Por Matías Serra Blake
-Muchachos, yo hoy domingo estaría comiendo un asado con mi familia en mi casa y tengo que estar acá viendo cómo ustedes se arrastran en la cancha, por lo menos tengamos la valentía de ir a buscar un resultado digno.
El entretiempo del partido que Unión pierde 2 a 0 contra Boca en La Bombonera en el Clausura 2002 muestra, tal vez, la versión más genuina de Frank Kudelka.
La oportunidad llegó en el momento menos pensado, coordinaba las inferiores y fue la renuncia de Carlos Griguol la que le concedió el espacio para probar lo aprendido con el paso de los años. Le dejaron en claro que esto sería solo por un partido, un técnico interino de 90 minutos frente a un grupo golpeado anímicamente, a los que conocía pero no para decirles algo de tal magnitud. La confianza en sí mismo fue crucial en esos instantes, podía aprovechar la posibilidad para mostrarse o quedarse sentado mirando cómo se iba el partido, que finalizó 3 a 0. Si él quería ser director técnico debía probarse y fue exactamente lo que hizo.
Idea de juego
“Bueno, en cualquier momento alguno me pega o me insulta”, pensaba el entrenador después de esas palabras que quedarían en su memoria. Volvían a Santa Fe con una derrota pero entendiendo el mensaje, siendo un pedido de los jugadores el que cambiaría los planes de la dirigencia. Querían que Kudelka se quedara.
La situación era difícil, pero logró salvarlo del descenso directo luego de conseguir 12 puntos en las últimas siete fechas. Jugarían la Promoción ante Gimnasia y Esgrima (CDU). Si bien en la ida perdieron 3 a 1, fue ese gol el que marcaría la diferencia en la vuelta, donde ganarían por 3 a 0, manteniendo la categoría.
Kudelka dirigió a Talleres en el Federal A, donde después de un año logró el ascenso al Nacional B. Tras unos meses invicto, lo llevó a Primera División.
Así fue creciendo, demostrando su carácter en cada institución que confió en su proyecto, con una actitud que lo define y refleja sus planteos. A veces de saco y camisa, con la vestimenta del club o un pullover. Esas indicaciones tan expresivas, que le hacen saber a sus futbolistas lo que quiere ver en la cancha. El mínimo movimiento de sus brazos resalta el constante aliento y la presión que pide que realicen ante sus rivales. Hoy en día conduce a Huracán, al que regresó a fines de marzo de 2021 después de su paso en 2013/14. Y, a pesar de no haber sido jugador, tiene un amplio conocimiento de este deporte, y continúa con ganas de aportar al fútbol argentino desde su idea de juego, con la personalidad y el carácter de aquel vestuario en La Bombonera donde decidió hablar. El resto es historia.