Por Camila Valente
Era la noche del 6 de junio de 2017 y el Estadio Nuevo Francisco Urbano estaba vestido de gala. La gran noche había llegado. El sueño estaba a punto de hacerse realidad. Las tribunas se encontraban colmadas de hinchas eufóricos que se abrazaban y sonreían. Las banderas rojas y blancas, los globos, los tirantes y el papel picado, los bombos y trompetas. Todo estaba preparado.
Las más de 32.000 almas que se encontraban en las tribunas estaban a punto de ver realizado su sueño: si el Club Deportivo Morón le ganaba a Platense, cortaría con una racha de 27 años sin salir campeón y ascendería a la Primera Nacional cuatro fechas antes de que finalizara el torneo de la Primera B Metropolitana. En los tablones todo era emoción y euforia, gritos y llantos anticipados de emoción.
¿Qué pasaba adentro del vestuario?
Debajo de la Platea Filiberto Ferrante, en el vestuario local, había un hombre. O no, un superhéroe. Sí, el superhéroe de todos los hinchas del Gallito: Damián Emilio Akerman. Estaba sentado en su lugar habitual, haciéndose una sola pregunta: “¿Será este el día en el que logre salir campeón con el club que tanto amo?”. Algo en su interior le decía que sí.
Akerman, el delantero nacido en Porteña, provincia de Córdoba, el 25 de marzo de 1980, había llegado a Deportivo Morón en 2003 y, entre los tres períodos en los que estuvo en el conjunto del Oeste del Gran Buenos Aires, había logrado convertirse en el máximo goleador histórico y en el jugador que más veces había vestido la camiseta rojiblanca. Ese hombre esperaba con ansias el momento en el que sus objetivos personales se convirtieran en un logro grupal que le diera una alegría a todo el pueblo moronense.
“Sabía que estaba cerca de conseguir lo que siempre había soñado, lo que me faltaba en el club. Estaba muy ansioso por jugar. Me imaginaba un partido con una victoria y el festejo posterior. En el vestuario, obviamente, había mucha ansiedad y nerviosismo. Son muchas sensaciones las que se cruzan por la cabeza y por el cuerpo en ese momento”, expresa ahora Akerman.
“En la previa había tres claros candidatos a pelear por el campeonato. Por plantel, cuerpo técnico e historia en el ascenso: Morón, Platense y Defensores de Belgrano eran los favoritos”, explica Carlos Lema, relator de TyC Sports, que esa noche sería el encargado de describir las jugadas para una transmisión que sería histórica. “Particularmente, Walter Otta venía de tener una muy buena campaña con Villa Dálmine y armó un plantel con hombres de peso como Akerman, Rodrigo ‘Rengo‘ Díaz, Javier ‘Bicho‘ Rossi o Nicolás Minici, más chicos con gran futuro, como Valentín Perales”, añade Lema.
El partido comenzó y, desde el arranque, se notaba que Morón y su goleador histórico estaban decididos a levantar la copa esa noche. A través de un tiro libre, el Rengo Díaz puso en ventaja a Morón, que ya empezaba a ver materializado su deseo. Minutos más tarde, Akerman bajó la pelota en el área, levantó la cabeza y asistió al Bicho Rossi, que puso el 2 a 0 parcial que hizo delirar a la hinchada.
La temperatura rozaba los diez grados y el viento era muy frío. ¿Quién iba a sentir otra cosa que no fuera el calor que producía tanta euforia? La gente saltaba y cantaba, los minutos pasaban y el ascenso estaba cada vez más cerca. Hasta que llegó el gol de Platense que generó algunas dudas y llevó a ese presente un pasado que nadie quería recordar.
Sin embargo, los segundos transcurrieron y Yamil Possi, árbitro del encuentro, pitó el final, haciendo real la vuelta del Deportivo Morón a la segunda categoría del fútbol argentino.
Martín Lara, hincha fanático del Gallo y autodeclarado “akermista”, emana emoción cada vez que habla de su ídolo, del hombre que le hizo festejar 160 goles y que fue una de las piezas clave de ese ascenso que parecía estar destinado a no ser, pero que finalmente llegó. “Que esa noche lo haya visto a Damián con la camiseta número 9 de Morón, en plena vigencia, siendo el máximo goleador del equipo en ese campeonato y referente fue, y es, definitivamente, una alegría inmensa”, describe Lara.
El hecho de que el ascenso se le haya negado tantas veces al conjunto del Oeste y que el cordobés haya vivido en primera persona la frustración de la triste final con Defensa y Justicia en Varela del 2006 -cuando Morón perdió el ascenso en solo tres minutos- o el partido contra Deportivo Español que, ese mismo año, también dejó al Gallito afuera de la pelea, reforzaba la idea de que Akerman merecía dar la vuelta con el club de sus amores.
Mariano Sebastián Rey, periodista partidario del club del Oeste, expresa: “Con Damián pasaba algo similar a lo que ocurría con Messi y la Selección Argentina: sabíamos que había estado muy cerca en varias ocasiones y, claramente, se merecía lograr ese objetivo que se le venía negando”.
“En el plantel campeón de 2017, Damián tuvo un rol protagónico. Fue el goleador del equipo con 10 tantos en 23 partidos, así que, en ese sentido, creo que fue un acierto haberlo traído de nuevo al club. En el primer año y medio que estuvimos al frente del plantel él jugó mucho y, con el tiempo, cuando perdió un poco de terreno, siguió sumando desde afuera, aportando desde el lugar que pudiera”, resalta Walter Otta, director técnico de Morón en ese entonces. “Desde que llegó al club, Damián tenía un solo objetivo: ascender. Cuando nosotros lo llamamos para volver, él estaba en Tristán Suárez. Acordó ganar menos dinero para poder cumplir su sueño. Verlo disfrutar y haber sido testigo de la felicidad que sintió, hizo que valiera la pena todo el sacrificio que hizo por sumarse al plantel”, agrega Otta.
Además, el entrenador hace hincapié en otra característica fundamental del goleador: su humildad. Ese valor que lo llevó a ganarse el corazón de la gente y de sus compañeros, de todas las personas que lo acompañaron en ese camino que parecía no encontrar el rumbo, pero que llegó a buen puerto.
La buena onda, la simpatía y la solidaridad fueron factores claves que destacaron al “superhéroe” y que lo convirtieron en una pieza importante del equipo que se coronó campeón. “Yo sabía que era mi última oportunidad para hacer realidad mi sueño en Morón. Tenía claro que no me iban a quedar muchas chances, fundamentalmente por mi edad”, cuenta Akerman, quien en ese momento tenía 37 años y, como todo deportista, empezaba a contemplar “el peso de los años”.
Hay quienes dicen que “todo esfuerzo tiene su recompensa”, y vaya si Akerman tuvo que esforzarse para poder obtener el resultado que esperaba. Sin embargo, lo más lindo que tiene la historia de Akerman es que no solo luchó por sus sueños. Ese hombre que llegó con 22 años a Morón destinó 15 años de su vida a trabajar y pelear por el deseo de miles de personas. Porque la gente del Gallito, durante mucho tiempo, cargó con un dolor enorme, con la ansiedad y necesidad de ver a su equipo campeón.
Ese “superhéroe” no batalló solo por sus objetivos, sino que cargó sobre sus espaldas con la necesidad de mucha gente que gritó y festejó cada uno de sus goles, que celebró con él en cada victoria y lloró en cada derrota. Damián Akerman, ese hombre humilde y solidario, casi sin darse cuenta, tomó los sueños de miles de hinchas, los metió adentro de una pelota de cuero y jugó con ellos hasta que despertó al gigante dormido y unió a todo el Oeste en un solo grito: “¡Morón campeón!”