Por Sebastián Martín y Franco Pinceti
Un verdadero maestro es aquel que posee características esenciales, entre las que lo distinguen fundamentalmente, como un líder, formador y forjador de personas”, describía Gimnasia La Plata en uno de sus homenajes a Carlos Timoteo Griguol.
Docente y decente, dedicado no solo a la excelencia futbolística sino también a la humana, “quien no solo produjo jugadores campeones, sino que también hombres de bien“ –conmemora Ferro en la estatua de Griguol en su sede social-. En sus años de director técnico, a pesar de sus logros, es más recordado por el legado, los valores y la enseñanza que dejó en cada uno de los clubes que estuvo. Trascendía de la idea de juego, aunque era un adelantado para su época. Era más formador que entrenador. Era más padre que DT. “Era titular, tenía casi 40 partidos en Primera, y una vez me agarró y me dijo ‘si no terminás el secundario y me traés el analítico, no hacés la pretemporada’. Se preocupaba porque todos los chicos estudiaran, y que con los pesos que pudieras ganar no compraras un auto, sino un techo”, atestiguó Mariano Messera, actual entrenador de Gimnasia y uno de los tantos pupilos de Timoteo.
Son pocas las personas que logran ser reconocidas a través de un apodo, como “El Viejo” o “el Maestro”, una acción, como una palmada en el pecho antes de salir a la cancha, o un objeto, como una boina o una gorra. Cuando se menciona alguna de todas estas cosas, se sabe de quién se habla. Timoteo logró esto, y más, gracias a su respeto, sacrificio, humildad, disciplina y orden.
Como jugador debutó profesionalmente en Atlanta, formó parte del plantel campeón de la Selección Argentina en el Sudamericano de 1959 y culminó su carrera en Rosario Central, donde después hizo sus primeros pasos como director técnico, en las divisiones inferiores. Luego de un breve interinato en 1971 en el primer equipo canalla, Griguol se hizo cargo de manera definitiva en el Metropolitano de 1973. Conquistó el Nacional de ese mismo año; fue subcampeón del Metropolitano y Nacional de 1974; y alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores en 1975 –siendo esta la mejor actuación del equipo rosarino en la copa–.
Luego de unos efímeros pasos por Tecos de Guadalajara y Kimberley de Mar del Plata, además de un segundo ciclo en Central, Timoteo arribó a Ferro Carril Oeste, donde se transformaría en leyenda y en el máximo estandarte del club. Junto a una gran estructura institucional, reflejada en cada una sus disciplinas, Griguol se consagró campeón del Nacional de 1982 -de manera invicta- y de 1984. Además de salir subcampeón en 1981 y 1983, y disputar la Copa Libertadores en las únicas dos participaciones del club en su historia, logró que Ferro se incrustara en la mesa de los reconocidos cinco grandes del fútbol argentino. En 1987, llegó a River donde apenas estuvo un año y ganó la Copa Interamericana, para luego regresar a Oeste, con buenas campañas, hasta 1993.
Al año siguiente recaló en Gimnasia y Esgrima La Plata, en el que, en tres ciclos, obtuvo tres subcampeonatos, protagonizó algunas de las mejores campañas de la institución en Primera División y hoy en día, al igual que en Ferro, es reconocido como el mejor director técnico de la historia del club.
Timoteo llevó a los primeros planos y puestos a Ferro y Gimnasia, dos equipos usualmente denominados “chicos”, y peleó campeonatos a la par de, por ejemplo, Boca y River. Como suele pasar cuando un club rompe con la hegemonía de los cinco grandes, el periodismo se pone en su contra. Griguol no fue la excepción: “Era un adelantado en todos los aspectos, pero en ese momento estaba la discordia Bilardo versus Menotti y a él lo ponían del lado de Bilardo. Cuando en realidad Timoteo tenía cosas de los dos y cosas propias. Y como a Ferro encima le iba bien, les arruinábamos el negocio y nos atacaban”, manifestó Carlos Aimar, quien supo ser su dirigido y después su ayudante de campo, en el podcast “Estación Caballito”.
Para entender la forma de pensar y ver tanto el fútbol como la vida, y el legado que dejó en los clubes en los que estuvo y en el desarrollo del fútbol argentino en general, alcanza con revivir lo que dijo sobre el predio de entrenamiento de las juveniles de Gimnasia: “Tenemos que recoger todo que vienen sembrando hace cinco años, y para poder conseguir esas cosas tenemos que tener mejores pelotas, mejores canchas, mejores preparadores físicos; tenemos que tener gimnasios, agua caliente; tenemos que tener mejor ropa, tenemos que tener mejores zapatillas, todo mejor. ¿Por qué? Porque nosotros obligamos a tener mejores jugadores, con mejor rendimiento y mejor vida”.
Formador de seres humanos antes que futbolistas. Principal consejero, padre de sus dirigidos. Canchero de los predios de entrenamiento. Fanático del análisis y adelantado en la táctica. Leyenda en el fútbol argentino y una universidad de lo que es ser un técnico para sus dirigidos. Esto y mucho más fue Carlos Timoteo Griguol, quien, en base a sus valores, sus principios y enseñanzas, dejó un legado imborrable en la historia del deporte argentino.