina para que sea olímpica”. La mirada de Casuccio cambia cuando recuerda el sistema “Roll-Art”, implementado desde 2018 con la promesa de abrirle la puerta al olimpismo. “Nicola Genchi, el creador del sistema, decía que al patinaje le faltaba más arte. Por eso se iba a valorar, más todo lo referido a los componentes: las skating skills, la performance, algo muy parecido al patinaje sobre hielo”, explica tomando un vaso de agua.

La opinión de Casuccio no difiere demasiado a la de Suárez, aquel técnico que había remarcado que siempre viajan los mismos porque son los que pueden costearse. Casuccio, sin embargo, expresa su pensamiento: “Actualmente, al manejarse con sistema de ranking para clasificar a los torneos, no creo que sea tan real esa directriz, pero tampoco significa que esté en total desacuerdo”. La historia se vuelve más personal cuando aparece el nombre de su hermana, Luna Casuccio. “A veces los viajes no se pueden pagar porque son realmente costosos y la mayoría de veces se deben abonar en dólares”, se lamenta Sol.

Incluso, otro integrante del conjunto nacional accede a contar su historia, aunque prefiere mantener su nombre en reserva. Viene de un pueblo, lo que ya hizo todo más difícil. Antes de descubrir el patinaje jugaba al fútbol, pero la pasión pudo más: “Siempre fui de tener mis objetivos y metas claras. Gracias al apoyo de mi familia pude llegar a donde estoy hoy, y por suerte cada vez hay más chicos que se animan a esta disciplina”. Su relato se mezcla con la música instrumental que usan sus compañeros para las coreografías y con los aplausos de quienes observan las rutinas, como si cada giro sobre ruedas confirmara que el sacrificio vale la pena.

La realidad, sin embargo, tiene un costo elevado. Los mejores patines son italianos, los rulemanes necesitan mantenimiento constante, los frenos se gastan y hay que cambiarlos. A eso se suman los trajes de competencia y los viajes; quien logra destacarse tiene la oportunidad de salir al exterior o a alguna provincia de Argentina en la que se realice alguna competencia, pero siempre a fuerza de inversión propia. Y, como si no alcanzara, muchos patinadores practican no solo artístico sino también la disciplina de “escuela”. Para ello necesitan otro par de patines, sin frenos, que les permitan ejecutar trazos y círculos perfectos, con un pie elevado, controlando cada movimiento. Allí no hay música ni coreografía: solo precisión, equilibrio y técnica. Es el corazón silencioso del patinaje, la base sobre la que se construyen los saltos y las piruetas que después deslumbran al público.

Pero ni siquiera un escenario de primer nivel logra borrar las marcas de un camino cuesta arriba. La inscripción para un nacional ronda los 150 mil pesos, sin contar pasajes ni alojamiento. En un deporte sin becas amplias ni estructura de financiamiento estable, las familias cargan con gastos que muchas veces superan sus posibilidades. Algunos recurren a rifas, otros a donaciones y, en casos como el del equipo Roller Dreams, hasta a programas de TV: en una emisión de “Buenas noches familia”, programa de Guido Kaczka, lograron recaudar 30 millones de pesos para reparar el parquet del gimnasio del club El Nacional, en Bahía Blanca. La creatividad se volvió tan necesaria como el talento. En la cuenta de Instagram de Roller Dreams lanzaron un bono de $40.000, que equivalía a un metro de techo y, como incentivo, daba ocho números para participar del sorteo de una moto durante el show de este fin de año. Era una manera de juntar fondos y, al mismo tiempo, de mantener viva la ilusión de una comunidad que se sostiene en conjunto. Incluso, es un método que hasta usan los patinadores argentinos para juntar su dinero y así poder presentarse tanto en los torneos nacionales como internacionales.

En las prácticas hay un comentario entre las familias de los patinadores que se repite mucho: “Si yo quisiera que a mi hijo le paguen lo hubiera anotado en tenis”. La frase suena entre mate y mate al costado de la pista, casi como un refrán que circula en voz baja pero cargado de impotencia. Las familias aseguran que no se puede vivir del patinaje artístico en Argentina, ni siquiera los técnicos, y por ese motivo su trabajo lo toman como un hobby o como una forma de seguir vinculados a la disciplina que aman. Algunos padres cuentan que muchas veces deben elegir entre pagar un viaje o renovar los patines; otros que las horas extras de los entrenadores son más por compromiso afectivo que por un contrato formal. En ese escenario, la pasión funciona como motor, pero también como límite.

En el mundo del patinaje, la constancia no solo se mide en horas sobre patines. Facundo Nieva, otro de los referentes nacionales, entrena bajo la guía de preparadores físicos y psicólogos deportivos. “Dormir ocho horas, comer bien… Sino, el cuerpo te pasa factura”, dice Nieva mientras acomoda la bota y ajusta los cordones. Su jornada comienza temprano, con entrenamientos en el gimnasio en los que la fuerza y la elasticidad se vuelven tan importantes como la precisión de un giro en competencia o en una combinación de saltos. Luego, repite una y otra vez los ejercicios de salto hasta que la técnica ya sale naturalmente, sin forzar nada, para que quede tatuada en la memoria muscular. Además, cada alimento, cada hora de descanso y cada sesión psicológica son parte de un plan que sostiene la ilusión de subirse al podio en cada competencia. Y es que en el patinaje, así como en la danza y en la gimnasia artística, el cuerpo es instrumento y lienzo al mismo tiempo; el error no se perdona, se castiga, y la perfección se construye a base de detalles invisibles para quienes solo miran desde afuera.

Con apenas 17 años, Lola Fernández lleva patinando hace una década. Empezó como cualquier niña con esos patines extensibles que se ajustan al tamaño del pie y son bastantes incómodos. Hoy demuestra día a día que detrás de cada medalla hay años de esfuerzo silencioso y que los límites pueden convertirse en oportunidades si se los enfrenta. En la pandemia, Lola Fernández entrenaba en el quincho de su casa de General Lamadrid, pero a sus 15 años sentó a sus padres y les planteó la idea de mudarse a Bahía Blanca junto a su tía, ya que contaba con la posibilidad de entrenar en una pista más grande.

Lola Fernández es hoy parte de la selección argentina de patín. Se coronó campeona en el Panamericano 2023, obtuvo el primer puesto en la AIS SemiWorld Cup (2023 y 2025) y alcanzó el cuarto lugar en la Final World Cup 2025. La patinadora tuvo una doble representación local en la disciplina libre de los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento 2025, donde finalizó sexta en la tabla general. En lo que va de 2025, la bahiense dijo presente a pesar de una luxación en el codo izquierdo y una dolencia en la espalda que la limitaba en la pista, y lo que le generaba una gran preocupación a la adolescente por la incertidumbre de si iba a poder finalizar sus programas en las competencias. Pero en ningún momento bajó los brazos, continuó enfocada en sus metas y, con la ayuda del equipo de profesionales que la acompaña, pudo lucirse en cada presentación.

El patinaje artístico argentino avanza con giros perfectos y saltos limpios, pero lo hace sobre una pista desigual. Hoy, muchas veces, son los propios familiares, amigos o incluso los mismos patinadores quienes, con un celular en sus manos, transmiten desde su cuenta de Instagram para que otros puedan verlos en la pista. Un deporte que reclama visibilidad y que, a falta de pantallas, se sostiene en la pasión de quienes no se cansan de mostrarlo al mundo.

El submundo del futsal argentino

La primera de futsal del Club Atlético Stentor
La primera de futsal del Club Atlético Stentor

Por Franco Villagra

-No sabés cómo la pisa este pibe…
-El 14 es la máquina, y todavía es un pendejo.

Un hilarante viento irrumpe por las puertas del lugar. Es el sábado 26 de julio de 2025. El viento recorre las paredes, repletas de camisetas encuadradas. En el fondo, la cancha de cinco. Piso rígido de color azul con líneas blancas y escalones al costado, donde la hinchada se exhibe. Esa misma ráfaga parece que desplaza la pelota de entre 400 y 500 gramos durante los partidos que disputa el Club Atlético Stentor. Claudio Capello, de 48 años, es el presidente. Mantiene el orden desde la “mesa de reuniones”, de madera barnizada y rodeada por cuadros con fotos históricas del club y trofeos conseguidos por las diferentes disciplinas. No obstante, no todo fue tan simple.

—Para uno meterse a trabajar en un equipo de barrio, tiene que gustarle mucho todo lo que conlleva, porque si se piensa en conseguir un rédito, se equivoca. Lo que se tiene que dejar en un club son horas. Horas de vida.

Capello comenzó su recorrido en la comisión directiva de Stentor en 2014, como vocal y, a su vez, delegado de disciplinas como el futsal, el baby fútbol e incluso el senior, que también lo practicaba. Con el tiempo le dieron más protagonismo. A finales de 2019, obtuvo más importancia en la toma de decisiones. Su cargo pasó a ser el de secretario. Cada vez se valoraba más su presencia. Pasó de consultar a ser consultado. De acatar órdenes a exigirlas.

—¿Qué función quiere cumplir?
—Me gustaría manejar el fútbol en su totalidad.

El futsal es popular en Argentina. Cuenta con 85 clubes divididos en cuatro categorías regidas por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y, a su vez, con 60 repartidos en dos subdivisiones, Argenliga A y B. Desde equipos con protagonismo en otras actividades, como Boca, Independiente y Huracán, hasta otros cuya actividad más prestigiosa es el futsal, como Pinocho, 17 de Agosto, Villa La Ñata y Estrella Federal. Otro caso es Stentor, fundado en 1935 como un equipo de básquet pero que con el tiempo fue mutando hasta lo que es ahora: un club de barrio. Con 90 años de historia, el conjunto de Villa Luro supo lo que es pelear la permanencia y el ascenso en el futsal, temporada tras temporada. Desde jugar ligas amateurs hasta disputar reducidos, todo para llegar a su objetivo: crecer futbolísticamente. Gracias a la dedicación completa de Capello en el futsal, Stentor consiguió alcanzar la Primera D en 2024 y disputar torneos de la AFA por primera vez en su historia.

 

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Hubo cambios en numerosos aspectos. No solo de técnicos en Primera o de los profes de divisiones inferiores, sino que también en la organización de las dos “tiras” en el futsal. Se unificaron para que los chicos pudieran jugar juntos, sin importar la categoría ni el nivel futbolístico. Así fue como Stentor progresó. Unidos y para adelante. Con esa devoción característica por la pelota, con esa vehemencia de querer ganar cada partido. Y, sobre todo, con esa atención por el futuro del club: los chicos de las inferiores.

La figura del director técnico no solo es crucial en lo deportivo, sino también en el crecimiento de los juveniles. Al comienzo, Federico Fava estaba con miedo, sin saber qué hacer. Que lo llamen “profe” era algo nuevo y raro para él, pero con el tiempo se convirtió en algo lindo. Encontró en la enseñanza deportiva la forma de reconocer el trabajo que hacía. Está en Stentor hace dos años. Todavía jugador de tercera división pero, a su vez, tenía otra labor: entrenar.

—Mi técnico notó algo en mí, vio que me gustaba dar indicaciones a mis compañeros, se dio cuenta de que tenía conocimientos. Él me propuso dirigir.

Más guiado por el futsal que por la pedagogía, Fava intenta que cada entrenamiento que dirige sea especial para los juveniles. Juegos que promueven el trabajo en equipo. Actividades que resaltan las capacidades de liderazgo. Tácticas que aumentan la química entre ellos. En cada cono, en cada aro, en cada pelota, en cada zigzag, en cada puntería, en cada disparo al arco, encontraba la felicidad como técnico de inferiores. Dirige siete categorías en baby. Desde la 2012 hasta la 2018. Entrenamientos dos veces por semana, partidos los sábados a la tarde. En 2025 aceptó dirigir también en futsal a la Séptima (2013) y a la Octava (2014). El paso de baby a futsal es significativo.

—Es un nuevo mundo para los infantiles. La planificación de la semana era ir viendo cómo se manejaban en los entrenamientos y en los partidos, trabajar cosas puntuales que leíamos que estaban haciendo mal y así también llevarlos a un mejor nivel. Al fin y al cabo, están en un equipo de máximo nivel.

Toda la vida, Stentor jugó en la Asociación Metropolitana de Futsal, una liga amateur en la que llegaron a disputar finales. Pero a partir del 2023, de la mano de Capello en la dirigencia, el club empezó a competir en el torneo de Argenliga A para ascender dentro de la AFA.

—Hasta la primera mitad del año veníamos primeros, pero después se nos fueron dos o tres jugadores y caímos. No llegamos a jugar los playoffs.

No obstante, Capello y su club estaban firmes. La ilusión seguía intacta. El hecho de mantenerse en Argenliga A un año más simbolizaba esperanza en el club. Una decisión drástica lo cambió todo. Tras cinco años, Damián Otero fue relegado en agosto de 2024 como director técnico de la Primera y fue sustituido por Brian Celi, quien, desde que arrancó, el equipo ganó nueve partidos consecutivos.

“Contratamos a Brian y ascendimos a torneos AFA directamente. Estábamos a 16 puntos de la segunda plaza de ascenso, pero los punteros empezaron a perder y nosotros a ganar, y se nos dio”, afirma Capello.

No solo contentos con el hito de promover a la división D de la AFA por primera vez en la historia a Stentor, el cuerpo técnico y los jugadores dieron de qué hablar en la Copa Argentina 2025. Alcanzaron los 16avos en su primera participación. Sin embargo, 17 de Agosto apareció en su camino hacia la final. Milita en la Primera A del futsal argentino. Celi y sus jugadores fueron vapuleados 4-1 y quedaron eliminados de la Copa Argentina. Aun así, estaban más que conformes con el rendimiento demostrado.

En la Primera D, no todo es victorias y aplausos. El descenso está a la vuelta de la esquina porque de 16 equipos que integran la Zona 2, seis pierden la categoría, cinco se mantienen, cuatro pelean el segundo ascenso por playoff y solamente el primero promociona. Un partido te puede dejar afuera. Un empate te puede bajar de los primeros puestos a la zona de descenso. Una victoria puede no significar mucho. Stentor ocupa los primeros puestos, mientras que General Lamadrid los últimos.

Lamadrid descendería a Argenliga, se desafiliaría de torneos de la AFA. Una institución con mucho sentido de permanencia, reconocida por sus hinchas que siempre acompañan en las buenas y, sobre todo, en las malas. Sus colores azul y blanco no solo pintan los alrededores del club sino todo el barrio. Saturado por murales de jugadores históricos y cánticos referidos a la hinchada. En las paredes quiere figurar él: Jeremías Bon Trovatti, actual jugador de 21 años.

Bajito. Un metro sesenta y siete de altura. Rápido pero con pausa. Ágil, siempre pensando en desbordar. Juega de ala en Lamadrid, pero en categorías inferiores deslumbró como pívot. Pide todas las pelotas, estando cómodo o no. Sin embargo, las lesiones destacaron en su carrera. Desde una pubalgia que lo atormenta a menudo hasta una dolencia en el tobillo derecho que arrastra desde chico. Lo trataron diferentes médicos, desde kinesiólogos hasta especialistas. El problema persistía. A pesar de todo, Bon Trovatti nunca dejó de pelear.

—Es un clima tenso. Cuando se está en zona de permanencia y de descenso, las cosas no suelen salir de la mejor manera. La mala suerte corre de tu lado, los nervios corren de tu lado, y se complica ganar o al menos rescatar unos puntos.

Derrota 1-0 ante Excursionistas. 6 a 2 contra Estrella Federal. Ante Villa Heredia, perdieron 6 a 4. Eliminados en primera fase de la Copa Argentina ante Excursionistas. Con todo lo que este contexto implica, la hinchada sigue sólida: “¡Y dalee Carcele ro ro ro…!”.

Lautaro Gurecki, más conocido en Devoto como Chure, siempre está en la tribuna o arriba en el balcón atento a su equipo. El sentido de pertenencia lo exalta. Ir todos los fines de semana a alentar a las distintas categorías lo apasiona porque para él no es solo ir a bancar. Hay un plan que incluye amigos. Un cometido que involucra a Lama. Hay un ritual que significa compartir un vaso de 40% Fernet Vittone y 60% Coca Cola, un sánguche de milanesa con jamón y queso o, incluso, dependiendo del resultado, un asado en las parrillas del complejo con quienes lo acompañan.

—Y debemos ser 10 o 12. Los mismos vagos de siempre. Intentamos no fallar ningún finde, ni de local ni de visitante. En Devoto, con la hinchada, nos hacemos fuertes.

Al fin y al cabo, casi la mitad de los equipos de la Primera D de futsal se desafilian de la AFA al descender cuando termina el año. Esa es la verdadera preocupación. Ver quiénes se van y quiénes se quedan. Quiénes permanecen y quiénes se bajan. Quiénes sobreviven al submundo y quiénes se hunden todavía más profundo.

Pelota paleta: el deporte que más medallas le dio a la Argentina

Por Valentín de Barros

Paletas, apuestas y espectáculo

-Eh, ¿cómo quedamos al final? -pregunta Jonathan Miranda, desesperado, aunque todavía agitado, ya que hace algunos minutos levantó un 7 a 2 abajo.

-Mirá, los dos jugamos 150, después vos tenés 90 a 60 con el Mosca y 70 a 30 con su compañero, y yo tengo 100 a 70 con el Mosca y con el compañero 60 a 40 -responde Tomás Asales, mientras hunde su boca en un trago de agua en busca de algo que lo refresque después de un partido caliente.

-Pero yo jugué 150 aparte, averiguame eso -responde con esa tonada tan particular. Es que Jony hace años dejó su Catamarca natal para triunfar en pelota paleta.

El reloj marcaba las 21:32 del viernes 5 de septiembre de 2025 en el Club Moreno al 981, y tanto Jony como Tomás esperaban saber cuánta plata ganaron, ya que había mucho en juego. Estaban esperando la respuesta del banquero, que se encargaba de anotar todas las apuestas. Debía contemplar las realizadas por cada equipo entre ellos, como las que se juegan entre los integrantes de cada equipo y las que juega el público, alrededor de 30 personas. Los tiempos de apuesta son desde el momento en que se confirma el partido hasta que termina, es más, cualquiera de los jugadores puede apostar mientras está en cancha.

Hubo una época donde el pozo de apuesta desvirtuó todo. Fue a raíz de la aparición y participación de Matías Cohen, ex piloto de Turismo Nacional en Clase 3. Según el banquero del Club Moreno, Cohen se jugaba hasta 85 mil dólares por día y, en un año y meses, se gastó un total de 980 mil dólares. Al final el banquero habló. El monto que les correspondía a Jony y Tomás era apenas superior a los 300 mil pesos, pero las deudas del juego obligaron a Jony a restar 80 mil pesos que le debía a uno de los cabecillas de las apuestas.

De todas formas, el desgaste parecía haber valido la pena. No cualquiera levanta un partido jugando solo de revés y con su compañero (Asales) que le pegaba a la pelotita con una pata de pollo (una paleta con dicha forma pero de madera), mientras que el resto jugaba con la última generación de paletas de carbono.

Además, los contrincantes no eran unos “4 de copa”: el delantero Eduardo “El Mosca” Torres, quien antes era uno de los mejores del circuito Metropolitano y campeón del mundo de pelota goma en Pau 2010, ahora se la rebusca en esta nueva modalidad de las apuestas y sigue manteniendo viva una pasión que le durará toda la vida.

Las 22 parecería ser el mejor horario del Club Moreno o por lo menos eso contaba Miranda. Es que no deja de ser un lugar de reunión: el mozo alcanza una pizza de jamón y morrones, el amigo de Jony ya se arma el primer fernet y deja encargados dos sándwiches de milanesa completos para después de ducharse. El show parecía haber terminado. A lo largo del viernes ya se habían jugado cinco partidos y sería todo por el día.

En el Moreno no hay un sistema de enfrentamientos, una liga, una copa o cualquier tipo de competencia que empareje a equipos ya determinados. Todo lo contrario: de lunes a viernes se realizan desafíos presenciales, se acuerdan equipos, se disponen los términos a jugar y una vez cerrado empiezan las apuestas. Los martes son el único día donde cambian el cronograma a un PRODE: quiere decir que los partidos se arman con tiempo y a lo largo de la semana.

Según varias personas, como Tomás “Polaco” Suárez, campeón de Frontenis en Cochabamba 2018, o el mismo Jony, el Club Moreno es conocido por organizar los partidos más insólitos. Desde una pareja jugando atada a un banco a uno arriba de un changuito de supermercados.

Existen miles de elementos posibles para poder pegarle a la pelota: una paleta chueca, una bandeja de mozo que ya está curvada de tantos golpes, o un palo angosto y chiquito. Siempre se pondera más el espectáculo y la equivalencia en los enfrentamientos; puede jugar un señor de 70 años contra uno de 35 y las reglas se negocian antes del partido.

La puerta verde por la que se accede a Moreno 981 se encontraba abierta de par en par. Al entrar y esquivar las baldosas rotas se visualiza un cartel: “Solo para socios o invitados”. Una vez dentro se respira un clima entre tenso y distendido. Lo único era la observación constante de las pocas 10 personas que se encontraban en el primer piso.

La noche llega a su fin y ya se siente un aroma más amigable. La mesa de los muchachos empezó a ser la protagonista de la noche. Las charlas, los chistes, algún partido de truco y algún duelo más. El Club Moreno es un sinfín de posibilidades, porque al fin y al cabo el show debe continuar.

La historia del deporte

Para explicar la historia de la pelota paleta primero se debe viajar hasta el siglo XIII, en el continente europeo, en el Reino de Navarra. Allí comenzó a practicarse el juego de la palma, que tiempo después se desprende en pelota vasca, la segoviana, la valenciana y el tenis. Aunque más atrás en el tiempo, en las antiguas civilizaciones, la pelota era un juego universal. Juegos como el jeu de paume, el juego del tamboril y el del tamiz. El Frontón Barcelonés es de las primeras canchas en Cataluña y en Europa, inaugurado en 1893; desde ese entonces surgió una gran explosión e inauguración de canchas.

La pelota vasca se trata de dos equipos de dos integrantes cada uno cuyo objetivo es pegarle con la paleta a una pelotita —la que hoy es de caucho— contra una pared denominada frontis hasta hacer el punto. El mismo es válido cuando la pelota pica dos veces antes de que alguien le pegue. A la cancha se la denomina frontón. Una de sus variantes es el trinquete, que se utiliza cuando el espacio de juego es delimitado por una red en el lateral.

La pelota vasca se divide en cuatro modalidades y cuenta con 14 especialidades. En el trinquete se juega paleta con pelota de goma, tanto en masculino como en femenino; paleta con pelota de cuero; pelota a mano, que puede ser individual o por parejas, y por último xare.

En el frontón de 36 metros se disputan pala corta, paleta con pelota de cuero, pelota mano —individual o por parejas— y paleta goma maciza. El frontón de 30 metros se utiliza para frontenis para ambos géneros y paleta con pelota de goma. Por último, en el frontón de 54 metros, la única especialidad es la cesta punta.

La pelota goma o pelota cuero son las dos especificaciones de la pelota paleta que más se practican en Argentina. De hecho, es originaria de nuestro país y surge como alternativa al uso de la mano. El gran inventor fue Gabriel Martirén, un inmigrante vasco-francés nacido en el cantón de Saint-Étienne-de-Baïgorry, quien vivía en el barrio de Burzaco, donde tenía un tambo lechero. En 1905, el Vasco Sardina o Martirén creó la primera paleta al utilizar una paleta vacuna y luego la transformó en una paleta de madera. Sardina también fue el impulsor de la primera cancha de paleta en Burzaco, donde se disputó el primer partido de pelota paleta.

50 años después se realizó el primer mundial de pelota paleta, en San Sebastián 1952. Desde ese entonces a la actualidad, la Argentina cosechó 41 medallas mundialistas. También obtuvo 15 medallas doradas en Juegos Panamericanos, por lo que la pelota paleta es el deporte que más medallas —56— le dio a la Argentina.

La final

Miércoles 13 de julio de 2025, en pleno centro del barrio Balvanera. El tráfico de siempre en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las familias que salen a pasear por la famosa calle Corrientes y la policía detiene a un ladrón por un intento de robo.

El reloj se acerca a las 21 y el paso se acelera. Y es que parece un día normal para muchos, pero en el seno del Club Vasco Argentino Gure Etxea se sigue escribiendo la historia de una de las disciplinas más grandes y antiguas de Argentina. La fachada de un edificio inaugurado en 1929 se convierte en el anfitrión de una nueva final del Torneo Metropolitano, organizado por la Federación Metropolitana de Pelota.

Al ingresar por la enorme puerta marrón y llegar a la recepción se percibe un ambiente elegante, cuidado y estético. En el camino a la cancha estaban los vestuarios, que de manera llamativa se encontraban muy lejos del recinto de juego. El resquebrajo de la escalera de madera tapaba minuciosamente el murmullo de un público ensordecedor que había colmado las butacas. Algunos debieron pararse en bancos para poder llegar a ver. Se estimaba una cantidad aproximada de 120 espectadores: 60 provenientes de Las Heras, una ciudad de alrededor de 18 mil habitantes en el noreste de la provincia de Buenos Aires, para alentar a su equipo; otras tres personas eran de Pilar y el resto venía a ver la magia de Facundo Andreasen, campeón del mundo, olímpico, metropolitano y considerado uno de los mejores pelotaris del mundo.

Para Pablo Smitarello, antiguo tesorero de la Federación Metropolitana de Pelota y exárbitro, Andreasen es el mejor jugador que vio en su vida. Lo describe como alguien con una técnica sorprendente y asegura que lo observa hacer cosas difíciles de explicar. Por otra parte, el Polaco Suárez tiene una mirada más paternal: Andreasen fue su referente en la pelota paleta. Le enseñó cómo ser tanto en la vida como en el deporte.

La final del Metro empezó y el show estaba asegurado de parte de los jugadores y del público. Cada punto de Las Heras parecía un gol de Argentina en el Mundial Qatar 2022. Lo festejaban desde lo más profundo. Para un pueblo de 18 mil habitantes, donde la paleta es uno de los deportes madre, significaba mucho más que una simple final, explicaba un hincha totalmente desaforado.

La final del Torneo Metropolitano terminó 2 a 1 con la victoria de Las Heras ante Pilar en el último set, debido a que a Emiliano Narbaits le jugó una mala pasada el físico y una contractura en su isquiotibial derecho no le permitió terminar cómodo. Algo que Andreasen luego se reprochó y aseguró que deberán trabajar lo físico para que no les vuelva a pasar si es que quieren competir a este nivel.

Dentro de la cancha, solo eran festejos de Las Heras y los de Pilar ya se encontraban en las duchas. A pesar de la derrota, Facundo Andreasen no estaba triste. Después de todo, era el quinto partido del fin de semana y no ve con malos ojos un descanso. Además, la victoria de su hermano, Sebastián Andreasen, quien jugaba para Las Heras, lo reconfortaba un poco.

El Club Vasco Argentino Gure Etxea cierra sus puertas; el murmullo ensordecedor pasa a ser un silencio desolador y la música del bar ya no tapa las charlas de los señores que no podían subir las escaleras. Ahora sí, es un sábado más, aunque siga retumbando en la cabeza el “Las heeeeeerass, Las heeeeeerass”.

El desarrollo y profesionalismo del pádel: el talento opaca la infraestructura

Por Iñaki Urretavizcaya

Los ojos de 15 mil personas rebotaban al compás de la pelotita: redondos, abiertos y radiantes, expectantes del Premier Padel en Parque Roca. El 1 de junio de 2025, 32 argentinos fueron coreados por un público unido, que tras cada punto rompía el silencio al grito de “¡Argentina! ¡Argentina!” o “¡Soy argentino, es un sentimiento!”, nacido de las oscuras plateas. Los focos proyectaban la pista azul y el blindex fue la vidriera del mejor pádel del mundo. El apoyo dio efecto porque Agustín Tapia, catamarqueño y número 1 mundial según la Federación Internacional de Pádel (FIP), gritó campeón ante la ovación de su gente.

El pádel es sinónimo de Argentina. 16 mundiales disputados: 16 finales, 12 títulos. Fernando Belasteguín fue número 1 por 16 años seguidos (2002-2017) y es considerado el mejor de la historia. Pero, a pesar de tener 23 representantes dentro del top 100 de la FIP en 2025, hoy ganó mucho terreno España. La organización, infraestructura y desarrollo del deporte hizo que le plante cara a Argentina.

Hoy, los jugadores argentinos de pádel tienen que emigrar si quieren progresar. Vivir del deporte en Argentina es privilegio de pocos y la infraestructura quedó un paso atrás. De 23 fechas en el calendario de la FIP, Buenos Aires es la única sede del país, mientras que España tiene seis y el mapa se acomoda mejor para Europa, con trece fechas totales. Otras cuatro son en suelo árabe, por la multimillonaria inversión del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita, que adquirió al World Padel Tour y lo renombró Premier Padel en 2022.

 

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El pádel, nacido en México en 1969, alcanzó la masividad en los años 80 y 90 en Argentina. En 1988 se fundó la Asociación de Pádel Argentino (APA), incluso antes que la FIP (1991). Alejandro Lasaigues y Roby Gattiker encabezaron el top mundial desde 1992 a 1996 y ganaron los primeros tres mundiales de pádel, todos a España: 1992, 1994 y 1996. Esto le valió cinco Olimpias de Plata a Lasaigues y uno a Gattiker, quien, en diálogo con El Equipo, remarca diferencias entre el pádel que conoció en 1980 con el que se juega hoy: “De chicos jugábamos con paletas de madera en las poquitas canchas que había, todas de cemento. Hoy es un deporte totalmente distinto. El pádel avanzó mucho más a nivel mundial que en Argentina, pero ahora que volvió ese furor están haciendo muchísimos clubes y me da miedo que se descontrole, como pasó en los 90, pero me tranquiliza que se está expandiendo mundialmente con apoyo de grandes empresas, y eso significa que llegó para quedarse”.

Gattiker tiene su propio club en Pilar, Robby Gattiker Padel Center. Dice que España tuvo la iniciativa que lo distanció del resto, que lo diferenció de los demás en los inicios. En cuanto al profesionalismo, admite que no hay apoyo por parte de Argentina y que todo es esfuerzo familiar, a diferencia de Estados Unidos, Italia y España, donde sí hay mucho más sostén estructural. En relación al estilo de juego, Gattiker dice que no hay tanta diferencia entre su época y la actual: “No creo que haya mejorado en cuanto a lo técnico y táctico, pero sí en cuanto a la potencia”.

El pádel tuvo dos auges muy marcados: el primer boom en los 90 y el segundo luego de la pandemia de 2020. Entre medio, de 1996 en adelante, el pádel como fenómeno social tuvo un declive pronunciado, que no fue impedimento para el dominio. En 2002 aparecieron Juan Martín Díaz y Fernando Belasteguín, considerados la mejor dupla de todos los tiempos: 13 años ininterrumpidos como números 1 y más de 170 títulos. Demencial. Jorge Nicolini, formador del pádel, quien arrancó en 1983 a dar clases, explica que el furor provocó una desesperación por abrir clubes: “El problema fue que hubo muchísimas canchas en poco tiempo, una exageración. Una excesiva oferta que, si no crece con mesura, tranquilidad y con análisis, muchos tienen que cerrar”.

 

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Nicolini fue de los primeros profesores. Desde hace más de 25 años cuenta con la escuela “Pádel Para Todos” en Vicente López, que se encarga de foguear a los mayores talentos. Cada chico que ingresa lo saluda con cariño. Nicolini es un referente que abraza a todos con su cálida bienvenida y sonrisa. También entrena a las delegaciones mundialistas desde 1992 y su escuela es avalada por la APA. “Los clubes que perduran y que continúan son aquellos que tienen actividades como escuela, la parte social y campeonatos”, dice Nicolini a El Equipo.

Si bien los logros siguieron, el pádel pasó a ser un deporte con poco apoyo y la estructura argentina quedó relegada. En los 2000, España comenzó a afianzarse más. El apoyo, la economía y la organización empezaron a sentar las bases de lo que es el país más preparado del planeta en el mundo del pádel. FIP confirmó que en 2025 hay más de 17.000 pistas construidas en suelo español.

Daniela Banchero, jugadora de 44 años de Chivilcoy y actual número uno del país en el ranking de la APA, vivió la época “oscura” del deporte. “Arranqué a jugar profesionalmente en 1998, cuando iba a jugar a Buenos Aires, y conseguí ser la uno. De allí fui a España y fui top 10 mundial”, expresa Banchero, quien también agrega que, si bien competía al más alto nivel, no había tantos torneos ni promoción, por lo que iba y regresaba de España a Argentina constantemente. Banchero, en diálogo con El Equipo, cuenta que si el pádel hubiese tenido la exposición y profesionalidad de hoy, se hubiese instalado en España.

“Siempre las cosas nos han costado un montón ya que no tenemos el mismo apoyo económico que otros países. Por eso, cada vez que representamos a Argentina sacamos fuerzas de donde sea porque sabemos del sacrificio”, dice Banchero, quien disputó cinco mundiales: ganó tres (2006, 2008, 2012) y en dos fue segunda (2014 y 2022). “A diferencia de España, que allá viven por y para el pádel, nosotros tenemos que trabajar porque al jugar tenemos muchos gastos, y con los sponsors solventamos algo pero no alcanza”, admite Banchero, quien además es mamá de tres hijos, lo que le agrega más responsabilidades.

El pádel femenino fue el que más terreno cedió desde 2010 en adelante. Argentina, a pesar de haber estado en cada una de las 17 finales mundiales, desde 2010 hasta 2024 fue España el que se llevó siete mundiales, menos en 2012, y se quedó con el primer puesto histórico: España 9, Argentina 8. Y en el ranking de jugadoras de la FIP, Argentina volvió al uno en 2025 gracias a Delfina Brea, tras Cecilia Reiter en 2013, quien fue compañera de Banchero en 2007. “España está dos escalones por encima de Argentina, porque tiene otra infraestructura y equipo de trabajo, pero acá hay mucho potencial y hay que trabajar duro para equipararse”, comenta Banchero acerca de la superioridad que hizo a las europeas aventajarse.

En Argentina, el segundo pico del pádel fue pospandemia, cuando fue habilitado como el primer deporte practicable. La gente, en afán de salir, descubrió un nuevo hobbie. Hoy se representa con más de 6.000 canchas en el país y más de un millón de jugadores. Para Nicolini es una oportunidad importante para inversores y empresas. “Hay torneos que hasta hace poco se jugaba un partido en cancha de vidrio, otro en piso de cemento, otros con pared cubierta y descubierta, y pasaban de una a otra sin problemas”, dice Nicolini, quien hizo énfasis en el desarrollo del jugador argentino y su adaptación.

El Mundial de fútbol ganado por Argentina en Qatar 2022 es otro de los factores para el crecimiento, según Nicolini, ya que sirve como manual de los buenos valores: “Dejó un efecto residual que es la entrega, el orden, la disciplina y el respeto. Los chicos se han criado con estos jugadores, que honran lo que es el juego limpio y la entrega”. Nicolini agregó que en España sucedió tras el Mundial de Sudáfrica 2010, que generó el crecimiento de grandes padelistas como Juan Lebrón o Alejandro Galán, números uno desde 2020 hasta 2022. El altísimo nivel, sumado al poco desarrollo institucional, en comparación con países como México, Brasil o España, provocó que muchos talentos argentinos emigren y dominen distintos países. “Argentina tiene una estructura muy buena a nivel deportivo; acá un chico de tercera o cuarta categoría puede estar jugando un torneo de profesionales en otros lados”, dice Nicolini.

Federico Salaro, jugador amateur de Chacabuco, se fue a México en 2022 para ser profesor en un club de Toluca llamado Padelcenter Metepec y, en paralelo, probarse en el circuito de pádel. “Conocí los clubes de México y nuestros clubes, en cuanto a infraestructura, están muy por debajo. Tiene que ver la parte económica y también que el pádel es más caro porque no es un deporte tan popular”, dice Salaro a El Equipo. “El club en el que estuve estaba enfocado en el alto rendimiento y la competencia”, expresa Salaro y agrega que le sirvió mucho su estancia, desde lo personal, para mejorar como profesor y jugador. Luego de un año, en 2023, volvió a Argentina.

En 2024, Salaro recibió la propuesta de mudar su paletero a San Pablo, Brasil, por el llamado de Brian Ortiz, su ahora nuevo compañero de Salto, ciudad aledaña a Chacabuco. “Decidí venir a Brasil porque la propuesta económica era buena y porque estoy en una ciudad donde el pádel va a crecer mucho y hay muchas oportunidades”, dice Salaro, quien remarca que en Padel Beach, su club de Brasil, el pádel es visto como actividad social.

Salaro y Ortiz, a la par de las clases, se adentraron en el circuito y lograron colocarse como la mejor pareja de San Pablo y la número 5 de todo Brasil en 2025. “Somos considerados jugadores profesionales, pero no nos da para vivir; entonces no sé hasta qué punto es profesional si no se puede vivir puramente de la competición”, dice Salaro, quien comenta que, si bien tiene sponsors que le permiten hacer un dinero extra, el mayor ingreso proviene de las clases, que además son más caras que en Argentina.

Quienes presenciaron en Argentina el Premier Padel en Parque Roca son los mismos que vieron a Lasaigues y Gattiker dominar el mundo, a Belasteguín y a Díaz sostener una era y a Tapia escribir el presente. España marcó el rastro con organización e inversión, pero Argentina conserva el fuego y la esencia que la hicieron potencia. Con el resurgimiento social y el profesionalismo actual, se abre una oportunidad: instalaciones de primer nivel para ser de nuevo el centro del circuito. Porque si algo demostró el Premier Padel de Buenos Aires, es que el público, la pasión y los jugadores están más que preparados.

De la Patagonia a Buenos Aires: el desarraigo de los chicos por ser futbolistas

Cancha de Deportivo Madryn
Cancha de Deportivo Madryn

Por Ramiro Payero

Año tras año, desde la Patagonia argentina, desembarcan futuros talentos futbolísticos en las inferiores de los clubes porteños de la primera división. Jóvenes de entre 12 y 16 años que abandonan su casa, su familia y sus amigos para ir en busca de su sueño: ser jugador de fútbol profesional. Chicos que recién terminan el colegio primario toman vuelo para abandonar su nido y arribar a Buenos Aires, la capital del país, donde los rostros son desconocidos. Después de tomar la difícil decisión y animarse a ir a jugar al fútbol a más de mil kilómetros de su hogar, los adolescentes patagónicos llegan a la pensión del club donde no conocen a nadie y las personas ya no les son familiares.

En su lugar natal conocen a la mayoría de las personas. Si no son amigos o familiares, son compañeros del colegio, del club o de inglés, ya que no existen las grandes ciudades como Buenos Aires o Rosario. Si bien hay algunas que tienen un poco más de 100 mil habitantes como Trelew, Puerto Madryn y Bariloche, sigue ocurriendo esa cosa de pueblo que es saludar a las personas que son caras familiares. El proceso de adaptación, a estos jóvenes futbolistas, les puede llevar semanas, meses o hasta años, si el chico es muy apegado. “Sí, un montón de veces me pasó de querer volverme a Madryn, y me sigue pasando todavía. Las ganas de volver siempre están, aunque sea por unos días. Por suerte siempre tuve una contención muy grande por parte de mi familia, mis amigos y los psicólogos de Banfield y River en su momento. Me ayudaban a reflexionar, a entender dónde estaba y por qué estaba ahí. Por suerte, me tocó gente que me supo contener”, confiesa Lucas Davies, jugador de Presidente Hayes, club de la tercera división de Paraguay. Entre los años 2017 y 2024 jugó en las inferiores de River Plate y Banfield, viviendo en las pensiones de estos equipos durante más de siete años. Cuatro en la del Millonario y tres en la del Taladro.

Lucas Davies en Banfield
Lucas Davies en Banfield

A partir de que llegan a los clubes de Buenos Aires, sus compañeros son con los que van a compartir el día a día; son su nueva familia. Otro palo en la rueda es el extrañar. Con el paso del tiempo, estos futbolistas patagónicos tienen más ganas de volver a encontrarse con su familia y amigos. Es algo que empieza a jugar en contra si no pueden manejarlo, deben ser mentalmente fuertes para que no se convierta en una complicación.

Una vez que ya pudieron integrarse al grupo y a la pensión, los jugadores se dan cuenta de que lo que les pasa es algo común en este hábitat de jóvenes futbolistas. Que hay otros chicos en la misma y se apoyan entre ellos. Davies cuenta que le sucedió esta situación y fue un gran sostén el saber que no era el único que sufría por estar lejos de su familia. La adaptación a Buenos Aires le llevó casi dos años y algunos momentos en los que quería volver, como cuando sufría lesiones y tenía más tiempo libre de lo habitual, pero siempre tuvo compañeros que lo apoyaron.

Existen casos de jóvenes que no se han logrado amoldar a las pensiones de sus nuevos clubes y terminaron volviendo a su ciudad. Hernán Lamberti, exjugador y coordinador de las inferiores de Platense, revela que les pasó que un chico del club que se quería ir había tomado la decisión de volver a su ciudad. “Detectamos que algo pasaba cuando primero faltó a un entrenamiento y al fin de semana siguiente llegó tarde a un partido. Un chico que venía jugando de titular. Hablamos con él y nos contó que de un día para otro ya no quería más esta vida para él. En ese momento empezamos a trabajar en conjunto con la familia y la psiquiatra del club. Indagando en qué era lo que pasaba, el chico nos contó que era por un problema con el estudio que lo estaba haciendo virtual y que sentía que no tenía una vida social acorde a la de un chico de su edad. Entonces, en un acompañamiento entre todos, le dimos unos días de descanso para que pueda acomodar sus cosas”, reveló el ex capitán del Calamar.

A algunas personas se les hace mucho más fácil y rápido el proceso de adaptación. Santino López, oriundo de Chubut y jugador de la reserva de Gimnasia y Esgrima La Plata, dice que no le fue difícil adaptarse a vivir en La Plata. “Lo que más me costó fue irme de mi casa, alejarme de mi familia de tan chico, a los 14 años”, dice López. El madrynense de diecinueve años llegó a la pensión del Lobo en 2022 luego de haber estado seis años en J.J. Moreno de Puerto Madryn. Otra cosa que reveló el surgido en el Naranja es que nunca se le pasó por la cabeza querer volver a su ciudad natal, ya que irse en busca de seguir su sueño fue por lo que más luchó en su vida. El hecho de estar en la pensión le facilitó el proceso de adaptación al madrynense, ya que dice que lo recibieron muy bien y se acompañan mucho entre todos los chicos.

Para llegar a la oportunidad de tener el lugar en las inferiores de un equipo de Primera de Buenos Aires, los chicos sureños vienen de criar su fútbol en clubes como Alianza Fontana Oeste de Madryn, J.J. Moreno o Deportivo La Ribera de Trelew. Clubes de barrio donde la mayoría de las canchas son de tierra. Provienen del potrero patagónico, un potrero distinto, con canchas duras, de tierra seca y firme debido al clima que hay en la región. Futbolistas reconocidos como Marcos Acuña, Carlos Izquierdoz o Cristian Lema han surgido de clubes del sur de nuestro país y atravesaron todo este desarraigo. Ian Subiabre de River, Juan Cruz Payal de Boca y Luka Andrade del City Football Group y jugando para Montevideo City Torque son algunas de las actuales joyas descubiertas en la Patagonia.

Santino López festejando un gol ante Talleres
Santino López festejando un gol ante Talleres

Guillermo Brown de Puerto Madryn, CAI de Comodoro Rivadavia, Deportivo Madryn y Racing de Trelew son algunos de los clubes que, por lo general, se encargan de hacer los contactos con los equipos de Primera para que sus futbolistas puedan desembarcar en sus inferiores. Una vez que los clubes van a recibir al nuevo futbolista, las instituciones patagónicas son las que ayudan a los chicos a realizar todos los trámites necesarios para llegar al lugar tan deseado en el que comenzarán la verdadera lucha por cumplir el sueño. “Los chicos que llegan del sur nos los ofrecen contactos y allegados que tenemos en los clubes patagónicos”, revela Lamberti, el coordinador de las inferiores de Platense.

Al momento de llegar a la pensión, la vida del chico que viene desde la Patagonia cambia. En sus clubes oriundos, no pasaban más de tres horas por día en el predio. En la pensión duermen y se despiertan allí. López y Davies contaron cómo y cuáles eran sus rutinas en las pensiones de Gimnasia, River y Banfield y coinciden: se levantan temprano para ir a entrenar, al mediodía frenan para almorzar, van para el colegio y después vuelven a la pensión para descansar. Algunos días, al regresar del colegio, no pueden relajarse, ya que a veces les toca entrenar doble turno. Los días que entrenan solo a la mañana, cuando vuelven a la pensión aprovechan para hacer las tareas que tengan de la escuela o buscan actividades para despejarse y descontracturar por un rato. Luego cenan alrededor de las 21 para después acostarse entre las 22 y 23. Los días de partido la rutina cambia. Se despiertan más temprano que en los días de semana, desayunan y se quedan en el vestuario hasta que llegue el horario de salir a calentar con los movimientos precompetitivos. Después del partido suelen quedarse viendo los encuentros de las otras categorías, tomando mate y charlando entre ellos.

No todos pueden soportar la rutina. Los chicos que no logran tomar el ritmo y quedan libres de los clubes vuelven a sus casas o aprovechan la estadía en Buenos Aires para estudiar o trabajar. Juan Manuel Aguirre, futbolista trelewense surgido de J.J. Moreno, llegó a las inferiores de San Lorenzo a sus 15 años, club en el que jugó hasta febrero de 2023. Luego de su paso por el Ciclón, llegó a Defensa y Justicia, donde en noviembre de ese año se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha. Al mes siguiente, el Halcón optó por dejarlo libre, ya que no quiso hacerse cargo del tratamiento. Con 18 años ya cumplidos, el nacido en Trelew, Chubut, se quedó en Buenos Aires trabajando como bachero y, algunos días, de mozo en un bar de Recoleta. Hasta que, en 2024, comenzó a estudiar la carrera de Diseño Multimedial en la Escuela de Arte Multimedial Da Vinci. Hoy, Aguirre, con veintiún años, se encuentra cursando el segundo año de la carrera y jugando al fútbol los fines de semana con sus amigos en TDEA (Torneo de Amigos), torneo amateur organizado en la ciudad porteña. “El momento en el que me dijeron que quedaba libre de Defensa fue muy duro; venía de sufrir una lesión gravísima un mes atrás. Fue totalmente inesperado”, dijo el chubutense.

Al estar lejos de la familia, los chicos llegados de la Patagonia se deben apoyar en psicólogos y sus compañeros. “Tengan paciencia, que se busquen un grupo de contención dentro de la pensión o de amigos que lo ayuden. Que piensen todo en frío, nada en caliente, porque en caliente podés llegar a tomar decisiones que después se van a arrepentir, como volver a su ciudad y tirar a la basura todo el esfuerzo que hicieron”, da como consejo Davies para los chicos que están prontos a vivir esto de mudarse a Buenos Aires a jugar al fútbol. La dura experiencia de abandonar su familia, sus amigos y su casa a tan temprana edad con la meta, la ambición y el sueño de ser futbolista profesional.

El día que Argentina escribió su página dorada en el tenis mundial

Por Jorge Acevedo

Uno de los logros más importantes en la historia del deporte nacional sin duda es la Copa Davis que ganó Argentina en 2016. El equipo argentino logró llegar a cinco finales de la mano de jugadores como Guillermo Vilas y Jose Luis Clerc pero no fue hasta el 27 de noviembre del 2016 cuando se logró por fin levantar la ensaladera y meterse en el Olimpo del tenis. 

El primer paso fue Polonia en Gdansk en octavos de final, con Janowicz, en ese momento 15 del mundo, con un muy buen saque que ponía en duda al equipo argentino. Sin Juan Martín del Potro pero con un Leonardo Mayer como ancho de espada, Argentina selló la serie 3-2 con dos victorias del Yacaré y una de Guido Pella en singles. El equipo prometió meterse al mar en caso de ganar: “Janowicz se baja de la serie y el equipo polaco quedó diezmado, ganamos y había que cumplir. Hacía 1º de temperatura, llovizna y un viento de locos. El agua directamente 500 grados bajo cero”, dijo Mariano Hood. 

En cuartos frente a Italia, en Pesaro y sobre polvo de ladrillo, regresó Del Potro. El protagonista de la serie fue Federico Delbonis quien ganó sus dos partidos en singles con un tenis espectacular. Con estas victorias y el esforzado triunfo en dobles el seleccionado clasificó a las semifinales. Argentina llegaba a Glasgow con mucha ilusión pero enfrentaba a Gran Bretaña con Andy Murray número uno del mundo, Jamie Murray número uno en dobles y a Edmund y Evans 40 del mundo en singles.

Hood detalló que el seleccionado llegó nueve días antes para preparar la serie mientras que Delpo llegó siete días antes, luego de perder en el US Open: “Llegó con un problema en la rodilla y en el hombro, nada grave, pero toda esa semana entreno una hora por día, muy suave sin forzar nada. No hizo ni un punto, hacía fondo, cruzado, paralelo, 30 saques por día, kinesiólogo y rehabilitación”. Mariano reveló que de igual manera la Torre de Tandil jugó ante Murray uno de los mejores partidos que vio en su vida, cinco sets increíbles. El conjunto argentino se pondría 2-0 en la serie gracias al triunfo de Pella pero tras caer en dobles y en el tercer partido de singles, la serie se definió en el quinto punto donde la responsabilidad fue de Mayer, que remontó su partido y clasificó a Argentina a la final. 

Todo se definióía en el Arena Zagreb, frente a una Croacia liderada por Marin Cilic. El día previo a la final había mucha tensión pero al mismo tiempo el equipo ya estaba consolidado: un grupo que compartió cuatro series de visitantes, muchos viajes y mucha convivencia y generó una gran relación. “Tratamos de que fuera un día parecido, de enfocarnos cada uno desde el cuerpo técnico en dar el 100%, ayudando a los chicos que cargaban con la mayor presión”, afirmó Hood. Además, aseguró que la unión como grupo fue de suma importancia, también que habían rutinas que se respetaban a lo largo de la competición: “Cada vez que íbamos a cenar siempre manteníamos los mismos lugares. Cada uno sabía dónde se sentaba”. 

La final comenzaba empatada. Delbonis perdió su primer partido y Del Potro sumaba el primer punto. En dobles los argentinos no hicieron pie, pero Delpo consiguió un triunfo épico tras remontar un partido dos sets abajo frente Cilic. Fede Delbonis enfrentaba a Ivo Karlovic, en un estadio repleto de argentinos incluyendo a Diego Maradona. El azuleño sacó para partido y cuando vio que la devolución se iba fuera, se desplomó en la cancha, y enseguida el resto del equipo se le fue encima. 

Hood manifestó la importancia del título: “Fue una hazaña. Nunca se había ganado la Davis, la manera que se dieron los partidos 2-1 abajo en semis y en la final, todo hace que la forma en que se ganó y el título que se ganó para mí queda en la historia del deporte argentino”. Definitivamente fue una coronación de gloria para el tenis argentino que quedará en la historia. 

 

La pasión reflejada en el cemento: tribunas con nombres de hinchas en la Primera del fútbol argentino

Por Lucas Villanueva

Dicen que un club puede cambiar de técnico, de jugadores y de presidente, pero nunca de hinchas. En el fútbol argentino hay nombres que no quedaron grabados en la historia por sus goles o trofeos ganados, sino por sus historias. Fanáticos que describen a la perfección la palabra “pasión”, que hicieron de la cancha su segundo hogar, y la camiseta parte de su piel. Otros que fallecieron trágicamente y fueron honrados por su lealtad. En todos esos casos, la tribuna deja de ser solamente cemento para convertirse en memoria e identidad.

En Argentina los estadios suelen homenajear a ídolos o dirigentes. Pocos clubes deciden hacerlo con hinchas. En esos pocos casos, el nombre no es solo una pintura: es un recuerdo que le da identidad al club. Nicolás Landoni en Platense, Luis Caro en Atlético Tucumán, Amelia Montero en Newell´s e Irene Cingolani en River son parte de esa breve lista cargada de historias que atraviesan generaciones. Con un simple acto para preservar la memoria de un fiel hincha, el club llena de orgullo a una familia y demuestra el apoyo a los suyos.

“Tener a Nico (Landoni) en la tribuna Goyeneche de Platense es un orgullo para toda la familia”, explica a El Equipo Mariano González, primo de Nicolás. “La tribuna que tenía el nombre de Amelia hacía que las nuevas generaciones recuerden siempre su legado”, comentan los hinchas de Newell´s de la peña Buenos Aires Vieja Amelia. “Pese a que Luis (Caro) quedó como parte de una historia triste en Atlético Tucumán, ver el nombre de tu hijo ahí es una caricia al alma”, dice María Alejandra Sucre, mamá de Luis Caro.

De la popular a la historia de Platense: el lugar de Nicolás Landoni en la Goyeneche

33 escalones separan el piso del pasillo de la popular Roberto Goyeneche hasta lo más alto del Estadio Ciudad de Vicente López. 29 son los que había entre ese mismo pasillo y el lugar a donde iba Nicolás Landoni, hincha de Platense que vivía en silla de ruedas por la atrofia espinal congénita que padecía desde su nacimiento.

Para él esos escalones nunca fueron un obstáculo: cada fecha estaba ahí. Su papá Carlos, su hermano Federico, su amigo Sebastián Fabbri o su primo Mariano lo ayudaban a subir. Desmontaban las ruedas de la silla, lo levantaban y lo acomodaban en su lugar, a 29 escalones del piso. De local o de visitante, “el Cabezón”, como le decían sus amigos, nunca faltaba.

Estudió periodismo deportivo en DeporTEA. En cada recreo buscaba al profesor Alejandro Fabbri. Hablaban de Platense, del descenso a la B Metropolitana en la temporada 2002/03, de las chances de volver al Nacional. “Era un muy buen alumno; hacía un esfuerzo enorme por venir a la escuela”, recuerda Fabbri, que le entregó el diploma de egresado diez días antes de la tragedia de Cromañón.

Con Gustavo Lamy y otros hinchas, Landoni armó “Llegó Platense”, un programa de radio partidario. En paralelo participó en el libro Según pasan los años. “Siguió al equipo a cualquier parte. No era fácil seguirlo en donde jugaba, mucho menos en las canchas de la B, y él lo hizo”, cuenta Lamy.

Landoni falleció el 30 de diciembre de 2004 en el incendio del boliche República de Cromañón. Llevaba una camiseta y un collar del Calamar. La noticia golpeó a Saavedra y Vicente Lopez. En 2005, sus amigos propusieron que ese día quedara como el Día del Hincha de Platense, pero Fabbri sugirió el 9 de octubre, día del nacimiento de Nicolás, para no atarlo a la tragedia. Con el tiempo, un sector de la tribuna que subía con la ayuda de su familia y amigos terminó llevando su nombre.

Entre los papelitos y las bengalas, Landoni volvió a ser homenajeado. Era 2006 y Platense volvía a la B Nacional. Daniel Vega, goleador del ascenso, daba la vuelta olímpica con una remera blanca. En el pecho, el rostro de Landoni, que ya no estaba, pero seguía presente en los festejos. “A Vega lo entrevistó en la radio. Nico lo amaba y el delantero siempre lo recuerda. Fue una muy linda acción”, recuerda su primo Mariano.

Hoy, cada vez que alguien sube los escalones de la Goyeneche, repite el camino que él, con ayuda, hacía. Al llegar al final, Nico lo recibe con una parte que lleva su nombre: “Sector Nicolás Landoni”. “Es muy emocionante que esté su nombre ahí”, destaca su primo. “Quedó grabado en la historia del Calamar por todo lo que hizo”, agrega Fabbri. “Este acto hace a Nico eterno”, cierra Lamy. Entre esas voces se sostiene la memoria de un pibe que convirtió su lugar en la popular y su amor incondicional por el club en una parte de la historia de Platense.

Amelia Montero, la hincha eterna de Newell´s

“Lo único que es insustituible son los hinchas”, dijo Marcelo Bielsa en 2023. En el estadio que lleva su nombre -Estadio Coloso Marcelo Bielsa- ya no quedan rastros de la tribuna que homenajeaba a Amelia Montero. Allí, donde la dirigencia de Ignacio Astore levantó 22 palcos nuevos presentados como parte de la “modernización” en 2025, antes estaba la tribuna que recordaba la historia de una hincha que vivió cada partido durante casi un siglo con la misma pasión y amor por la camiseta.

En 1930 habían pasado 27 años desde la fundación de la Lepra y 19 desde la inauguración de su estadio. Faltaba un año para la profesionalización del fútbol, 25 para el nacimiento de Bielsa y Jorge Valdano, 57 para que llegara al mundo Lionel Messi y 63 para que Diego Armando Maradona vistiera la camiseta rojinegra. Ya en ese año, Amelia, con apenas seis, visitaba por primera vez la cancha de Newell´s. Desde aquel entonces nunca faltó a un partido hasta el 12 de julio de 2023, día de su fallecimiento.

Su vida en el club no se limitó a ocupar un lugar en la tribuna. Desde 1962 organizaba viajes y alquilaba micros para que todos pudieran seguir al equipo, incluso fuera del país. Ocho décadas después de aquella primera vez, al cruzar nuevamente ese portón, detrás de los bancos de suplentes, la esperaba una tribuna con su nombre: “Tribuna oficial Vieja Amelia”. El apodo de “Vieja” se lo puso Gerardo “Tata” Martino. “Una vez me vio por la tele y dijo ‘uy, la vieja Amelia’. Desde ahí todos empezaron a llamarme así” recordó Amelia en una entrevista con Infobae en 2018.

La Estación Plaza Constitución ve durante la semana pasar miles de personas que se desplazan entre el trabajo y sus casas. Pero a pocas cuadras, los días que juega Newell’s todo se tiñe de rojo y negro. En la pared, una bandera que deja en claro dónde se está: “Peña Buenos Aires Vieja Amelia”. Ese rincón porteño se convirtió en un pedazo de Rosario. “Iba a ver a Newell´s a donde sea, como sea y cuando sea”, relatan los integrantes de la peña. “Sentíamos que nuestro club nos representaba, que era capaz de salirse del prejuicio que indicaba que las tribunas debían tener nombres de hombres, futbolistas o dirigentes. Nosotros teníamos a una mujer, y viva para poder disfrutar de semejante reconocimiento”.

La tribuna ya no está. Ahora los palcos ocupan ese lugar. Pero como dijo Bielsa, lo insustituible son los hinchas y Amelia fue la prueba. Aunque su nombre ya no esté inmortalizado en el cemento, permanece en la memoria y los cantos de la gente. En 2014, la banda “El Crotto del Parque” le dedicó una canción que todavía resuena en la hinchada rojinegra: “Para vos viejita, de parte de todos los que alguna vez subimos a tu bondi/ vamos, Amelia, vamos”.

“Ojalá no hubiera nunca más un Luis Caro”: la historia detrás de su tribuna en Atlético Tucumán

“Emboscada salvaje”, tituló el diario tucumano La Gaceta el domingo 16 de septiembre de 2001. Abajo: “Un joven, de sólo 14 años, fue muerto y otro, de 19, resultó gravemente herido. Irracional ataque entre hinchas luego del clásico tucumano”. En la portada aparecía Carlos Argañaráz, el chico herido. El asesinado era Luis Gerardo Caro, hincha del Decano. Hoy la tribuna de la calle Chile del Monumental José Fierro lleva su nombre y el 15 de septiembre se celebra el Día del Hincha en su recuerdo.

El amistoso entre San Martín y Atlético Tucumán había sido organizado por la misma cervecería que patrocinaba a ambos. El día del partido había menos de tres mil personas y apenas cuarenta efectivos policiales, muy lejos de los trescientos que solían custodiar un clásico tucumano.

El encuentro, disputado en el Estadio de La Ciudadela, terminó empatado y en los penales ganó el Decano, pero la barra de San Martín abandonó de repente su tribuna y se ubicó en la calle que conectaba con la salida del sector visitante. En la popular de Atlético la policía empezó a tirar balas de goma y gases para obligar a la gente a evacuar. Meses antes, una bandera del club había aparecido quemada en la tribuna rival tras ser secuestrada en un operativo policial y luego vendida a la barra del Santo. El antecedente, todavía fresco, hizo pensar que todo estaba armado.

Cuando la hinchada decana salió, la policía, ahora montada a caballo, continuó persiguiéndolos hasta la calle Pellegrini, donde los barras de San Martín estaban esperando. Comenzaron los disparos. En medio de las corridas estaba Luis Caro. Tenía 14 años. Esa tarde debía ir a entrenar a las inferiores del Club Atlético All Boys de Tucumán, pero le mintió a sus papás, María Alejandra Sucre y Luis Aldo, para poder ir al clásico pese a las advertencias de lo peligroso que era.

En Pellegrini al 400, una bala de un revólver calibre 22 lo alcanzó en el pecho. “No me quiero morir, llamala a mi mamá”, alcanzó a decirle al periodista Gustavo Rodríguez, que fue a ver el partido y terminó cubriendo los incidentes. La ambulancia tardó 20 minutos. Cuando llegó, solo había un chofer. Sin un médico en la parte trasera, los vecinos lo subieron como pudieron, pero Luis murió en el Hospital Padilla de San Miguel de Tucumán.

“Hasta el día de hoy me pregunto de dónde le salió ese fanatismo por Atlético Tucumán. Ninguno en la familia era tan hincha. Se crió rodeado de hinchas de San Martín porque iba a una escuela del barrio Ciudadela”, recuerda su mamá a El Equipo. “No se olviden de que tienen hijos o una familia esperando en casa. Llevar colores diferentes no significa salir a matarnos”, advierte Sucre.

Luis quedó como parte de la memoria de Atlético Tucumán como un ejemplo de lo cruel que puede ser el fútbol. Allí donde los hinchas se paran a alentar, las letras pintadas recuerdan a Luis Caro. Su historia vuelve a estar presente entre banderas y cánticos. Lo que un día fue la tapa policial, hoy es memoria en la tribuna de la calle Chile del José Fierro.

Irene Cingolani: la primera socia de River Plate

En 1922, con apenas tres meses, Irene Cingolani ya tenía su carnet de socia en River. Cinco días después fue a la cancha por primera vez. El 16 de noviembre de 2014, con 91 años, un sector de la tribuna Centenario fue bautizado con su nombre. Ese día, emocionada, sostuvo un ramo de flores sentada en su silla de ruedas y recordó tantos años alentando al Millonario.

“¡El día que me muera/ yo quiero mi cajón/ pintado de rojo y blanco/ como mi corazón!”, canta la hinchada millonaria. Tras el fallecimiento de Irene Cingolani, el 12 de agosto de 2018, no fue solo su cajón lo que quedó pintado de esos colores. Un sector entero de la tribuna sigue homenajeando a quien hizo del amor por River una vida entera.

Nicolás, Amelia, Luis e Irene ya no están físicamente, pero sus nombres, sus historias y su pasión quedaron grabados en la tribuna y en la memoria de quienes los conocieron y los conocerán a través de sus historias. No pueden volver, pero nunca se irán del todo mientras haya hinchas que canten, alienten y sean tan apasionados como lo fueron ellos.

Temperley y Los Andes: rivales pero no enemigos

Por Máximo Clemente

Dos clubes y dos barrios que trasladan familiaridad y pertenencia dentro de dos mundos que laten al mismo ritmo, a menos de cinco kilómetros de distancia. Distintos deportes y esencias, pero todo de la mano con el fútbol, aquel deporte que ganes o pierdas, la pasión es vital. Nace de sus hinchas que en su mayoría son quienes lo alzan y le dan vitalidad. Según la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), 300 mil socios acompañan y alientan a los clubes en el ascenso en 2025.

El lema “club es de los socios” se hace notar especialmente en Temperley y Los Andes, en el sur del conurbano de la Provincia de Buenos Aires. Aportan pulso barrial en cada esquina con el sonido de los bombos y sus colores representativos: celeste por un lado y blanco con rojo del otro. Territorio de zona obrera y calles de barro en el sur. En ese contexto nacieron, por un lado, el Gasolero, fundado en 1912, con 9.000 socios y en la Primera Nacional, al igual que el Mil Rayitas, fundado en 1917 con un promedio de 8.000 almas por partido.

Este barrio de Lomas de Zamora es anécdota y viveza, como en la previa de cada partido de Temperley con la humeada desde la esquina sobre Dorrego. Será el olor a chorizo, carne o carbón en la parrilla “La Celestita”, en Temperley. Ese olor a asado, característico de cada argentino. Parrilla chica en su exterior pero parada segura para hinchas que tienen su ritual antes de ingresar al Alfredo Beranger, sobre la Avenida 9 de Julio.

Rodeado de brasas, humo gris e identidad celeste, Alejandro Cuello, hincha de no más de 60 años con una vestimenta acorde a su época, jean, camisa a cuadros y bigote- recuerda sentado en el cordón público: “La campaña de 1982-1983 fue las mejores de la historia en Primera”. Mientras se acomoda la camisa con la mirada en el recuerdo, agrega: “Hasta llegamos a semifinales del Torneo Nacional 1983”. Franco Jara, joven socio de 23 años, asegura que “el ascenso a Primera División en 2014 fue algo perfecto y eterno”. “Crivelli es mi ídolo” , sentencia ante el arquero (foto) que en dicho ascenso fue referente clave atajando dos penales en la final ante Platense del Reducido.

Fue un día glorioso porque atajé dos penales con la hinchada detrás" - Copa Argentina / Web oficial de la Copa Argentina

Fuera de la cancha, con parrilla y carnaval. Adentro, en lo institucional, también sus socios levantan la mano con el nombramiento de una nueva platea a Edith Pecorelli, ex presidenta de la institución y fundamental en el levantamiento de la quiebra en 1989. Hoy como legado, y en aquel entonces como sostén en una época negra. El socio se hace notar más que nunca, es por eso que Jorge Rodriguez Turdó, vicepresidente segundo de Temperley, es quien afirma desde adentro: “En Temperley las obras no son solo colocar cemento o butacas; se busca honrar a personas como Edith Pecorelli, que puso el pecho por el club, al igual que cada uno de nuestros jugadores en la cancha en buenos o malos resultados”.

Café Bicentenario, a horas de la mañana, y Dana Hernández, jefa de Prensa de Temperley, se toma ese famoso café cortado en Argentina. Transmite que todos tiran para un mismo lado: por su parte, la identidad como comunidad en posteos, campañas y coberturas para ayudar a crecer en lo social y económico.

Siete años sin estar en Primera se hacen desear. El recuerdo de cuando en 2018 logró llegar a semifinales de la Copa Argentina derrotando a Argentinos Juniors y San Lorenzo en instancias anteriores. El legado del “Glorioso” Temperley en lo más alto, apodo adoptado en los 70 y 80 cuando logró ascensos en 1974 y 1982 a la máxima categoría, y además por codearse ante los equipos más grandes de nuestro fútbol. La pasión, el barrio o la pertenencia fueron más qué la billetera y jerarquía: victorias históricas logradas ante River por 1-0 con gol de Nestor Scotta por el Metropolitano 1983. Misma competición y año la goleada en su favor ante Boca por 3 a 0, partido el cual el Xeneize fue local en el estadio de Atlanta (León Kolbowski). Glorias que no están en la vitrina, sino en la mística, el aguante y el sentido de pertenencia de su gente, que lo acompañó en todo momento, hasta cuando el club entró en quiebra.

A 15 cuadras de distancia, en Lomas de Zamora, su clásico barrial: Los Andes. Rivalidad que comenzó por 1927, aunque los hinchas más añejos dirán que es Banfield, por estar en el mismo partido con una rivalidad que tuvieron a principios del siglo XX en etapa amateur. Pero ante Temperley se late y se siente en cada paso. A pesar de no haberse enfrentado por 14 años por jugar en distintas categorías (de 2000 a 2014), sigue igual de viva la rivalidad con 95 partidos entre sí: 38 victorias para Los Andes, 31 para Temperley y 35 empates restantes.

Los Andes vs. Temperley archivos | InfoRegión

El Mil Rayitas viene de disputar la B Metropolitana tras cuatro años y no deja de soñar con el ascenso a primera división tras varias temporadas, la última participación fue en el 2001. En el mundo del ascenso, el aguante es parte de la identidad. Para Los Andes, esa personalidad cuando más se hace fuerte es en los peores momentos, como en la temporada 2018/2019 recordada una de las peores de la historia: tan solo ganó cuatro partidos con 13 goles a favor y 24 en contra para finalizar último en la tabla de posiciones, en el puesto 25°. A pesar de ganar el “Clásico del Sur” ante Temperley por 1-0, fue una campaña olvidable, por lo que dictaminó su descenso a la Primera B Metropolitana desde Primera Nacional.

En estos casos, “salvarse” del descenso es pura emoción, delirio y deshago de todo un barrio. El mismo barrio que no solo muestra el amor incondicional dentro de la cancha, sino también afuera y que forja una familia como lo es el básquet, cuando se inauguró en 2020 el nuevo estadio Santiago Agosti, idea llevada a cabo por sus socios, socias y subcomisión de básquet. Son grandes detalles que hacen al club. Una familiaridad que se construye con aniversarios, rifas, colectas con el sentimiento de unidad.

Los hinchas del Mil Rayitas representan partido a partido con su cancionero y dentro de ella una frase que describe: “Pasan los técnicos, pasan los jugadores, pero lo que no pasa es la pasión”. En este caso, sus 25.000 posibles almas en el Eduardo Gallardón. En este enorme club supieron defender sus colores figuras como Jonatan Maidana (foto) (surgido del mismo) o Hernán Díaz, muy queridos y parte de la gran historia de River. “Los Andes es orgullo”, una frase en la entrada del predio “Villa Albertina” sobre la calle Arlucea al 99 que se respira en cada esquina, cada partido. Sí, son simples frases que se reflejan en alguien que viste su camiseta para ir a trabajar, desde algún balcón y en la charla de café entre vecinos o amigos. El aguante se renueva cada vez que el equipo juega, gane o pierda.

Los Andes: El caudillo de Lomas

Julian Vivas, actual jugador de Fénix y quien hizo inferiores para debutar en 2016, con un total de 28 presentaciones con el club, anticipó cómo se vive: “Los Andes me dio la oportunidad de crecer como persona y jugador. Pasé los mejores momentos en el club pero me quedo con el cariño de su gente; lo hacen sentir en el día a día”. Frente al estadio, el bar “Lo de Tito” no deja de transmitir barrio. Sus hinchas no dejan de visitar y extasian sus banderas o camisetas. Nombres de jugadores ídolos de la institución como Jorge Ginarte, Oscar Giorgi u Orlando Romero se muestran en el menú con sus platos correspondientes: el orgullo y pertenencia que se transmite. Pero no queda ahí, lucen pósters e ilustraciones de los mismos con la identidad al 100%.

Aquel debut de Giorgi en 1973 ante Morón quedó lejos, pero lo que nunca deja de latir es ser considerado uno de los mejores defensores de la historia del club con la mayor cantidad de presencias: 359. “Romerito”, clave en el mediocampo para el ascenso en 2000 y quien más temporadas disputó con el Mil Rayitas, con 15. Por último, Jorge Ginarte, fue el director técnico en este último ascenso de Los Andes en dicho año. Su idolatría se construye años antes, viene de la época de 1968, allí como jugador fue líder y capitán para que el equipo logre la clasificación al Nacional de 1968.

Ilustraciones que con verlas traen nostalgia en todas las generaciones. Entre tantas, aparece una foto que atesora sentimientos encontrados: la de Diego Armando Maradona junto con un hincha con la camiseta de Los Andes, sacada en 2005 en un viaje realizado a Italia por el fanático. Historia mata relato: aquel año 2000 el Mil Rayitas, con una lluvia épica, dio una muestra de carácter ante Quilmes por la final del Nacional B. Días antes había eliminado a Banfield por la semifinal, con el condimento de que se podrían considerar clásicos de la zona. La excitación de la gente de Lomas fue tal que no hubo ninguna lluvia torrencial que los detenga. Fue victoria 2-0 la ida y la vuelta empate 1-1. Todo fue carnaval rojo y blanco con gritos, euforia y locura. Su última gran hazaña épica, siendo tapa de casi todos los diarios. “Los Andes es primera”, titulaba aquella noche de descontrol Diario Popular, acompañado por una foto en la que se ve a los jugadores abrazados, con los ojos llenos de lágrimas.

Son 100 años y Milrayitas :: Olé - ole.com.ar

Sentimiento de clásico único. Barrio y folklore. El tango de ambiente y el fútbol esperando: esas dos expresiones populares argentinas basadas en pasión, ritmo y juego colectivo: en el tango, dos cuerpos se coordinan para “jugar” la música; en el fútbol, un equipo se coordina para “bailar” la pelota. En los dos hay improvisación, emoción intensa y un sentido profundo de identidad cultural.

Un sábado 22 de octubre, en plena primavera. En un fútbol que recién estaba dando sus frutos y popularidad, los corazones de sus hinchas se detuvieron por esa pasión. Varias familias deben tener en sus vitrinas cada uno de los clásicos que pasan. Uno de ellos puede ser el de 1966 a pesar de los casi sesenta años a día de hoy. Con la presencia de más de 20.000 personas en el Eduardo Gallardón, que rugía de rojo y el calor del público que no cesaba para disfrutar de un espectáculo futbolístico. Miles de efectivos policiales y banderas rojas que no paraban de flamear al ritmo de este encuentro correspondiente a la fecha 34 de la Primera B. De un momento a otro todo se derrumbó. Cada gol retumbaba en sus propios jugadores, hinchas y hasta los periodistas que se encontraban allí. Los Andes fue testigo de una derrota que hizo y hace ruido: 6-0 de local ante su clásico rival: Temperley. Al sexto ya no había palabras. Fue todo desolación para su gente.

Pasaron más de diez años de aquel 4 de octubre de 2015 cuando se realizó el “Maratón por la familia” llevado a cabo en el Parque Eva Perón (más conocido como Parque de Lomas), que demuestra la identidad de este clásico del Sur. Allí participaron 1.500 personas con tres circuitos de 7, 3 y 1 km, a favor de la integración y contra la violencia en el fútbol con el famoso lema: “Rivales, no enemigos”. Ese día será recordado por la participación de ambos conjuntos: El Mil Rayitas de blanco y rojo y el Celeste, flameando sus camisetas en un mismo lugar, esta vez también compitiendo pero por la unidad. No fue un hecho aislado. Este clásico en Lomas se vive, no se juega. Temperley y Los Andes no comparten solo una rivalidad sino una misma raíz. Sus colores nunca dejan de latir, fuera y dentro de la cancha.