Por Micaela Jaluf Garcete
El Sapo, apodado así por sus “saltos para eludir rivales”, nació el 16 de agosto de 1968, literalmente, dentro del estadio de Talleres. Su familia vivía debajo de una de las tribunas de La Boutique, donde su padre trabajaba como bufetero. De chico era tan bueno que aquel equipo de la T de 1977 iba un rato antes a los partidos para ver a Coleoni hacer jueguitos con la pelota. Como Maradona. Se decía que era “la mascota”. Sin embargo, tuvo una carrera muy corta como futbolista debido a su problema de crecimiento. Como Messi. Gustavo Coleoni, con su metro sesenta y uno, pasó de ser taxista durante 15 años a cargar con más de 500 partidos en el torneo Argentino A.
Idea de juego
Hizo las inferiores en el Tallarín y jugó con la Primera. Luego pasó a San Agustín de Perú, Magallanes de Chile y por clubes regionales de Córdoba, tales como Matienzo de Monte Buey y Central de Río Segundo, entre otros.
Coleoni nunca llegó a explotar su potencial: “Talleres me pagó el tratamiento con unas hormonas traídas de Europa porque yo pintaba bien, pero como era muy petiso, de mucho no sirvió. Entonces, probaron colgarme de la tabla de hacer abdominales, me agarraban del cuello y me estiraban en las camillas, con pesas”. Es por eso que, tras la mala noticia de no poder volver a jugar, en 1990 se retiró y acto seguido, puso una escuelita de fútbol para no alejarse de la pelota.
Desde su inicio dirigiendo a La Academia, este personaje se viste de camisa blanca y jean negro para aparentar cierta rudeza y respeto. Asimismo, su excesivo movimiento de manos al corregir a sus jugadores, protestar (lo que él ve como una falta mal cobrada por el juez) y expresar sus ansias por competir, lo caracteriza por saber satisfacer a los hinchas y ganarse su cariño.
“Me convertí en un trotamundos. Después de dirigir en ocho provincias y de perder cinco finales, la vida y Dios me han premiado”.
El niño criado en las tribunas de La Boutique, tras su trayecto como entrenador viajando por todo el país, llegó a ser hoy el técnico de Central Córdoba (Sde). Logró su ascenso dos veces y, luego de una penetrante campaña, siente que cada vez está más cerca de “ser pretendido por alguno de los equipos más importantes de la división”. Coleoni convirtió al Ferroviario en un equipo duro, intenso, “filoso”, con una buena estructura y contracción a la recuperación; sumado a los pases y ataques ante el equipo rival, demostrados en la tabla de posiciones.